Un patrimonio espiritual y cultural bajo amenaza
Santa Catalina, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ha sido durante siglos un símbolo de coexistencia y respeto interreligioso. Tradicionalmente considerado un vakuf —lugar sagrado respetado por el islam—, había contado con la protección de comunidades beduinas y del propio Estado egipcio, incluso en tiempos de agitación política.

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Sin embargo, desde hace años el monasterio ha sido objeto de acciones judiciales promovidas por diversas instancias del aparato estatal egipcio. Algunos analistas atribuyen esta ofensiva a sectores radicales del llamado “Estado profundo”, especialmente desde la era de los Hermanos Musulmanes, y señalan la incapacidad del presidente Abdel Fattah al-Sisi para contener esas presiones.
Aunque funcionarios como el arqueólogo Abdel Rahim Rihan han defendido la sentencia como una acción destinada a “valorizar el patrimonio en beneficio del mundo y de los propios monjes”, desde la comunidad religiosa se denuncia una “expulsión de facto” y una amenaza directa a la supervivencia del lugar como centro espiritual.
Reacciones e impacto diplomático
El impacto de la sentencia ya ha traspasado fronteras. Grecia ha reaccionado con dureza ante lo que considera un atentado contra un símbolo del helenismo y de la ortodoxia. El arzobispo greco ortodoxo de Atenas, Ieronymos, expresó su indignación: “No quiero y no puedo creer que hoy el helenismo y la ortodoxia estén viviendo otra ‘conquista’ histórica. Este faro espiritual se enfrenta ahora a una cuestión de supervivencia”.
Tanto el Gobierno griego como el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla manifestaron su profundo rechazo a la decisión, que califican de inaceptable y preocupante para el futuro del emblemático enclave religioso.