Viaje para descubrir el lugar donde nació Jesús

BETHLEHEM BACK IN TIME

Aquí está “Bethlehem back in time”, un viaje extraordinario a través del tiempo para descubrir cómo era el lugar del nacimiento de Jesús hace 2000 años. Desde la Basílica de la Natividad hasta nuestros días.  Allí, donde nació todo.

 

PARTE 1: La Basílica de la Natividad hoy

 

 

PARTE 2: La Basílica de la Natividad en la época de los cruzados.

 

 

PARTE 3: La Basílica de la Natividad en el siglo VI.

 

 

PARTE 4: La Basílica de la Natividad del siglo IV.

 

 

PARTE 5: Aquí de la Virgen María nació Jesucristo

 

Editor de contenido: Raffaella Zardoni

 

Consultoría: Studium Biblicum Fanciscanum

 

 

El Padre Firas Lutfi es un franciscano sirio de Tierra Santa, ministro de la Región de San Pablo, que incluye Siria, Líbano y Jordania. A pesar de la guerra, permaneció en Siria con su gente. A la periodista Silvonei Protz, de Vatican News, relata nueve años de violencia, destrucción y muerte.

Y cómo hoy la Custodia de Tierra Santa ayuda a los niños a reencontrar la sonrisa. Cuando se le pregunta a Fray Firas por qué se quedó en Siria, responde: "Porque sí, porque soy franciscano, creyente y cuando el Señor me creó allí, fue para una misión, para ser su rostro, sus brazos, sus piernas que llevan el anuncio, la ternura y la misericordia de Dios”.

Viendo la televisión, escuchando la radio o leyendo los periódicos, parece que la guerra ha terminado en Siria. Los medios de comunicación ya no hablan de ella, o casi. Esto lamenta al Padre Firas Lutfi, un franciscano de Tierra Santa, pero sobre todo un sirio en Siria. Le importa mucho, porque se quedó en su país durante todos los años de la guerra. "Es cierto que en algunas zonas los combates han cesado -dice- pero hay que tener en cuenta una realidad: la guerra duró nueve años. Ha habido destrucción masiva, casas demolidas, barrios en ruinas, iglesias que necesitan reconstrucción... La mitad de la población, hablamos de 23 millones antes de la guerra, no está más, entre muertos, refugiados y desplazados”.

Así es como el Padre Firas describe la situación actual de su país, donde la vida es muy difícil. Demografía y economía de rodillas. Los jóvenes se han ido. Los niños y las mujeres, tanto los que se han quedado como los que ahora viven en campamentos de refugiados, sufren un profundo trauma psicológico. Las sanciones económicas, el embargo "que Occidente, desgraciadamente, sigue renovando contra Siria, pensando en golpear a los responsables de la guerra", afectan en realidad a la población normal, a los inocentes, los niños y los más pobres. Así que actualmente es una lucha por la supervivencia, contra la pobreza.

El Padre Firas ve a su alrededor una gran desolación, aunque gran parte del territorio haya sido liberado de los yihadistas "que vinieron de todas partes del mundo, de más de 60 naciones". Los últimos fundamentalistas se han reagrupado en el área de Idlib, la última fortaleza. "Son extranjeros no deseados en sus países de origen que ya no quieren dejarlos volver a entrar”.

El análisis del franciscano deja helado: "La guerra en Siria se ha convertido desgraciadamente en objeto de demasiados intereses internacionales. Ya no es una lucha contra un régimen, ya no es una lucha por la democracia, por la libertad de expresión, de conciencia, sino una guerra internacional en la que participan los rusos, los americanos, los europeos y también Irán, Turquía y los países del Golfo, cada uno con sus propios aliados". Esta guerra, el Padre Firas la llama también "tsunami", porque lo ha barrido todo. "Siria sigue sangrando", declara con los ojos lúcidos. Espera la salvación, es decir, la intervención de personas sabias que se pongan a programar la paz. Recientemente, un joven le dijo que ya no tenía fuerzas para combatir, para luchar. Que no vivía, sino sobrevivía sin siquiera atreverse a mirar hacia el horizonte.

En búsqueda de soluciones

Como iglesia, como franciscano, el Padre Firas nunca se resignó. Por supuesto, a momentos parecía que todo se derrumbaba y que no había nada que hacer. Pero un corazón franciscano no puede abandonar. Así comenzó a buscar posibles soluciones. "¿Cómo puedo ayudar a mi gente?", se preguntó muchas veces. La comunidad franciscana mundial ya estaba haciendo mucho. Gracias a la solidaridad, gracias también a tantos benefactores, fue posible distribuir paquetes de alimentos y agua potable, porque en la guerra a menudo es lo primero que cruelmente falta. Pero también se distribuyó dinero para financiar microproyectos, para ayudar a los jóvenes recién casados a dar sus primeros pasos y construir una familia. "Estos proyectos son testimonios que el Señor da y sigue dando.

Junto a este drama, a esta tragedia, el Padre Firas tocó con sus propias manos la presencia de Dios de una manera magnífica, y la Iglesia siempre ha estado al lado del pueblo que sufreAlgunos pastores, bajo la presión constante de la guerra tuvieron que irse, pero la mayoría, los obispos, sacerdotes y muchas órdenes religiosas decidieron quedarse en Siria. Y cita como ejemplo a dos de sus compañeros franciscanos que hoy viven en el norte, en la zona cercana a la frontera con Turquía, a pocos pasos de Antioquía, la famosa e histórica Antioquía: "Viven bajo el control no del régimen de Assad sino de los yihadistas. ¿Y qué hacen allí? Custodian el pequeño rebaño de los cristianos que quedan". Con los dos religiosos, hay unos 200 cristianos que no sólo llevan el cristianismo en su ADN, sino que también soportan los sufrimientos para llevar a cabo una presencia concreta e histórica, de todo el patrimonio cristiano, de 2000 años de historia en Antioquía donde, por primera vez, los cristianos tomaron el nombre digno de "seguidores de Cristo".

