En mayo de 2025, el director para África de Open Doors, Joshua Williams, lo explicaba así en un encuentro de líderes cristianos en Nairobi: en los últimos 15 o 20 años, 19.000 iglesias o capillas han sido atacadas y dañadas en África, y de esas, 15.000 estaban en Nigeria. Centrándose en 2024, calculaba un genocidio de más de 4.500 cristianos "debido a su fe" en 12 países del Sahel, 114.000 obligados a huir, 16.000 casas destruidas y 1.700 iglesias dañadas.
Este verano, la prensa occidental se hizo eco del informe de Intersociety, que declara ser una organización de supervisión de derechos humanos, fundada por el abogado Emeka Umeagbalasi, de etnia igbo (sur de Nigeria) inspirado por Peter Benenson (el católico converso que fundó Amnistía Internacional en la Guerra Fría). Declara estar activa desde 2008. Su informe recoge la cifra de 8.222 cristianos asesinados en Nigeria en 2023. Respecto a 2025, en verano difundió la cifra de más de 7.000 cristianos asesinados en los primeros 220 días del año en Nigeria. Desde 2009, año en que el grupo yihadista Boko Haram empezó sus actividades violentas, Intersociety calcula 12 millones de personas desplazadas y 189.000 civiles asesinados, de los cuales 125.000 eran cristianos, y 60.000 musulmanes (Newsweek).
También se difundió bastante el informe publicado en 2024 por el Observatorio de Libertad Religiosa en África (ORFA): lo citaron legisladores estadounidenses en marzo de 2025, acusando a Nigeria de permitir la persecución de los cristianos y pidiendo al presidente Donald Trump que impusiera sanciones al país. Entre octubre de 2020 y septiembre de 2023, calculaban 16.769 cristianos asesinados de un total de 30.880 muertes de civiles en cuatro años, incluyendo 6.235 musulmanes y 7.722 víctimas no identificadas.
En verano de 2025, el ORFA lanzaba otro análisis centrado en los ataques de milicias fulani. "El patrón evidente desde Agatu en 2016 hasta Yelwata en 2025 muestra una estrategia consistente de asesinatos masivos diseñada para lograr el control territorial y el cambio demográfico"; hablaba de "genocidio a baja velocidad" y denunciaba que se dedicaban recursos contra los yihadistas de Boko Haram, pero no contra estas milicias, más mortales.
Todas estas cifras son dudosas. Nadie niega que hay abundantes matanzas de cristianos en el norte de Nigeria, que Boko Haram y otros grupos roban, matan y saquean. Lo difícil es ponerles números. ¿Cuántas son motivadas por la fe, cuántas por mero bandidaje y cuántas por choques entre etnias? Bandidos y yihadistas matan también a musulmanes. ¿Cómo se cuentan qué víctimas eran cristianas?
En un detallado artículo de mayo en AfriqueXXI.info, el politólogo francés Marc-Antoine Pérouse de Montclos, especialista en violencia en África, cuestiona la metodología científica de esos informes y se opone a la "narrativa" de hablar de genocidio.
En primer lugar, Pérouse señala que en Nigeria "no existen registros policiales ni estadísticas oficiales sobre homicidios".
Del detallado estudio del ORFA sobre 2024, dice que "ante la falta de trabajo de campo en un país sin registro civil, cabe preguntarse cómo distingue el Observatorio entre civiles y combatientes, y entre cristianos y musulmanes. Respecto a estos últimos, los autores del informe de 2024 afirman haber cruzado su información con socios locales que no pueden ser identificados 'por razones de seguridad', pero que probablemente sean activistas cristianos, ya que el ORFA proviene de una fundación neerlandesa fundada en 2010 y financiada por iglesias evangélicas".
