San Francisco de Asís creó la tradición de colocar el pesebre
Este año la ciudad que lo vio crecer tendrá una Navidad muy especial. Asís expondrá la alegría del espíritu franciscano con proyecciones de vídeo en las fachadas de la Basílica Superior de San Francisco y de la Catedral de San Rufino, un espectacular juegos de luces en las calles de la ciudad.
MARCO MORONI
Custodio, Sagrado Convento de Asís
“Queremos mostrar, frente a la Basílica, la presencia en la que podemos entrar, en la que cada uno de nosotros puede sentirse parte del nacimiento del Señor. Es Él el que viene a visitarnos, el Hijo de Dios que se hace carne. Nos sumergimos en este pesebre y él se sumerge en nuestra humanidad”.
También se presentará un gran pesebre compuesto por 50 pastores y se rendirá homenaje a la labor de los trabajadores de la salud durante la pandemia de COVID19, con la colocación de una estatua de una enfermera.
Este pesebre busca ser una invitación a conocer lo que significó el pesebre para su precursor, San Francisco, durante la Navidad del año 1223 en Greccio.
SIMONE TENUTI
Responsable Pastoral Juvenil, Sagrado Convento de Asís “¿Qué hace San Francisco? En realidad no hace un pesebre como lo conocemos actualmente. Él arregla un pesebre, se la paja, trae al burro y al buey y celebra la Eucaristía. Así que, para San Francisco, hay una estrecha relación entre la Encarnación y la Eucaristía”.
ENZO FORTUNATO
Director Sala de Prensa, Sagrado Convento de Asís “Estamos llamados a crecer realmente, a madurar, a encender esta luz interior, esta vida que nace en cada uno de nosotros y entonces será una extraordinaria y hermosa Navidad, ¿por qué? Porque nos podremos enfrentar a cualquier no y cualquier obstáculo, cualquier imprevisto, porque tendremos esta luz que nos ilumina y orienta”.
Una Navidad con atención especial a los que están lejos y no pueden acudir a Asís. Gracias al portal ilnataledifrancesco.it será posible admirar las proyecciones con los impresionantes frescos de Giotto hasta el 6 de enero de 2021.
Betsaida fue el lugar de nacimiento de los tres apóstoles
A medida que la vida recupera cierta normalidad en muchos países, los arqueólogos han vuelto a trabajar en varios sitios arqueológicos de todo el mundo. En Israel, los arqueólogos locales se sorprendieron al descubrir que un sitio importante se inundó y ahora se encuentra debajo de una laguna. Este lugar es controvertido y muchos afirman que fue Betsaida, el lugar de nacimiento de tres de los discípulos de Jesús.
El sitio en el-Araj, también conocido como Beit Habek, está ubicado no lejos del Mar de Galilea, que a menudo se menciona en el Nuevo Testamento. Se cree que este era un pueblo judío llamado Betsaida. En la era del Primer Templo, se conocía como Zer y era una ciudad estratégica en la época del rey David. Originalmente era una ciudad-estado no hebrea que luego se convirtió en parte de Israel cuando pasó a llamarse Betsaida.
La identificación de Betsaida es importante porque fue el lugar de nacimiento de tres de los apóstoles de Jesús: Pedro, Andrés y Felipe. En el Nuevo Testamento, es aquí donde Jesús realizó el milagro de los cinco panes y peces. Es interesante notar que Jesús también maldijo la ciudad de Betsaida porque sus habitantes se negaron a arrepentirse.
El profesor Moti Aviam y sus colegas del Kinneret College local han estado trabajando en el sitio durante varios años y están muy familiarizados con el área. Durante los últimos 10 años, "El-Araj se ha ubicado a unos cientos de metros del punto más septentrional del lago, donde el río Jordán se derrama", según Haaretz. Si bien a veces se inunda, en su mayoría está seco en abril y mayo.
El sitio bíblico inundado
Sin embargo, este año es la primera vez en muchos años que el Mar de Galilea se ha elevado, para alivio de los israelíes que están muy preocupados por la escasez de agua debido al cambio climático. El profesor Aviam decidió visitar el-Araj antes de que él y algunos colaboradores estadounidenses volvieran a trabajar en el sitio. Descubrió que ahora está muy inundado y se encuentra debajo de una laguna poco profunda, por lo que las excavaciones planeadas no pueden continuar. Se le cita en The Christian Post diciendo que "No recuerdo nada como esto en los últimos 30 años".
El sitio está actualmente bajo el agua. (Nir-Shlomo Zelinger)
El profesor realizó un rápido examen del sitio y vio que algunos de los puntos más altos en el-Araj todavía están parados sobre las aguas con sus ruinas.
¿Pero es el verdadero asentamiento bíblico?
La iglesia en el-Araj data de unos 500 años después del nacimiento de Jesús y fue construida durante el período bizantino, cuando se convirtió en un importante centro de peregrinación. Haaretz cita al arqueólogo diciendo que "en este momento, el agua está a 80 centímetros [2 pies, 7 pulgadas] sobre el mosaico de la iglesia bizantina". Esta iglesia aún conserva muchas de sus características originales e incluso mosaicos. Afortunadamente, Aviam le dijo a The Christian Post que "conservamos el piso de mosaico de la iglesia y el agua que está sobre ella no lo dañará".
Creen que la ruina es la Iglesia de los Apóstoles. La tradición local dice que se construyó sobre la casa familiar de los apóstoles Pedro y Andrés. Los arqueólogos creen esto debido al diseño de la iglesia y también a su ubicación en el Mar de Galilea. Creen que las ruinas existentes se ajustan a la descripción escrita sobre la iglesia en el siglo VIII d.C., por un obispo alemán.