Hoy, a pesar de las muchas dificultades, siguen allí, junto a estos dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, para seguir dando testimonio del amor de Cristo, tierno, misericordioso, misericordioso, piadoso hacia este pequeño rebaño.

Volver a ver una sonrisa en los rostros de los niños

Se están llevando a cabo dos proyectos para niños en Siria. Uno, en la ciudad de Alepo, donde vivió el Padre Firas durante la guerra. El proyecto se llama "arte terapéutico". Detrás de este nombre hay todo un equipo de personas y especialistas que hacen todo lo posible para ayudar a los niños y niñas a recuperarse de ese trauma psicológico que les ha afectado profundamente. Así lo dice el franciscano: "Es un gran centro donde hay música, deporte, natación, hemos puesto a su disposición una hermosa piscina porque durante la guerra no podían jugar, salir de casa, estudiar, por miedo a ser asesinados".

Durante el verano, mil niños asistieron al centro. A todos ellos, el personal del centro y los psicólogos trataron de ayudar a encontrar un sentido profundo para sus vidas y su existencia.

También hay otro proyecto muy interesante. "En Alepo Este sólo los musulmanes vivían y siguen viviendo". Así comienza la descripción del Padre Firas. "Durante la guerra, sus tierras fueron ocupadas por yihadistas, por lo que los maltrataron, violaron a mujeres, masacraron a niños...". Los niños vieron todas las escenas dramáticas de las gargantas cortadas y de los maltratos por parte de los fanáticos. Sucesivamente, nos habla de los matrimonios más o menos forzados de los yihadistas con mujeres sirias y de los hijos nacidos de estas uniones, cuya existencia no es oficial. No hay inscripción en el Registro Civil. Están allí, físicamente vivos, pero legalmente inexistentes. Cuando los yihadistas dejaron Alepo en 2017, la situación encontrada por el Padre Firas era aterradora: "Niños de 4 o 5 años que viven con su madre o a veces con su abuela porque sus padres ya no están allí. Algunos son abandonados a sí mismos y a su suerte, nunca han asistido a la escuela. Por no mencionar el drama psicológico y la acumulación de miedos, de terror, que sufrieron durante los combates".

Se han creado dos centros que albergan a 500 niños y niñas de 3, 4 y hasta de 16 años. Y el programa que ya estaba en marcha en su convento, el colegio "Terre Sainte" de Alepo, se ha ampliado. El sacerdote franciscano subraya que los dos centros nacieron de la amistad con el mundo musulmán: "El Muftí de Alepo es un amigo muy querido -explica- y junto con el Vicario Obispo Apostólico de los Latinos, de la comunidad latina de Siria, nació una gran amistad antes, pero especialmente durante la guerra. Así que el primer fruto fue una estrecha colaboración para salvar la inocencia de estos niños".

Este proyecto, esta colaboración con los musulmanes, tiene un fuerte significado para el Padre Firas. Demuestra la posibilidad de dar sentido a la vida, un sentido profundo, un sentido a la existencia y que nunca es demasiado tarde para actuar y hacer el bien. Y añade: "El diálogo no sólo se hace alrededor de una mesa, sino que se hace trabajando juntos, mano a mano, corazón con corazón. Y allí nace la verdadera reconstrucción de Siria que llegará con el tiempo, puede que tarde 30, 50 años, pero la verdadera reconstrucción no nace de los ladrillos sino de la reconstrucción del hombre, del ser humano dentro de nosotros”.

Siria como misión

Cuando se le pregunta al Padre Firas por qué se quedó en Siria, responde así: "Porque sí, porque soy franciscano, creyente y cuando el Señor me creó allí, fue para una misión, para ser su rostro, sus brazos, sus piernas que llevan el anuncio, la ternura y la misericordia de Dios.

Fue "llamado", Padre Firas, por Dios a vivir la realidad, también dramática, de "su" Siria. Su "sí" a la existencia es un "sí" motivado y convencido que le ayuda a superar las dificultades. En Siria, todos los días se sufre y se muere. Y así concluye: "Es exactamente como el grano de trigo: si no muere, queda solo; si muere, produce mucho fruto, como dice Jesús en el Evangelio".

Religion en Libertad

«Una vía de luz se abrió entre María y lo más alto del Cielo»

 

“El resplandor en torno a la Santísima Virgen se hacía cada vez mayor y ya no se veía la luz de la lámpara que había encendido José. La Santísima Virgen estaba vuelta a Oriente y arrodillada sobre su colcha de dormir, con su amplio vestido suelto y extendido en torno a ella”.

Este fue el momento justamente previo a que la Virgen María diera a luz a Cristo, el Salvador, tal y como lo relató la beata Ana Catalina Emmerich, que recibió el don especial para revelar cómo fue la vida de Jesús y la propia María a través de lo que ella llamaba “cuadros”, una especie de fotogramas que veía al mismo tiempo que se producían estos acontecimientos históricos.

 

 

Las visiones de Ana Catalina Emmerich

Esta religiosa alemana, declarada beata, sufrió los estigmas de Jesús y se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Esta humilde mujer nació a finales de siglo XVIII y aunque sus visiones no son dogma de fe, la Iglesia considera particulares de gran valor para acercarse, en este caso, a la figura de la Virgen. Durante un largo tiempo el escritor Clemente Brentano fue recogiendo de boca de la Emmerich estas visiones y que ahora están publicadas en libros como La vida oculta de la Virgen María y La Amarga Pasión de Cristo.

