17 de mayo de 2006 - SAN PEDRO (I)

 

Intervención de Benedicto XVI en la que presentó la figura de san pedro(II)

El Papa presenta la aventura espiritual de san Pedro como lección y consuelo

Como el apóstol, dice, «tenemos que seguir a Jesús y no precederle»

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 17 mayo 2006 (ZENIT.org).-

  San Pedro  
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Benedicto XVI revivió este miércoles la aventura espiritual de san Pedro, el pescador de Galilea, para sacar una lección: seguir los proyectos de Dios y no transformarlos con nuestros deseos humanos.

Repasando la llamada de Cristo a Simón y sus primeros pasos tras el Señor, el Papa constató que Pedro quería, en un primer momento, «un Mesías "hombre divino", que responda a las expectativas de la gente, imponiendo a todos su potencia».

«Nosotros también deseamos que el Señor imponga su potencia y transforme inmediatamente el mundo», reconoció.

Sin embargo, siguió aclarando, «Jesús se presenta como el "Dios humano", el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre, abrazando un camino de humildad y de sufrimiento».

Escucharon en esta ocasión la catequesis del Papa más de 45.000 peregrinos, en una soleada mañana. Continuaba así con la serie de reflexiones sobre la Iglesia. Tras haber explicado que Cristo la confió a sus apóstoles, en las próximas semanas recorrerá, uno a uno, estos personajes.

Y el Papa comenzó por su predecesor presentando dos escenas decisivas de su vida.

Comenzó perfilando el carácter del personaje: «era un judío creyente y observante, confiado en la presencia activa de Dios en la historia de su pueblo».

Presentó también su «carácter decidido e impulsivo», «dispuesto a hacer prevalecer sus razones, incluso con la fuerza», como cuando sacó la espada cortando la oreja de una persona en el Huerto de los Olivos para defender a Jesús.

«Al mismo tiempo, a veces es también ingenuo y temeroso, así como honesto, hasta llegar al arrepentimiento más sincero».

La primera escena que presentó del «itinerario espiritual» de Pedro, fue la llamada de Jesús, cuando tras dirigirse a la muchedumbre desde su barca, tuvo lugar la pesca milagrosa.

Ante las redes llenas, el pescador experto reaccionó con «asombro y estremecimiento»: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador».

Jesús le respondió invitándole a ser «pescador de hombres» y el Papa añadió hablando en la plaza levantada en el mismo lugar de su martirio: «Pedro no se podía imaginar todavía que un día llegaría a Roma y que aquí sería "pescador de hombres" para el Señor».

Y a pesar de que Pedro respondió con generosidad a esta llamada, en realidad «el Mesías al que está siguiendo en sus sueños es muy diferente al auténtico proyecto de Dios». Por eso, «ante el anuncio de la pasión, se escandaliza y protesta».

Y Jesús le dice: «¡quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». O con otras palabras, como aclaró Benedicto XVI, «no me indiques tú el camino, yo sigo mi camino y tú ponte detrás de mí».

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Cristo entonces le explicó en que consiste seguirle. Se trata, en realidad, de una segunda llamada: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame...». Al aceptar estas palabras, el apóstol vivió su segunda «conversión».

«Estas diferentes conversiones desan Pedro y toda su figura son motivo de gran consuelo y una gran enseñanza para nosotros», dijo el Papa al sacar lecciones para la vida de cualquier cristiano.

«También nosotros deseamos a Dios, también queremos ser generosos, pero también nosotros nos esperamos que Dios sea fuerte en el mundo y transforme inmediatamente el mundo, según nuestras ideas, según las necesidades que vemos», constató.

«Dios opta por otro camino. Dios escoge el camino de la transformación de los corazones en el sufrimiento y en la humildad. Y nosotros, como Pedro, siempre tenemos que convertirnos de nuevo», propuso.

«Tenemos que seguir a Jesús y no precederle: Él nos muestra el camino», recalcó.

«Pedro nos dice --aseguró--: tú piensas que tienes la receta y que tienes que transformar el cristianismo, pero quien conoce el camino es el Señor. Es el Señor quien me dice a mí, quien te dice a ti: "¡sígueme!"».

«Y tenemos que tener la valentía y la humildad para seguir a Jesús, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida», concluyó.

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