"Cuanto más se acerca una persona a Dios más se acerca a los hombres", concluyó Benedicto XVI el miércoles 20 junio 2007 al presentar la figura de san Atanasio, obispo de Alejandría, padre de la Iglesia.
«Quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos», aclaró al dirigirse a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI durante la semanal audiencia general.
El Papa continuó sus meditaciones sobre las figuras más destacadas de la Iglesia antigua presentando en este miércoles la vida de Atanasio, nacido hacia el año 300 y fallecido en el 373, quien en vida fue descrito como «la columna de la Iglesia» por el gran teólogo y obispo de Constantinopla, Gregorio Nazianceno.
Como él mismo constató, «no es casualidad, por tanto, que Gian Lorenzo Bernini colocara su estatua entre las de los cuatro santos doctores de la Iglesia oriental y occidental --Ambrosio, Juan Crisóstomo, y Agustín--, que en el maravilloso ábside de la Basílica vaticana rodean la Cátedra de san Pedro».
Atanasio dedicó su ministerio episcopal a proclamar la divinidad de Jesús, que era negada por los arrianos, seguidores de un presbítero de Alejandría, Arrio, (256-336), para quien Cristo había sido creado por Dios de la nada, y que por tanto el Hijo (el «Logos») era una criatura de Dios y no era Dios mismo.
El Concilio de Nicea (convocado en el año 325), en el que participó el joven Atanasio como colaborador de su obispo, dejó clara la divinidad de Cristo. Ahora bien, tras ser elegido obispo de Alejandría, Atanasio tuvo que enfrentarse a la expansión de esta herejía, ganándose «la implacable hostilidad de los arrianos y de los filo-arrianos».
«En cinco ocasiones, durante 30 años, entre 336 y 366, Atanasio se vio obligado a abandonar su ciudad, pasando 17 años en exilio y sufriendo por la fe», recordó el obispo de Roma.
«La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo, podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente “Dios con nosotros”», explicó.
Ahora bien, su «best seller», término literal utilizado por el Santo Padre, fue la «Vida de Antonio», es decir, la biografía de Antonio abad (251-356), fundador del movimiento eremítico en el desierto egipcio, de quien llegó a ser un gran amigo en sus años de exilio.
Esta obra, traducida muy pronto en numerosas lenguas, «contribuyó decisivamente a la difusión del monaquismo, en Oriente y en Occidente», reconoció.
Los santos, explica san Atanasio en la conclusión de este libro citado por Benedicto XVI, «aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todos los hombres, y así, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección».
A causa del calor que se ha apoderado de Roma en estos días, el Papa no pudo dirigir la audiencia general al aire libre en la plaza de San Pedro.
Saludó a los miles de peregrinos primero en la Basílica de San Pedro y después en el Aula Pablo VI.
La pregunta que formulamos en el titular afecta de modo especial al Hijo de Dios: ¿fue Jesús de profesión carpintero?
Esa ha sido la creencia popular. Que José fue el carpintero de Nazaret y transmitió su oficio a Jesús, quien ejerció también esa profesión hasta el comienzo de su vida pública. Pero ¿es eso lo que nos dicen los Evangelios?
El relato de S. Mateo incluye un versículo en el original griego (“oùj oûtos estin ho toû téktonos huiós”) que durante siglos se ha traducido así: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55). Una expresión muy parecida se recoge también en S. Marcos: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” (“oûj oûtos estin ho tekton, ho huiòs tes Marías”). En ambos lugares, la palabra griega “tekton” se ha traducido como carpintero, pues se trataba de un trabajador manual que trabajaba la madera para confeccionar muebles, puertas, etc.
Recientes investigaciones han puesto de manifiesto que con esa expresión se designaba en general al profesional que trabajaba artesanalmente la madera y la piedra, especialmente en la construcción; de modo que al imaginarnos el oficio de José y de Jesús hemos de pensar más bien en lo que hoy sería una mezcla de albañil y artesano, y no tanto en un carpintero como los de hoy.
De ahí que la frase del Evangelio que hemos citado al principio habría que traducirla así: “¿No es éste el hijo del artesano?”, tal como leemos hoy en las ediciones modernas. De hecho, la palabra “arquitecto” designaba a aquel jefe de obra que dirigía a los diversos “tectones” que intervenían en la construcción.
Pero las últimas excavaciones arqueológicas han revelado, por una parte, que Nazaret era entonces un pueblo pequeño y pobre, en el que dudosamente habría trabajo para un carpintero durante todo el año; y, por otra, han situado en Séforis la residencia de Herodes Antipas.