En su relato, la monja agustina explica con detalle todo lo que vio de este momento clave para la humanidad. Así, recuerda que “a las doce de la noche (la Virgen) se quedó arrobada en oración: la vi elevarse sobre la tierra de modo que podía verse  el suelo debajo (…)  Entonces ya no vi más el techo de la gruta, y una vía de luz se abrió entre María y lo más alto del Cielo con un resplandor cada vez más alto”.

 

Ana Catalina Emmerick

Coros de espíritus celestiales

Según explicaba la beata, “en esta vía de luz apareció un maravilloso movimiento de glorias que se interpretaban y se acercaban perceptiblemente en forma de coros de espíritus celestiales”.

Y entonces se produjo el Nacimiento del Mesías, el Señor, pues “la Santísima Virgen, que levitaba en éxtasis, rezaba ahora mirando hacia abajo, al suelo, a su Dios en cuya madre se había convertido, que yacía ante ella en el suelo como un recién nacido desvalido”.

Así vio Ana Catalina Emmerich a Jesús recién nacido: “Vi a Nuestro Salvador como un niño muy pequeño y refulgente cuya luz sobrepasaba la del esplendor circundante, acostado en la manta delante de las rodillas de la Santísima Virgen. Para mí era como si fuera muy pequeñito y se fuera haciendo más grande ante mis ojos. Pero todo esto solo era un movimiento del otro resplandor tan grande, que no puedo decir con seguridad cómo lo he visto”.

 

El niño, sostenido en brazos por María

Siguiendo con esta visión en la gruta de Belén, cuenta que la Virgen “estuvo así arrobada todavía un rato y vi que le puso al niño un paño, pero no lo tomó en brazos ni lo levantó. Al cabo de un largo rato vi que el niño rebullía y lo oí llorar, y entonces fue como si María volviera en sí: levantó al niñito de la alfombra y lo envolvió en el pañal que le había puesto encima y lo sostuvo en brazos junto a su pecho. Luego se sentó y envolvió completamente al niño en su velo: creo que María daba de mamar al Salvador. Entonces vi en torno a ella ángeles de figura totalmente humana adorando con el rostro en el suelo”.

Un poco después  recuerda la humilde monja, a la que gracias a sus indicaciones se hallaron los restos de la casa de la Virgen en Éfeso, que “ya habría pasado más de una hora desde el nacimiento cuando María llamó a José, que todavía estaba en oración. Cuando se acercó, se postró sobre su rostro con fervor, alegría y humildad, y sólo se levantó cuando María le pidió varias veces que lo apretara contra su corazón y diera gracias alegremente por el sagrado regalo del Altísimo. Entonces José se incorporó, recibió en sus brazos al niño Jesús y alabó a Dios con lágrimas de gozo”.

 

Sumidos en la contemplación

A continuación, prosigue la beata con su visión, “la Santísima Virgen envolvió al niño en pañales. En este momento no recuerdo la forma de envolverlo en pañales, sólo sé que uno era rojo, y sobre él una envoltura blanca hasta debajo de los bracitos y otro pañalito más por arriba hasta la cabecita. María solamente tenía cuatro pañales”.

“Luego vi a María y José sentados en el suelo desnudo con las piernas cruzadas uno junto a otro. No hablaban y parecían sumidos en contemplación. Sobre la alfombra delante de María yacía envuelto como un bebé, Jesús recién nacido, hermoso y radiante como un relámpago. ¡Ay!, pensé, este lugar contiene la salvación del mundo entero y nadie tiene ni la menor idea”, recogía Brentano de labios de la monja alemana.

Después de esto colocaron al Niño en el pesebre, que según Emmerich, “estaba lleno de juncos y hierbas finas y revestido con un cobertor que colgaba por los costados. El pesebre estaba encima del abrevadero de piedra que había a la derecha de la entrada de la cueva”. María y José lloraban de alegría. Una vez que María y José dejaron ahí al niño, “los dos se quedaron de pie a su lado cantando himnos entre lágrimas de alegría”.

 

El gozo de la Creación

El Nacimiento de Cristo recorrió el mundo y cuenta que vio que “los corazones de muchas buenas gentes se llenaron de jubiloso anhelo, y los corazones de los malos de gran temor. Muchos animales se movían alegremente, y en muchos lugares vi que las flores se enderezaban y que las hierbas, árboles y arbustos expandían aromas y destilaban bálsamos. Muchas fuentes se hinchieron y brotaron, y en la cueva de la loma al sur de la Cueva del Pesebre brotó una caudalosa fuente a la hora que nació Jesús, que a la mañana siguiente San José enmarcó y la preparó un cauce”.

 

La llegada de los pastores

A la mañana siguiente llegaron tres mayorales de los pastores a los que el Ángel se les había aparecido aquella noche. “Cuando llamaron tímidamente a la Cueva del Pesebre, San José salió a recibirlos cordialmente. Ellos le dijeron lo que les había anunciado esa noche el ángel, y que venían a adorar al Niño de la Promesa y a regalarle sus pobres dones. José aceptó sus regalos con humilde gratitud e hizo que llevaran los animales a la cueva cuya entrada estaba junto a la puerta Sur de la Cueva del Pesebre, adonde los acompañó”.

Ana Catalina Emmerich prosigue asegurando que José “luego llevó a los tres mayorales a ver a la Santísima Virgen, que estaba junto al pesebre sentada en el suelo encima de una manta con el Niño Jesús en el regazo. Los pastores, con sus cayados en la mano, se hincaron de rodillas humildemente delante de Jesús. Lloraban de alegría y permanecieron mucho rato con gran dulzura y sin palabras. Luego cantaron el himno de alabanza que los ángeles habían cantado esa noche y un salmo que he olvidado. Cuando quisieron despedirse, la Santísima Virgen les puso a uno tras otro el Niño Jesús en brazos. Se lo devolvieron con lágrimas y abandonaron la cueva”.

