La Navidad según san Agustín

La Navidad según San Agustín

Con los sermones agustinianos sobre el nacimiento del Señor es posible reconstruir un belén que recuerda las reflexiones del San Agustín sobre el misterio de su aparición temporal. Es un belén teológico o cristológico donde la presencia de Dios ilumina todo al mismo tiempo que proyecta sombras profundas: Un mirador de grandes contrastes y paradojas.

«Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida» (Sermo 191,1: PL 38,1010).

En la dialéctica, san Agustín quiere que los cristianos suban de lo temporal a lo eterno, del mundo visible al mundo invisible: «Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad». (Sermo 190,4: PL 38,1009).

Humildad de Cristo

De maravilla en maravilla, de paradoja en paradoja, san Agustín va a dar siempre en la humildad de Dios, de tanto escándalo para los paganos:

«Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados». (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén: «Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla» (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

La Madre Virgen y la Iglesia jubilosa

Juntamente con el Hijo de Dios y su Madre siempre virgen, en el belén agustiniano está presente la Iglesia, o la humanidad entera que salta de júbilo.

A todos debe contagiar la alegría del nacimiento: «Salten de júbilo los hombres, salten de júbilo las mujeres; Cristo nació varón y nació de mujer, y ambos sexos son honrados en Él. Retozad de placer, niños santos, que elegisteis principalmente a Cristo para imitarle en el camino de la pureza; brincad de alegría, vírgenes santas; la Virgen ha dado a luz para vosotras para desposaros con Él sin corrupción. Dad muestras de júbilo, justos, porque es el natalicio del Justificador. Haced fiestas vosotros los débiles y enfermos, porque es el nacimiento del Salvador. Alegraos, cautivos; ha nacido vuestro redentor. Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. Alegraos, libres, porque es el nacimiento del Libertador. Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo» (Sermo 184,2: PL 38,996).

La alegría, pues, tiene una expresi6n de desbordamiento incontenible en el belén de san Agustín para toda clase de personas. Toda la humanidad tiene parte en este gozo: «Todos los grados de los miembros fieles contribuyeron a ofrecer a la Cabeza lo que por su gracia pudieron llevarle» (Sermo 192,2: PL 38,1012).

Epifanía del Señor

Aunque el nombre de Epifanía se reserva hoy para la festividad de los Magos, en un principio comprendía las dos fiestas del nacimiento y de la adoración de los Magos, porque los «dos días pertenecen a la manifestación de Cristo» (Sermo 204,1: PL 38,1037). Primero se manifestó visiblemente en su carne a los judíos, y luego a los gentiles, representados por los Magos del Oriente. Desde entonces, el recién nacido comenzó a ser piedra angular de la profecía donde se juntaban las dos paredes, los judíos y los gentiles.

Las grandes paradojas de Belén continúan en este misterio: «¿Quién es este Rey tan pequeño y tan grande, que no ha abierto aún la boca en la tierra, y está ya proclamando edictos en el cielo?» (Sermo 199,2: PL 38,1027). El misterio del Niño Dios se enriquecía de nuevas luces: «Yacía en el pesebre, y atraía a los Magos del Oriente; se ocultaba en un establo, y era dado a conocer en el cielo, paraque por medio de él fuera manifestado en el establo, y así este día se llamase Epifanía, que quiere decir manifestación; con lo que recomienda su grandeza y su humildad, para que quien era indicado con claras señales en el cielo abierto, fuese buscado y hallado en la angostura del establo, y el impotente de miembros infantiles, envuelto en pañales infantiles, fuera adorado por los Magos, temido por los malos» (Sermo 220,1: PL 38,1029).

+ info:  San Agustín de Hipona

http://www.agustinosrecoletos.com

Con los sermones agustinianos sobre el nacimiento del Señor es posible reconstruir un belén que recuerda las reflexiones del Santo sobre el misterio de su aparición temporal. Es un belén teológico o cristológico donde la presencia de Dios ilumina todo al mismo tiempo que proyecta sombras profundas: Un mirador de grandes contrastes y paradojas.

«Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida» (Sermo 191,1: PL 38,1010).

En la dialéctica, san Agustín quiere que los cristianos suban de lo temporal a lo eterno, del mundo visible al mundo invisible: «Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad». (Sermo 190,4: PL 38,1009).

Humildad de Cristo

De maravilla en maravilla, de paradoja en paradoja, san Agustín va a dar siempre en la humildad de Dios, de tanto escándalo para los paganos:

«Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados». (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén: «Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla» (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

La Madre Virgen y la Iglesia jubilosa

Juntamente con el Hijo de Dios y su Madre siempre virgen, en el belén agustiniano está presente la Iglesia, o la humanidad entera que salta de júbilo.

A todos debe contagiar la alegría del nacimiento: «Salten de júbilo los hombres, salten de júbilo las mujeres; Cristo nació varón y nació de mujer, y ambos sexos son honrados en Él. Retozad de placer, niños santos, que elegisteis principalmente a Cristo para imitarle en el camino de la pureza; brincad de alegría, vírgenes santas; la Virgen ha dado aluz para vosotras para desposaros con Él sin corrupción. Dad muestras de júbilo, justos, porque es el natalicio del Justificador. Haced fiestas vosotros los débiles y enfermos, porque es el nacimiento del Salvador. Alegraos, cautivos; ha nacido vuestro redentor. Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. Alegraos, libres, porque es el nacimiento del Libertador. Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo» (Sermo 184,2: PL 38,996).

La alegría, pues, tiene una expresi6n de desbordamiento incontenible en el belén de san Agustín para toda clase de personas. Toda la humanidad tiene parte en este gozo: «Todos los grados de los miembros fieles contribuyeron a ofrecer a la Cabeza lo que por su gracia pudieron llevarle» (Sermo 192,2: PL 38,1012).

