En el tercer año de la pandemia, cuando quizá podemos pararnos a reflexionar sobre cuál debería ser la específica contribución cristiana a esta crisis, nos puede servir de maestra la historia, pues antes que nosotros, cuando los conocimientos médicos eran aún rudimentarios, ya había quién tenía una idea muy clara de cómo aprovechar las ocasiones.
En el año 165, una epidemia de viruela devastó el imperio romano, incluido el propio emperador Marco Aurelio. Provocaban las pestes cifras altísimas de mortalidad -hasta un tercio de la población- pues afligían a personas que nunca habían pasado esas enfermedades. Los historiadores modernos se refieren a estas epidemias como una de las posibles causas de la decadencia de Roma, junto al descenso de la natalidad.
Un siglo después, en el 251 llegó otra epidemia de sarampión, que afligió tanto las zonas rurales como las ciudades. En los picos de mayor difusión se cuenta que, sólo en la ciudad de Roma, morían 5000 personas al día.
De esta segunda epidemia, tenemos testimonios de la época, sobre todo de fuentes cristianas. Cipriano escribe desde Cartago en el 251 que “muchos de los nuestros también mueren de esta epidemia”, y Dionisio -obispo de Alejandría- escribe en su mensaje pascual que “ha caído sobre nosotros esta epidemia, más cruel que cualquier otra desgracia”.
La medicina era rudimentaria e incapaz de ofrecer algún tratamiento eficaz, lo que provocaba el abandono de los enfermos y el aislamiento por miedo al contagio. El mismo Galeno se refiere muy por encima a la primera de estas epidemias pues, una vez que consiguió sobrevivir, escapó de Roma y se refugió en una villa de campo, en el Asía Menor.
Y, sin embargo, los Padres de la Iglesia se refieren a estas pestes en un modo sorprendentemente positivo, como un regalo para la purificación y desarrollo de la causa cristiana, con reflexiones cargadas de esperanza y hasta de entusiasmo. En contraste con el abandono de los paganos a los enfermos, el amor al prójimo se llevó a extremos de heroísmo, y esto determino un notable crecimiento del número de cristianos y, sorprendentemente, un porcentaje de supervivencia mucho más elevado que entre la población pagana.
Este es el contexto de la carta del obispo de Cartago, Cipriano, en el 251:
“Junto a los injustos mueren también los justos, y esto no sucede para que penséis que la muerte sea el destino común de buenos y malos. Los justos son llamados al descanso eterno y los injustos arrastrados al suplicio (…).
Qué oportuno y necesario que esta epidemia, esta peste, que parece horrible y letal, pongan a prueba el sentido de justicia de cada uno, que examine los sentimientos del género humano; este flagelo va a demostrar si de verdad los sanos se ponen al servicio de los enfermos, si los parientes aman a sus familiares como se debe, si los cabezas de familia tienen compasión de sus siervos enfermos, si los médicos no abandonan a sus enfermos….
Y si esta circunstancia funesta no hubiese traído otra consecuencia, ya nos ha servido a nosotros cristianos y a los siervos de Dios por el hecho de empezar a desear ardientemente el martirio, al tiempo que se aprende a no tener miedo a la muerte.
Para nosotros, estos eventos son ejercicios, no lutos: ofrecen al alma la corona de la firmeza y nos preparan a la victoria gracias al desprecio a la muerte. (…) Nuestros hermanos han sido liberados del mundo gracias a la llamada del Señor, pues sabemos que no los hemos perdido definitivamente, sino que han sido sólo enviados por delante y nos preceden, como sucede a los que viajan o se embarcan. Estos queridos hermanos tienen que ser buscados con el pensamiento, no con el lamento (….).
A los paganos, además, no se les debe ofrecer una ocasión de merecida burla si lloramos como muertos y perdidos para siempre a aquellos que afirmamos que viven en Dios”.
Unos años después, Dionisio, obispo de Alejandría, escribe en su carta pascual:
“la mayor parte de nuestros hermanos, sin ningún reparo por ellos mismos, en un exceso de caridad y de amor fraterno, uniéndose os unos a los otros, visitaban sin preocupación a los enfermos sirviéndoles de un modo maravilloso, los socorrían en Cristo y morían alegremente con ellos. Contagiados de la enfermedad de los otros, atraían la enfermedad del prójimo y asumían con gozo los sufrimientos.
Muchos, después de haber cuidado y dado fuerzas a los demás, acababan muriendo ellos mismos. (…) Los mejores entre los nuestros perdieron así la vida: algunos presbíteros, diáconos y laicos fueron justamente alabados, hasta el punto de que este tipo de muerte, fruto de grande piedad y fe valiente, no pareció para nada inferior al martirio”.
Escribe Eusebio de Cesarea:
“Completamente opuesta era la conducta de los paganos: ellos alejaban a los que comenzaban a enfermar, evitaban las personas queridas, echaban a la calle a los moribundos, trataban como basura a los cadáveres sin sepultar, buscando escapar de la difusión y contagio de la muerte, que no era fácil alejar a pesar de todas las precauciones”.
No exageraba sobre el contraste de la actitud de los cristianos, que no dejaban de acudir a los enfermos con riesgo de la propia vida. Un siglo después, Juliano (el apóstata) lanzó una campaña para instituir iniciativas de imitación de la caridad cristiana.
En una carta al sumo sacerdote (pagano) de Calata, se lamentaba el emperador del imparable crecimiento del cristianismo, debido a sus “cualidades morales, aunque ficticias” y a su “benevolencia con os extraños y su cuidado de las tumbas de los muertos”.
En otra carta, escribe: “pienso que cuando los pobres fueron olvidados y rechazados por nuestros sacerdotes, los impíos galileos lo vieron y decidieron dedicarse ellos”. “Los impíos galileos -añade- no ofrecen apoyo sólo a sus pobres sino también a los nuestros; todos ven que nosotros no cuidamos de nuestra gente”
Juliano odiaba a los “galileos”, pero reconocía la eficacia de ese sorprendente estado de bienestar que habían logrado llevando a la práctica el mandamiento de la caridad cristiana. Así superaban el miedo al sufrimiento y a la muerte.
El testimonio de los primeros cristianos, alentados por sus Pastores, nos sorprende y nos llena de admiración. Y sobre todo, nos plantea la duda sobre si la primera reacción de personas de fe tendría que ser siempre el miedo. Ellos no han inventado las epidemias; ellos han aportado un estilo nuevo de vida, capaz de sobrellevar con alegría todas las dificultades humanas.
https://www.primeroscristianos.com/epidemias/
(Basado en Rodney Stark, Epidemics, Network ad the Rise of Christianity, en Semeia, 56, 1992, pp 159-175).
Aquí se encuentra el Santuario del Primer Milagro de Jesús, bajo la custodia de los franciscanos, presentes en Caná desde hace tres siglos.
"Bajo la iglesia principal, que está detrás de mí, también tenemos, como explica la arqueología cristiana, los restos de una iglesia bizantina". Fr. HAITHAN YALDA HANO, ofm Párroco
Según el Evangelio de San Juan, durante la boda, al darse cuenta de que el vino se había terminado, María le dijo a Jesús: "No tienen vino". Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué quieres de mí? Aún no ha llegado mi hora”. Su madre le dijo a los sirvientes: "Todo lo que os diga, hacedlo".
Había seis ánforas de piedra para la purificación ritual de los judíos, cada una de las cuales contenía entre ochenta y ciento veinte litros. Y Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua"; y las llenaron hasta el borde. Él les dijo de nuevo: "Ahora tomad un poco y llevadlo al que dirige el banquete", quien, después de haber probado el vino, lo aprobó. Según el evangelista: "Este fue el primer milagro de Jesús, realizado en Caná de Galilea".
