Retrato robot del que iba a ser el nuevo Papa

retrato robot francisco

 

Retrato robot del nuevo Papa: Un pescador de hombres en un tiempo lleno de desafíos

Jesús Colina escribia en 2013, durante la celebración del cónclave que elegiría al Papa Francisco, un artículo en Alfa y Omega en el que hacía un retrato robot de lo que tendría que ser el nuevo Romano Pontífice. Hay que reconocer que con Bergoglio ha acertado de pleno.

Marzo de 2013...

¿Quién será el próximo Papa? Ésta es la pregunta que todo el mundo se hace hoy en Roma, y fuera de Roma, cuando los cardenales abordan los desafíos que afronta la Iglesia en el mundo, y buscan el perfil del hombre más capaz para afrontarlos. El retrato robot del sucesor de Benedicto XVI es el de alguien en búsqueda de la santidad, con capacidad de gobierno, misionero y, por tanto, con capacidad de comunicación
. Pronto sabremos su nombre

Prácticamente todos los medios informativos han presentado listas de papables, que tal vez, como en Cónclaves anteriores, acabarán contradichas por la realidad. Lo que sí es seguro, sin embargo, es que los cardenales elegirán al hombre con más capacidades para afrontar los grandes desafíos de la Iglesia. ¿Cuáles son estos retos? ¿Cuál será el motivo principal que orientará la elección de los cardenales?

Los dos grandes retos que debe afrontar el nuevo Papa fueron expuestos por el propio Benedicto XVI en la declaración que pronunció en latín el 11 de febrero para anunciar su renuncia.

El Pontífice justificó este gesto al constatar su pérdida de vigor de cuerpo y espíritu «para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio», en un mundo «sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe».

El gobierno de la Iglesia y el anuncio del Evangelio son, por tanto, los dos grandes retos que tendrá que afrontar el sucesor de Benedicto XVI. Pero veamos en detalle lo que estos desafíos conllevan.

Gobierno de la Iglesia

Como es lógico, el timonel de la barca de Pedro, ante todo, debe ser pastor. Es importante aclararlo, pues en ocasiones, leyendo periódicos, parecería que el Papa es simplemente el director general de la Curia romana. En este contexto, varios de los cardenales, a los que los periodistas hemos entrevistado, estos días, en Roma han coincidido en que la Iglesia necesita un Papa que sea, ante todo, santo, o para ser más precisos, que esté en camino hacia la santidad.

Y es que, como dijo Benedicto XVI, en un histórico discurso en la Konzerthaus de Friburgo de Brisgovia (Alemania), citando a la Madre Teresa de Calcuta, lo primero que hoy se pide de un pastor de la Iglesia, en particular de un reformador, es santidad de vida.

La verdadera reforma

Con esto, el Papa quería decir que «la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados». La reforma comienza por la conversión de cada uno, en primer lugar del pastor, del Papa. El Papa emérito, en ésa y otras ocasiones, ya había reconocido que, «efectivamente, hay motivos para un cambio», una conversión en la Iglesia. Si la Iglesia, como dice la Tradición, «siempre debe ser reformada», es lógico que esta reforma y purificación, en particular en lo que respecta al gobierno de la Iglesia, afecte de manera particular a los obispos del mundo y ala Curia Romana.

En este sentido, el nuevo Papa recibirá el relevo que le ha pasado Benedicto XVI en su tarea de purificación de la Iglesia que ha venido promoviendo, ya desde tiempos en los que era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ante todo, este Pontífice ha demostrado un compromiso inquebrantable para superar las causas que han provocado los escándalos protagonizados por sacerdotes.

Ha aplicado con decisión las normas que la Iglesia ha adoptado en los últimos doce años para evitar que se repitan casos de pedofilia. Su sucesor tendrá que continuar con esa labor, que responde a una de las necesidades más serias que hoy tiene la Iglesia: sacerdotes felices, coherentes con su vocación, en búsqueda de la santidad.

