Profecías de Isaías sobre la Pasión de Cristo
El lector tiene la impresión de que el profeta Isaías escribía al propio pie del Gólgota, aunque sabemos con seguridad que el profeta vivió siete siglos antes de Cristo.
Los sacrificios de purificación ocupaban la posición central en la vida religiosa del pueblo judío. Cada devoto judío ya sabía desde su niñez que el pecado sólo podría borrarse por medio de un sacrificio cruento. Todas las grandes fiestas y acontecimientos familiares se acompañaban de sacrificios.
Los profetas no explicaban en que consistía el poder purificador de los sacrificios. Sin embargo, sus profecías relacionadas con la Pasión demuestran que los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el gran sacrificio redentor del Mesías, el cual Él tuvo que ofrecer para la purificación de los pecados del mundo entero. De este gran sacrificio tomaban fuerzas y trascendencia las ofrendas del Antiguo Testamento.
La relación íntima entre el pecado y los subsiguientes sufrimientos, al igual que entre los padecimientos voluntarios y la subsiguiente salvación del hombre, no está bien comprendida aún hasta hoy día. No vamos a tratar de explicar esta relación interior, sino sólo nos detendremos aquí sobre las propias profecías referentes a la prevista Pasión redentora del Mesías.
La más sobresaliente y detallada profecía relacionada con venideros sufrimientos del Mesías es la de Isaías que ocupa un capítulo y medio de su libro (cap. 52-53). Esta profecía incluye tantos pormenores sobre los padecimientos de Cristo que el lector tiene la impresión de que el profeta Isaías escribía al propio pie del Gólgota, aunque sabemos con seguridad que el profeta vivió siete siglos antes de Cristo. A continuación presentamos la profecía en cuestión:
sus cicatrices nos curaron”.”Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién se preocupará de su estirpe? Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”.