"En este tiempo de pandemia, creo que el mensaje de Caná es que los sufrimientos y las dificultades que vivimos nos purifican y esta agua purificada nos lleva a la alegría, a esa alegría verdadera, a esa alegría del vino nuevo. Este es el testimonio que dan los cristianos de Caná y el testimonio que nosotros, como cristianos, damos en esta celebración".Fr. BRUNO VARRIANO, ofm Guardián y Rector de la Basílica de la Anunciación en Nazaret
La Misa solemne fue presidida por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, Fr. Dobromir Jasztal.
"Hoy aquí en Caná celebramos el primer milagro de Jesús, realizado durante las bodas de Caná. Es una gran fiesta, pero es también -podemos decir- la "tercera epifanía" que celebramos: la primera la celebramos en Belén, cuando Jesús se manifiesta al pueblo, la segunda la celebramos a orillas del Jordán, donde el Padre presenta a Jesús como su hijo y siervo redentor. Y luego en Caná, Jesús manifiesta su presencia en medio de la comunidad, y de su presencia sale ese don del vino nuevo". Fr. DOBROMIR JASZTAL, ofm Vicario de la Custodia de Tierra Santa
Con motivo de las bodas de plata, esta pareja renovó sus votos matrimoniales.
"Hoy es muy especial, muy hermoso, muy espiritual para mí y espero que Jesucristo y la Virgen María se queden con nosotros por el resto de nuestras vidas". REEM ABUNASSAR Pareja de Haifa
"Estamos llenos de entusiasmo, porque estamos celebrando el 25 aniversario de nuestra unión, que es una bendición, y hemos venido aquí a rezar con la comunidad de Caná para recibir la bendición del Señor desde el lugar bendecido por él mismo, y donde hizo su primer milagro". WADIE ABUNASSAR Pareja de Haifa
Conmemorar la Fiesta de Caná es celebrar el primero de los muchos milagros que Cristo sigue realizando en la humanidad.
Era el año 166 DC y el Imperio Romano estaba en el cénit de su poder. Las legiones romanas triunfantes, bajo el mando del emperador Lucius Verrus, regresaron victoriosas a Roma después de haber derrotado a sus enemigos partos en la frontera oriental del Imperio Romano.
Mientras marchaban hacia el oeste, hacia Roma, llevaban consigo algo más que el botín de los templos partos saqueados; también llevaron una epidemia que asolaría el Imperio Romano en el transcurso de las próximas dos décadas, un evento que alteraría inexorablemente el paisaje del mundo romano.
La peste de Antonino, como llegó a ser conocida, llegaría a todos los rincones del imperio y es lo que probablemente cobró la vida del mismo Lucius Verrus en 169, y posiblemente la de su co-emperador Marco Aurelio.
La pestilencia que se extendió por el Imperio Romano tras el regreso del ejército de Lucius Verrus está atestiguada en las obras de varios observadores contemporáneos. El famoso médico Galeno se encontró en medio de un brote no una, sino dos veces.
Presente en Roma durante el estallido inicial en 166, el sentido de autopreservación de Galeno evidentemente superó su curiosidad científica, y se retiró a su ciudad natal de Pérgamo . Su respiro no duró mucho; con la epidemia aún en su apogeo, los emperadores lo llamaron de regreso a Roma en 168.
Galeno
El efecto de la peste sobre los ejércitos de Roma fue aparentemente devastador. La proximidad a los compañeros soldados enfermos y las condiciones de vida menos que óptimas hicieron posible que el brote se extendiera rápidamente por todas las legiones, como las estacionadas a lo largo de la frontera norte en Aquileia.
Ambos emperadores y su médico adjunto, Galeno, estaban presentes con las legiones en Aquileia cuando la enfermedad arrasó los cuarteles de invierno, lo que llevó a los emperadores a huir a Roma y dejar atrás a Galeno para que atendiera a las tropas. Las legiones en otras partes del imperio se vieron afectadas de manera similar; el reclutamiento militar en Egipto recurrió a los hijos de los soldados para aumentar sus filas cada vez más reducidas.
Evidentemente, el efecto sobre la población civil no fue menos grave. En su carta a Atenas en 174/175, Marco Aurelio relajó los requisitos para ser miembro del Areópago (el consejo gobernante de Atenas), ya que ahora quedaban muy pocos atenienses de clase alta sobrevivientes que cumplieran con los requisitos que había introducido antes del brote.
Los documentos fiscales egipcios en forma de papiros de Oxyrhynchus y Fayum dan fe de una disminución significativa de la población en las ciudades egipcias.
No escapó a la atención de los administradores de las ciudades que la mortalidad y la subsiguiente huida de temerosos sobrevivientes afectaron sustancialmente sus ingresos fiscales.
En la misma Roma, un asediado Marco Aurelio (quien, después de la muerte de Lucius Verrus, se convirtió en el único gobernante del imperio) se enfrentaba simultáneamente a una invasión marcomana en la frontera norte del imperio, una invasión sármata en su frontera este y la peste en todo el imperio.
La evidencia epigráfica y arquitectónica en Roma indica que los proyectos de construcción cívica, una característica importante de la robusta economía de Roma del siglo II, se detuvieron de manera efectiva entre 166 y 180 pausa similar en los proyectos de construcción cívica aparece en Londres durante el mismo período.
La evidencia arqueológica y textual nos ayuda a pintar una imagen del impacto de la Peste de Antonino en varias regiones del Imperio Romano, pero ¿cuál fue?
Las notas del caso sobreviviente de Galeno describen una enfermedad virulenta y peligrosa, cuáles síntomas y progresión apuntan a al menos una, si no dos, cepas del virus de la viruela. Dión Casio describe la muerte de hasta 2000 personas por día solo en Roma durante un brote particularmente letal en 189.
Se ha estimado que la tasa de mortalidad durante el período de 23 años de la peste fue del 7 al 10 por ciento de la población; entre los ejércitos y los habitantes de las ciudades más densamente pobladas, la tasa podría haber llegado al 13-15 por ciento.
Aparte de las consecuencias del brote de peste, como la desestabilización del ejército y la economía romana, el impacto psicológico en las poblaciones debe haber sido sustancial. Es fácil imaginar la sensación de miedo e impotencia que debían sentir los antiguos romanos ante una enfermedad tan despiadada, dolorosa, desfigurante y frecuentemente mortal.
No es difícil comprender, entonces, los aparentes cambios en las prácticas religiosas que se producen como resultado de la peste de Antonino. Mientras se suspendían los proyectos de arquitectura cívica, se intensificaba la construcción de lugares sagrados y caminos ceremoniales.
Se dice que Marco Aurelio invirtió mucho en la restauración de los templos y santuarios de las deidades romanas, y uno se pregunta si fue en parte debido a la plaga que el cristianismo se unió y se extendió tan rápidamente por todo el imperio a fines del siglo II.
Los seres humanos, tanto antiguos como modernos, tienden a estar más abiertos a las consideraciones de lo divino en tiempos de miedo y ante la inminente mortalidad. Incluso hoy en día en la América moderna, mientras que un lugar de culto es raro dentro de un edificio de oficinas, hay uno en casi todos los hospitales. Parece que los antiguos romanos, ante una inexplicable e incurable epidemia, recurrieron a lo divino. Pero los dioses se movieron lentamente: pasarían otros 1.800 años antes de que finalmente se erradicara el virus de la viruela.
"El puente se construyó por primera vez hace unos dos mil años, durante el reinado de los asmoneos. En ese momento había un valle debajo de nosotros, y el puente se construyó para que los judíos no tuvieran que descender de la ciudad al fondo del valle y luego subir al Monte del Templo: era un camino más fácil para llegar al Templo".YEHUDA DEUTSCH Guía turístico de la Fundación del Patrimonio del Muro Occidental
Según los arqueólogos, la actual carretera de Bab al-Silsilah, que conduce a la mezquita de Al Aqsa, se encuentra en la ruta del gran puente, cuyos arcos aún son visibles en los túneles.
