
No creo que haya muchos hombres que tengan una veneración más humilde por el Nuevo Testamento, o una conciencia más profunda de su total suficiencia, que yo". Así de orgulloso profesaba su fe el escritor Charles Dickens en una carta enviada a un clérigo en 1856.
No es un secreto, para cualquier lector aficionado o superficial de sus novelas, que exista un trasvase entre la personalidad de Jesucristo y la de los personajes más célebres del escritor británico, aunque solo sea desde el punto de vista moral: es mejor ser pobre y bondadoso con el prójimo, que ser rico y pasar por encima a todo el mundo. De ahí que contemporáneos suyos, como Fiódor Dostoievsky, un autor de prosa mucho más oscura, le tildaran de "gran cristiano", no sabemos si haciendo uso de la ironía o de una seriedad mucho más profunda.
Lo que Dostoievsky seguro no supo en vida es que Dickens había escrito una narración personal sobre el personaje central del Antiguo Testamento, Jesús de Nazaret. Esto es un hecho, ya que el autor británico guardó el manuscrito con celo y pidió a sus familiares más próximos conservarlo en un lugar seguro porque pensaba que, al ser un escritor ya reputado, se pervertiría la esencia de la obra en caso de llegar a lucrarse con el título.
Este manuscrito quedó en manos del hijo de Dickens, sir Henry Fielding Dickens, quien falleció en 1933 tras ser atropellado por una motocicleta. Solo siete semanas después, su viuda corrió a los despachos del rotativo británico Daily Mail a vender tan jugoso archivo por 210.000 dólares.
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En cuanto fue publicado, supuso un éxito en ventas. ¿Una novela escondida de Dickens? En realidad, un relato universal: La vida de Nuestro Señor, que así se llamaba el texto, se convirtió en la narración más humana que nadie hizo nunca sobre Jesús.
Precisamente porque estaba pensado para leer a sus hijos, el cuento estaba despojado de toda épica religiosa y grandiosidad literaria. Era un relato sencillo que trataba de la vida y obra de Jesús sin más pretensión que hacerla interesante para los niños. Ahora, 91 años después de su publicación en 1934, sale a la luz su versión cinematográfica, esta vez bajo la fórmula del cine de animación. El Rey de Reyes es la nueva producción coreo-norteamericana que ha arrasado en taquilla en Estados Unidos desde su estreno en abril, y que estas navidades llega a España de la mano de A Contracorriente Films.
Con más de 60 millones recaudados desde que se estrenó, El rey de reyes se ha convertido en uno de los films para niños más exitosos de los últimos años (hay que remontarse a 1998, cuando se estrenó para encontrar una película animada de temática similar). Quizá una de las causas sea su estelar reparto (en las voces): Kenneth Branagh hace del propio Dickens, Oscar Isaac de Jesucristo, Mark Hamill como Herodes, Pierce Brosnan como Poncio Pilatos o Uma Thurman como Catherine, la mujer de Dickens. Otro de los posibles secretos de su triunfo en taquilla ha podido ser el reclamo de ser Charles Dickens quien te cuenta la vida de Jesús, lo que sin duda resulta muy original dentro del cine bíblico.

Lo cierto es que la productora, Angel Studios, ya alcanzó una gran fama y notoriedad dentro de las salas norteamericanas en 2023 después de la polémica película interpretada por Jim Caviezel (famoso por su papel en La Pasión de Cristo) que trataba las redes criminales de pedofilia y abuso infantil con toques conspiranoicos. En esta nueva película, en cambio, no veremos ni un solo rastro de crueldad o violencia, más allá de la que exige la propia historia; algo harto difícil al tratarse de una figura como la de Jesús, quien fue condenado a la tortura y a la crucifixión por su propio pueblo tras haber cometido el 'pecado' de postularse como Hijo de Dios.
El Rey de Reyes ha sentado bien a la crítica estadounidense, aunque en algunos medios, como se ha criticado aquello que precisamente Dickens quería evitar: que se usara la imagen de Jesucristo así, como su vida y obra, para vender entradas de cine. Otras resaltan el reto (conseguido) de adaptar al público infantil una historia tan amplia y desmesurada como la Biblia (sí, también se narran momentos del Antiguo Testamento, como la huida del pueblo de Israel de Egipto o la expulsión de Adán y Eva del Paraíso). "Que sea lo suficientemente inteligente para niños y lo suficientemente ligera para adultos", expresó Rob Edwards a este respecto en Screen Rant, el coautor del guion junto con el director, Seong-ho Jang.
"Lejos de honrar a sus padres, Dickens los caricaturizó sin piedad como el egoísta señor Dorrit y la chismosa señora Nickelby"

Pero, ¿cómo vivía por dentro la religión cristiana Charles Dickens como para escribir este relato en su día? Jake Kerridge, periodista de The Telegraph, ahonda en un interesante reportaje sobre la personalidad del autor y en sus novelas para descubrir qué es lo que le ataba a la obra de Jesús. "Dickens no estuvo siempre a la altura de sus ideales cristianos", comenta. "Trató a su esposa Catherine de una forma abominable", muy lejos de la representación que hace Edwards en la película, "y cometió adulterio con Nelly Ternan, una mujer mucho más joven que él".
"Lejos de honrar a sus padres", prosigue Kerridge, "los caricaturizó sin piedad como el egoísta señor Dorrit y la chismosa señora Nickelby. Y su insistencia en la paciencia cristiana, incluso con los malvados, no le impidió llamar a la policía para denunciar a quienes decían palabrotas u orinaban en la calle. Aun así, su cristianismo era muy práctico. Rezaba dos veces al día y, de adulto, asistía al templo con mucha más regularidad que de niño. Durante la mayor parte de su vida practicó el anglicanismo convencional. No le gustaba mucho el catolicismo romano".
Pero dejemos al propio Dickens que exprese por sí mismo qué significaba para él el cristianismo a través de un fragmento extraído de La vida de Nuestro Señor.
"Es cristiano hacer el bien siempre, incluso con aquellos que nos hacen mal. Es cristiano amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y tratar a todas las personas como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Es cristiano ser amable, misericordioso y clemente, y resguardar esas cualidades en nuestro corazón, y nunca hacer alarde de ellas ni de nuestras oraciones ni de nuestro amor a Dios, sino siempre manifestar que lo amamos a Él al tratar humildemente de hacer lo correcto en todo".