Imagine vivir en una ciudad en la que uno de cada tres habitantes son emigrantes irregulares. Es el caso de Rodas, en Grecia. Allí, el fraile Luke Gregory dedica sus energías a atender a los refugiados que llegan a la costa.
En 2015, la población pasó de 30.000 personas a 45.000, de los que 15.000 eran refugiados. Los atienden seis policías y dos frailes que deben cuidar también cinco iglesias.
P. JOHN LUKE GREGORY
Fraile franciscano “Hay que entender el viaje que hacen desde Turquía. Es muy peligroso y aún más en invierno, porque el mar es agitado y profundo. Además, los traficantes, en vez de llevar a 17 personas en cada lancha, meten a 30. Pagan mil dólares por persona. Por eso la lancha navega a ras del mar y con cualquier movimiento, entra el agua. Se asustan mucho porque no saben nadar y se caen. Muchos mueren en el mar, nunca sabremos cuántos”.
La mayoría de refugiados que llegan a esta isla proceden de Siria, pero también vienen de Irak, Irán, palestinos de Gaza y kurdos. Dice que casi todos son musulmanes, pero que les ayudan sin preguntarles su religión.
P. JOHN LUKE GREGORY
Fraile franciscano “San Francisco decía que debemos ayudar a los más necesitados. Así que nunca pregunto a las personas cuál es su religión o de dónde vienen a no ser que me lo pregunten a mí. Yo les pregunto: '¿Qué necesitas?, ¿Cómo puedo ayudarte?'. Para mí, esto es lo importante”.
Para ayudar a quienes llegan a las costas, estos frailes piden a los turistas donativos para los refugiados. No se trata de que den dinero, sino bolsas de comida, pasta de dientes, o otros enseres. También les ayuda la asociación italiana “Terra Santa”, de modo que puedan comprarles comida en las tiendas de la isla.
P. JOHN LUKE GREGORY
Fraile franciscano “Primero tenemos que ocuparnos de sus necesidades básicas. De que tengan comida, de que tengan atención médica. Pero lo otro que más me preocupa es que los niños reciban algo de educación. Hasta hace un par de años, no tenían acceso a los colegios griegos”.
Para poner remedio la situación de estos 64.000 refugiados en Grecia, ha abierto un colegio en el que las profesoras son madres de los alumnos. Además, cada mes, cuando viaja a Jerusalén como miembro de la Orden del Santo Sepulcro de Tierra Santa, regresa a Rodas con libros y material escolar para los niños.
Dice que además de educarles les ayuda a superar el trauma que han atravesado, para que tanto padres como hijos se conviertan en miembros activos de la sociedad y contribuyan a mejorarla. Así, tanto los locales como los refugiados pueden beneficiarse de la emigración.
La organización Puertas Abiertas presenta la “Lista de la persecución” 2019
En ella que se registra que 245 millones de bautizados en el mundo viven bajo opresión y persecución
La Lista Mundial de la Persecución (LMP) elaborada por la organización Puertas Abiertas ratifica un año más que la persecución a cristianos a escala global no es un acontecimiento aislado, sino que vive una tendencia al alza que no parece tener límites. La cifra de cristianos perseguidos según el estudio es ya de cerca de 245 millones en todo el mundo, teniendo en cuenta los países que conforman los primeros 50 puestos de la lista. Esto significa que, mínimo, un cristiano de cada nueve en el mundo sufre persecución a un nivel alto, muy alto o extremo.
Además, 73 países han entrado en la categoría de persecución “alta”, “muy alta” o “extrema”, de los cuales 23 no aparecen en la lista de los primeros 50. La realidad de la persecución se agudiza en el continente asiático, donde uno de cada tres cristianos sufre persecución, mientras que en África se trata de uno de cada seis.
“Lo más preocupante es el aumento de la opresión hacia los cristianos en todo el mundo” ha resaltado Ted Blake, director de Puertas Abiertas en España. “Los cristianos en muchos países, como Egipto, India o China, son apartados de la sociedad por el único hecho de ser cristianos”. Corea del Norte, Afganistán y Somalia siguen ocupando, en este orden, los tres primeros puestos de la lista que ya ocupaban en la LMP 218. Los dos primeros países tienen la misma puntuación (94 sobre 100) y se diferencian por pocas décimas, mientras que Somalia sigue con 91 puntos sobre un máximo de 100.
Cristianos asesinados
Respecto al número de cristianos asesinados, ha habido 4.305 muertes registradas por Puertas Abiertas a causa de la fe cristiana de las víctimas. Esto supone un aumento del 29% respecto al mínimo de 3.066 muertes de la LMP 2018. Nigeria vuelve a ser el escenario de mayores crímenes mortales contra aquellos que profesan seguir la fe cristiana. 3.731 personas, como mínimo, han sido asesinadas por razón de su fe cristiana en suelo nigeriano.
Aumento de las Iglesias atacadas
También se ha observado un alarmante aumento en el número de iglesias atacadas, de 783 en 2017 a 1.847 en 2018. Este apartado de violencia también lo lidera Nigeria, con 569 iglesias atacadas, seguido de China (171) y Myanmar (100). De nuevo es importante recalcar que estos números deben considerarse como mínimos. Por su parte, el número de cristianos detenidos, procesados y encarcelados por causas directamente relacionadas con su fe es otro de los datos alarmantes en la LMP 2019: 3.150 por los 1.905 casos registrados en la LMP 2018. En este caso, es China la que lidera la tabla con la vergonzosa cifra de 1.131, como mínimo.
La realidad detrás de las cifras
De la lista roja de once países con nivel de persecución “extrema”, solo Irak se queda fuera respecto a los resultados del pasado añogracias a la derrota definitiva del autoproclamado Estado Islámico y el receso del conflicto armado. Por su parte, India sube una posición más y ya se sitúa 10ª en una escalada de posiciones en la LMP que no se ha detenido desde 2011.
Según el informe, gobiernos nacionalistas como la India o Myanmar continúan negando la libertad religiosa a una minoría cristiana que ya no es tan pequeña, enviando un mensaje claro de que para ser indio se debe ser hindú y para ser birmano se debe ser budista. Por su parte, nuevas legislaciones en China y Vietnam muestran que ambos países están aumentando el control sobre toda forma de expresión religiosa. “Preocupa mucho la situación en países de mayoría musulmana, que es de donde procede el mayor número de persecución contra los cristianos debido al islam radical”, ha asegurado Ted Blake, “y en el caso de Europa, el creciente secularismo agresivo contrario a los valores judeocristianos está haciendo la situación empeore y crezca la intolerancia religiosa”.
"En aquel tiempo, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? Mas Él, al oírlo, dijo: No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mt 9, 9-13).