Epifanía del Señor

Aunque el nombre de Epifanía se reserva hoy para la festividad de los Magos, en un principio comprendía las dos fiestas del nacimiento y de la adoración de los Magos, porque los «dos días pertenecen a la manifestación de Cristo» (Sermo 204,1: PL 38,1037). Primero se manifestó visiblemente en su carne a los judíos, y luego a los gentiles, representados por los Magos del Oriente. Desde entonces, el recién nacido comenzó a ser piedra angular de la profecía donde se juntaban las dos paredes, los judíos y los gentiles.

Las grandes paradojas de Belén continúan en este misterio: «¿Quién es este Rey tan pequeño y tan grande, que no ha abierto aún la boca en la tierra, y está ya proclamando edictos en el cielo?» (Sermo 199,2: PL 38,1027). El misterio del Niño Dios se enriquecía de nuevas luces: «Yacía en el pesebre, y atraía a los Magos del Oriente; se ocultaba en un establo, y era dado a conocer en el cielo, para que por medio de él fuera manifestado en el establo, y así este día se llamase Epifanía, que quiere decir manifestación; con lo que recomienda su grandeza y su humildad, para que quien era indicado con claras señales en el cielo abierto, fuese buscado y hallado en la angostura del establo, y el impotente de miembros infantiles, envuelto en pañales infantiles, fuera adorado por los Magos, temido por los malos» (Sermo 220,1: PL 38,1029).

- See more at: http://www.agustinosrecoletos.com/news/view/4-noticias-actualidad/263-la-navidad-segun-san-agustin#sthash.RAYl99Bk.dpuf

Con los sermones agustinianos sobre el nacimiento del Señor es posible reconstruir un belén que recuerda las reflexiones del Santo sobre el misterio de su aparición temporal. Es un belén teológico o cristológico donde la presencia de Dios ilumina todo al mismo tiempo que proyecta sombras profundas: Un mirador de grandes contrastes y paradojas.

«Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida» (Sermo 191,1: PL 38,1010).

En la dialéctica, san Agustín quiere que los cristianos suban de lo temporal a lo eterno, del mundo visible al mundo invisible: «Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyosen los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad». (Sermo 190,4: PL 38,1009).

Humildad de Cristo

De maravilla en maravilla, de paradoja en paradoja, san Agustín va a dar siempre en la humildad de Dios, de tanto escándalo para los paganos:

«Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados». (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén: «Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla» (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

La Madre Virgen y la Iglesia jubilosa

Juntamente con el Hijo de Dios y su Madre siempre virgen, en el belén agustiniano está presente la Iglesia, o la humanidad entera que salta de júbilo.

A todos debe contagiar la alegría del nacimiento: «Salten de júbilo los hombres, salten de júbilo las mujeres; Cristo nació varón y nació de mujer, y ambos sexos son honrados en Él. Retozad de placer, niños santos, que elegisteis principalmente a Cristo para imitarle en el camino de la pureza; brincad de alegría, vírgenes santas; la Virgen ha dado a luz para vosotras para desposaros con Él sin corrupción. Dad muestras de júbilo, justos, porque es el natalicio del Justificador. Haced fiestas vosotros los débiles y enfermos, porque es el nacimiento del Salvador. Alegraos, cautivos; ha nacido vuestro redentor. Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. Alegraos, libres, porque es el nacimiento del Libertador. Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo» (Sermo 184,2: PL 38,996).

La alegría, pues, tiene una expresi6n de desbordamiento incontenible en el belén de san Agustín para toda clase de personas. Toda la humanidad tiene parte en este gozo: «Todos los grados de los miembros fieles contribuyeron a ofrecer a la Cabeza lo que por su gracia pudieron llevarle» (Sermo 192,2: PL 38,1012).

Epifanía del Señor

Aunque el nombre de Epifanía se reserva hoy para la festividad de los Magos, en un principio comprendía las dos fiestas del nacimiento y de la adoración de los Magos, porque los «dos días pertenecen a la manifestación de Cristo» (Sermo 204,1: PL 38,1037). Primero se manifestó visiblemente en su carne a los judíos, y luego a los gentiles, representados por los Magos del Oriente. Desde entonces, el recién nacido comenzó a ser piedra angular de la profecía donde se juntaban las dos paredes, los judíos y los gentiles.

Las grandes paradojas de Belén continúan en este misterio: «¿Quién es este Rey tan pequeño y tan grande, que no ha abierto aún la boca en la tierra, y está ya proclamando edictos en el cielo?» (Sermo 199,2: PL 38,1027). El misterio del Niño Dios se enriquecía de nuevas luces: «Yacía en el pesebre, y atraía a los Magos del Oriente; se ocultaba en un establo, y era dado a conocer en el cielo, para que por medio de él fuera manifestado en el establo, y así este día se llamase Epifanía, que quiere decir manifestación; con lo que recomienda su grandeza y su humildad, para que quien era indicado con claras señales en el cielo abierto, fuese buscado y hallado en la angostura del establo, y el impotente de miembros infantiles, envuelto en pañales infantiles, fuera adorado por los Magos, temido por los malos» (Sermo 220,1: PL 38,1029).

- See more at: http://www.agustinosrecoletos.com/news/view/4-noticias-actualidad/263-la-navidad-segun-san-agustin#sthash.RAYl99Bk.dpuf

Con los sermones agustinianos sobre el nacimiento del Señor es posible reconstruir un belén que recuerda las reflexiones del Santo sobre el misterio de su aparición temporal. Es un belén teológico o cristológico donde la presencia de Dios ilumina todo al mismo tiempo que proyecta sombras profundas: Un mirador de grandes contrastes y paradojas.

«Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida» (Sermo 191,1: PL 38,1010).

En la dialéctica, san Agustín quiere que los cristianos suban de lo temporal a lo eterno, del mundo visible al mundo invisible: «Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad». (Sermo 190,4: PL 38,1009).

Humildad de Cristo

De maravilla en maravilla, de paradoja en paradoja, san Agustín va a dar siempre en la humildad de Dios, de tanto escándalo para los paganos:

«Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados». (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén: «Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla» (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

La Madre Virgen y la Iglesia jubilosa

Juntamente con el Hijo de Dios y su Madre siempre virgen, en el belén agustiniano está presente la Iglesia, o la humanidad entera que salta de júbilo.

A todos debe contagiar la alegría del nacimiento: «Salten de júbilo los hombres, salten de júbilo las mujeres; Cristo nació varón y nació de mujer, y ambos sexos son honrados en Él. Retozad de placer, niños santos, que elegisteis principalmente a Cristo para imitarle en el camino de la pureza; brincad de alegría, vírgenes santas; la Virgen ha dado a luz para vosotras para desposaros con Él sin corrupción. Dad muestras de júbilo, justos, porque es el natalicio del Justificador. Haced fiestas vosotros los débiles y enfermos, porque es el nacimiento del Salvador. Alegraos, cautivos; ha nacido vuestro redentor. Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. Alegraos, libres, porque es el nacimiento del Libertador. Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo» (Sermo 184,2: PL 38,996).

La alegría, pues, tiene una expresi6n de desbordamiento incontenible en el belén de san Agustín para toda clase de personas. Toda la humanidad tiene parte en este gozo: «Todos los grados de los miembros fieles contribuyeron a ofrecer a la Cabeza lo que por su gracia pudieron llevarle» (Sermo 192,2: PL 38,1012).

Epifanía del Señor

Aunque el nombre de Epifanía se reserva hoy para la festividad de los Magos, en un principio comprendía las dos fiestas del nacimiento y de la adoración de los Magos, porque los «dos días pertenecen a la manifestación de Cristo» (Sermo 204,1: PL 38,1037). Primero se manifestó visiblemente en su carne a los judíos, y luego a los gentiles, representados por los Magos del Oriente. Desde entonces, el recién nacido comenzó a ser piedra angular de la profecía donde se juntaban las dos paredes, los judíos y los gentiles.

Las grandes paradojas de Belén continúan en este misterio: «¿Quién es este Rey tan pequeño y tan grande, que no ha abierto aún la boca en la tierra, y está ya proclamando edictos en el cielo?» (Sermo 199,2: PL 38,1027). El misterio del Niño Dios se enriquecía de nuevas luces: «Yacía en el pesebre, y atraía a los Magos del Oriente; se ocultaba en un establo, y era dado a conocer en el cielo, para que por medio de él fuera manifestado en el establo, y así este día se llamase Epifanía, que quiere decir manifestación; con lo que recomienda su grandeza y su humildad, para que quien era indicado con claras señales en el cielo abierto, fuese buscado y hallado en la angostura del establo, y el impotente de miembros infantiles, envuelto en pañales infantiles, fuera adorado por los Magos, temido por los malos» (Sermo 220,1: PL 38,1029).

- See more at: http://www.agustinosrecoletos.com/news/view/4-noticias-actualidad/263-la-navidad-segun-san-agustin#sthash.RAYl99Bk.dpuf

Con los sermones agustinianos sobre el nacimiento del Señor es posible reconstruir un belén que recuerda las reflexiones del Santo sobreel misterio de su aparición temporal. Es un belén teológico o cristológico donde la presencia de Dios ilumina todo al mismo tiempo que proyecta sombras profundas: Un mirador de grandes contrastes y paradojas.

«Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida» (Sermo 191,1: PL 38,1010).

En la dialéctica, san Agustín quiere que los cristianos suban de lo temporal a lo eterno, del mundo visible al mundo invisible: «Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad». (Sermo 190,4: PL 38,1009).

Humildad de Cristo

De maravilla en maravilla, de paradoja en paradoja, san Agustín va a dar siempre en la humildad de Dios, de tanto escándalo para los paganos:

«Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados». (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén: «Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla» (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

La Madre Virgen y la Iglesia jubilosa

Juntamente con el Hijo de Dios y su Madre siempre virgen, en el belén agustiniano está presente la Iglesia, o la humanidad entera que salta de júbilo.

A todos debe contagiar la alegría del nacimiento: «Salten de júbilo los hombres, salten de júbilo las mujeres; Cristo nació varón y nació de mujer, y ambos sexos son honrados en Él. Retozad de placer, niños santos, que elegisteis principalmente a Cristo para imitarle en el camino de la pureza; brincad de alegría, vírgenes santas; la Virgen ha dado a luz para vosotras para desposaros con Él sin corrupción. Dad muestras de júbilo, justos, porque es el natalicio del Justificador. Haced fiestas vosotros los débiles y enfermos, porque es el nacimiento del Salvador. Alegraos, cautivos; ha nacido vuestro redentor. Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. Alegraos, libres, porque es el nacimiento del Libertador. Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo» (Sermo 184,2: PL 38,996).

La alegría, pues, tiene una expresi6n de desbordamiento incontenible en el belén de san Agustín para toda clase de personas. Toda la humanidad tiene parte en este gozo: «Todos los grados de los miembros fieles contribuyeron a ofrecer a la Cabeza lo que por su gracia pudieron llevarle» (Sermo 192,2: PL 38,1012).

