Los Magos, representantes de los pueblos paganos, sirven de ejemplo para nuestra búsqueda de Dios

En el nacimiento del Ungido por el Espíritu, la adoración de los pastores es completada por la adoración de los Magos. San Mateo en un pasaje cuenta lo que sucedió meses después: la visita de los Magos de Oriente a Jerusalén.

El evangelio describe la llegada de los astrólogos paganos que han visto salir la estrella de la salvación y la han seguido. Dios les ha dirigido una palabra mediante una estrella insólita en medio de sus constelaciones habituales; y esta palabra les ha sobresaltado y les ha hecho aguzar el oído, mientras que Israel, acostumbrado a la palabra de Dios, ha cerrado sus oídos a las palabras de la revelación: no quiere que nada turbe el curso habitual de sus dinastías.

Suele ocurrir algo parecido en algunos cristianos, cuando se siente molestos por el mensaje inesperado de un santo. San Agustín, testigo atento de la tradición de la Iglesia, explica sus razones de alcance universal afirmando que los Magos, primeros paganos en conocer al Redentor, merecieron significar la salvación de todas las gentes.

Es también muy clarificador que el relato de san Mateo ponga a la Virgen en el centro de esta extraña visita. Si los pastores representan a los humildes del pueblo escogido, estos misteriosos personajes del Oriente son un signo de la universalidad de la Buena Nueva que nos trae el Salvador.

El relato de la adoración de los Magos es el más derásico [34] de los relatos evangélicos de la Infancia; es decir, el evangelista redacta una pieza catequética —con una base histórica— sobre la realeza de Jesús. Contiene dos escenas distintas —con alusiones a textos del AT— concatenadas en su desarrollo: la primera, gira en torno a la profecía de Miqueas (Mt 2,1b-9a); la segunda, lo hace en torno a una estrella que les conduce a la adoración del Niño (Mt 2,9b-12), momento cumbre de la narración. No hay ningún diálogo o conversación; es el evangelista quien cuenta lo acaecido de forma escueta [35].

El término griego «epifanía» significa manifestación. La presencia de los Magos en Belén es la primera revelación del Salvador recién nacido al mundo pagano. Toda la narración tiene como telón de fondo la profecía de Miqueas [36], que canta la grandeza de Belén, patria de David. Tiene una gran fuerza expresiva y una plasticidad que atrae la atención del lector. «La Jerusalén de la Epifanía no es sólo la Jerusalén de Herodes. Es, al mismo tiempo, la Jerusalén de los Profetas. Hay en ella testimonios de quienes, bajo el influjo del Espíritu Santo, preanunciaron desde hace siglos el misterio. Está el testimonio de Miqueas sobre el nacimiento del Rey mesiánico en Belén. Está sobre todo el testimonio de Isaías. Un testimonio verdaderamente singular de la Epifanía: "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!. Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad de los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti" [37]» [38].

Si en el capítulo primero de su Evangelio, san Mateo nos ha desvelado que Jesús es el Mesías esperado, hijo de David, hijo de Abrahán, engendrado en María por obra del Espíritu Santo, ahora enmarca histórica y cronológicamente el evento. Es decir, si antes nos ha contado el quien y elcómo, ahora va a relatar el dónde y el cuándo de Jesús de Nazaret.

En primer lugar afirma que Jesús nació en Belén de Judá [39]. «Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle» (Lc 2,1-2). «Los Magos de Oriente —comenta el Papa— entran en Jerusalén precisamente con esta noticia: ¡Llega tu Luz! ¿Dónde encontrar el lugar del nacimiento? Jerusalén es la ciudad de un Gran Rey. Él es más grande que Herodes, y este soberano temporal, que se sienta en el trono de Israel con el beneplácito de Roma, no puede ofuscar la promesa de un Rey mesiánico. Y la luz resplandece en las tinieblas» [40]. Herodes el Grande es un personaje bien documentado en la historiografía. Nació unos 70 años antes que Cristo. Era hijo de Antipatro, mayordomo de Juan Ircano II. En el año 41 a.C. fue nombrado tetrarca de Judea y en el año 40 a.C. rey de Judea, por un decreto del Senado Romano. Exterminó a los Asmoneos y recibió de Augusto la Traconítide y la Auranítide. Murió, según Flavio Josefo, en Jericó a finales de marzo o comienzos de abril del año 750 de la fundación de Roma (4 d.C.).

Los Magos (magoi) es una palabra de origen persa y de significación amplia. En Persia los magos eran los estudiosos de la doctrina ética y religiosa de Zoroastro. Posteriormente, se dedicaron al estudio de las estrellas, ya que para los babilonios los astros determinaban los sucesos presentes y futuros. Parece ser que con este término san Mateo se refiere a unos astrólogos de Oriente [41], que tenían un cierta relación con el mundo judío. Aunque, desde un punto de vista exgético no hay razón para afirmar que fueran reyes, ya Tertuliano sostiene que en su tiempo se les consideraba como tales [42]. Respecto al número de Magos tampoco hay dato alguno. La tradición se ha decantado por tres —por simetría al número de dones ofrecidos—, aunque también se han barajado las cifras de dos, cuatro y doce.

El título Rey de los judíos tiene, por una parte, resonancias nacionalistas —así se designaba, por ejemplo, al mismo Herodes el Grande— y por eso se verá ensegida en el relato los celos que despierta en él; y, por otra, es una expresión que encontramos a menudo en los Evangelios para nombrar a Cristo [43]. Así, los Magos reconocen desde el nacimiento del Mesías la prerrogativa que será el título de su muerte. La referencia a la estrella [44] que vieron en el Oriente condiciona el relato, pues fue el motivo por el que emprendieron tan largo viaje [45]. Los Magos terminan su primera intervención explicando los motivos de su viaje: «hemos venido a adorarle»; expresión que tiene un claro aspecto cultual, aunque «la asociación del acto con el título rey de los judíos, lleva al lector a pensar que el homenaje se rinde a la realeza y no en la adoración a la divinidad» [46].

La reacción no se hace esperar: «Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías» (Mt 2,3-4). Es lógico que la frase de los Magos causase tal perturbación a Herodes y a los habitantes de Jerusalén. Son motivos de sobresalto políticos: Herodes pensaba que el recién nacido le podía arrebatar el trono y el pueblo temía la reacción del monarca, teniendo en cuenta sus precedentes. De todas formas llama la atención que el mismo Herodes identifique al rey de los judíos con el Mesías, aunque él se mueve siempre en el plano terreno y politico.

Se trata de la profecía de Miqueas que anuncia el nacimiento del Mesías en Belén. «En Belén de Judá, le dijeron, pues así está escrito por medio del Profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel"» (Mt 2,5-6). Ahora bien, san Mateo presenta este texto profético con cierta libertad [47], siguiendo las reglas de la lectura derásica [48], y contra su costumbre no es una «cita de cumplimiento» [49]. Todas estas variantes dan al texto mayor riqueza de contenido, del que se debe destacar tres cosas: primera, se reafirma la ascendencia davídica de Jesús, que ya sostiene en Mt 1; segunda, se insiste en el carácter regio de Cristo, al incluir la cita de 2 Sam; y, tercera, se señala que Jesús como Mesías es el encargado de apacentar a todo el pueblo, no sólo a unos pocos privilegiados.

«Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; y les envió a Belén, diciéndoles: Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha» (Mt 2,7-9a). Por tanto, Herodes, al escuchar la información recibida sólo le falta saber cuándo, porque sabe por los Magos que ya ha nacido el rey de los judíos y por el Sanedrín que nacerá en Belén. Tiene, pues, la convicción de la fecha de nacimiento debe coincidir con el momento de la aparición de la estrella. Además finge unirse a la adoración de los Magos, aunque sus pretensiones, como se verá después, son otras: acabar con aquel niño que se presenta como rival de su trono. Los Magos, finalizan su estancia en Jerusalén poniéndose en camino a la cercana Belén.

Se inicia la segunda parte del relato con la reaparición de la estrella. «Los Magos han visto una estrella, una sola estrella y ésta se covierte en signo de discernimiento. Decidieron seguirla. El camino de los pastores fue corto. El de los Magos, largo. Los pastores marcharon directamente hacia la luz que les había envuelto en la noche de Belén. Los Magos tuvieron que indagar con esperanza siguiendo la estrella y dejándose guiar por su luz» [50]. «Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño» (Mt 2,9b). En el umbral del NT se creía que, desde la profecía de Balaam [51], el nacimiento del Mesías tendría como señal divina la aparición de un estrella que guiase a los gentiles al rey supremo que nacería. Se ha comentado muchas veces que la estrella realiza una doble función: al principio actúa como signo del nacimiento del Rey de los judíos; y después ejercita la función de guía. Pero esto no es exactamente así. Los Magos son «guiados» a Belén por la información de los escribas del pueblo. Por eso, la estrella, a lo sumo «les acompaña». La luz del libro sagrado y la luz de la estrella conducen a Belén.

