No se mata en nombre de Dios, pero por Él se puede dar la vida
Durante la audiencia general del miércoles, el Papa habló del testimonio de los mártires, que no son héroes sino cristianos maduros en la fe y que hoy, repitió, son más numerosos que en los primeros siglos.
Entre ellos, el Pontífice recordó a los misioneros de la caridad asesinados en Yemen. Y al final de este encuentro con los fieles de los cinco continentes invitó nuevamente a rezar por Ucrania "que sigue soportando terribles sufrimientos"
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Bajo el tibio sol de este miércoles el Santo Padre llegó a plaza de San Pedro en su papamóvil para recorrer el hemiciclo de Bernini y abrazar, idealmente, a los fieles procedentes de distintas partes del mundo para escuchar su catequesis en el ámbito de la tradicional audiencia general. Como ya es costumbre, el Papa dio la bienvenida a algunos niños en el jeep que lo condujo entre los festivos peregrinos.
Una vez llegado al atrio de la basílica vaticana, el Obispo de Roma dio inicio a su undécima catequesis sobre el tema del celo apostólico, que dedicó, en esta ocasión, a las figuras de los mártires.
Frutos maduros y excelentes de la viña del Señor
Testigos del Evangelio "hasta el derramamiento de la sangre" y no héroes, aclaró el Pontífice, sino hombres y mujeres "que dieron su vida por Cristo", "frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia".
Dinámica de gratitud y de reciprocidad gratuita del don
hasta la muerte fuera de las murallas de Jerusalén", recordó Francisco, al recurrir a san Agustín para explicar "el dinamismo espiritual que animaba a los mártires". En un discurso sobre san Lorenzo, el obispo de Hipona explicaba que el joven diácono de la diócesis de Roma comprendió y puso en práctica lo que Cristo hizo por los hombres, lo amó en su vida y lo imitó en su muerte, y así surgió en él una dinámica de gratitud y de reciprocidad gratuita del don.
Los cristianos están llamados al testimonio de la vida
Hoy, subrayó una vez más el Papa, los mártires son más numerosos que en los primeros siglos; son aquellos numerosos cristianos que, por confesar su fe, han sido expulsados de la sociedad o han sido encarcelados. Como precisa el Concilio Vaticano II, se asemejan a Cristo en la efusión de la sangre y su muerte es estimada por la Iglesia "como don insigne y prueba suprema de caridad".
“Los mártires, a imitación de Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quienes rechazan el anuncio en una gran ocasión de amor, supremo de amor, que llega hasta el perdón de sus propios verdugos”
Francisco se detuvo en el perdón de los mártires hacia sus verdugos y afirmó, tal como se lee en la Lumen gentium, que "aunque sean pocos los llamados al martirio, 'todos, sin embargo, deben estar dispuestos a confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo por el camino de la cruz durante las persecuciones, que nunca faltan a la Iglesia'". A continuación, el Santo Padre recordó las numerosas persecuciones que existen hoy en el mundo, subrayando el mensaje que los mártires ofrecen a los creyentes.
“Los mártires nos muestran que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, incluso cuando no llegue hasta el derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, a imitación de Jesús”
Los mártires del siglo XXI
Entre los numerosos testigos cristianos, presentes "en todos los rincones del mundo", Francisco mencionó a los que han muerto en Yemen, "una tierra herida desde hace muchos años por una guerra terrible y olvidada", que ha matado a muchas personas "y que todavía hace sufrir a muchas personas, especialmente a los niños".
“En esta misma tierra ha habido brillantes testimonios de fe, como el de las Hermanas Misioneras de la Caridad que dieron allí su vida. Aún hoy siguen presentes en Yemen, donde ofrecen asistencia a ancianos enfermos y a personas con discapacidad. Algunas de ellas han sufrido el martirio, pero las demás continúan, arriesgan su vida y siguen adelante. Acogen a todos, estas hermanas, de cualquier religión, porque la caridad y la fraternidad no tienen fronteras”
Misioneras de la Caridad asesinadas en Yemen junto a fieles musulmanes
El pensamiento del Pontífice se dirigió asimismo a las religiosas Aletta, Zelia y Michael, asesinadas por ser cristianas por un fanático en julio de 1998, cuando volvían a casa después de la Misa. También recordó a las hermanas Anselm, Marguerite, Reginette y Judith, asesinadas en marzo de 2016 "junto con algunos laicos que las ayudaban en la obra de caridad entre los últimos". A quienes definió “mártires de nuestro tiempo”, recordando asimismo que, entre ellas, había creyentes musulmanes que trabajaban con esas monjas.