Antipas, tetrarca de Galilea y Perea entre los años 4-39 d.C. (es decir, toda la infancia y la juventud de Jesús), había hecho de Séforis la capital de aquel territorio: la había fortificado y la había embellecido con grandes obras públicas, para lo que había sido preciso contratar a cientos de obreros, carpinteros y artesanos. A esto se añade que Séforis se encuentra a sólo 5 Km. de Nazaret: es decir, a una hora a pie. Si imaginamos a Jesús y a José, artesanos que sabía trabajar la piedra y la madera, en una pequeña aldea en la que no había mucho trabajo... es bastante verosímil pensar que ambos hubieran trabajado allí, esporádicamente o de modo estable, justo en los años anteriores al comienzo de la vida pública de Jesús. De hecho, esto es lo que nos muestra el principio de “El hombre que hacía milagros”.
Así pues, José y Jesús fueron carpinteros, pero algo más que eso. Fueron artistas que sirvieron con su trabajo a una población mucho más amplia que la de Nazaret. Y con ese oficio se santificaron y santificaron también la realidad que les tocó vivir.
A diferencia de la película animada que comento, la mayoríade los filmes -desde la época muda hasta ahora- ha preferido representar a Jesús como carpintero. Así lo vemos en este precioso fotograma de "La pasión de Cristo", en el que la Virgen, sin dejar un momento sus tareas en el hogar, sigue con atención el trabajo de su hijo en la carpintería de Nazaret. Ella le vio trabajar la madera durante años, consciente de que también así estaba obrando su Hijo la redención en el mundo.
Aquí , el tráiler de "El hombre que hacía milagros". Lo primero que se dice de Jesús es que fue "el carpintero de Séforis".
http://jesucristoenelcine.blogspot.com.es
Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI hoy durante la catequesis que pronunció en la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI, y que quiso dedicar a esta santa italiana Doctora de la Iglesia y copatrona de Europa, dentro de su ciclo sobre santas mujeres de la Edad Media.
Catalina de Siena, que vivió en el difícil siglo XIV, fue, afirmó el Papa, una de esas santas “que sacuden las mentes y los corazones provocando conversión y renovación”.
Original de Siena, desde muy joven entró en la Orden Terciaria Dominica. Fue favorecida por numerosas visiones y revelaciones divinas.
A pesar de no ser una persona ilustrada, fue consejera espiritual de “nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el papa Gregorio XI, que en aquel periodo residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a volver a Roma”.
“Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados”, explicó el Papa
“También por este motivo el Venerable Juan Pablo II la quiso declarar Copatrona de Europa: para que el Viejo Continente no olvide nunca las raíces cristianas que están en la base de su camino y siga tomando del Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia”.
Por ello, afirmó Benedicto XVI, de esta santa “aprendemos la ciencia más sublime: conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia”. “Aprendamos de santa Catalina a amar con valor, de forma intensa y sincera, a Cristo y la Iglesia”, exhortó a los presentes.
El Papa explicó algunas de las visiones de la Santa, en las que el propio Jesucristo se desposaba con ella en la fe, o le intercambiaba su corazón.
“Como la santa de Siena, todo creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como el mismo Cristo ama”, afirmó el Papa. Todos los fieles pueden “aprender a amar como Cristo”, a través de “una familiaridad con Él nutrida por la oración, por la meditación sobre la Palabra de Dios y por los Sacramentos, sobre todo recibiendo frecuentemente y con devoción la santa Comunión”.
Por ello el Papa animó a acudir asiduamente a la Eucaristía, que “es un extraordinario don de amor que Dios nos renueva continuamente para nutrir nuestro camino de fe, revigorizar nuestra esperanza, inflamar nuestra caridad, para hacernos cada vez más semejantes a Él”.
Otro don que Catalina tenía era el de las lágrimas, que “expresan una sensibilidad exquisita y profunda, capacidad de conmoción y de ternura”.
Catalina ejerció también de forma destacada la “maternidad espiritual”, una vocación de la que “también hoy la Iglesia recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, refuerzan la fe de la gente y orientan la vida cristiana hacia cimas cada vez más elevadas”, concluyó.
De los antiguos catálogos de los papas, los más antiguos, como el de San Ireneo (siglo III), Eusebio (siglo IV), San Epifanio, San Jerónimo y San Agustín, hacen de Cleto y Anacleto un solo personaje, que, siguiendo a San Lino en el Pontificado, viene a ser con ello el tercero de los papas. Más tarde, en el Catálogo Liberiano (siglo IV) y en el Líber Pontificalis (siglo VI), se hace ya distinción entre estos dos nombres, dándose a Cleto el tercer lugar y el quinto a Anacleto en la sucesión del Príncipe de los Apóstoles. Esta separación se debió, tal vez, en época posterior a escrúpulos de exactitud, suposición confirmada por los recientes estudios llevados a cabo por el alemán Er. Caspar sobre la vida de los primeros papas.