Misterio de Betsaida
Sin embargo, un equipo dirigido por el Prof. Rami Avar cree que el verdadero sitio de Betsaida es Et-Tell, ubicado más al norte y cerca de los Altos del Golán. Han descubierto una puerta de la ciudad que, según afirman, indica que era la ubicación de la ciudad de Zer en el Antiguo Testamento. El Dr. Avar y sus colegas desenterraron monedas de Cleopatra y Marco Antonio y equipos de pesca como pesas del Imperio Romano. Estos creen que dan crédito a su afirmación de que el sitio et-Tell es Betsaida, el lugar de nacimiento de tres Apóstoles y donde Jesús realizó un milagro.
Vista aérea de la Iglesia de los Apóstoles, que se dice que fue construida sobre la casa de Pedro y Andrés
En comparación, el profesor Aviam cree que algo bueno salió de la inundación. Haaretz lo cita diciendo que "en mi opinión, las inundaciones ahora fortalecen nuestra teoría de que el-Araj era el sitio de Betsaida". La inundación del sitio histórico muestra que estaba cerca del lago, especialmente durante el período romano, cuando nacieron los discípulos.
Betsaida era un pueblo de pescadores y uno esperaría encontrarlo inundado ocasionalmente. Este no es el caso con la ubicación en et-Tell, que está en una altura rocosa y lejos de las aguas del mar de Galilea.
La controversia continúa
Sin embargo, el profesor Arav, quien sostiene que et-Tell era Betsaida, argumenta que la evidencia del período muestra que en la era romana la aldea bíblica estaba muy lejos del lago. Esto estaba en línea con lo que los geólogos han descubierto y muestran que no podría haberse inundado. Arav argumenta que el hecho de que el-Araj esté ahora bajo una laguna muestra que no es la ciudad donde Jesús realizó uno de sus milagros más famosos.
Si bien la controversia sin duda continuará, el profesor Aviam espera reanudar el trabajo lo antes posible. Sin embargo, espera que la excavación se postergue hasta 2021.
Benedicto XVI presenta la figura de San Ambrosio de Milán
“Anunciar la fe es testimonio de vida; no hacer teatro”
San Ambrosio, obispo de Milán (nacido en Tréveris hacia el año 340 y fallecido en Milán en el 397), quien introdujo en occidente la lectura meditada de las Escrituras.
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 24 octubre 2007
Para Benedicto XVI el anuncio de la fe es inseparable del testimonio de vida, pues no es creíble cuando el cristiano parece un actor que se limita a recitar un papel.
Así lo explicó este miércoles a los más de 30 mil peregrinos que participaron en la audiencia general en la plaza de San Pedro, a quienes aclaró que el buen discípulo de Jesús es quien presenta de manera creíble el Evangelio.
El pontífice llegó a esta conclusión al presentar el ejemplo de san Ambrosio, obispo de Milán(nacido en Tréveris hacia el año 340 y fallecido en Milán en el 397), quien introdujo en occidente la lectura meditada de las Escrituras, para hacer que penetre en el corazón, algo que hoy se conoce con el nombre de «lectio divina».
«Es evidente que el testimonio personal del predicador y la ejemplaridad de la comunidad cristiana condicionan la eficacia de la predicación», afirmó el Papa.
Por este motivo, siguió diciendo, «la catequesis es inseparable del testimonio de vida».
Citando el libro de más éxito que Joseph Ratzinger escribió como teólogo, «Introducción al cristianismo», afirmó: «Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de “clown”, que recita un papel “por oficio”».
«Tiene que ser como el discípulo amado, que apoyó la cabeza en el corazón del Maestro, y allí aprendió la manera de pensar, de hablar, de actuar», afirmó.
«Al final de todo, el verdadero discípulo es quien anuncia el Evangelio de la manera más creíble y eficaz», indicó.
El obispo de Roma concluyó su enseñanza recogiendo el lema de vida que proponía sanAmbrosio: «¡Cristo es todo para nosotros!».
«Si estás oprimido por la iniquidad, Él es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, Él es la fuerza; si tienes miedo de la muerte, Él es la vida; si deseas el cielo, Él es el camino; si estás en las tinieblas, Él es la luz», decía el obispo de Milán.
«Nosotros también esperamos en Cristo. De este modo seremos bienaventurados y viviremos en la paz», concluyó el Papa.
Con su meditación, el pontífice ha continuado con la serie de catequesis sobre las grandes figuras de los orígenes del cristianismo que viene ofreciendo en su cita semanal con los peregrinos.
San Nicolás de Bari vivió, según cálculos aproximados, desde el año 280 al 345. Se sabe de cierto que hacia la época del concilio de Nicea (325) era obispo de Mira, diócesis del Asia Menor. Es probable, aunque no está probado, que asistiera al concilio. Murió en la capital de su diócesis y fue sepultado en la catedral. En el año 1087 sus restos fueron trasladados a Bari, en Italia.
Si tuviéramos que atenernos a lo históricamente demostrado, podríamos terminar aquí. Pero hay un gran hecho histórico que no se puede desconocer: la devoción a San Nicolás de Bari, intensa y extensa. Podríamos decir que, si los milagros abundantísimos que se atribuyen a San Nicolás no están probados, sí lo está el milagro patente de que sea el Santo de iconografía más numerosa, de tal modo que las imágenes de San Nicolás sólo ceden en número a las de la Santísima Virgen.