“Nos conmueve ver cómo el testimonio de la sangre puede unir a personas de distintas religiones. Nunca hay que matar en nombre de Dios, porque para Él todos somos hermanos. Pero juntos podemos dar la vida por los demás”
Semillas de paz para un mundo más humano y fraterno
No debemos cansarnos de "dar testimonio del Evangelio incluso en tiempos de tribulación", concluyó su catequesis Francisco, que invitó por ello a rezar, con la esperanza de que "todos los santos y santas mártires sean semilla de paz y reconciliación entre los pueblos para un mundo más humano y fraterno".
Oración por Ucrania
Tras el resumen de la catequesis en las demás lenguas, en que el Papa reiteró la importancia del testimonio de fe ofrecido con el martirio de la propia vida, antes de los saludos en italiano invitó a rezar por la "querida y martirizada Ucrania” que, reiteró Francisco, “sigue soportando terribles sufrimientos".
Saludos en nuestro idioma
Tras leer el resumen de su catequesis para los fieles de nuestro idioma, el Santo Padre los saludó con la sugerencia de dirigirse al Señor Jesús:
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre, pidamos al Señor que no nos cansemos de ser sus testigos, sobre todo en los momentos de tribulación. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias"
Miles de cristianos son martirizados, especialmente en Nigeria.
Nigeria están actualmente el 89% de los cristianos martirizados en todo el mundo...
Persecución religiosa, violencia, destrucción y muerte
Según el documento, titulado ‘Mártires cristianos en Nigeria’, 1.041 ‘cristianos indefensos’ fueron asesinados en los primeros 100 días de este año 2023, del 1 de enero al 10 de abril. En este mismo período, 707 cristianos fueron tomados como rehenes.
Más de 30.000 del total de estas muertes ocurrieron después de que el presidente Muhammadu Buhari asumiera el cargo en 2015. Con Buhari en el poder, 2200 escuelas cristianas fueron destruidas, y las autoridades hicieron poco para frenar estas acciones.
Es el país donde se concentra el 89% de los cristianos mártires del mundo
La violencia contra los cristianos en el país ha obligado a más de 14 millones de cristianos a huir de sus hogares para evitar ser asesinados. Otros 50 millones de personas, predominantemente en el norte de Nigeria, enfrentan serias amenazas yihadistas porque son cristianos profesantes.
Según algunas instituciones vinculadas a la Iglesia católica y que operan en el país, este país concentra actualmente el 89% de los cristianos mártires en todo el mundo. (EPC)
SAN ANSELMO, ARZOBISPO DE CANTERBURY Y DOCTOR DE LA IGLESIA
San Anselmo fue un monje benedictino y arzobispo de Canterbury que nació en Aosta y vivió en el siglo XI entre Francia e Inglaterra. Fundador de la teología escolástica, también poseyó el carisma de un gran pastor de almas. En 1720, fue proclamado Doctor de la Iglesia y se celebra el 21 de abril.
¿Cuánta fuerza tiene un sueño? Pasando las páginas de la vida de San Anselmo, se diría: mucho. Todavía Anselmo es un niño cuando una noche sueña que Dios lo invita a las altas cumbres de los Alpes para ofrecerle a comer "un pan muy blanco".
A partir de ese momento, la vida del futuro santo se dedicará a "elevar el alma a la contemplación de Dios". Un objetivo llevado a cabo con absoluta dedicación, a pesar de la adversidad.