Los arqueólogos también encontraron un edificio al pie del Monte del Templo, cerca de lo que era la calle de las tiendas de cambio de dinero, ubicada fuera de las puertas del Templo. El edificio estaba decorado con columnas coronadas por capiteles.
Habría sido construido expresamente para gente adinerada de Jerusalén, a quienes Herodes quería tentar construyéndoles lujosas piscinas y mikvés, baños rituales. El agua llegaba a estas piscinas a través de un sistema de acueductos desde las piscinas de Salomón, que se encuentran a más de 20 kilómetros de distancia.
"Hay una abertura en la parte superior de cada columna. Detrás del muro hay un pozo de agua. Cuando el pozo se llenaba, salía de las ranuras de las columnas".
"Esta tina era utilizada por los ricos de la ciudad: venían aquí justo antes de entrar al templo. Entraban al agua para purificarse espiritualmente".
El último arco que sostenía el "gran puente" era el más grande y pasaba por encima de las tiendas situadas fuera de las puertas del templo.
"Los constructores no querían erigir una columna en medio del camino para sostener dos arcos, por lo que construyeron un gran arco al final del puente".
Los arqueólogos también han encontrado restos de un anfiteatro romano.
"Debemos recordar que los romanos derribaron el Templo y acumularon en un lado las piedras del muro que se habían caído y destrozado. Posteriormente utilizaron estas piedras para construir un anfiteatro".
Entre los hallazgos arqueológicos también hay bolas de piedra, probablemente arrojadas por las catapultas romanas durante los combates del 70 dC, cuando se produjo la destrucción del Templo. Los túneles del Muro Occidental continúan brindándonos nuevos descubrimientos, resurgiendo de las cenizas del pasado.
RABAB ZAYTOUN Cantante
"Cuando canto el 'Ave Clemens' es como si yo fuera una niña pequeña hablando con su madre, pero no una madre cualquiera: ¡es María, la Madre de Jesús, la Madre de todos, la Madre del mundo entero! Cada vez que canto el 'Ave Clemens' me veo proyectada dos mil años atrás, para compartir las palabras que el Ángel dirigió a Nuestra Señora cuando le dijo que se convertiría en la Madre de Dios". El canto "Ave Clemens" logra expresar toda la fe y los sentimientos de las personas que siguen la procesión de antorchas en la Basílica, en el lugar donde María recibió el anuncio del ángel.
Fr. BRUNO VARRIANO, ofm Guardián y Rector de la Basílica de la Anunciación en Nazaret
"La ‘fiaccolata’, la procesión luminosa, es el corazón de la liturgia de la Basílica de la Anunciación. Todos los sábados tenemos una procesión de antorchas: peregrinos y cristianos locales vienen a orar con nosotros. Rezamos el Santo Rosario. Es muy bonito porque es un momento de la Iglesia: rezamos en diferentes idiomas, los cristianos locales rezan en árabe. Es un momento hermoso para nuestra Basílica".
El Rector de la Basílica de la Anunciación también habla de la historia de la canción "Ave Clemens".
Fr. BRUNO VARRIANO, ofm Guardián y Rector de la Basílica de la Anunciación en Nazaret
"Es una composición de mediados del siglo XIII en latín. También la hemos traducido al árabe. Es muy hermosa, ¡y los cristianos realmente sienten a la Santísima Virgen muy cerca de ellos! Podemos decir: la Santa Madre de Dios está realmente cerca de nosotros. La comunidad católica Shalom nos ayuda a animar las liturgias, también nos ayuda la comunidad Vida Nueva, y otros cristianos, que hablan diferentes idiomas y ayudan a los peregrinos que vienen de todo el mundo a orar y cantar".
En el texto del canto también hay un hermoso saludo de los niños a la Madre, la Virgen de Nazaret, cuya intercesión piden.
Fr. BRUNO VARRIANO, ofm Guardián y Rector de la Basílica de la Anunciación en Nazaret
"La versión italiana del 'Ave Clemens' dice: 'Salve madre, eres de Dios, madre de todos los pueblos, solo en ti esperamos. Ave, Ave María'. Y luego prosigue: 'Salve lucero de la mañana, Salve guía del camino, mujer de bondad infinita. Ave, Ave María. Salve Sierva del Señor, Salve fuente de amor, Tú eres reina de la paz. Ave, Ave María'"
AVE CLEMENS - Español
Dios te salve, gentil, compasiva, dulce María. Dios te salve, llena de gracia, oh María.
1. Salve: A ti al amanecer, al mediodía y por la noche – Dios te Salve, María.
2. Salve: El saludo de Gabriel resonando desde el cielo te convirtió en una virgen feliz – Dios te salve, María.
3. Madre de Dios, concede paz a toda la creación y gloria a la Iglesia – Dios te salve, María.
4. Por Jesucristo Rey es la victoria; honor y gloria para la Trinidad, te llenan de gozo – Dios te salve, María.
AVE CLEMENS - Latin
Ave clemens, ave pia, ave dulcis, o Maria! Ave, ave, plena gratia, o Maria.
1. Ave: mane sonet pie; ave medio sub die; ave: sonet vespere, ave, ave Maria!
2. Ave: résonet in caelis, ave ore Gabriélis felix Vírgo pródiit, ave, ave, Maria!
3. Cunctis pópulis verácem, Dei Mater, dona pacem, triúmphum Ecclésiae, ave, ave, Maria!
4. Christo Regi sit victória, Trinitáti decus, glória te resplénti gáudio, ave, ave Maria!
Letras: Blasius Verghetti Melodía: Mariano Iaccarino, osb.
Me encanta poder echar la vista atrás a todo lo que ha ocurrido en la arqueología bíblica en los últimos 12 meses. A pesar de los efectos de la pandemia que canceló numerosas excavaciones, se hicieron muchos descubrimientos importantes. Estos hallazgos confirman detalles de las Escrituras y nos ayudan a comprender el texto bíblico con mayor detalle. Como cada año, elijo los diez descubrimientos que considero más significativos.
Si no conoces mi lista anual de los diez más importantes, aquí tienes mis criterios:
Dicho esto, aquí están los diez mejores descubrimientos de la arqueología bíblica en 2021.
Los arqueólogos que excavaban en Jerusalén, cerca del Monte del Templo y de una pared de la época del Primer Templo, desenterraron pruebas de un terremoto del siglo VIII a.C. El suelo más antiguo de la sala más meridional de un edificio presentaba evidencias de destrucción, pero no por fuego, y fue fechado en un periodo de tiempo en el que no se conocía la conquista de Jerusalén. Las piedras de una parte superior de los muros del norte se habían derrumbado, destrozando una hilera de vasijas que había a lo largo del muro inferior.
Los directores de la excavación de la Autoridad de Antigüedades de Israel, el Dr. Joe Uziel y Ortal Chalaf, creen que esto corresponde al gran terremoto que se produjo en los días del rey Uzías, y que se menciona en Amós 1:1 y en Zacarías 14:5. Se han encontrado pruebas arqueológicas del "terremoto de Uzías" en otros lugares de Israel, como Hazor y Tell es-Safi/Gath, pero es la primera vez que los arqueólogos identifican pruebas de este terremoto en Jerusalén. Una capa de destrucción similar del siglo VIII se observó en un edificio derrumbado a 100 metros al sur de la excavación actual, que fue excavado por Yigal Shiloh en la década de 1970, pero en ese momento no se asoció con el terremoto de Uzías.
