¿Sirve de algo rezar por los difuntos?

LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS

Desde los comienzos del cristianismo y aún antes -en la tradición judía- la oración por los difuntos ha sido una costumbre que no se ha interrumpido nunca.   

 

Antiguo Testamento

Y, porque consideró que aquellos que se han dormido en Dios tienen gran gracia en ellos. Es, por lo tanto, un pensamiento sagrado y saludable orar por los muertos, que ellos pueden ser librados de los pecados" (2 Mac. 12,43-46).

En los tiempos de los Macabeos los líderes del pueblo de Dios no tenían dudas en afirmar la eficiencia de las oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían partido de ésta vida encuentren el perdón por sus pecados y esperanza de resurrección eterna.

Nuevo Testamento

Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que apuntan a un proceso de purificación después de la muerte. Es por esto que Jesucristo declara (Mt. 12,32) "Y quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel que hable una palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que vendrá".

De acuerdo con San Isidoro de Sevilla (Deord. creatur., c. XIV, n. 6) estas palabras prueban que en la próxima vida "algunos pecados serán perdonados y purgados por cierto fuego purificador".

San Agustín también argumenta, "que a algunos pecadores no se les perdonarán sus faltas ya sea en este mundo o en el próximo no se podría decir con verdad a no ser que hubieran otros (pecadores) a quienes, aunque no se les perdone en esta vida, son perdonados en el mundo por venir." (De Civ. Dei, XXI, XXIV).

San Gregorio Magno (Dial., IV, XXXIX) hace la misma interpretación; San Beda (comentario sobre este texto) y San Bernardo (Sermo LXVI en Cantic., n.11) también lo entienden así.

Un nuevo argumento es dado por San Pablo en 1 Cor. 3,11-15: "Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. [14] Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. [15] Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero no sin pasar por el fuego."

Este pasaje es visto por muchos de los Padres y teólogos como evidencia de la existencia de un estado intermedio en el cual el alma purificada será salvada.

 

Tradición

El testimonio de la Tradición. es universal y constante. Llega hasta nosotros por un triple camino:

1) la costumbre de orar por los difuntos privadamente y en los actos litúrgicos;

2) las alusiones explícitas en los escritos patrísticos a la existencia y naturaleza de las penas del purgatorio;

3) los testimonios arqueológicos, como epitafios e inscripciones funerarias en los que se muestra la fe en una purificación ultraterrena.

Esta doctrina de que muchos que han muerto aún están en un lugar de purificación y que las oraciones valen para ayudar a los muertos es parte de la tradición cristiana más antigua.

Tertuliano (155-225) en "De corona militis" menciona las oraciones para los muertos como una orden apostólica y en "De Monogamia" (cap. X, P. L., II, col. 912) aconseja a una viuda "orar por el alma de su esposo, rogando por el descanso y participación en la primera resurrección"; además, le ordena "hacer sacrificios por él en el aniversario de su defunción," y la acusó de infidelidad si ella se negaba a socorrer su alma.

Del siglo II se conservan ya testimonios explícitos de las oraciones por los difuntos. Del siglo III hay testimonios que muestran que es común la costumbre de rezar en la Misa por ellos.

San Cirilo de Jerusalén (313-387) explica que el sacrificio de la Misa es propiciatorio y que «ofrecemos a Cristo inmolado por nuestros pecados deseando hacer propicia la clemencia divina a favor de los vivos y los difuntos» (Catequesis Mistagógicas 5,9: PG 33,1116-1117).
San Epifanio estima herética la afirmación de Aerio según el cual era inútil la oración por los difuntos (Panarión, 75,8: PG 42,513).

Refiriéndose a la liturgia, comenta San Juan Crisóstomo (344-407): «Pensamos en procurarles algún alivio del modo que podamos... ¿Cómo? Haciendo oración por ellos y pidiendo a otros que también oren... Porque no sin razón fueron establecidas por los apóstoles mismos estas leyes; digo el que en medio de los venerados misterios se haga memoria de los que murieron... Bien sabían ellos que de esto sacan los difuntos gran provecho y utilidad...» (In Epist. ad Philippenses Hom., 3,4: PG 62,203).

Y San Agustín (354-430): «Durante el tiempo que media entre la muerte del hombre y la resurrección final, las almas quedan retenidas en lugares recónditos, según es digna cada una de reposo o de castigo, conforme a lo que hubiere merecido cuando vivía en la carne. Y no se puede negar que las almas de los difuntos reciben alivio por la piedad de sus parientes vivos, cuando por ellas se ofrece el sacrificio del Mediador o cuando se hacen limosnas en la Iglesia» (Enquiridión, 109-110: PL 40,283).

Escribe San Efrén (306-373) en su testamento: "En el trigésimo de mi muerte acordáos de mí, hermanos, en las oraciones. Los muertos reciben ayuda por las oraciones hechas por los vivos" (Testamentum).
Entre los testimonios arqueológicos, se encuentra el conocido epitafio de Abercio. En este epitafio leemos: "Estas cosas dicté directamente yo, Abercio, cuando tenía claramente sesenta y dos años de edad. Viendo y comprendiendo, reza por Abercio". Abercio era un cristiano, probablemente obispo de Ierápoli, en Asia menor, que antes de morir compuso de propia mano su epitafio, es decir la inscripción para su tumba. Se puede fácilmente comprender cómo la Iglesia primitiva, la Iglesia de los primeros siglos, creía en el Purgatorio y en la necesidad de rezar por las almas de los difuntos. 
 
«Ofrecer el sacrificio por el descanso de los difuntos -escribía San Isidoro de Sevilla (560-636)- ... es una costumbre observada en el mundo entero. Por esto creemos que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles. En efecto, la Iglesia católica la observa en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no haría limosnas por sus almas, ni ofrecería por ellas el sacrificio a Dios» (De ecclesiasticis officiis, 1,18,11: PL 83,757).

