SANTA CATALINA DE SIENA

Virgen dominica, doctora de la Iglesia,
patrona de Italia, copatrona de Europa

Siena (Italia), 25-marzo-1347
+ Roma, 29-abril-1380

Catalina nace en Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Gemela de Giovanna —que murió al poco tiempo de nacer— era la penúltima de los veinticinco hijos e hijas del matrimonio Jacobo Benincasa y Lapa Piacenti.

Su vida irrumpe en una ciudad llena de arte y colorido, en el populoso y alegre barrio de los tintoreros, Fontebranda. Y lo hace en un contexto sociológico y eclesial conflictivo. El mismo año en que nace Catalina irrumpe también la pavorosa peste negra (1347-1352) que sembró de muerte muchas poblaciones de Europa.

Y a ese trágico acontecimiento hay que sumar otros, como la Guerra de los Cien Años, las luchas internas entre ciudades italianas y con el papa, el traslado de la corte pontificia a Aviñón (1305-1378) y el cisma de Occidente (1378-1417).

Sobre el encanto de Catalina en su infancia, su confesor habitual y primer biógrafo, el Beato Raimundo de Capua (-5 de octubre), escribió así: «Desde que fue destetada y anduvo por sus pies, era encanto de cuantos la veían, y su conversación era tan discreta, que su madre apenas podía tener a la niña en casa, pues sus vecinos y parientes la llevaban a la suya para oír sus pequeños razonamientos y gozar de su presencia» (Vida, 8).

Su padre, tintorero de pieles, era un hombre bondadoso, comprensivo y pacífico. Cultivaba la vida espiritual y el respeto a los demás, no consintiendo en su presencia ni la murmuración ni actitudes violentas. Políticamente, era miembro del partido popular. Su madre, por otra parte, era mujer trabajadora, enérgica y tenaz, y estuvo siempre muy cercana a Catalina por ser una de las benjaminas de su numerosa prole.

Algunos de esos atributos del padre y de la madre, por ejemplo, el cultivo de lo espiritual, el anhelo de paz y la tenacidad en las cosas que se proponían, fueron más tarde rasgos muy significativos de Catalina.

 

VOLVIENDO A CASA UNA TARDE

Una tarde, volviendo a su casa, acompañada de su hermano Esteban, la niña Catalina tiene una visión que la va a marcar para el resto de su vida. Al pasar por delante de la iglesia de Santo Domingo, ve, en el horizonte, un grupo de figuras luminosas. Sin salir de su asombro, fija la mirada en ellas y logra identificar a los personajes: en el centro, Cristo vestido de pontífice, y, a ambos lados, los apóstoles Pedro, Pablo y Juan.

En el transcurrir del tiempo, esta visión acompañará a Catalina en su amor apasionado a la Iglesia y en concebirla como una institución apostólica.

Catalina Siena

Por estas fechas, Catalina sólo cuenta seis años. Pero esa visión, llena de simbolismo, la irá conduciendo, poco a poco, a vivir y a sentir profundamente el misterio del Cuerpo Místico de Cristo. Misterio de fe, de amor y de santidad. Por de pronto, siendo todavía niña, Catalina hace voto de virginidad y se consagra totalmente al Señor.

Está enamorada de Cristo y se siente muy motivada por la salvación de los hombres y de las mujeres. Estado de ánimo que le incita a buscar, por una parte, la soledad de la oración, del coloquio con aquél al que ama y de las plegarias por los pecadores; y, por otra, ingeniosas maneras de servir a los pobres.

En ese clima espiritual y de caridad es donde brota su deseo de ingreso en la Orden de la Penitencia de Santo Domingo, al mismo tiempo que, con creciente amor, va asumiendo la cotidianidad de la vida y el servicio a los demás, concibiendo ideales de entrega total de sí misma. Quiere transformarse día a día, y ese proceso de transformación personal se irradia a la familia, a la sociedad, a la Iglesia, con fuerza renovadora.

CATALINA «PIENSA EN MÍ... YO PENSARÉ EN TI»

A los doce años, Catalina es una hermosa joven, con excelentes atributos físicos y espirituales. Gozaba, dice el Beato Raimundo y confirman otros biógrafos, de «un temperamento animoso y alegre; inspiraba natural simpatía, gracias, sobre todo, a su constante y grata sonrisa, (y era) recordada por cuantos la trataron» (Vida, 328).

A esa edad, sus padres sueñan con un buen partido para ella. Como tiene encantos suficientes para enamorar a cualquier joven, la persuaden a que abandone su reclusión de la casa y a que disfrute de una vida social alegre, igual que lo hacen las jóvenes de su edad. Su hermana mayor, Buenaventura, refuerza esa idea de los padres, y Catalina accede.

Ella, para resaltar aún más su belleza, se tiñe el pelo, se viste con las galas que su hermana le proporciona y comienza a alternar. Pero en el mes de agosto de 1362, Buenaventura muere de parto, y Catalina ve en esta desgracia una llamada a transitar por otros caminos diferentes.

Pero ¿cómo hacerlo? Se le ocurre realizar un gesto simbólico, que contraría el proyecto de sus padres sobre ella: se corta el pelo al rape. ¡Locura!, dicen. Y como no pueden comprenderlo, tratan de persuadir a la joven con estrategias nuevas; pero en vano.

Así van transcurriendo en Catalina años de intensa vida interior, dedicando mucho tiempo a la oración y al trato íntimo con el Señor. En esos espacios de gratuidad espiritual y amorosa es donde Catalina, en algunas ocasiones, se siente estremecida por la voz del Padre que le dice: «Catalina, piensa en mí; si lo haces, yo pensaré en ti» (Vida, 64-65).

Es éste un reclamo tan fuerte, una presencia tan viva, que centra a Catalina en un horizonte infinito de amor al Absoluto. Se siente invadida por la presencia del Ser amado, hasta tal punto que, hablando con su confesor, le dice que «muchas veces rezaba Nuestro Señor los salmos con ella, paseándose ambos por la habitación, como dos religiosos que rezan su oficio divino».

Mientras todo eso acontece, Catalina, atraída fuertemente por la espiritualidad dominicana —contemplativa y apostólica—, encuentra su camino y logra ser admitida entre las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, cosa que no le fue fácil alcanzar, por su corta edad, pues estamos hablando de una joven de dieciséis años.

Santa Catalina de Siena

Ahora quiere consagrarse más intensamente a Dios, pero no como religiosa, sino como laica, «mantellatau, nombre que reciben las mujeres que visten el manto negro sobre el hábito dominicano. Su lema será: fraternidad de oración, ayuda mutua, penitencia y proyección apostólica.

Esta etapa de la vida oculta de Catalina, entrelazada de visiones y tentaciones, culmina con algunas experiencias espirituales que sellarán, para siempre, su propio ser y hacer. Momento excepcional fue aquel en que, cumplidos los 23 años, corriendo el 1370, pidió amorosamente a Cristo que le cambiara el corazón. Tanta era su búsqueda de identificación con Jesús.

Y Jesús, que es magnánimo, le otorgó ese don de cambio de corazones, rasgo espiritual que tendrá suma trascendencia en varios acontecimientos sociales y eclesiales, también en el seno de la Orden de Predicadores.

Fue también en ese mismo año de plenitud, 1370, en la víspera de la fiesta de Santo Domingo, cuando Catalina dijo a fray Bartolomé Dominici, según refiere Carlos J. Pinto de Oliveira: Padre, ¿no está viendo a Santo Domingo? Yo lo estoy viendo, como estoy viendo al Señor. Se parece a Jesús. Su rostro ovalado es grande y delicado».

Y añadió: Él fundó la orden (dominicana) para librar a los hombres de la esclavitud del error y del pecado, para conducirlos a la verdad y a la práctica de una vida divinamente cristiana» (Santas Doctoras, 3).

En esta misma etapa, finalmente, Catalina experimentó una «muerte mística», en la que contempló la felicidad del cielo y el sufrimiento del infierno. No es extraño que tal visión suscitara en Catalina el recuerdo de aquel grito de Domingo: ¿Qué será de los pobres pecadores? Es el momento en que la joven, superadas múltiples adversidades, se dispone a abrazarse con el amor al Señor y la búsqueda de conversión de sus criaturas.

GRITOS QUE LLAMAN A LA ACCIÓN

Catalina vive en su «celda interior. Pero su vocación no es de clausura o cierre a los gritos de la humanidad doliente que golpean puertas y ventanas. Son los gritos de los pobres, enfermos, nuevos Cristos sufrientes. No los puede resistir. El «amor de Cristo apremia». Agitada por el Espíritu, sin poner trabas al Amor que la convoca a la acción, Catalina se pone en camino con diligencia y solicitud.

Ha llegado el momento de salir a la calle y de ocuparse de los enfermos, de aquellos que, por sus enfermedades contagiosas, nadie quiere atender; de aquellos que sufren continuada soledad.

La irrupción de Catalina en ese mundo produce sorpresa, por su celo de amor e intensa dedicación. Observándola en la acción, muchos pecadores recapacitan y se convierten. La fuerza de su palabra cautiva. La que habla ¿no es una mujer de escasa cultura e instrucción?