Un antiguo cuarto de baño, completo con un inodoro, fue descubierto in situ cerca del paseo de Armon Hanatziv en Jerusalén. El cúbico forma parte de la estructura palaciega del siglo VII a.C. en la que se desenterraron varios capiteles judaicos en 2020 (el descubrimiento número uno de 2020). El cúbico del retrete mide aproximadamente 1,5 m por 2 m e incluye una fosa séptica debajo del retrete excavada en el lecho de piedra caliza.
Sobre la fosa séptica se encontró un asiento de inodoro de piedra tallada con un agujero en el centro. También se encontraron docenas de cuencos en la habitación, lo que lleva a los estudiosos a especular que podrían haber sido utilizados para el incienso para que la habitación oliera mejor. Los aseos privados como éste se consideraban un lujo durante la época de los reyes de Judá, y esto es una prueba más de la importancia de la estructura.
El esqueleto de un hombre crucificado de la Inglaterra romana fue desenterrado recientemente en el Reino Unido con un clavo incrustado en uno de sus huesos del talón. Los restos se encontraron en un cementerio que albergaba las tumbas de 48 personas y que data del siglo III o IV d.C. La víctima tenía entre 25 y 35 años en el momento de su muerte, y su esqueleto mostraba indicios de mala salud dental y artritis. También tenía los huesos de las piernas adelgazados, lo que los arqueólogos creen que indica que había estado encadenado a una pared durante un periodo de tiempo considerable antes de ser ejecutado.
Aunque la crucifixión romana es ampliamente conocida por los escritos antiguos, éste es uno de los pocos descubrimientos arqueológicos que aportan pruebas de este tipo de castigo. El hallazgo más famoso se produjo en Jerusalén en 1968, cuando se encontró en una tumba un osario (caja de huesos) del siglo I que contenía el esqueleto de una víctima crucificada. La víctima, llamada Jehohanen, también tenía un clavo incrustado en el hueso del talón, lo que indicaba que había sido crucificado. Ese artefacto fue nombrado el descubrimiento número uno de la arqueología bíblica relacionado con el Nuevo Testamento.
Los investigadores han identificado el tinte púrpura real "argaman" en tres piezas de tejido antiguo descubiertas en la Colina de los Esclavos, un antiguo campamento de fundición de cobre en el valle de Timna. Los resultados de su estudio se han publicado en un artículo reciente en la revista PLOS One titulado "Early evidence of royal purple dyed textile from Timna Valley (Israel)".
Las condiciones de sequedad de Timna preservaron la tela, que fue datada mediante el uso del carbono 14 en el año 1000 a.C., aproximadamente en la época del rey David. Los investigadores analizaron los tejidos en el laboratorio de la Universidad de Bar Ilan mediante un análisis de cromatografía líquida de alta presión (HPLC), que identificó moléculas de 6-monobromoindigotina y 6,6-dibromoindigotina, exclusivas de los caracoles marinos murex.
El tinte de los caracoles murex se utilizaba en la antigüedad para producir el rico color, también conocido como púrpura de Tiro, que era muy apreciado entre la élite y la realeza. Este tinte púrpura, conocido en la Biblia hebrea como "argamán", se menciona en numerosos pasajes y se asocia al Tabernáculo (Ex 26:1; 27:16) y a la realeza (Sg 3:10; Est 1:6). Los autores del estudio sugieren que este descubrimiento arrojará nueva luz sobre la moda de la élite y la realeza en los primeros reinos edomitas e israelitas de hace 3000 años.
Los excavadores de El-Araj, candidato a ser el emplazamiento de la Betsaida del Nuevo Testamento, desenterraron dos inscripciones que creen que demuestran que han encontrado los restos de la "Iglesia de los Apóstoles" bizantina. Se dice que la iglesia bizantina se construyó sobre la casa de Pedro y Andrés en Betsaida, y fue descrita por Willibald, obispo de Baviera, en el año 725 d.C.
Las dos inscripciones están incompletas, pero queda lo suficiente para determinar que una es una dedicatoria a un obispo y describe las renovaciones de la iglesia durante su mandato, y la otra menciona al diácono de la iglesia que construyó el recinto. Además, se desenterraron más mosaicos y muros fluidos, que están orientados en dirección este-oeste, típica de muchas iglesias bizantinas.
Los excavadores también descubrieron que la iglesia quedó misteriosamente enterrada tras ser destruida por un terremoto en el año 749 d. C. Se construyeron muros sobre ella siguiendo el contorno exacto de la estructura original. En los últimos años, los excavadores tanto de El-Araj como de Et-Tell (situado a 3 km de la orilla del mar de Galilea), han afirmado que se trata del emplazamiento de Betsaida.
Una estela que da nombre al faraón egipcio Wahibre (conocido como Hophra en hebreo y Apries en griego) fue encontrada recientemente por un agricultor que estaba cultivando su campo; inmediatamente la entregó al Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto. La estela está tallada en piedra arenisca y tiene el disco solar alado y el cartucho de Wahibre en el luneto redondeado de la parte superior. Wahibre (Hophra/Apries) fue un faraón de la 26ª dinastía que gobernó entre 589 y 570 a.C. aproximadamente. Las autoridades de Antigüedades Egipcias creen que la estela se erigió durante una de sus campañas militares hacia el este.
La Biblia cuenta que el rey Sedequías se rebeló contra el rey babilónico Nabucodonosor (Ez 17:15), que lo había colocado en el trono (2 Re 24:15-17), y acudió a Egipto en busca de ayuda. El ejército de Hofra marchó en ayuda de Sedequías, y el ejército de Nabucodonosor se retiró de atacar Jerusalén (Jer. 37:5-8). Será interesante ver si la estela de Hofra, recientemente descubierta, está relacionada con esta campaña.
El faraón Hofra es mencionado por su nombre en Jeremías 44:30, que dice: "Esto es lo que dice Yahveh: 'Voy a entregar al faraón Hofra, rey de Egipto, a sus enemigos que buscan su vida, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, el enemigo que buscaba su vida'". Cabe señalar que, la estela fue descubierta en Ismailia, Egipto, a sólo 29 millas al sur de la antigua ciudad de Taphanhes, donde Jeremías había sido llevado (Jer. 43:6-7) y desde donde hizo la profecía contra el faraón Hophra (Jer. 44:1).
Por primera vez en más de 60 años, se han encontrado fragmentos de un pergamino en una cueva de la región del Mar Muerto. El pergamino contiene partes del libro de los 12 profetas menores, incluyendo textos de Zacarías y Nahum escritos principalmente en griego, con el nombre de Dios escrito en hebreo. Puede tratarse de una parte perdida del rollo de los Profetas Menores que se descubrió en 1952.
Los nuevos fragmentos fueron descubiertos en la "Cueva del Horror" de Nahal Hever, donde anteriormente se descubrieron más de 24 esqueletos humanos. Además de los fragmentos del pergamino, los topógrafos también encontraron un alijo de monedas de la época de la revuelta de Bar Kochba, los restos momificados de un niño y lo que podría ser la cesta más antigua del mundo. Estos descubrimientos se realizaron en el marco de una búsqueda nacional para encontrar artefactos antiguos en la región del Mar Muerto antes de que lo hagan los saqueadores. El descubrimiento de los rollos originales del Mar Muerto fue nombrado el hallazgo número uno de la arqueología bíblica relacionada con el Antiguo Testamento.
El Dr. Randall Price, un experto en los Rollos del Mar Muerto y uno de los hombres detrás del descubrimiento de la nueva cueva de los Rollos del Mar Muerto en 2017, proporcionó el siguiente comentario útil sobre el reciente anuncio: "Estos textos, aunque se llaman 'rollos del Mar Muerto' por haber sido encontrados en una cueva de la región del Mar Muerto, no deben confundirse con los que los estudiosos creen que fueron recogidos, producidos y conservados por la comunidad judía de Qumrán...