Los marineros del Mediterráneo oriental le veneran como patrono. Los niños de muchos países esperan de él los juguetes. Y Nicolás quiere decir en griego "vencedor de pueblos". Si no tenemos una biografía suya hasta cinco siglos después de su muerte (847), y en ella hay más devoción entusiasta que documentación histórica, poseemos una tradición ininterrumpida que nos autoriza a trazar aquí la biografía popular entrañable del Santo de Mira y de Bari.
En este relato tradicional puede efectuarse una discriminación que separe lo probable o admisible de lo improbable y absurdo. Que sus padres se llamaron Epifanio y Juana se puede admitir. Es pura leyenda que se tratase de un matrimonio estéril al que un ángel se apareció anunciándoles el nacimiento de un hijo llamado a la santidad. Se quiere que esta vocación fuese tan fuerte que el recién nacido se apartaba del pecho nutricio los días de ayuno. La imaginación popular se ha recreado con esta imagen y la misma actitud ha sido atribuida a otros santos.
Temprana y ejemplar devoción juvenil, encendida caridad, que se manifiesta desde la infancia. ¿Por qué no? Que su caridad moviese a Dios a un gran milagro en plena juventud de Nicolás y en la ciudad de Pátara, donde se afirma que nació, ya pertenece a una leyenda piadosa un poco excesiva. Al dirigirse Nicolás al templo, según esta leyenda, una pobre paralítica le pidió limosna. Pero el Sauto había repartido ya todo lo que llevaba, y entonces, elevando los ojos al cielo y orando internamente con brevedad, dijo a la paralítica: "En el nombre de Jesús, levántate y anda". Y al momento recobró la pobre mujer el uso de sus miembros paralizados.
De los hechos de la vida del Santo, el más difundido y el más generalmente aceptado por doquiera no es milagroso de suyo, aunque sí muestra de generosa y encendida caridad. Había en Pátara, según se dice, un hombre rico venido a menos que tenía tres hijas muy hermosas a las que no podía casar por falta de dote. Y el hombre fue tan ruin que maquinó el prostituir a sus bellas hijas para obtener dinero. Súpolo Nicolás—no es necesario admitir que por especial revelación divina, como quieren algunos—y, deslizándose en el silencio de la noche hasta la casa donde habitaban el padre y las hijas, arrojó por la ventana de la alcoba del hombre una bolsa de oro.
Se retiró sin ser oído. Al día siguiente el hombre, con enorme regocijo, abandonó su criminal idea y destinó aquel oro a dotar a una de las muchachas, que inmediatamente se casó. El Santo, al advertir el excelente fruto conseguido, repitió su excursión nocturna y dejó otra bolsa. Y éste fue el dote de la segunda de las jóvenes. Nicolás repitió el donativo la vez tercera, pero en esta ocasión fue sorprendido por el padre, arrepentido ya de sus malos pensamientos, que se explayó en manifestaciones de gratitud y de piedad. Por él se supo lo ocurrido y que había sido Nicolás el generoso donante. Como la tradición quiere que las tres veces que el Santo dejó la bolsa ocurriera el hecho en lunes, en esto se funda la devoción de los tres lunes de San Nicolás.
Se afirma que el Santo perdió a sus padres siendo aún muy joven y que, sintiendo vivamente la vocación sacerdotal, acogióse al amparo de un tío suyo, que le precedió en la silla episcopal de Mira. Este último detalle no puede darse como cierto. Ni tampoco que, una vez sacerdote, se le confiase la abadía del monasterio de Sión. Y en cuanto a la peregrinación a Tierra Santa, que efectuó poco despues, parece que existe una confusión entre San Nicolás de Bari y otro Nicolás, también obispo, que rigió la diócesis de Pinara en el siglo VI. En los primeros textos biográficos de los siglos IX y X, los dos obispos del mismo nombre aparecen confundidos, pero la moderna investigación ha puesto de relieve la existencia del segundo, que había sido negada.
Sobre la designación de San Nicolás para la silla episcopal de Mira, hecho histórico indudable, flota también una admisible leyenda piadosa. Se afirma que, no llegando a un acuerdo los electores, un anciano obispo, sin duda por inspiración divina, propuso que se designara al primer sacerdote que entrase en el templo a la siguiente mañana. Este sacerdote fue San Nicolás, que tenía costumbre de celebrar muy a primera hora. Pareció con esto que el dedo de Dios lo señalaba, y fue electo y consagrado obispo de Mira, sede que ocupó hasta su muerte.
La ceremonia de la consagración se completa con un nuevo milagro sumamente dudoso, pero que citamos porque en él se funda la devoción de los que consideran a San Nicolás como abogado especial para casos de incendio. Quiere la tradición que, hallándose el nuevo obispo vestido de pontifical, penetrase en el templo una infeliz mujer que llevaba en brazos a un niño muerto abrasado. Lo depositó sin decir palabra a los pies del obispo, el cual oró brevemente, obteniendo del poder de Dios que el pobre niño volviese a la vida.
¿Fue martirizado San Nicolás durante la persecución del 319? ¿Estuvo en el concilio de Nicea? He aquí dos cuestiones dudosas históricamente, aunque en el terreno tradicional y devoto se contestan en sentido afirmativo. Se asegura que el obispo de Mira fue encarcelado por Licinio y sometido a tortura en la prisión, de lo que le quedaron cicatrices gloriosas, que mostró después en Nicea y que besó Constantino en la recepción final a los obispos concurrentes.
Pero no es nada seguro que San Nicolás estuviese en Nicea. Si, por una parte, nos sentimos inclinados a admitir que estuvo por la sencilla razón de que acudieron allí más de 300 obispos y se cuentan de fijo entre ellos casi todos los del Asia Menor, por otra hay que reconocer que, si estuvo, no se distinguió ni singularizó en nada, ni figura en la larga lista de prelados a los que se confió la difusión de los acuerdos del concilio. No hay que decir que es un puro absurdo la anécdota de San Nicolás en Nicea, dándole un bofetón a Arrio. Lo probable es tal vez que, siendo la diócesis de Mira la menos contaminada por el arrianismo, San Nicolás, por esa razan o la que fuese, no acudió a Nicea.