Habla con tal «sabiduría» y «fuego de amor» que los habitantes de Siena se sienten interpelados por ella, y su fama se propaga por la ciudad. Ha comenzado su vida pública, su excepcional apostolado, que se prolongará hasta la muerte.

El pueblo comienza a descubrir en Catalina una maestra espiritual con gran energía transformadora, y su fuerza de atracción es tanta que pronto se va congregando en torno a ella un grupo de personas que comparte sus inquietudes, su pasión apostólica y de caridad.

Así surge la familia espiritual cataliniana, con el nombre de «caterinati», que es formada por frailes dominicos, mantellatas, nobles y gente del pueblo. Ellos, además de seguir sus enseñanzas, la acompañan en su vida itinerante, como ,santa brigada».

Cuanto más avanza Catalina en la vida del espíritu, tanto más se compromete con el mundo, siendo fiel a la voz de Jesús que le dice:

Catalina, «tu pequeña habitación ya no será tu morada. Para la salvación de las almas debes dejar incluso tu ciudad. Voy a conducirte delante de los papas, de los obispos y de los gobernantes del pueblo cristiano para que, por medio de los débiles, como corresponde a mi estilo, humille la soberbia de los poderosos» (Santas Doctoras, 38).

Catalina, identificada con los sentimientos de Cristo Jesús, se convierte en una predicadora itinerante que tiene por púlpito la calle. Sin esperar a la gente en la iglesia de Santo Domingo, tan querida para ella, se hace presente allí donde hay sufrimiento, donde el pecado sienta cátedra.

Tiene muy claro que es un ser-para-los-demás, un instrumento del Señor, al servicio del Reino. Como Domingo de Guzmán, si el día es para los hombres, para Dios será la noche. Si en el día siente a Dios en los «otros Cristos», en la noche llevará a éstos a su encuentro con el Señor. Ora y actúa, ama y sirve. Todo junto.

AUDACIA FEMENINA

El año 1372, impulsada Catalina por el anhelo de una historia diferente, incursiona en el escenario político y eclesial. Tiene sólo veinticinco años. Es audaz en el hablar, y al actuar despierta sospechas. No era habitual en el siglo XIV que una mujer se dirigiera a políticos y eclesiásticos urgiéndoles cambiar de actitudes.

Lo suyo realmente era una osadía. Pero lo hace con humildad y con profundo amor, y se atreve a hacerlo, a pesar de su juventud, escasa preparación y ser mujer. Es la fuerza del Espíritu, presente en ella, la que hace posible esa audacia femenina.

En 1374, Catalina es convocada por la Orden de Predicadores a su capítulo general de Florencia, y allí se le asigna a fray Raimundo de Capua como su director espiritual. Ella lo recibe como un don «de la dulce Madre, María». Con el tiempo, más que director y dirigida, ambos serán compañeros de camino, pues entre ellos se da gran reciprocidad y complementariedad de dones.

Raimundo de Capua se asociará incluso a la comunidad itinerante de Catalina que, poco a poco, dará origen a un nuevo estilo de fraternidad. La orden reconocerá y apoyará a esta comunidad, a pesar de que no falten contradictores.

Por este tiempo, Catalina se multiplica en la acción: es sembradora de paz entre familias de Siena que viven enfrentadas; toma parte en los grandes conflictos que sacuden a las ciudades italianas, y emprende un largo itinerario por Pisa, Luca, Isla Gorgona, Florencia y Génova..., llamando a la conversión, caridad, paz, cruzada; vive la tensión entre los Estados pontificios y los Estados italianos, y le duele la consiguiente divisón interna, con rebeldía contra el papado.

Así lo acreditan las cartas que va redactando día a día con mensajes a responsables eclesiásticos y civiles.

Mas eso no pareció suficiente: las ciudades italianas se quejaban de la interminable ausencia del papa; el desprestigio de la Iglesia iba en aumento; y sobre la ciudad de Florencia había recaído el entredicho pontificio, por su rebeldía. Informada Catalina, en 1376 se dirige a Aviñón, como embajadora de los florentinos, para hablar con Gregorio XI.

Es su misión política más importante. ¿De qué hablaron Catalina y Gregorio XI? Hablaron, sobre todo, de la paz entre el papa y Florencia, misión para la que había sido enviada. Pero la conversación no se quedó ahí. Catalina instó al pontífice a que reformara la Iglesia, regresara con urgencia a Roma, y promoviera la cruzada a Tierra Santa.

Son ideas y persuasiones que Catalina lleva muy dentro, como acredita su carta 185, escrita al pontífice en ese mismo año:

«Seguid adelante y llevad a cabo con verdadera y santa solicitud lo que con santo propósito habéis iniciado, o sea, vuestra venida y la santa expedición. No tardéis más, pues por vuestra demora han venido muchos inconvenientes...

Levantad el estandarte de la cruz, porque con su fragancia adquiriréis la paz..., animaos, animaos y venid. Venid a consolar a los pobres servidores de Dios e hijos vuestros».

A Catalina le afecta muy mucho que el papa y los gobernantes cristianos, en vez de luchar contra los enemigos de la fe en Cristo, luchen entre sí. No entiende por qué los hombres, máxime los cristianos, quieren vivir en un escenario permanente de guerra. Lo que el hombre necesita es justicia, amor y paz.

Persiguiendo esos nobles objetivos, Catalina, que ha descubierto en el papa buena disposición para la reforma y el retorno a Roma, pero, al mismo tiempo, falta de voluntad y decisión, permanece en Aviñón, conectando desde allí con Italia por medio de sus numerosas cartas. No quiere salir de Aviñón hasta que Gregorio XI emprenda el camino hacia Roma.

Este propósito se cumple el día 13 de septiembre de 1376, fecha en que el pontífice, sobreponiéndose a todas las dificultades, sale de Aviñón hacia Marsella.

En Marsella recibe noticias de la rebeldía de Roma y de la guerra con los florentinos, pero, aunque con gran sufrimiento, embarca en la galera Ancona, que pilotaba Fernando Juan de Heredia, camino de Génova. Allí, al saber que Catalina se encontraba en el palacio Scotti, Gregorio XI va personalmente en su busca y le abre su corazón, exponiendo las preocupaciones y dudas que le asaltan.

Catalina, en tono cálido y con palabras penetrantes, le anima a que, con decisión y serenidad, prosiga su camino hacia Roma. Y, por fin, tras varias escalas, el papa desembarca en el puerto de Ostia el día 16 de enero de 1377, dirigiéndose luego a la Ciudad Eterna que le recibe triunfalmente. Un objetivo fundamental para el buen gobierno de la Iglesia está logrado.

Ahora hay que emprender nuevas empresas por la paz. A finales de enero de 1377, Catalina escribe al papa una preciosa carta (n. 285), motivándole a que reciba a los embajadores de Siena con el fin de establecer la paz. Comienza así:

En el nombre de Cristo crucificado y de la dulce María:

Santísimo y reverendísimo padre, Catalina, indigna hija vuestra, sierva y esclava de los siervos de Jesucristo, os escribo en su preciosa sangre con el deseo de veros recibir verdaderamente la paz por la vuelta al yugo de la obediencia, de modo que podáis vivir con quietud y sosiego en el alma y en el cuerpo, y Dios, por su inestimable bondad e infinita caridad, me otorgue la gracia de ver el modo que determináis para poner en paz al alma con Dios en la guerra en que por culpa suya se hallan (los florentinos) contra la inefable bondad de Dios y contra vuestra Santidad.

No dudo que, haciendo esta paz, quedará tranquila toda Italia y unos con otros. ¡Qué feliz será mi alma si veo que, por medio de vuestra Santidad y benignidad, se hallan todos unidos y ligados unos a otros! Sabed, Padre santo, que Dios no se unió con el hombre de otro modo que con lazos de amor...»

La carta prosigue en una tónica que invita a la comunión, a dar pasos a favor de la paz y a considerar la misericordia infinita de Dios. Piensa y escribe Catalina que las armas del amor son las que hacen verdaderas conquistas.

Para encarecer ese amor, las muchísimas cartas, que dirige Catalina a personas de diverso ámbito social y eclesiástico, son como fuego, y nos indican cuál fue el espacio relacional, vasto y rico, en que se movió.

Recordemos quiénes son destinatarios de las 381 cartas suyas que se conservan: 23 van dirigidas a papas, 19 a cardenales, obispos y prelados, 13 a reyes y reinas, 6 a jefes militares, 38 a gobernantes, 29 a señoras de la aristocracia, 15 a artistas, 12 a abogados y médicos, 16 a miembros de su familia, 32 a discípulos, 16 a miembros de la Orden de Penitencia de Santo Domingo, 17 a monjas, 81 a monjes, frailes y ermitaños, 9 a sacerdotes, 11 a miembros de asociaciones laicas, 23 a comerciantes y artesanos, 20 a destinatarios diversos.

¿Cómo es posible que una mujer de su tiempo, siglo XIV, con escasa formación, sea capaz de mantener un abanico de relaciones tan amplio? Una audacia femenina tan singular es un regalo de la gracia, pero contando con su fidelidad y con la riqueza de atributos que la honran.