Los Magos siguen otro lógica a la común lógica humana. Siguen la luz del Misterio divino, la luz del Espíritu Santo. Participan de esa luz mediante la fe. Y tienen la certeza de encontrarse cara a cara con Aquél que ha de venir. Lo Magos de Oriente se encuentran al comienzo de un gran itinerario, cuyo pasado se remonta al principio de la historia del Pueblo elegido de la Antigua Alianza y cuyo futuro alcanza a todos los pueblos de la tierra.

A la luz de esta gozosa epifanía, Dios se revela en Jerusalén a todos los pueblos. «Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). «Con solo ver la estrella —comenta san Basilio— los Magos experimentaron una inmensa alegría. Acojamos también nosotros en nuestro corazón esa alegría (...). Adoremos al Niño junto a los Magos (...). Dios el Señor es nuestra luz: no en la forma de Dios, para no aterrar nuestra debilidad, sino en la forma de siervo, para llevar la libertad a quien yacía en la esclavitud. ¿Quién tiene el ánimo tan insensible, tan ingrato que no sienta la alegría de expresar con dones la propia exultación? Las estrellas se asoman al cielo, los Magos dejan su país, la tierra se recoge en una gruta. Que no haya nadie que no lleve algo, nadie que no sea agradecido» [52].

Es muy posible que María y José, tras el nacimiento del Niño en el establo de Belén y una vez que se marcharon los que ya se empadronaron, se trasladasen a una casa del pueblo. «Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrados le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Y, habiendo recibido en sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino» (Mt 2,11-12). El centro de este relato, lo ocupa desde luego el niño con María, su madre [53]. También se aprecia en esta escena un ambiente «regio», tanto por la actitud de los Magos, como por los dones ofrecidos. En efecto, «postrados, le adoraron», supone una veneración, un acto de sumisión y de reconocimiento de la autoridad del niño; y en el AT las ofrendas de oro, incienso y mirra [54], guardan cierta relación con el Rey-Mesías.

En suma, «los Magos, representantes de los pueblos paganos, sirven de ejemplo para nuestra búsqueda de Dios; en efecto, ellos perciben su silenciosa presencia en los signos de la creación. Para hallar la Verdad, que sólo habían entrevisto, emprenden un viaje lleno de incógnitas y de riesgos; su itinerario se concluye con un descubrimiento y un acto de profunda adoración hacia el Niño Jesús, que ellos ven junto a su Madre: le ofrecen sus tesoros, recibiendo a cambio el don inestimable de la fe y el gozo cristiano» [55].

 

 

[34] Cfr nota 6 del Cap. I.
[35] Seguiré de cerca en el comentario a este pasaja a J.L. Bastero, María, Madre del Redentor, Eunsa, Pamplona 1995, pp. 121-130.
[36] Mich 5,1-2.
[37] Is 60,1-2.
[38] Juan Pablo II, Homilía de Epifanía, 6-I-1984.
[39] Hay otra Belén de Zabulón, situada a unos 11 km al NO de Nazaret. Belén de Judá se encuentra a solo 9 km al sur de Jerusalén. Era entonces una pequeña aldea rural, poco importante en el mundo judío.
[40] R.E. Brown, El nacimiento del Mesías, Madrid 1982, p. 174.
[41] La expresión «de Oriente» (apo anatolon) no indica un lugar exacto, sino tan sólo el Levante, en oposición al Poniente. La misma expresión se usa en Num 23,7, en la versión de los LXX de la profecía de Balaam.
[42] Cfr Tertuliano, Adv. Marc., III,13. Parece ser que el título de rey procede de la influencia de algunos pasajes del AT en los que se dice que los reyes traerán sus ofrendas al futuro Mesías.
[43] Cfr Mt 27,11.29.37; Mc 15,2.9.12.18.26; Lc 23,3.37.38; Ioh 18,33.39; 19,3.19.
[44] Los datos precisos que encontramos en el relato evangélico sobre la estrella hacen pensar que se trata de un fenómeno físico concreto. Además el uso singular de la palabra aster indica una estrella determinada. Este hecho celeste no extrañó a los judíos, pues en el AT y en el judaísmo rabínico las estrellas, como testimonios divinos, anunciaban hechos en los que Dios intervenía de modo extraordinario (cfr Gen 37,9; Is 40,26, Ps 148,3), como ocurre con el nacimiento del Mesías.
[45] Herodes se informa del momento de su aparición (Mt 2,7), se alegran los Magos cuando reaparece (Mt 2,10) y es la estrella al detenerse la que les indica dónde está el niño (Mt 2,9).
[46] El verbo proskynein usado tres veces por san Mateo en este pasaje, significa «rendir homenaje» y comporta siempre una actitud de reverencia y acatamiento ante la divinidad.
[47] Porque combina Mich 5,1 con 2 Sam 5,2. Esta combinación de ambos textos es original del hagiógrafo y no tiene precedentes, ni en los LXX, ni en le texto masorético. Además la adición de 2 Sam 5,2 es una ténica deráshica de una actualización por sustitución; es decir, la promesa hecha a David por Yahwéh («Tú apacentarás a mi pueblo Israel»), ahora se aplica al Mesías, hijo de David. Esto es muy frecuente en el Targum. Cfr S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la Infancia, vol. III, Madrid 1990, p. 254.
[48] Debido a que san Mateo convierte la frase afirmativa de Mich 5,1 («Tú Belén de Efratá aunque eres la menor...») en negativa («Tú Belén, tirra de Judá, no eres la menor...». Así expresa la grandeza de esta pequeña aldea, cuna de David y del Mesías. Cfr A. Macho, La historicidad de los evangelios de la Infancia, Madrid 1977, pp. 21-22.
[49] Llama la atención que no lo haga como en otras ocasiones, usando una expresión parecida a esta: «para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta» (cfr Mt 1,22; 2,15; 2,17; 2,23). Sin embargo, esto es lógico porque la cita está puesta en boca de los sacerdotes y de los escribas del pueblo y así confirma a sus lectores que se ha realizado el evento que anuncia el AT.
[50] Juan Pablo II, Homilía, 6-I-1983.
[51] Num 22-24; cfr J.M. Casciaro-J.M. Monforte, Jesucrisro, Salvador de la Humanidad. Panorama bíblico de la salvación, Eunsa, 2ª ed., Pamplona 1997, pp. 55-56.
[52] San Basilio, Homilía VI, PG, 31,1471ss.
[53] Parece que éste es el motivo principal de Mt 2, pues se repite cuatro veces más (cfr Mt 2,13.14.20.21).
[54] El Salmista (Ps 72,15) afirma que el futuro Rey-Mesías «se le dará el oro de Sabá mientras viva». La mirra, en cambio, es usada en el AT como uno de los ingredientes del óleo con que son ungidos los sacerdotes y los reyes; y esta unción les confiere un carácter «sagrado» (cfr Ex 30,23; 1 Sam 24,7). También se dice en el Ps 45,9 que la mirra es también uno de los elementos con que se ungirá al Rey-Mesías. Según una profecía de Isaías (Is 60,6): oro e inciendo son las ofrendas que los habitantes de Sabá entregarán en Jerusalén en la época mesiánica.
[55] ANG, 6-I-1986.

 

El legado de los Reyes de Oriente: qué propiedades se achacan al incienso, la mirra y el oro

De Tierra Santa procede una fragancia conocida en Occidente y descrito en el Evangelio de San Mateo. Se trata del incienso

De Tierra Santa procede una fragancia conocida en occidente a través de la historia bíblica de los Reyes Magos descrito en el Evangelio de San Mateo. Se trata del incienso. Durante milenios esta mezcla de resinas (gomorresinas) extraídas de la corteza del tronco de diversas especies del género botánico Boswellia se usó para perfumar el ambiente, «ahuyentar a los demonios» y honrar a dioses y hombres. Su empleo está descrito en diversas culturas precristianas, desde Egipto, Cartago (fenicios) y romanos, hasta culturas orientales. Como todo lo valioso, existían, y existen, sucedáneos elaborados a partir de resinas de otros árboles y arbustos de Oriente Medio.

Estudios farmacológicos realizados en la Universidad hebrea de Jerusalén (Israel) han descubierto que esta resina blanquecina alivia la ansiedad y la depresión, al menos en animales de experimentación (ratones). Así mismo ayudan a la termorregulación. Al incienso se le achacan propiedades mágicas, más allá de su potente, persistente, exquisito y carísimo aroma. En los ambientes esotéricos se afirma que puede «transmutar campos de energía interna», sin que nadie sepa qué significa dicha expresión.

