Bergoglio lleva consigo la cruz de un sacerdote iraquí degollado

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El Papa Francisco lleva consigo un símbolo de dolor, pero también de fe llena de esperanza en Dios: la cruz de un sacerdote degollado en Irak. La lleva consigo desde hace algunos días, según refirió esta mañana, durante el encuentro en el Aula Pablo VI con las personas que participaron en el Congreso internacional para los jóvenes Consagrados, que se está llevando a cabo en Roma (del 15 al 19 de septiembre). Durante la audiencia, respondiendo a las preguntas de tres chicos, también declaró que se avergonzaba de sus pecados; después subrayó que los que son rígidos en la propia vida no sueñan. Evangelizar, indicó, no es «hacer proselitismo».

 

Evangelizar no es «proselitismo, nosotros no somos una asociación de fútbol»

El Papa Francisco lleva consigo un símbolo de dolor, pero también de fe llena de esperanza en Dios: la cruz de un sacerdotedegollado en Irak. La lleva consigo desde hace algunos días, según refirió esta mañana, durante el encuentro en el Aula Pablo VI con las personas que participaron en el Congreso internacional para los jóvenes Consagrados, que se está llevando a cabo en Roma (del 15 al 19 de septiembre). Durante la audiencia, respondiendo a las preguntas de tres chicos, también declaró que se avergonzaba de sus pecados; después subrayó que los que son rígidos en la propia vida no sueñan. Evangelizar, indicó, no es «hacer proselitismo».

Al saludar a los religiosos de Irak y Siria, y recordando particularmente a los «mártires» de estos países, «nuestros mártires de hoy», Papa Francisco dijo: «tal vez ustedes conocen a alguno. Hace algunos días, en la Plaza, un sacerdote iraquí se acercó y me dio una cruz pequeña: era la cruz que tenía en la mano el sacerdote que fue degollado por no renegar a Jesucristo. Esta cruz la llevo aquí».

Y después una advertencia para los religiosos: «Señor, Te agradezco porque mi congregación no es como esa o como la de allá»; Francisco usó las palabras que en el Evangelio narran la oración falsa del fariseo para describir los sentimientos de estos consagrados que se sienten mejores que los demás y caen, justamente, en el «fariseísmo». «Jesús -recordó Francisco- es severo con los fariseos que eran los observantes de su tiempo». «Todos -explicó- somos pecadores, pero no en teoría, en práctica: yo recuerdo mis pecados y me avergüenzo, pero el Señor nunca me ha dejado solo, ni siquiera en los momentos oscuros de la tentación y del pecado».

Francisco también habló de las «comodidades de la vida consagrada»: «‘Tenemos que hacer esto… Estamos tranquilos… Yo observo todos los mandamientos que debo hacer aquí, las reglas… Soy observante…’. Pero lo que Santa Teresa decía sobre la observancia rígida y estructurada, la que quita la libertad, y esa era una mujer libre, tan libre que tuvo que ir a la Inquisición»; «hay -precisó- una libertad que viene del Espíritu y una libertad que viene de la mundanalidad. El Señor los llama y nos llama a todos a lo que Pierre (uno de los jóvenes que planteó una pregunta, ndr.) llamó ‘la forma profética de la libertad’, es decir la libertad que va unida al testimonio y a la fidelidad: una mamá que educa a sus hijos en la rigidez (‘Hay que, hay que, hay que..’) y que no deja que los hijos sueñen, que tengan sueños, no deja que crezcan sus hijos, anula el futuro creativo de sus hijos; los hijos serán estériles. También la vida consagrada puede ser estéril, cuando no es, precisamente, profética, cuando no se permite soñar».

El Papa también recordó: «Santa Teresa del Niño Jesús, encerrada en un convento y con una priora no tan fácil, ¿eh? -añadió entre las risas de los presentes-; algunos pensaban que la priora hacía las cosas para molestarla, pero esa monjita de 16, 17, 18, 21 años, soñaba, nunca perdió la capacidad de soñar, nunca perdió los horizontes, y hoy es la patrona de las misiones, de los horizontes de la Iglesia». Sobre la evangelización, Papa Francisco insistió: «No es lo mismo que hacer proselitismo, nosotros no somos una asociación de fútbol que buscamos socios; evangelizar no es solo convencer, es ofrecer testimonio de que Jesucristo está vivo, y este testimonio se hace con la carne y con la vida».

Y añadió, para explicar mejor sus ideas, «digo una palabra un poco difícil y les hablo sinceramente: uno de los pecados que a menudo encontramos en la vida comunitaria es la incapacidad de perdón: ‘Este me la va a pagar’. Esto es ensuciar al otro, los chismes en una comunidad, y la incapacidad de perdón». «Los que chismean -insistió- arrojan una bomba sobre la fama del otro y destruyen al otro, que no puede defenderse. Y así, sucede que el religioso que consagró su vida a Dios se convierte en un terrorista, porque arroja en su comunidad una bomba que destruye».

El Papa también pidió perdón, bromeando: «Perdónenme si soy un poco feminista, pero tendría que agradecer el testimonio de las mujeres consagradas». «Pero no de todas, ¿eh? -respondió al aplauso que estalló en la Sala Pablo VI. Hay algunas un poco histéricas -añadió entre más aplausos-, pero quiero agradecer el testimonio, porque ustedes tienen estas ganas de estar en primera línea, porque son madres, tienen esta maternidad que hace a la Iglesia cercana».

«Profecía, cercanía, memoria», «no al narcisismo» y a «la cultura de lo provisorio». Estos fueron los puntos que Francisco subrayó ante los religiosos y religiosas al final de su conversación, que duró aproximadamente unos 40 minutos. Con respecto a la memoria, al recordar el propio encuentro con el Señor, comentó: «Cuando tú te acuerdas de las maravillas, te viene una sonrisa de oreja a oreja, una de esas sonrisas bellas, porque el Señor es fiel».

«Profecía, memoria, cercanía, corazón que quema de celo apostólico -resumió-, cultura de lo definitivo, no ‘usa y tira’, no la cultura de lo provisional». Y también no al narcisismo: «Dos palabras, una que es el símbolo, no sé si la peor, pero sí es una de las peores actitudes de un religioso, reflejarse a sí mismo, el narcisismo, cuídense mucho de esto -exhortó-, y no vivamos en una cultura narcisista que siempre nos lleve a tener esta tensión para reflejarnos: no al narcisismo, verse a sí mismo; sí a lo contrario, a eso que te despoja de todo narcisismo, sí a la adoración, y yo creo que este es uno de los puntos en el que debemos salir adelante la oración de adoración».

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