“No reducir el reino de Dios a nuestra pequeña iglesita”

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El reino de Dios no tiene fronteras. No puede reducirse a los confines de una “iglesita”, de “nuestra pequeña iglesita”. ¡Esto no sirve! Una advertencia del Papa, que pareció más bien un clamor. Un ferviente llamado a los católicos a mirar más allá de los muros de su cotidianidad. Francisco pronunció estas palabras durante el discurso con motivo del Angelus dominical, pronunciado desde la ventana de su estudio personal del Palacio Apostólico.

 

El Papa Francisco aseguró que el mensaje cristiano es universal y debe incluir especialmente a los marginados

El reino de Dios no tiene fronteras. No puede reducirse a los confines de una “iglesita”, de “nuestra pequeña iglesita”. ¡Esto no sirve! Una advertencia del Papa, que pareció más bien un clamor. Un ferviente llamado a los católicos a mirar más allá de los muros de su cotidianidad. Francisco pronunció estas palabras durante el discurso con motivo del Angelus dominical, pronunciado desde la ventana de su estudio personal del Palacio Apostólico.

“Estamos llamados dilatar la Iglesia a las dimensiones del reino de Dios”, sostuvo, en un mensaje que pareció dirigirse al Sínodo de los Obispos, que sesiona estos días en el Vaticano. Una cumbre episcopal que está analizando, justamente, cómo la Iglesia puede llegar a esos marginados que se encuentran más allá de las paredes de la “iglesita”.

La reflexión de Jorge Mario Bergoglio partió del evangelio de este domingo, en el cual Jesús cuenta la historia de un rey (imagen de Dios) que prepara un banquete de boda y manda a invitar a muchas personas. Explicó que la invitación es gratuita, amplia y universal, pero ocurrió “algo sorprendente” cuando ninguno de los elegidos acepta de tomar parte en la fiesta porque tienen otras cosas que hacer; algunos de ellos –incluso- muestran indiferencia, lejanía y molestia.

“Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, su gozo, la salvación pero tantas veces no acogemos sus dones, ponemos al primer puesto nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses”, sostuvo.

Recordó que algunos invitados incluso maltratan y asesinan a los siervos que llevan la invitación pero, no obstante la falta de respuesta de los llamados, “el proyecto de Dios no se interrumpe” y, ante el rechazo de los primero invitados, no se suspende la fiesta sino que se vuelve a proponer la invitación alargándola “más allá de todo razonable límite”. Entonces el rey manda a sus siervos en las plazas y a los cruces de las calles a invitar a todos aquellos que encuentran.

“Se trata de gente cualquiera, pobres, abandonados y desheredados, buenos y malos, sin distinción. Y la sala se llena de excluidos. El evangelio, rechazado por algunos, encuentra una acogida inesperada en otros corazones. La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a ninguno: por esto el banquete de los dones del señor es universal, es para todos. A todos ha sido dada la posibilidad de responder a su invitación, a su llamada, ninguno tiene derecho de sentirse privilegiado o de reivindicar la exclusividad. Todo esto nos induce a vencer la actitud de colocarnos cómodamente en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y los fariseos, eso no está bien”, señaló.

Instó a los fieles a “abrirse a las periferias” y reconocer que, también quien está en los márgenes de la sociedad, es objeto de la generosidad de Dios.

Aclaró que existe una condición para permanecer en este banquete de boda: “usar el traje nupcial”, es decir vivir el amor a Dios y al prójimo. “La fe exige el testimonio de la caridad, que debe ser manifestada en actitudes concretas de solidaridad y de servicio a nuestros hermanos, especialmente los más débiles”, apuntó.

Precisó que entre los débiles están los perseguidos y por eso pidió a la Virgen que intercede ante “los dramas de tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos por su fe”, e invocó su protección también sobre los trabajos del Sínodo de los Obispos.

Al final, después del Angelus, recordó la beatificación -en la ciudad italiana de Sassari- del padre Francisco Zirano, de la Orden de los Frailes Menores Conventuales, quien prefirió morir antes que renegar de su fe. Constató que su “valiente fidelidad a Cristo” fue un acto de gran elocuencia, especialmente en el actual contexto de la despiadada persecución de los cristianos.

Además evocó los duros aluviones que golpearon a Génova en los últimos días y aseguró su oración tanto por las víctimas como por quienes han sufrido graves daños. Invitó a todos los presentes a rezar un Ave María a la Virgen de la Guardia, para que sostenga los esfuerzos colectivos para superar la terrible experiencia.

Fuente: Vatican Insider

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