FUENTE:   L. F. MATEO SECO (primeroscristianos.com)

BIBL.: S. TOMÁS DE APUINO, Suma teológica, Suppl. q71 ; (textos tomados de In IV Sent., d21, ql, al-8); íD, Summa contra Gentes, IV,91; iD, Contra errores graecorum, 32; fa, De rationibus lidei, c9; íD, Compendium theologiae, cl81; R. BELARMINO, De Ecclesia quae est in purgatorio, en Opera Omnia, II, Nápoles 1877, 351414; F. SUÁREZ, De poenitentia, disp. 45-48, 53; A. MICHEL, Purgatoire, en DTC 13,1163-1326; íD, Los misterios del más allá, San Sebastián 1954; H. LECLERCQ, Purgatoire, en DACL, XIV (II), 1978-1981 ; CH. JOURNET, Le purgatoire, Lieja 1932; M. JUGIE, Le purgatoire et les rnoyens de 1'éviter, París 1940; A. Royo MARíN, Teología de la salvación, Madrid 1956, 399-473; A. PIOLANTI, De Noaissimis el sanctorum communione, Roma 1960, 74-96; M. SCHMAUS, Teología Dogmática, t. VII: Los novísimos, Madrid 1964, 490-508; C. Pozo, Teología del más allá, Madrid 1968, 240-255.

 

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¿Sirve de algo rezar por los difuntos?

LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS

Desde los comienzos del cristianismo y aún antes -en la tradición judía- la oración por los difuntos ha sido una costumbre que no se ha interrumpido nunca.   

 

Antiguo Testamento

Y, porque consideró que aquellos que se han dormido en Dios tienen gran gracia en ellos. Es, por lo tanto, un pensamiento sagrado y saludable orar por los muertos, que ellos pueden ser librados de los pecados" (2 Mac. 12,43-46).

En los tiempos de los Macabeos los líderes del pueblo de Dios no tenían dudas en afirmar la eficiencia de las oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían partido de ésta vida encuentren el perdón por sus pecados y esperanza de resurrección eterna.

Nuevo Testamento

Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que apuntan a un proceso de purificación después de la muerte. Es por esto que Jesucristo declara (Mt. 12,32) "Y quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel que hable una palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que vendrá".

De acuerdo con San Isidoro de Sevilla (Deord. creatur., c. XIV, n. 6) estas palabras prueban que en la próxima vida "algunos pecados serán perdonados y purgados por cierto fuego purificador".

San Agustín también argumenta, "que a algunos pecadores no se les perdonarán sus faltas ya sea en este mundo o en el próximo no se podría decir con verdad a no ser que hubieran otros (pecadores) a quienes, aunque no se les perdone en esta vida, son perdonados en el mundo por venir." (De Civ. Dei, XXI, XXIV).

San Gregorio Magno (Dial., IV, XXXIX) hace la misma interpretación; San Beda (comentario sobre este texto) y San Bernardo (Sermo LXVI en Cantic., n.11) también lo entienden así.

Un nuevo argumento es dado por San Pablo en 1 Cor. 3,11-15: "Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. [14] Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. [15] Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero no sin pasar por el fuego."

Este pasaje es visto por muchos de los Padres y teólogos como evidencia de la existencia de un estado intermedio en el cual el alma purificada será salvada.

 

Tradición

El testimonio de la Tradición. es universal y constante. Llega hasta nosotros por un triple camino:

1) la costumbre de orar por los difuntos privadamente y en los actos litúrgicos;

2) las alusiones explícitas en los escritos patrísticos a la existencia y naturaleza de las penas del purgatorio;

3) los testimonios arqueológicos, como epitafios e inscripciones funerarias en los que se muestra la fe en una purificación ultraterrena.

Esta doctrina de que muchos que han muerto aún están en un lugar de purificación y que las oraciones valen para ayudar a los muertos es parte de la tradición cristiana más antigua.

Tertuliano (155-225) en "De corona militis" menciona las oraciones para los muertos como una orden apostólica y en "De Monogamia" (cap. X, P. L., II, col. 912) aconseja a una viuda "orar por el alma de su esposo, rogando por el descanso y participación en la primera resurrección"; además, le ordena "hacer sacrificios por él en el aniversario de su defunción," y la acusó de infidelidad si ella se negaba a socorrer su alma.

Del siglo II se conservan ya testimonios explícitos de las oraciones por los difuntos. Del siglo III hay testimonios que muestran que es común la costumbre de rezar en la Misa por ellos.

San Cirilo de Jerusalén (313-387) explica que el sacrificio de la Misa es propiciatorio y que «ofrecemos a Cristo inmolado por nuestros pecados deseando hacer propicia la clemencia divina a favor de los vivos y los difuntos» (Catequesis Mistagógicas 5,9: PG 33,1116-1117).
San Epifanio estima herética la afirmación de Aerio según el cual era inútil la oración por los difuntos (Panarión, 75,8: PG 42,513).

Refiriéndose a la liturgia, comenta San Juan Crisóstomo (344-407): «Pensamos en procurarles algún alivio del modo que podamos... ¿Cómo? Haciendo oración por ellos y pidiendo a otros que también oren... Porque no sin razón fueron establecidas por los apóstoles mismos estas leyes; digo el que en medio de los venerados misterios se haga memoria de los que murieron... Bien sabían ellos que de esto sacan los difuntos gran provecho y utilidad...» (In Epist. ad Philippenses Hom., 3,4: PG 62,203).

Y San Agustín (354-430): «Durante el tiempo que media entre la muerte del hombre y la resurrección final, las almas quedan retenidas en lugares recónditos, según es digna cada una de reposo o de castigo, conforme a lo que hubiere merecido cuando vivía en la carne. Y no se puede negar que las almas de los difuntos reciben alivio por la piedad de sus parientes vivos, cuando por ellas se ofrece el sacrificio del Mediador o cuando se hacen limosnas en la Iglesia» (Enquiridión, 109-110: PL 40,283).

Escribe San Efrén (306-373) en su testamento: "En el trigésimo de mi muerte acordáos de mí, hermanos, en las oraciones. Los muertos reciben ayuda por las oraciones hechas por los vivos" (Testamentum).
Entre los testimonios arqueológicos, se encuentra el conocido epitafio de Abercio. En este epitafio leemos: "Estas cosas dicté directamente yo, Abercio, cuando tenía claramente sesenta y dos años de edad. Viendo y comprendiendo, reza por Abercio". Abercio era un cristiano, probablemente obispo de Ierápoli, en Asia menor, que antes de morir compuso de propia mano su epitafio, es decir la inscripción para su tumba. Se puede fácilmente comprender cómo la Iglesia primitiva, la Iglesia de los primeros siglos, creía en el Purgatorio y en la necesidad de rezar por las almas de los difuntos. 
 