Vamos a hablar hoy de la que fue la profesión de san Mateo antes de ser llamado por el Señor: recaudador de impuestos. En el Imperio romano, una de las funciones oficiales de los funcionarios imperiales era la de recaudar los impuestos sobre las tierras. El derecho de recaudar impuestos sobre las exportaciones, importaciones y el transporte de mercancías por el país lo compraban en subasta pública los mejores postores, que obtenían como ganancia la diferencia entre el dinero que recaudasen y la cantidad que habían pagado en la subasta.
Estos hombres, conocidos por el nombre de publicanos, arrendaban a subcontratistas el derecho de recaudar impuestos en ciertas partes de su territorio. Los subcontratistas, a su vez, estaban al cargo de otros hombres que recaudaban personalmente a su vez los impuestos. Este es el caso de Zaqueo, que parece era el jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó y sus alrededores. Mateo, en cambio, era uno de los que recaudaban personalmente los impuestos. Debía tener su oficina de impuestos en Cafarnaum o en sus alrededores, que es donde le llamó el Señor.
En Palestina había muchos recaudadores de impuestos judíos. Sus compatriotas los tenían en muy poca estima, pues a menudo exigían un impuesto superior al fijado. Solían evitar su compañía y los situaban en la misma categoría que los pecadores. También guardaban rencor a los recaudadores de impuestos, porque estaban al servicio de Roma, una potencia extranjera.
La economía principalmente rural de Galilea no proporcionaba muchos ingresos y había que pagar la estructura pública y a la potencia extrangera invasora. Como consecuencia sobrevivir económicamente no era fácil, y se puede decir que por la situación la mayor parte de la gente era muy humilde.
La recaudación de impuestos en esa época era rústica. Los ingresos fiscales tenían que establecerse mediante criterios subjetivos, que dependían de cada estructura o cada cobrador.
Como botón de muestra, Galilea tenía que pagar 600 talentos al año. Un talento era lo equivalente a 6.000 dracmas. El salario de un jornalero que trabajara para un propietario de tierras era de una dracma diaria, que equivalía como a 3 o 4 gramos de plata.
A partir de los 14 años era obligatorio pagar impuestos. Había un impuesto que cada varón de más de trece años tenía que pagar, otro por la propiedad de la tierra, otro por la producción agrícola. También había otro tipo de impuestos, como el del cobro de peajes por el uso de los caminos y de las rutas comerciales de la época.
La vocación de San Mateo, Caravaggio
En otro grupo podríamos situar los impuestos religiosos. Había un impuesto para el templo y un diezmo para los sacerdotes. Además de esto, la economía estaba de alguna manera controlada por el consejo de los sacerdotes, el llamado Sanderín, que hacía de banco central de la época. El conjunto era bastante alto, había que pagar mucho y, como es lógico, los impuestos eran bastante impopulares. Hubo incluso bastantes revueltas en esa época que eran sofocadas por las tropas del imperio.
A los recaudadores de impuestos se les llamaba publicanos. Era un sector de la sociedad muy mal visto, y que se juntaban entre ellos. Tenían prohibido participar en las ceremonias religiosas de la época, dado que su oficio era bastante arbitrario. Por lo general solían cobrar de más y quedarse con la diferencia. Por otro lado los publicanos de la época tenían bastante cultura comparado con el resto de la población, porque sabían leer y escribir. Además necesitaban saber algo de griego para tratar con comerciantes internacionales.
Por ejemplo, Mateo cobraría un impuesto por cruzar el lago de Genesareth, ya que estaba cerca de Cafarnaún, y ese era un impuesto que cobraba como arancel o peaje. Esta claro que es otra época, pero muchos de esos impuestos también se cobran hoy en día, aunque reciban nombres distintos: impuestos de peajes, impuestos de la propiedad, o impuestos por la compra de determinados productos.
Se han calculado ya unas 120 iglesias destruidas total o parcialmente por los bombardeos
Irmina Nockiewicz, de Relaciones Institucionales de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), recopila datos desde Siria para contabilizar los templos destruidos y los cristianos asesinados por su fe
ACN, Josué Villalón (Homs).- Siria continúa sumida en una guerra civil en la que se calcula que han muerto en torno a medio millón de personas, entre las cifras dadas por diversas fuentes. Dentro de este conflicto, la comunidad cristiana se ha visto muy amenazada, especialmente por los grupos yihadistas como el Daesh y Al Qaeda que han tomado parte en el conflicto.
La Iglesia local, a la par de su labor asistencial y pastoral, está llevando a cabo un importante trabajo de documentación de los templos, centros pastorales, casas parroquiales y otros lugares de culto que han sido objetivo de las bombas y ataques infundados. El fin es poder recuperar estos lugares lo antes posible para que la comunidad cristiana pueda seguir disfrutando de ellos y se frene la hemorragia de miles de cristianos que se han visto forzados a huir de sus lugares de origen ante la persecución.
Irmina Nockiewicz, que trabaja en el equipo de Relaciones Institucionales de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada ante la Unión Europea, está apoyando a la Iglesia en esta labor investigadora, que también está constatando cientos de casos de amenazas, secuestros y asesinatos contra cristianos por el simple hecho de serlo. Da a conocer parte de los datos que se han recopilado hasta ahora y el valor de estos para que en Siria, el cristianismo no desaparezca.
¿Cuáles son las cifras de estos ataques contra los cristianos en Siria?
Irmina Nockiewicz: Aunque aún estamos en un proceso inicial de la investigación, se han calculado ya unas 120 iglesias destruidas total o parcialmente por los bombardeos. Pero hay otros muchos edificios también destruidos: monasterios, colegios, casas parroquiales, centros juveniles. Estos edificios dan cuenta de que en Siria la Iglesia juega un rol social y cultural muy importante, como en otros países. Además se está haciendo un estudio de las casas de cristianos para poder reconstruirlas, para que los que tuvieron que huir de la guerra, vuelvan lo antes posible.
Otra parte importante de este estudio es dar a conocer los casos de ataques contra personas, ¿cuántas personas han sido secuestradas o asesinadas por su fe cristiana?
Irmina Nockiewicz: Las Iglesias locales están aún contabilizando y recopilando los testimonios de secuestros o asesinatos, pero los primeros datos hablan de unos 1.000 “mártires” cristianos en Siria. La Iglesia local denomina mártir a una persona que ha muerto en un bombardeo sin haber tomado parte en los combates, o alguien que recibió un disparo o falleció a causa de las heridas de un ataque. No son mártires en el sentido estricto de la palabra, pero para la comunidad cristiana sus vidas son igualmente muy valiosas.
¿Cómo es el proceso para recopilar la información del estudio?