Así es como Catalina sueña con una sociedad unida donde florezcan la justicia y la paz, y con una Iglesia testimonial cuyos pastores sean modelos del rebaño. Y a estas causas dedica, con intensidad, movida por el Espíritu, los años de su corta, pero fecunda, vida.

«LÁVALE LA CARA»

Estamos en el año 1378. Catalina cuenta 31 años. En Roma, el papa Gregorio XI busca un buen embajador ante la ciudad de Florencia, y la envía a ella en nueva misión de paz. Como Jesús, en la mañana de su resurrección, envió a las mujeres con un mensaje de paz y alegría, así la cabeza visible de Cristo en la tierra envía a Catalina como mensajera de la buena nueva.

Con el concurso de Raimundo de Capua, prior del convento de la Minerva, en Roma, la gestión llega a feliz término, consiguiéndose la paz y reconciliación entre el papa y los florentinos.

Hermoso trabajo el de ser mensajera de paz. Pero la paz supone lucha por la justicia, compromisos nada fáciles. Algunos ciudadanos, al ver a Catalina inmersa en ese mundo de la política, no la libran de sus criticas aceradas, pues sospechan de ella como si fuera una tejedora de intrigas.

Por eso, en algunas cartas, como la número 123, alza la voz para decir verdad: Ni yo ni los que están conmigo queremos otras alianzas que vencer al demonio y quitarle el dominio que ha adquirido sobre los hombres por el pecado mortal, arrancar del corazón del hombre el odio y ponerlo en paz con Cristo crucificado y con el prójimo».

Como se va viendo, Catalina es una mujer con espiritualidad de ojos y oídos abiertos. No pasa por su momento histórico con indiferencia. Se siente llamada por el Señor a construir y a transformar. Y, ya se sabe, cuando en la vida se ama con la fuerza con que ella amó, el sufrimiento es proporcional.

Ella amó a la Iglesia con un amor que raya en la desmesura, si así se puede decir, y lógicamente sufrió también por ella y con ella; y en vez de criticarla se sintió llamada por Jesús a purificarla, a lavar su rostro. Veamos cómo se lo comunicaba en la carta 272, a Raimundo de Capua:

"... Entonces Dios, dejándose apremiar por las lágrimas y atar con el lazo del deseo, decía: "Hija mía dulcísima: considera lo manchada que se halla la cara (de la Iglesia) por la inmundicia y amor propio, y lo inflada que se encuentra por la soberbia y avaricia de los que se alimentan a sus pechos.

Deja tus lágrimas y tu sudor y sácalos de la fuente de la divina caridad (Cristo) y lávale la cara. Te aseguro que no le será devuelta su belleza con el cuchillo o la crueldad de la guerra, sino con la paz y las continuadas oraciones, sudores y lágrimas vertidos con el anhelante deseo de mis servidores"...».

El amor apasionado de Catalina por la Iglesia, la lleva a denunciar la corrupción que hay en ella, y a promover una vida apostólica y evangélica. Una vida de santidad hecha visible, en primer lugar, en ella misma.

En la noche del veintisiete al veintiocho de marzo de 1378, fallece el papa Gregorio XI. Catalina se encuentra en ese momento en Florencia. Ora por él, y presiente que con esta muerte comienza una nueva y dolorosa historia para la Iglesia. También para su corazón.

El día ocho de abril, los cardenales eligen como pontífice al arzobispo de Bari, Bartolomé Prignano, que toma el nombre de Urbano VI. Hombre de carácter fuerte, no era del agrado de un grupo de cardenales; y éstos, poco a poco, van fraguando la elección de un antipapa. Lo encuentran en el cardenal Roberto de Ginebra, que toma el nombre de Clemente VII.

Elección que supondrá para Catalina una gran cruz. Para ella el verdadero y único papa es Urbano VI, al que trata de sostener con sus palabras y oraciones. Y lo hace manteniendo activo su radio de acción en diferentes instancias sociales y eclesiales. Se diría, incluso, que ese radio se amplía, pues Catalina accede a gentes de Iglesia, políticos, artistas, enfermos, condenados a muerte... Un ejemplo es Nicolás de Tuldo, un condenado a muerte, del que vamos a hablar.

PERMANECE CONMIGO

La conversión de Nicolás de Tulco fue un acontecimiento sorprendente entre los mismos discípulos de Catalina, el año 1378. Había sido condenado a muerte en Siena y Catalina vino en su auxilio. No tenía poder para librarlo de la pena impuesta por la justicia, pero sí la tenía para librarlo de la desesperación.

También para él puede haber, se decía, «un cielo nuevo y una tierra nueva» si renace a la fe. Se acercó, pues, a la cárcel y dio un abrazo a Tulco. Era el comienzo de un camino. Luego, poco a poco, le fue llevando de la mano y transmitiendo serenidad, fortaleza, esperanza en una vida plenificante en Cristo Jesús; así, hasta devolverlo, arrepentido, al encuentro con el Señor.

Esa cálida experiencia de conversión se la cuenta Catalina a fray Raimundo de Capua en la carta 273, con fragmentos como éstos:

Fui a visitar a quien sabéis y me recibió con tal ánimo y consuelo que se confesó y preparó muy bien. Me hizo prometer, por el amor de Dios, que, cuando llegase el momento de la justicia, fuese yo con él. Después, a la mañana siguiente, antes de la campana (de alba) fui a él y recibió gran consuelo.

Lo llevé a oír misa y recibió la sagrada comunión, que nunca había recibido. Aquella voluntad estaba de acuerdo y sumisa a la de Dios y sólo le había quedado el temor de no ser fuerte en aquel momento. Pero la inconmensurable y ardiente bondad de Dios hizo que él se equivocara, creando en él tal afecto y amor en el deseo de Dios y de mí, que no sabía estar sino diciendo: `Permanece conmigo y no me abandones"».

Esos gestos de Catalina son admirables. Transparentan amor y transmiten amor; comunican certezas y contagian esperanzas, por ejemplo, cuando dice a Nicolás de Tulco: Ánimo, dulce hermano mío, porque pronto llegaremos a las bodas. Tú irás bañado en la dulce sangre del Hijo de Dios, el dulce nombre de Jesús que no quiero que se te borre nunca de la memoria. Te espero en el patíbulo...»

Espléndida imagen. Catalina, como las mujeres en el Calvario, acompaña a Nicolás hasta ver su alma en paz. Si la sangre del joven salpica su hábito blanco, no importa; evoca la sangre redentora derramada por Cristo. Una visión celestial invade el alma de Catalina.

EL LIBRO DEL DIÁLOGO: SÚPLICAS DEL CORAZÓN

Mujer, santa y doctora. Catalina es la gran obra del Espíritu. Si, como las mujeres de su tiempo, tuvo escaso acceso a la escuela y ninguno a la universidad, y no acudió a cátedras de ciencias y humanidades, otras cátedras hubo a las que se acercó con avidez: la cátedra de la cruz y la cátedra del saber y amor divino, en las que se aprende la más alta sabiduría, dedicando largas horas a la contemplación y al servicio.

Ahí es donde Catalina se graduó de teóloga y maestra. Vehículo de ese noble aprendizaje fue la Palabra de Dios escuchada, rumiada, en la iglesia de Santo Domingo de Siena, cercana a su casa nativa. A la escucha de la Palabra y en la celebración de los misterios, en ese templo-cátedra, fue donde Catalina se empapó inicialmente de una seria espiritualidad cristiana y dominicana que iría perfeccionando en la itinerancia y boda apostólica.

Como expresión de esa teología y vida hemos de leer y entender su libro Diálogo, páginas que ponen de manifiesto la intensidad de su apertura a la Palabra, su odio al pecado, su vivencia intensa del amor a Cristo y su expansión mística-apostólica. Se trata de un libro que, dictado a sus amanuenses, se convirtió en luz teológica para la mente y en camino abierto para alcanzar la purificación espiritual y acceder al misterio de la vida en Cristo, que es puente y fuente de salvación.

Hilo conductor del Diálogo es la misericordia divina que se expande por todas partes; y método de exposición es la comunicación dialogada del alma, Catalina, que pide al Padre claridad en la verdad y fuego en el amor, y que espera de él,

fuente de misericordia, respuesta a sus demandas, para conducirse en fidelidad hacia la cumbre de la santidad.

 

LA CÁTEDRA DE LA CRUZ

El amor divino arrastra a Catalina. Lo vive. Unas veces lo hace en la soledad de «la celda interior»; otras, en el escenario del mundo: en la diplomacia, embajadas, mensajerías de la divina voluntad; siempre, inspirándose en el libro de la caridad.

Por eso, entre los temas recurrentes de la espiritualidad de Catalina, sobre todo cuando se expresa en forma oracional, se repite esta imploración: ya que los hombres hemos sido creados como árboles libres, con ramas de potencias espirituales (memoria, entendimiento y voluntad), seamos árboles de vida, por el amor, no árboles de muerte, por el pecado.