Al calcular la religión de las víctimas, "los autores anónimos del informe de 2024 aplican porcentajes fijos de musulmanes y cristianos para cada estado del país, año tras año. No se cita ninguna fuente que explique el origen de estas cifras, bastante misteriosas, en un país que ha carecido de estadísticas públicas sobre la composición religiosa de su población durante más de sesenta años".
Más o menos lo mismo le critica al informe Open Doors, que calcula muertos y desplazados de cada estado del norte, y luego establece, con arbitrariedad, que el 30% serían cristianos.
A ORFA le acusa de no distinguir entre "bandidos" y "terroristas" (es decir, yihadistas, islamistas): para ORFA todas las víctimas las causarían yihadistas, mientras que Pérouse cree que al menos un porcentaje pertenece a violencia económica, bandidaje.
El consejo de Pérouse: "No es necesario exagerar la magnitud de las tragedias humanas para preocuparse por la violencia y la discriminación endémicas". Y alaba que, en contraste con algunos grupos evangélicos, "priorizando la mediación, la Iglesia Católica en Nigeria, por su parte, ha tenido cuidado de distanciarse de las acusaciones más inverosímiles".
La Iglesia Católica nigeriana no ha querido nunca acusar a los políticos musulmanes de Nigeria de buscar un genocidio, pero sí ha acusado a los políticos, cristianos o musulmanes, de ser ineficaces en acabar con los grupos violentos de todo tipo.
Además, parece que la corrupción hace llegar armas a bandidos y terroristas (aunque también pueden robarlas asaltando cuarteles, o comprarlas en Libia, el gran centro de negocios criminales de África). Y es cierto que ni los países occidentales presionan al Gobierno nigeriano para actuar con más eficacia, ni se han organizado misiones militares internacionales de paz para proteger las zonas nigerianas atacadas (como sí se intentó en varios países del Sahel).
¿A qué se refiere Pérouse con "violencia y discriminación endémica"? Básicamente, hay un sustrato de rivalidades entre etnias, que mezclado con la pobreza y, sobre todo, con el crimen organizado, da malos frutos. Nigeria tiene unos 230 millones de habitantes, de 371 grupos étnicos y 500 idiomas distintos. Todos usan el inglés como lengua común. En el norte, semiárido, rural, son mayoría los musulmanes. En el sur, en ciudades, los cristianos.
En el norte semidesértico siempre hubo una relación compleja entre los hausa y los fulani. Los hausa son agricultores sedentarios, un 25% de la población de Nigeria, mayoría absoluta en el norte. Los fulani (o fula) son tradicionalmente ganaderos nómadas o seminómadas, un 5% de la población de Nigeria, pero son numerosos también en los países vecinos y muchas veces no respetan las fronteras. Ambos grupos son abrumadoramente musulmanes, pero siempre es posible acusar a los de la otra etnia de ser "malos musulmanes" para robarle el ganado. Otras veces basta con acusarles de malos vecinos.
En España, el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET) presta mucha atención a la situación del terrorismo en el Sahel, y señala como el yihadismo (terroristas islámicos de distintas marcas, unos más cercanos a Estado Islámico, otros a Al-Qaeda) colabora en estrecha simbiosis con las redes criminales, sin ser lo mismo. Los yihadistas controlan las rutas y territorios por donde va el tráfico de armas, esclavos, droga, contrabando... los traficantes, simplemente, pactan un pago con los yihadistas.
"La intersección entre terrorismo y crimen organizado en África no es un fenómeno reciente, pero su escala y complejidad han alcanzado niveles alarmantes en los últimos años. Según el Anuario del terrorismo yihadista 2024 que publicamos recientemente desde el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), África Occidental concentró el 66% de los atentados terroristas a nivel mundial y el 76% de las muertes asociadas al terrorismo en 2024, con cinco de los diez países más afectados ubicados en esta región", explica un estudio del Observatorio. (No menciona muertos específicamente cristianos, sino muertos de cualquier denominación o creencia).