Hasta ahora, los efectos observados con el incienso son más prosaicos, aunque no por ello menos interesantes. Todos los experimentos farmacéuticos se han realizado en roedores. Los farmacólogos inyectaron en ratones acetato de incensol, el principal principio activo de las resinas que catalogamos como incienso.

 

 

Tras la inyección intramuscular de este aceite, los ratones permanecían tranquilos en ambientes abiertos, situación inhabitual en estos animales (los ratones muestran agorafobia, esto es, ansiedad en espacios abiertos); y, así mismo, nadaban durante más tiempo en habitáculos de los que no podían escapar, antes de rendirse y flotar, abandonados a su suerte. Ambos comportamientos evidencian una disminución de la ansiedad, y semejan al comportamiento observado en estos animales tras la inyección de fármacos antidepresivos.

El autor principal del estudio, Arieh Moussaieff, del Instituto Weizmann de Israel, afirma que este comportamiento se remonta al Talmud (el Libro Sagrado de los judíos). En él se escribe que «el prisionero condenado a muerte solía recibir extracto de Boswellia en una copa de vino, con el fin de entumecer sus sentidos antes de la ejecución». Probablemente fue también la resina con que los soldados romanos humedecieron los labios de Jesucristo agonizante en la cruz, treinta tres años después de que Gaspar (o Caspar), el Mago oriental llevó esta resina «mágica» hasta el pesebre.

La leve actividad psicoactiva de algunos aceites esenciales es bien conocida. Por ejemplo, el limón eleva el estado de ánimo, y la lavanda reduce la agitación en pacientes con demencia (por ello es recomendable tener esta planta en habitaciones de enfermos con demencia de alzhéimer).

Sin embargo, no se pueden extrapolar sin más las observaciones en ratones a las complejas emociones del cerebro humano. Sobre todo porque no sabemos si los roedores padecen algo que se parezca a lo que definimos como depresión. La farmacología precisa crear modelos con que estudiar las sustancias con potencial de modificar el comportamiento, para extrapolar los resultados a las enfermedades mentales. Sin embargo, los hallazgos y las observaciones en animales experimentales no se deben trasmutar sin más a la medicina humana.

Contrario a este punto de vista es Raphael Mechoulam, célebre por sus estudios con el principio activo del cáñamo (Cannabis sativa), tetrahidocannabinol, durante la década de 1960. De sus estudios con la planta del cánnabis y sus principios activos concluye que lo observado con roedores se puede extrapolar al comportamiento humano.

 

La mirra rojiza o marrón

La mirra es un exudado de aspecto rojizo o marrón (véase fotografía) con sabor acre o amargo, que se extrae de diversas especies del género botánico Commiphora que crecen espontáneas en los países de la península de Arabia, Etiopía, Eritrea y Somalia. El árbol productor de mirra se aclimató a otros lugares, como la India y Turquía. Llegó a estar incluido en la Farmacopea francesa (1949) por sus propiedades antisépticas. Hoy día su utilización se restringe a la perfumería. En la antigüedad la mirra se usaba para embalsamar y perfumar los cadáveres.

 

 

En la mitología griega, Mirra (Mýrra) es la madre de Adonis. La mitología semítica sitúa la leyenda en la isla de Chipre. Ciniras, rey de Chipre mantiene relaciones incestuosas con Mirra sin saber que es su hija. Conocedor del embarazo fruto del incesto, la persigue para matarla y saldar así esa relación aberrante. Ella huye a través de Arabia. Los dioses la protegen convirtiéndola en un árbol, de cuya corteza nacerá Adonis, su hijo. Según la leyenda, las gotas de exudado de la corteza son las lágrimas de Mirra.

 

 

La historia se cuenta en las Metamorfisis de Ovidio, teniendo su traslación en la historia universal y la literatura surgida de la misma. Mirra es citada en la Divina Comedia de Dante Alighieri; y también en la obra Mathilda de Mary Shelley(más famosa por su obra Frankestein o el moderno Prometeo). Mirra también ha dado nombre a un asteroide.

La mirra se usó en medicina como adyuvante en varias afecciones. La investigación ha mostrado que el aceite de mirra tiene propiedades antioxidantes con actividad antiparasitaria, siendo también útil en el tratamiento de las úlceras dérmicas y otros tipos de heridas. Se ha llegado a usar (en infusiones) en el tratamiento del hipotiroidismo, gingivitis, alteraciones digestivas y del tracto respiratorio.

 

Se utiliza ocasionalmente (aplicación tópica) para aliviar la inflamación y la dermatitis, vigilando que no se desarrolle una reacción alérgica.  Su uso por vía sistémica no es recomendable, no debiéndose administrar jamás a embarazadas, debido a su efectos abortivos.

El oro

El oro, según la tradición, fue entregado por el rey o mago Melchor a José y María, mezclado con cabello de su prominente barba.

El término oro deriva de aurum (brillante), del que deviene el término aurora (brillo del amanecer). Adjetiva todo aquello que se desea realzar. Así por ejemplo se habla de «edad de oro»,« Siglo de oro»,« oro líquido» (aceite), «oro negro» (petróleo), «oro blanco» (platino), etc.

Según la tradición bíblica, mientras Baltasar entregó mirra para resaltar la condición humana, mortal por lo tanto, de Jesucristo (la mirra se usaba para embalsamar a los muertos), Gaspar entregó incienso (bálsamo de dioses), Melchor, el más anciano, entregó oro, símbolo de reyes.

Muchos siglos después, las sales de oro han encontrado aplicación médica en el tratamiento de la osteoartritis.

Es bella la tradición del oro, incienso y mirra. Los hombres tenemos las tres naturalezas, real en cuanto únicos, divina en nuestra trascendencia intelectual, y humana por nuestra finitud.

Por Dr. José Manuel López Tricas

 

 

"También nosotros podremos convertirnos en estrellas para los demás, reflejo de esa luz que Cristo ha hecho resplandecer sobre nosotros"

 

CIUDAD DEL VATICANO, 6 ENE 2011 (VIS).-Hoy, solemnidad de la Epifanía del Señor, el Papa celebró la Santa Misa en la basílica vaticana.

En la homilía, el Santo Padre explicó que los Magos "eran probablemente sabios que escrutaban el cielo, pero no para tratar de "leer" en los astros el futuro; (...) eran más bien hombres "en busca" de algo más, en busca de la verdadera luz, capaz de indicar el camino que recorrer en la vida. Eran personas seguras de que en la creación existe lo que podemos definir como la "firma" de Dios, una firma que el hombre puede y debe intentar descubrir y descifrar".

 

 

Refiriéndose al rey Herodes, el Papa subrayó que era "un hombre de poder", a quien "Dios le parece un rival, un rival especialmente peligroso, que querría privar a los hombres de su espacio vital, de su autonomía, de su poder. (...) Herodes es un personaje que no nos resulta simpático y que instintivamente juzgamos negativamente por su brutalidad. Pero debemos preguntarnos: ¿quizá hay algo de Herodes también en nosotros? ¿Quizá también nosotros, a veces, vemos a Dios como una especie de rival? ¿Quizá también nosotros somos ciegos ante sus signos, sordos a sus palabras, porque pensamos que pone límites a nuestra vida y no nos permite disponer de la existencia a nuestro gusto?".

 

"Cuando vemos a Dios así -continuó- acabamos por sentirnos insatisfechos y descontentos, porque no nos dejamos guiar por Aquel que es el fundamento de todas las cosas. (...) Debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza, sino que es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría".

Benedicto XVI señaló que los Magos, "como hombres sabios, sabían sin embargo que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en busca del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios movido por la fe, como es posible encontrarlo. (...) El universo no es el resultado de la casualidad, como algunos quieren hacernos creer. Contemplándolo, estamos invitados a leer en él algo profundo: la sabiduría del Creador, la inagotable fantasía de Dios, su infinito amor por nosotros".

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"No debemos dejarnos limitar la mente por teorías que llegan siempre sólo hasta un cierto punto y que -si observamos bien- no están de hecho en contradicción con la fe, pero no logran explicar el sentido último de la realidad. En la belleza del mundo, en su misterio, en su grandeza y en su racionalidad no podemos sino leer la racionalidad eterna, y no podemos sino dejarnos guiar por ella hasta el único Dios, creador del cielo y de la tierra. Si observamos de este modo, veremos que Aquel que ha creado el mundo y Aquel que nació en una cueva en Belén y sigue habitando entre nosotros en la Eucaristía, son el mismo Dios vivo, que nos interpela, nos ama, quiere conducirnos a la vida eterna".