Curia romana

Como es lógico, un Papa es la máxima autoridad de la Santa Sede y, por tanto, a él le corresponde también velar por el gobierno de la Curia romana, compuesto por sus colaboradores en el ejercicio de su ministerio de obispo de Roma, y en la guía del Estado de la Ciudad del Vaticano.

En el último año, la filtración de documentos, que ha tenido lugar, en el contexto del así llamado Vatileaks, ha mostrado problemas de organización o coordinación en la Curia romana, que Benedicto XVI ya ha afrontado, pero que, como es obvio, tendrán que ser motivo de desvelo para su sucesor. Queda por tanto claro que el futuro Papa tendrá que ser un hombre en búsqueda de Dios y de la santidad, para seguir promoviendo la reforma de la Iglesia, y un hombre de gobierno.

Misionero en la aldea global

Pero el Papa no sólo está llamado a gobernar, o a gestionar equipos. El sucesor del apóstol Pedro debe ser, sobre todo, y antes que nada, pescador de hombres, es decir, un misionero del Evangelio de Jesús en la aldea global. Ésta es la gran misión que Benedicto XVI ha delineado para su sucesor, quien comienza con ventaja, pues su ministerio petrino se integra en pleno Año de la fe y tras la celebración, en octubre pasado, del Sínodo de los Obispos del mundo sobre la nueva evangelización.

El futuro Papa dará prioridad, sin duda, a la dificultad que se experimenta en la vieja Europa, en los Estados Unidos, pero también ya en otros países de Hispanoamérica y del mundo, para transmitir la fe a las nuevas generaciones.

Benedicto XVI ha dedicado su pontificado a mostrar la incoherencia de quien quiere vivir como si Dios no existiera. Para ello, ha expuesto a un mundo descreído, o materialista, las razones de la fe. La fe, si es verdadera, es razonable; la fe sin razón se reduce al fundamentalismo. Su sucesor está llamado a mostrar al mundo el gran mensaje de la encíclica Deus caritas est, Dios es amor.

El cristianismo no es un sistema filosófico, o un conjunto de normas éticas: es, ante todo, el encuentro con una Persona, Jesucristo realmente vivo. Los cardenales, por tanto, están buscando a un evangelizador.

Familia y vida

Ahora bien, la vivencia del Evangelio en la vida personal y social tiene muchas implicaciones. La felicidad que la Iglesia propone a cada persona como horizonte de vida implica opciones. Y el próximo Papa está llamado a ilustrarlas al mundo.

En este contexto, uno de los motivos de mayor confusión y debate social, en estos momentos, afecta a la familia y al respeto de la vida humana. A nivel planetario, el debate social más grande hoy está siendo suscitado por la presión para introducir leyes que minan el reconocimiento de la unión entre un hombre y una mujer.

Estas propuestas ven en el niño un derecho, no un deber, motivo por el cual éste puede ser confiado al libre albedrío de cualquier unión, que no tiene la estabilidad ni la complementaridad propias de una familia.

Por este motivo, la predicación del Evangelio de Jesús exigirá del nuevo Papa mostrar cómo la familia no es una cuestión de ideología, o una posición política: se trata de una senda de felicidad, trazada por el mismo Creador en la naturaleza humana, que permite la realización del amor entre un hombre y una mujer para ofrecer el mejor ambiente de acogida en el que puede nacer un niño. La belleza de este mensaje está llamada a transformar el mundo.

Diálogo interreligioso

El anuncio del Evangelio, en estos momentos, tiene lugar en sociedades interétnicas, en las que la convivencia entre creyentes de diferentes religiones se ha convertido en parte de la vida ordinaria. La dimensión misionera del nuevo Papa está llamada a ejercerse, por tanto, en una relación de respeto y diálogo con los exponentes de las demás religiones.

El nuevo Papa mostrará, como ya hizo san Pablo en la Grecia de su época, que el anuncio del Evangelio implica entablar un auténtico diálogo con todo creyente, pues, como decía Benedicto XVI, todos estamos unidos por la búsqueda de la verdad. En el contexto actual, la relación con el Islam, la segunda religión del planeta tras el cristianismo, es por tanto decisiva. Se trata de un mundo religioso, cultural y político, que en estos momentos está viviendo un profundo proceso de transformación.