Irmina Nockiewicz: Primero acudimos a los párrocos para conocer la situación de sus iglesias y centros parroquiales. Ellos también nos dan unas cifras aproximadas de las casas destruidas de familias cristianas y nos ponen en contacto con ellas. De todo, pedimos fotos del antes y después de la destrucción, para conocer el estado original de los edificios. Y el siguiente paso es reunirnos con las familias afectadas para conocer sus necesidades, visitar sus casas y hacer una estimación de los gastos de reconstrucción, a través de la valoración técnica de manos de ingenieros y arquitectos cualificados. Las familias también dan cuenta de las historias de sus familiares fallecidos y aportan también todos los datos sobre casos de posible martirio.
¿Podrías compartir algún testimonio de martirio?
Irmina Nockiewicz: Por ejemplo, tenemos el caso del padre Frans van der Lugt, un misionero holandés, jesuita, que fue asesinado en Homs en el año 2014. Llevaba en Siria muchísimos años, hablaba árabe incluso mejor que algunas personas sirias. Llevaba una labor de educación entre los jóvenes enorme, también para atender a los desplazados, y en el diálogo interreligioso. Durante los peores años de la guerra en Homs, él decidió quedarse junto con unas pocas decenas de cristianos que no pudieron huir. Su vida ha sido un testimonio fuerte de fe y preferencia por los más necesitados.
¿Cuál sería el objetivo de este estudio?
Irmina Nockiewicz: Se quiere dar a conocer una realidad olvidada por todos. Aquellos que han dado su vida por la fe en Siria se merecen un respeto y que su testimonio no caiga en el olvido. Cuando la guerra termine, esperemos que pronto, los días de duelo pasarán. Pero no podemos dejar pasar que el cristianismo está en las raíces de Siria. Los cristianos son una minoría muy vulnerable porque viven en una sociedad totalmente musulmana y este estudio ayudará a la Iglesia local a mostrar a próximas generaciones cómo respondieron tantos cristianos ante la violencia. Además, se pretende detectar casos que en un futuro puedan ser motivo de beatificación y canonización.
¿Qué te está aportando personalmente este trabajo?
Irmina Nockiewicz: Creo que en Europa somos muy afortunados por tener paz, cuando parece que se nos ha olvidado el pasado de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Creemos que la paz es algo que está garantizado, pero hay que poner empeño en seguir luchando por la paz. Vivir de cerca la guerra de Siria te ayuda a valorar la paz, y darnos cuenta de que el terrorismo no es algo solo de aquí, que estamos viviendo un “multiterrorismo” también presente en Europa. Esta parte de mi trabajo también me ayuda a rezar, la Iglesia conmemora mucho aquí los días de difuntos, y ellos enumeran las personas que han muerto de la comunidad. Este trabajo me ayuda a rezar por todos los que han muerto.
¿Qué te dicen las familias a las que estás entrevistando y los cristianos de Siria con los que trabajas?
Irmina Nockiewicz: Que por favor no nos olvidemos de ellos, y que nos acordemos de rezar por la paz en Siria. Otra cosa importante que he aprendido es que ellos necesitan nuestra ayuda, no solo que sus vidas nos produzcan sentimientos compasivos. A veces se les hace vivir como si estuvieran en un museo, les hacemos fotos, se graban vídeos para las noticias y se les hacen muchas preguntas. Pero ellos viven con normalidad, llevan a sus hijos al colegio, acuden a la Iglesia a bautizar a sus hijos, tratan de vivir con normalidad. Por tanto, ellos no solo necesitan nuestra compasión, sino nuestra acción solidaria concreta. Mi último mensaje sería trabajar y colaborar juntos. Conocí a una persona que me dijo que lo que necesitaban eran personas que les visitasen, que convivieran con ellos, de otras partes del mundo, para sostenerles, darles esperanza.
Un magnífico artículo para recordar. Escrito en su blog por Daniel el día 11 de febrero de 2013, al conocer la renuncia del papa Benedicto XVI
La verdadera causa de la renuncia del Papa.
Tengo 23 años y aún no entiendo muchas cosas. Y hay muchas cosas que no se pueden entender a las 8:00am cuando te hablan para decirte escuetamente: “Daniel, el papa dimitió.” Yo apresuradamente contesté: “¿Dimitió?”. La respuesta era más que obvia, “Osea renunció, ¡Daniel, el papa renunció!”
El Papa renunció. Así amanecerán sin fin de periódicos mañana, así amaneció el día para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy católico. Uno de tantos. De esos que durante su infancia fue llevado a misa, luego creció y le agarró apatía. En algún punto me llevé de la calle todas mis creencias y a la Iglesia de paso, pero la Iglesia no está para ser llevada ni por mí, ni por nadie (ni por el Papa). En algún punto de mi vida, le volví a agarrar cariño a mi parte espiritual (muy de la mano con lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos extraordinarios guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo, recontinué un camino en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si, pero católico al fin. Pero así sea un doctor en teología, o un analfabeta de las escrituras (de esos que hay millones), lo que todo mundo sabe es que el Papa es el Papa. Odiado, amado, objeto de burlas y oraciones, el Papa es el Papa, y el Papa se muere siendo Papa. Por eso hoy cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos..nos preguntamos ¿porqué?. ¿Porqué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo?. ¿Se lo comió la edad?. ¿Perdió la fe?. ¿La ganó?. Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo.
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio. Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata. Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer Papa. Un tal..Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza. Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de alguien más carismático. Crucificado en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos. Que pantalones, que clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y abortista, pero ver a un tipo, del que se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y que responda así... ese tipo de personas, ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse del Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de paso como mocho, intolerante, fascista, derechista y nazi). Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le da flojera ir a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años están activos y trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Si, claro.
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de humildad, un hombre fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor Ratzinger. Sin homenajes pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir, como vivió aún siendo Papa: humilde.
En el Mar de Galilea, «miras a los lados y te dices: “Esto estaban viendo Jesús y los apóstoles”»
El Mar de Galileaes un lugar fundamental en la vida de Cristo y forma parte hoy de toda peregrinación a Tierra Santa. Allí llamó a sus primeros discípulos y proclamó la esencia de su mensaje de salvación.
José-Fernando Rey Ballesteros, sacerdote, evoca sus aguas para las reflexiones que componen su libro El mar de Jesús de Nazaret(Cobel).
-¿Qué encuentra de especial el peregrino en el Mar de Galilea?
-Si alguien me dijese que tan sólo puede estar una tarde en Tierra Santa, y me preguntara qué lugar debe visitar, no le aconsejaría que visitase el Mar de Galilea, sino el Santo Sepulcro. El Santo Sepulcro es el lugar más maravilloso de la Tierra, es su propio centro, porque allí, en ese lugar, la Historia se abrió a la eternidad.
