San pablo es detenido en el Templo de Jerusalén

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Siguiendo los pasos de san Pablo

Según dicen los historiadores San Pablo fue la figura más fascinante del Cristianismo, y el día en que entro en Roma fue uno de los más decisivos del género humano. Es más, como señaló Benedicto XVI, “el apóstol san Pablo, figura excelsa y casi inimitable, pero en cualquier caso estimulante, se nos presenta como un ejemplo de entrega total al Señor y a su Iglesia, así como de gran apertura a la humanidad y a sus culturas.

Así pues, es justo no sólo que le dediquemos un lugar particular en nuestra veneración, sino también que nos esforcemos por comprender lo que nos puede decir también a nosotros, cristianos de hoy.” (Benedicto XVI, Audiencia General, Miércoles 2 de julio de 2008)

Jerusalén está revuelta. El temor de los judíos desencadenado por las predicaciones de Pablo en las sinagogas, y el imparable desarrollo del cristianismo, hace que muchos de ellos sientan amenazada las estructuras y las leyes. De ahí que San Pablo fuera denunciado por los judíos y apresado en el Templo de Jerusalén acusado de perturbador y agitador social.

“Cuando los judíos venidos de Asia vieron a Pablo en el Templo, amotinarona la multitud y se apoderaron de él, gritando: "¡Socorro, israelitas! Este es el hombre que predica a todos y en todas partes contra nuestro pueblo, contra la Ley y contra este Templo, y ahora ha llegado a introducir en él a los paganos, profanando este lugar santo (…) La ciudad entera se alborotó, y de todas partes acudió el pueblo. Se apoderaron de Pablo, lo sacaron fuera del Templo y cerraron inmediatamente las puertas. Ya iban a matarlo, cuando llegó al tribuno de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén estaba convulsionada.

En seguida el tribuno, con unos soldados y centuriones, se precipitó sobre los manifestantes. Al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. El tribuno se acercó, tomó a Pablo y mandó que lo ataran con dos cadenas;(…) Hizo conducir a Pablo a la fortaleza.

Al llegar a la escalinata, los soldados tuvieron que alzarlo debido a la violencia de la multitud, porque el pueblo en masa lo seguía, gritando: "¡Que lo maten!". (Hch 21, 27-36)

Después del arresto “los judíos se confabularon y se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber, hasta no haber matado a Pablo.” (Hch 23, 12) “Pónganse de acuerdo con el Sanedrín, y propongan al tribuno que lo haga comparecer delante de ustedes con el pretexto de examinar más exactamente su causa; nosotros, por nuestra parte, estaremos preparados para matarlo en el camino. Pero un sobrino de Pablo, al enterarse de la emboscada, se dirigió a la fortaleza y entró para prevenir a Pablo.” (Hch 23, 15-16)

Se decide trasladarlo a Cesárea donde nadie , ni el Sanedrín (Hch 23,9), ni el procurador romano Félix (Hch 24,22-23), ni su sucesor Porcio Festo (Hch 25,25), ni sus oficiales (Hch 26,31), ni el rey Agripa (Hch 26,32), lo creía culpable de la denuncia presentada contra él.

Pero Pablo, hace valer su condición de ciudadano romano y apela al Emperador: “Si soy culpable y he cometido algún delito que merezca la muerte, no me niego a morir, pero si las acusaciones que hacen los judíos contra mí carecen de fundamento, nadie tiene el derecho de entregarme a ellos. Apelo al Emperador. Festo, después de haber consultado con su Consejo, respondió: "Ya que apelaste al Emperador, comparecerás ante él." (Hch 25, 11-12)

“¿De dónde sacaba San Pablo esta fuerza? Omnia possum in eo qui me confortat!, todo lo puedo, porque sólo Dios me da esta fe, esta esperanza, esta caridad. Me resulta muy difícil creer en la eficacia sobrenatural de un apostolado que no esté apoyado, centrado sólidamente, en una vida de continuo trato con el Señor. En medio del trabajo, sí; en plena casa, o en mitad de la calle, con todos los problemas que cada día surgen, unos más importantes que otros. Allí, no fuera de allí, pero con el corazón en Dios. Y entonces nuestras palabras, nuestras acciones — ¡hasta nuestras miserias!— desprenderán ese bonus odor Christi, el buen olor de Cristo, que los demás hombres necesariamente advertirán: he aquí un cristiano.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, nº 271)

Remedios Falaguera

+ info: otros capítulos de  SIGUIENDO LOS PASOS DE SAN PABLO HACIA ROMA

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