La primavera árabe no ha hecho más que empezar. Los nuevos medios de comunicación están creando una nueva opinión pública en el mundo islámico, que deja de unir intrínsecamente religión y política. Las implicaciones nadie las conoce, pero es sin duda un desafío con el que tendrá que relacionarse el nuevo Papa.

Unidad de los cristianos

El anuncio del Evangelio recuerda una de las misiones centrales del obispo de Roma, desde hace casi dos mil años: ser signo de comunión entre todos los cristianos. La división de los seguidores de Jesús en diferentes confesiones cristianas constituye uno de los escándalos más grandes del cristianismo y quita credibilidad al anuncio del Evangelio.

La Iglesia se acercará con el nuevo Papa a los mil años del recuerdo del gran cisma de Oriente, que separó a Constantinopla y Roma, a ortodoxos y católicos. Curiosamente, la globalización y las dificultades que experimentan los cristianos están dando un empuje inesperado al ecumenismo. En este último pontificado, las relaciones entre las Iglesias ortodoxas y Roma se han hecho más cercanas. Prejuicios de hace siglos están deshaciéndose como hielo en primavera.

Los líderes cristianos, en particular protestantes y el Primado de la Comunión Anglicana, han rendido homenaje a Benedicto XVI y a su acto de valentía con su renuncia. Se puede decir que el nuevo Papa llega en un momento de esperanza ecuménica. Las dificultades teológicas son todavía muchas. Heridas de siglos tardarán en cicatrizar. Pero está claro que el movimiento hacia la unidad de los cristianos está avanzando, aunque sea lentamente. El nuevo Papa podría dar un impulso inesperado.

Justicia social

Otra de las dimensiones del anuncio del Evangelio es su capacidad para edificar sociedades en las que cada uno de sus miembros sea considerado como hijo de Dios. Este Papa es elegido en momentos en los que la crisis económica sigue dando coletazos.

Las migraciones, a causa de la crisis, han seguido rumbos diferentes, pero siguen siendo un fenómeno característico. El crecimiento de potencias como China está alterando profundamente el rostro de la economía y de la geoestrategia.

El nuevo Papa no está llamado a ser economista. No dará las recetas que llevarán a nueva fase de prosperidad global al planeta. Pero sí deberá mostrar cómo el Evangelio es capaz de humanizar las relaciones económicas y sociales entre las personas. Su voz está llamada a despertar las conciencias, pues el mundo no puede construir la prosperidad de unos pocos a costa de la injusticia. En cierto sentido, la doctrina social que enseña la Iglesia cobra una actualidad inesperada.

En la era de los nuevos medios

Uno de los sectores en los que la evolución es más intensa en estos momentos es, sin duda, el de la comunicación. El impacto de YouTube, Facebook, Twitter, los dispositivos móviles..., en la vida de las personas es tan grande que tiene implicaciones antropológicas profundas.

La vida de los adolescentes ha quedado totalmente transformada. El mundo profesional ha sufrido un empuje vertiginoso. Estos instrumentos también tienen un impacto en la vida de fe de las personas. Internet se ha convertido en el mayor lugar de búsqueda de contactos para crear relaciones sentimentales, y en el lugar en el que hombres y mujeres, de todas las religiones, buscan respuesta a sus problemas de fe.

El nuevo Papa anunciará el Evangelio en los nuevos medios de comunicación. La presencia del cristianismo en los próximos años dependerá sin duda del dinamismo de los pastores y de los creyentes en las nuevas redes. Benedicto XVI, el Papa que escribe a mano, ha dejado ya todo un magisterio en Twitter. Su sucesor será el misionero de las nuevas redes.

Este repaso de algunos de los desafíos que hoy tiene la Iglesia nos ha permitido trazar el perfil del nuevo Papa: un hombre en búsqueda de la santidad, con capacidades de gobierno, misionero y, por tanto, con capacidades de comunicación. Pronto sabremos su nombre.

 

+ info -

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Jesús Colina. Roma

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