De aquí que, siguiendo la opinión más extendida entre los críticos modernos, también nosotros tomaremos el nombre de Cleto por el de Anacleto, identificando con ello, y en ambos nombres, al tercer papa que sucedió a San Lino en la silla de San Pedro.
San Cleto o Anacleto nace, según los documentos aludidos, en Atenas, y ya de muy joven es convertido a la fe cristiana por el mismo San Pedro, quien pronto le ordena de diácono y poco más tarde de presbítero. Tal vez seguirá al apóstol en su correrías evangélicas, hasta que llega a Roma, donde forma parte, desde el primer momento, de aquel grupo de selectos o colaboradores que tenía San Pedro en la ciudad de los Césares. No es de extrañar que a ellos -a Lino, su sucesor; a Anacleto y a Clemente- les confiara de vez en cuando el gobierno de la Iglesia romana, mientras él iba recorriendo las distintas cristiandades.
Por el año 76, y habiendo muerto el sucesor de San Pedro, San Lino, es escogido Anacleto por la comunidad de fieles para sucederle en la cátedra, empezando con ello su pontificado, que había de extenderse hasta el año 88, según unos, o hasta el 90, según otros, Duros tiempos le toca vivir, cuando a los trabajos de consolidación de las primeras cristiandades se iban uniendo las fatigas de la persecución, que no hacía mucho se había desencadenado. Anacleto, como buen pastor, vigila y ora con los perseguidos, a quienes reúne en las catacumbas para celebrar los divinos oficios. El mismo, como posteriormente haría San Dámaso, decora las tumbas de los apóstoles, y especialmente la de San Pedro, que había sido enterrado en la colina del Vaticano. En ella hace construir una especie de túmulo o "memoria? que sirviera para señalar a las generaciones futuras el lugar exacto de la tumba del primer papa.
Nuestro Santo aparece, por otra parte, como un Pontífice de la Iglesia romana y universal, con ciertos decretos llenos de interés, usando en sus cartas el saludo, que habían de adoptar sus sucesores, de "Salud y bendición apostólica", y, como casi todos los primeros pastores de la Iglesia, iba a manifestar con su vida la doctrina de Cristo que predicaba.
Por este tiempo había sucedido en el Imperio el emperador Domiciano (81-86), que al fin de su vida, y echando abajo la templanza característica de su familia, los Flavios, iba a distinguirse como uno de los perseguidores más cruentos de los cristianos. Que en su reinado padeciera el martirio San Anacleto es indudable, aunque no nos queden noticias precisas del modo y la fecha en que lo sufrió. La Iglesia, sin embargo, le ha concedido siempre el título de mártir, habida cuenta de los trabajos que tuvo que padecer. Fue enterrado en la misma colina del Vaticano, junto al sepulcro de San Pedro, a quien tan de cerca había seguido en su vida.
FRANCISCO MARTÍN HERNÁNDEZ
Los brutales atentados en Sri Lanka el pasado Domingo de Pascua siguen recordando al mundo que, en muchos lugares, ser cristiano puede llegar a costar la vida.
Tres iglesias y tres hoteles fueron objetivo de los terroristas suicidas de un grupo islamista local que perpetró los ataques bajo el paragüas del Estado Islámico, que ha reivindicado la autoría.
Esta es la explosión en la iglesia de San Antonio vista desde la distancia.
Y este es el interior después de la deflagración que costó la vida a decenas de personas que celebraban la Resurrección de Cristo.
Pocas horas después, en Roma, el Papa tuvo un especial recuerdo hacia estas víctimas durante la bendición Urbi et Orbi.
FRANCISCO
“He recibido con tristeza y dolor la noticia de los graves atentados que, justo hoy, día de Pascua, han llevado luto y tristeza a algunas iglesias y otros lugares públicos de Sri Lanka. Deseo expresar mi cercanía cariñosa a la comunidad cristiana, atacada mientras estaba reunida en oración, y a todas las víctimas de una violencia tan cruel”.
En estos días, Francisco no ha dejado de pensar en los más de 350 muertos y 500 heridos que ha dejado el terrible atentado.
FRANCISCO
“Quiero expresar una vez más mi cercanía espiritual y paternal al pueblo de Sri Lanka. Estoy muy cerca de mi querido hermano, el cardenal Malcolm Ranjith Patabendige Don, y de toda la Archidiócesis de Colombo. Rezo por las muchas víctimas y heridos, y pido a todos que no duden en ofrecer toda la ayuda necesaria a esta querida nación. También espero que todos condenen estos actos terroristas, actos inhumanos, nunca justificables”.
También lo ha hecho a través de Twitter. El miércoles publicó este mensaje en el que asegura que los mártires demuestran que la injusticia no tiene la última palabra.