Epifanía del Señor

Aunque el nombre de Epifanía se reserva hoy para la festividad de los Magos, en un principio comprendía las dos fiestas del nacimiento y de la adoración de los Magos, porque los «dos días pertenecen a la manifestación de Cristo» (Sermo 204,1: PL 38,1037). Primero se manifestó visiblemente en su carne a los judíos, y luego a los gentiles, representados por los Magos del Oriente. Desde entonces, el recién nacido comenzó a ser piedra angular de la profecía donde se juntaban las dos paredes, los judíos y los gentiles.

Las grandes paradojas de Belén continúan en este misterio: «¿Quién es este Rey tan pequeño y tan grande, que no ha abierto aún la boca en la tierra, y está ya proclamando edictos en el cielo?» (Sermo 199,2: PL 38,1027). El misterio del Niño Dios se enriquecía de nuevas luces: «Yacía en el pesebre, y atraía a los Magos del Oriente; se ocultaba en un establo, y era dado a conocer en el cielo, para que por medio de él fuera manifestado en el establo, y así este día se llamase Epifanía, que quiere decir manifestación; con lo que recomienda su grandeza y su humildad, para que quien era indicado con claras señales en el cielo abierto, fuese buscado y hallado en la angostura del establo, y el impotente de miembros infantiles, envuelto en pañales infantiles, fuera adorado por los Magos, temido por los malos» (Sermo 220,1: PL 38,1029).

- See more at: http://www.agustinosrecoletos.com/news/view/4-noticias-actualidad/263-la-navidad-segun-san-agustin#sthash.RAYl99Bk.dpuf

El número de peregrinos a Tierra Santa continúa creciendo: se ha doblado en los dos últimos años

La Oficina de Peregrinación Franciscana, que programa las misas para los peregrinos que visitan los Santos Lugares y por tanto ofrece una información muy fiable, ha dado a conocer datos muy positivos sobre el aumento de peregrinos a Tierra Santa.

En 2016 los lugares santos recibieron 274.983 peregrinos, que ascendieron a 411.754 en 2017 (+137%) y a 538.429 en lo que va de 2018, lo que supondrá que al finalizar el año se habrá doblado el número de fieles respecto a dos años antes.

Durante los años de mayor inestabilidad en Oriente Medio a causa del genocidio contra los cristianos y el conflicto entre Israel y Palestina, la Custodia de Tierra Santa multiplicó sus llamamientos para no detener las peregrinaciones, ya que la presencia de visitantes es clave para la subsistencia de las comunidades cristianas locales.

Los países con mayor número de peregrinos son Estados Unidos (127.964), Italia(60.417), Polonia (50.707) e Indonesia (30.813). Según recuerda Gaudium Press, las cifras oficiales sólo toman en cuenta los grupos de peregrinos que se registran oficialmente para reservar tiempos de oración en los Santuarios. Por este motivo, los peregrinos reales son más numerosos, ya que muchas personas viajan individualmente o en grupos pequeños que no realizan el proceso de registro.

Por su parte, y corroborando estos datos, la Oficina Central de Estadística de Israel publicó los datos de ingreso de turistas al país desde enero hasta octubre de 2018. Según el organismo, más de tres millones de personas foráneas ingresaron al país (3.399.300), un 15% más que en 2017 y un 44% más que en 2016.

Fundación Tierra Santa

¿Cómo se vive el recuerdo de los Inocentes como primeros mártires?

 El vicario custodial, Dobromir Jasztal, celebró misa este 28 de diciembre en Belén, justo sobre la tumba de los Santos Inocentes: una de las pequeñas grutas bajo la iglesia de Santa Catalina de la Natividad en Belén, en la capilla de San José. Asistieron algunos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, junto a religiosas, fieles locales y peregrinos. 

En esta fecha se recuerda a los niños asesinados por mandato de Herodes, tras el nacimiento de Jesús, por miedo a ser derrocado. Durante la masacre de todos los hijos varones menores de dos años, como narra el evangelio de Mateo, San José fue avisado en un sueño para que huyera a Egipto con Jesús y María y el sitio donde tuvo el sueño es precisamente donde se celebra la liturgia.

«Las festividades después de Navidad no interfieren con la alegría navideña, sino que nos permiten comprender su significado», dijo fray Dobromir en la homilía.

El vicario habló de todas las preguntas que podríamos hacernos en relación con este suceso: ¿Por qué Dios salva a Jesús y no a todos los niños de Belén? ¿Puede Dios haber cometido tal injusticia? ¿Por qué los niños son considerados mártires, aunque no tomaran ninguna decisión? «La razón de esta aparente incoherencia de Dios solo puede entenderse a través de la encarnación de Jesús», explicó.

El gran paso que todos debemos dar es salir de la lógica humana. «En la Cruz, Jesús demostró que él no destruye a sus enemigos, pero es Él quien vence. Y no como nosotros habríamos esperado»: Dios da valor propio a la muerte inocente, como dio valor a la muerte de Jesús, afirmó fray Dobromir.

Fundacion Tierra Santa 

Navidad y Pascua, Epifanía y Eucaristía

En los iconos ortodoxos de la Navidad, expresiones de la religiosidad popular durante siglos, es común observar al Niño no simplemente echado sobre las pajas del pesebre, sino envuelto en una faja, como un difunto embalsamado, y también a menudo el pesebre tiene forma de féretro. ¿Qué quiere decir esto?

 

De Belén al Calvario      

La explicación puede encontrarse en la relación entre la Navidad y la Pascua del Señor, entre el Belén y el Calvario. La piedad cristiana hace notar que los brazos extendidos de Jesús en el Belén son los mismos que se extenderán sobre la Cruz. Algunos pintores, como Benedetto Bonfigli (s. XV) o Lorenzo Lotto (s. XVI) asocian la escena de la Navidad al crucifijo.

Benedicto XVI desarrolló, en su audiencia del 21 de diciembre de 2012, la relación entre la Navidad y la Misa; y, por tanto, su relación con la muerte y resurrección del Señor.

