“Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que selevantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?" (Mt 8, 23-27).
Citaré unas palabras de el famoso arqueólogo J. Gonzalez Echegaray sobre las tormentas en el mar de Galilea: "El hecho de que el lago se encuentre en un entorno montañoso, especialmente por el norte, donde el Hermón con su cima nevada de 2.750 m. es visible desde el agua los días despejados y, sobre todo, la profunda depresión de la superficie de este lago, a más de 200 metros por debajo del no lejano Mar Mediterráneo, crea con frecuencia una inestabilidad en el clima, normalmente caluroso y tranquilo, que se traduce en la presencia inesperada de un fuerte viento, que encrespa las olas, las cuales en ocasiones pueden sobrepasar hasta los 2 m. de altura. Estas tormentas repentinas se producen, sobre todo en verano, a la caída de la tarde con vientos procedentes de Oeste y no suelen durar mucho tiempo, mientras que en invierno lo pueden hacer con los vientos que bajan de los altos del Golán, menos violentos, pero más duraderos. En el evangelio se describen ambas tormentas, la más vio-lenta y efímera del Oeste al atardecer (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25) y la otra más persistente, ya de noche, aun-que la dirección del viento en este caso es dudosa (Mt 14, 24-34; Mc 6, 45-51; Jn 6, 16-21)".
También el mismo arqueólogo explicaba el tipo de barca que ulizarían, y que se puede conocer bien tanto por el dibujo
En efecto, en ocasiones peregrinos que han podido navegar en algún barco por el mar de Galilea, me han contado cómo de repente se levantaba el viento y el barco comenzaba a zarandearse. Me decían que les había ayudado mucho a situarse en la repentina tempestad que se levantó mientrás Jesús dormía, el susto de los discípulos, y la impresión de éstos cuando el Señor realizó el milagro increpando a los vientos y al mar.
(Publicado en el blog Un sacerdote en Tierra Santa)