Nacido en 1033 en Aosta en el seno de una familia noble, Anselmo sufrió fuertes contrastes con su padre, un hombre rudo y dedicado a los placeres de la vida, que le impidió entrar en la Orden Benedictina por cualquier medio, para evitar la dispersión del patrimonio familiar.
Anselmo tenía sólo 15 años y, por el gran dolor del rechazo de su padre, se enfermó. Habiendo recuperado su salud, decidió irse a Francia, donde cayó en la disipación moral y se hizo sordo al llamado de Dios.
Un gran educador
Después de tres años, el encuentro providencial con Lanfranco da Pavia, prior de la abadía benedictina de Bec en Normandía, reavivó su vocación. Finalmente, a la edad de 27 años, Anselmo pudo entrar en la Orden Monástica y ser ordenado sacerdote.
En 1063 él mismo se convirtió en prior del monasterio de Bec, demostrando ser un educador gentil y a la vez decidido. No le gustaban los métodos autoritarios; prefería aplicar el principio de la persuasión, que hacía crecer a los estudiantes en conciencia, enseñándoles el valor inviolable de la conciencia y de la adhesión libre y responsable a la verdad y al bien.
Su genio educativo se expresa en esa "via discretionis" que une la comprensión, la misericordia y la firmeza. Los jóvenes, dice Anselmo, son pequeñas plantas que no florecen en el interior de un invernadero, sino gracias a una "sana libertad".
En defensa de la libertad de la Iglesia
Mientras tanto, Lanfranco da Pavia se convirtió en arzobispo de Canterbury y pidió a su discípulo ayuda para reformar la comunidad eclesial local, devastada por el paso de los invasores normandos.
Anselmo se trasladó entonces a Inglaterra y se dedicó con pasión a la nueva misión, tanto que - a la muerte de Lanfranco - le sucedió en la sede de Canterbury, recibiendo la ordenación episcopal en 1093.
Y fue precisamente en este período que el futuro Santo se comprometió incansablemente con la libertas Ecclesiae, apoyando con inagotable energía y con gran valor la independencia del poder espiritual de parte del poder temporal, para defender a la Iglesia de la interferencia de las autoridades políticas.
Pero su actitud le costó dos veces el exilio de la sede de Canterbury. Anselmo regresó allí definitivamente sólo en 1106 para dedicar los últimos años de su vida a la formación moral de los sacerdotes y a la investigación teológica. Murió el 21 de abril de 1109 y sus restos fueron enterrados en la famosa catedral de Canterbury.
"Doctor Magnífico "
Como fundador de la teología escolástica, la tradición cristiana le atribuye el título de "Doctor Magnífico" precisamente porque en Anselmo fue muy grande el deseo de profundizar en los misterios divinos a través de tres etapas: la fe, que es el don gratuito de Dios, la experiencia, es decir, la encarnación del Verbo en la vida cotidiana, y el conocimiento, es decir, la intuición contemplativa.
"No intento, Señor, penetrar en tu profundidad, porque no puedo ni de lejos comparar mi intelecto con ella. Pero deseo entender, al menos hasta cierto punto, tu verdad, que mi corazón cree y ama. No trato de entender para creer, pero creo para entender", dice Anselmo.
El amor por la verdad y la honestidad episcopal
Sus principales obras - el Monologion (Soliloquio) y el Proslogion (Coloquio), dedicados a demostrar la existencia de Dios a posteriori y a priori respectivamente - tienen como objetivo reafirmar que Dios es "el Ser del cual no se puede pensar nada más grande".
El rico epistolario de Anselmo, en cambio, revela su obra y su pensamiento político, siempre inspirado en el "amor a la verdad", en la rectitud y honestidad episcopal, lejos de los condicionamientos temporales y del oportunismo.
"Prefiero estar en desacuerdo con los hombres que de acuerdo con ellos, si ellos están en desacuerdo con Dios", escribe el Arzobispo de Canterbury, destacando los rasgos del gobernante justo que mira al bien común, más que al interés personal.
En 1163, el Papa Alejandro III concedió al difunto Anselmo "la elevación del cuerpo", acto que en ese momento correspondía a la Canonización. Finalmente, en 1720, Clemente XI lo proclamó "Doctor de la Iglesia".