Los fragmentos de rollos encontrados en Nahal Hever son de un período posterior y de una comunidad judía diferente. Aparte del valor histórico y religioso que estos hallazgos tienen para la comunidad académica, este anuncio viene a ser un recordatorio continuo de los tesoros que permanecen ocultos en las numerosas cuevas de la región del Mar Muerto y de la necesidad urgente de que los arqueólogos recuperen estos materiales antes de que se pierdan para siempre a manos de los saqueadores locales."
En 2018, los arqueólogos que excavaban un asentamiento cananeo en Laquis desenterraron un tiesto de cerámica de 3500 años de antigüedad procedente de un cuenco chipriota decorado que tenía una inscripción de caracteres.
En un reciente artículo publicado en la revista Antiquity, la investigadora Felexi Hoflmayer, ha analizado el texto y sugiere que es el más antiguo alfabético descubierto hasta ahora en Israel. Según el estudio, el ostracón de Laquis data de mediados del siglo XV a.C., basándose en la estratigrafía, y fue descubierto en un gran edificio que formaba parte de las fortificaciones de la Edad de Bronce tardía de Laquis.
Las palabras del ostracón son difíciles de descifrar, ya que el texto es corto, está incompleto y no está clara la dirección en la que debe leerse. Sin embargo, los investigadores consideran que el hallazgo es un paso importante para llenar el vacío en la historia de las escrituras alfabéticas entre las primeras inscripciones del Sinaí y los textos posteriores de Canaán. Algunas de las primeras inscripciones alfabéticas proceden de Serabit el-Khadim, una antigua mina egipcia de turquesa situada en el sur del Sinaí, y probablemente fueron escritas por esclavos semitas procedentes de Egipto ya en el siglo XIX a.C.
El Dr. Doug Petrovich, del Seminario Bíblico, ha estudiado las inscripciones de Serabit el-Khadim y cree que el idioma que hay detrás del alfabeto más antiguo del mundo es el hebreo. El estudio futuro del ostracón de Laquis nos ayudará a comprender el desarrollo de la escritura del alfabeto más antiguo y puede llevarnos a entender el idioma que hay detrás.
La ampliación de una carretera cerca de la antigua ciudad galilea de Magdala (ahora conocida como Migdal) ha llevado al descubrimiento de una antigua sinagoga. Se trata de la segunda sinagoga del periodo del Segundo Templo que se descubre en Magdala. La primera sinagoga se descubrió en 2009 y era más grande y más ornamentada que la estructura recientemente descubierta.
La sinagoga recién descubierta tiene una sala principal con dos salas laterales y está construida con basalto volcánico y piedra caliza. Seis pilares habrían sostenido el techo; se han encontrado las bases de dos de ellos. Las paredes estaban enlucidas y aún conservan restos de pinturas. En una pequeña habitación situada en el extremo sur de la sala principal había una estantería que podría haber servido para guardar los rollos de la Torá. La estructura fue datada por la cristalería, la cerámica y las monedas que se desenterraron en su interior.
Las dos sinagogas de Magdala estaban situadas a menos de 200 metros de distancia: la primera estaba en una zona industrial y la segunda en una calle residencial. Es la primera vez que se descubren dos sinagogas antiguas del periodo del Segundo Templo en la misma ciudad. Dina Avshalom-Gorni, codirectora de la excavación, ha dicho: "Cuanto más estudiamos esta época, más nos damos cuenta de que las sinagogas eran muy comunes". Este descubrimiento confirma la descripción bíblica del ministerio de Jesús: "Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia". (Mt 9:35).
En Khirbat er-Ra'I, situada cerca de la antigua ciudad de Laquis, se ha desenterrado un ostracón (un fragmento de cerámica con escritura) que lleva el nombre de Jerubbaal. Jerubbaal ("Que Baal contienda contra él") era el apodo que recibió Gedeón tras destruir el altar de Baal (Jueces 6:32). El ostracón data del siglo XII-XI a.C. (es decir, de la época de los Jueces) según la tipología y la datación por radiocarbono de muestras orgánicas tomadas del mismo estrato arqueológico en el que se encontró.
El nombre de Jerubbaal sólo se utiliza para Gedeón en la Biblia, y éste es el primer descubrimiento en un contexto arqueológico. Debido a la singularidad y rareza del nombre, algunos estudiosos creen que se trata de una referencia a Gedeón. Otros han pedido cautela, señalando que es imposible saber con certeza si esta inscripción se refiere al juez bíblico sin más información (es decir, el nombre del padre, el título o el epíteto). En cualquier caso, este descubrimiento es significativo, ya que afirma que el nombre de Jerubbaal se utilizaba en la época que describe la Biblia.
Cada año examino más de 200 noticias relacionadas con la arqueología bíblica. Lo hago tanto para mi propio blog como para los Asociados para la Investigación Bíblica, de los que soy investigador y escritor. Cada semana escribo una actualización de noticias de última hora para su sitio web. Puede estar al día de las últimas noticias de última hora en arqueología bíblica cada semana aquí: biblearchaeology.org
Durante más de un siglo y medio, los arqueólogos han estado desenterrando las tierras de la Biblia, y descubrimiento tras descubrimiento han afirmado cientos de sincronismos históricos (conexiones con el texto bíblico). Mi amigo y colega de los Asociados para la Investigación Bíblica, el Dr. Scott Stripling, ha dicho: "Después de 150 años de arqueología en Israel, se han establecido cientos de sincronismos [conexiones] entre la cultura material y el texto bíblico". A estas alturas, se necesita más fe para creer que la Biblia no es cierta que para creer que es cierta".
A la vez, la conversión es un hecho eminentemente personal, no explicable en términos históricos o sociológicos, y los testimonios de conversión de la antigüedad que han llegado hasta nosotros son casos muy particulares, de intelectuales u hombres importantes.
Estas advertencias nos han de servir para afrontar esta temática cum mica salis, pues de la antigüedad tardía no disponemos de suficientes elementos como para elaborar teorías certeras. Además, estamos viendo un proceso que, aunque se enmarca en el imperio romano, dura cuatro siglos y tiene manifestaciones diferentes según hablemos de la parte oriental u occidental del imperio.
El cristianismo se presentaba como liberación de la concepción fatalista sobre referente el mal, la esclavitud y a la muerte típica de la mentalidad greco-romana. A la idea de una historia que se repite cíclicamente le sucede la idea de una historia destinada a un cumplimiento escatológico, ya anticipado en la propia vivencia terrena del cristiano.
En una época donde la esclavitud es considerada normal, transformando a miles de personas en seres alienados y sin esperanza de escapar a su triste condición, el cristianismo (sin prometer una liberación legal) se presenta como una experiencia de libertad incluso para los esclavos, que participan en los misterios cultuales junto a sus amos y reciben los mismos favores espirituales.
La liberación prometida por el cristianismo también es una liberación de la muerte, y no solo de la del alma sino del hombre entero, y no en virtud de un relato mitológico sino de la resurrección de Cristo, presentada como un hecho realmente ocurrido y testimoniado.
Otro de los motivos de conversión, es el cambio de vida que seguía a esta. Era patente a los ojos de los circunstantes que la conversión no se reducía a un cambio de culto, sino que suponía la inauguración de una existencia nueva. De hecho, las comunidades cristianas contrastaban claramente con el ambiente pagano generalizado y muchas personas de entre las más desamparadas, viudas, esclavos, huérfanos, extranjeros, desplazados, encontraron allí un nuevo tipo de familia.
No obstante, hay otras causas que, aunque no hagan referencia al contenido salvífico del cristianismo y se puedan calificar de coyunturales, desde el punto de vista histórico y de la sociología religiosa cuentan con un mayor consenso por parte de los investigadores actuales.