«Ofrecer el sacrificio por el descanso de los difuntos -escribía San Isidoro de Sevilla (560-636)- ... es una costumbre observada en el mundo entero. Por esto creemos que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles. En efecto, la Iglesia católica la observa en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no haría limosnas por sus almas, ni ofrecería por ellas el sacrificio a Dios» (De ecclesiasticis officiis, 1,18,11: PL 83,757).

FUENTE:   L. F. MATEO SECO (primeroscristianos.com)

BIBL.: S. TOMÁS DE APUINO, Suma teológica, Suppl. q71 ; (textos tomados de In IV Sent., d21, ql, al-8); íD, Summa contra Gentes, IV,91; iD, Contra errores graecorum, 32; fa, De rationibus lidei, c9; íD, Compendium theologiae, cl81; R. BELARMINO, De Ecclesia quae est in purgatorio, en Opera Omnia, II, Nápoles 1877, 351414; F. SUÁREZ, De poenitentia, disp. 45-48, 53; A. MICHEL, Purgatoire, en DTC 13,1163-1326; íD, Los misterios del más allá, San Sebastián 1954; H. LECLERCQ, Purgatoire, en DACL, XIV (II), 1978-1981 ; CH. JOURNET, Le purgatoire, Lieja 1932; M. JUGIE, Le purgatoire et les rnoyens de 1'éviter, París 1940; A. Royo MARíN, Teología de la salvación, Madrid 1956, 399-473; A. PIOLANTI, De Noaissimis el sanctorum communione, Roma 1960, 74-96; M. SCHMAUS, Teología Dogmática, t. VII: Los novísimos, Madrid 1964, 490-508; C. Pozo, Teología del más allá, Madrid 1968, 240-255.

 

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San Evaristo, Papa y mártir - 26 de octubre

Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117

Por humildad se resistió con todas las fuerzas posibles a asumir el papado, pero el día 27 de Julio del año 108 la Iglesia tuvo por Papa a Evaristo.

Nació por los años 60, de una familia judía asentada en tierras griegas. Recibió educación judía y aprendió en los liceos helénicos.

Griego de Antioquía pero nacido en Belén, Evaristo se convirtió en el cuarto o quinto sucesor de Pedro, alrededor del 97 y gobernó durante unos 9 años, hasta aproximadamente el 105. No se conoce casi nada de su pontificado, pero según algunas tradiciones murió como mártir bajo el imperio de Trajano.

No se conocen datos de su conversión al cristianismo, pero se le ve ya en Roma como uno de los presbíteros muy estimados por los fieles que, lleno de celo, eleva el nivel de la comunidad de cristianos de la ciudad, entregándose por completo a mostrarle a Jesucristo. Amplio conocedor de la Sagrada Escritura, es docto en la predicación y humilde en el servicio.

Muerto mártir el Papa Clemente, sucesor de Anacleto, la atención se fija en Evaristo. Por humildad se resistió con todas las fuerzas posibles a asumir la dignidad que comportaba tan alto servicio. El día 27 de Julio del año 108 la Iglesia tuvo por Papa a Evaristo.

Atendió cuidadosamente las necesidades del rebaño: Defiende la verdadera fe contra los errores gnósticos. Establece normas que afectan a la consagración y trabajo pastoral de los Obispos y de los diáconos. Manda la celebración pública de los matrimonios. Se ocupa de la vida de los fieles, esbozándose ya una cierta administración territorial, para su mejor atención y gobierno. También escribió cartas a los fieles de África y de Egipto.

Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117.

La iglesia del tiempo cada día crece en número, pero está perseguida por las leyes; es silenciosa y fuerte en la fe, oculta y limpia en las obras; vive dentro del Imperio en estado latente, desplegando poco a poco su potencialidad al soplo del Espíritu.

 

+ info -

Historia del Papado en la Iglesia primitiva - Los papas del Siglo I

 

San Evaristo, Papa y mártir - 26 de octubre

Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117

Por humildad se resistió con todas las fuerzas posibles a asumir el papado, pero el día 27 de Julio del año 108 la Iglesia tuvo por Papa a Evaristo.

Nació por los años 60, de una familia judía asentada en tierras griegas. Recibió educación judía y aprendió en los liceos helénicos.

Griego de Antioquía pero nacido en Belén, Evaristo se convirtió en el cuarto o quinto sucesor de Pedro, alrededor del 97 y gobernó durante unos 9 años, hasta aproximadamente el 105. No se conoce casi nada de su pontificado, pero según algunas tradiciones murió como mártir bajo el imperio de Trajano.

No se conocen datos de su conversión al cristianismo, pero se le ve ya en Roma como uno de los presbíteros muy estimados por los fieles que, lleno de celo, eleva el nivel de la comunidad de cristianos de la ciudad, entregándose por completo a mostrarle a Jesucristo. Amplio conocedor de la Sagrada Escritura, es docto en la predicación y humilde en el servicio.

Muerto mártir el Papa Clemente, sucesor de Anacleto, la atención se fija en Evaristo. Por humildad se resistió con todas las fuerzas posibles a asumir la dignidad que comportaba tan alto servicio. El día 27 de Julio del año 108 la Iglesia tuvo por Papa a Evaristo.

Atendió cuidadosamente las necesidades del rebaño: Defiende la verdadera fe contra los errores gnósticos. Establece normas que afectan a la consagración y trabajo pastoral de los Obispos y de los diáconos. Manda la celebración pública de los matrimonios. Se ocupa de la vida de los fieles, esbozándose ya una cierta administración territorial, para su mejor atención y gobierno. También escribió cartas a los fieles de África y de Egipto.

Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117.

La iglesia del tiempo cada día crece en número, pero está perseguida por las leyes; es silenciosa y fuerte en la fe, oculta y limpia en las obras; vive dentro del Imperio en estado latente, desplegando poco a poco su potencialidad al soplo del Espíritu.