Nos queda por decir que el obispo vivió santamente hasta los sesenta y cinco años de edad y que se da como fecha de su muerte el 6 de diciembre del 345. Enterrado en la iglesia de Mira permaneció el cuerpo de San Nicolás por espacio de setecientos cuarenta y dos años, hasta que, habiendo pasado la ciudad y todo aquel territorio a manos de los sarracenos, cundió en las poderosas ciudades italianas, donde la devoción al Santo era muy viva, el propósito de realizar una expedición para el rescate de sus restos mortales. Donde más intensamente arraigó el propósito fue en Venecia y en Bari.
Los de está última ciudad dieron cima a la empresa utilizando un barco que en apariencia iba a llevar trigo a Antioquía. Lograron apoderarse de la venerada reliquia y desembarcar con ella en Bari el 9 de mayo de 1087. Allí reposan desde entonces los restos del Santo, que por eso es llamado de Bari, y la ciudad es centro de peregrinaciones de devotos de todas partes. Es santo Patrono de Rusia, cuyo último zar llevó su nombre y donde la Iglesia cismática celebra la fiesta de la traslación de San Nicolás. El número de rusos que afluían a Bari antes del comunismo era tal, que hubo en la ciudad italiana una hospedería y un hospital moscovitas.
San Nicolás es patrono de marinos y navegantes, porque se cuenta que en una ocasión aquietó las olas enfurecidas, salvando un barco próximo a zozobrar. Y es él, bajo su propio nombre en países católicos, y como la mítica figura de Santa Claus (Saint Nicholas—Sint Klaeg— Santa Claus ) entre protestantes, quien trae juguetes a los niños. Ha resultado, en verdad, "vencedor de pueblos' por la universalidad de la devoción que inspira.
Sabas es el fundador de la llamada Grande Laura al lado del valle de Cedrón, a las puertas de Jerusalén. Había nacido en Mutalasca, cerca de Cesarea de Capadocia, en el 439, y después de pasar algún tiempo en el monasterio de su pueblo, en el 457 se trasladó al de Jerusalén fundado por Pasarión, pero éste no satisfizo sus aspiraciones.
Y al contrario de muchos monjes que abandonaban su convento para correr a las grandes ciudades a llevar una vida poco edificante, Sabas, deseoso de soledad, durante una permanencia en Alejandría pidió y obtuvo el permiso para retirarse a una gruta, con el compromiso de regresar todos los sábados y domingos a hacer vida común en el monasterio.
Cinco años después, de regreso en Jerusalén, fijó su domicilio en el valle de Cedrón en una gruta solitaria, a donde entraba por una pequeña escalera hecha con lazos. Por lo visto, esa escalera reveló su escondite a otros monjes deseosos como él de soledad, y en poco tiempo, como en un gran panal, esas grutas inhóspitas en la pared rocosa se poblaron de solitarios pero no ociosos habitantes.
Así nació la Grande Laura, esto es, uno de los más originales monasterios de la antigüedad cristiana. Sabas, con mucha paciencia y al mismo tiempo con indiscutible autoridad, gobernó ese creciente ejército de ermitaños organizándolos según las reglas de vida eremítica ya establecidas un siglo antes por San Pacomio. Para que la guía del santo abad tuviera un punto de referencia en la autoridad del obispo, el patriarca de Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 491. Sabas, a pesar de su predilección por el total aislamiento del mundo, no rehuyó sus compromisos sacerdotales. Fundó otros monasterios, entre ellos uno en Emaús, y tomó parte activa en la lucha contra la herejía de los monofisitas, llegando al punto de movilizar a todos sus monjes en una expedición para oponerse a la toma de posesión de un obispo hereje, enviado a Jerusalén por el emperador Anastasio.
Ante el emperador de Constantinopla, San Sabas puso en escena una representación de mímicas para demostrar con la evidencia de las imágenes coreográficas la triste condición del pueblo palestino agobiado por pesados impuestos y uno en particular, que perjudicaba a los comerciantes, pero sobre todo al pueblo.
Cuando murió, el 5 de diciembre del 532, toda la región quiso honrarlo con espléndidos funerales. En Roma, en el siglo VII, por obra de los monjes griegos surgieron sobre el monte Aventino un monasterio y una basílica dedicados a su memoria, del que toma el nombre el barrio.
Fue uno de los santos más influyentes y significativos del anacoretismo en Oriente.
Autor: P. Ángel Amo.
Los primeros cristianos no malbarataron sus fuerzas tratando de ganarse el favor o el resguardo de los poderosos
Desde hace unas semanas está suscitando notable interés un debate que han abierto dos filósofos y columnistas, Diego S. Garrocho y Miguel Ángel Quintana Paz y al que se han ido sumando muchas voces. ¿Dónde están los intelectuales cristianos, o dónde están “escondidos” esos intelectuales? Garrocho atestigua de modo difícilmente rebatible que “en la guerra por el relato hoy concurren todas las sensibilidades… están todos, absolutamente todos, en un ejercicio de afinación sinfónica, todos menos la intelectualidad cristiana”.
Quintana Paz coincide con él en que ya nadie esgrime en público el valor filosófico, sapiencial o moral del Evangelio de Juan, el Eclesiastés o las cartas de San Pablo. Lo que él se pregunta —aunque tiene más de aguijón que de pregunta— es si de veras se están empleando los “enormes recursos” con que cuenta la Iglesia en el ámbito de la comunicación y de la educación, de modo que sea posible “ir bien pertrechados a la guerra intelectual”.