Los primeros funerales ya se han celebrado. Los ha presidido cardenal de Sri Lanka, Malcom Ranjith, quien ha llamado a los cristianos a mantener la calma para no caer en una espiral de venganza. Los obispos del país también han invitado a que no se instrumentalicen políticamente estos ataques
Por desgracia, el número de víctimas continúa aumentando porque hay muchos heridos de gravedad.
El Papa visitó Sri Lanka en enero de 2015. El país había atravesado 25 años de guerra civil, un conflicto que, entre otras, tenía una causa étnico-religiosa. Por eso allí en varias ocasiones Francisco insistió en que la religión nunca debe usarse como pretexto para cometer actos violentos.
FRANCISCO
“Por el bien de la paz, nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra”.
Sri Lanka siempre ha despertado mucho interés entre los papas. Francisco fue el cuarto que viajó a este lugar conocido como la “Perla del Océano Índico”. Pablo VI fue el primero que estuvo en la isla, en 1970, y Juan Pablo II la visitó en dos ocasiones, en 1981 y en 1995.
El país cuenta con unos 23 millones de habitantes, de los que el 70 por ciento son budistas, mientras que los musulmanes no llegan al 10 por ciento y los cristianos están cerca del 8.
“Redescubrir el asombro, casi el escándalo, frente a Cristo que, en el agua del lavatorio de los pies, en el pan y el vino de la Eucaristía, en la entrega de su gracia a nuestro ministerio sacerdotal, que se abandona en nuestras manos y se deja clavar en la cruz de nuestro pecado”: esta es la exhortación que el administrador apostólico del Patriarcado Latino, monseñor Pierbattista Pizzaballa, dirigió a los fieles y concelebrantes de la misa in Coena Domini y la misa crismal en el Santo Sepulcro, con la que comenzaba el triduo de celebraciones que llevaría hasta el anuncio de la Pascua.
Desde el Edículo, donde fue depositado el cuerpo mortal del Mesías, monseñor Pizzaballa, en su homilía, subrayó la importancia del lavatorio de pies y de la adhesión de Pedro tras su asombro ante el hecho de que Jesús le lavase los pies. “Con Pedro”, dijo el administrador apostólico, “podemos pasar de la incomprensión a la adhesión entusiasta, para convertirnos –en nuestra debilidad–, cada uno según su condición y vocación, en principio y fundamento visible de comunión y fraternidad”.
Pizzaballa dirigió su mensaje sobre todo a los casi doscientos cuarenta sacerdotes de la diócesis y de todo el mundo que llenaban el Santo Sepulcro para la celebración de su ministerio, en el momento de la renovación de sus promesas.
“Con Pedro”, afirmó Pizzaballa, “nos engañamos creyendo que, para vivir o sobrevivir, tenemos que ocupar nuestro espacio, en lugar de dejar espacio a los demás; que la afirmación de nuestra identidad precede a la relación con los que me rodean. Incluso para nosotros, los sacerdotes, a veces el ministerio se confunde con el ejercicio del poder, hasta el abuso, como tristemente hemos visto con frecuencia en estos tiempos, en lugar de con el servicio a la vida de las personas. Más que servir al Evangelio puede ocurrir que nos sirvamos del Evangelio para nosotros mismos y nuestros intereses. Se nos ha pedido que perdamos la vida por Cristo y quizá, a veces, hemos preferido perder a Cristo para conservar nuestra vida”.
La celebración incluyó el rito del lavatorio de los pies a frailes y seminaristas de la diócesis y la bendición de los óleos y el crisma que se usarán durante el año en las liturgias. El canto del Tantum Ergo acompañó la solemne procesión eucarística que rodeó dos veces el Edículo del Santo Sepulcro.
La tarde se desarrolló según la tradición: primero, la entrega simbólica de las llaves del Santo Sepulcro al vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, por parte de la familia musulmana que las guarda y la reapertura durante unos minutos del Sepulcro, seguida de la celebración del lavatorio de los pies en el Cenáculo.
Una multitud de peregrinos asistió a este acto en el lugar en que Jesús celebró la Última Cena. Presidió la liturgia el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, que lavó los pies a doce niños de la parroquia de San Salvador que se preparan para recibir la confirmación. Los pasajes del Evangelio que se escucharon narraban los hechos en los que es protagonista el Cenáculo, que se celebran este día: el lavatorio de los pies, la institución de la eucaristía y el nacimiento de la Iglesia.
Al final de la liturgia, tras darse la paz y la oración del Padrenuestro, los franciscanos de la Custodia y los fieles que les acompañaban realizaron la tradicional peregrinación hasta la catedral de Santiago y la iglesia de los Arcángeles, ambas de culto armenio, en la que los franciscanos fueron acogidos durante seis años después de su expulsión del Cenáculo. La peregrinación terminó en la iglesia siria ortodoxa de San Marcos, en la que un monje comenzó la oración con un canto en arameo.
