Santa Blandina, de los mártires de Lyon - 2 junio

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Su fiesta es el 2 de junio

En el año 177 d. C. 48 cristianos sufrieron martirio en Lyon, a causa de la persecución de Marco Aurelio. En el transcurso de la segunda mitad del siglo II se habían establecido en Lyon comunidades cristianas que llegaron a esa parte de la Galia desde el Oriente.

En una carta de 177 dirigida a las comunidades de Frigia y Asia, los cristianos de Lyon cuentan las sucesivas persecuciones que sufrían durante el reinado de Marco Aurelio. Esta carta ha sido conservada y supone uno de los testimonios más antiguos y valiosos del comienzo del cristianismo en estas tierras.

Tal documento atestigua hasta qué punto eran estrechas las relaciones existentes entre las comunidades cristianas del valle del Ródano y la iglesia de Asia, confirmadas por el origen oriental de algunos de sus nombres: el obispo Potino, Vecio Epagato, Alejandro de Frigia, Atalo de Pérgamo, Alcibíades, Pontico y Biblis. Otros nombres, en cambio, de origen latino como Marturus y la esclava Blandina. 

Blandina era un nombre latino, pero podía ser de origen esmirnota o frigio. Blandina era esclava, lo cual significaba que no tenía existencia social. Era una mujer entre los dos millones de seres que padecían la alienación en su carne y en su honra: incluso los lazos de familia le estaban prohibidos. Para ella, como tantas otras, no existía ninguna esperanza de vivir como todo el mundo.

Blandina estaba al servicio de una dama acaudalada de Lyon, cuya verdadera riqueza consistía en su delicadeza y su humanidad para con los más humildes. Ésta era cristiana, y no podía encerrar la alegría de su descubrimiento. Su gozo por haber encontrado la fe verdadera contagió a Blandina y le confió la gran nueva que había cambiado su vida. Blandina fue introducida en la comunidad de los cristianos de Lyon entre los que estaban el noble Atalo, y Alejandro, el médico que había venido de Frigia.

Se acercaban las festividades en las que, todos los años, en el mes de agosto, se reunían en la confluencia de los dos ríos las tres Galias, representadas por sus delegados. Desde todas las provincias acudía la multitud. Un gran mercado, como feria universal, se celebraba en la ciudad en fiestas. En ninguna otra ocasión tenía la autoridad más preocupación por vigilar las reacciones de la plebe. Los cristianos tenían prohibido aparecer en público. Pero una serie de calumnias acusó injustamente a los cristianos de unos escándalos públicos. Los cristianos fueron espiados en sus casas y buscados por la autoridad; los esclavos paganos fueron sometidos a tortura para que denunciaran a sus amos cristianos. Bajo la presión de los soldados, atestiguaron falsamente los crímenes que se le imputaban a sus amos: matanzas de niños y actos de perversión. La autoridad, cómplice, fingió ignorar el rescripto de Trajano.

 

 

Aunque de cuerpo frágil, resultó ser un prodigio de energía y de valor. Condenada a tormentos, su fortaleza interior acabó por cansar y agotar a los verdugos. Se relevaban durante todo el día y, al llegar la noche, ya sin fuerzas, se extrañaban de ver que un cuerpo tan machacado respiraba todavía.

La presencia de los hermanos y su delicadeza sostenían a la mártir, así como una fe recia en la misericordia de Cristo. Blandina fue suspendida de un poste sobre un estrado, expuesta desnuda a las miradas de los espectadores, más rapaces que las fieras, para ser pasto de las bestias.

La comunidad de cristianos se conmovió profundamente de su testimonio. Una mirada hacia ella los llenaba de orgullo y de valor. Menuda, endeble, despreciada, no sólo era el símbolo del valor, sino como una presencia de Cristo en medio de ellos. <>.Ninguna bestia tocó a Blandina, como si las bestias fueran capaces de tener más humanidad que los hombres.

Las fiestas duraron varios días. A los juegos de gladiadores y a la caza del hombre, acosado por tener fe, sucedían los concursos de elocuencia en lengua griega y latina. Todas las clases disfrutaban con esto, tanto los más refinados como los campesinos y los plebeyos. Los combates de gladiadores fueron sustituidos por los suplicios de los cristianos, echados a la arena de dos en dos como los gladiadores, espectáculo barato que se arrojaba al populacho.

Blandina y Pontico fueron reservados para el último día. Ellos habían sido testigos presenciales de todas las pruebas por las que habían pasado sus hermanos y hermanas en el martirio, pero nada pudo hacer tambalear su fe. La masa, presa de una histeria colectiva irritada por la entereza de los dos cristianos, no prestó oídos ni al pudor ni a la piedad.

El adolescente Pontico entregó el alma en la tortura, y Blandina quedó la última ese día de fiesta. Ella misma se puso en manos del verdugo: primero la flagelación desgarró sus espaldas. La expusieron a las fieras y éstas se limitaron a mordisquearla, después pasó por la silla de fuego. Por último la metieron en una red para que un toro enfurecido la embistiera. Como insensible, Blandina proseguía la conversación con Aquel que su corazón había escogido y la esperaba. Aburridos los verdugos, acabaron por degollarla. Los paganos, quizás avergonzados por su barbarie, reconocían: "Realmente, nunca hemos visto en nuestra tierra sufrir tanto a una mujer."

La sierva Blandina mostró que se había realizado una revolución. La verdadera emancipación del esclavo, la emancipación por el heroísmo, fue en gran parte obra suya. Su valor y su martirio realzan al mismo tiempo la condición de la mujer y la de la esclava. Son un testimonio de la nobleza del corazón.

El martirio de Santa Blandina y de los otros cristianos de Lyon fue conocido pronto por la Iglesia universal, gracias a la narración de Eusebio, muy leída en Oriente y en Occidente a través de la traducción de Rufino. El Martirologio de San Jerónimo indica el 2 de junio la fiesta de los 48 mártires y enumera sus nombres.

Lejos de sofocar la religión nueva, la persecución del año 177 no hizo más que propagarla por todo el terreno galo, incluso más allá.

 

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