La grandeza de la vida monástica abre sus puertas a la gente del S.XXI
Por primera vez (con el documental "libres"), una producción cinematográfica penetra en los muros de doce monasterios para llevar al espectador por un fascinante y cautivador viaje hacia la libertad interior de hombres y mujeres contemplativos.
¿Cómo es posible que una mujer o un hombre, en pleno siglo XXI, decida encerrarse entre los cuatro muros de un monasterio para ser libre? Si usted se ha hecho alguna vez esta pregunta, ahora puede ver y escuchar finalmente una respuesta de primera mano.
El título es Libres. Estamos hablando de la primera película producida por Variopinto Producciones y Bosco Films, que se estrenará en cines de España el 21 de abril, y, en otoño, en Estados Unidos e Hispanoamérica.
La cinta constituye un viaje espiritual que permite encontrar cara a cara, como nunca antes, a esos hombres y mujeres, que han escogido una vida en libertad, lejos de toda comodidad y dentro de cuatro muros, lo que para muchos sería una locura.
Libres es un reloj de cuerda, en el que la banda sonora de Óscar Martín Leanizbarrutia, la fotografía de Carlos de la Rosa, el guion de Javier Lorenzo y la dirección de Santos Blanco, se ponen en marcha, para mostrarnos lo que no te esperas: la belleza de la naturaleza, la profundidad de una vela encendida o la risa de una anciana monja…
Doce monasterios, algo único
El documental, en primer lugar, es único, pues por primera vez en la historia las cámaras han logrado penetrar en doce conventos y monasterios, todos ellos en España, conocida como «el pulmón de la vida contemplativa», ya que nuestro país es el que más monasterios, conventos y abadías mantiene en la actualidad: cerca de 750.
La realización del documental se llevó a cabo en varias provincias de España entre ellas Burgos, Madrid, Navarra o Salamanca, en monasterios, como los de San Pedro de Cardeña, Las Batuecas y Monasterio Leire, entre otros.
Para el equipo de producción, lograr el acceso a estos lugares misteriosos y místicos ha sido un gran reto. Lo consiguieron gracias al apoyo de la Fundación DeClausura. Ahora bien, lo más difícil no era abrir las puertas de los conventos.
Lo más excepcional ha sido abrir los corazones de todas esas almas acostumbradas a vivir alejadas del mundanal ruido, capaces de hablar en esta ocasión con las cámaras con una naturalidad desarmante.
Ritmo narrativo único
En segundo lugar, Libres es una producción única, pues ha sorteado con absoluta genialidad el riesgo narrativo de filmar tantos y tan variados testimonios.
Cada una de las vidas que presenta a todo color es única, enganchando al espectador con su aventura vital. Cada uno de estos contemplativos nos lleva de la mano a través de su viaje interior hacia la libertad, en el silencio de sus celdas, con el único sonido de la creación que les rodea.
El rodaje de esta película ha exigido mucho esmero. Las imágenes denotan sumo respeto. Crea así una verdadera complicidad con estos testigos del espíritu. La cámara ha entrado en el silencio y la paz de sus corazones. Y la experiencia es contagiosa, única.
Libres muestra a hombres y mujeres de carne y hueso, con pasados muy diferentes, con sus grandezas y sus limitaciones.
La producción no nos presenta siquiera sus nombres, pero nos permite como nunca antes escuchar su voz y contemplar su rostro, su mirada. De este modo, nos deja entrever la humana realidad de estas vidas, el sentido profundo de su felicidad, algo que el mundo sabe que está ahí, pero no comprende.
Durante los 40 días de Cuaresma la palabra “Aleluya” desaparece de la liturgia de la Iglesia. No se dice ni una vez. Luego, durante la Vigilia Pascual, el sacerdote entona el gran Aleluya y parece que la Iglesia no puede dejar de repetir esta palabra una y otra vez. Pero ¿por qué?
¿Qué significa y por qué está tan estrechamente asociada a la temporada de Pascua?