 

 

En la ladera del Monte de los Olivos

Repetida año tras año, la tradición custodial jerosolimitana del 26 de diciembre incluye  la celebración solemne de las vísperas en el lugar del martirio de San Esteban.

“Esteban nos enseña cómo vivir las situaciones difíciles y problemáticas de la vida, dividiéndolas en dos niveles. Uno es el de la historia, compuesto de logros, violencia y guerras; el otro es el de aquellos que saben alzar la mirada aun viviendo en las dificultades, para ver más allá del cielo cuál es el proyecto de Dios, que guía la historia, para que nazca la esperanza”.

La celebración tuvo como escenario el lugar del martirio de San Esteban. Situado fuera de la Puerta de los Leones, en la ladera del Monte de los Olivos, el lugar del martirio es propiedad greco-ortodoxa.

 

 

En este lugar se ven claramente algunos escalones tallados en la roca, que siguen la línea de los encontrados en el área superior, en la que estaba situado el templo.

El martirio de San Esteban es un episodio muy importante para la Iglesia ya que en él se fundamenta el espíritu misionero que le es propio: de hecho, es justo después de este episodio cuando la iglesia se hace misionera gracias a la salida de los apóstoles del Cenáculo.

  “La vida y la muerte de San Esteban nos muestran que la Navidad es mucho más que un destello, que realmente vale la pena”.

 

 

https://www.custodia.org

¿Qué celebramos en Navidad?

 

Hoy los cristianos nos entregamos a una fiesta que dista mucho de esa celebración vana que tratan de vendernos. Es la conmemoración de la reconciliación de Dios con el hombre

 

Chesterton escribió que celebramos un trastorno del universo, una inversión de nuestras categorías mentales. Adorar a Dios significaba hasta la Navidad elevar los ojos a un cielo inescrutable que nos sobrecogía con su inmensidad; a partir de la Navidad, adorar a Dios significa volver los ojos al suelo, incluso acostumbrarlos a la luz mortecina de una cueva, para reparar enla fragilidad de un niño que gimotea entre las pajas.

Las manos que habían modelado las estrellas se convierten, de súbito, en unas manecitas diminutas; la grandeza infinita de Dios se torna fragilidad de un niño recién nacido quese amamanta a los pechos de su Madre.

Omnipotencia e indefensión, divinidad e infancia, que hasta entonces eran conceptos antípodas, se congregan de repente, formando una amalgama única que desafía las leyes físicas, que subvierte nuestras categorías mentales, que despatarra, en fin, el universo. A este despatarrarse del universo lo llamamos Navidad.

Pequeño entre los pequeños

Nuestra fe, que para enfrentarse a la inmensidad misteriosa de Dios tenía que armarse de un telescopio, descubre de repente que requiere un microscopio para fijarse en ese Niño que manotea en el interior de una cueva. Dios, que habitaba el empíreo, se hace el más pequeño entre los pequeños; y tamaño cataclismo, que pone a prueba la capacidad de comprensión de los más sabios, es aceptado con naturalidad por los más sencillos.

Son los pastores los que más prontamente adoran a ese niño nacido en una cueva; y lo hacen porque entienden —con esa intuición formidable que las gentes sencillas tienen paralas cosas santas y sobrenaturales— que un Dios encumbrado en su trono de inaccesible majestad no puede ser el Dios que abrace su insignificancia.

Su fe simplicísima, infantil si se quiere, ha soñado con un Dios como este, que acampe entre sus rebaños, que sea uno más entre ellos, padeciendo sus mismas zozobras, sus mismas necesidades elementales, su misma pobreza y laceria.

Y, al acercarse a la cueva donde se ha consumado el prodigio, descubren que ese Dios hecho niño se amamanta a los pechos de su Madre, se refugia aterido en elregazo de su Madre, como cualquier niño en el mundo; y ese vínculo entre el Niño y la Madre acaba de completar el cataclismo de la Navidad: Dios deja deser una entidad abstracta y autosuficiente, para convertirse en un Dios trémulo que se nutre y se cobija en una Madre, intercesora en nuestra relación con Él.

Para hacerle una carantoña o un arrumaco, hay que acercarse a la Madre; para invocarlo, hace falta preguntar su nombre a la Madre; para cogerlo en brazos y achucharlo hay que solicitar permiso a la Madre.

Un trastorno universal

Y este trastorno o cataclismo del universo que los pastores descubrieron alborozados es el mismo trastorno o cataclismo que los españoles hemos celebrado durante siglos, con la misma conmovida exultación de aquellos pastores.

En la Navidad reconocemos la reconciliación de Dios con el hombre, reconocemos que nuestra humanidad —frágil, inerme, diminuta— ha sido revitalizada por ese retoño del tronco de David que quiso hacerse como uno de nosotros, que quiso que la excelsitud anidara en el barro con el que estamos hechos; y, como esa unidad de Dios con el hombre debe hacerse sensible, cantamos y reímos y montamos belenes y nos reunimos con nuestros familiares, rememorando que el Niño Dios fue acogido en una familia, como nosotros mismos lo fuimos.

La inocencia perdida

Pero esa unidad sólo es posible en la fe y en la caridad; y tratar de reducirla a una unidad en la caridad (o en sus sucedáneos «solidarios») es empeño inútil, o puro sentimentalismo huero, porque es tanto como privarla de su manantial originario.