La última parte del Jueves Santo fue por la noche, con el rezo de la Hora Santa en Getsemaní, para recordar el sufrimiento y el llanto del Señor y entrar aún mejor en el misterio del dolor de Jesús que salva.
El Viernes Santo comenzó justo en el “lugar llamado de la calavera”, el Gólgota, testigo de la Pasión y muerte del Redentor y centro de la Tierra. Los peregrinos y los católicos locales acompañaron a Cristo en su Pasión desde la mañana –venerando la reliquia de la Cruz– hasta la tarde, participando en la procesión fúnebre de Cristo.
El canto de la Pasión en la capilla cristiana del Gólgota y la adoración de la Cruz fueron los momentos centrales de la celebración matutina, presidida por monseñor Pizzaballa.
Las puertas de la basílica se abrieron solemnemente a las 8, según la tradición: un miembro de una de las familias musulmanas que custodian las llaves de la puerta les Santo Sepulcro abrió la jamba de la derecha y el sacristán católico la de la izquierda, permitiendo la entrada a la procesión solemne dirigida por los kawas (los guardias de la época otomana) y seguida por los seminaristas del Patriarcado, sacerdotes, franciscanos y el administrador apostólico Pizzaballa. Durante la celebración de la Pasión se recordaron las últimas horas de Cristo, cantando en latín el pasaje evangélico de Juan entre tres cantores y el coro del Magnificat.
A pesar de los muchos fieles congregados, un silencio ensordecedor acompañó el canto, subrayando el carácter sagrado del momento, culminado en el acto de arrodillarse, por parte del obispo Pizzaballa y los concelebrantes, sobre la piedra del Gólgota en la que fue clavada la cruz de Cristo. Un pasaje de Isaías y otro de la Carta a los Hebreos cerraron la liturgia de la Palabra. A continuación, el administrador apostólico expuso a los frailes, celebrantes y fieles asistentes, el relicario de la Cruz, para que pudieran adorarlo. El rito se remonta al siglo IV: en este lugar, el Viernes Santo, durante tres o cuatro horas el pueblo desfilaba adorando la Cruz, mientras se proclamaban durante tres horas los pasajes de la Sagrada Escritura referidos a la Pasión del Señor.
Después de la procesión y la distribución de la Eucaristía consagrada el día anterior, Pizzaballa bendijo solemnemente a los fieles reunidos en la capilla del Gólgota y a los que esperaban abajo, ante la piedra de la unción. Luego, las puertas se volvieron a abrir y frailes, sacerdotes y fieles pudieron salir de la iglesia en la que los franciscanos fueron reemplazados por seminaristas armenios, preparados para empezar sus celebraciones de la última semana de Cuaresma.
Pocas horas después, desde el punto considerado desde hace nueve siglos como el Pretorio de la Fortaleza Antonia, lugar de la condena de Jesús, pero que ahora está incluido en la explanada de las mezquitas y se ha convertido en la escuela coránica “El-Omariye”, salió el Via Crucis del Viernes de los franciscanos, al que siguió el de la parroquia de San Salvador de Jerusalén.
Seguido de manera especial, el Via Crucis jerosolimitano sube por la Vía Dolorosa hacia el Santo Sepulcro, sorteando las tiendas de las estrechas calles del mercado árabey recorriendo rápidamente el trayecto que lleva desde el convento de la Flagelación al Calvario y después al Edículo del Santo Sepulcro, donde termina.
Por la tarde es el momento de la procesión fúnebre de Cristo: una antigua tradición que se remonta a las representaciones de la Edad Media, inspiradas en la Pasión de Cristo, llamadas Misterios. La representación se vincula estrechamente al franciscanismo, no solo en Tierra Santa sino en el mundo, porque es una modalidad que los frailes utilizaron en aquella época para hablar de Dios al corazón del pueblo y contarle las historias que la teología hacía muy complejas para el grado de instrucción de ese momento.
Esta representación escénica tiene la función de permitir recordar la pasión, muerte y resurrección de en los lugares en que sucedió todo. Pone el énfasis en dos cosas: por un lado, permite hacer visible que Cristo realmente conoció la muerte de la carne, venciéndola; por otro, muestra que la muerte es necesaria para la Resurrección.
Este año hubo una gran novedad: un nuevo crucifico con los brazos articulados, donado por Colombia y terminado hace pocos meses, que sustituyó al anterior en la celebración. El autor es el escultor colombiano Santiago Ocampo Higuita, de 29 años, que realizó la obra con un equipo de tres artistas de su taller en Carmen de Vigoral, un pequeño pueblo cercano a Medellín.