Aleluya, del latín halleluia, tiene a su vez raíces hebreas en hallĕlū yăh y significa “alabad a Dios”. Se encuentra más comúnmente como una especie de antífona que se repite al final de los Salmos. También se encuentra en el libro de Tobías, donde se utiliza como un himno de alabanza para cantar en la nueva Jerusalén.
“Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya!” (Tobías 13:17)
No es de sorprender que también aparezca en el libro de Apocalipsis.
“Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ‘¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos’.
Y por segunda vez dijeron: ‘¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos’.
Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ‘¡Amén! ¡Aleluya!’. Y salió una voz del trono, que decía: ‘Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes’.
Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: ‘¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (…)’”. (Apocalipsis 19, 1-7)
San Jerónimo es el responsable de la traducción de la expresión hebrea de la palabra “Aleluya” en la Vulgata Latina, que se usaba por entonces en la liturgia romana. Es y siempre ha sido una expresión de alabanza, para glorificar a Dios por su bondad.
Por esta razón, Aleluya está tan íntimamente relacionada con una época de alegría y contrasta drásticamente con la sombría actitud de penitencia de la Cuaresma.
Lo más probable es que Cristo celebrase la Pascua el día anterior al día oficial
Tradiciones, símbolos y gestos del “Pésaj” o cena pascual que pudo vivir el Señor en la Última Cena y que permiten entenderla mejor. Entrevista a Bernardo Estrada, profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
¿Cómo se desarrolló la Última Cena?
Lo más probable es que Cristo celebrase la Pascua el día anterior al día oficial, como ya ha señalado en alguna ocasión Benedicto XVI.
Es una cuestión sobre la que se debate, pero no resultaría extraño, pues en aquellos días confluía tanta gente en Jerusalén (unas 250.000 personas, cuando la población normal era de 35.000), que no se podían sacrificar todos los corderos en una sola jornada.
Así que el viernes era el verdadero día para inmolar corderos.
Efectivamente: anticipando la Última Cena, el verdadero Cordero pudo ser sacrificado en la Cruz el viernes, el día de la Pascua.
Como en cualquier fiesta hebrea, el inicio lo determinaba la mujer de la casa: cuando veía que el sol se oculta detrás de la casa del vecino, o cuando contemplaba la primera estrella en el cielo, encendía las velas: con ese gesto, comenzaba la cena.
Simbólicamente, esa luces recordaban la creación del mundo por Dios, cuyo inicio los hebreos sitúan en este mes del Nissán, el “mes de las espigas”, pues es cuando comienza a crecer la nueva vida (aunque tras el medievo, esa datación cambió).
¿Es así como Pascua y Creación se relacionan?
En cualquier caso, luego –con Cristo– hemos comprendido un significado más profundo (la Pascua es la nueva Creación).
Que esta festividad se celebrase en el “mes de las espigas” hace ver que las fiestas de Israel van ligadas en su origen a fiestas agrícolas: la Pascua coincide con la fecha de la cosecha del primer trigo y al nacimiento de los primeros animales (corderos, etc); en Pentecostés llega la verdadera cosecha; mientras que la fiesta de los Tabernaculos está unida a la cosecha de la vendimia.
Por eso el pan, el vino y el cordero son tan importantes. Dios –primero en Egipto y luego con el Señor Jesús– ha ido dando un sentido nuevo y más profundo a estas celebraciones.
Volviendo a la Última Cena, ¿cómo se disponían los invitados?
Aunque la cena iniciaba de pie, luego se recostaban formando un cuadrado: la gente se apoyaba sobre el brazo izquierdo, prácticamente acostada, y comía con la mano derecha. A la derecha del Señor se situaría el más digno, probablemente Pedro; y a la izquierda estaría Juan, quien pudo descansar así sobre el pecho del Señor.
Ejemplo de preparación actual del Séder (o cena pascual) hebrea. Desde la destrucción del Templo, no se repite el sacrificio de los corderos.
¿Cómo empezó el Señor la Última Cena?