Lo primero que habría que tratar de aclarar es a qué nos referimos cuando hablamos del espacio público en el que la voz de la intelectualidad cristiana no se escucha. ¿Cuál es ese ámbito en el que se está librando la batalla cultural? Y no sólo cuál es el tablero de juego, sino también ¿cuáles son sus reglas? Podría ser que los cristianos estén desaparecidos, como se deduce del artículo de Garrocho, o escondidos como piensa Quintana Paz; pero también podría ser que los cristianos estén librando la batalla en otro tablero, o que las reglas convenidas para el juego no les permitan jugar sus bazas.
Todo lo cristiano, o queda absorbido como un elemento más de la racionalidad postilustrada, o queda excluido del todo
Que la plaza de la sociedad contemporánea, al menos en Europa, está caracterizada por la racionalidad postilustrada, resulta algo evidente a todas luces. En qué consiste esta racionalidad ya es otra cuestión. Para no alargarnos, podríamos aducir, por ser muy conocido, lo que dice Alasdair MacIntyre: a la mentalidad postilustrada no le interesa la verdad o el bien, sino las reglas de aprobación o reprobación y los sistemas de poder. Vivimos una época disfrazada de diagnóstico científico y social, pero en lo profundo esencialmente ideológica y anticultural. Quizá es Ratzinger uno de los que mejor lo ha sabido explicar.
Cuando la relación de las cosas con la verdad ya no importa (llámese relativismo, postverdad o como se quiera), se acaba imponiendo otra relación: la de las cosas con el poder. Al principio, disimuladamente, bajo una ilusión de libertad, más tarde, con el carácter grosero con el que hoy se impone el pensamiento único. De modo elocuente, en alguno de sus últimos escritos, Ratzinger ya no habla de la “dictadura del relativismo”, sino de la “dictadura del tiempo presente”. Si no hay verdad, las distintas verdades no valen lo mismo; la que vale de verdad es la del poderoso. Por eso, la racionalidad hoy imperante no ha sido capaz de superar a Nietzsche; y por eso también, aludiendo a Erick Peterson, el monoteísmo seguirá siendo un problema político.
Este es, a mi juicio, el tablero de juego. Todo lo cristiano, o queda absorbido como un elemento más de la racionalidad postilustrada, o queda excluido del todo. Viene a la memoria el caso de Porfirio, que es el de un intelectual alineado con el poder. Hizo todo lo que pudo para combatir el cristianismo (entre otras cosas participó en el consilium principis tras el cual Dioclecianodesató su terrible persecución), porque la pretensión cristiana de una verdad universal le resultaba inaceptable.
Era preciso hacer de Jesucristo uno más de entre los dioses del imperio, absorberlo en las reglas marcadas por el helenismo ya entonces decadente, o eliminarlo por completo de la sociedad. Es verdad que han pasado muchos siglos, pero también ahora se exige al cristiano aceptar las reglas de la nueva (ir)racionalidad, en este caso no helénica sino postilustrada, o abandonar el espacio social que ocupa y quedar encerrado en el recinto de lo privado. Estos son el tablero y las reglas del juego, el mundo, aquel del que el Evangelio de Juan dice que Jesús encomendó al Padre: “No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno… que los santifiques en la verdad” (Jn 17,15-17).
Y los cristianos, a todo esto, ¿qué dicen? En el siglo XX, la teología católica ha redescubierto el sentido de estos versículos joánicos, leyéndolos a la luz de la llamada universal a la santidad y de una positiva teología del mundo. El cristiano se encuentra ante la misión de transformar las realidades humanas desde dentro para devolverles su genuina orientación hacia Dios. Ahora bien, por seguir con la misma comparación, ¿cuáles son las bazas con las que los cristianos pueden jugar esta partida?
La pregunta quizá no sea entonces dónde están los intelectuales cristianos, qué espacios ocupan, sino qué medios estamos poniendo para que lo sean
La escritora Natalia Sanmartín Fenollera ha apuntado que, en este debate, no contamos únicamente con intelectuales contemporáneos, sino con “siglos de pensamiento donde elegir”. Quien no sabe historia no sabe nada, repetía machaconamente uno de mis maestros. Ciertamente es posible aprender de lo que hicieron en la Antigüedad quienes se defendieron de la intelectualidad asociada con el poder (antes he aludido a Porfirio… pero ejemplos no faltan).
Grandes pensadores como Orígenes o Gregorio de Nisa identificaron muy bien cuáles eran los “enormes recursos” que poseían para la construcción de una cultura cristiana: la absoluta primacía de Dios y la relación con Jesucristo que, como ese fermento en la masa, toma todo lo humano y lo transforma. Los cristianos de los primeros siglos estaban desprovistos de los recursos materiales que Quintana Paz ve imperdonablemente dilapidados.
Y, sin embargo, eran conscientes de poseer la única riqueza estrictamente necesaria para construir una cultura cristiana: la fe que fecunda la inteligencia y la caridad, el amor en vertical hacia Dios, del que nace el amor en horizontal hacia los hermanos. No malbarataron sus fuerzas tratando de ganarse el favor o el resguardo de los poderosos, no buscaron a cualquier precio acomodar sus convicciones a los dogmas de la época.