 

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Historia del Papado en la Iglesia primitiva - Los papas del Siglo I

 

Todo lo que necesitas saber sobre la Virgen del Pilar y sus misterios

Lo que querías saber sobre el Pilar de Zaragoza, en este artículo

Fiestas del Pilar en Zaragoza: cada año más y más grandes. En el año 2018 hubo 771 grupos inscritos para la entrega de flores. Para recoger tantas flores para la Virgen se necesita un andamiaje de 40 toneladas y 15,5 metros de altura y 16 de anchura.

 

El jueves 11 de octubre se coloca con la ayuda de una grúa una imagen de la Virgen (con estructura portante, columna, manto, imagen y corona con resplandores) que pesa 15 kilogramos (está hecha de poliéster). La corona con resplandores tiene un diámetro de 2,64 metros y el manto mide 2,50 metros de altura, siendo la altura total de 6,70 metros y el peso, sin flores, unos 525 kilogramos.

En 2017, durante 15 horas, entre 280.000 y 300.000 personas entregaron sus flores. Otras 200.000 asistieron a la ceremonia como público,

Tantas cifras enormes contrastan con la moderación del objeto que da fuerza histórica a la devoción: esa piedra que llamamos el pilar.

 

 

El pilar es la pequeña columna donde, según la tradición, se apareció la Virgen María en el siglo I, cuando aún vivía en carne mortal, para animar al apóstol Santiago, en el siglo I. No es un objeto impresionante: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura. Pero es el epicentro pétreo de la devoción. La Virgen del Pilar, sin el pilar, sería sólo la Virgen, que no es poco. Pero el pilar le da un anclaje especial en la historia, la leyenda y el lugar.

Quizá el más completo y detallado análisis sobre el pilar de Zaragoza accesible hoy es el de Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar. Lo escribió en el libro “El Pilar desconocido” , lo publicó el Heraldo de Aragón en 2006, y lo suele recuperar al acercarse la fiesta de la Virgen para publicar en su número especial anual.

La Imagen de Nuestra Señora del Pilar

La preciosa imagen de Nuestra Señora del Pilar está colocada sobre una Columna de la que desconocemos casi todo. Y, sin embargo, esa Columna constituye el elemento más importante de cuantos integran la tradición mariana de Zaragoza. Es el dato que caracteriza, distingue y diversifica esta tradición concreta entre las mil mariofanías que se veneran en el mundo entero.

Esa Columna sacra es la nota diferenciadora, el símbolo que identifica la peculiar devoción aragonesa, el trazo que la singulariza y la define.

Precisamente porque la Columna ha sido a lo largo de los siglos el rasgo fundamental de esta tradición, el arte en sus expresiones plásticas, la literatura, la poesía y la liturgia han sabido subrayarlo con múltiples y variadas representaciones llenas de belleza. En el riquísimo álbum mariano universal, resulta sencillísimo identificar la imagen cesaraugustana gracias a la Columna. Tan esencial e imprescindible es la Columna que, sin ella, no es posible identificar con claridad a la Virgen Patrona de Aragón.

 

 

Donde la Virgen plantó el pilar, allí se quedó… y alrededor se hizo una iglesia, y luego la actual basílica, y allí van cientos de miles de devotos y besan la columna

 

Curiosamente, esa Columna que resume la devoción de un pueblo durante veinte siglos es una piedra sagrada perfectamente desconocida, ya que no sólo carece de documentación, sino que jamás se hizo un estudio serio que nos permita conocer mejor siquiera los datos más interesantes de su estructura material, su exacta colocación, su estado de conservación, su antigüedad real.

Más aún, no solamente no conocemos en profundidad cómo es esa Columna, sino que apenas si la vemos, salvo a través de una pequeña abertura por la que los devotos podemos besarla, aunque no sin dificultad. Por cierto, el cerco de oro que orla ese orificio, regalo del que fuera ilustre médico y rector de la Universidad de Zaragoza, doctor Ricardo Royo Villanova, fue colocado el 1 de enero de 1941.

Tres han sido las causas que han contribuido a mantener entre celajes de misterio la venerada piedra: 

Preguntas sobre el pilar

Así las cosas, es normal que surja una catarata de preguntas.

¿Cómo es exactamente la Santa Columna?
¿Cuál es su estado de conservación? Se asegura que es de jaspe, pero ¿de qué tipo de jaspe? ¿De qué cantera procede?
¿Cómo se asienta en el suelo? ¿Qué grado de perforación tiene a causa de los incontables besos y roces de manos que recibe?
¿Estamos ante una pieza de época romana, tal como hace suponer la tradición, o es posterior? Y si es posterior, ¿de qué siglo?

No teniendo documentación alguna y careciendo de comprobaciones científicas, todas estas cuestiones tienen un gran interés y en modo alguno pueden considerarse impertinentes.

Sería faltar a la verdad si dijera que nunca se hicieron estudios al respecto. Pero hay que reconocer que las prospecciones que se llevaron a cabo fueron pocas, escasamente ilustradoras y no muy rigurosas.

Estudios del siglo XVIII

En el archivo capitular del Pilar se conserva un dibujo hecho por el arquitecto don José Julián de Yarza y Lafuente, que en la noche del 13 al 14 de septiembre de 1756 inspeccionó visualmente la Columna y tomó sus medidas, aprovechando la circunstancia de haberse descubierto la Columna al construirse la Santa Capilla según el diseño de don Ventura Rodríguez.

Yarza en su dibujo señala la parte del Pilar que se cubre con plata, el orificio preciso por el que se veneraba y se veneraría en adelante, la basa de piedra blanca y la medida de cada una de esas partes, dando algo más de diez palmos.

columna del Pilar

Dibujo de la Santa Columna realizado por Julián de Yarza en 1756, con la siguiente leyenda: A-B porción que está cubierta en plata; C despiezo o junta; D Adoración antigua; E adoración nueva; F bara de piedra blanca conforme estaba; G del modo que ha quedado la Santa Basa para poder sentar los nuevos jaspes; A-H alto de la Santa Columna | Archivo del Pilar.

 

Siendo sin duda interesante ese dibujo de Yarza, no desvela gran cosa, ya que ni los canónigos archiveros, ni otros historiadores, ni los arquitectos Ríos Balaguer, Ríos Usón y Ríos Sola han encontrado documentación que ofrezca información sobre ese dibujo y sobre las medidas que da.

