Evangelio, Crucifijo y testimonio de fe para quienes quieren conocer a Jesús. Ángelus

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Después de la breve e intensa visita apostólica del sábado a Nápoles y a Pompeya, este domingo el Santo Padre se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar junto a los miles de fieles y peregrinos llegados de diversas parte del mundo, la oración mariana del Ángelus dominical, en el V domingo de Cuaresma.

 

“La hora de la Cruz, la más oscura de la historia es también la fuente de salvación para cuantos creen en Él”

Después de la breve e intensa visita apostólica del sábado a Nápoles y a Pompeya, este domingo el Santo Padre se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar junto a los miles de fieles y peregrinos llegados de diversas parte del mundo, la oración mariana del Ángelus dominical, en el V domingo de Cuaresma.

En la alocución que precede al rezo a la Madre Dios, Papa Francisco reflexionando sobre el Evangelio del día centra nuestra atención en un particular: el evangelista Juan narra que algunos griegos, judíos, se dirigen al apóstol Felipe pidiéndole ver a Jesús (Jn 12:21).

Así pues, explica que estas palabras van más allá de un determinado episodio, porque expresan algo universal: se revela un deseo que atraviesa todas las épocas y las culturas, un deseo presente en los corazones de muchas personas que han oído hablar de Jesucristo pero que no lo han encontrado aún.

“Jesús – dijo el Papa – respondiendo al pedido de poderlo ver, pronuncia una profecía que devela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: «Ha llegado la hora que el hijo del hombre sea glorificado» (Jn 12,23)”.

“La hora de la Cruz, la más oscura de la historia es también la fuente de salvación para cuantos creen en Él”, nos dice Francisco, porque es “una fuente inagotable de vida nueva que lleva en sí misma la fuerza regeneradora del amor de Dios”.

De ahí que el romano Pontífice, Padre y Pastor de la Iglesia Universal, haya exhortado a todos los cristianos a ofrecer a las personas que quieren conocer a Jesús tres cosas: el Evangelio, en donde podemos encontrar a Jesús, escucharlo y conocerlo; el crucifijo, signo del amor de Jesús que se ha entregado por nosotros, y nuestro testimonio de fe, pobre pero sincera, que se traduce en simples gestos de caridad fraterna.

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