«Hay que contraponer al fanatismo y al fundamentalismo la solidaridad de todos los creyentes»

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Francisco en su discurso en Ankara, ante las autoridades políticas turcas, recuerda el papel y la responsabilidad de Turquía por la paz en la región y pide igualdad de derechos para las minorías en el país. Erdogan: «Pensamos lo mismo sobre la lucha al terrorismo»

 Que Turquía sea un lugar de encuentro

Francisco en su discurso en Ankara, ante las autoridades políticas turcas, recuerda el papel y la responsabilidad de Turquía por la paz en la región y pide igualdad de derechos para las minorías en el país. Erdogan: «Pensamos lo mismo sobre la lucha al terrorismo»
 

 ANDREA TORNIELLI

«Hay que contraponer al fanatismo y al fundamentalismo, a las fobias irracionales que animan incomprensiones y discriminaciones, la solidaridad de todos los creyentes». Después de haber rendido un homenaje en el Mausoleo de Ataturk y de haberse reunido con el Presidente Tayyip Erdogan, Papa Francisco toma la palabra ante las autoridades políticas turcas, en el faraónico palacio presidencial en Ankara, que costó más de 600 millones de dólares.

La de Francisco es la primera visita de Estrado recibida en el nuevo e imponente palacio presidencial, construido en una colina sobre la ciudad. En la gran sala revestida de madera y llena de banderas turcas y vaticanas, inaugurada para la ocasión, el Papa peregrino, en pie frente al podio con micrófonos, escucha las palabras de Erdogan: «El mensaje que nos preparamos para dar hoy ayudará en la situación difícil en la que nos encontramos». El presidente dijo que está de acuerdo con el Papa «sobre el terrorismo, sobre la violencia del mundo y en contra de la supremacía del capital». Erdogan añadió que en Occidente aumenta la islamofobia y que hay quienes quisieran que el islam se convierta en un sinónimo de violencia. Denunció a los grupos fundamentalistas como Boko Haram y el Estado Islámico, pero también atacó al «terrosismo de estado», ejercido por Siria y que ha provocado 300 mil muertos civiles y, frente al Papa, atacó al «tirano» Assad y criticó el silencio de la comunidad internacional al respecto.

El Pontífice, por su parte, definió a Tuqruía como «puente natural entre dos continentes y entre diferentes expresiones culturales», recuerda que esta tierra vio nacer a San Pablo, albergó la casa de María en Efeso y siete concilios de la Iglesia. Pero es allí a donde hay que dirigir la mirada. El presente de un país que tiene a los terroristas del Estado Islámico en sus fronteras y que también está buscando un equilibrio interno, frente al endurecimiento de las leyes sobre la libertad de expresión. Por ello, incidó Papa Francisco, es necesario «llevar adelante con paciencia el compromiso de construir una paz sólida, basada en el respeto de los derechos fundamentales y en los deberes que comporta la dignidad del hombre». «Para ello, es fundamental que los ciudadanos musulmanes, judíos y cristianos, gocen (tanto en las disposiciones de la ley como en su aplicación efectiva) de los mismos derechos y respeten las mismas obligaciones».

La libertad religiosa y la libertad de expresión, continuó el Papa, «impulsará el florecimiento de la amistad, convirtiéndose en un signo elocuente de paz». Un florecimiento esperado tanto por Medio Oriente y Europa como por el mundo entero. «El Medio Oriente, en particular, es teatro de guerras fratricidas desde hace demasiados años, que parecen nacer –añade Francisco– una de otra, como si la única respuesta posible a la guerra y la violencia debiera ser siempre otra guerra y otras de violencias».

«¿Por cuánto tiempo deberá sufrir aún el Medio Oriente –se preguntó Francisco– por la falta de paz? No podemos resignarnos a los continuos conflictos, como si no fuera posible cambiar y mejorar la situación. Con la ayuda de Dios, podemos y debemos renovar siempre la audacia de la paz». Y se debe alcanzar esta paz utilizando «con lealtad, paciencia y determinación, todos los medios de la tratativa». Un apèorte importante, explicó Bergoglio, puede surgir del diálogo interreligioso e intercultural, «con el fin de apartar toda forma de fundamentalismo y de terrorismo, que humilla gravemente la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión».

Por ello, subrayó el Papa, «es preciso contraponer al fanatismo y al fundamentalismo, a las fobias irracionales que alientan la incomprensión y la discriminación, la solidaridad de todos los creyentes, que tenga como pilares el respeto de la vida humana, de la libertad religiosa (que es libertad de culto y libertad de vivir según la ética religiosa), el esfuerzo para asegurar todo lo necesario para una vida digna, y el cuidado del medio ambiente natural».

Francisco recuerda que en Siria y en Irak, sobre todo, «la violencia terrorista no da indicios de aplacarse. Se constata la violación de las leyes humanitarias más básicas contra los presos y grupos étnicos enteros; ha habido, y sigue habiendo, graves persecuciones contra grupos minoritarios, especialmente (aunque no sólo) los cristianos y los yazidíes: cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y su patria para poder salvar su vida y permanecer fieles a sus creencias».

El Papa reconoce que Turquía, «acogiendo generosamente a un gran número de refugiados, está directamente afectada por los efectos de esta dramática situación en sus confines, y la comunidad internacional tiene la obligación moral de ayudarla en la atención a los refugiados». Pero, insistió también en el hecho de que no podemos permanecer indiferentes «ante lo que ha provocado estas tragedias. Reiterando que es lícito detener al agresor injusto, aunque respetando siempre el derecho internacional, quiero recordar también que no podemos confiar la resolución del problema a la mera respuesta militar». Respuesta que, como enseña la triste realidad de muchas guerras de la religión, corre el riesgo de provocar nuevas violencias.

«Es necesario –concluyó Francisco– un gran esfuerzo común, fundado en la confianza mutua, que haga posible una paz duradera y consienta destinar los recursos, finalmente, no a las armas sino a las verdaderas luchas dignas del hombre: contra el hambre y la enfermedad, en favor del desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación, del rescate de tantas formas de pobreza y marginación, que tampoco faltan en el mundo moderno. Turquía, por su historia, por su posición geográfica y por la importancia en la región, tiene una gran responsabilidad: sus decisiones y su ejemplo tienen un significado especial y pueden ser de gran ayuda para favorecer un encuentro de civilizaciones e identificar vías factibles de paz y de auténtico progreso».

http://vaticaninsider.lastampa.it/

 

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