El Santo Padre afirmó que para los Magos "era lógico buscar al nuevo rey en el palacio real". Sin embargo, "la estrella les guió a Belén, una pequeña ciudad; les guió entre los pobres, entre los humildes, para encontrar al Rey del mundo. Los criterios de Dios son diferentes a los de los hombres; Dios no se manifiesta en el poder de este mundo, sino en la humildad de su amor, ese amor que pide a nuestra libertad ser acogido para transformarnos y capacitarnos para llegar a Aquel que es el Amor".

Tras poner de relieve que para los Magos "fue indispensable escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podían indicarles el camino", el Papa subrayó que "la Palabra de Dios es la verdadera estrella, que, en la incertidumbre de los discursos humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de la verdad divina".

"Dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios, sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantado su tienda. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro signo puede darnos. Y también nosotros -concluyó- podremos convertirnos en estrellas para los demás, reflejo de esa luz que Cristo ha hecho resplandecer sobre nosotros".

HML/                                                                                                 VIS

SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

El Santísimo Nombre de Jesús, sólo ante el cual se dobla toda rodilla, en los cielos, en la tierra, en los abismos, para gloria de la Divina Majestad: así comienza el día 3 de enero del Martyrologium Romanum, promulgado el 29 de junio de 2001.

 

JESÚS, «YAHVÉ SALVA»

Antes que el Verbo de Dios encarnado hubo otrosque llevaron ese nombre bendito: Josué (= Jesús), el sucesor de Moisés al frente de Israel; Jesús hijo de Sirac, autor del Eclesiástico; Jesús hijo de Eliezer y padre de Er, en la genealogía de Cristo. El significado siempre es el mismo: Yehósúa o Yesúa, que quiere decir Yahvé salva. Pero sólo Jesucristo realiza lo que su nombre significa, y lo hace en beneficio del hombre caído al que viene a salvar.

El nombre de Jesús es elegido por Dios, según anuncia el ángel Gabriel a María: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Lc 1, 31). Luego, el ángel le explicará a José el significado del nombre: María, tu mujer... dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1, 20-21). Al llegar el momento, María y José cumplieron lo que el cielo les había indicado: Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Sólo Jesús podía reemplazar su nombre por el Yo personal, y ese Yo tenía toda la fuerza del Dios que salva: Yo iré a curarle (Mt 8, 5), anuncia al centurión que le pide la curación de su criado. Jesús realiza todos los prodigios en su propio nombre. Hasta su propia resurrección: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días (In 2, 19). Sin embargo, los discípulos de Jesús sólo en su nombre podrán hacer prodigios: Echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, si beben veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos (Mc 16, 17-18).

Es lo que hicieron los apóstoles Pedro y Juan, cuando el tullido les pidió limosna, y Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar(Hch 3, 6). Pedro estaba convencido de haber hecho un favor a un enfermo..., pues quede bien claro que ha sido el nombre de jesucristo Nazareno... Ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (Hch 4, 8-12).

Pablo, el enamorado de Cristo Jesús, en un arrebato de fe y de exaltación espiritual, exclama entusiasmado ante el Señor que se despoja de su rango, y toma condición de esclavo, y se rebaja hasta someterse a una muerte de cruz: Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 6-11).

LUZ, ALIMENTO, MEDICINA

Ante el inmenso poder del «Nombre-sobre-todo nombre», no podía la Iglesia permanecer indiferente. Y en la vida cristiana de todos los siglos ha habido siempre testimonios elocuentes que han enardecido a oyentes o lectores para que invocaran el nombre de Jesús con fe, con amor, con entusiasmo. En toda la época patrística hay una constante a favor de la devoción sin reservas al nombre de Jesús, que sigue la línea mar-cada por los apóstoles.

Esa corriente ha llegado hasta nuestros días, alentada por tantas iniciativas eclesiales, entre las que destaca la de Ignacio de Loyola, que eligió como anagrama y nombre de su Compañía: IHS, nombre de Jesús, que suele traducirse Jesús salvador de los hombres.

En el siglo XII se alza la voz del gran Bernardo de Claraval, para exclamar que el nombre de Jesús es luz, es alimento, es medicina.

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

La elocuencia y entusiasmo con que San Bernardo exaltó el nombre de Jesús influyeron poderosamente en los escritores posteriores. En el siglo XIII, San Buenaventura, iniciado en los misterios del reino a la sombra, del gran Francisco de Asís, hace mención de las exclamaciones de San Bernardo cuando habla del nombre de Jesús con estas palabras:

"Éste es el nombre sacratísimo, vaticinado por los profetas, anunciado por el ángel, predicado por los apóstoles, deseado de todos los santos. ¡Oh nombre virtuoso, gracioso, gozoso, delicioso, glorioso! Virtuoso, porque desbarata a los enemigos, restaura las fuerzas, recrea los ánimos. Gracioso, porque tenemos en él el fundamento de la fe, la firmeza de la esperanza, el aumento de la caridad, el complemento de la justicia. Gozoso, porque «es júbilo en el corazón, melodía en el oído, miel en la boca», esplendor en la mente. Delicioso, porque rumiándolo nutre, pronunciándolo deleita, invocándolo unge, escribiéndolo recrea, leyéndolo instruye. Nombre verdaderamente glorioso, pues dio vista a los ciegos, andar a los cojos, oído a los sordos (Cf. Hch 3, 6), palabra a los mudos, vida a los muertos. ¡Oh bendito nombre, que tales efectos de su virtud ostenta! ¡Alma!, ya escribas, ya leas, ya enseñes, ya ejecutes cualquiera otra labor, nada te agrade, nada te deleite, sino Jesús. Llama, pues, Jesús al niño espiritualmente nacido de ti. Jesús, esto es, Salvador, en el destierro y miseria de esta vida. Sálvete Jesús de la vanidad del mundo que te combate, de los engaños del ene-migo que te molesta, de la fragilidad de la carne que te atormenta".

«Clama, alma devota, cercada de tantas miserias, clama a Jesús y dile: ¡Oh Jesús, Salvador del mundo, sálvanos, pues con tu cruz y con tu sangre nos redimiste! Ayúdanos, ¡oh Señor Dios nuestro! Sálvanos, digo, ¡oh dulcísimo Jesús, oh Salvador!, es-forzando a los débiles, consolando a los afligidos, socorriendo a los frágiles, consolidando a los vacilantes.

»¡Oh, cuánta dulzura sintió muchas veces, después de la imposición del bendito nombre, la Virgen María, feliz madre natural y verdadera madre espiritual, cuando entendió que, en virtud de este nombre, eran lanzados los demonios, multiplicados los milagros, iluminados los ciegos, curados los enfermos, resucitados los muertos! Pues de la misma manera tú, alma, madre espiritual, te has de alegrar y gozar, cuando en ti y en los otros echas de ver que tu bendito Hijo Jesús ahuyenta los demonios en la remisión del pecado, alumbra los muertos al conferir la gracia, cura los enfermos, sana los cojos, endereza los paralíticos y contraídos, robusteciendo su espíritu, a fin de que sean fuertes y varoniles por la gracia los que antes eran flacos y cobardes por la culpa. ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre, que mereció contener tan grande virtud y eficacia!»

JESÚS, SALVADOR DE CUERPOS Y ALMAS

El beato Angélico supo captar la profunda unión de su padre Domingo de Guzmán con Cristo, en ese expresivo cuadro de Domingo abrazado a la cruz, embelasado ante el rostro ensangrentado de Cristo. En su escuela se han formado grandes seguidores de Jesús, en sus iglesias nacieron y se cultivaron las cofradías del Santísimo Nombre, entre sus discípulos está, por ejemplo, el Beato Enrique Seuze que grabó a fuego en su pecho el nombre de Jesús, o la apasionada por su Esposo celestial Santa Catalina de Siena, oel cantor del Nombre de Jesús fray Luis de Granada. Así escribía el gran predicador de Granada en el Siglo de Oro de la lengua española, dejando de lado otros nombres y quedándose sólo con el de Jesús, Salvador y Liberador:

«Después de circuncidado el niño, dice el evangelista que le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 21), que quiere decir Salvador.

»Este glorioso nombre fue primero pronunciado por boca de los ángeles, porque el ángel que trajo la embajada a la Virgen, dijo que le llamarían por nombre Jesús (Lc 1, 31), y el que aparesció a Joseph en sueños, le dijo lo mismo; y añadió la razón del nombre diciendo: Porque él hará salvo a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).

»Bendito sea tal nombre, y bendita tal salud, y bendito el día que tales nuevas fueron dadas al mundo. Hasta aquí, Señor, todos los otros salvadores que enviaste al mundo, eran salva-dores de cuerpos, y eran salvadores de carne, que ponían en salvo las haciendas y las casas y las viñas, y dejaban perdidas las almas, hechas tributarias del pecado y por él subjectas al enemigo. Pues ¿qué le aprovecha al hombre conquistar y señorear al mundo, si él queda esclavo del pecado, por donde venga después a perderlo todo? Pues para remedio de este mal es agora enviado este nuevo Salvador, para que sea cumplida salud de todo el hombre, que, salvando las ánimas, remedie los cuerpos y, librando de los males de culpa, libre también de los males de penas, y así deje a todo el hombre salvo (...).