Podemos suponer que siguió el “orden de la Pascua”: es decir, la división de la cena en cuatro partes, cada una de las cuales se concluía con una copa de vino.
Entonces: la primera copa...
La cena comienza con una bendición (salmos 113 y 114), tras la que se toma la primera copa de vino mientras se dice: “Bendito seas Tú, Adonai nuestro Dios, rey del universo, quien creó el fruto de la vid”.
La segunda...
Antes de beber la segunda, alguno recuerda un grande acontecimiento: la “Haggadah” o la narración de la fuga de Egipto, tal y como se cuenta en el libro del Éxodo. El vino que se bebe a continuación les recuerda las diez plagas que azotaron al pueblo egipcio.
Última Cena de la Capilla Sixtina
¿Cuándo lavó el Señor los pies a los Apóstoles?
Si bien no tenemos certeza, quizá fue tras esta segunda copa, que es cuando se realiza tradicionalmente la primera ablución o lavado de manos, al que el Señor quiso dar un profundo significado.
Luego vienen las “bendiciones”, una serie de preguntas que hace la persona más anciana o más digna a la más joven: “¿Ma nishtaná halaila hazé micol haleilot?” (¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?) . Podemos imaginar que Cristo o san Pedro harían esas preguntas a san Juan.
¿Y tras el lavado?
Es cuando empieza la cena propiamente dicha. El más digno distribuye el primer pan ázimo, o Matzá , mientras repite esta bendición: “Bendito eres Tú, nuestro Señor, Rey del universo, que extraes pan de la tierra”. Pudo ser en este momento cuando el Señor consagró el Pan, aunque no podemos estar seguros.
Como se sabe, ese pan sin levadura –que se comerá más veces a lo largo de la cena– recuerda la prisa con que escaparon del Faraón. Además, cada comensal tiene delante un cuenco con hierbas amargas que se sumergen en el Jaroset , una salsa especial (agua salada y algún condimento), que les recuerda el sufrimiento de aquella huída.
Y a continuación, el cordero.
Efectivamente: previamente, había sido sacrificado en el templo por un sacerdote, o bien por el cabeza de familia. No se le tenía que haber roto ningún hueso y debía ser consumido entero.
La Última Cena, Juan de Juanes, c. 1562, óleo sobre tabla, 116 × 191 cm, Museo del Prado, Madrid.
¿Por qué la importancia del Cordero?
Cristo es el “Cordero de Dios”, cuyo sacrificio libera a los hombres. Para los judíos, el cordero es el animal cuya sangre en las puertas de sus casas había liberado a sus primogénitos del ángel de la muerte en Egipto. Desde aquella liberación, que precede y permite la huída por mar Rojo, comían el cordero tal y como les había indicado Moisés.
Faltan dos copas de vino.
La tercera se bebe al terminar la cena. Se llama “copa de redención”, y con ella se recuerda el derramamiento de la sangre de los corderos inocentes que redimieron a Israel en Egipto; es la copa en la que se “da gracias”, por lo que se supone que es en esta copa cuando el Señor ofreció su Sangre a sus discípulos.
¿Y la última?
La cuarta, ya antes de marcharse, va unida al gran himno final: el Hallel, una preciosa oración compuesta por los salmos 115 a 118. Se sirve también una quinta copa, que no se bebe: esa quinta copa es para Elías, a quien el pueblo hebreo espera para que anuncie la venida del Mesías (en Malaquías 4,5). Cuando la cena se termina se manda un niño a la puerta a abrirla y ver si está Elías. Cada año, el niño regresa desanimado y el vino se derrama sin que nadie lo beba.
Profecías del Antiguo Testamento sobre la Resurrección
Aparte de la necesidad salvadora de la pasión del Mesías, los profetas también profetizaban Su Resurrección de entre los muertos y la subsiguiente gloria.
Después de describir los padecimientos de Cristo, Isaías finaliza su relato con las siguientes palabras:
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores." (Is. 53:10-12).
En otras palabras, el Mesías vivirá de nuevo después de la muerte para encabezar el Reino de los rectos y estará moralmente contento por los sufrimientos soportados por Él personalmente.