Para enseñarnos y ayudarnos a hacerlo, dice Catalina, Cristo-Amor se injertó en el árbol de nuestra naturaleza: siendo Verbo de Dios, se fundió con la condición humana, y, por amor, con su vida vivificó nuestro árbol de muerte. ¡Oh Amor, que sales a nuestro camino y lo conviertes todo en «árbol de vida»! Tú, haciéndote hombre, haces que el ser humano se injerte, a su vez, en Dios.

«Tú, alta y eterna Trinidad, como ebrio y loco de amor por tu criatura, viendo que el hombre no podía sino dar frutos de muerte, por hallarse separado de ti, que eres Vida, le diste el remedio con el mismo amor con que lo habías creado, injertando tu divinidad en el árbol muerto de nuestra humanidad. ¡Oh dulce y suave injerto!

Tú, suma dulzura, te has dignado unirte a nuestra amargura; Tú, esplendor, te has dignado unirte con las tinieblas; Tú, sabiduría, con la necedad; Tú, vida, con la muerte... Por este injerto desaparece la muerte» (Sol. 10).

Ése fue el primer injerto: hacerse hombre el Hijo de Dios. ¡Maravilloso consorcio de lo divino y lo humano! Pero Catalina prosigue en su meditación teologal buscando un segundo: el injerto del cuerpo de Cristo en el árbol de la santísima cruz. Es que Catalina, al contemplar el madero santo, experimenta la mayor intensidad de amor que jamás haya existido, y descubre en él la mayor fuente de sabiduría.

En efecto, Cristo-Árbol-Cruz es la cátedra en que aprende la lección de cómo Cristo nos reconcilia con el Padre y de cómo nos señala el camino a seguir en pos de él: camino de sufrimiento y amor. Él ha subido a la cátedra de la cruz y nos ha enseñado la doctrina..., cuando, al escribirla en su cuerpo hizo de sí mismo un libro con letras gruesas de sangre» (Orac. 18).

A los pies del Maestro, ante tan singular cátedra, Catalina escucha, ama, llora y se recrea; vive una profunda experiencia en la que le resuenan todas la palabras y doctrinas del Padre a la hija:

Yo soy el que soy; tú eres la que no eres. «El que es' se ocupa de ti «que no eres» y envía a su Hijo para que se entregue hasta la muerte en cruz.

Cuida tu celda interior. Porque ése es el ámbito en el que se desciende a la profundidad de vuestro pobre ser, y donde se experimentan las propias limitaciones, dando cabida a la acción misericordiosa de Dios.

Escribe y habla en la Sangre. Mira que Cristo crucificado es la mejor expresión del amor de Dios a la humanidad. Mira que desde este Dios que asume el sufrimiento humano, cobra sentido toda vuestra existencia, colmada, frecuentemente, de trabajos y sufrimientos.

Ama a la Iglesia. Es cuerpo místico, es misterio de la fuerza salvadora de Dios y fuente de santidad. Mira que es urgida a la conversión, comenzando por sus ministros...

EN TUS MANOS...

Está avanzado en su carrera el año 1379. Catalina sufre de amor, al ver a la Iglesia dividida. El día 28 de noviembre, invitada por el papa Urbano VI, abandona Siena y emprende el camino de Roma. Allí se convierte en la «consejera carismática del papa, al que anima, inspira y da fortaleza.

Predica también a los miembros del colegio cardenalicio que se mantienen fieles a Urbano VI, y reúne a una numerosa comunidad cristiana, con el fin de lograr la adhesión de los Estados italianos y de las potencias extranjeras a la obediencia de Urbano VI. Sus poderosas armas son la oración y la penitencia.

Parecería que la misma pasión por la Iglesia, que hasta ahora le había estimulado a vivir, le lleva ahora a morir. Cuando cada día emprende el camino que la conduce de la calle del Papa (hoy de Santa Clara) a la basílica de San Pedro, Catalina hace una peregrinación simbólica hacia el papa, representante del «dulce Cristo en la tierra», hacia la unidad y la paz. Por la Iglesia da cuanto es y tiene.

El día 29 de abril de 1380, después de ofrecer una vez más su vida por el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, Catalina fallece. En sus labios tenía estas palabras de amor y confianza: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Fue canonizada por el papa Pío II, el día 29 de junio de 1461. Posteriormente, Pío IX (-7 de febrero) la declaró Copatrona de Italia. Pío XII (-- 9 de octubre), la declaró Patrona primera de Italia, el 15 de mayo de 1940. Pablo VI (-6 de agosto), la proclamó Doctora de la Iglesia, el 4 de octubre de 1970. Y Juan Pablo II, Copatrona de Europa. Sus restos se veneran en un hermoso sepulcro bajo el altar mayor de la basílica dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma.

+ info-

https://www.primeroscristianos.com/santa-catalina-de-siena-29-de-abril/

MARÍA TERESA SANCHO

ver en Wikipedia

Espectacular visita virtual a frescos pintados por Giotto hace 700 años

 

Desde hace unas semanas, gracias a la tecnología gigapixel, es posible visitar al detalle desde cualquier ordenador, uno de los lugares más bellos del mundo, la Capilla de los Scrovegni en Padua, pintada por Giotto.

 

...Una oportunidad de observar detalles como las lágrimas de las madres durante la matanza de inocentes.

...La agresión de Pedro al Siervo Malco durante el prendimiento de Jesús.

...o el rostro de Jesús en el Juicio Final, un fresco que está a más de 20 metros de altura.

 

 

 

Este ciclo de frescos realizado hace más de 700 años es una de las cumbres del arte occidental.

Giotto necesitó casi tres años para completarlos, entre 1303 y 1306. Le ayudaron unas 40 personas.

Para digitalizarlos la compañía italiana Haltadefinizione ha tomado 14 mil fotografías y ha necesitado 1 año para elaborarlas.

El resultado es impresionante.

Ahora es posible ver de cerca el beso de Judas...

La escena de los insultos a Jesús...

O a Dios Padre que explica al arcángel San Gabriel qué mensaje debe transmitir a María.

Una obra de arte conmovedora, para comprender mejor la fe, y disfrutar la maestría del genio florentino Giotto.

JMB

romeroports.com

Desde el Vaticano, se anima a todos los fieles a que participen de esta iniciativa, para pedir especialmente a la Virgen por los afectados por la pandemia.

El 1 de mayo se dirigirá el rezo desde la Basílica de San Pedro, y tendrá lugar  todos los días a las seis de la tarde.

 

El Papa Francisco y el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización animan a todos los cristianos a rezar el Rosario en el mes de mayo, dedicado a la Virgen María, con la petición especial de que finalice la pandemia del coronavirus, que según datos oficiales a 20 de abril ha causado ya 140 millones de infectados y 3 millones de muertos.

Treinta santuarios marianos, representativos de los de todo el mundo, serán anfitriones de este rezo del Rosario diario, siempre a las seis de la tarde (hora de Roma) presentado como una “maratón de oración” con el lema “Desde toda la Iglesia se eleva incesantemente la oración a Dios”.

La Iglesia anima a los otros santuarios, parroquias y comunidades a sumarse a este impulso de oración. Más de 30 santuarios de todo el mundo ya se han unido a esta iniciativa.

El Papa Francisco abrirá esta iniciativa de oración el próximo 1° de mayo y también la concluirá el día 31. El rezo del Rosario será transmitido en directo por los canales oficiales de la Santa Sede a las 18 horas de cada día.

 

RosarioRosario con el cardenal Ángelo Comastri en San Pedro del Vaticano contra la pandemia

 

 

Además, desde el 17 de abril, de lunes a sábado, a mediodía, se reza también el Santo Rosario desde la Basílica de San Pedro, dirigido por el Cardenal Angelo Comastri, Vicario emérito del Papa para la Ciudad del Vaticano y Arcipreste emérito de la Basílica Vaticana.

Es un momento de oración que comenzó en marzo de 2020 para dar esperanza al inicio de la primera ola de la pandemia y que puede seguirse en directo en la web de Vatican News y en el canal italiano de Radio Vaticano.

 

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Mes de Mayo - Historia del Rosario

 

carifilii.es

San Marcos

Marcos, que antes se llamaba Juan, fue hijo de aquella María en cuya casa se solían reunir los discípulos del Señor (Hech. 12, 12). Es muy probable que la misma casa sirviera de escenario para otros acontecimientos sagrados, como la última Cena y la venida del Espíritu Santo.

 

Con su primo Bernabé acompañó Marcos a San Pablo en el primer viaje apostólico, hasta la ciudad de Perge de Panfilia (Hech. 13, 13). Más tarde, entre los años 61-63, lo encontramos de nuevo al lado del Apóstol de los gentiles cuando éste estaba preso en Roma.

San Pedro llama a Marcos su “hijo” (I Pedr. 5, 13), lo que hace suponer que fue bautizado por el Príncipe de los Apóstoles. La tradición más antigua confirma por unanimidad que Marcos en Roma transmitía a la gente las enseñanzas de su padre espiritual, escribiendo allí, en los años 50-60, su Evangelio, que es por consiguiente, el de San Pedro.

El fin que el segundo Evangelista se propone, es demostrar que Jesucristo es Hijo de Dios y que todas las cosas de la naturaleza y aun los demonios le están sujetos. Por lo cual relata principalmente los milagros y la expulsión de los espíritus inmundos.