¡Oh bienaventurada salud, digna de tal Salvador y de tal Señor! Desee cada uno la salud y los bienes que quisiere, anteponga las cosas de la tierra a las del cielo, tenga en más la muerte del cuerpo que la del ánima: mas yo desearé con el santo patriarca esta salud, y desfallescerá mi ánima, deseándola con el profeta David (Sal 118, 81). Sálvame, Señor, de mis pecados, líbrame de mis malas inclinaciones, sácame del poder de estos tiranos, no me dejes seguir el ímpetu bestial de mis pasiones, defiende la dignidad y la gloria de mi ánima, no permitas que yo sea esclavo del mundo y tenga por ley de mi vida el jucio de tantos locos, líbrame de los apetitos de mi propria carne, que es el mayor y más sucio de todos los tiranos, líbrame de los vanos deseos y de los vanos temores y vanas esperanzas del mundo, y sobre todo esto líbrame de tu enemistad, de tu ira y de la muerte perdurable, que se sigue de ella; y concedida esta libertad y esta salud, reine quien quisiere en el mundo, y gloríese en el señorío de la tierra y de la mar, porque yo con el profeta solamente me gloriaré en el Señor, y alegrarme he en Dios mi Salvador (Ha 3, 18).»

SEA EL SEÑOR PARA TI: JESÚS, SALVADOR

«Pues ésta es la salud que vino el Señor a dar al mundo -sigue diciendo fray Luis de Granada-, y ésta es la que se significa por este nuevo nombre que hoy le ponen de Jesús. De manera que cuando el cristiano oye este nombre, ha de representar en su corazón un Señor tan misericordioso, tan hermoso, tan poderoso, que disipa todo el ejército del demonio, que despoja de sus fuerzas a la muerte, que pone silencio al pecado, que quita la jurisdicción al infierno, que saca los que están captivos en manos de estos tiranos, y los limpia de la fealdad de sus cárceles, y los restituye en tanta hermosura, que los ojos de Dios se aficionan a ellos, y los abraza su bondad, y los hace reinar eternalmente consigo.

Porque tres males principales, entre otros muchos, nos vinieron del pecado, que son muerte, infierno y servidumbre del demonio; y por esto, quien nos libró del pecado, junto con él nos libró de todos estos enemigos, y nos dio prenda y certidumbre de vida perpetua, de compañía con la vida de Dios, de gracia y amistad con él, de favores de su poder, de dones de su liberalidad, y de segura posesiónde todos los bienes. Porque todo esto se pierde por el pecado, y todo se gana por Jesucristo, y por esto con mucha razón le fue puesto tan divino nombre. ¡Oh nombre glorioso, nombre dulce, nombre suave, nombre de inestimable virtud y reverencia, inventado por Dios, traído del cielo, pronunciado por los ángeles, y deseado en todos los siglos! De este nombre huyen los demonios, con él se espantan los poderes infernales, por él se vencen las batallas, por él callan las tentaciones, con él se consuelan los tristes, a él se acogen los atribulados, y en él tienen su esperanza todos los pecadores.

»Éste es el nombre de que la esposa hablando con el esposo en los Cantares, dice: Olio derramado es tu nombre (Ct 1, 2) (...). Tenga, pues, este Señor para sí, llamarse Hijo de Dios, resplandor de la gloria, imagen de la divina substancia, palabra del Padre, virtud del Omnipotente, heredero de todas las cosas, Rey de los reyes y Señor de los señores. Tenga para sí llamarse Cristo, que quiere decir ungido, pues él fue ungido como gran profeta, como rey y como sacerdote. Porque como profeta nos enseñó con su doctrina, y como sacerdote nos reconcilió con su Padre, y como rey nos ha de coronar con eterno galardón. Tenga, pues, él para sí todos estos títulos y excelencias, mas para ti sea Jesús, que quiere decir Salvador, para que él te salve y libre de la vanidad del mundo, de los engaños del demonio, y de las malas inclinaciones de la carne. Y pues estás cercado de tantas miserias, llama a este Señor,y dile: Sálvanos, Señor, Salvador del mundo, pues con tu sangre y con tu cruz nos redimiste, esfuerza al flaco, consuela al triste, y ayuda al enfermo, y levanta al caído.

»Éste es el nombre que vence los demonios, alumbra los ciegos, resuscita los muertos y sana todo género de enfermedades (...). ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre de tanta virtud y eficacia, el cual unas veces alegra las ánimas, mas otras llega a embriagarlas y hacerlas salir de sí con la grandeza de su dulzura!»

Sólo en Jesús está la salvación -Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás-: aclamemos a Jesús, el Señor.

Jesús es el más seguro valedor ante el Padre Dios —Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará (In 16, 23)—: oremos en su Santo Nombre.

El Santo Nombre de Jesús es siempre estímulo para vivir, para trabajar por su reino, para mantener vivos el amor y la esperanza: En tu nombre, echaré las redes (Lc 5, 5).

 

 

Viaje para descubrir el lugar donde nació Jesús

BETHLEHEM BACK IN TIME

Aquí está “Bethlehem back in time”, un viaje extraordinario a través del tiempo para descubrir cómo era el lugar del nacimiento de Jesús hace 2000 años. Desde la Basílica de la Natividad hasta nuestros días.  Allí, donde nació todo.

 

PARTE 1: La Basílica de la Natividad hoy

 

 

PARTE 2: La Basílica de la Natividad en la época de los cruzados.

 

 

PARTE 3: La Basílica de la Natividad en el siglo VI.

 

 

PARTE 4: La Basílica de la Natividad del siglo IV.

 

 

PARTE 5: Aquí de la Virgen María nació Jesucristo

 

Editor de contenido: Raffaella Zardoni

 

Consultoría: Studium Biblicum Fanciscanum

 

 

El Padre Firas Lutfi es un franciscano sirio de Tierra Santa, ministro de la Región de San Pablo, que incluye Siria, Líbano y Jordania. A pesar de la guerra, permaneció en Siria con su gente. A la periodista Silvonei Protz, de Vatican News, relata nueve años de violencia, destrucción y muerte.

Y cómo hoy la Custodia de Tierra Santa ayuda a los niños a reencontrar la sonrisa. Cuando se le pregunta a Fray Firas por qué se quedó en Siria, responde: "Porque sí, porque soy franciscano, creyente y cuando el Señor me creó allí, fue para una misión, para ser su rostro, sus brazos, sus piernas que llevan el anuncio, la ternura y la misericordia de Dios”.

Viendo la televisión, escuchando la radio o leyendo los periódicos, parece que la guerra ha terminado en Siria. Los medios de comunicación ya no hablan de ella, o casi. Esto lamenta al Padre Firas Lutfi, un franciscano de Tierra Santa, pero sobre todo un sirio en Siria. Le importa mucho, porque se quedó en su país durante todos los años de la guerra. "Es cierto que en algunas zonas los combates han cesado -dice- pero hay que tener en cuenta una realidad: la guerra duró nueve años. Ha habido destrucción masiva, casas demolidas, barrios en ruinas, iglesias que necesitan reconstrucción... La mitad de la población, hablamos de 23 millones antes de la guerra, no está más, entre muertos, refugiados y desplazados”.

Así es como el Padre Firas describe la situación actual de su país, donde la vida es muy difícil. Demografía y economía de rodillas. Los jóvenes se han ido. Los niños y las mujeres, tanto los que se han quedado como los que ahora viven en campamentos de refugiados, sufren un profundo trauma psicológico. Las sanciones económicas, el embargo "que Occidente, desgraciadamente, sigue renovando contra Siria, pensando en golpear a los responsables de la guerra", afectan en realidad a la población normal, a los inocentes, los niños y los más pobres. Así que actualmente es una lucha por la supervivencia, contra la pobreza.

El Padre Firas ve a su alrededor una gran desolación, aunque gran parte del territorio haya sido liberado de los yihadistas "que vinieron de todas partes del mundo, de más de 60 naciones". Los últimos fundamentalistas se han reagrupado en el área de Idlib, la última fortaleza. "Son extranjeros no deseados en sus países de origen que ya no quieren dejarlos volver a entrar”.

