«Tenemos que vivir y morir donde Dios nos llama»: el invierno se acerca a los cristianos de Irak

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Las comunidades cristianas locales hacen lo imposible para aliviar el sufrimiento de los exiliados: gracias a la cadena de solidaridad sostenida por los cristianos de todo el mundo se abastece de alimentos y medicinas a esta gente y se organizan actividades con los más pequeños.

La ONU habla en conjunto de un 1,8 millones de desplazados de Iraq. Parroquias, colegios, estructuras de acogida; todos están haciendo lo imposible para dar una acogida digna.

Las comunidades cristianas locales hacen lo imposible para aliviar el sufrimiento de los exiliados: gracias a la cadena de solidaridad sostenida por los cristianos de todo el mundo se abastece de alimentos y medicinas a esta gente y se organizan actividades con los más pequeños.

Por un lado están las palabras altisonantes sobre la coalición internacional que quiere "erradicar" el ISIS.

Por el otro, la realidad que ellos tienen cada mañana ante sus ojos: un invierno que se acerca a los campos de refugiados del Kurdistán. Y cada vez es menor la esperanza de poder volver en serio a las que, hasta hace pocas semanas, eran sus casas.

Si hay alguien que hoy es decididamente difícil engatusar con un poco de retórica son los cristianos iraquíes que han huido de la llanura de Nínive.

El arzobispo católico caldeo de Kirkuk, Yousef Thomas Mirkis, llevó sus voces hace unos días a una velada organizada en París por Fraternité en Irak (http://fraternite-en-irak.org), una de las ONG más Activas en Francia para el apoyo a los prófugos que han escapado a causa de la violencia del ISIS.

El prelado relató las proporciones de la emergencia humanitaria que están viviendo: «En el Kurdistán iraquí los 130.000 cristianos locales están acogiendo en sus estructuras a otros 130.000 cristianos que han huido de la llanura de Nínive».

Más todos los otros...

La ONU habla en conjunto de un 1,8 millones de desplazados de Iraq. Parroquias, colegios, estructuras de acogida; todos están haciendo lo imposible para dar una acogida digna.

Pero a pesar de esto, mucha gente duerme aún en refugios improvisados.

Y dentro de un mes como máximo llegará el invierno a estas montañas, que convertirá estas condiciones de vida, ya extremas, en totalmente insostenibles.

Además existe el problema concreto de los chicos. «Ellos hablan árabe - ha observado el prelado caldeo - ¿Cómo podrán ir a escuelas donde los profesores enseñan en kurdo?».

Acogidas escasas y muy publicitadas

¿Y la comunidad internacional? Precisamente en estos días han llegado a Francia 150 exiliados iraquíes - cristianos y yazidíes - que han sido acogidos en el aeropuerto Charles de Gaulle por el ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius en persona.

Pero monseñor Mirkis invita a no dejarse engañar por las imágenes propagandísticas: «Desde el Inicio de la crisis a hoy, Francia ha concedido en total 201 visados - ha comentado -. Me gustaría que nos explicaran qué quieren hacer PARA los otros cientos de miles de iraquíes que siguen en Kurdistán».

Las comunidades cristianas locales hacen lo imposible para aliviar el sufrimiento de los exiliados: gracias a la cadena de solidaridad sostenida por los cristianos de todo el mundo se abastece de alimentos y medicinas a esta gente y se organizan actividades con los más pequeños.

«Los nuestros no son campos; son centros», recalcó hace algunos días en el sitio WEBBaghdadhope el padre Douglas Bazi, sacerdote caldeo que en su parroquia de Ankawa - suburbio cristiano de Erbil - acoge aún hoy bajo las tiendas unas 1.650 personas.

«Palabras como "centro" y "refugiado" - explica - hacen pensar en extranjeros; pero ésta es nuestra gente, nuestra familia».

¿Cómo recuperar Mosul?

Precisamente porque esta es su familia, el padre Douglas es muy realista. Sabe bien que lo que hace no basta. Y no quiere cerrar los ojos ante un futuro que - para quien ha huido de la Llanura de Nínive - hoy no existe. Porque es impensable arrancar Mosul de las manos del ISIS sólo con los bombardeos aéreos. Y no se ve otra estrategia en el horizonte.

«Todos deseamos que estas personas puedan volver a sus casas, a su trabajo. Pero, ¿están aún en pie esas casas? ¿Existen todavía esos trabajos? - se ha preguntado amargamente en esa entrevista -. Si consideramos los últimos acontecimientos con la razón y no con el corazón, ¿podemos pretender que esas personas se fíen y vuelvan? Nadie las ha defendido del estado Islámico. ¿Podemos asegurarles que no se repetirá lo mismo en un futuro?"

«¿Por qué pido que Occidente abra sus fronteras a quien ya no puede vivir en esta situación? Porque pienso que si a los cristianos no se les da esta oportunidad serán asesinados, o deberán sobrevivir pagando la tasa que la ley islámica impone a los no musulmanes. Alguno podría al final decidir convertirse con tal de salvarse y otros podrían incluso intentar reaccionar con la fuerza, iniciando la enésima espiral de violencia. Pero éstas, ¿son alternativas? Ustedes en Occidente, ¿las aceptarían?»

«Digo esto - concluye - sufriendo porque, como sacerdote, si pierdo a mi gente, ¿qué me quedará? Amo a mi país y no lo he abandonado ni siquiera en los momentos más difíciles y oscuros. Pero estas personas tienen hijos y también para nosotros, como para ustedes, los niños son el futuro. El futuro no se le niega a nadie».

Colas para obtener pasaportes

Es esta total falta de perspectivas - nada más - lo que empuja a los exiliados de la Llanura de Nínive y de otras zonas de Iraq transformadas en un infierno por la presencia del Isis, a agolparse el sábado en la calle, ante la oficina de Erbil que emite los pasaportes con el fin de obtener uno, primer paso para poder emigrar.

Ya son más de 10.000 los que han presentado su solicitud al consulado francés para obtener un visado. Son muchos más lo que desearían ir a los Estados Unidos, donde vive una enorme comunidad caldea.

Esto incluso ha llevado al patriarca Luis Sako - que desde hace años intenta evitar la pesadilla, cada vez más cercana, de un Iraq sin cristianos - a hacer un llamamiento a sus sacerdotes paraque se queden. «Tenemos que vivir y morir en el lugar donde Dios nos llama», ha escrito en un mensaje en el que recuerda al clero que nadie puede irse sin la aprobación formal del propio obispo.

Y añade que quien falte a la llamada deberá dar cuenta de su situación a los propios superiores en el arco de un mes; en caso contrario, será sometido a medidas disciplinarias.

Que un obispo esté obligado a escribir un mensaje como éste es la fotografia más despiadada de la situación.

Desde lejos es muy fácil juzgar. Pero sería mucho mejor preguntarse si estamos haciendo de verdad todo lo posible para que los cristianos iraquíes no tengan que sufrir este tipo de humillaciones.

Fuente: Religión en Libertad

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