Los cristianos de los primeros tiempos (como tantísimos otros) jugaron muy bien sus bazas “puertas adentro”, por utilizar la expresión de José María Torralba en su diagnóstico del problema; lograron ser personas de hondísimas convicciones. Poseían una inquebrantable comprensión teológica del mundo y del hombre. Tenían claro que, si el hombre excluye lo trascendente, se ve abocado a hacerse un dios a la medida humana, y esto comporta despreciar al hombre en su más alta capacidad y posibilidad.
Con estos recursos (¿enormes, exiguos?) construyeron puertas afuera una civilización cristiana. Su principal riqueza no estaba en los medios materiales, sino en la altura y profundidad de su ser cristiano. Por eso pudieron, sin despreciar nada de lo humano, mostrar al mundo con eficacia la sabiduría encerrada en la Escritura, la hermosísima coherencia de la fe cristiana y el sentido que todas las cosas humanas adquieren a la luz de Jesucristo.
Monseñor Luis Argüello, Secretario de la CEE, ha expresado el deseo de que este debate sirva de revulsivo, de interpelación. La pregunta quizá no sea entonces dónde están los intelectuales cristianos, qué espacios ocupan, sino qué medios estamos poniendo para que lo sean de verdad. Instituciones educativas que, preocupadas por ocupar espacios en los rankings y por su presencia en las agencias de reputación, descuidan su alma.
Diócesis que, por llegar a todas las parroquias esparcidas geográficamente por la España vaciada, olvidan la gran parroquia de la cultura y de la formación intelectual. Programas de enseñanza de la fe y de la teología —a todos los niveles— que acaban reconvertidos en planes de estudios descafeinados, incapaces de poner en vibración la vida espiritual de estudiantes y profesores. Es momento de repensar estas cosas, es tiempo de jugar nuestras bazas, las que son más auténticamente nuestras y que el mundo (en el sentido que le da Juan) no puede arrebatarnos.
La fuerza de una joven que retó a todo un imperio y con su muerte inició una nueva era
Año 288 d.C., en plena persecución de los cristianos, la joven Bárbara es una gran estudiosa de la naturaleza y de la filosofía. Bárbara es hija de uno de los más poderosos gobernadores romanos del momento: Dioscoro.
DVD SANTA BÁRBARA
La fuerza de una joven que retó a todo un imperio y con su muerte inició una nueva era. Año 288 d.C., en plena persecución de los cristianos, la joven Bárbara es una gran estudiosa de la naturaleza y de la filosofía. Bárbara es hija de uno de los más poderosos gobernadores romanos del momento: Dioscoro.Cuando su padre ordena la ejecución de varios cristianos, entre ellos su mejor amiga Juliana, Bárbara comenzará a investigar sobre la vida de Jesús y qué es lo que llevaba a tantos hombres a dar su vida por él. El joven soldado Claudio, se convertirá en su único confidente y protector cuando ella descubre historias asombrosas, y también secretos de familia que siempre le fueron ocultados.
Santa Bárbara no es sólo una historia de Fe, es además una gran historia de amor y también un drama familiar que se convirtió en el símbolo de un choque cultural, cuyos frutos fueron destinados a cambiar el mundo de Occidente... leer más
Director: Carmine Elia
Reparto: Vanessa Hessler, Thomas Trabacchi...
Contenidos extra del DVD SANTA BÁRBARA:
• Ficha técnica
• Ficha artística
• Selección de escenas
• Otros títulos
Doctor de la Iglesia y defensor de la veneración de imágenes y reliquias de los santos
Nació en Damasco, en la segunda mitad del siglo VII, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía, ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén, y fue ordenado sacerdote. Escribió numerosas obras teológicas, sobre todo contra los iconoclastas. Murió a mediados del siglo VIII.
Benedicto XVI presentó a san Juan Damasceno, TEÓLOGO ORIENTAL - A causa de la Encarnación, la materia es vista como morada de Dios
Según Benedicto XVI, el pensamiento cristiano, a diferencia de otras religiones o filosofías no considera que la creación y que la materia, la carne, sean despreciables aunque estén heridas por el pecado, sino que la Encarnación de Dios les ha conferido un gran valor.
Así lo explicó el miércoles 6 de mayo de 2009 durante la Audiencia General a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, continuando su ciclo de catequesis sobre pensadores cristianos del primer milenio, y que hoy centró en la figura de san Juan Damasceno.
Por segunda vez consecutiva, el Papa ha tomado a un teólogo de la Iglesia oriental (la semana pasada fue al Patriarca Germán de Constantinopla) para hablar sobre la trascendencia que la veneración de las imágenes sagradas, que se apoya en la doctrina de la Encarnación, tiene para la fe cristiana.
De nuevo el pontífice se refirió a la tensión iconoclasta que vivió la Iglesia de Oriente, que afectó también a la vida y al pensamiento de san Juan Damasceno (siglo VIII), uno de los teólogos más grandes de la Iglesia bizantina y al que León XIII proclamó doctor de la Iglesia en 1890.
En el pensamiento de este santo se encuentran "los primeros intentos teológicos importantes de legitimación de la veneración de las imágenes sagradas, uniendo a éstas al misterio de la Encarnación". Al permitir la veneración de las imágenes, el cristianismo ha respondido no sólo al judaísmo, sino también al Islam, que prohíben el uso cultual de la imagen.
Citando al Damasceno, el obispo de Roma explicó que "dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, se puede representar lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar en la materia y obrar mi salvacióna través de la materia".
"A causa de la Encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios. Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya gloria resplandece en el rostro humano de Cristo", añadió.
San Juan Damasceno
En este sentido, añadió el Papa, esta doctrina es "de extrema actualidad, considerando la grandísima dignidad que la materia ha recibido en la Encarnación, pudiendo llegar a ser, en la fe, signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios".