La resurrección de Cristo también fue profetizada por el rey David en su salmo 16, donde habla de parte de Cristo, diciendo:
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Sal. 16:8-11).
El profeta Oseas asimismo tiene mención de la resurrección al tercer día, aunque su profecía se expone en plural:
«Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia"(Os. 6:1-2; véase: 1 Cor. 15:4).
Además de las profecías directas referentes a la inmortalidad del Mesías, lo testifican en realidad también aquellos pasajes del Antiguo Testamento, en los cuales el Mesías se llama Dios. (Sal. 2, 45, 110, Is. 9:6, Jer. 23:5, Miq. 5:2, Mal. 3:1).
Resulta que Dios por Su naturaleza es inmortal. De la misma manera, podemos concluir acerca de la inmortalidad del Mesías cuando leemos vaticinios referentes a Su eterno Reino (Gen. 49;10, 1Sam. 7:13, Sal 2, 132:11, Ezq. 7:13). Todos saben que el eterno Reino presupone la existencia del eterno Rey.
Por lo tanto resumiendo el contenido de este capítulo observamos que los profetas del Antiguo Testamento se expresaban con mucha determinación y claridad al hablar de los padecimientos redentores, la muerte y luego la gloriosa resurrección del Mesías. El tenía presentes a los que iba a salvar. El origen de estas verdades, reveladas por los profetas, constituyen posteriormente la base de la fe cristiana.
También describió vivamente la pasión de la cruz del Salvador el rey David en su salmo 22. Pero aunque en este salmo el texto se desarrolla en primera persona, naturalmente el rey David no pudo escribir de sí mismo, pues no soportó dichos padecimientos. Sólo figura como un prototipo del Mesías, refiriendo proféticamente a su propia persona lo que en realidad pertenecía a su Descendiente Cristo.
Es notable que algunas palabras de este salmo fueron pronunciadas literalmente por Cristo crucificado. A continuación vamos a presentar algunas frases del salmo 22, y paralelamente los correspondientes contextos Evangélicos.
Versículos 7-8: "Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza". Marcos15, 29: "Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»".
Versículo 17: "Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies". Lucas 23, 33: "Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda".
Versículo 18: "puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica". Mateo 27, 35. "Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes".
Versículo 8: "Remítese á Jehová, líbrelo; Sálvele, puesto que en él se complacía." Esta frase fue repetida literalmente por los sumos sacerdotes y escribas, Mat. 27:43. "Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”»".
Versículo 2-3: "A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito,
y no respondes; de noche, y no me haces caso". Mateo 27, 46: A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
Aparte de eso, el profeta Isaías (50, 4-11) había registrado los siguientes detalles referentes a los padecimientos del Mesías, que se han cumplido literalmente (expresados en primera persona):
"El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará? Mirad, todos se consumen como un vestido, los roe la polilla.
Quien de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su siervo, aunque camine en tinieblas, sin ninguna claridad, que confíe en el nombre del Señor, que se apoye en su Dios.
Todos vosotros que atizáis el fuego y os ceñís con flechas incendiarias, caed en la hoguera de vuestro fuego, entre las flechas que habéis encendido. Esto recibiréis de mi mano: yacer en el tormento".
Este texto lo podemos comparar con Mateo 26, 67: "Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo: «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado»".
Bajo la luz de estas profecías se hace comprensible la misteriosa profecía del patriarca Jacob destinada a su hijo Judá. Profecía completa (Gen. 49, 9-11):
"Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos".
En esta profecía el León por su poder y majestad simboliza al Mesías, Quien deberá nacer de la tribu de Judá. La pregunta del patriarca acerca de quien pudiera levantar al dormido león habla alegóricamente de la muerte del Mesías, que se denomina por la Sagrada Escritura "El león de la tribu de Judá" (Apoc. 5, 5).