Y, cuando uno se encuentra dentro de esa cavidad, se da cuenta de que esa brecha continúa abierta. Pero lo que ve el peregrino cuando visita el Santo Sepulcro poco tiene que ver con lo que contemplaron María Magdalena o José de Arimatea. En el Mar de Galilea, sin embargo, parece que el tiempo retrocediese. Miras a los lados, contemplas el agua y los montes, y te dices: “Esto estaban viendo Jesús y los apóstoles mientras recorrían con su barca el Lago”. Es muy fácil rezar en el Mar de Galilea.
-¿Aconseja algún lugar específico?
-Allí no hay monumento ni enclave más emblemático que el propio Lago. Los viajes organizados a Tierra Santa incluyen siempre una travesía en barco por sus aguas. Si en otros lugares santos aconsejo a los peregrinos que cierren los ojos y traten de ver lo que no está a la vista, el consejo que les doy cuando navegan por ese mar es el contrario: que abran bien los ojos, que compartan el mismo horizonte que contemplaron los ojos del Señor y de los apóstoles.
-Buscando ¿qué?
-Que dejen que sea el propio Jesús quien les descifre los secretos del paisaje, tal como los ha descifrado en los Evangelios: las dos orillas, la vida y la eternidad; las aguas, que simbolizan a la muerte; los vientos y tormentas, que no nos faltan en la vida; los peces, que son hombres que se hunden y necesitan ser salvados… Todo el mensaje de Cristo está en esas aguas.
-¿Los visitantes lo experimentan así?
-Depende de cómo se realice la visita. Para el turista, es un viaje en barca por un lugar histórico. Pero a los peregrinos hay que llevarlos al centro del Lago, hay que detener allí la barca y congregarlos en torno al sacerdote. Entonces se lee algún pasaje evangélico que dé vida al paisaje, como puede ser la primera pesca milagrosa, o la terrible tormenta durante la que despertaron a Jesús…
-Tiene que ser impresionante…
-Se hace un silencio estremecedor, porque los peregrinos están viendo lo que se lee. Cuando, finalizado el viaje, vuelves a casa, lo recuerdas como si hubieras estado allí mismo con el Señor, como si hubieras sido parte de la escena. Esa lectura evangélica siempre te va a llevar al momento en que, más que leerla, la viviste. No lo olvidarás jamás.
-Ese mar, por el que transita Pedro guiando la barca que es la Iglesia, también se enfurece…
-¿Acaso ha tenido la Iglesia tiempos de calma? ¿Los tiene la vida? Son muy pocos. En la Historia de la Iglesia, quizá el Siglo de Oro, el posconcilio de Trento. Pero la pobre Iglesia venía de sufrir el zarpazo del cisma luterano. Y, antes, fue el cisma de Occidente. Y, antes, el exilio de Avignon. Y la separación de Oriente. Y, antes, las guerras de las investiduras. Y el siglo de hierro. Y las invasiones de los bárbaros. Y el arrianismo. Y las persecuciones. Y la Cruz. Después del siglo de Oro, el jansenismo. Y el modernismo. Y el posconcilio del Vaticano II. No ganamos para sustos. No es una travesía fácil, la de la Iglesia surcando la Historia.
-¿Es una prueba de su divinidad?
-A pesar de los pesares, la barca de Pedro sigue a flote. A finales de siglo XIX, Auguste Comte dio por finalizada, no a la Iglesia, sino a la propia religión. Venía la Ciencia a ocupar su puesto… Pues han pasado más de cien años, Comte murió, y la gente sigue acudiendo a los templos. La Iglesia sigue viva, la barca de Pedro sigue a flote.
-¿Qué hacer en tiempos de tormenta?
-Lo que siempre debimos hacer: confiar en el Dueño de la barca, en Cristo. Y procurar ser muy, muy santos, para no ser lastre, sino remeros, en la embarcación.
-¿Por qué en un libro sobre el Mar de Tiberiades se habla tanto sobre la vocación?
-Porque, para cuatro de los doce apóstoles, todo comenzó allí. Y no es casualidad. Según el significado que, a los ojos de Cristo, tenían esa orilla y esas aguas, la llamada es una invitación a remar mar adentro, a abandonar la comodidad de la tierra firme y surcar las aguas de la muerte como pescadores de hombres. ¿Qué haces ahí parado, mientras tus semejantes se ahogan en una vida sin sentido, que es más muerte que vida? Tienes que subir a la barca con Él. Claro que hay peligros, y riesgos, y muchas incomodidades. Pero, en medio de todas esas incertidumbres, tienes una sola certeza que vale por todo lo que has dejado: Cristo está a tu lado. Y su presencia, y el participar en su misión, compensa por todas la dificultades y sufrimientos de la misión.
-¿Estamos todos llamados a esa misión de la misma forma?
-Hubo otra persona para quien la vocación comenzó en la orilla de esas aguas, y no he hablado de ella en el libro, porque he querido centrarme en lo esencial. Me refiero al endemoniado de Gerasa. Es un personaje muy singular. Una vez curado, quiere subir a la barca con Jesús, y Jesús no le deja. No se lo permite, porque le señala otro mar: “Ve a los tuyos y anúnciales”. Ahí se ve la riqueza de vocaciones con que el Señor ha embellecido a su Iglesia.
-¿Y cómo se discrimina la voluntad de Dios en la llamada vocacional?
-De dos maneras, y las dos son necesarias: la atracción interior, y la confirmación de la Iglesia. La atracción interior no es una atracción sensible, ni sentimental. En ocasiones, es todo lo contrario. Cuando yo percibí la llamada de Dios al sacerdocio, mi carne y mi corazón se rebelaron muchísimo. En resumen: no me apetecía nada, era lo que menos me apetecía del mundo. Pero había algo en mi interior, más adentro que la carne y los sentimientos, que experimentaba una atracción poderosísima por el sacerdocio. Y esa atracción era más fuerte que todo lo demás.
-¿De dónde nace?
-Si no se tiene vida espiritual, es muy difícil escuchar esa voz, porque el alma se convierte en un lugar deshabitado, y la única voz que se escucha es la de la carne, que no para de gritar, la pobre. Si los jóvenes no rezan, cada vez habrá menos sacerdotes, religiosos y religiosas. Es urgente enseñar a rezar a los jóvenes, y despertarles a la vida espiritual.
-¿Y no es eso es hoy más complicado que nunca?