El análisis del franciscano deja helado: "La guerra en Siria se ha convertido desgraciadamente en objeto de demasiados intereses internacionales. Ya no es una lucha contra un régimen, ya no es una lucha por la democracia, por la libertad de expresión, de conciencia, sino una guerra internacional en la que participan los rusos, los americanos, los europeos y también Irán, Turquía y los países del Golfo, cada uno con sus propios aliados". Esta guerra, el Padre Firas la llama también "tsunami", porque lo ha barrido todo. "Siria sigue sangrando", declara con los ojos lúcidos. Espera la salvación, es decir, la intervención de personas sabias que se pongan a programar la paz. Recientemente, un joven le dijo que ya no tenía fuerzas para combatir, para luchar. Que no vivía, sino sobrevivía sin siquiera atreverse a mirar hacia el horizonte.

En búsqueda de soluciones

Como iglesia, como franciscano, el Padre Firas nunca se resignó. Por supuesto, a momentos parecía que todo se derrumbaba y que no había nada que hacer. Pero un corazón franciscano no puede abandonar. Así comenzó a buscar posibles soluciones. "¿Cómo puedo ayudar a mi gente?", se preguntó muchas veces. La comunidad franciscana mundial ya estaba haciendo mucho. Gracias a la solidaridad, gracias también a tantos benefactores, fue posible distribuir paquetes de alimentos y agua potable, porque en la guerra a menudo es lo primero que cruelmente falta. Pero también se distribuyó dinero para financiar microproyectos, para ayudar a los jóvenes recién casados a dar sus primeros pasos y construir una familia. "Estos proyectos son testimonios que el Señor da y sigue dando.

Junto a este drama, a esta tragedia, el Padre Firas tocó con sus propias manos la presencia de Dios de una manera magnífica, y la Iglesia siempre ha estado al lado del pueblo que sufreAlgunos pastores, bajo la presión constante de la guerra tuvieron que irse, pero la mayoría, los obispos, sacerdotes y muchas órdenes religiosas decidieron quedarse en Siria. Y cita como ejemplo a dos de sus compañeros franciscanos que hoy viven en el norte, en la zona cercana a la frontera con Turquía, a pocos pasos de Antioquía, la famosa e histórica Antioquía: "Viven bajo el control no del régimen de Assad sino de los yihadistas. ¿Y qué hacen allí? Custodian el pequeño rebaño de los cristianos que quedan". Con los dos religiosos, hay unos 200 cristianos que no sólo llevan el cristianismo en su ADN, sino que también soportan los sufrimientos para llevar a cabo una presencia concreta e histórica, de todo el patrimonio cristiano, de 2000 años de historia en Antioquía donde, por primera vez, los cristianos tomaron el nombre digno de "seguidores de Cristo".

Hoy, a pesar de las muchas dificultades, siguen allí, junto a estos dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, para seguir dando testimonio del amor de Cristo, tierno, misericordioso, misericordioso, piadoso hacia este pequeño rebaño.

Volver a ver una sonrisa en los rostros de los niños

Se están llevando a cabo dos proyectos para niños en Siria. Uno, en la ciudad de Alepo, donde vivió el Padre Firas durante la guerra. El proyecto se llama "arte terapéutico". Detrás de este nombre hay todo un equipo de personas y especialistas que hacen todo lo posible para ayudar a los niños y niñas a recuperarse de ese trauma psicológico que les ha afectado profundamente. Así lo dice el franciscano: "Es un gran centro donde hay música, deporte, natación, hemos puesto a su disposición una hermosa piscina porque durante la guerra no podían jugar, salir de casa, estudiar, por miedo a ser asesinados".

Durante el verano, mil niños asistieron al centro. A todos ellos, el personal del centro y los psicólogos trataron de ayudar a encontrar un sentido profundo para sus vidas y su existencia.

También hay otro proyecto muy interesante. "En Alepo Este sólo los musulmanes vivían y siguen viviendo". Así comienza la descripción del Padre Firas. "Durante la guerra, sus tierras fueron ocupadas por yihadistas, por lo que los maltrataron, violaron a mujeres, masacraron a niños...". Los niños vieron todas las escenas dramáticas de las gargantas cortadas y de los maltratos por parte de los fanáticos. Sucesivamente, nos habla de los matrimonios más o menos forzados de los yihadistas con mujeres sirias y de los hijos nacidos de estas uniones, cuya existencia no es oficial. No hay inscripción en el Registro Civil. Están allí, físicamente vivos, pero legalmente inexistentes. Cuando los yihadistas dejaron Alepo en 2017, la situación encontrada por el Padre Firas era aterradora: "Niños de 4 o 5 años que viven con su madre o a veces con su abuela porque sus padres ya no están allí. Algunos son abandonados a sí mismos y a su suerte, nunca han asistido a la escuela. Por no mencionar el drama psicológico y la acumulación de miedos, de terror, que sufrieron durante los combates".

Se han creado dos centros que albergan a 500 niños y niñas de 3, 4 y hasta de 16 años. Y el programa que ya estaba en marcha en su convento, el colegio "Terre Sainte" de Alepo, se ha ampliado. El sacerdote franciscano subraya que los dos centros nacieron de la amistad con el mundo musulmán: "El Muftí de Alepo es un amigo muy querido -explica- y junto con el Vicario Obispo Apostólico de los Latinos, de la comunidad latina de Siria, nació una gran amistad antes, pero especialmente durante la guerra. Así que el primer fruto fue una estrecha colaboración para salvar la inocencia de estos niños".

Este proyecto, esta colaboración con los musulmanes, tiene un fuerte significado para el Padre Firas. Demuestra la posibilidad de dar sentido a la vida, un sentido profundo, un sentido a la existencia y que nunca es demasiado tarde para actuar y hacer el bien. Y añade: "El diálogo no sólo se hace alrededor de una mesa, sino que se hace trabajando juntos, mano a mano, corazón con corazón. Y allí nace la verdadera reconstrucción de Siria que llegará con el tiempo, puede que tarde 30, 50 años, pero la verdadera reconstrucción no nace de los ladrillos sino de la reconstrucción del hombre, del ser humano dentro de nosotros”.

Siria como misión

Cuando se le pregunta al Padre Firas por qué se quedó en Siria, responde así: "Porque sí, porque soy franciscano, creyente y cuando el Señor me creó allí, fue para una misión, para ser su rostro, sus brazos, sus piernas que llevan el anuncio, la ternura y la misericordia de Dios.

Fue "llamado", Padre Firas, por Dios a vivir la realidad, también dramática, de "su" Siria. Su "sí" a la existencia es un "sí" motivado y convencido que le ayuda a superar las dificultades. En Siria, todos los días se sufre y se muere. Y así concluye: "Es exactamente como el grano de trigo: si no muere, queda solo; si muere, produce mucho fruto, como dice Jesús en el Evangelio".

Religion en Libertad

«Una vía de luz se abrió entre María y lo más alto del Cielo»

 

“El resplandor en torno a la Santísima Virgen se hacía cada vez mayor y ya no se veía la luz de la lámpara que había encendido José. La Santísima Virgen estaba vuelta a Oriente y arrodillada sobre su colcha de dormir, con su amplio vestido suelto y extendido en torno a ella”.

Este fue el momento justamente previo a que la Virgen María diera a luz a Cristo, el Salvador, tal y como lo relató la beata Ana Catalina Emmerich, que recibió el don especial para revelar cómo fue la vida de Jesús y la propia María a través de lo que ella llamaba “cuadros”, una especie de fotogramas que veía al mismo tiempo que se producían estos acontecimientos históricos.

 

 

Las visiones de Ana Catalina Emmerich

Esta religiosa alemana, declarada beata, sufrió los estigmas de Jesús y se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Esta humilde mujer nació a finales de siglo XVIII y aunque sus visiones no son dogma de fe, la Iglesia considera particulares de gran valor para acercarse, en este caso, a la figura de la Virgen. Durante un largo tiempo el escritor Clemente Brentano fue recogiendo de boca de la Emmerich estas visiones y que ahora están publicadas en libros como La vida oculta de la Virgen María y La Amarga Pasión de Cristo.

En su relato, la monja agustina explica con detalle todo lo que vio de este momento clave para la humanidad. Así, recuerda que “a las doce de la noche (la Virgen) se quedó arrobada en oración: la vi elevarse sobre la tierra de modo que podía verse  el suelo debajo (…)  Entonces ya no vi más el techo de la gruta, y una vía de luz se abrió entre María y lo más alto del Cielo con un resplandor cada vez más alto”.

 

Ana Catalina Emmerick

Coros de espíritus celestiales

Según explicaba la beata, “en esta vía de luz apareció un maravilloso movimiento de glorias que se interpretaban y se acercaban perceptiblemente en forma de coros de espíritus celestiales”.

Y entonces se produjo el Nacimiento del Mesías, el Señor, pues “la Santísima Virgen, que levitaba en éxtasis, rezaba ahora mirando hacia abajo, al suelo, a su Dios en cuya madre se había convertido, que yacía ante ella en el suelo como un recién nacido desvalido”.

