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En la catacumba romana de Santa Tecla ROMA, miércoles 1 de julio de 2009 (ZENIT.org).-
Los restauradores de la Comisión Pontificia de Arqueología Sacra que trabajan en la catacumba de Santa Tecla, cerca de la Vía Ostiense de Roma, han sacado a la luz el icono más antiguo de San Pablo. La imagen forma parte de unos frescos del siglo IV, ocultos bajo una espesa masa calcárea que escondía la decoración de la bóveda del cubículo de la catacumba de Santa Tecla, según informó L’Osservatore Romano. Gracias a la técnica del láser, ha sido posible hacer emerger “la característica fisionomía asignada al apóstol de las gentes en el arte paleocristiano”, explica el periódico. Esos rasgos correspondientes al ideal de pensador -grandes ojos que miran al infinito, mejillas hundidas, inicio de calvicie y barba larga acabada en punta- “no dejaban lugar a dudas en su identificación”. El descubrimiento del rostro de Pablo en una de las esquinas de la bóveda del cubículo ha llevado a los investigadores a dedicarse a desvelar las imágenes de las otras tres esquinas. Efectivamente, han aparecido las imágenes de otros dos apóstoles, uno particularmente joven y el otro, de rasgos marcados (quizás Juan y Santiago), y la de un tercero, Pedro. “Por primera vez en el arte paleocristiano, los apóstoles –y entre ellos el primero de todos y dos de los principales- ocupan una posición tan relevante”, explica el diario. “No están acompañando a difuntos, como en muchos sarcófagos del siglo IV, ni participando en el Colegio litúrgico presidido por Cristo" añade. El secretario de la Comisión Pontificia de Arqueología Sacra y presidente de la Academia Pontificia del Culto de los Mártires, Fabrizio Bisconti, realizó una valoración del hallazgo en un artículo publicado en L’Osservatore Romano. Concretamente afirmó que “desde el momento en que la imago clipeata representa una figura devocional elegida por las familias de los difuntos para proteger su cubículo, el busto de Pablo puede ser considerado el icono más antiguo del apóstol hallado hasta ahora, en el sentido de que del nivel evocativo se pasa al de culto”.
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