-Aunque no es fácil, es posible. Acabo de pasar el fin de semana con nueve jóvenes que han hecho ejercicios en silencio. Muchos pensaban que no podrían estar callados, que sería imposible… Pero lo han estado. Y han rezado. Claro que también habrán tenido debilidades, y seguro que habrán hablado algo entre ellos. Pero el clima ha sido de silencio. Y uno de ellos, con quince años, ha presentido allí la llamada de Dios, y ha comenzado a dar los primeros pasos para responder.
-Mencionó un segundo camino para discernir la vocación…
-En cuanto a la confirmación de la Iglesia, la vocación es asunto que debe hablarse siempre con un director espiritual. Así sabemos que no es una mala pasada de la imaginación, ni un escape de situaciones dolorosas, ni una forma de buscarse a uno mismo. Además, la ayuda del director espiritual es imprescindible cuando, tras la llamada, comienzan a aparecer las dificultades. Siempre aparecen.
-¿Cómo evangelizar en el mundo sin mundanizarse?
-Con vida interior. Lanzarse a evangelizar en medio del mundo sin tener vida de oración es un suicidio espiritual. Porque, si dentro del alma no hay nada, ese vacío lo llenará el mundo con sus atractivos, que son muchos, y el cristiano acabará mundanizado. A eso se llama ir por lana y volver trasquilado; ir a pescar almas, y quedar ahogado.
-Cuesta mucho perseverar en ese plan de vida…
-Pero, cuando se tiene un hábito de oración, y se forma bien el alma con la doctrina recta, y se tienen hermanos en la fe que recen por uno y lo apoyen, entonces lo que tenemos nosotros en el corazón es mucho más fuerte que lo que hay en el mundo. Y no quedamos mundanizados, sino que cristianizamos los ambientes. Cuentan que a santa Inés –y tenía doce años– el juez la encerró en un lupanar para que ser corrompiera. Y, cuando volvió a por ella, encontró el lupanar convertido en convento.
-¿Cómo vencer los respetos humanos?
-No hay que tener miedo al mundo. Al mundo hay que amarlo, como hace Dios, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo. A lo que hay que tener miedo es a la tibieza, que vacía el alma y la deja sin vida, a merced del mundo.
El tema del futuro o del destino aparece rara vez al hablar de ética en nuestro tiempo. Pero no ha sido así antes. Hegel escribe: “…el comienzo, el principio de la ciencia moral es el respeto que debemos tener al destino”. ¿Pero de qué sirve plantearse esto –se pregunta Spaemann en el último capítulo de sus Cuestiones fundamentales de Ética– si no podemos cambiar nuestro destino?
1. Responsabilidad y realidad
Si nos fijamos bien, observa Spaemann, hay aspectos del destino que dependen de nosotros, de lo que hagamos ahora o dejemos de hacer; y, en ese sentido, somos responsables. Esto deriva del hecho de que somos libres de actuar en un sentido o en otro, pero no somos libres de relacionarnos o no con la realidad –pasada, presente o futura– y, por tanto, con el destino. Esto lleva a la responsabilidad que tenemos en diversa medida, según nuestra situación y papel en el mundo. Así por ejemplo, un político siempre tiene la responsabilidad de actuar razonablemente, es decir, lo mejor que permiten las circunstancias.
Y así llegamos a una primera conclusión: a diferencia de los animales, “los hombres, al actuar, modifican a la vez las condiciones que enmarcan su comportamiento” (p. 125) (influyendo también en otras personas que vienen detrás). Si no quieren actuar porque no aceptan la realidad (el modo de ser, la naturaleza, la propia biografía), no serán personas maduras sino niños. La realidad es como es. Además nosotros mismos, en alguna medida (en lo que depende del pasado), somos como somos sin poderlo modificar (aquí cabría decir: hay cosas pasadas que se pueden modificar, por ejemplo, si pedimos perdón; los cristianos podemos confesar nuestros pecados y eso es un cambio importante del pasado, o más bien de sus consecuencias).
Ahora bien, aunque en gran medida no podemos cambiarnos, prosigue el filósofo alemán, cuando actuamos de modo inadecuado no sirve la excusa: “es que soy así y no lo puedo cambiar”. Pues lo mismo que el pasado nos condiciona también nosotros condicionamos constantemente (con cada palabra, cada gesto, cada decisión, acción e incluso cada omisión) e irremediablemente nuestro futuro. Somos lo que somos, pero al mismo tiempo, y solo en una medida diferente, también somos lo que queremos ser.
Dicho de otra manera, nuestro “ser-así” no es una magnitud que determina nuestra actividad, sino que, al contrario, viene configurada continuamente por nuestras acciones.
Ciertamente, como el jugador de ajedrez cuando se enfrenta con alguien al menos de su nivel, no podemos prever todas las consecuencias de nuestras acciones, tanto para nosotros mismos como para otros. También el actuar de los otros tiene continuas consecuencias para nosotros. Somos parte del destino propio y del de los otros.Y el destino no lo tenemos en nuestras manos.
Por eso, deduce Spaemann, “actuar significa siempre desasirse de sí, despreocuparse de sí y de las propias intenciones” (p. 127). En efecto, lo razonable es actuar con desprendimiento de nosotros mismos, pues otra cosa nos abocaría o a la ansiedad o a la parálisis. En ese sentido aprender a actuar y a vivir coincide con aprender a morir (al menos, por ahora, a nosotros mismos, lo cual implica cierto grado de sufrimiento). Esto no quiere decir que no cuidemos, en la medida razonable, de nosotros mismos: de nuestra salud corporal y espiritual, etc.
2. Actitudes ante el futuro
En relación a los que sucede encuentra Spaemann tres posibles actitudes: fanatismo, cinismo y serenidad.
a)El fánatico piensa que no existe más sentido que el que él mismo se propone. Si se plantea que el destino se le opone, se niega a aceptarlo. En algunas novelas aparece cómo el fanático no está dispuesto a aceptar lo que viene, y es capaz de prender fuego al mundo para que “las cosas (según él las ve) se arreglen”. Así son los revolucionarios que son capaces de pasar por encima de todo (incluso de los valores morales) para imponer su sentido al acontecer, el sentido que ellos desean. Un fanático como Hitler pensaría algo así: “Si fracaso, la historia mundial ha perdido su sentido”
En cambio, replica el filósofo alemán, el punto de vista ético consiste en descubrir que “el sentido está ya ahí, precisamente en la existencia de cada hombre, y de que, si no fuera así, serían vanos todos los esfuerzos de hacer algo con sentido” (p. 128).
b) El cínico parece contrario al fanático, pero no lo es tanto. El cínico no prioriza el sentido (que él pretende) sobre la realidad, sino la realidad sobre cualquier sentido, más aún, renuncia al sentido, no cree que la realidad tenga sentido alguno. Piensa que las cosas suceden mecánicamente, siguiendo la ley del más fuerte. Se dice que mientras el fanático tiene espuma en su boca, el cínico ríe.
