"¿Quo vadis?" - Henryk Sienkiewicz

quo vadis

 

La novela comienza en el año 63 d.C. en tiempos de Nerón, y en ella seremos testigos del gran incendio de Roma, de las primeras persecuciones a los cristianos y de los grandes festivales del circo romano. Se nos muestra el mundo pagano en todo su esplendor, con unas magníficas recreaciones de los personajes.

 

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¿QUO VADIS? (1896)

 

Nos habla de una sociedad altamente civilizada, supuestamente en la cumbre de su apogeo; una sociedad que, no obstante ello, y mientras disfruta del confort y la opulencia, se revuelca en el hastío y la inmoralidad, el libertinaje y la decadencia. Una época, en suma, similar en muchos aspectos a la nuestra, aunque muy alejada de nosotros en el tiempo. Me refiero a la Roma Imperial, apenas sesenta años después del nacimiento de Cristo, y a la obra maestra del mejor novelista polaco, Henryk Sienkiewicz, Quo Vadis? (1896). Así es descrita la gran capital del Imperio por el autor:

«Roma gobernaba el mundo, es cierto; pero a la vez era la úlcera del mundo. De ella emanaban ya las pestilencias de un cadáver. Sobre su putrefacta existencia empezaban ya a caer las sombras de la muerte. […] [Petronio] veía la existencia de aquella ciudad señora del mundo como una danza loca, una verdadera orgía que tocaba ya a su término».

 

Se ha dicho que nadie ha logrado retratar mejor que Sienkiewicz el amplio panorama de la civilización romana en el punto más álgido de degeneración del Imperio, ni presentar de forma tan creíble y vívida a los primeros cristianos.

La obra es grandiosa, tanto por su extensión como por su calidad literaria y magnificencia artística. Es apabullante y perturbadora; cruda y tierna; inspiradora e instructiva. En el discurso de su presentación como galardonado con el Premio Nobel, el poeta sueco y secretario de la Academia, Carl David af Wirsén, escribió:

«Quo Vadis? describe excelentemente el contraste entre el paganismo sofisticado pero gangrenado, con su orgullo, y el cristianismo humilde y confiado; entre el egoísmo y el amor, el lujo insolente del palacio imperial y el ensimismamiento silencioso de las catacumbas.

Las descripciones del incendio de Roma y las sangrientas escenas del anfiteatro no tienen parangón; (…) otra escena particularmente hermosa es el episodio, iluminado por la puesta de sol, en el que el apóstol Pablo va a su martirio repitiéndose a sí mismo las palabras que una vez había escrito: “He peleado una buena batalla, he terminado mi curso, he mantenido la fe” (2 Tim. 4:7)».

 

Por supuesto, la novela no pretende ser una crónica histórica, no obstante apoyarse en una situación histórica determinada y retratarla con bastante fidelidad. Parte de un pasaje bien descrito por Tácito en sus Anales (15, 44), y sobre él construye Sienkiewicz una gran obra.

El propio autor afirmó más tarde que la idea de la novela le surgió gracias a sus repetidas lecturas de Tácito, y que tomó forma concreta cuando el pintor Henryk Siemiradzki, durante uno de sus paseos conjuntos en Roma, le llevó a la capilla Domine Quo Vadis (Santa Maria delle Piante) en el cruce entre la Vía Apia antigua y la Vía Ardeatina.

 Pero, al lado de la grandiosidad de Roma, con sus amplias avenidas y estrechas callejuelas, sus palacios, acueductos y templos, con su Palatino y su Coliseo, todos ellos transitados por Nerón, Petronio, Pedro, Pablo o Popea, de la decadencia y podredumbre de una civilización, del nacimiento y la aurora de una nueva época, y de las crueldades y martirios a que dio lugar, aparece el tema de la intolerancia, y su consecuencia más visible: la tiranía de quien acepta todo, salvo la Verdad, manifestada en la persecución cristiana y en la Iglesia de los mártires y las catacumbas.

Se ha dicho —y creo que con razón— que la obra aborda el inmenso problema del bien y del mal, y que lo hace como entidad histórica. Al elegir una época en la que el bien y el mal convivían en sus formas más extremas, el autor dispuso de un escenario inmejorable para su drama. Roma era el centro de aquel universo en un sentido que ninguna ciudad moderna —ni siquiera Londres o Nueva York— puede igualar. Todo lo que se decía o pensaba en el mundo del siglo I gravitaba hacia Roma, como bien sabía Tácito.

Es probable que una de las motivaciones de Sienkiewicz residiera en el hecho de que Polonia, en 1896, estaba sometida al dominio de un tirano, como lo estaba Roma en tiempos de Nerón. Y esto, por supuesto, tiene que ver con la verdad y con el verdadero sentido de la tolerancia.

Quo Vadis? no es solo una apasionante historia de amor y aventura, sino también una profunda meditación sobre la condición humana, ambientada en un mundo de corrupción y violencia, donde, de manera milagrosa, brotan la fe y la esperanza de la mano del amor.

 

Ver en Wikipedia

 

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