Por eso, tantos españoles sienten hoy, en medio de los regocijos navideños, una suerte de dolor sordo o sentimiento de amputación, que a veces se identifica con una nostalgia de la inocencia perdida; y por eso, cada vez más españoles, al reunirse con su familia en Navidad (o con el andrajo de familia que sobrevive, renqueante y entablillada, a los divorcios y demás catástrofes intestinas), se sienten como escindidos: porque el sentido originario de la fiesta (que es comunión de vidas y recepción de un don espiritual bajo el fundente de una misma fe) les ha sido arrebatado. Y, despojada de ese sentido originario, la Navidad deja de ser verdadera fiesta, para convertirse en el aspaviento —disfrazado de algazara, atracón de turrones y vomitera nocturna— de quienes han dejado de beber en el único manantial del que brota la alegría perdurable. «Quitad lo sobrenatural yno encontraréis lo natural, sino lo antinatural», nos decía Chesterton.

Quitadle a la Navidad su cataclismo sacro, ese despatarrarse del universo que trae el cielo a la tierra, y no encontraréis la verdadera fiesta, sino su remedo antinatural: consumismo bulímico, humanitarismo de pacotilla, torpe satisfacción de placeres primarios; correteos, en fin, de un gallo al que han arrancado la cabeza yque, mientras se desangra, bate las alas desesperadamente.

Frágil humanidad

La Navidad es, ciertamente, una fiesta entrañable, porque Dios se mete en las entrañas de nuestra frágil humanidad; pero no es una fiesta pánfila o merengosa, como los falsificadores de la Navidad pretenden, atiborrándonos de sentimentalismos hueros.

Ese cataclismo del universo que acaeció en una cueva de Belén, trastornando las jerarquías establecidas, no fue sólo celebrado por los pastores; también Herodes lo celebró... a su particular manera. Y la ira de Herodes, revolviéndose como un áspid contra ese Niño que viene a quitarle el cetro, es trasunto de la ira de otro monarca de rango superior, que había conseguido que la criatura humana se envileciese con el pecado, y que, con perplejidad y ofendido pasmo, descubre que, pese a todo, Dios le concede una segunda oportunidad, metiéndose en sus entrañas, utilizando su naturaleza frágil y manchada como recipiente de su divinidad.

La nueva alianza de Dios con el hombre, que se sella en la Cruz, se inicia en el vientre de una mujer; y el vientre de la mujer, donde se gesta nuestra vida inerme, se convertirá desde entonces en el epicentro de una batalla que se inicia en la Navidad y que se alargará, por los sucesivos crepúsculos de la historia, hasta que esa alianza se cumpla en plenitud, allá al final de los tiempos, con la compleción de las promesas parusíacas.

Hasta entonces, las campanas de Navidad seguirán resonando como cañonazos en la noche, porque ese cataclismo que acaeció en una cueva de Belén es una batalla sin cuartel: «Pongo eterna enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya».

Feliz y sacra Navidad a todos los lectores de ABC.

 

Artículo de Juan Manuel de Prada. ABC.es

“Quien quiere entrar en el lugar del nacimiento de Jesús debe inclinarse”

En la Sagrada Escritura, la primera referencia a Belén – que entonces era llamada también con el nombre de Efratá, que significa “fértil”, – se encuentra en el libro del Génesis, en el relato de la muerte y de la sepultura de Raquel, la segunda mujer del patriarca Jacob: Raquel murió y fue sepultada en el camino de Efratá, es decir, de Belén.

Cuando la tierra del pueblo elegido fue distribuida entre las tribus, Belén fue asignada a Judá y se convirtió así en el lugar del nacimiento de David, el pastorcillo, el hijo más pequeño de una familia numerosa, elegido por Dios para ser el segundo rey de Israel. Desde entonces, Belén fue unida a la dinastía davídica y el profeta Miqueas anunció que allí, en ese pequeño pueblo, debía nacer el Mesías: Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel A inicios del siglo I, Belén era un pueblo de no más de un millar de habitantes.

Estaba formada por un pequeño grupo de casas, dispuestas en toda la loma de una colina. Los habitantes vivían de la agricultura y del ganado. Tenía campos de trigo y de cebada en la vasta llanura a los pies de la colina. Quizás deriva de esto el nombre de Beth-Léjem, que en hebreo significa “casa del pan”. Además, en los campos vecinos al desierto pacían rebaños de ovejas. In grafica: Belén y los primeros cristianos También los discípulos de Cristo y los primeros cristianos eran, desde el principio, plenamente conscientes de la importancia adquirida por Belén.

Hacia la mitad del siglo II, san Justino, nativo de Palestina, de hacía eco de las memorias que los habitantes del pueblo se transmitían de padre a hijo sobre la gruta en la que había nacido Jesús. Basándose en esta tradición, el emperador Constantino ordenó la construcción de una gran basílica sobre la gruta, que fue consagrada el 31 de mayo del año 339. No ha quedado mucho de la Basílica primitiva. Esta fue saqueada y destruida durante una revuelta de los samaritanos en el año 529.

Cuando, restaurada la paz, Belén fue fortificada, el emperador Justiniano construyó una nueva basílica sobre el mismo lugar que la primera, pero de dimensiones mayores. Es la que permanece hasta hoy, que se salvó de las diversas invasiones durante las cuales se destruyeron los demás lugares de culto del periodo constantiniano o bizantino. En 1347, fue concedida a los franciscanos la custodia de la Gruta y de la Basílica. Hoy siguen presentes allí, aunque los greco-ortodoxos, los sirios y los armenios tienen derechos sobre el lugar santo.