Así vio Ana Catalina Emmerich a Jesús recién nacido: “Vi a Nuestro Salvador como un niño muy pequeño y refulgente cuya luz sobrepasaba la del esplendor circundante, acostado en la manta delante de las rodillas de la Santísima Virgen. Para mí era como si fuera muy pequeñito y se fuera haciendo más grande ante mis ojos. Pero todo esto solo era un movimiento del otro resplandor tan grande, que no puedo decir con seguridad cómo lo he visto”.

 

El niño, sostenido en brazos por María

Siguiendo con esta visión en la gruta de Belén, cuenta que la Virgen “estuvo así arrobada todavía un rato y vi que le puso al niño un paño, pero no lo tomó en brazos ni lo levantó. Al cabo de un largo rato vi que el niño rebullía y lo oí llorar, y entonces fue como si María volviera en sí: levantó al niñito de la alfombra y lo envolvió en el pañal que le había puesto encima y lo sostuvo en brazos junto a su pecho. Luego se sentó y envolvió completamente al niño en su velo: creo que María daba de mamar al Salvador. Entonces vi en torno a ella ángeles de figura totalmente humana adorando con el rostro en el suelo”.

Un poco después  recuerda la humilde monja, a la que gracias a sus indicaciones se hallaron los restos de la casa de la Virgen en Éfeso, que “ya habría pasado más de una hora desde el nacimiento cuando María llamó a José, que todavía estaba en oración. Cuando se acercó, se postró sobre su rostro con fervor, alegría y humildad, y sólo se levantó cuando María le pidió varias veces que lo apretara contra su corazón y diera gracias alegremente por el sagrado regalo del Altísimo. Entonces José se incorporó, recibió en sus brazos al niño Jesús y alabó a Dios con lágrimas de gozo”.

 

Sumidos en la contemplación

A continuación, prosigue la beata con su visión, “la Santísima Virgen envolvió al niño en pañales. En este momento no recuerdo la forma de envolverlo en pañales, sólo sé que uno era rojo, y sobre él una envoltura blanca hasta debajo de los bracitos y otro pañalito más por arriba hasta la cabecita. María solamente tenía cuatro pañales”.

“Luego vi a María y José sentados en el suelo desnudo con las piernas cruzadas uno junto a otro. No hablaban y parecían sumidos en contemplación. Sobre la alfombra delante de María yacía envuelto como un bebé, Jesús recién nacido, hermoso y radiante como un relámpago. ¡Ay!, pensé, este lugar contiene la salvación del mundo entero y nadie tiene ni la menor idea”, recogía Brentano de labios de la monja alemana.

Después de esto colocaron al Niño en el pesebre, que según Emmerich, “estaba lleno de juncos y hierbas finas y revestido con un cobertor que colgaba por los costados. El pesebre estaba encima del abrevadero de piedra que había a la derecha de la entrada de la cueva”. María y José lloraban de alegría. Una vez que María y José dejaron ahí al niño, “los dos se quedaron de pie a su lado cantando himnos entre lágrimas de alegría”.

 

El gozo de la Creación

El Nacimiento de Cristo recorrió el mundo y cuenta que vio que “los corazones de muchas buenas gentes se llenaron de jubiloso anhelo, y los corazones de los malos de gran temor. Muchos animales se movían alegremente, y en muchos lugares vi que las flores se enderezaban y que las hierbas, árboles y arbustos expandían aromas y destilaban bálsamos. Muchas fuentes se hinchieron y brotaron, y en la cueva de la loma al sur de la Cueva del Pesebre brotó una caudalosa fuente a la hora que nació Jesús, que a la mañana siguiente San José enmarcó y la preparó un cauce”.

 

La llegada de los pastores

A la mañana siguiente llegaron tres mayorales de los pastores a los que el Ángel se les había aparecido aquella noche. “Cuando llamaron tímidamente a la Cueva del Pesebre, San José salió a recibirlos cordialmente. Ellos le dijeron lo que les había anunciado esa noche el ángel, y que venían a adorar al Niño de la Promesa y a regalarle sus pobres dones. José aceptó sus regalos con humilde gratitud e hizo que llevaran los animales a la cueva cuya entrada estaba junto a la puerta Sur de la Cueva del Pesebre, adonde los acompañó”.

Ana Catalina Emmerich prosigue asegurando que José “luego llevó a los tres mayorales a ver a la Santísima Virgen, que estaba junto al pesebre sentada en el suelo encima de una manta con el Niño Jesús en el regazo. Los pastores, con sus cayados en la mano, se hincaron de rodillas humildemente delante de Jesús. Lloraban de alegría y permanecieron mucho rato con gran dulzura y sin palabras. Luego cantaron el himno de alabanza que los ángeles habían cantado esa noche y un salmo que he olvidado. Cuando quisieron despedirse, la Santísima Virgen les puso a uno tras otro el Niño Jesús en brazos. Se lo devolvieron con lágrimas y abandonaron la cueva”.

 

 

En la ladera del Monte de los Olivos

Repetida año tras año, la tradición custodial jerosolimitana del 26 de diciembre incluye  la celebración solemne de las vísperas en el lugar del martirio de San Esteban.

“Esteban nos enseña cómo vivir las situaciones difíciles y problemáticas de la vida, dividiéndolas en dos niveles. Uno es el de la historia, compuesto de logros, violencia y guerras; el otro es el de aquellos que saben alzar la mirada aun viviendo en las dificultades, para ver más allá del cielo cuál es el proyecto de Dios, que guía la historia, para que nazca la esperanza”.

La celebración tuvo como escenario el lugar del martirio de San Esteban. Situado fuera de la Puerta de los Leones, en la ladera del Monte de los Olivos, el lugar del martirio es propiedad greco-ortodoxa.

 

 

En este lugar se ven claramente algunos escalones tallados en la roca, que siguen la línea de los encontrados en el área superior, en la que estaba situado el templo.

El martirio de San Esteban es un episodio muy importante para la Iglesia ya que en él se fundamenta el espíritu misionero que le es propio: de hecho, es justo después de este episodio cuando la iglesia se hace misionera gracias a la salida de los apóstoles del Cenáculo.

  “La vida y la muerte de San Esteban nos muestran que la Navidad es mucho más que un destello, que realmente vale la pena”.

 

 

https://www.custodia.org

¿Qué celebramos en Navidad?

 

Hoy los cristianos nos entregamos a una fiesta que dista mucho de esa celebración vana que tratan de vendernos. Es la conmemoración de la reconciliación de Dios con el hombre

 

Chesterton escribió que celebramos un trastorno del universo, una inversión de nuestras categorías mentales. Adorar a Dios significaba hasta la Navidad elevar los ojos a un cielo inescrutable que nos sobrecogía con su inmensidad; a partir de la Navidad, adorar a Dios significa volver los ojos al suelo, incluso acostumbrarlos a la luz mortecina de una cueva, para reparar enla fragilidad de un niño que gimotea entre las pajas.

Las manos que habían modelado las estrellas se convierten, de súbito, en unas manecitas diminutas; la grandeza infinita de Dios se torna fragilidad de un niño recién nacido quese amamanta a los pechos de su Madre.

Omnipotencia e indefensión, divinidad e infancia, que hasta entonces eran conceptos antípodas, se congregan de repente, formando una amalgama única que desafía las leyes físicas, que subvierte nuestras categorías mentales, que despatarra, en fin, el universo. A este despatarrarse del universo lo llamamos Navidad.

Pequeño entre los pequeños

Nuestra fe, que para enfrentarse a la inmensidad misteriosa de Dios tenía que armarse de un telescopio, descubre de repente que requiere un microscopio para fijarse en ese Niño que manotea en el interior de una cueva. Dios, que habitaba el empíreo, se hace el más pequeño entre los pequeños; y tamaño cataclismo, que pone a prueba la capacidad de comprensión de los más sabios, es aceptado con naturalidad por los más sencillos.

Son los pastores los que más prontamente adoran a ese niño nacido en una cueva; y lo hacen porque entienden —con esa intuición formidable que las gentes sencillas tienen paralas cosas santas y sobrenaturales— que un Dios encumbrado en su trono de inaccesible majestad no puede ser el Dios que abrace su insignificancia.

Su fe simplicísima, infantil si se quiere, ha soñado con un Dios como este, que acampe entre sus rebaños, que sea uno más entre ellos, padeciendo sus mismas zozobras, sus mismas necesidades elementales, su misma pobreza y laceria.

Y, al acercarse a la cueva donde se ha consumado el prodigio, descubren que ese Dios hecho niño se amamanta a los pechos de su Madre, se refugia aterido en elregazo de su Madre, como cualquier niño en el mundo; y ese vínculo entre el Niño y la Madre acaba de completar el cataclismo de la Navidad: Dios deja deser una entidad abstracta y autosuficiente, para convertirse en un Dios trémulo que se nutre y se cobija en una Madre, intercesora en nuestra relación con Él.

