Evangelización y reforma, desafíos del Papa Francisco

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Pues sí, también yo he escrito sobre los desafíos con los que se enfrenta el Papa Francisco. La idea ha sido poner juntas una serie de tareas pendientes y de señales, sin la pretensión -obviamente- de ir más allá (posiblemente en la misa de inicio del ministerio petrino tendremos una idea más completa). El texto largo se publicó ayer en La Tercera, de Santiago de Chile (ciudad que, por desgracia, he visitado solo una vez). Rescato aquí abajo algunos puntos.

Ya sabemos cuáles serán el estilo y las prioridades del Papa Francisco

Pues sí, también yo he escrito sobre los desafíos con los que se enfrenta el Papa Francisco. La idea ha sido poner juntas una serie de tareas pendientes y de señales, sin la pretensión -obviamente- de ir más allá (posiblemente en la misa de inicio del ministerio petrino tendremos una idea más completa). El texto largo se publicó ayer en La Tercera, de Santiago de Chile (ciudad que, por desgracia, he visitado solo una vez). Rescato aquí abajo algunos puntos.

Por la elección del nombre, ya sabemos cuáles serán el estilo y las prioridades de Francisco: una atención privilegiada hacia los pobres y humildes, una predilección por la sencillez evangélica, por la predicación directa e inmediata. Y un énfasis en la caridad, que no es mera filantropía sino algo que cambia, en primer la lugar, la vida de quien la practica (y señal de garantía de la identidad católica). El Papa Francisco ha dejado claro desde el primer momento que su misión esencial es presentar a Cristo al hombre de hoy.

Desde hace años, la Iglesia está siendo noticia con frecuencia por cuestiones que no tienen nada que ver con su misión o, peor aún, que suponen incluso la negación de su misión. Aunque esos problemas (abusos, escándalos de diverso tipo) impliquen directamente a una minoría, el impacto es grande. Benedicto XVI llegó a afirmar que los principales problemas para la Iglesia no eran las violentas persecuciones exteriores, sino la falta de fidelidad de sus miembros. Existe una percepción ampliamente difundida de la necesidad de una profunda renovación y conversión a todos los niveles.

Me parece que una primera lectura del “mensaje” que supone la elección del Papa Francisco es precisamente resaltar la necesidad de purificación en la Iglesia, empezando por las personas (obispos, sacerdotes y laicos) y siguiendo con las estructuras. Los cardenales consideraron que esa es la tarea prioritaria y que el candidato idóneo para lanzar ese mensaje fuerte era el cardenal Bergoglio, quien con sus 76 años cuenta con el necesario “vigor físico y fuerza de ánimo”. Han elegido a un testigo.

La renuncia de Benedicto XVI ha puesto en primer plano el papado visto como servicio. Cabe esperar un desarrollo en el modo de ejercer el ministerio petrino en el que se distinga siempre mejor lo esencial de lo accesorio. Está claro que el momento actual, “sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe” (como dijo Benedicto XVI), exige un Papa capaz de tener en mano el timón de la barca. Para eso, habría que liberarle de otras tareas secundarias.

Benedicto XVI comenzó y acabó su pontificado afirmando que la Iglesia está viva. Pienso que esta capacidad para saber renovarse sin perder su identidad es una clara manifestación de la verdad de esas palabras.

www.laiglesiaenlaprensa.com

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