¡Mirad cómo se aman! - ¿Por qué se decía esto de los primeros cristianos?

“¡Mirad cómo se aman!

QUERERSE DE VERDAD

“¡Mirad cómo se aman!
Mirad cómo están dispuestos
a morir el uno por el otro”
(TERTULIANO, Siglo II)

Quizá la nota más característica de la vida de los primeros cristianos era cómo sabían quererse entre sí. Esta será la señal por la que serán reconocidos por los paganos. Procuraban llevar a la práctica el mandato de Jesús “amaos unos a los otros como Yo os he amado”: ésta es la herencia que nos han dejado,  y  la que nosotros deberemos trasmitir a los que vengan después. No se trata de filantropía o de  humanitarismo sin más: están  dispuestos –como dice Tertuliano-  a dar la vida por los demás.

 Presentamos a continuación algunos textos de los primeros escritores cristianos que reflejan cómo vivían esta fraternidad.

Importancia de la caridad

1· (Ya en el siglo primero, el Papa San Clemente de Roma nos anima a considerar la importancia de la caridad y a pedir a Dios que nos haga dignos de ella…)

Ya veis, queridos hermanos, cuán grande y admirable cosa es la caridad, y cómo no es posible describir su perfección. ¿Quién será capaz de estar en ella, sino aquellos a quienes Dios mismo hiciere dignos? Roguemos, pues, y supliquémosle que, por su misericordia, nos permita vivir en la caridad, sin humana parcialidad, irreprochables.  (SAN CLEMENTE ROMANO, Carta a los Corintios, 50, 1)

2·  El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humildeno dé testimonio de si mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que es casto en su cuerpo no se gloríe de ello, sabiendo que es otro quien le otorga el don de la continencia. (SAN CLEMENTE ROMANO, Carta a los Corintios, 36)

3·Todo profeta que predica la verdad, si no cumple lo que enseña es un falso profeta.    (DIDACHÉ o ENSEÑANZA DE LOS DOCE APÓSTOLES, 11, 1-12)

4·(San Ignacio de Antioquía camino de su martirio, en el año 110, escribe a San Policarpo animándole a vivir la caridad con sus fieles de Esmirna…)

Preocúpate de que se conserve la concordia, que es lo mejor que puede existir. Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lleva el Señor. Sopórtalos a todos con espíritu de caridad, como siempre lo haces. Dedícate continuamente a la oración. Pide mayor sabiduría de la que tienes. Mantén alerta tu espíritu, pues el espíritu desconoce el sueño. Háblales a todos al estilo de Dios. Carga sobre ti, como perfecto atleta, las enfermedades de todos. Donde mayor es el trabajo, allí hay rica ganancia. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a san Policarpo de Esmirna, 1,1-4)

5· (Más adelante será San Policarpo el que transmita estas mismas enseñanzas…)

Permaneced, pues, en estos sentimientos y seguid el ejemplo del Señor, firmes e inquebrantables en la fe amando a los hermanos, queriéndoos unos a otros, unidos en la verdad, estando atentos unos al bien de los otros con la dulzura del Señor, no despreciando a nadie. Cuando podáis hacer bien a alguien, no os echéis atrás, (…). Someteos unos a otros y procurad que vuestra conducta entre los gentiles sea buena así verán con sus propios ojos que os portáis honradamente; entonces os podrán alabar y el nombre del Señor no será blasfemado a causa de vosotros. Porque ay de aquel por cuya causa ultrajan el nombre del Señor!    (SAN POLICARPO DE ESMIRNA, Carta a los Filipenses, 9,1 -11, 4)

6·8. No nos basta ser justos—la justicia consiste en dar igual a los iguales—, sino que se nos propone ser buenos y pacientes. (ATENÁGORAS DE ATENAS, Legación a favor de los cristianos, 34)

7·8. Socorren a quienes los ofenden, haciendo que se vuelvan amigos suyos; hacen bien a los enemigos. No adoran dioses extranjeros; son dulces, buenos, pudorosos, sinceros y se aman entre sí; no desprecian a la viuda; salvan al huérfano; el que posee da, sin esperar nada a cambio, al que no posee. Cuando ven forasteros, los hacen entrar en casa y se gozan de ello, reconociendo en ellos verdaderos hermanos, ya que así llaman no a los que lo son según la carne, sino a los que lo son según el alma. (ARISTIDES DE ATENAS, La Apología, 15)

8·8. (Las famosas palabras que, al final del siglo II, Tertuliano ponía en boca de los paganos que admiraban cómo se querían los cristianos entre sí, debemos hacerlas presentes también hoy en día…)

Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos, pues dicen: «Mirad cómo se aman», mientras ellos sólo se odian entre sí. «Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro», mientras que ellos están más bien dispuestos a matarse unos a otros.
El hecho de que nos llamemos hermanos lo tienen por infamia, a mi entender, sólo porque entre ellos todo nombre de parentesco se usa sólo con falsedad afectada. Sin embargo, somos hermanos vuestros en virtud de nuestra única madre la naturaleza, aunque seáis bien poco hombres, pues sois tan malos hermanos.  (TERTULIANO, Apologético, 39, 1-18)

9·8. Si todos poseen un mismo espíritu, que procede del mismo Dios y Padre, ¿por qué te crees diferente de ellos?, ¿por qué huyes de los que están sujetos, igual que tú, a las mismas caídas y errores, como si ellos fuesen espectadores de tus luchas, prontos sólo al aplauso, y no, en cambio, gente muy cercana a ti, compañeros de tus mismas fatigas? (TERTULIANO, Sobre la penitencia, 8, 4-10)

10·8. Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz. De esta manera demuestra que es imposible mantener la unión y la paz si los hermanos no se toleran mutuamente y si no conservan el vínculo de la unión fraterna mediante la virtud de la paciencia. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Tratado sobre la paciencia, 13)

11·8. Le buscaban las turbas. Y por qué? Porque, imponiéndoles las manos, las curaba, y daba salud en cualquier tiempo y lugar que se lo pedían, enseñándonos así a prodigar la medicina al enfermo que la pide. (SAN AMBROSIO, Sobre la virginidad, 42)

12·<spanstyle="font-size: 9pt; font-family: Verdana; color: black;">8.  No hay amistad verdadera sino entre aquellos que Tú aúnas entre si por medio de la caridad. (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 4, 4)

13·8. (San Agustín nos anima a crecer progresivamente en el amor a los demás hasta estar dispuestos a dar la vida por ellos…)

Si todavía no te sientes en disposición de morir por tu hermano, disponte al menos a darle algo de lo que tienes. Que la caridad comience ya a conmover tus entrañas.  (SAN AGUSTÍN, Sobre la 1ª Epístola de San Juan, 5, 12)

14·8.  Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente, no con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman los seres humanos por ser humanos, sino con el amor con que se aman porque están deificados y son hijos del Altísimo, de manera que son hermanos de su Hijo único y se aman entre si con el mismo amor con que Cristo los ha amado. (SAN AGUSTÍN, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 65, 1-3)

15·8. Aunque subido al cielo, con su carne resucitada, sin embargo, como compartiendo las pruebas de su cuerpo que sufre todavía en la tierra, dice: Saulo, Saulo, ¿ por que me persigues? Nadie podía escucharlo, y sin embargo Él gritaba desde el cielo que estaba perseguido. Nosotros hemos de concluir con gran confianza que si por la caridad está con nosotros en la tierra, por la misma caridad nosotros estamos con Él en el cielo. (SAN AGUSTÍN, Comentario sobre el Salmo 122, 1)

  Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)

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