 

San Marcos

 

El Evangelio de San Marcos, el más breve de los cuatro, presenta en forma sintética, muchos pasajes de los sinópticos, no obstante lo cual reviste singular interés, porque narra algunos episodios que le son exclusivos y también por muchos matices propios, que permiten comprender mejor los demás Evangelios.

Murió San Marcos en Alejandría de Egipto, cuya iglesia gobernaba. La ciudad de Venecia, que lo tiene por patrono, venera su cuerpo en la catedral.

 

+ info -  SAN MARCOS EVANGELISTA

https://www.primeroscristianos.com/san-marcos-evangelista/

 

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Según el Informe 2021 de Ayuda a la Iglesia Necesitada

 

En 2018 Asia Bibi fue liberada tras cumplir una condena de 10 años de prisión en Pakistán. Había sido encarcelada por falsas acusaciones de blasfemia, un delito castigado con la pena de muerte.

 

En la actualidad dice que la situación no ha mejorado en Pakistán y que se sigue abusando de las leyes contra la blasfemia.

 

 

 

ASIA BIBI
“Hay muchas otras leyes que nos discriminan y permiten la persecución legal de cristianos en el país”.

Pero Pakistán no es el único país en el que han aumentado las violaciones a la libertad religiosa en los últimos años, según el Informe 2021 de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

 

ALESSANDRO MONTEDURO
Director de ACN (Italia)
“En 2018 se detectaron violaciones contra la libertad religiosa en 38 países y en la actualidad hay 62. En 2018 había 21 países con persecución extrema, hoy son 26”.

Y aunque países como Irak y Siria, han disminuido la persecución, ahora tienen que afrontar otros problemas graves.

 

ALESSANDRO MONTEDURO
Director de AIN (Italia)
“Por primera vez, Siria e Irak, en Oriente Medio, se encuentran entre los países marcados por las violaciones de la libertad religiosa, pero ya no están en la categoría de persecución extrema. No es que la situación esté resuelta. El problema allí ahora es de otra naturaleza, mucho más grave. Se llama pobreza. Se llama desempleo. Se llama sanciones económicas”.

 

Los grupos terroristas, desarticulados en Irak y Siria, llevaron sus ideales yihadistas radicalizados a países africanos como Chad, Mozambique, Malí, Níger y Burkina Faso.

Y también la persecución adopta otras muchas formas. En Corea del Norte y China, los grupos religiosos son sistemáticamente reprimidos por los regímenes autoritarios.

Mientras que en países como India, Myanmar y Tailandia, el nacionalismo religioso alimenta la persecución de las minorías religiosas.

Aunque las estadísticas no son nada alentadoras, aún queda la esperanza de que la comunidad internacional trabaje para hacer frente a esta situación cada vez más grave.

 

RomeReports

 

¿Sabes quien era San Jorge?

Nacido en Capadocia hacia el 270. Militar. Fue martirizado en Nicomedia en el 303. De gran veneración desde antiguo, tanto en Oriente como en Occidente.

Su fiesta se celebra el 23 de abril

 

1. Fuentes

La antigüedad y la difusión del culto a San Jorge, ampliamente testimoniadas por documentos literarios y monumentos arqueológicos, no tienen una adecuada correspondencia en noticias biográficas del santo; por el contrario, la passio Georgii está clasificada entre las obras apócrifas del Decretum gelasianum (496).

Es, por tanto, necesario acudir a testimonios distintos a la passio para estar seguros de su existencia y de algunos datos biográficos esenciales.

En Lydda (Diospoli), Palestina, era venerado su sepulcro, como resulta por Teodosio Perigeta (ca. 530; De situ terrae sanctae, en CSEL, 39,139: «in Diospolim, ubi sanctus Georgius martyrizatus est, ibi et corpus eius est et multa mirabilia fiunt»), por Antonino de Piacenza (ca. 570; Itinerarium, ib. 176) y por Adamnano (ca. 670; De Locis sanctis, 111,4: ib. 288-294).

Los restos arqueológicos de la basílica del cementerio todavía hoy visibles (D. Baldi, Guida di Terra Santa, Jerusalén 1953, 332-333) son atribuidos por algunos a una construcción constantiniana, de cualquier modo muy cercana a las fecha de la muerte del mártir.

Además, una inscripción griega, descubierta en Eaccaea de Batanea y fechada por H. Delehaye en el 368, habla de una «casa de los santos y triunfantes mártires Jorge y compañeros», o iglesia, dedicada al santo algún decenio después de su muerte.

La passio fue traducida al copto, armenio, etiópico y árabe, para el uso litúrgico que entonces se hacía de las Vitae de los Santos.

 

2. Vida

Según la primera leyenda y sus sucesivas ampliaciones, ya desde su concepción Jorge estaba predestinado para grandes cosas; su nacimiento llenó de gran alegría a sus padres Geroncio, persa, y Policronia, capadocia, que lo educaron religiosamente hasta el momento en que entró en el servicio militar.

El martirio acaeció bajo Daciano, emperador de los persas (que, sin embargo, en muchas recensiones es sustituido por Diocleciano, emperador de los Romanos), el cual convocó a setenta y dos reyes para decidir las medidas a tomar contra los cristianos.

 

San Jorge

 

Jorge de Capadocia, oficial de las milicias, distribuyó los bienes a los pobres y, delante de la corte, se confesó cristiano; a la invitación del emperador de hacer sacrificios a los dioses se negó, comenzando las numerosas y espectaculares escenas del martirio. Jorge fue golpeado, colgado, torturado y arrojado a la cárcel. Fue martirizado el 23 de abril del 303.

La leyenda de la joven librada del dragón por obra de Jorge surgió a continuación; parece que la narración de tal episodio nació en la época de los Cruzados, por la falsa interpretación de una imagen del emperador Constantino que se encontraba entonces en Constantinopla.

En cuanto al nombre, este Jorge no hay que confundirlo con otroshomónimos, ni con los diversos Gregorios, y la etimología del término (=agricultor) ha dado lugar a originales comentarios del análogo fragmento evangélico (lo 15,1-7). El nombre se difundió por Oriente en los s. IV y V, de tal manera que fue llevado por varios soberanos de Georgia.

Su profesión de militar podría derivar de una identificación con el tribuno que arrancó el edicto de Galerio contra los cristianos en Nicodemia, según lo que es narrado por Eusebio (Historia ecclesiastica, VIII,5: PG XX, 749-752).

 

3. Culto

Pocos santos han tenido tanta veneración popular como Jorge, y como testimonio de ello están las innumerables iglesias dedicadas a su nombre. En Palestina, en Egipto, en Etiopía, en Georgia, desde el s. IV en adelante le fueron consagrados iglesias y monasterios; en los países bizantinos fue venerado junto a S.Demetrio; en Roma, Rávena, Ferrara, Milán y, sucesivamente, en Francia, en Alemania y en Inglaterra tuvo un culto antiquísimo.

En España, especialmente después de las Cruzadas, fue patrón de Aragón y de Cataluña y de las ciudades marineras, además de Barcelona y de otras ciudades. Jorge es, además, protector, con S. Sebastián y S. Mauricio, de los caballeros y de los soldados, de los arqueros y de los alabarderos, de los armeros, de los constructores de yelmos y de los guarnicioneros; en fin, fue invocado contra las serpientes venenosas, contra la peste, la lepra y la sífilis y, en los países eslavos, contra las brujas.

 

San Jorge

 

Los calendarios orientales portan la conmemoración de Jorge el 23 de abril, reseñando las gestas según las «pasiones» conocidas (J. M. Fiey, Le Sanetoral syrien oriental d’aprés lesteEvangéliaires et Bréviaires du XI au XIII siécle, «L’Orient syrien» VIII, 1963, 37); en la misma fecha lo conmemora el Calendario marmóreo de Nápoles del s. ix, de destacada influencia bizantina (D. Mallardo, Il Calendario marmóreo di Napoli, «Ephemerides liturgicae» XVIII, 1947, 1459-150).

También los calendarios de las Iglesias occidentales fijan la conmemoración del aniversario del martirio de Jorge el 23 de abril (W. H. Frere, Studies in early Roman Liturgy, Oxford 1930, 100-101; v. t. P. Perdrizer, Le calendarer parisien á la fin du moyen-áge, París 1933, 123-124) y sólo las iglesias de Italia septentrional trasladan la celebración al día siguiente, como resulta de un calendario modenés del s. XI (ed. B. Bacchini, «Rerum ¡tal. script.» 11, 1718, 145).

De los Misales y Breviarios ferrareses y de la costumbre milanesa que quizá ha influido en las diócesis de Emilia anteriormente sufragáneas suyas (E. Cattaneo, L’evoluzione delle leste di precetto dal sec. XIV al XX, Milán 1956, 74; para Pavía, cfr. L. Valle, Le reliquie di s. Giorgio, Pavía 1903, 15).