La imagen sagrada fue bendecida por el obispo de Sonsón Rionegro, monseñor Fidel León Cadaviv Marín, durante una celebración solemne a la que asistieron una delegación de sacerdotes de rito oriental, franciscanos de la Comisaría de Tierra Santa colombiana y cerca de dos mil fieles.
Al día siguiente, la Vigilia Pascual se celebra en Jerusalén la mañana del Sábado Santo. Jesús resucita en este lugar, hoy como entonces, sin el clamor de las multitudes.
Considerada “la madre de todas las santas vigilias” y celebrada por la mañana en el lugar de la Anastasis (Resurrección) por necesidades locales ligadas al Status Quo de la Ciudad Santa, la de Jerusalén es la primera Vigilia Pascual en el mundo. Hablando metafóricamente, muchos la vinculan al origen: la Pascua comienza en el lugar donde todo sucedió, donde la Historia y la Geografía de la Salvación se encuentran. A otros, por otro lado, les gusta pensar que Jesús, hoy como entonces, resucita de nuevo en silencio, y poco a poco la Palabra y la alegría se extienden por el mundo.
La liturgia comenzó con el rito del “lucernario”, que se llevó a cabo delante de la Piedra de la Unción, a la entrada de la basílica del Santo Sepulcro, dirigido por el administrador apostólico del Patriarcado Latino, monseñor Pierbattista Pizzaballa. Inmediatamente después, empezó la liturgia de la Palabra, con siete lecturas y siete salmos, en los que la Iglesia medita sobre las maravillas que el Señor ha realizado por su pueblo y confía en su promesa. Al final de las lecturas, el Gloria, acompañado por el sonido del órgano, anunció a todos la Resurrección: gracias a la muerte y la resurrección de Jesús, este es, ahora, el lugar de la nueva creación.
A continuación, tuvo lugar la renovación de las promesas del bautismo, en la que cada uno repitió en voz alta su sí, antes de la aspersión con agua bendita.
“En esta liturgia no celebramos un recuerdo”, dijo en la homilía monseñor Pizzaballa. “Lo que realizamos en estos gestos no es solo memoria de lo que ocurrió a nuestros padres. También hoy, aquí, Dios ama, crea, libera, guía, perdona. Hoy aquí, Él cumple la obra de la Redención”. Después, se detuvo en varios elementos que caracterizan la Noche Santa: noche, fuego, agua y pan, describiéndolos y actualizándolos para recordarnos que la historia que se narra en esta Vigilia y cada día en el Edículo del Santo Sepulcro nos toca de cerca, y también habla de la historia de salvación de cada uno.
“Deseo que todos nosotros salgamos de este lugar llenos de vida y de luz”, concluyó Pizzaballa en su homilía. “Iluminados y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, para prender de nuevo el mundo del amor que cambió esta noche”.
Entre el entusiasmo general que caracterizó las últimas notas de la liturgia, fray Zacheusz Drazek, presidente de la basílica del Santo Sepulcro, comentó, “los frailes, que vivimos con la Resurrección, celebramos todos los días la liturgia del lugar. Hacerlo en este día ayuda todavía más a comprender la importancia del sitio al que Dios nos ha enviado a servir. No me acostumbraré nunca a vivir en contacto tan estrecho con la Resurrección”.
Elaborado con información de la Custodia de Tierra Santa en sus reportajes de texto y fotos de Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo.
Fuente: Fundación Tierra Santa.
Desmiente que la guerra en su país este terminando, como muchos piensan. Dice que todavía hay personas que huyen de Siria porque se sienten inseguros e incapaces de recomenzar.
JALAL
Sirio
“Queremos volver y construir nuestro futuro pero creo que será difícil volver. FLASH. Ya son ocho, nueve años de guerra y todavía no ha terminado. He perdido ocho años de mi vida solo esperando”.
Jalal recuerda cómo la guerra ha dejado a muchas familias separadas, con sus miembros repartidos por todo el mundo.
Cree que la guerra ha sido causada por elementos externos al país, elementos políticos y cree que es responsabilidad de la comunidad internacional invertir en la reconstrucción del país. Hay que ayudar a los sirios a retomar el control de su futuro.
JALAL
Sirio
“No nos ayudéis con las bombas, misiles, ametralladoras, carros armados. Mejor dad comida o dinero para las personas necesitadas”.
Jalal recuerda cómo antes de la guerra la gente vivía en paz. Él perdió a su abuela y amigos y ahora está lejos de casa.
La Comunidad de San Egidio ayudó a traer a Jalal a Roma. Es una organización cristiana centrada en la ayuda fraterna. Ayuda a quienes viven en las periferias de la sociedad.
