Cuando Wojtyla dijo: "El comunismo cayó solo"

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El Papa Francisco se refirió en el Ángelus al papel de San Juan Pablo II en la caída del comunismo

 

El 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín es la ocasión para recordar el indudable papel de San Juan Pablo II en la lucha a los regímenes totalitarios. Pero el Papa polaco invitaba a no caer en simplificaciones

 

Que Juan Pablo II (primer Papa eslavo, que nació y creció en uno de los países del este europeo que después de la guerra formaban parte de los satélites de la Unión Soviética) haya tenido un papel en los eventos culminantes de hace 25 años, cuando cayó el Muro de Berlín, es un hecho indudable. La irrupción en el escenario mundial de un pastor polaco, y testimonio de la vida cotidiana bajo un régimen comunista, representó en sí mismo un elemento que desestabilizó a los totalitarismos del este. Papa Francisco durante el Ángelus de ayer, recordando el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, dijo: «La caída sucedió de repente, pero fue posible gracias al largo y fatigoso compromiso de muchas personas que lucharon, rezaron y sufrieron por ello, algunas incluso hasta el sacrificio de la vida. Entre ellos, un papel de protagonista lo tuvo el Santo Papa Juan Pablo II».

En marzo de 1992, justamente en las páginas del periódico italiano “La Stampa”, fue publicado un artículo de Mikhail Gorbaciov. El estadista, que en aquel momento ya había pasado a la historia como el liquidador del sistema soviético, evocó uno de los gestos más significativos: el apretón de manos con Juan Pablo II en el Vaticano, el primero de diciembre de 1989, apenas a tres semanas de la caída del Muro de Berlín. «Todo lo que sucedió en la Europa Oriental en estos últimos años –escribía el padre de la Perestroika– no habría sido posible sin la presencia de este Papa, sin el gran papel, incluso político, que supo jugar en el escenario mundial».

Hay quienes han notado que Juan Pablo II, con su magisterio sobre la libertad religiosa, y acompañando los procesos que se habían puesto en marcha en su Polonia con el nacimiento del primer sindicato libre en un país comunista, contribuyó a que la caída de los sistemas totalitarios se diera sin grandes traumas y sin derramar más sangre, sin verdaderas guerras civiles. Papa Wojtyla era un místico, leía la historia con una óptica de la fe, estaba consciente del proprio papel vivido en el sufrimiento debido al atentado del 13 de mayo de 1981. En abril de 1990, a bordo del avión que lo llevaba hacia Praga después de la Revolución de terciopelo, con la que cayó el régimen comunista, respondió a un periodista que le preguntaba si su papel había sido verdaderamente fundamental: «Al ir a un país tan afectado durante las últimas décadas… yo me siento un “servus inutilis”, pero, sobre todo, me inclino profundamente, con gran humildad y con profunda confianza, ante la Providencia Divina, que guía la suerte de los pueblos, de las naciones, de cada hombre y de toda la humanidad».

Una lectura que Juan Pablo II habría repetido en el libro entrevista con Vittorio Messori, «Atravesar el umbral de la esperanza» (de 1994), en el que recordó, a propósito del colapso de un poder que parecía invencible, la profecía de Fátima. «Sucedió exactamente todo lo que habían anunciado» los tres pastorcillos de Fátima en 1917, poco antes del estallido de la Revolución de Octubre, cuando escucharon la predicción: «Rusia se convertirá».

«Tal vez también por ello –subrayaba Wojtyla– el Papa ha sido llamado de un “país lejano”, tal vez por ello era necesario que se verificara el atentado en la Plaza San Pedro justamente el 13 de mayo de 1981, aniversario de la primera aparición de Fátima, para que todo se volviera más transparente y comprensible, paraq que la voz de Dios, que habla en la historia del hombre mediante los “signos de los tiempos”, pudiera ser escuchada y comprendida fácilmente».

Pero no hay que olvidar, y es útil recordarlo en estos días de conmemoraciones, lo que el mismo Juan Pablo II dijo sobre la caída del Muro de Berlín y sobre la caída del comunismo. «Sería simplista decir –afirmó en el libro entrevista con Messori– que fue la Providencia Divina la que hizo caer el comunismo. El comunismo como sistema, en cierto sentido, cayó solo. Cayó como consecuencia de los propios errores y abusos. Demostró ser una medicina peligrosa y, en la práctica, más dañina que la enfermedad misma. No puso en marcha ninguna verdadera reforma social, aunque se hubiera convertido en todo el mundo en una potente amenaza y un desafío. Pero cayó solo, por la propia inmanente debilidad».

 

Fuente: Vatican Insider

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