Sucede que con frecuencia el fanático acaba por convertirse en cínico. ¿Cómo puede ser esto? Porque ha adquirido la experiencia del poder de la realidad. En el fondo ambos, el fanático y el cínico, están desde el principio convencidos de que la realidad que nos rodea no tiene ningún sentido.
De todo ello deduce Spaemann que la única forma de actuar con sentido es reconocer un valorpositivo a la realidad. Este valor se puede intentar mostrar con argumentos al fanático (puesto que él considera valiosa alguna cosa, por lo menos lo que él se propone); pero no es fácil convencer al cínico ni al escéptico radical: a estos solo se les puede abandonar a sí mismos y si comienzan a dejar víctimas, se les debe combatir. Puesto que los argumentos no les sirven, quizá se les puede convencer con la experiencia del amor, pero solo si lo aceptan y reconocen que el cinismo es como una enfermedad que priva al hombre del sentido de la vida.
Notemos, por nuestra parte, que una actitud menos radical que la del cínico es la del cansancio ante la vida, que está reflejado por Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza (2007). Cuando falta la esperanza, el esfuerzo cotidiano por vivir y contribuir a construir el mundo puede dar paso al fanatismo o al cansancio. Por eso el hombre necesita esperar (que implica de alguna manera creer) –y es razonable que lo haga– en que pase lo que pase, hay una última palabra que tiene que ver con el Amor y la justicia:
“Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar” (enc. Spe salvi, n. 35). Esa esperanza tiene como objeto lo que en la tradición judeocristiana se le llama el Reino de Dios.
c)La serenidad es la actitud razonable ante el destino, según los sabios de todos los tiempos (aunque no hayan usado esa palabra). “Con la palabra serenidad entendemos la actitudde aquel que acepta voluntariamente, como un límite lleno de sentido, lo que él no puede cambiar” (Spaemann, p. 130). (En castellano tenemos un dicho popular: “A mal tiempo, buena cara”).
Los primeros filósofos que desarrollaron esto fueron los estoicos, sobre todo Epicteto y Séneca. Según ellos, la aceptación voluntaria del destino es lo único que trae la liberación total. En la práctica esto les llevaba a la “apatía”, la ausencia de dolor y pasión (por ejemplo, le da lo mismo el éxito que el fracaso).
Contra esto objeta Spaemann que significa recortar algo decisivo en la actividad humana: la dimensión del compromiso apasionado (y por tanto la posibilidad de apasionarse al servicio de un bien verdadero y bello). Los estoicos preferían renunciar a todo eso, incluso a la compasión, llamando a su propuesta la “pura razón moral”. Pero al hacerlo así renunciaban a la realización propiamente personal; pues, como bien dice Spaemann, “sólo el que actúa comprometido de verdad puede dar fe de los límites de lo posible” (p. 131) y puede ser capaz de rendirse ante lo imposible. Esto ciertamente es más doloroso, arriesgado y dramático que lo que proponen los estoicos (que se conforman con un horizonte personal reducido y se arriesgan a otra cosa: a convertirse en cómodos burgueses), pero también es más humano.
Comparada con la de los estoicos, la perspectiva cristiana es más realista y animante. Más realista porque conoce más los límites de la realidad, puesto que al comprometerse con ella ha intentado hacer todo lo posible, confiando en que la realidad tiene un sentido aunque uno mismo no sea capaz de descubrirlo. Con otras palabras, actúa con más realismo ético (que el fanático, que el cínico y que el escéptico) el que se compromete, aunque tenga que detenerse ante lo imposible, y sufrir más por ello. La postura cristiana se resume bien en la actitud de Cristo ante su pasión: “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya”.
En este sentido cabe hablar aquí de resignación (para el Diccionario de la RAE, resignación es la “entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona”).
Según Spaemann, “la resignación ante lo inevitable es verdaderamente humana sólo si lo inevitable se muestra realmente como tal. Y sólo puede mostrarse a aquel que ha llegado efectivamente hasta el límite” (p. 132), sin miedo a herirse. En esta perspectiva la resignación no es fatalismo (como puede indicar la palabra en el ideario popular); más bien al contrario, resignarse puede tener un sentido plenamente humano si implica aceptar que incluso los fracasos deben de tener un sentido.
Por tanto no se trata de una resignación paralizante, sino un profundo convencimiento de que el sentido de las cosas implica nuestra misma acción y asume incluso nuestros fracasos.
Desde la perspectiva cristiana escribe San Pablo, apoyándose en los salmos, que para los que aman a Dios (y como consecuencia a los demás) todas las cosas cooperan para bien” (Rm 8, 28), por la fe en que el bien verdadero terminará prevalecerá sobre el mal.
3. Serenidad y transcendencia
La religión afirma que tanto la actividad humana como la realidad del acontecer o la marcha de la historia tienen el mismo fundamento: Dios, que lleva las cosas hacia el bien, contando con nuestra libertad y a pesar de nuestros fracasos por hacer las cosas verdaderamente bien. Descartes hablaba de un genio maligno que consigue lo contrario, que todas nuestras buenas intenciones tengan malas consecuencias. Si esto fuera así no podríamos actuar bien.
Sin embargo nuestra experiencia nos dice que actuamos confiados en que el bien lleva al bien, al menos en general y a largo plazo. Pero esto necesita confianza (o fe) en que el mal no consigue imponerse. Una acción buena tiene sentido si quien la realiza tiene la confianza en que el bien prevalecerá sobre el mal. Esto lo sostienen no solo los creyentes a partir de su fe. También los filósofos de la historia como Kant, Hegel e incluso Marx confiaban en que el bien triunfaría sobre el mal. Y por eso podemos sostener el valor ético de las acciones humanas.
Por eso el Mefistófeles (demonio del folklore alemán que se considera subordinado de Satanás) de Goethe dice: “Yo soy una parte de aquella fuerza que quiere siempre el mal y hace siempre el bien”.
La persona serena actúa aceptando igualmente los éxitos y los fracasos, pues, al contrario que el fanático, sabe que no es ella la que dota de sentido a la realidad.
4. Ayudar a valorar la vida
Como se ha visto, serenidad no significa ni pasividad ni renunciar a cambiar las cosas (o abandonarse a la apatía de los estoicos), ni paralizarse por comodidad, por los fracasos o por una mal entendida resignación; sino seguir adelante y recomenzar siempre que sea necesario.
“Nunc coepi”, ahora comienzo (Biblia vulgata, S 76, 11), dice uno de los salmos, con dos palabras que hay que saber repetir muchas veces.