Lo que no obsta para que todos los autores posteriores den como buena la medición del doctor Yarza, precisando aún más, si cabe, que la altura es de 1,77 m y su diámetro de 24 cm. Aparte de estos escuetos datos, que miden pero no describen mucho, diez años después, en 1766, don Manuel Vicente Aramburu hace la primera descripción detallada conocida hasta hoy.

Este autor, que pudo contemplar in situ la Columna, ya que fue testigo directo de las obras dirigidas por don Ventura Rodríguez, ofrece el siguiente testimonio:

«Es de jaspe, de dos varas de alta y descansa en una piedra que la continúa algo oscura que está sobre otra más clara, fijada en una base redonda y está sobre un plano de piedra como la que circuye toda la obra.

La columna de jaspe está cubierta de bronce y, sobre el bronce, de plata, cuyas dos cubiertas llegan hasta el pie de la sagrada imagen que está colocada en la Columna sin otra seguridad y su diámetro mide 24 ctms».

 

Aramburu, que, como dije, con toda probabilidad vio, tocó y midió la Columna, habla del color y de la clase de mármol, de la envoltura y del asentamiento de la misma. No es poco, pero resulta insuficiente. En cuanto a la medida, utiliza la vara como unidad de medición y coincide con todos los autores: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura.

 

En el siglo XX: la piedra que besamos es la de la Virgen

Tras Aramburu, hay que dar un gran salto en el tiempo y llegar a 1955.

El 28 de febrero de ese año, el arquitecto don Teodoro Ríos Balaguer, acompañado de su hijo Teodoro, también arquitecto, de su ayudante Ángel Peralta, del aparejador Ángel Tobajas, del cantero Manuel Pinilla y del peón de albañil José Larra, en presencia del deán Hernán Cortés, del canónigo Leandro Aína, del capellán José Ágreda y del mozo de sacristía Alejandro Bordetas, inspeccionó la santa Columna.

Se trataba de despejar de manera técnica la duda surgida entre algunos fieles acerca de si el Pilar que se besaba era o no el mismo sobre el que se asentaba la imagen de la Señora.

Se trazaron paralelas y perpendiculares, se tomaron medidas con aparatos de precisión y, tras varias horas de cálculos, se concluyó que el Pilar sobre el que está la Virgen tiene una altura total de 1 m, 77 cm y 2 mm. Y que, efectivamente, la Columna que besamos es la misma sobre la que está la imagen de la Virgen. 

 

Fragmento visible de la Santa Columna, el que se besa. La tradición de besar el Pilar ya está atestiguada desde la Edad Media. El desgaste sufrido por la Santa Columna a causa de los continuos ósculos de los fieles, llevó a Julián de Yarza a modificar la altura de la apertura de la funda. El óvalo de oro que lo rodea no se colocó hasta mediados del siglo XX | Javier Pardos

 

Como fácilmente se deduce, todos los exámenes conocidos y realizados hasta ahora han sido más bien superficiales y referidos solo a datos externos especialmente relacionados con las medidas de la Santa Columna.

Tampoco los estudios arqueológicos, realizados preferentemente entre 1930 y 1940 arrojaron mucha luz sobre el asunto que nos ocupa. Los pocos elementos hallados hasta ahora en las excavaciones y los restos que quedan de las antiguas edificaciones en el subsuelo pueden tal vez, en opinión de algún autor sugerir vestigios de una iglesia romana, pero, aparte de su endeblez científica, poco o nada aportan al conocimiento biográfico de la Santa Columna.

 

1980: los responsables de la Basílica no tuvieron coraje

Tal vez en 1980 se perdió la gran ocasión de hacer un estudio en profundidad, una inspección científica seria, una rigurosa aplicación de las técnicas más avanzadas en el análisis de ese mármol sagrado que ha desempeñado un papel trascendente durante siglos en la espiritualidad del pueblo creyente y aun en el devenir de la sociedad aragonesa.

En ese año, con ocasión de remodelar el Camarín de la Virgen, en trabajos que se realizaron de noche y con las puertas del templo cerradas, se hizo un verdadero chequeo al corazón de la basílica.

 

La ciencia moderna podría dar muchos datos

Así estaban las cosas en el último tramo del siglo XX, así están en los primeros compases de la nueva centuria y así seguirán hasta Dios sabe cuándo. Y sin embargo, las novísimas conquistas de la tecnología podían hoy despejar dudas, aclarar sombras, disipar secretos innecesarios, evitar tapujos extraños.

En febrero de 1991 consulté este asunto con el doctor Marcelino Lago, catedrático de Petrología; en abril de 2005 lo hice con la doctora Begoña Martínez Jarreta, catedrática de Medicina Legal y con el doctor Manuel Martín Bueno, catedrático de Arqueología. Los tres enseñan en nuestra Universidad cesaraugustana.

Los tres aseguraron que una investigación, llevada a cabo con los medios que ofrece la técnica de nuestros días, obtendría excelentes resultados y proporcionaría datos interesantísimos en torno al origen, la edad y la estructura de la Santa Columna.

Me temo que ni hoy, ni mañana, acaso nunca, se sabrá más de lo que sabemos de esa Columna venerable, por lo que en mi mente seguirán punzándome las preguntas de siempre.

Y, sobre todas, la que más me duele: ¿y si ese Pilar fuera un peristilo de época romana, o una columnita de un claustro medieval, o una huella de la presencia musulmana en nuestra ciudad o de un palacio renacentista aragonés o, quién sabe, se resistiera a todo tipo de verificación por ciencia humana, sugiriendo así el origen celestial que le atribuye la tradición?

(Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar)

 

El Pilar en sí se protege con esta funda

 

 

 

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https://www.primeroscristianos.com/virgen-del-pilar/

 

 

Todo lo que necesitas saber sobre la Virgen del Pilar y sus misterios

Lo que querías saber sobre el Pilar de Zaragoza, en este artículo

Fiestas del Pilar en Zaragoza: cada año más y más grandes. En el año 2018 hubo 771 grupos inscritos para la entrega de flores. Para recoger tantas flores para la Virgen se necesita un andamiaje de 40 toneladas y 15,5 metros de altura y 16 de anchura.