La primera de ellas es la expansión de las comunidades judías por el Imperio. Los judíos de la diáspora estaban instalados en las principales ciudades del Imperio y no hay que olvidar que el cristianismo en sus primeros siglos de existencia es un fenómeno eminentemente urbano y sólo tardíamente (cuando obtenga el reconocimiento imperial) rural.
Estas comunidades, como la que acoge a san Pablo en Roma, eran compactas y estaban apegadas a las tradiciones judías, ofreciendo una continuidad cultural fuerte a los evangelizadores. Además, a su alrededor estaban los llamados “temerosos de Dios”, paganos que admiraban la moral judía.
Es en estas comunidades, donde los predicadores cristianos, judeocristianos más bien, encuentran acogida y dónde se producen las primeras conversiones. De hecho, se predicaba la Palabra de Dios en las sinagogas y las primeras iglesias cristianas aparecen en los barrios judíos. Además, los cristianos supieron hacer uso de estas redes sociales prexistentes para extender su mensaje.
En segundo lugar, las epidemias. En el mundo antiguo, como en general hasta la época contemporánea, las hambrunas, los desastres naturales y las epidemias mórbidas han causado más bajas que los conflictos bélicos. Roma no es una excepción.
La insalubridad de la Urbe, unida al hacinamiento de sus habitantes, los condicionamientos climáticos y el tránsito de personas y mercancías de toda la ecúmene hacían de Roma el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de epidemias y plagas.
El resultado era un sálvese quien pueda: las clases pudientes marchaban al campo a esperar que remitiera la pandemia mientras el resto confiaba en que el ángel exterminador pasara de largo. Por supuesto, nadie daba una respuesta intelectual válida a estos fenómenos. Los sacerdotes paganos huían y los filósofos los achacaban a la diosa fortuna.
Esta situación se vio alterada con la aparición de los cristianos. Estos, no sólo no abandonaban a los suyos, sino que incluso cuidaban a los que quedaban desvalidos en las insulae (viviendas populares) y en las calles de Roma. Todo ello, justificado en la idea de un dios que ama, que se sacrifica por ti y, cuyo ejemplo, te impulsa a sacrificarte por los demás.
Curiosamente, esta caridad desinteresada mejoraba las ratios de supervivencia e inmunidad durante las epidemias aparte de ofrecer un ejemplo heroico digno de ser imitado. Benedicto XVI, en Deus Caritas est reflexiona sobre la envidia que despertó esta caridad organizada en el propio emperador Juliano que quiso también dotar al imperio de una organización similar.
La tercera causa sería el papel de las mujeres cristianas. El mundo cristiano, frente al pagano, supuso un gran avance en la protección y puesta en valor de la mujer, especialmente dentro de la familia. En el cristianismo la mujer tenía un status superior al del mundo greco-romano, ejercía más funciones dentro de la Iglesia y gozaba de una mayor seguridad e igualdad marital.
Las mujeres cristianas se casaban más tarde y podían elegir esposo, mientras que las paganas se casaban con doce, trece años, y a veces, eran comprometidas en matrimonio con apenas diez años. Las viudas paganas eran obligadas a casarse de nuevo perdiendo su herencia, pero las viudas cristianas eran respetadas, siendo sostenidas las pobres y manteniendo sus posesiones las ricas.
En Roma predominaban numéricamente los hombres sobre las mujeres pues era común y aceptado por las leyes y defendido por los filósofos el infanticidio femenino y el aborto que causaba muchas bajas maternas. Estas prácticas estaban prohibidas en el cristianismo donde también se condenaba la infidelidad, el divorcio, el incesto y la poligamia.
Ya no se trataba solamente de las condiciones de vida de unas y de otras, sino del mismo número de unas y de otras. La tasa de reproducción en el mundo pagano era baja y la fertilidad entre los cristianos alta. Aunque parezca un razonamiento simple, los paganos se vieron impelidos a buscar mujer entre las cristianas, como atestiguan las advertencias continuas de los padres apologistas acerca de los matrimonios mixtos.
En definitiva, la importante presencia de la mujer en el cristianismo, como puede observarse por el gran número de veces que comparecen en las cartas de san Pablo o en las actas de los mártires, jugó un papel decisivo en la conversión a la fe de las nuevas familias que formaron.
A esta situación hay que añadirle el cuadro de decadencia general que experimenta el Imperio romano en el siglo III. Es el llamado gobierno de los “emperadores soldados” sólo preocupados de satisfacer a las tropas y al estamento militar. Estos emperadores salidos del ejército pasaban sin pena ni gloria sucediéndose unos a otros mediante golpes militares, habitualmente sangrientos.
Además, se había concedido la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio como una medida para mejorar la fiscalidad, pero que lo único que logró fue introducir el pensamiento y las costumbres bárbaras en Roma. A finales del siglo III, no obstante, encontramos un emperador que logra reverter la situación. Se trata de Diocleciano, que restauró en todo su esplendor el culto al emperador, y estableció una forma de gobierno tetrarquíca con dos augustos y dos césares.
La aparición del Cristianismo como fenómeno social
(Santiago Casas, Universidad de Navarra)
by Santiago Casas primeroscristianos.com
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Su vida estuvo marcada por la soledad, el ayuno y el trabajo. Quedó huérfano a los 20 años; donó todos sus bienes a los pobres y se retiró al desierto, donde combatió contra las tentaciones del demonio, escogiendo la vía de la ascesis y la oración. A él se debe la constitución de grupos de monjes que, bajo la guía de un padre espiritual, se consagran al servicio de Dios.
La iconografía tradicional representa a San Antonio que porta el bastón de los ermitaños en forma de T, “tau”, última letra del alfabeto judío, como alusión a las cosas últimas y a nuestro destino final. Generalmente va acompañado de un cerdo que lleva una campanita al cuello.
Dicha representación tiene su origen en el hecho de que la antigua Orden hospitalaria de los “Antonianos” criaba cerdos en los centros habitados, ya que la grasa de estos animales se usaba para ungir a los enfermos de ergotismo.
Es muy conocido por ser patrono de los animales domésticos. En los escritos de san Jerónimo sobre la vida de Pablo el ermitaño, se cuenta que Antonio fue a visitarlo ya anciano y lo dirigió en la vida monástica.
Un cuervo que traía diariamente un pan a Pablo recibió al abad trayéndole un pan también a él. Cuando murió Pablo, Antonio lo enterró con la ayuda de dos leones y otros animales.
También se cuenta que una vez se le acercó una jabalina con sus cachorros que estaban ciegos. La jabalina estaba en actitud de súplica. Antonio curó a los cachorros de su ceguera y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Por eso en muchas imágenes se lo representa con una jabalina, a los que todos ven como un cerdito.
También es patrono de los carniceros, y se le invoca contra el herpes zóster.
El día de la fiesta litúrgica de San Antonio -17 de enero- se bendicen los establos y los animales domésticos.
En la biografía “Vita Antonii”, San Atanasio escribe estas palabras sobre san Antonio: “El hecho de que fuera conocido en todas partes, admirado y deseado por todos, incluso por aquellos que no lo habían visto, es signo de su virtud y de su alma amiga de Dios. En efecto, no se le conoce por sus escritos, por una sabiduría profana o alguna capacidad especial, sino sólo por su piedad hacia Dios.
Y nadie puede negar que este es un don de Dios. De hecho, ¿cómo se hubiera oído hablar en España y en la Galia, en Roma y en África, de este hombre que vivía retirado entre montañas, si Dios mismo no lo hubiese dado a conocer en todas partes, como hace con cuantos le pertenecen, y como había anunciado al mismo Antonio desde el principio?
Porque a pesar de que ellos actúan en secreto y quieren permanecer escondidos, el Señor los muestra a todos como una lucerna, para que cuantos oigan hablar de ellos sepan que es posible seguir los mandamientos, y adquieran valor para recorrer el camino de la virtud”.