En primer lugar, se ha preguntado cómo podemos vivir los cristianos el acontecimiento de la Navidad, sucedido hace más de dos mil años. La Misa de la Noche de Navidad reza: “Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”. Esto, responde el Papa, es real gracias precisamente a la liturgia, que hace posible superar los límites del espacio y del tiempo: “Dios, en aquel Niño nacido en Belén, se ha acercado al hombre: nosotros lo podemos encontrar todavía, en un ‘hoy’ que no tiene ocaso”. Dicho de otro modo, “Dios nos ofrece ‘hoy’, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia”. En síntesis, por medio de la liturgia “la Navidad es un evento eficaz para nosotros”.

Ciertamente, bastaría con recordar que la Misa es actualización del Misterio Pascual (la muerte y resurrección de Cristo), que asume, condensa y consuma todos los demás Misterios de la vida del Señor, también el de la Navidad.

Navidad y Pascua, continuaba señalando Benedicto XVI, son dos fiestas que celebran la redención de la humanidad. La Navidad celebra la entrada de Dios en la historia haciéndose hombre, para que el hombre pueda conocerle y unirse a Él. La Pascua celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, obtenida mediante la Cruz y la Resurrección. La Navidad cae al inicio del invierno, cuando la naturaleza está envuelta por el frío, anunciando la victoria del sol y del calor. La Pascua cae al inicio de la primavera, cuando el sol vence las nieblas.

 

Navidad y Pascua, Epifanía y Eucaristía     

De esta manera, como hacían los Padres de la Iglesia, el nacimiento de Cristo ha de ser entendido a la luz de la entera obra redentora que culmina en el Misterio Pascual: “Dios se hace hombre, nace niño como nosotros, toma nuestra carne para vencer a la muerte y al pecado”.

Así lo dice San Basilio: “Dios asume la carne justo para destruir la muerte en ella escondida. Como los antídotos de un veneno, una vez ingeridos anulan los efectos, y como la oscuridad de una casa se disuelve a la luz del sol, así la muerte que dominaba sobre la naturaleza humana fue destruida por la presencia de Dios. Y como el hielo, que permanece sólido en el agua mientras dura la noche y reina la oscuridad, se derrite de inmediato al calor del sol. Así la muerte, que había reinado hasta la venida de Cristo, apenas aparece la gracia del Dios Salvador y surge el sol de justicia, “fue devorada por la victoria” (1 Co. 15,54), sin poder coexistir con la Vida”

En Navidad, comienza, por tanto, la Epifanía, es decir, la manifestación del plan divino redentor: “En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestros límites, sobre nuestras debilidades, sobre nuestros pecados y se abaja hasta nosotros” (cf Fil 2, 6-7). Es decir: “El culmen de la historia del amor entre Dios y el hombre pasa a través del pesebre de Belén y el sepulcro de Jerusalén”.

De ahí resulta que el misterio de la Navidad, que puede verse situada en el marco de la Epifanía (si bien esta fiesta se celebra dos semanas después y forma una unidad con el Bautismo del Señor y el milagro de lasBodas de Caná), ha de ser contemplado y vivido en torno a la Misa, la Eucaristía. En la Navidad Cristo se manifiesta en la humildad y abajamiento del Niño de Belén. En la Eucaristía, Cristo vivo sigue ahora manifestándose y entregándose por nosotros. La Eucaristía es el “centro de la Santa Navidad”, donde “se hace presente Jesús de modo real, verdadero Pan bajado del cielo, verdadero Cordero sacrificado por nuestra salvación”.

*     *     * 

 

Durante el tiempo de Navidad celebramos también la Fiesta de la Sagrada Familia, la familia de Jesús en Belén y en Nazaret, que es como el germen de la Iglesia. Ella refleja en el mundo a Cristo, luz de las gentes, como familia de Dios.

En la fiesta de la Epifanía contemplamos la adoración de los Magos. Siguiendo esa estrella que aún resplandece, representan a todas las personas que reconocen la llegada de la verdadera y definitiva luz del mundo.

 

La Navidad, "fiesta del corazón"      

En la Homilía de la Nochebuena, ha señalado Benedicto XVI que la Navidad ya es Epifanía, pues Dios se manifestado y lo ha hecho como niño. Así "se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje que es paz". Y por eso, ahora que la violencia amenaza al mundo de modos diversos, el Papa nos invita a rezar:

"Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro. (...) En el niño en el establo de Belén, se puede, por decirlo así, tocar a Dios y acariciarlo. De este modo, el año litúrgico ha recibido un segundo centro [además de la Pascua] en una fiesta que es, ante todo, una fiesta del corazón" (Homilía en la Misa del 24-XII-2011).

 

La Navidad, tiempo de la humildad      

Asimismo, evocando la pequeñez de la puerta que actualmente da acceso a la Iglesia de la Natividad en Belén, observaba Benedicto XVI: "Si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón 'ilustrada'. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios".

Dios se manifesta, efectivamente, en su bondad y humildad, llamando a las puertas de nuestra alma, durante todo estos días, breves pero intensos. Abrirle esas puertas es condición para participar de su Luz y llenar el mundo de su Alegría.

 

Ramiro Pellitero

 SAN NEMESIO, MÁRTIR

La historia de Nemesio —se adapte o no en todos sus extremos a la bella y adornada narración que conocemos— es la de un hombre fiel y cabal que era uno más del pueblo. Un cristiano anónimo. Quiero decir, sin oficio conocido ni de condición social acreditada. Por los años de madurez que se le atribuyen podría ser casado —condición común a sus años—, aunque bien pudiera ser que no hubiera formado familia. Ni siquiera eso sabemos.