Desde la plaza de la Basílica, el visitante tiene la impresión de encontrarse ante una fortaleza medieval: hay muros y gruesos contrafuertes, con alguna pequeña ventana. Se entra por una pequeña puerta, tan pequeña que obliga a las personas a entrar de una en una y, también así, con dificultad. Hay que inclunarse: “Quien quiere entrar en el lugar del nacimiento de Jesús debe inclinarse”. La Basílica – con planta de cruz latina y cinco naves – tiene 54 metros de larga. Las cuatro filas de columnas rosadas le confieren un aspecto armonioso.

En algunos puntos, se pueden admirar los mosaicos que adornaban el pavimento de la iglesia primitiva constantiniana. En las paredes aún se conservan fragmentos de mosaicos que se remontan al periodo de las cruzadas. En el centro de esta gran iglesia, encontramos la Gruta de la Natividad, bajo el presbiterio. Tiene la forma de una capilla de dimensiones reducidas, con un pequeño ábside en el lado oriental. El humo de las velas, encendidas por la piedad durante los siglos, ha ennegrecido las paredes y el techo. Hay un altar y, bajo el mismo, una estrella de plata marca el lugar donde Cristo nació.

El pesebre donde la Virgen colocó al Niño se encuentra en una capilla adyacente. En realidad, es un agujero en la roca, hoy cubierto de mármol, en el pasado cubierto de plata. Enfrente, hay un altar llamado Altar de los Magos, porque tiene un retablo que representa la escena de la Epifanía.

Isaias 52,8-9 ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén!

Tras las Huellas de Jesús es una video serie sobre los lugares santos por los que pasó Jesucristo. Te contaremos un poquito sobre su historia y las vivencias que Jesús tuvo en cada lugar.

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El color de las ovejas de Belén

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Aprovechando la proximidad de la Navidad,una singular historia relacionada con el nacimiento de Jesús

Marco Tosatti, Roma

Las cuestiones relacionadas con el nacimiento de Jesús- dónde, cuándo, cómo- han hecho correr ríos de tinta, y la fuente de este caudal parece estar lejos de agotarse.Entre las muchas cuestiones, además de la fecha, también está la de la presencia o no de los pastores en las cercanías de la pequeña ciudad en la que José y Maria encontraron su refugio de fortuna.

Pastores al abierto, en invierno, en una zona en la que las temperaturas pueden llegar a ser rígidas, y en diciembre la nieve cae.Una respuesta a esta cuestión y una respuesta sugestiva, que además se basa en un estudio agudo e ingenioso, la de Michel Loconsole, un erudito presidente de ENEC, la asociación para las relaciones con el Oriente Próximo.

Loconsole sostiene en su libro recientemente publicado por la editorial San Paolo titulado “Quando è nato Gesù?” (¿Cuando nació Jesús? N. del T.), que examinando algunas fuentes hebraicas, en esa tradición religiosa se contemplaban tres tipos de rebaños. La primera categoría comprendía animales de lana blanca, sin ningún tipo de mancha o variación de color.

 

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Es la categoría más apreciada, y no sólo desde el punto de vista comercial o estético. Desde el punto de vista religioso se consideraban "puras" y por lo tanto después de la jornada transcurrida en los pastos, podían volver a la majada, que a menudo se encontraba- y era lo mas probable en las poblaciones pequeñas- en el interior del pueblo o de la pequeña ciudad.

Un segundo grupo comprendía las ovejas con un manto de lana no totalmente cándido, sino en parte blanco y en parte oscuro. También a estas ovejas les estaba permitido volver al redil al caer la noche. Pero el lugar en el que se alojaban, obligatoriamente tenía que estar situado fuera del centro habitado, fuera delos muros de la ciudad si se trataba de una ciudad fortificada, y de todos modos fuera del casco urbano; como mucho, podía estar en el extrarradio.

Y luego había una tercera categoría, los rebaños de ovejas de lana oscura o completamente negra. Es seguramente un tipo considerado por el autor más raro que los dos precedentes. Y de todos modos, según el estudio histórico de Loconsole, merecía un trato particular. Estaba visto como un tipo de animal "impuro", tan impuro que no estaba permitido que se refugiara al caer el sol entre las murallas de la ciudad y ni siquiera en las zonas periféricas. Su existencia, en base a las normas rabínicas, tenía que transcurrir al abierto, de manera permanente; se puede pensar que transcurriera en lugares poco lejanos de los pastos habituales.

 

 

Necesariamente, los pastores corrían su misma suerte. Era impensable entonces , y ahora también, abandonar el ganado, aunque seguramente las noches en las colinas de Medio Oriente en invierno pueden ser de todo menos confortables. Por lo tanto, si era esta la situación de Israel en tiempos de Jesús, la presencia de los pastores en las cercanías de la cueva y el pesebre no era una invención (y además, ¿por qué? Los pastores no daban seguramente una cierta categoría al acontecimiento) del Evangelio de Lucas.

Todo lo contrario. Si todo lo anteriormente dicho tiene un sólido fundamento, y no nos parece que haya motivo de duda, podemos pensar que los pastores llevaron a saludar al Mesías precisamente a sus ovejas negras. Y eso es muy simpático, y también coherente con la futura misión de Jesús, que afirmaba que la causa de su venida eran los enfermos y no los sanos, que se relacionaba sin problemas con las "ovejas negras" de la sociedad judía de la época, publicanos y prostitutas. Michele Loconsole aconseja pintar de negro las ovejas de nuestros belenes, ya que es muy difícil encontrar en el mercado estatuas de los animales que según su estudio oyeron los primeros llantos del Salvador.