Cada persona que viene al mundo es un nuevo modo en que todo esto se hace consciente. Por eso ninguna actividad social puede tener otro sentido que ayudar siempre a aceptar serenamente la realidad y, con ello, a descubrir que vale la pena vivir, aunque hay condiciones de vida en que ese descubrimiento es casi imposible solamente por uno mismo. Por eso se requiere un serio compromiso de todos (especialmente de los educadores) para valorar positivamente la vida, de modo que todos nuestros actos y palabras no den nunca motivos a los demás sinopara creer y esperar en la fuerza transformadora del amor con hechos. Y esto hace necesario trabajar para crear condiciones de trabajo y de cultura, de salud y bienestar social que animen a descubrir que merece la pena vivir.
En esto tienen responsabilidad todas las generaciones. “Los mayores –escribe Spaemann– tienen la tarea de introducir a los jóvenes en su mundo de valores, hasta que puedan comprenderlo” (p. 135), mostrando el valor del diálogo y de la verdadera belleza. Así facilitarán a los más jóvenes la serena aceptación del destino. Por su parte los jóvenes han de aprender a situarse en relación positiva con la realidad inacabada que han recibido y con la que se encuentran.
Wittgenstein escribió: “…o soy feliz o desgraciado. Se puede decir que no hay Bien ni Mal”. Y observa Spaemann que esto es agudo (pues el bien y el mal no existen en abstracto sino en relación con las personas) y a la vez equívoco (precisamente el bien y el mal existen en las personas, y existen de modo tan real e importante que actuar bien las hace buenas y actuar mal les hace malas).
Como conclusión de este tema valga la oración atribuida a San Agustín: “Que Dios me conceda serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valentía para cambiar las que sí puedo y sabiduría para ver las diferencias”.
* * *
Preguntas de autoevaluación
(verdadero/(falso)
1. Nuestro “ser-así” no es una magnitud que determina nuestra actividad, sino que, al contrario, viene configurada continuamente por nuestras acciones..
2. Respecto al sentido del mundo, el punto de vista moral parte de que el sentido está ya ahí, precisamente en la existencia de cada hombre, y de que, si no fuera así, serían vanos todos los esfuerzos de hacer algo con sentido.
3. El fanático y el cínico coinciden en pensar que la realidad que rodea nuestras acciones, que les sirve de presupuesto y en la que desembocan, no tiene sentido.
4. Es más fácil convencer con argumentos a un cínico que a un fanático.
5. La actitud que proponían los estoicos implicaba actuar por “pura razón moral”.
6. Actúa con más realismo ético (que el fanático, que el cínico y que el escéptico) el que se compromete, aunque tenga que detenerse ante lo imposible, y sufrir más por ello.
7. La resignación puede ser una actitud verdaderamente humana en caso de que no se quiera llegar hasta el límite de lo posible.
8. Una acción buena tiene sentido si quien la realiza tiene la confianza en que el bien prevalecerá sobre el mal.
9. Que vale la pena vivir es un descubrimiento que cada uno debe hacer, y los demás no pueden ayudarle en eso.
10. Propiamente, no existe el bien ni el mal, sino la felicidad o la desgracia.
Las iglesias de Yemen dan fe de los primeros asentamientos cristianos en la península arábiga. Con la guerra, algunas quedaron abandonadas, otras en ruinas, quemadas o en medio de fuego cruzado.
El papa Francisco visitará el domingo los Emiratos Árabes Unidos, a la vez vecino y actor en la guerra que devasta Yemen y que ha provocado, según la ONU, la peor crisis humanitaria del mundo.
"Todo comenzó en Yemen, por lo tanto Yemen es muy importante para nosotros", explica a la AFP el padre Lennie Connully de la Vicaría apostólica de Arabia del Sur, sobre la presencia cristiana en la región.
En la actualidad cuatro parroquias de Yemen figuran en la lista oficial de iglesias católicas y el país alberga un puñado de cristianos que en su mayoría viven la fe en la clandestinidad.
Saná, la capital en manos de los rebeldes hutíes, y Adén, sede del gobierno, en el sur, disponen cada una de una catedral católica actualmente abandonadas.
- Prohibido entrar -
Las puertas metálicas oxidadas de la catedral de San Francisco de Asís, en el barrio de Tawahi en Adén, están cerradas a cal y canto y acribilladas.
"Prohibido entrar" está escrito en negro en la pared del recinto junto a un versículo del corán: "Para vosotros vuestra religión, para mí mi religión".
En lo alto del edificio hay una estatua de Jesucristo sin cabeza y con los brazos extendidos.
"Era una iglesia activa durante el protectorado británico", cuenta Mohamed Seif, un residente de Tawahi.
"Aquí la gente rezaba hasta que llegaron los hutíes", añade refiriéndose a la entrada en Adén en marzo de 2015 de los rebeldes procedentes del norte.
Las fuerzas progubernamentales, con la ayuda de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos, los expulsaron de la ciudad al cabo de unos meses.
En 2015, otra iglesia del barrio de Mualla en Adén, ya abandonada, voló por los aires en un ataque que no ha sido reivindicado.
Al año siguiente, 16 personas fueron asesinadas en una residencia católica de la tercera edad en esta misma ciudad, incluidas cuatro monjas de las Misioneras de la Caridad, una congregación fundada por la Madre Teresa.
El padre Tom Uzhunnalil, un sacerdote indio, fue secuestrado durante este ataque atribuido por las autoridades al grupo Estado Islámico (EI) antes de ser liberado en 2017.
Durante siglos, Yemen fue un ejemplo de diversidad religiosa con sus minorías ismaelita (corriente minoritaria del islam chiita), bahai y judía.
El cristianismo llegó por el sur en el siglo XIX, con una afluencia de misioneros durante el protectorado británico.
La presencia de los católicos en Yemen se remonta a los años 1880, según el padre Lennie Connully, que dirige la iglesia católica St. Mary's en Dubái (Emiratos Árabes Unidos).
Con la revolución marxista de 1967 en el sur de Yemen, los sacerdotes huyeron a Baréin y a los Emiratos Árabes Unidos, donde al igual que en el resto de los países del Golfo (con la excepción de Arabia Saudita) las iglesias aparecieron en el siglo XX.
La minúscula comunidad católica de Yemen está compuesta principalmente de expatriados, según monseñor Paul Hinder, jefe de la vicaría apostólica de Arabia del Sur.
"Es una triste realidad y rezamos para que la paz se restablezca pronto en Yemen, sobre todo porque la población sufre hambre y la desnutrición afecta a millones de personas", declaró monseñor Hinder a la AFP.