Fue durante la persecución de Decio, por los años 250. Lo refiere San Dionisio, obispo de Alejandría que habla de un tal Nemesio o Nemesion, egipcio de origen, de costumbres y de idioma. Era un vecino más en su pueblo, no de muchos años aunque entrado en la madurez, un hombre hecho.

Se le estimaba entre los que más del pueblo por la conducta justa y sus costumbres sanas; en fin, apreciado por su bondad y conducta ética intachable, como cabe y debe esperarse en un discípulo de Cristo verdadero. Fue el hombre que todo joven quiere ser cuando crezca y que todo viejo lamenta no haber sido.

Pero había envidiosos. Siempre hubo gente así, están en todas partes y estamentos. Se sienten humillados por la honradez y nobleza ajena que lleva también a la envidia de la estima de que gozan los que son honrados y buenos. Lo acusaron de cooperar con canallas que fueron perseguidos, presos y condenados a la pena de muerte. Pronto el juez pudo declarar absuelto a Nemesio y probar que fue calumnia el intento.

Como el orgullo es perverso, repiten ante el magistrado la acusación; esta vez cambiando los términos: "Tristes estamos —le dicen— por haber perdonado a un reo como Nemesio". Te ha engañado; es hábil, conoce todo tipo de engaños... ¿no sabes que es cristiano?

Para el juez es el peor de los delitos. La ley de Decio es implacable. Confirmado por serena confesión del reo es remitido a Sabino, gobernador de Egipcio y residente en Alejandría. Se comprueba en nuevo juicio la identidad cristiana de Nemesio que se muestra firme en su decisión de no renegar de su Dios. No le conmueven promesas ni castigos. Termina quemado en la hoguera en compañía de algunos ladrones y asesinos de su tiempo.

La bella historia termina narrando el añadido contento de Nemesio por morir entre malhechores como lo hizo el Maestro.

Lo noble y recto de los cristianos fue verdad auténtica y generosa ayer como lo es hoy; en algunos, la bondad es eminente hasta la muerte. Lastimosamente las tristes y lastimosas bajezas de los hombres tampoco han cambiado mucho desde entonces.

¿Cómo puede mi amigo estar tan ciego? Sí, él afirma que la humanidad ha cambiado a mejor con el tiempo, piensa que el hombre está abocado al "progreso" sin remedio. Con la historia de hoy en las manos, a mí me parece que no ha mejorado mucho el hombre por dentro. Hoy también los veo tan engreídos, envidiosos, retorcidos y soberbios que los noto muy capaces de repetir la historia y de volver a liquidar a cualquier Nemesio.

 

 

El Niño Jesús nace en un pesebre

"Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre”. Así resume S. Lucas el momento más trascendental de la historia de los hombres

Hoy celebramos el nacimiento de Jesús. Dios que nace en una cueva, en un pesebre. Veamos cómo refleja el cine el acontecimiento único que celebramos hoy.

Cada película ha reflejado esta escena –y la que le precede: la llegada a la gruta de Belén– con un tono y un ritmo muy diferente, según el sentido que ha pretendido cada director.

 

En La Natividad (2006), Catherine Hardwick ha filmado la llegada al establo de Belén con un ritmo creciente. La Virgen siente que llega su hora, y José acelera el paso con nerviosismo. Llegamos. Belén está ante nuestros ojos. Pero Belén no es aquí ese tumulto de forasteros, amontonados por las calles, que hemos visto en otros filmes; aquí es un conjunto de casas pequeñas y sin calor: frías, solitarias, un tanto inhóspitas. Ninguna de ellas abre sus puertas a las llamadas de José: es la frialdad en persona la que recibe indiferente la llegada del Mesías.

Mientras tanto, la Virgen está ya a punto de dar a luz. No sabiendo ya qué hacer, José lacoge en sus brazos y sigue gritando por las calles, en busca de refugio: “¡Por favor, un techo donde cobijarnos!”. Sólo una persona les escucha: ni siquiera les habla, señala simplemente en una dirección en cuyo final se vislumbra un establo. Y allí deposita a la Virgen, en medio de ovejas y ganado, tras una carrera de desesperación.

En contraste con esta creciente agitación (Hardwick se ha fijado sobre todo en el dramatismo de la escena), las siguientes imágenes revelan un clima de paz, serenidad y contemplación. Una estrella en el firmamento anuncia que el Mesías ha llegado ya. Y vemos varios grupos que miran hacia el Cielo: S. Joaquín y Santa Ana, en primer lugar; y luego Simeón y su mujer.

En Jesús de Nazaret (1977), Zeffirelli desarrolla esta escena de modo muy diferente, con un ritmo más pausado. Después de que la gitana les indique el camino hacia la gruta (la secuencia que vimos ayer), José y María se refugian en el establo. La siguiente escena muestra la aparición de la Estrella, que –como en casi todos los filmes– sustituye y simboliza el momento –imposible de filmar– del nacimiento de Cristo.

La acción aquí se remansa: una Vida nueva aparece en el firmamento, una luz más brillante que todas las demás para iluminar un mundo a oscuras. Lentamente, José deposita al Niño en brazos de su Madre. Y llega entonces la gitana, que había advertido que vendría al terminar su jornada de trabajo. Sí: nuevamente son los pobres y desamparados los que acogen a Cristo en su llagada a la tierra.

 

 

Ella sabe bien cómo arreglárselas en esa situación, por eso da instrucciones precisas a José: “Ponlo ahí, en el pesebre, y procura que haya paja fresca para que tenga calor. Yo me ocuparé de ella”. El travelling de aproximación al rostro del Niño, acorde con la serenidad de toda la escena, es una clara invitación al espectador para que contemple en silencio ese momento.

Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre”. Así resume S. Lucas el momento más trascendental de la historia de los hombres, con una clara referencia a la actividad de María (arropa, viste y acomoda al Niño) que ha sido interpretada por los exégetas como una muestra más de que la Virgen se vio libre de los dolores del parto.

En esta escena de La Natividad (2006), vemos que José ha preparado ya una cuna (un anacronismo que, sin embargo, casa bien con las imágenes tradicionales de nuestros belenes) y ayuda, después, a la Virgen a poner al Niño allí. La conversación que mantuvieron en el viaje (y que vimos el lunes pasado) parece reanudarse aquí: con el mismo afecto, con el mismo tono de intimidad.
 
¿Estás bien?”, pregunta José. Y responde María: “Ha recibido la fuerza que había pedido: fuerza de Dios… y de ti”. Su caricia en el rostro de José es correspondido con un beso en el dorso de su mano. Y esa tierna relación nos recuerda que, en la Sagrada Familia, todo estuvo presidido por el Amor.

 

+ info: volver a La Navidad en el cine

 

Fuente: Alfonso Méndiz, Jesucristo en el cine

Ya están visibles de nuevo, justo a tiempo para la Navidad

Los mosaicos de la basílica de la Natividad de Belén, en restauración desde hace 15 meses, acaban de ser desvelados y tienen un brillo deslumbrante

Hacía más de un año que permanecían ocultos tras grandes andamiajes. Los mosaicos de la basílica de la Natividad de Belén, realizados a mediados del siglo XII, en pleno periodo de las Cruzadas, han sido minuciosamente restaurados durante 15 meses. Ennegrecidos por el hollín de las velas durante varios siglos, habían perdido todo su brillo. Ahora, reaparecen en todo su esplendor original.

 

Un renacimiento muy esperado

Los mosaicos originales cubrían 2000 m2 de la basílica de la Basílica de Natividad de Belén, pero el tiempo, la humedad, las guerras y la falta de mantenimiento los han hecho desaparecer poco a poco. De esta inmensa crónica en teselas, que cuenta episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento, no quedan más que unos 125 m2.

 

 

Después de su restauración, los visitantes han quedado impactados por el resplandor de los colores y el brillo de los dorados. Hay que decir que los mosaicos no se restauraban desde el siglo XV, debido a conflictos entre las Iglesias católica, griega, ortodoxa y armenia, que gestionan el edificio. Era casi imposible distinguir la iconografía en el mosaico cubierto en su totalidad de una capa negra y espesa de hollín.

 

 

Esta gran obra de restauración ha permitido hacer otros descubrimientos sorprendentes. Bajo los mosaicos, sobre las columnas, los restauradores han logrado rescatar pinturas de la misma época. Entre 1127 y finales del siglo XII, los peregrinos ricos pagaban al os artistas para que representaran en la iglesia a los santos de sus familias o de sus regiones.

Alto lugar del cristianismo, la basílica fue construida en el supuesto lugar de la gruta donde María habría dado a luz a Jesús. Esta iglesia protegida por la UNESCO recibe cada año a más de 2 millones de peregrinos.

 

 

+info - SOBRE LA BASÍLICA DELA NATIVIDA

 

+ info - SOBRE LOS MOSAICOS DE LA BASÍLICA

 

 

https://es.aleteia.org

¿Qué dicen acerca de Belén los primeros cristianos?

También los discípulos del Señor y los primeros cristianos fueron muy conscientes desde el principio de la importancia que había adquirido Belén.

A mediados del siglo II, san Justino, que era natural de Palestina, se hacía eco de los recuerdos que se transmitieron de padres a hijos los habitantes de la aldea sobre la gruta, usada como establo, en que había nacido Jesús (Cfr. San Justino, Diálogo con Trifón, 78, 5).

En los primeros decenios del siglo siguiente, Orígenes atestigua que el lugar donde nació el Señor era perfectamente conocido en la localidad, incluso entre quienes no eran cristianos: «En armonía con lo que en los evangelios se cuenta, en Belén se muestra la cueva en que nació [Jesús] y, dentro de la cueva, el pesebre en que fue reclinado envuelto en pañales. Y lo que en aquellos lugares se muestra es famoso aun entre gentes ajenas a la fe; en esta cueva, se dice, nació aquel Jesús a quien admiran y adoran los cristianos” (Orígenes, Contra Celso, 1, 51).
En tiempos del emperador Adriano, las autoridades del Imperio edificaron templos paganos en varios enclaves –por ejemplo, el Santo Sepulcro y el Calvario– venerados por los primeros cristianos, con el propósito de borrar los vestigios del paso de Cristo por la tierra: «Desde los tiempos de Adriano hasta el imperio de Constantino, por espacio de unos ciento ochenta años, en el lugar de la resurrección se daba culto a una estatua de Júpiter, y en la peña de la cruz a una imagen de Venus de mármol, puesta allí por los gentiles. Sin duda se imaginaban los autores de la persecución que, si contaminaban los lugares sagrados por medio de los ídolos, nos iban a quitar la fe en la resurrección y en la cruz” (San Jerónimo, Cartas, 58, 3).

Algo análogo pudo suceder en Belén, ya que el lugar donde nació Jesús fue convertido en un bosque sagrado en honor del dios Adonis. San Cirilo de Jerusalén vio los terrenos donde se encontraba la gruta cubiertos de árboles (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 12, 20: «Hasta hace pocos años se trataba de un lugar poblado de bosque»), y san Jerónimo también se refiere al fallido intento de paganizar esta memoria cristiana con palabras no exentas de cierta ironía: «Belén, que es ahora nuestra, el lugar más augusto del orbe, aquel del que dijo el salmista: de la tierra ha germinado la Verdad (Sal 84, 12), estuvo bajo la sombra de un bosque de Thamuz, es decir, de Adonis, y en la cueva donde antaño dio Cristo sus primeros vagidos se lloraba al querido de Venus» (San Jerónimo,Cartas, 58, 3).