En el Martirologio Jerominiano figura en 15, 23, 24, 25 abr. y en 7 mayo, pero sólo en códices tardíos. El Sacramentario Leoniano del s. v (ed. L. C. Mohlberg, 16) contiene los textos de la Misa de San Jorge mártir que se leían en la estación que se tenía en el Velabro. La S. Congregación de Ritos ha reducido de grado (y no suspendido, como erróneamente se ha dicho) tal fiesta por falta de noticias biográficas seguras para introducir en la liturgia (AAS Lll, 1960, 690, 706).

Gran veneración tuvo el que se consideraba sepulcro del mártir y sus reliquias fueron trasladadas probablemente durante la invasión persa a principios del s. VII o poco después, a la llegada de los musulmanes. S. Gregorio de Tours (v.), en la obra Miraculorum liben. 1,101 (PL 71, 792-793) recuerda el traslado de reliquias a Limoges y a Le Mans.

En Roma, el cráneo del mártir recibe veneración en la basílica de S. Jorge in Velabro desde el s. VIII; en 1600 fue transferida una parte a Ferrara. En 852, Pietro della Marcarecuerda el traslado a España de reliquias de J. El conde Roberto de Flandes en 1110 llevó a Ferrara un brazo, regalándolo a la condesa Matilde, la cual, a su vez, lo donó a la nueva catedral de la ciudad que fue dedicada al santo en 1135.

La toponimia ofrece un particular conocimiento de la difusión de su culto en los siglos pasados.

El Annuario generale dei comuni e frazione d’Italia del Touring Club (1958) da una lista de 60 localidades que llevan el nombre del santo; también el índice del Atlante internacional, bajo las diversas formas del nombre en los idiomas europeos, censa un elevado número de ciudades, regiones, montes, ríos, etc., dedicados al gran mártir palestino (cfr. U. Chevalier, Répertoire des sources historiques du moyen áge; topo bibliographie, Mont-Beliard 1894-1901).

En Constantinopla, el gran monasterio construido en la Punta del Serrallo sugirió a los cruzados en 1204 llamar «Brazo de San Jorge» al mar de Mármara  (Réanu).

 

4. Iconografía

La inmensa producción artística representando al «Santo de los Caballeros y Caballero de los Santos» es innumerable y diversa. Todas las artes lo han celebrado. La iconografía bizantina y medieval nos presenta en general al santo de pie, vestido de soldado con coraza y lanza; bien solo o con otros santos militares.

Este tema evoluciona en tiempo de las Cruzadas y, desde entonces, se le representa a caballo mientras combate al dragón para defender a la joven princesa. El arte renacentista prefiere el segundo tema conforme al espíritu caballeresco de la época y sobre todo en ciudad como Ferrara, en donde el santo además de ser el patrón de la ciudad era el ideal de la corte, que gustaba reproducir la imagen en las propias monedas.

 

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https://www.primeroscristianos.com/sabes-quien-era-san-jorge/

 

DANTE BALBONI. (GER)

BIBL.: Fuentes: LIPPOMANO, Sanctorum priscorum patrum vitae, Venecia 1559, 100-104 y 123-127; Acta Sanct. abril III, Venecia JOSAFAT, VALLE DE – JOSÉ, SAN 11739, 101-165; K. KUMBRACHER-A. EHRHARO,Der heilige Georg in der griechischen Uberlieferung, Munich 1911; Bibliotheca Hagiographica Latina, Supplementum, 2 ed. Bruselas 1911, n° 33633401; Bibliotheca Hagiographica Graeca, 1, 3 ed. Bruselas 1957, 212-223.

 

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LA PRIMERA LITERATURA CRISTIANA - LOS PADRES APOSTÓLICOS

  1. El Nuevo Testamento

  2. El nacimiento de la literatura cristiana

  3. Los Padres Apostólicos

  4. Las Actas de los mártires

  5. Literatura apologética

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Las letras cristianas tuvieron su origen en los «Padres Apostólicos», cuyos escritos reflejan la vida de la Cristiandad más antigua. La Apologética fue una literatura de defensa de la fe, mientras que el siglo III presenció ya el nacimiento de una ciencia teológica.

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1. El Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento está compuesto de veintisiete libros, todos ellos escritos en la segunda mitad del siglo I.

Literatura cristiana primitivaCuatro Evangelios contienen la historia y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; los Hechos de los Apóstoles —obra de San Lucas— es también un libro histórico que da a conocer la vida de la primitiva Iglesia de Jerusalén y sigue luego los avatares del Apóstol San Pablo, hasta su llegada a Roma para comparecer ante el tribunal del César.

Un segundo grupo de libros —los didácticos— está formado por las catorce cartas de San Pablo y las siete epístolas «católicas» —dos de San Pedro, tres de San Juan, una de Santiago y otra de San Judas—.

Un libro profético —el Apocalipsis de San Juan— viene a cerrar la serie de los libros inspirados que contienen la Revelación divina neotestamentaria.

A la Escritura revelada le sigue la primitiva literatura cristiana.

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2. El nacimiento de la literatura cristiana

La literatura de la Antigüedad cristiana surgió al hilo de la vida y refleja la existencia de la primera Iglesia. Ésta, con el paso del tiempo, creció internamente, hubo de afrontar peligros de dentro y persecuciones de fuera; y, llegada a un determinado grado de madurez, sintió la necesidad de proceder a una elaboración sistemática de la doctrina de la fe.

Todo este desarrollo tuvo cabida dentro de los tres primeros siglos de nuestra Era, anteriores a la concesión de la libertad religiosa por el emperador Constantino. Los textos literarios que se conservan permiten conocer puntualmente este itinerario histórico.

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3. Los Padres Apostólicos

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San Policarpo

La más venerable literatura cristiana está integrada por un grupo de escritores en lengua griega, de los siglos I y II, a los que se conoce con el nombre de «Padres Apostólicos». Este título expresa sus características peculiares: la antigüedad —algunas obras son, probablemente, anteriores al Evangelio de San Juan— y la estrecha vinculación de estos escritores a los Apóstoles, de los cuales pueden considerarse discípulos.

Los escritos de los «Padres Apostólicos» son de índole pastoral y están dirigidos a un público cristiano.

Los textos más notables de este primer núcleo de la literatura cristiana fueron la Didaché —el más viejo tratado de disciplina eclesiástica—, la carta ya mencionada de San Clemente a los Corintios, las siete escritas por San Ignacio de Antioquía a otras tantas iglesias, durante su viaje hacia Roma, donde había de sufrir martirio, y otra epístola, todavía, de San Policarpo de Esmirna.

El «Pastor» de Hermas, importante para la historia de la penitencia, pertenece también a este grupo de obras.

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4. Las Actas de los mártires

La Iglesia primitiva fue la Iglesia de los mártires. Los fieles deseaban conocer con detalle la gesta heroica de los cristianos que daban su vida por la fe de Jesucristo. Es cierto que esta curiosidad dio lugar a la aparición de relatos legendarios, de escaso valor histórico. Pero la literatura martirial cuenta con no pocos documentos con todas las garantías de la más estricta veracidad.

Muchos martirios fueron precedidos por un proceso judicial, en el cual los notarios levantaban acta de los interrogatorios de los magistrados, las respuestas de los mártires y la sentencia que les condenaba a morir. Los cristianos conseguían a veces copias literales de estas actas, como ocurrió con el proceso de San Justino, celebrado en Roma (c. a. 165), o el de San Cipriano en Cartago (a. 258).

Un valor documental semejante a las «actas» tienen las «pasiones», relatos escritos por cristianos contemporáneos testigos de los hechos: unas páginas conmovedoras, que acostumbraban leerse en las iglesias en el día aniversario del martirio.

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5. Literatura Apologética

En el siglo II apareció un nuevo género literario, exponente de las luchas que hubieron de sostener los cristianos con enemigos de dentro y de fuera. La defensa de la fe contra la herejía dio lugar a la composición de buen número de escritos antiheréricos, entre los cuales destaca el tratado «Contra las herejías», de San Ireneo de Lyon, al que ya se hizo referencia, y que es una refutación de las doctrinas gnósticas.

San Ireneo atribuye decisiva importancia a la tradición conservada por los obispos, sucesores de los Apóstoles, y en especial por la Iglesia romana, maestra de la fe, adornada por una nota de singular primacía sobre todas las demás iglesias.

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San Ireneo de Lyón

La literatura apologética tenía como objetivo primordial la vindicación de la verdad cristiana y estaba dirigida a lectores ajenos a la Iglesia. Hubo obras de apologética antijudía, y en ellas la argumentación se fundaba sobre todo en el Antiguo Testamento, para demostrar, partiendo de él, que Jesús era el Mesías anunciado por los Profetas, que la Iglesia es el nuevo Israel y que el Cristianismo realiza la plenitud de la Ley.

Un ejemplo notable de la apologética antijudía es el «Diálogo con Trifón», escrito por el mártir San Justino hacia el año 150. Pero los destinatarios de la literatura apologética fueron sobre todo los paganos, que constituían el entorno social hostil al Cristianismo.

La Apologética cristiana fue obra de los «Apologistas», grupo de escritores que asumieron la defensa del Cristianismo frente al mundo gentil. De acuerdo con este propósito, sus escritos se dirigían a los representantes de la autoridad pública —emperadores, magistrados— o al pueblo romano en general.

