El papa Francisco y la persecución de los cristianos

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Aún hoy, los “cristianos son perseguidos”. Y tan es así que tal vez hay “más mártires ahora que en los primeros tiempos”. En la misa matutina de ayer, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, Papa Francisco repitió que nuestra época es un tiempo de martirio.

Bergoglio y la persecución de los cristianos

Papa Francisco expresa su enfoque sobre la fe en los sufrimientos provocados por el “odium fidei”, alejándose de interpretaciones instrumentales y generalizaciones

Aún hoy, los “cristianos son perseguidos”. Y tan es así que tal vez hay “más mártires ahora que en los primeros tiempos”. En la misa matutina de ayer, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, Papa Francisco repitió que nuestra época es un tiempo de martirio.
Las consideraciones del Obispo de Roma sobre la persecución y el martirio continúan marcando su predicación. En ellas se encuentra el criterio de fe con el que Francisco ve este rasgo propio de la vida cristiana en el mundo.
Gianni Valente

Para Papa Bergoglio, la persecución existe aún hoy. No es algo del pasado. No se canceló con las pasiones de los mártires de los primeros siglos cristianos, y tampoco con las filas de nuevos mártires durante los totalitarismos del siglo XX. “Hoy hay mucha persecución”, dijo ayer Bergoglio en la Misa de Santa Marta, y recordó que los cristianos son perseguidos no por sus culpas o errores, sino solo porque “a esta sociedad tranquila que no quiere problemas, dicen la verdad y anuncian a Jesucristo”.

Para Papa Francisco, la persecución existe ahora porque siempre ha existido y seguirá existiendo. El actual Sucesor de Pedro, con toda la tradición de la Iglesia, reconoce que la connotación de mártir siempre ha acompañado el testimonio cristiano en el mundo. Este, dijo ayer, “es el camino del Señor, el camino de los que siguen al Señor”. Un camino que “acaba siempre como para el Señor, con una resurrección, pero pasando por la cruz”. El pasado 4 de marzo, al comentar el Evangelio en el que Jesús anuncia a los suyos que recibirán en esta tierra cien veces lo que han dejado por seguirlo, pero también “persecuciones”, Bergoglio había comentado: “Es como si Jesús dijera: ‘Sí, ustedes dejaron todo y recibirán aquí, en la tierra, muchas cosas: ¡pero con la persecución!’. Como una ensalada con el odio de la persecución, siempre. Esto es lo que gana el cristiano y esta es la vía de los que quieren seguir a Jesús, porque es la vía que recorrió Él: Él fue perseguido”.

En la homilía de ayer, como en otras ocasiones, Francisco también se refirió al aspecto más enigmático y doloroso de la persecución: desde los tiempos de san Pedro y san Pablo, arrestados por la traición de los hermanos, las persecuciones más peligrosas para la fe son las que nacen de la envidia y de la maldad de los cristianos mismos. Como jesuita, Bergoglio conoce muy bien la gran tribulación que vivió la Compañía de Jesús, suspendida según la orden de los reyes católicos de Europa. Como argentino, también conoce de cerca la persecución de los últimos años del siglo XX que sufrieron obispos, sacerdotes y agentes pastorales latinoamericanos por parte de personas que se decían cristianas y que veían en ellos a subversivos comunistas, enemigos de la “civilización occidental cristiana”. En la Iglesia -recalcó ayer Papa Francisco, hay “perseguidos desde fuera y perseguidos desde dentro” Los santos mismos “fueron perseguidos”. Sin nombrarlo, el Papa aludió al calvario de Antonio Rosmini, “un hombre de buena vountad, un verdadero profeta, que con sus libros regañaba a la Iglesia por haberse alejado de la vía del Señor. Inmediatamente fu ellamado, sus libros acabaron en el índice, le quitaron la cátedra y este hombre terminó así su vida, hace no mucho tiempo. Y pasó el tiempo y hoy es beato”.

Bergoglio reconoce y subraya también un aspecto sintomático que acompaña los casos de la persecución que sufren los cristianos. Normalmente, en los que viven en la fe las experiencias de sufrimiento inmotivado inflingidas a los cristianos, la reacción humana que prevalece no es la de la queja, la del miedo o la de la reciminación. Las narraciones de las persecuciones documentan a menudo el milagro de hombres y mujeres que permanecieron libres de las cadenas, que no fueron nublados por los sufrimientos y que no manifestaron resentimientos hacia sus perseguidores. La Iglesia nunca ha fomentado campañas de protesta ni de movilización en contra del martirio, ni se queja por sus mártires. Ella, repitió Francisco, “ve en el sacrificio de los mártires su ‘nacimiento al cielo’”, porque “Jesús transforma la muerte de los que lo aman en aurora de vida nueva”.

A nivel civil, aclaró con una elocuente diferencia Bergoglio durante el Ángelus para la fiesta de San Esteban protomártir, el pasado 26 de diciembre, “la injusticia debe ser denunciada y eliminada”. Pero, para los cristianos el hecho de la persecución no “maravilla, porque Jesús lo anunció como ocasión propicia para ofrecer testimonio”. Como sucedió con los sacerdotes chinos que bautizaban a sus compañeros de cárcel en los campos de reeducación. O al obispo, y futuro cardenal, vietnamita Francisco Javier Nguyen Van Thuan, que llevaba a la fe a sus carceleros celebrando la eucaristía en el silencio de su celda.

En sus homilías y en sus catequesis, Papa Francisco ha aludido en muchas ocasiones a las vías inteligentes o fantasiosas con las que los cristianos han logrado custodiar el tesoro de la fe en tiempos de persecución. Ha recordado en muchas ocasiones a las comunidades japonesas que durante el siglo XVII, después de la expulsión de los misioneros extranjeros, se quedaron sin sacerdotes pormás de doscientos años. “Cuando, después de este tiempo volvieron otros misioneros”, contó Francisco, “encontraron bien a todas las comunidades: todos bautizados, todos catequizados, todos casados por la Iglesia, y a los que habían muerto, todos sepultados cristianamente. No hay sacerdote… ¿Quién hizo todo esto? ¡Los bautizados!” (homilía de Santa Marta, 17 de abril de 2013).Ayer, también en Santa Marta, narró lo que le contó un católico de un país en donde “se puede rezar solo en soledad y a escondidas”. Para celebrar la Eucaristía, contó el Papa, él y sus amigos organizan “una fiesta de cumpleaños, hacen finta de celebrar el cumpleaños y ahí hacen la Eucaristía, antes de la fiesta”. Y si ven que “llegan los policías, esconden todo y siguen con la fiesta”, entre “felicidad y felicitaciones”; luego, cuando los agentes “se van, terminan la Eucaristía”. Es lo que “deben hacer, porque estña prohibido que recen juntos”.

http://vaticaninsider.lastampa.it

 

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