 

El jueves 11 de octubre se coloca con la ayuda de una grúa una imagen de la Virgen (con estructura portante, columna, manto, imagen y corona con resplandores) que pesa 15 kilogramos (está hecha de poliéster). La corona con resplandores tiene un diámetro de 2,64 metros y el manto mide 2,50 metros de altura, siendo la altura total de 6,70 metros y el peso, sin flores, unos 525 kilogramos.

En 2017, durante 15 horas, entre 280.000 y 300.000 personas entregaron sus flores. Otras 200.000 asistieron a la ceremonia como público,

Tantas cifras enormes contrastan con la moderación del objeto que da fuerza histórica a la devoción: esa piedra que llamamos el pilar.

 

 

El pilar es la pequeña columna donde, según la tradición, se apareció la Virgen María en el siglo I, cuando aún vivía en carne mortal, para animar al apóstol Santiago, en el siglo I. No es un objeto impresionante: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura. Pero es el epicentro pétreo de la devoción. La Virgen del Pilar, sin el pilar, sería sólo la Virgen, que no es poco. Pero el pilar le da un anclaje especial en la historia, la leyenda y el lugar.

Quizá el más completo y detallado análisis sobre el pilar de Zaragoza accesible hoy es el de Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar. Lo escribió en el libro “El Pilar desconocido” , lo publicó el Heraldo de Aragón en 2006, y lo suele recuperar al acercarse la fiesta de la Virgen para publicar en su número especial anual.

La Imagen de Nuestra Señora del Pilar

La preciosa imagen de Nuestra Señora del Pilar está colocada sobre una Columna de la que desconocemos casi todo. Y, sin embargo, esa Columna constituye el elemento más importante de cuantos integran la tradición mariana de Zaragoza. Es el dato que caracteriza, distingue y diversifica esta tradición concreta entre las mil mariofanías que se veneran en el mundo entero.

Esa Columna sacra es la nota diferenciadora, el símbolo que identifica la peculiar devoción aragonesa, el trazo que la singulariza y la define.

Precisamente porque la Columna ha sido a lo largo de los siglos el rasgo fundamental de esta tradición, el arte en sus expresiones plásticas, la literatura, la poesía y la liturgia han sabido subrayarlo con múltiples y variadas representaciones llenas de belleza. En el riquísimo álbum mariano universal, resulta sencillísimo identificar la imagen cesaraugustana gracias a la Columna. Tan esencial e imprescindible es la Columna que, sin ella, no es posible identificar con claridad a la Virgen Patrona de Aragón.

 

 

Donde la Virgen plantó el pilar, allí se quedó… y alrededor se hizo una iglesia, y luego la actual basílica, y allí van cientos de miles de devotos y besan la columna

 

Curiosamente, esa Columna que resume la devoción de un pueblo durante veinte siglos es una piedra sagrada perfectamente desconocida, ya que no sólo carece de documentación, sino que jamás se hizo un estudio serio que nos permita conocer mejor siquiera los datos más interesantes de su estructura material, su exacta colocación, su estado de conservación, su antigüedad real.

Más aún, no solamente no conocemos en profundidad cómo es esa Columna, sino que apenas si la vemos, salvo a través de una pequeña abertura por la que los devotos podemos besarla, aunque no sin dificultad. Por cierto, el cerco de oro que orla ese orificio, regalo del que fuera ilustre médico y rector de la Universidad de Zaragoza, doctor Ricardo Royo Villanova, fue colocado el 1 de enero de 1941.

Tres han sido las causas que han contribuido a mantener entre celajes de misterio la venerada piedra: 

Preguntas sobre el pilar

Así las cosas, es normal que surja una catarata de preguntas.

¿Cómo es exactamente la Santa Columna?
¿Cuál es su estado de conservación? Se asegura que es de jaspe, pero ¿de qué tipo de jaspe? ¿De qué cantera procede?
¿Cómo se asienta en el suelo? ¿Qué grado de perforación tiene a causa de los incontables besos y roces de manos que recibe?
¿Estamos ante una pieza de época romana, tal como hace suponer la tradición, o es posterior? Y si es posterior, ¿de qué siglo?

No teniendo documentación alguna y careciendo de comprobaciones científicas, todas estas cuestiones tienen un gran interés y en modo alguno pueden considerarse impertinentes.

Sería faltar a la verdad si dijera que nunca se hicieron estudios al respecto. Pero hay que reconocer que las prospecciones que se llevaron a cabo fueron pocas, escasamente ilustradoras y no muy rigurosas.

Estudios del siglo XVIII

En el archivo capitular del Pilar se conserva un dibujo hecho por el arquitecto don José Julián de Yarza y Lafuente, que en la noche del 13 al 14 de septiembre de 1756 inspeccionó visualmente la Columna y tomó sus medidas, aprovechando la circunstancia de haberse descubierto la Columna al construirse la Santa Capilla según el diseño de don Ventura Rodríguez.

Yarza en su dibujo señala la parte del Pilar que se cubre con plata, el orificio preciso por el que se veneraba y se veneraría en adelante, la basa de piedra blanca y la medida de cada una de esas partes, dando algo más de diez palmos.

columna del Pilar

Dibujo de la Santa Columna realizado por Julián de Yarza en 1756, con la siguiente leyenda: A-B porción que está cubierta en plata; C despiezo o junta; D Adoración antigua; E adoración nueva; F bara de piedra blanca conforme estaba; G del modo que ha quedado la Santa Basa para poder sentar los nuevos jaspes; A-H alto de la Santa Columna | Archivo del Pilar.

 

Siendo sin duda interesante ese dibujo de Yarza, no desvela gran cosa, ya que ni los canónigos archiveros, ni otros historiadores, ni los arquitectos Ríos Balaguer, Ríos Usón y Ríos Sola han encontrado documentación que ofrezca información sobre ese dibujo y sobre las medidas que da.

Lo que no obsta para que todos los autores posteriores den como buena la medición del doctor Yarza, precisando aún más, si cabe, que la altura es de 1,77 m y su diámetro de 24 cm. Aparte de estos escuetos datos, que miden pero no describen mucho, diez años después, en 1766, don Manuel Vicente Aramburu hace la primera descripción detallada conocida hasta hoy.