 

Es fiesta de optimismo, de luz, de reconciliación, de alegría y de paz

El niño débil e indefenso de Belén, es Dios. No nació para buscar conflictos con el poder romano ni con la tiranía de quienes se creían intérpretes infalibles de la Ley, pero no se achantó ante el error, la fuerza del mal ni la injusticia. Traía la verdad, el bien, la luz y la paz que el mundo necesita.

Él vino a liberar a todos los hombres y mujeres de las tiranías que lleva consigo el pecado. Ofreció su vida también por sus perseguidores y por quienes lo odiaban, para que también ellos pudieran alcanzar la salvación. Para que pudieran tener una vida feliz y perdurable.
Por eso hoy la Navidad es fiesta de amor y libertad, de hablar con soltura y confianza de las cosas buenas que bullen en el corazón, sin acobardarse ante ambientes adversos. Un buen momento para reconocer qué buena y qué gozosa es la realidad del matrimonio y de la familia, qué hermosa la sonrisa de un niño, qué tierna la mirada afectuosa del abuelo enfermo que apenas balbucea.
Una oportunidad para contemplar a la sociedad en que vivimos con realismo y alegría: aunque no falten dificultades es mucho lo que se puede hacer para construir, con el esfuerzo de todos, un mundo en el que valga la pena vivir.
 a89deac053396e24d6cf47cd0576ab59.jpg
La Navidad trae una invitación a todos los hombres de buena voluntad para que recapacitemos, para que, respetando las diferencias, opiniones y modos de ser de cada uno, busquemos decididamente lo importante: el auténtico bien de todo ser humano, por encima de egoísmos personales.
Es fiesta de optimismo, de luz, de reconciliación, de alegría y de paz. Y ese optimismo, alegría y paz serán reales si dejamos que Jesús nazca en nuestros corazones, que los ilumine. Algunos consejos:

a) Poner el nacimiento y explicarlo a los niños, y rezar allí reviviendo la escena

b) Ir a la Misa del Gallo, o cuidar especialmente la Misa de ese día. Preparándose bien con una buena confesión

c) Dar algo de lo nuestro a los necesitados, especialmente de nuestro tiempo y afecto a la familia y a quienes tenemos cerca.
Diálogos para comprender

El censo de César Augusto

Las tres mejores secuencias del Cine sobre el empadronamiento del César Augusto, que obligó a María y José a viajar hasta Belén

La película Ben Hur (William Wyler, 1959) arranca justamente con la secuencia del empadronamiento. Toda la primera parte –casi 20 minutos– está dedicada al Nacimiento de Jesús (no en vano, tiene por subtítulo: “A tale of Christ”) y recorre con cierta parsimonia los episodios que preceden a Belén. El primero de todos, como punto de partida para toda su historia novelada, es el empadronamiento de César Augusto.
Aún sobre los títulos de crédito, una voz nos sitúa en el marco histórico-político de aquel censo, que avivó en el pueblo judío los anhelos de liberación. Judea, que llevaba un siglo bajo el yugo romano y vivía a la espera de un nuevo Mesías, experimentó con este suceso una repentina añoranza de su antiguo esplendor: la gran Jerusalén, la Torre Antonia... tantos y tantos lugares que evocaban su pasado.
 

 

Por contraste a ese marco histórico, La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke, sitúa el empadronamiento en una supuesta intriga del rey Herodes para acabar con el Mesías esperado. Hardwicke atribuye a este personaje un mayor protagonismo en las escenas del Nacimiento de Cristo que el escuetamente señalado en los Evangelios.

Herodes, temeroso de que alguien pueda arrebatarle el poder y obsesionado con la profecía de un nuevo Rey de Israel, aprovecha el censo de Cesar Augusto para obligar a los judíos a volver a su ciudad de origen: así podrá localizar a ese Mesías liberador, pues la profecía indica que surgirá de la estirpe de David.

Si es verdad que existe, deberá acudir necesariamente a Belén. Junto al tirano vemos a su hijo Herodes Antipas, que treinta años después tomará la mujer de su hermano, Herodías, encerrará y decapitará a S. Juan Bautista, y gobernará Judea durante toda la vida pública del Señor.

En la escena siguiente, el anuncio del censo por parte de los soldados siembra la inquietud en la pequeña aldea de Nazaret. José, con su esposa embarazada de ocho meses, recibe aquella noticia con especial preocupación.

 

 

Finalmente, la película Jesús (1979), codirigida por Peter Sykes y John Krisch, hace del empadronamiento el punto de arranque de una historia continuada y fluida, recorrida a ritmo vertiginoso, que abarca todos los acontecimientos de la infancia de Jesús: anuncio del censo, la llegada a Belén, la falta de sitio en la posada y el cobijo en la gruta; después, el anuncio a los pastores, el nacimiento del Niño y la adoración de aquellos en el portal; y finalmente, la presentación en el Templo, la circuncisión y el cántico profético de Simeón.

Todo en 2’30”. Una secuencia que, por su fuerte concatenación, pide ser expuesta en su totalidad, y en la que apreciamos, sobre todo, su carácter didáctico –el narrador explica todos los sucesos, son una clara intencionalidad catequética- y la acertada ambientación costumbrista de las construcciones y vestimentas de la época. El doblaje es latino.

 

 

+ Volver a : La Navidad en el cine

 

Fuente: Alfonso Méndiz, Jesucristo en el cine

 

Primeros Cristianos en otros idiomas
magnifiercrosschevron-down