La importancia de la Gruta, en la devoción cristiana, está ligada al relato incluido en el evangelio de Mateo (Mt 2,13), cuando un ángel se le apareció en sueños a José para pedirle que se refugiara en Egipto para huir de la ferocidad del rey Herodes.
Según una tradición muy antigua, este es uno de los lugares donde María se detuvo para cuidar al niño, descansar y amamantarlo: algunas gotas de leche – que cayeron al suelo mientras la Virgen amamantaba a Jesús – hicieron que el color de la roca cambiara del rosa al blanco.
Se han atribuido a la roca algunas propiedades curativas, sobre todo para las mujeres que tenían dificultades para amamantar y las que no conseguían concebir un hijo. Desde el siglo VI se conocían, en Europa y Oriente, reliquias procedentes de esta gruta, en forma de pedacitos de roca pulverizada y comprimida. Esta devoción es aún hoy signo de la memoria viva del momento simbólico de la maternidad de la Virgen María.
«Aquí llegan peregrinos y fieles de todo el mundo, sobre todo de Polonia y Rumanía, dos países que tienen un vínculo especial con la Virgen – explica fray Luis Enrique Segovia, guardián del monasterio franciscano de Santa Catalina en Belén –. La Gruta de la Leche en Tierra Santa recuerda el gesto tierno e íntimo de María amamantando al Niño Jesús.
En la oración del santuario, dirigida a María para pedir la intercesión de “Su corazón de Madre”, se encierra el sentimiento de abandono a Dios y la confianza en Su voluntad: esta es la actitud que aporta consuelo a muchas personas que vienen a pedir la gracia de poder tener hijos». La oración está disponible en muchos idiomas, como testimonio de la popularidad del santuario.
«También muchas mujeres musulmanas vienen aquí en oración – continúa fray Luis Enrique –: no vienen solamente para pedir el don de la maternidad, sino que vienen para honrar a esta mujer que, como dicen a menudo, “nos asombra por su humildad, su silencio, su fiat, al aceptar por completo la voluntad de Dios”. Tienen una devoción real y profunda hacia la figura de María».
Entre los frailes que se turnan para servir en la Gruta está el brasileño fray Tadeu Luiz Fernandes, que recibe a los peregrinos a la entrada del santuario: aquí se ha habilitado una sala con una pared llena de fotos y cartas enviadas por padres felices de todas las nacionalidades, que han visto cumplido su deseo: son testimonios vivos de la gracia que han recibido y de su devoción puesta en práctica.
En la puerta, se encuentra la foto de fray Lawrence Bode, fraile de la Custodia que, durante más de 30 años, se ha encargado exclusivamente de la Gruta, atendiendo el archivo compuesto ya por miles de testimonios.
La Gruta de la Leche actualmente está flanqueada por el monasterio confiado a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento de Tierra Santa. Un pasillo interno une la gruta con la capilla del Santísimo Sacramento y con la iglesia superior: la adoración eucarística continúa durante todo el día y todos los peregrinos pueden recogerse en oración silenciosa y escribir sus intenciones de oración.
Santa Virgen de la Leche, amadísima Madre del Niño Jesús y Madre mía, escucha mi humilde oración.
Tu corazón de madre sabe todos mis deseos, todas mis necesidades.
Sólo a ti, Inmaculada Virgen, tu Hijo Divino ha dado a comprender los sentimientos que llenan mi alma.
Tuyo fue el sagrado privilegio de ser Madre del Salvador.
Intercede ahora con Él, mi amadísima Madre, para que, de acuerdo con su voluntad, pueda yo ser madre, o madre de otros hijos enviados por Nuestro Señor.
Tu que por la gracia de Dios has obrado tantos milagros para aquellos que recurren a Ti. Ten en cuenta el amor que tengo por tu Hijo y por Ti y ayúdame a obtener aquello que te pido.
Te lo ruego, Virgen de la Leche, en nombre de tu Hijo Divino, mi Señor y Redentor.
Amén.