El contenido de esos escritos venía determinado por la naturaleza misma de las acusaciones contra los cristianos que estaban más en boga entre sus contemporáneos.

Frente a las calumniosas especies que circulaban entre el vulgo atribuyéndoles toda suerte de crímenes, los Apologistas respondieron con el testimonio de la existencia real de los discípulos de Cristo. La «Epístola a Diogneto» —que quizá sea la apología presentada por Cuadrato al emperador Adriano— aduce aquel testimonio como la prueba más patente de la falsedad de tales calumnias.

Más aún —agrega el autor—, la conducta de los cristianos era tan admirable, que sólo podía explicarse por la grandeza de sus ideales: «obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes; aman a todos, y por todos son perseguidos; se les desconoce y se les condena; se les mata, y con ello se les da vida; son pobres y enriquecen a muchos; carecen de todo y abundan en todo; son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados».

Se acusaba a los cristianos de enemigos de la humanidad y malos ciudadanos del Imperio. Los Apologistas reaccionaron también vivamente frente a estas insidias: Los cristianos —escribían— ejercen un influjo benéfico en la sociedad: «lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo», decía todavía la carta a Diogneto; y Orígenes, en respuesta a Celso, reafirmaba que «los hombres de Dios —los cristianos— son la sal que mantiene unidas las sociedades de la tierra».

Por lo que hacía al Imperio, los Apologistas del siglo II afirmaban la plena; lealtad de los cristianos, que cumplían puntualmente sus deberes ciudadanos y ofrecían por los emperadores el mejor de sus bienes, la oración:

«Oramos en todo momento por los emperadores —escribía Tertuliano en su Apologeticumpara que vivan largos años, y pedimos un gobierno pacífico, la seguridad de su casa, un ejército valeroso, un Senado fiel, un pueblo honrado, la paz del mundo y cuanto emperadores y subditos puedan desear».

Los cristianos hubieron de afrontar todavía la oposición de los círculos ilustrados, que menospreciaban el valor intelectual del Cristianismo. La réplica de los Apologistas fue que la doctrina cristiana constituía una sabiduría infinitamente superior a la Filosofía griega, porque encerraba la plenitud de la verdad.

En torno al año 200, algunos escritores que habían defendido el Cristianismo en el terreno intelectual comenzaron a producir una literatura no polémica, de un nuevo género demandado ya por el grado de madurez alcanzado por la Iglesia: exposiciones de conjunto de la doctrina de la fe, que sirvieran para la formación de los numerosos conversos que llegaban ahora procedentes de las clases más cultas de la sociedad. Tal fue el comienzo de la ciencia teológica.

Clemente de Alejandría

Si hubiera que asignar una patria de origen a esa ciencia, habría que decidirse sin vacilar por Alejandría. En esta ciudad cosmopolita, foco de la cultura helenística, surgió la célebre escuela teológica que, a principios del siglo III, consiguió un extraordinario auge bajo la dirección de Clemente, un converso cuya amplísima cultura le permitió dar una sólida contextura científica a la exposición de la doctrina de la fe.

El ambiente intelectual de la metrópoli egipcia imprimió sus rasgos a esta escuela cristiana: preferencia por la Filosofía platónica y empleo del método alegórico en la exégesis bíblica, en busca del sentido espiritual más profundo de la Sagrada Escritura. Estas notas distinguieron en todo momento a los teólogos alejandrinos.

Orígenes, sucesor de Clemente de Alejandría en la dirección de la escuela, la elevó a un altísimo grado de esplendor. Orígenes fue una personalidad extraordinaria: confesor de la fe, escritor fecundísimo, la fama de su sabiduría se extendió por todo el Imperio, y la propia madre del emperador Alejandro Severo quiso conocerle.

En Alejandría y después en Cesarea de Palestina desarrolló una actividad asombrosa y fue autor de dos mil obras. Su empresa más ambiciosa fueron las «Hexaplas», versión séxtuple de la Escritura destinada a obtener un texto crítico del Antiguo Testamento.

En la ciudad de Antioquía surgió en el siglo IV otra escuela que rechazaba el método alegórico, propio de los alejandrinos, en la interpretación de la Biblia, y cultivaba la exégesis literal de la Sagrada Escritura, inspirada en la filosofía aristotélica.

Fuente: José Orlandis (Historia de la Iglesia, 2001)

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Padres de la Iglesia

 
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LA PRIMERA LITERATURA CRISTIANA
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LA VIDA ASCÉTICA
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LA PATRÍSTICA ORIENTAL Y OCCIDENTAL
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LOS CONCILIOS ECUMÉNICOS

 

 

LA VIDA ASCÉTICA

  1. ¿Qué es la vida ascética?

  2. Vida ascética en los primeros siglos

 

Desde los orígenes de la Iglesia, hubo cristianos que abrazaron una vida de plena imitación de Jesucristo. Más tarde, el ascetismo cristiano revistió formas características de huida del mundo y vida en común: así nació el monacato, que floreció desde el siglo IV, tanto en el Oriente cristiano como en el mundo latino occidental.

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1. ¿Qué es la vida ascética?

 

La vida ascética cristiana es tan antigua como la Iglesia de Jesucristo.

San Jerónimo

Desde los mismos orígenes, hubo fieles de uno y otro sexo que abrazaban una vida de plena imitación del Maes­tro: permanecían vírgenes o guardaban continencia, practicaban la oración y la mortificación cristiana y se ejercitaban en las obras de misericordia.

Durante los tres primeros siglos, ascetas y vírgenes no abandonaban el mundo ni se reunían, de ordinario, a vivir en común.

Sin solemnidades públicas, como las que luego se introdujeron, se comprometían a guardar la castidad «por el Reino de los Cielos» (Mt XIX, 12) y permanecían entre los demás miembros de su comunidad cristiana, habitando en sus casas y administrando sus bienes.

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2. Vida ascética en los primeros siglos

 En la sociedad romano-cristiana de los siglos IV y V, el fenómeno ascético tuvo resonantes manifestaciones en los propios círculos de la aristocracia.

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San Paulino de Nola

Matrimonios de la nobleza senatorial, como Paulino de Nola y Terasia o Piniano y Melania, se desprendieron de inmensos patrimonios y asumieron una existencia de fieles discípulos de Jesucristo, según las enseñanzas del Evangelio.

San Jerónimo dirigió espíritualmente a los círculos ascéticos de nobles señoras romanas, primero en la propia Urbe y luego en Palestina: les explicaba los Libros Sagrados y les alentaba en el ejercicio de la ascesis cristiana.

La práctica de la castidad entre las mujeres se incrementó a lo largo del siglo IV y, a veces, viudas y doncellas vírgenes comenzaron a vivir en común, como sucedió en Roma, en torno a las nobles damas Paula y Marcela.

Fuente: José Orlandis (Historia de la Iglesia, 2001)

 

 

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Los Padres de la Iglesia

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INVOCAR AL ESPÍRITU SANTO

El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la Solemnidad de Pentecostés. Cuando la Iglesia celebra la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.

 

Los cristianos en el Credo profesamos la fe en el Espíritu Santo, que es Dios, «Señor y dador de vida». Él es la fuente inagotable de la vida divina en nosotros. Él es «el agua viva» que Jesús prometió a la Samaritana para saciar para siempre la sed, para colmar los anhelos más profundos y más altos del corazón humano. Porque Jesús ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10)

¿Quién es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo que es una de las tres personas de la Santísima Trinidad. Procede del Padre y del Hijo. Cristo lo ha derramado en nuestro corazón, para hacernos hijos de Dios y para que nuestra vida sea guiada, animada y alimentada por él.

Esto es precisamente lo que entendemos al decir que el cristiano es un hombre espiritual: una persona que piensa y actúa siguiendo al Espíritu Santo que es su inspiración.

Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que las personas de la Santisima Trinidad son distintas pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revelaCatecismo de la Iglesia Católica 687-689

Su venida

Lo narra san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, en los capítulos 1 y 2. Antes de la Ascensión, Jesús había mandado a los discípulos “que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, -les dijo- pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Cuando haya venido sobre vosotros, seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los confines de la tierra”.

Unos días después, sigue narrando san Lucas, «cuando estaban todos juntos, de repente, vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y se llenaron todos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas”.

En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad y a partir de ese momento el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él.

Su misión

Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta después de su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere también a Nicodemo, a la Samaritana y a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos.

A sus discípulos les habla de él abiertamente apropósito de la oración: lo recoge san Lucas en el versículo 11 de su Evangelio: «Si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”.

Y cuando les explica el testimonio que tendrán que dar dice: «Cuando seáis arrestados, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni cómo habéis de hablar. Llegado ese momento, se os comunicará lo que tengáis que decir. Pues no series vosotros los que hablareis, sino el Espíritu del Padre el que hablará por vosotros”. Catecismo de la Iglesia Católica 689-690

El Paráclito que es Dios mismo que se entrega a nosotros para hacernos partícipes de su naturaleza divina. Actúa en nosotros dándonos consolación interior, que podemos experimentar como aumento de fe, esperanza, caridad, paz o alegría que nos atrae hacia Él.

«Nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’ sino por influjo del Espíritu Santo», dice san Pablo en la Epístola a los Corintios. Y en la Epístola a los Gálatas: «Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!».

El Espíritu Santo y la Virgen María

Él preparó a María con su gracia. María, «llena de gracia» la Madre de Aquel en quien «reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente».

En María la Divina Gracias realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe.

En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres «objeto del amor benevolente de Dios». Catecismo de la Iglesia Católica 721-726

La Anunciación de Murillo

El Espíritu Santo en la vida del cristiano

El conocimiento de fe no es posible sino en la Divina Gracia. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por la Divina Gracia. Él, con la Trinidad Beatísima viene a inhabitar en el alma por el sacramento del Bautismo. El Espíritu Santo con su gracia es el «primero» que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que supone conocer al único Dios verdadero, y a su enviado, Jesucristo. Catecismo de la Iglesia Católica 737-742

No se puede vivir una vida cristiana sin la Divina Gracia, pues es nuestro compañero y protagonista de nuestras vidas, aseguró el Papa Francisco durante la homilía en la capilla de la Casa de Santa Marta.

“No se puede caminar en una vida cristiana sin el Espíritu Santo”, ha señalado el Papa Francisco, y ha añadido que pidamos al Señor la gracia de entender dicho mensaje, porque “Él es nuestro compañero en el camino”.

El Santo Padre explica que sin el Espíritu Santo que es la fuerza no podemos hacer nada: el Espíritu “nos hace resucitar de nuestros límites, de nuestros muertos, porque tenemos tantas, tantas necrosis en nuestra vida, en nuestra alma”. Por tanto es necesario que los cristianos le hagamos un sitio en nuestra existencia.

Además, el Papa subrayó que una vida cristiana que no reserva espacio para el Espíritu Santo ni se deja guiar por Él “es una vida pagana, disfrazada de cristiana. Él es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, nos vence”.

Francisco ha hecho un llamo en Santa Marta para que todos los católicos seamos conscientes “de que no podemos ser cristianos sin caminar con el Espíritu Santo, sin actuar con Él, sin dejar que Él sea el protagonista de nuestras vidas”.

Los símbolos del Espíritu Santo en la Iglesia

El agua del Bautismo significa la acción del la Divina Gracias en el alma.

El fuego porque en forma de lenguas «como de fuego» se posó el Espíritu sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de El.

La Paloma porque cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre Él.

Invocación al Espíritu Santo

El término «Espíritu» traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento.

Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el «Paráclito» que se traduce habitualmente por «Consolador». También lo llama «Espíritu de Verdad».

San Pablo se refiere a Él como el Espíritu de la promesa, el Espíritu de adopción, el Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios, y en San Pedro, el Espíritu de gloria.

Por otra parte, la iglesia considera Espíritu y Santo como atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Paráclito, sin equívoco posible con los demás. El misterio de la cruz de Cristo y con ello el sentido cristiano del sufrimiento, se iluminan al considerar que es el Espíritu Santo el que nos une en el Cuerpo místico (la Iglesia)

 

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu Creador
y renueva la faz de la tierra.

Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.

Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

 

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«Frecuenta el trato del Espíritu Santo…No olvides que eres templo de Dios. El Paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.» Camino, 57. san Josemaría

Los dones del Espíritu Santo

Los dones del Espíritu Santo infundidos en el alma del cristiano llevan a la perfección las virtudes y hacen a los fieles dóciles para seguir con prontitud y amor, en su actuar diario, las inspiraciones divinas. Catecismo de la Iglesia Católica 1830-1831. Sus dones vienen dados con el Sacramento del Bautismo y se refuerzan en la Confirmación, pero debemos desarrollarlos durante toda nuestra vida cristiana.

De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, los sus dones son siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Estos sostienen la vida moral del cristiano y lo hacen dócil y sensible a la voluntad de Dios.

San Pablo dice que la existencia del cristiano es animada por la Divina Gracia y rica de sus frutos, que son: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5,22-23).

El don precioso del Espíritu Santo es la vida misma de Dios, en cuanto verdaderos hijos suyos por su adopción.

Don de Consejo

En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios.

Nos conduce a dirigir nuestra mirada interior hacia Jesús, como modelo de nuestro modo de actuar y de relacionarnos con Dios Padre y con nuestros hermanos.

Don de Entendimiento

Este don del Espíritu Santo está relacionado con la fe.

Cuando el Espíritu Divino habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente, nos hace crecer día a día en la comprensión de lo que el Señor ha dicho y ha realizado.

Comprender las enseñanzas de Jesús, comprender el Evangelio, comprender la Palabra de Dios.

Don de Sabiduría

La sabiduría como la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios: ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los ojos de Dios.

Don de Fortaleza:

Son muchos los hombres y mujeres que honran a nuestra Iglesia, porque son fuertes al llevar adelante su vida, su familia, su trabajo y su fe. Demos gracias al Señor por estos cristianos que viven una santidad oculta: es el Espíritu Santo quien les conduce.

Don de Ciencia

En el Génesis se pone de relieve que Dios se complace de su Creación, subrayando repetidamente la belleza y la bondad de cada cosa. Al término de cada jornada, está escrito: Y vio Dios que era bueno.

Si Dios ve que la Creación es una cosa buena, es algo hermoso, también nosotros debemos asumir esta actitud. He aquí el don de ciencia que nos hace ver esta belleza; alabemos a Dios, démosle gracias por habernos dado tanta belleza.

Don de Piedad

Este don indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro vínculo profundo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y que nos mantiene firmes, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y tormentosos.

Se trata de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos dona Jesús, una amistad que cambia nuestra vida y nos llena de entusiasmo, de alegría.

Don de Temor de Dios

Es el don del Espíritu que nos recuerda cuán pequeños somos ante Dios y su amor, y que nuestro bien está en abandonarnos con humildad, con respeto y confianza en sus manos. Esto es el temor de Dios: el abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere mucho.

Acudamos al Espíritu Santo

Es el guía que nos conduce por la senda del bien en la vida cotidiana es el Espíritu Santo. Dependemos de su obra para vivir según la Palabra, para comprenderla, para orientar nuestro caminar en la senda de la santidad, para actuar con justicia. Él nos llena de amor, de paciencia, de paz, de alegría, de bondad, de mansedumbre, de benignidad, nos da la fe.

carfundacion.org

 

En la orilla oriental del Mar de Galilea se encuentra la ciudad de Hipos

Lugar donde Jesús realizó varios de sus milagros

 

Tierra Santa y sus bellezas naturales, religiosas y arqueológicas. Paseando por el norte de Israel llegamos hasta la antigua ciudad de Hipos. De camino, el Mar de Galilea, donde Jesús caminó sobre las aguas y realizó varios milagros. Más allá encontramos el lugar, citado en la Biblia, conocido como territorio de los gerasenos.

 

Allí Jesús curó al hombre poseído e hizo que los espíritus inmundos entrasen en la piara de los cerdos y cayeran al lago, que en aquella época llegaba hasta esta localidad. Siguiendo un poco más llegamos a nuestro destino.

 

 

Fr FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum

"La ciudad de Hipos se encuentra en los altos de Golán frente a Tiberíades. Tenemos el kibbutz de Ein Gev, a 2 km hacia allí, hay una montaña muy alta donde se encuentra Hipos-Susita."

Nada más entrar en el Parque Nacional es posible ver algunas ruinas. La subida hasta la cima actualmente se hace a pie. El camino es estrecho y está lleno de piedras. Hipos es conocida también como Susita.

 

 

Fr FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum

“Hipos” en griego, como “Sus” en hebreo significa caballo. Desde lo alto tiene la forma de un caballo y además en las monedas de la ciudad se acuñaba un caballo."

Quienes vienen a Hipos se encuentran ante un hermoso paisaje: por un lado el Mar de Galilea y la ciudad de Tiberíades, y por otro las ruinas históricas del lugar.

 

 

En 1880 Schumacher ya había comenzado las excavaciones, retomadas en 1950 por Segal y actualmente las continúa el profesor Einsenberg, de la Universidad de Haifa. Es una ciudad helenística, fundada probablemente en el siglo III aC por los seléucidas y además sabemos que en el año 63 aC la ciudad formaba parte de la Decápolis, es decir, de diez ciudades confederadas con un estatus especial, también a nivel económico. Hasta aquí llegó el cristianismo.

 

Fr FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum

"Después llegaron los bizantinos que edificaron ocho iglesias. El Evangelio narra que Jesús predicaba en las ciudades de la Decápolis y alló curó a un poseído por el demonio. Este hombre explicó por toda la Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Por ello en esta zona tenemos una presencia cristiana muy fuerte.

Por el Evangelio de San Marcos sabemos también que Jesús en la zona de la Decápolis curó a un sordomudo diciendo: “Effetá”. Y además en las excavaciones se ha encontrado en una iglesia un hermoso mosaico con representaciones de los panes y los peces: Se piensa que podría ser un recuerdo de la multiplicación de los panes."

Hipos, un lugar lleno de belleza, historia y presencia cristiana.

 

terrasenta.com

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