De esta misma base procede la veneración en la Iglesia a las reliquias de los santos, algo también propio del cristianismo, explicó el Papa, pues "los santos cristianos, habiendo sido hechos partícipes de la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como "muertos"", sino "aquellos en quienes Dios ha habitado".
"El optimismo de la contemplación natural, de este ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, este optimismo cristiano no es un optimismo ingenuo", añadió, sino que "tiene en cuenta la herida infligida a la naturaleza humana por una libertad de elección querida por Dios y utilizada inapropiadamente por el hombre".
"Vemos, por una parte, la belleza de la creación y por otra, la destrucción causada por la culpa humana. Pero vemos en el Hijo de Dios, que desciende para renovar la naturaleza, el mar del amor de Dios por el hombre", añadió el Papa.
El Papa concluyó pidiendo a los presentes acoger esta doctrina "con los mismos sentimientos de los cristianos de entonces". "Dios quiere descansar en nosotros, quiere renovar la naturaleza también a través de nuestra conversión, quiere hacernos partícipes de su divinidad. Que el Señor nos ayude a hacer estas palabras sustancia de nuestra vida".
Presentamos 8 magníficos videos en los que se puede escuchar a varios expertos en Historia de la Iglesia exponiendo las circunstancias en las que tuvo que abrirse paso la doctrina cristiana en la cultura pagana de los cinco primeros siglos.
Se pretende con esta serie de videos exponer el enfrentamiento del paganismo a la fe cristiana hasta finales del siglo IV, concretamente hasta el momento en que, al ser declarados ilegales los cultos paganos por medio de las leyes promulgadas por el emperador Teodosio en 391-392, la nueva fe quedo considerada como la religión oficial del imperio.
Su perspectiva, sin embargo, es parcial porque trata de presentar la controversia tal como se refleja en los textos literarios de los primeros siglos de nuestra era, concretamente en la obra de tres autores que vivieron a lo largo de los siglos II-IV d. C. (1). No pretendemos, pues, estudiar la historia de las persecuciones, que se desarrolló a otro nivel, sino más bien describir la lucha intelectual, no menos encarnizada, que se desarrolló en el terreno de la cultura.
Aquí no hubo derramamiento de sangre, pero se utilizaron instrumentos dialécticos que no son menos interesantes de analizar, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de ellos se siguen esgrimiendo en la actualidad, a pesar de que hayan desaparecido tiranos, hostilidades abiertas y espectáculos circenses (2).
Lo que aquí nos ocupa es la reacción de los paganos y la obra de los protagonistas de la resistencia a la nueva fe, fundamentalmente Celso, en el s. II, Porfirio en el s. III y el emperador Juliano, en el s. IV, sus respectivas obras y sus objetivos: la descalificación social en el caso del primero, la puesta en entredicho de la coherencia del mensaje en el segundo y la presión política revestida de razones intelectuales en el tercero.
El Emperador Juliano el Apóstata
Los originales de estas obras se han perdido, por razones obvias de heterodoxia, refrendadas por órdenes imperiales de destrucción; por eso, nuestro conocimiento de ellas no sólo es indirecto y fragmentario, sino que además está tamizado por la perspectiva con que las expusieron sus adversarios cristianos, respectivamente Orígenes, San Agustín y Cirilo de Alejandría.
Se puede afirmar que cada vez que el racionalismo, de cualquier tipo que sea, ha pretendido atacar la Revelación cristiana, ha repetido consideraciones que Celso, Porfirio y Juliano esgrimieron ya en los primeros siglos (3).
Todo el esfuerzo de estos autores se ha centrado en mostrar que el Jesús de los evangelios no existió en la realidad, que su mito lo imaginó Pablo de Tarso, que sus palabras, sus milagros, no sólo son inverosímiles, sino perjudiciales y que la vida de los cristianos es funesta para la sociedad. Han intentado mostrar, a través de sus obras, la diversidad y la incompatibilidad del cristianismo con el orden establecido por la religión tradicional, resaltando, con todo el aparato expresivo que ponía a su alcance la retórica (4), las antítesis irreconciliables entre mono / politeísmo, fuerzas de la naturaleza / milagros, vida terrena / eternidad, exclusividad / tolerancia, dogmatismo / eclecticismo que contraponen ambas concepciones de la religión.
Al mismo tiempo han hecho todo lo posible por encontrar figuras o sistemas en los que realmente vale la pena creer, sean personajes mitológicos, como el héroe Hércules y el dios bienhechor de la humanidad Asclepio (Esculapio), hombres extraordinarios como Apolonio de Tirana y Apuleyo, pensadores como Pitágoras y Sócrates, o finalmente sistemas filosóficos, sobre todo el platonismo y el estoicismo, cuyo vivo resplandor, a su parecer, ponía en la sombra la brillante aureola del Dios de Galilea.
No vamos a hacer por tanto una exposición de la fe, sino a través de la crítica a que fue sometida una y otra vez por sus detractores. Si aparece la
Revelación misma, que es el objeto principal de la discusión, lo hace de la mano de sus adversarios, cuyas objeciones, como decimos, continúan siendo utilizadas en la actualidad. En este sentido, la moderna apología de la fe, podría ganar en contundencia y eficacia sólo con esgrimir los argumentos que aportaron entonces los primeros intelectuales cristianos, que por supuesto estaban dotados del mismo bagaje de formación y cultura que sus oponentes paganos. De ahí la perenne actualidad de la literatura patrística (5).
