Se inaugura en Kazajistán un nuevo santuario para cristianos perseguidos

En el regazo de María frente a la persecución

Ubicado en Kazajistán, un país marcado por décadas de represión religiosa, el santuario —erigido con la bendición del arzobispo Tomasz Peta y el apoyo del obispo auxiliar Athanasius Schneider— se integra en una red internacional centrada en el icono de María, Madre de los Cristianos Perseguidos.

El 20 de junio fue inaugurado en la Iglesia de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro, en la capital kazaja Astaná, un santuario mariano dedicado a los cristianos perseguidos. Es el sexto centro de oración establecido por la organización estadounidense Nasarean.org y el primero en Asia Central.

Durante la homilía de la inauguración, el obispo Schneider recordó las palabras de san Juan Pablo II durante su visita a Astaná en 2001, cuando habló de las «pruebas indecibles» sufridas por quienes «eligieron no renegar de su fe».

Esta iniciativa, lanzada en 2018, invita a diócesis de todo el mundo a acoger un icono pintado por la monja melquita libanesa Souraya Herro, inspirado en la imagen tradicional de la «Madre de la Ternura». La obra incluye la inscripción aramea «Madre de los Perseguidos», conectando el sufrimiento de la Iglesia actual con la lengua de Cristo y los mártires de los primeros siglos. Cada santuario es inaugurado con la bendición episcopal y se convierte en un hogar espiritual de oración y comunión con los cristianos perseguidos en todo el mundo.

Kazajistán —una nación extensa y poco poblada, situada entre Rusia y China— reviste un simbolismo especial dentro de este proyecto. Bajo el régimen comunista, fue uno de los principales enclaves del sistema soviético de gulags, donde millones de personas fueron encarceladas, entre ellas numerosos clérigos, religiosas y fieles laicos.

Un testimonio silencioso pero firme

Desde la década de 1930, grupos étnicos enteros fueron deportados forzosamente a Kazajistán, incluyendo alemanes, polacos, ucranianos y bálticos, muchos de ellos católicos u ortodoxos. La práctica religiosa fue criminalizada, los templos clausurados o transformados y los sacramentos celebrados en la clandestinidad.

Entre los afectados estuvo la familia del obispo Schneider, nacido en 1961 en el seno de una familia católica alemana exiliada en los Urales. Criado en la Iglesia subterránea, participó en liturgias secretas y vivió en carne propia la resistencia espiritual, experiencia que ha marcado su ministerio y su respaldo a este nuevo santuario. Desde su independencia en 1991, Kazajistán reconoce oficialmente la libertad religiosa, aunque en la práctica persisten importantes restricciones. Aproximadamente el 70 % de la población profesa el islam, mientras que los cristianos —en su mayoría ortodoxos rusos— representan un 26 %. Los católicos son una minoría, pero mantienen una presencia activa mediante escuelas, parroquias y obras de caridad.

En 2022, el Papa Francisco visitó el país con motivo del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales, fomentando la libertad religiosa, el diálogo interreligioso y la convivencia pacífica. Su visita también quiso destacar el papel constante, aunque discreto, de la Iglesia católica en Asia Central.

Papa Francisco en Kazajistán

Obstáculos persistentes a la libertad religiosa

Pese a ciertos avances, los cristianos en Kazajistán —especialmente los conversos del islam— enfrentan todavía grandes desafíos. En su lista «World Watch 2024», la organización Puertas Abiertas situó a Kazajistán en el puesto 38 entre los países donde ser cristiano resulta más difícil, junto a otras naciones de Asia Central como Uzbekistán y Tayikistán.

La asociación denunció que los conversos sufren rechazo social y familiar, abusos físicos e incluso arresto domiciliario o matrimonios forzados. Las mujeres son particularmente vulnerables en zonas rurales, donde padecen acoso, violencia e incluso secuestros matrimoniales. Los hombres, por su parte, son objeto de vigilancia estatal, restricciones de movilidad y extorsiones, sobre todo en el ámbito empresarial. Estas dinámicas se ven agravadas por la restrictiva Ley de Religión de 2011, que impone duras condiciones de registro, limita el culto público y prohíbe la actividad religiosa no registrada. Puertas Abiertas informa que, si bien las comunidades ortodoxas rusas suelen evitar interferencias, los grupos católicos y protestantes que evangelizan abiertamente son objeto de vigilancia, redadas y procesos judiciales.

En 2017, la Comisión de Estados Unidos sobre Libertad Religiosa Internacional señaló que 20 personas fueron encarceladas en Kazajistán por expresar pacíficamente su fe. Un informe de 2018 del observatorio noruego Forum 18, tras 15 años de seguimiento, describió el clima religioso del país como fundamentalmente represivo, pese a los discursos oficiales.

Una red creciente de oración

El icono de María, Madre de los Cristianos Perseguidos, ya ha sido entronizado en cinco ciudades occidentales: Nueva York, Londres, Estocolmo, Clinton (Massachusetts) y Lander (Wyoming). Mientras estas localizaciones reflejan una creciente indiferencia espiritual en Occidente, Kazajistán representa una tierra donde la opresión ha sido vivida y, en algunos casos, aún persiste.

En 2023, durante la inauguración del santuario de Estocolmo, el padre Benedict Kiely —fundador de Nasarean.org— lamentó que muchos católicos en Occidente desconocen la magnitud de la persecución cristiana en el mundo y tienden a centrarse cada vez más en cuestiones sociales o medioambientales. «La Sagrada Escritura nos dice claramente que si una parte del Cuerpo sufre, todo el Cuerpo sufre», declaró al Register, subrayando la importancia de la solidaridad espiritual. Actualmente, se encuentran en preparación tres nuevos santuarios, como parte de la visión del padre Kiely de crear una auténtica cadena global de intercesión, unida por una sola imagen y una sola intención: la oración por los cristianos perseguidos.

En Kazajistán, donde la fe ha sobrevivido al silencio y al exilio, la entronización de este icono recupera una memoria largamente silenciada. Honra a quienes permanecieron fieles en medio de la represión y extiende el consuelo de la Iglesia a quienes siguen pagando el precio del discipulado de Cristo —muchas veces en la oscuridad, pero ya no en soledad.

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