Para hacerle una carantoña o un arrumaco, hay que acercarse a la Madre; para invocarlo, hace falta preguntar su nombre a la Madre; para cogerlo en brazos y achucharlo hay que solicitar permiso a la Madre.

Un trastorno universal

Y este trastorno o cataclismo del universo que los pastores descubrieron alborozados es el mismo trastorno o cataclismo que los españoles hemos celebrado durante siglos, con la misma conmovida exultación de aquellos pastores.

En la Navidad reconocemos la reconciliación de Dios con el hombre, reconocemos que nuestra humanidad —frágil, inerme, diminuta— ha sido revitalizada por ese retoño del tronco de David que quiso hacerse como uno de nosotros, que quiso que la excelsitud anidara en el barro con el que estamos hechos; y, como esa unidad de Dios con el hombre debe hacerse sensible, cantamos y reímos y montamos belenes y nos reunimos con nuestros familiares, rememorando que el Niño Dios fue acogido en una familia, como nosotros mismos lo fuimos.

La inocencia perdida

Pero esa unidad sólo es posible en la fe y en la caridad; y tratar de reducirla a una unidad en la caridad (o en sus sucedáneos «solidarios») es empeño inútil, o puro sentimentalismo huero, porque es tanto como privarla de su manantial originario.

Por eso, tantos españoles sienten hoy, en medio de los regocijos navideños, una suerte de dolor sordo o sentimiento de amputación, que a veces se identifica con una nostalgia de la inocencia perdida; y por eso, cada vez más españoles, al reunirse con su familia en Navidad (o con el andrajo de familia que sobrevive, renqueante y entablillada, a los divorcios y demás catástrofes intestinas), se sienten como escindidos: porque el sentido originario de la fiesta (que es comunión de vidas y recepción de un don espiritual bajo el fundente de una misma fe) les ha sido arrebatado. Y, despojada de ese sentido originario, la Navidad deja de ser verdadera fiesta, para convertirse en el aspaviento —disfrazado de algazara, atracón de turrones y vomitera nocturna— de quienes han dejado de beber en el único manantial del que brota la alegría perdurable. «Quitad lo sobrenatural yno encontraréis lo natural, sino lo antinatural», nos decía Chesterton.

Quitadle a la Navidad su cataclismo sacro, ese despatarrarse del universo que trae el cielo a la tierra, y no encontraréis la verdadera fiesta, sino su remedo antinatural: consumismo bulímico, humanitarismo de pacotilla, torpe satisfacción de placeres primarios; correteos, en fin, de un gallo al que han arrancado la cabeza yque, mientras se desangra, bate las alas desesperadamente.

Frágil humanidad

La Navidad es, ciertamente, una fiesta entrañable, porque Dios se mete en las entrañas de nuestra frágil humanidad; pero no es una fiesta pánfila o merengosa, como los falsificadores de la Navidad pretenden, atiborrándonos de sentimentalismos hueros.

Ese cataclismo del universo que acaeció en una cueva de Belén, trastornando las jerarquías establecidas, no fue sólo celebrado por los pastores; también Herodes lo celebró... a su particular manera. Y la ira de Herodes, revolviéndose como un áspid contra ese Niño que viene a quitarle el cetro, es trasunto de la ira de otro monarca de rango superior, que había conseguido que la criatura humana se envileciese con el pecado, y que, con perplejidad y ofendido pasmo, descubre que, pese a todo, Dios le concede una segunda oportunidad, metiéndose en sus entrañas, utilizando su naturaleza frágil y manchada como recipiente de su divinidad.

La nueva alianza de Dios con el hombre, que se sella en la Cruz, se inicia en el vientre de una mujer; y el vientre de la mujer, donde se gesta nuestra vida inerme, se convertirá desde entonces en el epicentro de una batalla que se inicia en la Navidad y que se alargará, por los sucesivos crepúsculos de la historia, hasta que esa alianza se cumpla en plenitud, allá al final de los tiempos, con la compleción de las promesas parusíacas.

Hasta entonces, las campanas de Navidad seguirán resonando como cañonazos en la noche, porque ese cataclismo que acaeció en una cueva de Belén es una batalla sin cuartel: «Pongo eterna enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya».

Feliz y sacra Navidad a todos los lectores de ABC.

 

Artículo de Juan Manuel de Prada. ABC.es

“Quien quiere entrar en el lugar del nacimiento de Jesús debe inclinarse”

En la Sagrada Escritura, la primera referencia a Belén – que entonces era llamada también con el nombre de Efratá, que significa “fértil”, – se encuentra en el libro del Génesis, en el relato de la muerte y de la sepultura de Raquel, la segunda mujer del patriarca Jacob: Raquel murió y fue sepultada en el camino de Efratá, es decir, de Belén.

Cuando la tierra del pueblo elegido fue distribuida entre las tribus, Belén fue asignada a Judá y se convirtió así en el lugar del nacimiento de David, el pastorcillo, el hijo más pequeño de una familia numerosa, elegido por Dios para ser el segundo rey de Israel. Desde entonces, Belén fue unida a la dinastía davídica y el profeta Miqueas anunció que allí, en ese pequeño pueblo, debía nacer el Mesías: Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel A inicios del siglo I, Belén era un pueblo de no más de un millar de habitantes.

Estaba formada por un pequeño grupo de casas, dispuestas en toda la loma de una colina. Los habitantes vivían de la agricultura y del ganado. Tenía campos de trigo y de cebada en la vasta llanura a los pies de la colina. Quizás deriva de esto el nombre de Beth-Léjem, que en hebreo significa “casa del pan”. Además, en los campos vecinos al desierto pacían rebaños de ovejas. In grafica: Belén y los primeros cristianos También los discípulos de Cristo y los primeros cristianos eran, desde el principio, plenamente conscientes de la importancia adquirida por Belén.

Hacia la mitad del siglo II, san Justino, nativo de Palestina, de hacía eco de las memorias que los habitantes del pueblo se transmitían de padre a hijo sobre la gruta en la que había nacido Jesús. Basándose en esta tradición, el emperador Constantino ordenó la construcción de una gran basílica sobre la gruta, que fue consagrada el 31 de mayo del año 339. No ha quedado mucho de la Basílica primitiva. Esta fue saqueada y destruida durante una revuelta de los samaritanos en el año 529.

Cuando, restaurada la paz, Belén fue fortificada, el emperador Justiniano construyó una nueva basílica sobre el mismo lugar que la primera, pero de dimensiones mayores. Es la que permanece hasta hoy, que se salvó de las diversas invasiones durante las cuales se destruyeron los demás lugares de culto del periodo constantiniano o bizantino. En 1347, fue concedida a los franciscanos la custodia de la Gruta y de la Basílica. Hoy siguen presentes allí, aunque los greco-ortodoxos, los sirios y los armenios tienen derechos sobre el lugar santo.

Desde la plaza de la Basílica, el visitante tiene la impresión de encontrarse ante una fortaleza medieval: hay muros y gruesos contrafuertes, con alguna pequeña ventana. Se entra por una pequeña puerta, tan pequeña que obliga a las personas a entrar de una en una y, también así, con dificultad. Hay que inclunarse: “Quien quiere entrar en el lugar del nacimiento de Jesús debe inclinarse”. La Basílica – con planta de cruz latina y cinco naves – tiene 54 metros de larga. Las cuatro filas de columnas rosadas le confieren un aspecto armonioso.

En algunos puntos, se pueden admirar los mosaicos que adornaban el pavimento de la iglesia primitiva constantiniana. En las paredes aún se conservan fragmentos de mosaicos que se remontan al periodo de las cruzadas. En el centro de esta gran iglesia, encontramos la Gruta de la Natividad, bajo el presbiterio. Tiene la forma de una capilla de dimensiones reducidas, con un pequeño ábside en el lado oriental. El humo de las velas, encendidas por la piedad durante los siglos, ha ennegrecido las paredes y el techo. Hay un altar y, bajo el mismo, una estrella de plata marca el lugar donde Cristo nació.

El pesebre donde la Virgen colocó al Niño se encuentra en una capilla adyacente. En realidad, es un agujero en la roca, hoy cubierto de mármol, en el pasado cubierto de plata. Enfrente, hay un altar llamado Altar de los Magos, porque tiene un retablo que representa la escena de la Epifanía.

Isaias 52,8-9 ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén!

Tras las Huellas de Jesús es una video serie sobre los lugares santos por los que pasó Jesucristo. Te contaremos un poquito sobre su historia y las vivencias que Jesús tuvo en cada lugar.

Aleteia

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