El acueducto de Biar fue el más sofisticado de los acueductos que, hace dos mil años, abastecieron de agua a Jerusalén. Sin embargo, corriendo cinco kilómetros, fue el más corto. Llevaba agua desde el sur de Belén hasta los estanques de Salomón. Allí se hicieron cargo otros acueductos que luego llevaron el oro azul a Jerusalén.
La estructura del acueducto incluía el propio manantial de Biar, un túnel subterráneo de unos tres kilómetros de longitud que recogía las aguas subterráneas, una presa, un canal superficial y otro túnel que atravesaba una loma. Cada uno de los cinco elementos jugó un papel específico en la recolección, conducción y control del agua.
Un nuevo estudio publicado en la última edición de la revista Geoarchaeology (11/12-2021) informa los resultados de las excavaciones realizadas por Azriel Yechezkel de la Universidad Hebrea de Jerusalén, como parte de sus estudios de doctorado, en colaboración con Yoav Negev, director del Grupo Espeleológico Israelí, y con colegas de la Universidad Hebrea Amos Frumkin y Uzi Leibner.
El estudio arqueológico, realizado a lo largo de más de 1.200 metros accesibles en el paso subterráneo, en medio de aguas turbias, atribuye la construcción del acueducto de Biar a Poncio Pilatos.
Hasta ahora se había datado el acueducto entre la época asmonea, siglo II a. C., y el final de la época romana, siglo II d. C., pasando por la época de Herodes. Finalmente, utilizando la datación por carbono 14 para estudiar muestras de yeso dentro del túnel, los investigadores llegaron a la conclusión de que el acueducto de Biar se construyó en la primera mitad del siglo I d. C. y luego se remodeló en la época de Aelia. entregado a Jerusalén después de la derrota de la rebelión de Bar Kokhba (Tercera Guerra Judía) en el siglo II d.C.
Para los investigadores, el acueducto de Biar podría ser, por tanto, el mismo atribuido por el historiador judío Flavio José a Poncio Pilatos, gobernador romano de Judea desde el 26/27 d. C. hasta el 36/37 d. C., bajo el reinado de Tiberio. Si, desde un punto de vista histórico, Pilato es conocido sobre todo por su papel en el proceso de Jesús, "desde el punto de vista arqueológico, es claro que la administración de Pilato se preocupó por el desarrollo de infraestructuras urbanas [como] la suministro de agua y la red vial”, subraya en las páginas de Haaretz Orit Peleg-Barkat, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea.
En el libro XVIII (60-62) de las Antigüedades judías, Flavius Joseph escribió que Pilato usó el tesoro del Templo para construir un acueducto. «[Pilato] sacó del tesoro sagrado el dinero para la construcción de un acueducto para llevar agua a Jerusalén conectándose al nacimiento de un arroyo que está a doscientos estadios de allí. Los judíos, sin embargo, no se adhirieron a las operaciones requeridas por esta obra y, reunidos en muchos miles, le gritaron que desistiera de esta empresa. Algunos de ellos gritaron insultos, insultos y descortesías como es costumbre reunir a una multitud».
Según Flavius Josephus, Pilato previó la manifestación y ordenó a sus soldados que se mezclaran con la multitud disfrazados de judíos, para golpear a cualquiera que le gritara. A su señal, los soldados “los golpearon mucho más de lo que mandó Pilato (…);pero los judíos no calmaron su orgullo, y así, sorprendidos como estaban desarmados por hombres preparados para atacar, muchos fueron asesinados en el acto, mientras que otros escaparon. Así terminó el levantamiento».
Los arqueólogos también establecieron que el acueducto fue posible gracias a "capacidades hidrogeológicas y de ingeniería avanzadas". Aunque el acueducto extrajo agua directamente del manantial de Biar, su proyecto también capturó y desvió aguas subterráneas y superficiales, proporcionando así a Jerusalén más de siete veces el flujo anual del manantial original solamente.
La investigación también reveló que los últimos 500 metros del túnel presentaban diseños de cubierta específicos, destinados a superar las cargas físicas y/o hidráulicas colocadas en el túnel. En los tramos en los que la roca madre era estable, todo el túnel se cavó directamente en la roca. En las zonas donde la roca era más frágil, el túnel se construyó a modo de trinchera con un complejo sistema de techado de piedra labrada para protegerlo de posibles derrumbes. Esta técnica moderna se mencionó por primera vez en los escritos del arquitecto romano Vitruvio (c. 80 - 15 a. C.).
En la más vasta y fértil llanura de la Campania occidental, no lejos de la populosa Nápoles y de la señorial Caserta, se levanta la antiquísima pequeña ciudad de Nola, patria de San Félix.
Su padre, Hermias, militar, que se estableció en ella la primera mitad del siglo III, procedía de Siria. Otro hijo del mismo nombre del padre le siguió en su dedicación a las armas. Félix escogió mejor ser soldado del reino de Cristo. Nos han llegado pocas noticias de su carrera eclesiástica cuando joven.
Seguiría normalmente por los grados de las distintas órdenes, desde lector hasta presbítero. Como presbítero fue el brazo derecho de su obispo Máximo, al parecer ya anciano y demasiado débil para poder actuar con eficacia en tiempos difíciles que requerían en el clero temple de héroes, como el de nuestro esforzado Félix, que podía entregarse en cuerpo y alma al apostolado, a cultivar la viña del Señor ya que, sin apego a la riqueza.
Poseía amplio patrimonio que le exoneraba del cuidado de las cosas terrenas y podía dedicar buena parte de él a las necesidades de la comunidad cristiana. Así se ganó muy pronto la simpatía y la devoción de todo el pueblo fiel, que lo siguió y respetó como a padre.
El temple de héroe de nuestro Félix se manifestó esplendorosamente en los años terribles de las persecuciones desencadenadas por Decio (a. 245 - 50) y Valeriano (256). Félix, aunque tenido con razón como mártir, no llegó a sufrir la pena capital ni el proceso judicial reglamentario que nos hubiera podido proporcionar las más preciadas noticias, como las que nos ofrecen las actas del proceso seguido en la misma época a San Cipriano, el santo obispo de Cartago.
Tenemos muchas, recogidas amorosamente y con toda diligencia, pero a distancia de más de un siglo, por Paulino, el santo obispo poeta (394 - 410). Es sabido que la fama de taumaturgo de Félix en el siglo IV atrajo a Paulino, insigne patricio y senador aquitano, a retirarse, al dejar las vanidades humanas, en la recoleta ciudad de Nola, habiendo ya antes sido ordenado de presbítero en nuestra Barcelona.
Erudito escritor e inspirado poeta se creyó obligado a dedicar cada año en la festividad de San Félix un poema panegírico en verso a su santo protector. Como habían pasado unos ciento cincuenta años desde la muerte del santo presbítero nolano, Paulino indagaría piadosamente sobre todos los datos históricos conservados por la tradición, embellecidos con la aureola de la ferviente devoción popular y aun coloreados por el pincel de su estro poético.
Paulino no puede señalar nunca con precisión los años en que actuó Félix, pero casi con certeza puede deducirse de los poemas que sería durante dos persecuciones, las de Decio y Valeriano.
Después de unos años de relativa paz religiosa en el Imperio, Decio, inteligente príncipe y sagaz político, desencadenó una de las persecuciones más aciagas para la Iglesia. Para destruirla, creyó que lo mejor era desorganizar sus resortes de mando; ordenó arrestar y procesar principalmente a los jefes de las comunidades, a los obispos, presbíteros y diáconos.