Se puede decir que en realidad también la presencia de los pastores, como primeros testigos del acontecimiento, está dentro de esta lógica.También los pastores eran considerados impuros, según Loconsole, en el hebraísmo de la época, por el tipo de actividad que desarrollaban. Y podríamos añadir que este elemento forma parte de los detalles bastante poco "cosméticos" que dan un toque de veracidad a las crónicas de los Evangelios. Como el testimonio de las mujeres (que no podían ser oídas en los tribunales, y fueron acogidas con excepticismo incluso por los apóstoles) en tiempos de la Resurrección.Los pastores seguramente no eran "testigos excelentes" para una predicación que estaba dirigida a los judíos ortodoxos en el Siglo I de nuestra era.

 

 

Pese a que la población musulmana es mayoritaria, las iniciativas cristianas para mejorar la salud y la educación tienen un gran prestigio y no dejan de crecer.

La tradición señala este punto, en el sótano de la Basílica de la Natividad, como el lugar en el que nació el Niño Jesús. Se cuenta que su primera cuna fue un pesebre. Estamos en Belén, una ciudad de Palestina a apenas 9 kilómetros de Jerusalén, que recibe a diario miles de peregrinos.

Pese a que la población musulmana es mayoritaria, las iniciativas cristianas para mejorar la salud y la educación tienen un gran prestigio y no dejan de crecer.

Los menores que sufren parálisis cerebral en esta zona tienen muy pocas oportunidades de sobrevivir. Religiosas del Verbo Encarnado dan hogar a 34 niños que, en muchos casos, son abandonados por sus familias. Ahora preparan otro nuevo centro para los más mayores.

 

 

También está en expansión, con un acuerdo firmado este año para ampliar sus instalaciones, el Hospital de la Sagrada Familia de Belén. Depende de la Orden de Malta, está especializado en Maternidad y Pediatría y atiende unos 4.300 partos al año.

MICHELINE ALQASSIS
Hospital Sagrada Familia de Belén
“La Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de la Sagrada Familia es la única del distrito de Belén. Cubrimos el 75% de los partos que hay en Belén, y un tercio de los de Hebrón. Vienen también de Jerusalén Este”.

Gran parte del personal sanitario de este hospital se forma en la Universidad de Belén, un centro católico dirigido por los Hermanos de La Salle, que cuenta con el respaldo de la Orden del Santo Sepulcro. Allí conviven cristianos y musulmanes, tratando de crear las bases para un futuro mejor. En estos momentos gestionan la construcción de un nuevo polo, dedicado a Enfermería.

Son tres ejemplos de caridad cristiana, en plena expansión, a pocos metros del lugar que vio nacer al Niño Jesús.

 

+ info - Basílica de la Natividad en Belén

            - Belén

 

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La ciudad del Rey David

LA TIERRA DE JESÚS

“Pero tú, Belén de EFrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe en Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial,… y se afirmará y apacentará con la fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de su Dios; y habrá seguridad, porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra”. (Miqueas 5, 2-4).

 

La ciudad de Belén está situada sobre dos colinas rocosas a unos 777 metros sobre el nivel del mar, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén. Su nombre hebreo “Bethlehem” significa “la casa del pan”.

 

 

Belén debe su importancia de manera fundamental a dos hechos relevantes:

El primero se relata en el Antiguo Testamento y hace referencia a que se convirtió en la cuna del rey David, elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel;

El segundo se debe al cumplimiento de las profecías mesiánicas que anunciaban que el Mesías debía nacer en Belén, donde nació Jesús.

Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe en Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial,… y se afirmará y apacentará con la fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de su Dios; y habrá seguridad, porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra”(Miqueas 5, 2-4).

San Mateo (2,1) y San Lucas (2, 1-20) hablan del nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, bajo el imperio de César Augusto; y en un establo "porque no había lugar para ellos en la posada". El Protoevangelio de Santiago dice que fue en una cueva. Así es también como lo presenta San Justino, natural del país, a mediados del siglo II.

 

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Gruta del Nacimiento. Basílica de la Natividad. Belén.

 

Los primeros cristianos nunca olvidaron estos acontecimientos, recordando con veneración el lugar donde nació Jesús. En el año 135, tras el fracaso de una revolución judía contra los romanos, el emperador Adriano construyó sobre la gruta un templo y un bosque sagrados, dedicados al dios pagano Adonis.

El lugar fue visto por San Cirilo de Jerusalén, en el año 348, cubierto de árboles; y San Jerónimo escribía, en el 395: “Belén, que es ahora nuestra,… estuvo bajo la sombra de un bosque de Tammuz; es decir, de Adonis, y en la cueva donde en otro tiempo se oyeron los primeros gemidos de Dios, se lloraba al querido de Venus”.

Anteriormente, Orígenes había dicho: “En Belén, se muestra la cueva en que nació Jesús y, dentro de la cueva, el pesebre en el que fue reclinado, siendo de todos conocido, incluso las gentes ajenas a la fe; en esta cueva- se dice- nació aquel Jesús a quien admiran y adoran los cristianos”.

Más tarde, el emperador Constantino, a instancias de su madre (Santa Elena), construyó en el 326 la Iglesia de la Natividad sobre gruta donde nació Jesús. Tras ser invadido Belén por los persas en el 614, la iglesia construida por Justiniano se salvó milagrosamente del saqueo y la destrucción gracias a un mosaico que representaba a los Reyes Magos vestidos con atuendos persas.

 


Entrada a la Basílica de la Natividad. Belén

 

En el año 1099, Tancredo fue enviado por Godofredo de Bouillón para proteger la ciudad de los ataques musulmanes. Un año más tarde, en la noche de Navidad del 1100, fue coronado en la basílica como rey de Jerusalén Balduino I. Entre los años 1165-1169 los cruzados restauraron la basílica, sustituyendo el mosaico del pavimento por un enlosado de mármol blanco, que después fue saqueado por los turcos en el siglo XVI para colocarlo en el pavimento de una de sus mezquitas.

