«Donde nace Dios, no hay lugar para el odio ni la guerra» Francisco en Navidad

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En su mensaje navideño el Papa Francisco clamó por la paz en las “zonas calientes” del mundo: del Medio Oriente a África, pasando por Colombia. Además pidió por los presos, los refugiados, los migrantes, los desocupados, los niños soldado, las víctimas de la trata de persona y del narcotráfico. 

«Donde nace Dios, no hay lugar para el odio ni la guerra»

En su mensaje navideño el Papa Francisco clamó por la paz en las “zonas calientes” del mundo: del Medio Oriente a África, pasando por Colombia. Además pidió por los presos, los refugiados, los migrantes, los desocupados, los niños soldado, las víctimas de la trata de persona y del narcotráfico
 

“Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra”. En su mensaje de Navidad el Papa clamó contra la violencia que prevalece en el mundo. Hizo un repaso de las principales zonas de conflicto, del Medio Oriente a África, de América Latina a Europa Oriental. A todos les recordó que la Navidad es un “día de paz en el que es posible encontrarse, dialogar y reconciliarse”.

Asomado al balcón central de la Basílica de San Pedro, Francisco pronunció su bendición “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo). Primero saludó a una multitud congregada en la plaza vaticana. Como marca la tradición, escuchó los himnos de Italia y del Vaticano. Y después pronunció su mensaje navideño. Lamentó que en la misma tierra “donde el Hijo de Dios vino al mundo” continúen las tensiones y la paz sea todavía un don que se debe pedir y construir.

“Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región. Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada”, dijo.

Entonces siguió con su lista. Urgió al establecimiento de un acuerdo, “con el apoyo de todos”, para superar “las graves divisiones y violencias” que afligen a Libia. Instó a la comunidad internacional a poner “su atención de manera unánime” para que “cesen las atrocidades” en Irak, Yemen y en el África subsahariana. Esos actos, agregó, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros.

Recordó a cuantos han sido golpeados por “atroces actos terroristas” en París, Beirut, Bamako, Egipto y Túnez. Especialmente mencionó a las víctimas de las “recientes masacres en los cielos”.

Imploró que el niño Jesús dé consuelo y fuerza a quienes son perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo. “Ellos son nuestros mártires de hoy”, exclamó. Pidió paz y concordia para las poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, medianteel diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca.

“Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país. Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz”, añadió, hablando en italiano.

Al inicio de su mensaje llamó a todos a abrir sus corazones a la gracia de la Navidad, porque –continuó- Jesús “es el día luminoso” que surgió en el horizonte de la humanidad; el “día de la misericordia”, en el cual Dios reveló a la humanidad su inmensa ternura; el “día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia”; el “día de la gran alegría para los pequeños y los humildes, para todo el pueblo”.

Aseguró que Cristo puede salvar el mundo, sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, “a veces monstruosas”, que el egoísmo genera en ella; sólo la gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables.

Lamentó que pese a la esperanza de la Navidad, todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Por eso deseó que este día llegue la cercanía de todos los cristianos a los más indefensos, especialmente a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.

Pidió que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida. Imploró que sean recompensados “con abundantes bendiciones” todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los reciben.

Solicitó que, en este día de fiesta, vuelva la esperanza para cuantos no tienen trabajo, los cuales “son tantos” y que Dios sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y económico, para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.

“Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal”, completó.

Y apuntó: “De este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido del niño que nos susurra: Por mis hermanos y compañeros voy a decir: La paz contigo”.

«A ustedes, queridos hermanos y hermanas que vinieron de cada parte del mundo a esta Plaza, y a cuantos de diferentes países están conectados a través de la radio, la televisión y los nuevos medios, dirijo mi felicitación más cordial -concluyó. Es la Navidad del Año santo de la Misericordia, por ello deseo a todos poder acoger en la propia vida la misericordia de Dios que Jesús nos ha donado para ser misericordiosos con nuestros hermanos. Así haremos que crezca la paz. ¡Feliz Navidad!».

 

http://www.lastampa.it

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