"Nuestras actividades se han suspendido a causa de la guerra. Pero todavía hay religiosas de Madre Teresa que sirven al pueblo y continúan haciendo un buen trabajo", añadió sin precisar cuántas ni dónde.
- En el frente -
Las otras dos iglesias católicas de Yemen se encuentran en los dos principales frentes de la guerra.
Una está en Hodeida, una ciudad a orillas del mar Rojo en poder de los rebeldes y la otra en Taez (sudoeste), rodeada por los hutíes.
Durante meses Hodeida fue el principal frente de la guerra por una ofensiva de las fuerzas progubernamentales. Desde el 18 de diciembre está vigente una tregua precaria.
La iglesia del sagrado corazón de Hodeida está oculta en la planta baja de un edificio de ventanas blancas. Isam vive en el barrio desde hace 20 años y dice que nunca ha visto rezar allí a nadie.
Fuente: swissinfo.com
La ubicación real de la antigua Caná de Galilea no es del todo segura
Caná es conocida por ser la escena del primer milagro de Jesús, la conversión del agua en vino en un banquete de bodas (Juan 2, 1-11). Algunos comentaristas afirman que la boda podría haber sido la de un pariente cercano de la madre de Jesús. Cuando se quedaron sin vino, María se dirigió a su Hijo para evitar cualquier posible bochorno.
El Evangelio dice que Jesús le contestó preguntándole a su madre: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero María insistió, y Jesús convirtió seis tinajas con más de 550 litros de agua (el equivalente a aproximadamente 730 botellas) en un extraordinario vino.
Otro milagro (su segundo milagro público en la región de Galilea, de hecho) también tuvo lugar en Caná: la curación a distancia del hijo de un funcionario real, que estaba a 32 kilómetros de distancia, en Cafarnaúm (Juan 4, 43-54). La segunda vez que Jesús visitó Caná, fue recibido por un oficial angustiado de la corte de Herodes Antipas. El funcionario vivía en Cafarnaúm y había venido a rogar por su hijo, que se estaba muriendo. “Vete; tu hijo vivirá ”, le dijo Jesús al funcionario.
Aunque que Kefer-Kenna (también conocido como Kefr Kana y Kfar-Cana) ha sido considerado tradicionalmente el lugar en el que tuvo lugar el milagro del vino (al menos desde 1641, cuando los franciscanos se establecieron allí basándose en los testimonios de los primeros peregrinos, entre ellos el mismo San Jerónimo), la verdad es que la ubicación real de Cana no es segura.
Como sucede a menudo con los lugares bíblicos, cinco lugares diferentes afirman ser la Caná bíblica: la aldea de Qana, en el Líbano, a 18 millas de Tiro; Kfar-Cana, en Israel, a 7 kilómetros al noreste de Nazaret; Khirbet Kana, también en Israel, visitada por peregrinos desde el siglo XII; Karm er-Rasm, en Israel, el lugar supuestamente identificado por Flavio Josefo según la arqueóloga israelí Yardenna Alexandre; y Ain Qana, “la primavera de Cana”, aproximadamente a una milla al norte de Nazaret.
De todos estos lugares, solo dos, Kfar-Cana y Khirbet Kana, parecen haber estado recibiendo peregrinos durante más de 10 siglos. Aunque los franciscanos solo llegaron a Kfar-Cana en el siglo XVII, mientras construían su iglesia encontraron, no solo los restos de una antigua basílica, sino también los restos de algunas viviendas que se remontan al siglo primero. De hecho, no muy lejos de la iglesia franciscana, se encuentra la iglesia ortodoxa griega de la fiesta matrimonial. Allí, se conservan dos grandes tarros de piedra: la tradición afirma que son dos de las tinajas de agua originales involucradas en el primer milagro público de Jesús. Sin embargo, los arqueólogos sugieren que es más probable que sean antiguas fuentes bautismales.
También en Khirbet Kana, se han encontrado grabados del siglo VI que indican la posible ubicación de Cana. Uno de los primeros peregrinos a Caná, el llamado “Peregrino Anónimo de Piacenza”, fue el autor de “graffiti religioso” de 570:
“Nuestro Señor estaba en la boda”, escribió, “y nos reclinamos en su mismo sofá en el que yo, indigno de ser, escribí los nombres de mis padres”.
Este graffiti muestra que el lugar ya era un destino de peregrinación en el siglo VI (pero, si lo visita, absténgase de seguir el ejemplo de Piacenza y no deje su firma). De hecho, muchas fuentes bizantinas afirman que este es el lugar, y los autores y cartógrafos medievales tardíos han ayudado a los arqueólogos contemporáneos a descubrir complejos de cuevas (muy probablemente utilizados por anacoretas y ermitas) y los restos de pequeños pueblos del período helenístico en adelante, que hacen Khirbet Kana una fuerte candidata.
Sin embargo, cuando estés en Tierra Santa, asegúrate de visitar ambos. No están realmente tan lejos uno del otro.
El Vaticano ha dado una primera aprobación al milagro necesario para la canonización de John Henry Newman. Aunque aún faltan otros dos pasos para que sea declarado santo.
La comisión de obispos debe aprobarlo ahora y proponer la canonización al Papa, a quien corresponde declararlo santo.
SOR KATHLEEN DIETZ FSO
Teóloga “Oímos recientemente que el segundo milagro para Newman ha sido aprobado por el Vaticano y por la archidiócesis de Chicago. Eso pasó a mediados de noviembre. Lo investigaron porque el milagro tuvo lugar en Chicago. Se trata de la curación de una universitaria embarazada que estaba enferma, y se curó de inmediato”.
Según Sor Kathleen, el hecho de que el milagro sucediera en EEUU envía el mensaje de que la fe sigue siendo fuerte en el país, a pesar de la crisis de los abusos.
SOR KATHLEEN DIETZ FSO
Teóloga “El cardenal Newman siempre respondió a los signos de los tiempos, y vivimos en un tiempo en el que la cultura de la muerte lo impregna todo. Él hizo este milagro a favor de la vida, no solo de la vida de la joven, sino también de la de su hijo. Es muy significativo”.
Uno de los aspectos más destacados de John Henry Newman fue su cercanía a las personas que sufren, algo que se prolonga también después de su muerte.
SOR KATHLEEN DIETZ FSO
Teóloga “El cardenal Newman será canonizado. De esto, estoy absolutamente segura. Hay una gran esperanza de que sea el próximo año. Espero que sea lo antes posible. Pero independientemente de cuándo sea, sabemos que está en el Cielo y que reza por nosotros”.
El cardenal John Henry Newman nació en Londres en 1801. A los 44 años se hizo católico, luego sacerdote y fue nombrado cardenal. Benedicto XVI lo beatificó en el año 2010.