No pocos obispos huyeron de los centros urbanos, los más peligrosos, buscando asilo en lugares solitarios aunque sin perder el contacto y la dirección de su grey. Así San Cipriano, en Cartago. En Nola el obispo Máximo, viéndose en peligro, se dirigió al monte, escondiéndose en algunas de las anfractuosidades de los no lejanos Apeninos, quizá en las laderas del Montevergine, cuya cumbre llega a los 1.500 metros y dista pocas leguas de la ciudad nolana.
El gobierno de la comunidad cristiana lo confió al intrépido Félix, que no quiso salir de su urbe para proteger mejor la perseverancia en la fe de sus encomendados. El astuto perseguidor había, en efecto, ordenado que todos los ciudadanos sospechosos de cristianismo debían hacer acto de sacrificio a los dioses del Imperio ante un magistrado civil que les libraría un certificado de ello, un libelo como se le llamó después.
En una ciudad tan pequeña como Nola no podía durar mucho tiempo la seguridad personal de Félix, que no temía actuar como fuera para cumplir su difícil misión pastoral, Con el alma en lo alto, según cuenta Paulino, atento a Cristo y no al mundo, llevando a Dios en su corazón y llenos sus pechos de Cristo, no disimula que es presbítero y jefe de la comunidad y por esto es arrestado.
El se entrega contento en manos de los crueles esbirros. Es llevado a la cárcel, en donde es atado con cadenas de pies y manos y sin que pueda descansar su cuerpo por tener por lecho un montón de tiestos triturados, pero descansa su ánimo en Cristo, que le da fuerza y le multiplica en las penas las palmas del triunfo. Decio procuraba hacer apóstatas, no mártires, y por esto se prodigaban los tormentos agotadores hasta el desfallecimiento de la voluntad. De ahí que Félix debió pasar largas horas, días y meses en prisión.
Entre tanto el obispo Máximo, solo en el monte, no padece menor martirio por el frío y el hambre, por la tristeza y el dolor. Lo sabe Félix y arde en deseos de ir a socorrerle. Como a Pedro, un ángel se le presenta una noche, se deshacen las cadenas y puede salir acompañado del mensajero celestial pasando entre los guardias dormidos. Y
a en pleno campo, se dirige veloz al bosque en busca de su viejo venerable obispo, al que encuentra casi exánime y ya sin conocimiento. Nada tiene él con qué reanimarle cuando ve entre el espeso matorral un grueso racimo de uvas enviado del cielo. Con el reconfortante jugo del sabroso fruto vuelve a la vida el desvalido anciano, quien, al recobrar el sentido, abrazando a Félix, se le queja de la tardanza en ir a socorrerlo y le pide no le abandone más si no quiere que muera.
Se lo promete el fiel presbítero y, cargándoselo en hombros, bajan al valle en busca de un refugio. Lo encuentran en casa de una anciana, a la puerta de cuya casa llaman a hora bien intempestiva. "Recibe, le dice Félix, este sagrado depósito que te entregan mis manos, testigos sólo las estrellas." Lo acepta ella gozosa. Máximo bendice conmovido a Félix, que se va a la ciudad para consolar a sus cristianos de Nola.
Allí, viendo que siguen amenazadoras las circunstancias, se convence de la necesidad de refugiarse también en casa de la piadosa anciana. Lo hace por algún tiempo, hasta que se amengua la virulencia de la persecución y puede volver a tomar la cura pastoral de la comunidad, que lo recibe como un confesor de la fe digno ya de una veneración que continuará por los siglos de los siglos durante su vida y después de muerto.
Con el advenimiento de Valeriano en 253 cesa del todo la persecución. Pero duró pocos años la benevolencia de éste emperador hacia la Iglesia. En 256 - 57 publica un edicto contra ella que emulaba el del impío Decio. Causa motriz principal del cambio fue la codicia. Quiso apoderarse de las riquezas de la Iglesia que sus consejeros exageraron intencionadamente. A Félix le fue confiscado todo su patrimonio al mismo tiempo que se le buscaba para procesarle.
Los esbirros enviados de fuera para capturarle, como no lo conocían y no lo encontraron en su casa, toparon con él y le preguntaron por Félix, el jefe de la comunidad cristiana. Disimulando no saber de qué se trataba, lo dejan en paz. Pero pronto alguien les dio tales señas del verdadero Félix, que se dieron cuenta de que era el que poco antes había sido interrogado.
Vuélvense furiosos a la ciudad exultando por la que ya creían segura presa, no sin que Félix lo advirtiera cuando ya estaban muy cerca, pudiéndose meter por la ancha grieta del paredón de un derruido edificio, grieta que por milagro instantáneamente quedó tapada por un tupido velo de telarañas, lo que despistó a los perseguidores.
Pasado el peligro, se alejó Félix de la ciudad y huyó a otra región. Asilo seguro le ofreció una cisterna seca. Una anciana que vivía por allí cerca le procuraba la comida. La Providencia velaba por el siervo fiel. Así pasó escondido algunos meses hasta que, desaparecido Valeriano, con el reinado de Galieno, se abrió un largo período de paz para la Iglesia.
Félix puede volver a su ciudad, que lo recibe con inmenso júbilo.
Había entre tanto muerto el obispo Máximo y la comunidad cristiana quería forzar a Félix a ocupar la sede episcopal. La rehúsa él decididamente alegando que este honor ha de concederse a otro presbítero, Quinto, que había sido promovido antes que él al presbiterado. Es inútil toda insistencia.
Quinto, como obispo regirá la grey; Félix será su voz aleccionadora ante los fieles, su predicador con la palabra y el ejemplo. Sobre todo con el ejemplo de desprecio de las riquezas y vanidades del mundo. Le habían sido confiscados todos sus bienes durante la persecución y podía reivindicarlos como hicieron otros. No todas las cosas lícitas son provechosas, observa su biógrafo. Félix prefiere lo útil a lo lícito y a los que le importunan para que reclame sus bienes, replica:
"Dios no quiera que haya de volver a tener unos bienes que perdí por amor a Jesucristo".
Como presbítero, pues, y pobre, pudo Félix continuar su misión evangelizadora entre la veneración cada día más profunda de los fieles de Nola, veneración que se convirtió en ferviente devoción a su memoria, a su sepulcro, cuando Dios le llamó al cielo.
Y esta devoción, con las manifestaciones del culto, traspasó bien pronto los límites de la ciudad y de la región y con la paz constantiniana, los de Italia, llegando a ser el santuario de Nola a fines del siglo IV uno de los más celebrados de todo el Occidente.
En la misma Roma le fue consagrada una basílica, y el papa San Dámaso le dedicó un epigrama para implorar su protección en momentos de graves apuros.
San Paulino, el cantor de las glorías de Félix, hizo construir, contigua al humilde santuario que protegía el sepulcro, una espléndida basílica decorada con bellísimos mosaicos y aun otras tres rodearon pronto el primitivo santuario, visible desde todas ellas, de tal manera que vino a convertirse en un templete circundado de un bosque de columnas a la manera del altar mayor de la catedral de Córdoba, perdido entre las columnatas de la antigua mezquita.
Millares de peregrinos acudían a Nola cada año por la festividad de San Félix, el 15 de enero, a pesar del tiempo poco propicio para viajar, principalmente peregrinos venidos de Roma, la ciudad santa. Los campesinos invocaban al santo presbítero como especial protector de sus ganados.
Los sospechosos de falsos testimonios eran llevados, aun desde lejanos países, ante el sepulcro, en donde se manifestaba su inocencia o su perjurio. San Agustín quiso remitir a Nola a un acusador de graves crímenes contra uno de sus clérigos. Gregorio de Tours explica otras maravillas obradas junto a la tumba venerada.
https://www.primeroscristianos.com/sabes-quien-era-san-paulino-de-nola-su-fiesta-es-el-22-de-junio/
JOSÉ VIES
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