Cuando Orígenes polemiza contra Celso, el argumento decisivo que esgrime es que, con Cristo, no sólo el dios impasible, que gobierna el mundo desde allá arriba, sin ningún contacto posible con la materia carnal y por tanto incapaz de encarnarse, ha superado ese abismo entre el ser supremo y su creación, sino que ha irrumpido definitivamente en la Historia “la Verdad en persona” (6). Esta pretensión es, ni más ni menos, el punto fundamental de la controversia que al cabo de dos milenios tiene planteada la teología cristiana en su diálogo con el mundo moderno.
Algo análogo cabe decir de los otros dos enfrentamientos, salvando las oportunas distancias de época y talante de los respectivos antagonistas. Ante el ataque masivo de Porfirio, la Ciudad de Dios agustiniana presenta el espectáculo grandioso de una humanidad penetrada por la doctrina salvadora de Cristo y a Cirilo, apenas unos decenios tras la muerte de Juliano el Apóstata, le basta con constatar que no queda ni huella de su intento de acabar con los cristianos.
Tanto el punto de partida como los objetivos de los tres polemistas son diferentes. Mientras Celso se enfrenta a una comunidad marginal a la que pretende excluir de la vida social y en cualquier caso mantener aislada, Porfirio se encuentra con una realidad ya introducida por todas partes, con peso social y poseída de un seguro exclusivismo (7), a la que debe prestarse atención y a la que no se puede descalificar, sino intentar asimilar en un sistema filosófico-teológico, ecléctico y universalista.
Juliano, por su parte, protagoniza una maniobra a la desesperada por aniquilar la fuerza arrolladora que está a punto de acabar con la religión tradicional, de la que él se siente apóstol (8) . El proceso desembocará en el triunfo de la Iglesia, que se presenta como la fuerza moral que se apresta a regular, no sólo la cultura, sino la vida pública de los siglos siguientes.
Toda esta polémica no fue estéril sino que contribuyó a que el cristianismo, comenzando por el orbis christianus, que surgirá de ella y perdurará al menos a lo largo de la Edad Media, adquiriera una experiencia que le hizo mantenerse abierto a las cuestiones que se le han presentado en contacto con la cultura de todos los tiempos.
2. La primera oposición sistemática: el "Discurso verdadero", de Celso -
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
3. Réplicas cristianas a Celso: el "Contra Celsum" de Orígenes -
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
4. La reacción de la cultura griega: Porfirio y la filosofía neoplatónica -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
5. Réplicas cristianas a la critica pagana en el período posterior a Porfirio -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
6. Juliano el Apóstata. Su obra el tratado “Contra los galileos” -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
7. San Agustin y la cultura de su epoca -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
8. Los Padres de la Iglesia y la nueva evangelizacion -
(Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra)
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1 No fueron los únicos, pero sin duda los más relevantes. En efecto, entre los dos primeros se encuentra la obra de HIEROCLES, un gobernador de la provincia de Bitinia y consejero de Diocleciano, cuya crítica —en la que ponía énfasis por rebajar la figura de Jesús a quien muestra inferior a Apolonio de Tiana— nos es conocida a través de LACTANCIO y el historiador EUSEBIO DE CESAREA
2 Sin dejar de tener en cuenta las innegables diferencias entre uno y otro tiempo, no faltan las voces que equiparan la antigüedad tardía, en la que vivieron y publicaron nuestros protagonistas, con la época moderna. Valga aludir, como ejemplo entre otros muchos (generalización de bienes materiales y culturales a todos los niveles), a la confrontación con el mundo islámico, que presenta cierto paralelismo con el enfrentamiento entre cristianos y paganos. 8 Agustín López Kindler
3 Bien se haya tratado de discutir el sentido del texto revelado, como ha hecho una parte de la hermenéutica a partir de F. D. E. Schleiermacher, o bien de poner en tela de juicio la divinidad de Jesucristo, crítica retomada de Celso por H. S. Reimarus con su famosa distinción entre el Jesús de la Historia y el Cristo de la fe.
4 El arte de la palabra domina por encima de todos los demás, incluso de la filosofía, la pedagogía del mundo antiguo, a la que tenían acceso solamente las capas superiores de la sociedad.
5 Por ejemplo, sigue siendo actual el modo cómo Orígenes responde a las cuestiones sobre el origen de la materia —concretamente, el cuerpo humano— y del mal en los capítulos 54-61 y 62- 66 respectivamente del libro IV en su Contra Celsum, o cómo Cirilo de Alejandría defiende la libertad del hombre —Contra Iulianum 5 (cf. J.-P. MIGNE, PG 76, 743C)—, ante el ataque de Juliano (fragmentos 16-17) a un dios que prohíbe a su criatura la ciencia del bien y del mal en el Paraíso y reacciona con la ira y el castigo ante la trasgresión del mandato.
6 ORÍGENES, Contra Celsum VI 47.
7 Es importante aclarar que este concepto se aplica en dos sentidos: en primer lugar, por lo que se refiere a la unicidad de Dios, frente al politeísmo y al cada vez más extendido sincretismo paganos; pero luego, también, al convencimiento de que el cristianismo es la única doctrina de salvación, lo cual lleva consigo un comportamiento en sociedad que, en su búsqueda de nuevos adeptos, excluye a quienes no la comparten.
8 Conviene precisar de una vez por todas que el intento de restauración protagonizado por Juliano presenta rasgos de una verdadera innovación, porque no trata simplemente de renovar el culto oficial a los dioses de Homero y Hesíodo, habitantes estáticos del Olimpo, en los que a esas alturas de la historia apenas se creía, sino de propagar una doctrina de salvación personal en el sentido de los misterios orientales, de acuerdo con la mentalidad de su tiempo. Estamos por tanto ante una adaptación de elementos cristianos a un culto pagano, practicado con una mentalidad propia de la antigüedad tardía.