Este autor, que pudo contemplar in situ la Columna, ya que fue testigo directo de las obras dirigidas por don Ventura Rodríguez, ofrece el siguiente testimonio:

«Es de jaspe, de dos varas de alta y descansa en una piedra que la continúa algo oscura que está sobre otra más clara, fijada en una base redonda y está sobre un plano de piedra como la que circuye toda la obra.

La columna de jaspe está cubierta de bronce y, sobre el bronce, de plata, cuyas dos cubiertas llegan hasta el pie de la sagrada imagen que está colocada en la Columna sin otra seguridad y su diámetro mide 24 ctms».

 

Aramburu, que, como dije, con toda probabilidad vio, tocó y midió la Columna, habla del color y de la clase de mármol, de la envoltura y del asentamiento de la misma. No es poco, pero resulta insuficiente. En cuanto a la medida, utiliza la vara como unidad de medición y coincide con todos los autores: 1,77 m de altura y 24 cm de anchura.

 

En el siglo XX: la piedra que besamos es la de la Virgen

Tras Aramburu, hay que dar un gran salto en el tiempo y llegar a 1955.

El 28 de febrero de ese año, el arquitecto don Teodoro Ríos Balaguer, acompañado de su hijo Teodoro, también arquitecto, de su ayudante Ángel Peralta, del aparejador Ángel Tobajas, del cantero Manuel Pinilla y del peón de albañil José Larra, en presencia del deán Hernán Cortés, del canónigo Leandro Aína, del capellán José Ágreda y del mozo de sacristía Alejandro Bordetas, inspeccionó la santa Columna.

Se trataba de despejar de manera técnica la duda surgida entre algunos fieles acerca de si el Pilar que se besaba era o no el mismo sobre el que se asentaba la imagen de la Señora.

Se trazaron paralelas y perpendiculares, se tomaron medidas con aparatos de precisión y, tras varias horas de cálculos, se concluyó que el Pilar sobre el que está la Virgen tiene una altura total de 1 m, 77 cm y 2 mm. Y que, efectivamente, la Columna que besamos es la misma sobre la que está la imagen de la Virgen. 

 

Fragmento visible de la Santa Columna, el que se besa. La tradición de besar el Pilar ya está atestiguada desde la Edad Media. El desgaste sufrido por la Santa Columna a causa de los continuos ósculos de los fieles, llevó a Julián de Yarza a modificar la altura de la apertura de la funda. El óvalo de oro que lo rodea no se colocó hasta mediados del siglo XX | Javier Pardos

 

Como fácilmente se deduce, todos los exámenes conocidos y realizados hasta ahora han sido más bien superficiales y referidos solo a datos externos especialmente relacionados con las medidas de la Santa Columna.

Tampoco los estudios arqueológicos, realizados preferentemente entre 1930 y 1940 arrojaron mucha luz sobre el asunto que nos ocupa. Los pocos elementos hallados hasta ahora en las excavaciones y los restos que quedan de las antiguas edificaciones en el subsuelo pueden tal vez, en opinión de algún autor sugerir vestigios de una iglesia romana, pero, aparte de su endeblez científica, poco o nada aportan al conocimiento biográfico de la Santa Columna.

 

1980: los responsables de la Basílica no tuvieron coraje

Tal vez en 1980 se perdió la gran ocasión de hacer un estudio en profundidad, una inspección científica seria, una rigurosa aplicación de las técnicas más avanzadas en el análisis de ese mármol sagrado que ha desempeñado un papel trascendente durante siglos en la espiritualidad del pueblo creyente y aun en el devenir de la sociedad aragonesa.

En ese año, con ocasión de remodelar el Camarín de la Virgen, en trabajos que se realizaron de noche y con las puertas del templo cerradas, se hizo un verdadero chequeo al corazón de la basílica.

 

La ciencia moderna podría dar muchos datos

Así estaban las cosas en el último tramo del siglo XX, así están en los primeros compases de la nueva centuria y así seguirán hasta Dios sabe cuándo. Y sin embargo, las novísimas conquistas de la tecnología podían hoy despejar dudas, aclarar sombras, disipar secretos innecesarios, evitar tapujos extraños.

En febrero de 1991 consulté este asunto con el doctor Marcelino Lago, catedrático de Petrología; en abril de 2005 lo hice con la doctora Begoña Martínez Jarreta, catedrática de Medicina Legal y con el doctor Manuel Martín Bueno, catedrático de Arqueología. Los tres enseñan en nuestra Universidad cesaraugustana.

Los tres aseguraron que una investigación, llevada a cabo con los medios que ofrece la técnica de nuestros días, obtendría excelentes resultados y proporcionaría datos interesantísimos en torno al origen, la edad y la estructura de la Santa Columna.

Me temo que ni hoy, ni mañana, acaso nunca, se sabrá más de lo que sabemos de esa Columna venerable, por lo que en mi mente seguirán punzándome las preguntas de siempre.

Y, sobre todas, la que más me duele: ¿y si ese Pilar fuera un peristilo de época romana, o una columnita de un claustro medieval, o una huella de la presencia musulmana en nuestra ciudad o de un palacio renacentista aragonés o, quién sabe, se resistiera a todo tipo de verificación por ciencia humana, sugiriendo así el origen celestial que le atribuye la tradición?

(Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito de la Basílica del Pilar)

 

El Pilar en sí se protege con esta funda

 

 

 

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Octubre mes del Rosario - Historia del Rosario

Historia del Rosario

El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, canal de la gracia: se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas, tanto litúrgicas coma populares.

Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en honor de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

Entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario

 


ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".

Rosario Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios.

Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

 


ORIGEN Y DESARROLLO

En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a nuestros días.

        En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra, el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde aparecen 15 gozos de Nuestra Señora, terminando cada una de ellas con un Avemaría.

virgen_3.gif        Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen.

Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc.Supremi apostolatus, 1 sept. 1883).

        A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías.

Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todo el Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.

        La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».

         En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a aquella joven la manera de rezar el Rosario.

 

ESTRUCTURA

        La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.

 Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo.

El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión. El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina.

«Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta, con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos Aires 1954, 261).