El año 1347 se concedió a los franciscanos la posesión de la Gruta del Nacimiento y el mantenimiento de la basílica, derecho que más tarde adquirieron los ortodoxos griegos (1645-1669); entre 1810 y 1829 los armenios ortodoxos también adquirieron derechos en la basílica, cuya propiedad se dividió entre tres comunidades: la griega ortodoxa, la armenia y la latina.

 

LA BASÍLICA DE LA NATIVIDAD

Al entrar en la Basílica de la Natividad desde la Plaza del Pesebre, uno siente que ha entrado en un mundo diferente. Esta basílica es la misma que mandó construir Justiniano en el 529. Tiene forma de cruz latina con el transepto rematado en ábsides. La nave central se halla flanqueada por 44 columnas rosadas de piedra caliza,distribuidas en cuatro filas.

 


Interior de la Basílica de la Natividad. Belén.

 

 

Los capiteles, de mármol blanco, son de estilo corintio. Sobre ellas todavía pueden encontrarse restos de mosaicos del siglo XII, que representaban a los antepasados de Jesús, así como los siete primeros concilios ecuménicos. En la nave sur puede verse todavía una pila bautismal antigua de piedra rosácea local, forma octogonal y cavidad cruciforme. Es todo lo que queda del antiguo baptisterio por el que pasaban los catecúmenos para ser bautizados.

El techo actual fue construido en el siglo XVII y reparado en 1842; frente a la puerta de entrada, cubriendo el ábside de la nave central, hay un iconostasio griego de madera tallada y que presenta tres cuerpos superpuestos, decorados con escenas de estilo bizantino.

 

LA GRUTA DEL NACIMIENTO

Sin duda, es el lugar más sagrado, razón y centro de la Basílica: el lugar tradicional del nacimiento de Cristo, justo debajo del Altar Mayor de la Basílica.

Se accede a la Capilla por los tramos de unas escaleras desgastadas, que se hallan a ambos lados del gran coro. La gruta es una capilla de reducidas dimensiones, de forma casi rectangular, con un pequeño ábside en el extremo oriental.

 

En él hay un altar y, debajo de éste, una estrella de plata en mármol blanco marca el lugar del nacimiento de Jesús; la inscripció dice así:

Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est” (Aquí nació Jesucristo a la Virgen María).

 

La estrella señala el lugar del Nacimiento de Cristo. Basílica de la Natividad.

 

Sobre el altar hay lámparas de aceite de plata suspendidas que permanecen encendidas día y noche.

“Aconteció que por aquellos días salió un decreto de César Augusto, ordenando que se empadronase todo el mundo". Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador de Siria.

Iban todos a inscribirse, cada uno en su ciudad: Subió también José, desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.

Y sucedió que mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no habí sitio para ellos en la posada” (Lucas 2, 1-7). El pesebre es venerado en la capillita que se encuentra casi enfrente del altar del Nacimiento. También se venera igualmente en ese lugar el Altar de los Reyes Magos que está junto al del pesebre. En la Gruta el ambiente es de recogimiento y de piedad.

 

LA IGLESIA DE SANTA CATALINA

Construida en la Edad Media, está dedicada a la mártir de Alejandría. Hoy en día es la iglesia parroquial de la comunidad católica de rito latino.

Es aquí donde se celebra cada año la misa solemne de la Vigilia de Navidad.

 

FOTO: FLICKR / TBASS EFFENDI
Basílica de Santa Catalina. Belén. FOTO: FLICKR / TBASS EFFENDI

 

 

En 1880 fue ampliada hacia el oeste, reduciéndose el tamaño del claustro de estilo cruzado dedicado a San Jerónimo.

Debajo del patio hay una serie de cuevas que conectan a Santa Catalina con la Gruta de la Natividad: una fue la vivienda de San Jerónimo mientras traducía la Biblia al latín y la otra tiene una capilla dedicada a los Niños Inocentes.

by primeroscristianos.com

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¿CUANDO COMIENZA A VIVIRSE LA NAVIDAD?      

La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano: por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.

 

TEXTO SOBRE LOS ORÍGENES DE LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

Los cristianos de la primera generación, es decir, aquellos que escucharon directamente la predicación de los Apóstoles, conocían bien y meditaban con frecuencia la vida de Jesús. Especialmente los momentos decisivos: su pasión, muerte redentora y resurrección gloriosa.

También recordaban sus milagros, sus parábolas y muchos detalles de su predicación. Era lo que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante su vida pública, que habían sido testigos directos de todos aquellos acontecimientos.

Nacimiento

Acerca de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los conservaba en su corazón

Cuando se escriben los evangelios sólo se deja constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús. Desde perspectivas diferentes, Mateo y Lucas recuerdan los mismos hechos esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada con  José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después fueron a vivir a Nazaret.

Mateo subraya que Jesús es el Mesías descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.

Por su parte,  Lucas, centrándose en la Virgen —que representa también a la humanidad fiel a Dios—, enseña que el Niño que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres.

En el siglo II el deseo de saber más sobre el nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago, según otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.

San José con el Niño Jesús

En las primeras generaciones de cristianos la fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo había resucitado: en los días centrales de la celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.

Sin embargo, posiblemente no conocían con la misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.

¿POR QUÉ SE CELEBRA EL 25 DE DICIEMBRE?

Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221. La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.

Gruta de la Natividad. Belén

Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.

Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).

Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.

Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.

Detalle de la Portada de la Natividad. Sagrada Familia de Barcelona

La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.

Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán.

El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.

Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).

La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano: por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.

 

Fuente: www.primeroscristianos.com
FRANCISCO VARO
Profesor de Sagrada Escritura en la

Facultad Teología de la
Universidad de Navarra. 

 

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