JALAL
Sirio
“Es una vía muy segura y eso es muy importante. Esto es gracias a que conocen bien a las personas que traen consigo. Nos sentimos seguros, no nos sentimos a la deriva. Venimos en avión y de modo legal. Aquí tienen programas para nosotros; una escuela que nos permite aprender el idioma, una casa donde estar y preparar nuestro futuro paso a paso”.
Tras las tragedias de los refugiados fallecidos en el mar, la Comunidad de San Egidio junto a las Iglesias Protestantes de Italia, crearon los llamados “Corredores humanitarios”. Es una respuesta a la crisis que sigue la línea propuesta por el Papa: recibir, proteger, promover e integrar.
En 2017 ayudaron a más de 1.000 refugiados sirios a dejar Líbano.
A pesar de las dificultades de rehacer su vida en Europa, Jalal espera empezar una nueva vida y reconstruir su futuro.
“José predijo siete años de abundancia seguidos por siete años de hambre”, dijo Lynn, “pero en nuestro caso hemos tenido siete años de sequía seguidos ahora por una lluvia inesperada“.
En efecto, a consecuencia de unas precipitaciones situadas un 131% por encima de la media, las aguas llegaron a crecer 11 centímetros en un solo día. En total, ha crecido 2,8 metros desde el inicio de las lluvias.
El también conocido como Lago de Genesaret o Mar de Tiberíades es el principal reservorio de agua del estado de Israel, por lo que estas noticias están siendo bienvenidas. Lo curioso es que esto sucede cuando estaban a punto de alcanzarse los niveles más bajos desde 1926, cuando empezaron a registrarse. Todo el país se ha visto beneficiado de esta abundancia, también el Mar Muerto.
Fuente: Fundación Tierra Santa
Barbara Nazzaro, directora técnica del Coliseo, explica cómo se organizaba el espectáculo.
BARBARA NAZZARO
Directora técnica del Coliseo
“El espectáculo era muy complejo porque duraba todo el día. Por la mañana hacían cacerías, más o menos a la hora de comer tenían lugar las ejecuciones. Por la tarde el espectáculo concluía con el combate de gladiadores. En el piso subterráneo se preparaba todo para estos momentos importantes, también estaban los animales. Los animales eran una atracción muy importante para el público de Roma. Más eran exóticos más atraían su interés”.
Estos animales se subían a la arena a través de ascensores colocados bajo el suelo. Estos se construían con rudimentarios pero efectivos sistemas de poleas. Se calcula que la organización del espectáculo necesitaba unos 1.800 trabajadores.
BARBARA NAZZARO
Directora técnica del Coliseo
“Los animales estaban en lo que hoy llamaríamos un zoológico, cerca del Coliseo. Llegaban a él a través de unos conductos subterráneos que enlazaban unos ambientes con otros. Por desgracia estos conductos han sido obstruidos por obras posteriores”.
Nazzaro explica que no había cárceles durante la época de los romanos, por lo que los criminales eran enviados a la arena. No siempre morían pero eran obligados a participar.
Este habrá sido el destino de muchos cristianos aunque eso no quiere decir que fueran explícitamente condenados por su fe.
BARBARA NAZZARO
Directora técnica del Coliseo
“Es muy probable que también algunos cristianos hayan muerto aquí, pero no hay descripciones ni narraciones en las crónicas de la época. Por tanto: es posible que haya sucedido, pero no está documentado”.
Barbara Nazzaro explica que la sensibilidad hacia la violencia era muy distinta en aquella época. Hasta es probable que entre los asistentes a los espectáculos hubiera cristianos. Sin embargo, es difícil comprobar si fueron muchos los martirizados aquí.
Sin embargo, antes de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan narraran por escrito la pasión y muerte de Cristo debió de existir un relato primitivo en arameo que se transmitía oralmente sobre aquellos hechos. Así al menos lo cree José Miguel García Pérez, experto en el estudio del sustrato semítico en el Nuevo Testamento, que en « La pasión de Cristo. Una lectura original» (Editorial Encuentro) rastrea esas huellas de arameo en los textos evangélicos.
Una interpretación desde la lengua semítica de algunos versículos puede arrojar luz sobre las llamativas diferencias, e incluso contradicciones, que se aprecian en los evangelios. Porque, ¿coincidió la última cena con la celebración de la Pascua judía? ¿Jesús murió el 14 o el 15 de Nisán?
«Jesús enseñó en arameo, que era la lengua que hablaba, y también los apóstoles, cuando fueron enviados a predicar», recuerda este sacerdote que se muestra seguro de que aquellas enseñanzas aprendidas de memoria conformaron «una tradición muy fija» que se transmitió oralmente. «Muy pronto», continúa, esos relatos se formularían por escrito y es muy posible que en arameo.