Juan Pablo II  incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.

 

INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO

        El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.

        Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

        Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

 

 

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J. FERRER SERRATE , M. GARCIA MIRALLES (GER)

 

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Octubre mes del Rosario - Historia del Rosario

Historia del Rosario

El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, canal de la gracia: se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas, tanto litúrgicas coma populares.

Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en honor de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

Entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario

 


ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".

Rosario Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios.

Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

 


ORIGEN Y DESARROLLO

En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a nuestros días.

        En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra, el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde aparecen 15 gozos de Nuestra Señora, terminando cada una de ellas con un Avemaría.

virgen_3.gif        Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen.

Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc.Supremi apostolatus, 1 sept. 1883).

        A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías.

Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todo el Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.

        La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».

         En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a aquella joven la manera de rezar el Rosario.

 

ESTRUCTURA

        La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.

 Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo.

El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión. El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina.

«Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta, con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos Aires 1954, 261).

Juan Pablo II  incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.

 

INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO

        El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.

        Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

        Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

 

 

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J. FERRER SERRATE , M. GARCIA MIRALLES (GER)

 

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San Miguel, San Gabriel y San Rafael Arcángeles - 29 septiembre

San Miguel, San Gabriel y San Rafael Arcángeles

La liturgia reúne en este día la memoria de estos tres príncipes de la corte celestial. Hoy se celebra de manera conjunta la fiesta de estos tres arcángeles. De los tres se hace mención en la Sagrada Escritura y a los tres venera la Iglesia siguiendo la antigua tradición.

En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel

Hoy se venera la memoria de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, de honda raigambre en toda la Tradición de la Iglesia.

El nombre de Miguel (en hebreo: ¿Quién como Dios?) recuerda el combate librado por este Arcángel y los ángeles fieles con Lucifer y sus seguidores, que se rebelaron contra Dios y fueron precipitados al infierno.

A San Gabriel (en hebreo, fuerza de Dios) lo eligió Dios para anunciar a María el misterio de la Encarnación.

El nombre de Rafael (en hebreo, medicina de Dios) evoca su misión de médico y compañero de viaje del joven Tobías.

San Miguel

Este nombre significa: "¿Quién como Dios? O: "Nadie es como Dios".

A San Miguel lo nombre tres veces la Sagrada Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel donde se dice:

"Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno".

En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente:

"Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".

En la Carta de San Judas Tadeo se dice:

"El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’".

Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.

La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales.

Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel

Su nombre significa: "Fortaleza de Dios".

A este Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta:

"Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos" (Dan. 9).

Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.

Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta:

"Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).

San Lucas dice:

"Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’.

Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’".

San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael


Su nombre significa: "Medicina de Dios".

Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.

Su interesante historia está narrada en la Biblia en el libro de Tobit (Tobit 12:6, 15).

De acuerdo con el Libro de Tobías 5,4, Rafael fue enviado por Yahveh para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para conseguirle una esposa piadosa al joven.

Esta es Sara, quien había visto morir a siete prometidos debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, estaba enamorado de la mujer y mataba al esposo en la noche de bodas.

El Libro de Tobías es considerado deuterocanónico por los católicos y ortodoxos. Rafael aparece con apariencia humana acompañando al hijo de Tobit, Tobías, y en un principio, Rafael se presenta como «Azarías, hijo del gran Ananías».

Durante el viaje, en varias ocasiones, se muestra la influencia protectora del arcángel, como la expulsión de un demonio hacia el desierto de Egipto. Tras su travesía y la cura de la ceguera de Tobit, Azarías se presenta como "el ángel Rafael, uno de los siete, que se presenta ante el Señor". Es venerado como San Rafael el Arcángel.​

San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

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San Miguel, San Gabriel y San Rafael Arcángeles - 29 septiembre

San Miguel, San Gabriel y San Rafael Arcángeles

La liturgia reúne en este día la memoria de estos tres príncipes de la corte celestial. Hoy se celebra de manera conjunta la fiesta de estos tres arcángeles. De los tres se hace mención en la Sagrada Escritura y a los tres venera la Iglesia siguiendo la antigua tradición.

En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel

Hoy se venera la memoria de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, de honda raigambre en toda la Tradición de la Iglesia.

El nombre de Miguel (en hebreo: ¿Quién como Dios?) recuerda el combate librado por este Arcángel y los ángeles fieles con Lucifer y sus seguidores, que se rebelaron contra Dios y fueron precipitados al infierno.

A San Gabriel (en hebreo, fuerza de Dios) lo eligió Dios para anunciar a María el misterio de la Encarnación.

El nombre de Rafael (en hebreo, medicina de Dios) evoca su misión de médico y compañero de viaje del joven Tobías.

San Miguel

Este nombre significa: "¿Quién como Dios? O: "Nadie es como Dios".

A San Miguel lo nombre tres veces la Sagrada Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel donde se dice:

"Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno".

En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente:

"Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".

En la Carta de San Judas Tadeo se dice:

"El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’".

Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.

La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales.

Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel

Su nombre significa: "Fortaleza de Dios".

A este Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta:

"Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos" (Dan. 9).

Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.

Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta:

"Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).

San Lucas dice:

"Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’.

Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’".

San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael


Su nombre significa: "Medicina de Dios".

Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.

Su interesante historia está narrada en la Biblia en el libro de Tobit (Tobit 12:6, 15).

De acuerdo con el Libro de Tobías 5,4, Rafael fue enviado por Yahveh para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para conseguirle una esposa piadosa al joven.

Esta es Sara, quien había visto morir a siete prometidos debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, estaba enamorado de la mujer y mataba al esposo en la noche de bodas.

El Libro de Tobías es considerado deuterocanónico por los católicos y ortodoxos. Rafael aparece con apariencia humana acompañando al hijo de Tobit, Tobías, y en un principio, Rafael se presenta como «Azarías, hijo del gran Ananías».

Durante el viaje, en varias ocasiones, se muestra la influencia protectora del arcángel, como la expulsión de un demonio hacia el desierto de Egipto. Tras su travesía y la cura de la ceguera de Tobit, Azarías se presenta como "el ángel Rafael, uno de los siete, que se presenta ante el Señor". Es venerado como San Rafael el Arcángel.​

San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

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