"Desde 2020, una oleada de golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y Níger ha dado lugar a la aparición de unas juntas militares que, en 2023, anunciaron su abandono de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) para formar la Alianza de Estados del Sahel (AES). Este giro económico, securitario y de defensa mutua se ha convertido en el símbolo de ruptura con las estructuras regionales tradicionalmente establecidas, rechazando explícitamente la influencia occidental, particularmente de Francia, para acercarse progresivamente a otras potencias como Turquía, China o Rusia", explica su análisis.
Tanto JNIM como EI-Sahel controlan rutas del tráfico de drogas, armas, migrantes y secuestrados: reclaman a las redes criminales un pago a cambio de protección y pago seguro. Grupos locales pueden llevarse parte del beneficio si colaboran. El dinero se convierte en bienes (y viceversa) por lo general en Libia.
Según el informe de Ana Aguilera en "El Sahel y África Subsahariana, terrorismo y crimen organizado" (aquí en PDF), "JNIM participa en el comercio de drogas si se venden a no musulmanes, sin obstáculos ideológicos, mientras que Estado Islámico en el Sahel evita involucrarse directamente, a pesar de cobrar gravámenes sobre drogas en los territorios bajo su control".
"En otros casos, los grupos terroristas participan directamente en el narcotráfico. En Nigeria, Boko Haram ha sido vinculado al tráfico de tramadol y otras sustancias psicotrópicas, que son utilizadas tanto para financiar sus operaciones como para reclutar y controlar a sus combatientes", recoge el informe.
Entre 2017 y 2020, aproximadamente un cuarto del presupuesto anual del JNIM provino de rescates por secuestros. Pero después, presentándose como una entidad "estatal", desmintió participar en los secuestros de occidentales a principios de 2025.
Cuando JNIM, EI-Sahel o Boko Haram controlan territorios y tienen recursos (mediante el crimen o recaudando impuestos), ofrecen servicios a la población local (dócil, amedrentada, o aliviada de que alguien ofrezca al menos algo).
En marzo de 2025 el Secretariado Católico de Nigeria (de los obispos) presentó un informe que difundió agencia Fides sobre secuestros de sacerdotes católicos: entre 2015 y 2025 fueron secuestrados 145 sacerdotes en Nigeria, de los cuales 11 fueron asesinados y 4 siguen desaparecidos.
Además, otro estudio realizado por Cáritas Nigeria en colaboración con la Conferencia Episcopal del país contabilizó más de 200 secuestros y 15 asesinatos de sacerdotes y seminaristas en ese mismo período, aunque con datos parciales que abarcan solo 40 de las 60 diócesis del país.
Umeagbalasi, el impulsor de la organización Intersociety, presenta otras cifras: él habla de 250 sacerdotes católicos secuestrados desde 2015, además de otros 350 clérigos de otras denominaciones.
El obispo de Sokoto (amplio territorio del norte donde se calcula que quedan unos 20.000 católicos, aunque hace 20 años podían ser el triple), Mathew Hassan Kukah, admitió entrevistado en ACI África: “Hemos gastado más de 30 millones de nairas [17.000 euros] que no tenemos para rescatar a nuestros agentes pastorales de los secuestradores”.
Aseguró que se trata de redes movidas por el afán de lucro. “Como le dirán las agencias de seguridad, estos hombres son simples criminales, que a menudo trabajan con los lugareños en las comunidades que sirven como informantes. Su principal motivación es el dinero”. Forma parte del "complejo industrial criminal".
Así, aunque los cristianos (y mucha más gente) hacen bien en pedir que el Gobierno y la comunidad internacional ayuden a acabar con la violencia y protejan a los ciudadanos, queda claro que son muchos los factores implicados.
El islamismo yihadista motiva a muchos violentos, pero otros muchos son simples criminales buscando enriquecerse. El problema de Nigeria no es solo de Nigeria: las redes yihadistas y las de la criminalidad común se retroalimentan en todo el Sahel.
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