Por desgracia, «no nos han llegado esos textos semíticos», pero este profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología San Dámaso y en el Instituto de Ciencias Religiosas de Madrid detecta señales en el evangelio de Juan de un «griego de traducción», a partir de un «relato semítico arcano».
Y en los textos de Marcos y Mateo, incluso en los de Lucas, que no era judío como los otros tres y dominaba el griego, también encuentra «expresiones e informaciones que no cuadran» en griego, reflejo de relatos más antiguos. El propio Lucas advierte en el prólogo que bebe de diversas fuentes cuando escribe:
«Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir...».
El arameo era una lengua consonántica, sin vocales, que se escribía sin separación entre palabras, según explica este experto. De ahí, a su juicio, algunas discrepancias en los posteriores textos en griego. García Pérez recompone los pasajes más controvertidos a partir de ese sustrato semítico y propone una lectura distinta, aclarando las partes más oscuras.
Así, aludiendo a los estudios de César A. Franco Martínez, afirma por ejemplo que «Jesús muere el 15 de Nisán, en el día de la Pascua judía», no el 14 como parece fecharla el cuarto evangelista, por lo que la Última Cena coincidió con la celebración de la Pascua judía.
O que la liberación de Barrabás no estuvo vinculada a un privilegio pascual. «No hay en ningún texto huella alguna que apunte a un privilegio por el que los judíos podían exigir al prefecto romano la liberación de un preso por la Pascua. No es histórico, nunca ha existido», explica.
Algunos han apuntado a una invención de los evangelistas o han apelado a algunos actos puntuales, pero éstos no constituían una costumbre. Según García Pérez, «la solución es interpretar esas frases que están en griego desde el sustrato arameo y desde ahí se entiende que están hablando de un hecho concreto porque efectivamente en la Pascua de Jesús se había pactado la liberación de Barrabás. Marcos se refiere a una costumbre, porque la gente acostumbraba a ir al pretorio a pedir».
El sueño de la mujer de Pilatos es otro de los episodios que, tras la relectura de este experto, cobra un nuevo sentido. Tomado por muchos como un pasaje legendario, si se relee desde el prisma semítico que García Pérez propone «no es la mujer de Pilatos la que sueña», sino que ésta traslada a su marido las peticiones de clemencia para Jesús de otras mujeres judías, vinculadas a miembros del Sanedrín que, como José de Arimatea, discrepaban de la condena.
«¿Por qué Pilatos se lava las manos? Porque le ha llegado el mensaje de que hay gente principal entre los judíos que no está de acuerdo, es un mensaje a esos jefes principales de que no es culpa suya», sostiene el autor de «La pasión de Cristo. Una lectura original».
Aunque se han puesto muchos reparos al relato del juicio ante el Sanedrín, subrayando las diferencias con la legislación contenida en la Misná, García remarca que esta normativa es más «tardía» y «no es la que funciona en época de Jesús». El Sanedrín tenía potestad para juzgar y para condenar a muerte, pero no podía ejecutar. «Eso también es histórico», asegura este experto.
«Durante muchos años se ha difundido que los evangelios son relatos inventados mucho tiempo después, pero ha habido mucho dogmatismo en este sentido. Hay elementos en los evangelios que se contradicen, pero que se han ido aclarando», añade García Pérez antes de subrayar que «es verdad que los evangelios son relatos de fe, pero la fe cristiana se basa en unos hechos históricos» y el relato de la Pasión de Jesús «ciertamente es histórico, fiabilísimo».
A lo largo de 216 páginas, este investigador aborda desde el problema cronológico de la pasión de Jesús, al prendimiento en Getsemaní, las dificultades históricas del relato del juicio ante el Sanedrín, las negaciones de Pedro, la muerte de Judas, el juicio ante Pilato, la crucifixión y las noticias cronológicas dispares sobre la muerte de Jesús y el entierro según los ritos funerarios judíos, hasta el día en que las mujeres se acercaron hasta el sepulcro.
Con el libro no solo pretende «avalar la historicidad de los relatos evangélicos», sino también «la conciencia que tenía Jesús de su muerte y su significado». En su empeño de arrojar luz sobre las expresiones oscuras apelando al sustrato semítico, quizá algunos puedan pensar que llega a forzar sus conclusiones, pero García Pérez replica que su libro «no es palabra de Dios» ni él pretende que se cambie el texto de los evangelios porque «no nos han llegado los textos arameos previos».
Este profesor de Sagrada Escritura se limita a proponer «una reconstrucción» de algunos pasajes partiendo de un posible escrito semítico anterior. «La cuestión es si esos fenómenos lingüísticos existen y si podrían estar detrás de los textos griegos... y sí, existen. Si la tradición aramea arroja luz sobre los textos griegos, pues bienvenida sea», concluye.
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