Acerca de la muerte del Mesías hablan también las palabras proféticas finales de lavar los vestidos en el zumo de uvas. La uva es símbolo de la sangre. Las palabras referentes a la asna y el pollino resultaron cumplidas cuando el Señor Jesucristo, antes de su Pasión en la cruz, entró (triunfalmente) a Jerusalén. En el capítulo siguiente veremos la predicción del profeta Daniel acerca del tiempo cuando tuvo que padecer el Mesías.
El Antiguo Testamento recoge cómo diariamente se ofrecían sacrificios a Dios por el Sumo Sacerdote: los ofrecía por sí mismo y por el pueblo. Pero, además, a lo largo del año había unos tiempos sagrados y fiestas en los que se ofrecían sacrificios especiales, y que se vivían con especial intensidad por el pueblo.
Había tres fiestas que eran las mayores del año y que se preparaban cuidadosamente: la de la Pascua, la de Pentecostés y la de los Tabernáculos. Siempre estas fiestas ayudaban al pueblo a recordar la providencia de Dios y les movían para agradecer de manera especial todo lo que les había dado.
Nos vamos a detener en la fiesta de la Pascua. Era una fiesta de pastores en la que ofrecían las primicias de sus rebaños. Se instituyó para conmemorar con la cena del cordero la liberación de la esclavitud egipcia y la sangre rociada en las casas de los judíos que liberó de la muerte a sus primogénitos.
Cada jefe de familia debía matar un cordero —como hicieron sus antepasados en Egipto— y comerlo con verduras amargas, en compañía de su familia.
La fiesta duraba siete días, durante los cuales sólo estaba permitido pan ácimo. No debía haber en las casas pan fermentado, para recordar así la salida apresurada de Egipto e inculcar la santidad de vida y pureza de corazón.
Se ofrecía el sacrificio y luego se celebraba la cena de Pascua con muchos ritos y gran solemnidad. Pascua significa en hebreo “el paso”. En latín significa, en cambio, “los pastos”. Se Cruzan estos dos significados dando un sentido aun mayor a la Pascua: “el paso del buen Pastor”.
El sacrificio era el momento más importante. Había dos tipos de sacrificios: cruentos e incruentos. En los cruentos se sacrificaban los animales más nobles y preciosos. Sólo permitían animales vacunos, ovejas y cabras; en ciertos casos tórtolas o palominos. Las víctimas debían ser sanas, sin defecto, perfectas y de cierto vigor.
En los sacrificios incruentos se ofrecían productos vegetales que servían de alimento al hombre: cereales, harina, trigo... El ritual del sacrificio constaba de cinco pasos: presentación de la víctima, imposición de las manos, inmolación, aspersión de la sangre y combustión de la víctima o de parte de ella, pues lo restante servía de alimento.
“El que ofrecía el sacrificio debía llevar por su mano la víctima al altar del Atrio, imponerle las manos sobre la cabeza en señal del entrega a Dios y de sustitución, confesar sus pecados e inmolarla también por su mano junto al lado oriental del altar.
Un sacerdote, ayudado a veces por los levitas, recogía la sangre en una copa y rociaba después con ella, según la clase e importancia del sacrificio, el altar de los holocaustos o del incienso, el velo que cubría el Sancta Sanctorum o el Arca de la Alianza. Con esto se hacía entrega a Dios de la vida del animal y de la del oferente, a quien la víctima sustituía.
Por fin, partido el animal en pedazos, se quemaban todos o parte de ellos en el altar, juntamente con las ofrendas, mientras los sacerdotes intercedían por el oferente” .
La destrucción de la víctima significaba que Dios aceptaba ese sacrificio. Por eso el fuego del altar era santo, porque procedía de Dios. Los sacrificios eran agradables a Dios porque expresaban el alejamiento del pecado, la entrega a Dios, pero sobre todo eran figura del sacrificio único, verdadero e infinitamente grato de Jesucristo a Dios Padre en la Misa.
Este sacrificio además de ser el más agradable a Dios tiene un valor infinito, y es un sacrificio perfecto y para siempre.
“En el Santo sacrificio de la Misa tenemos un sacrificio perpetuo. Este solo sacrificio es suma y recapitulación del las virtudes de todos los sacrificios: es la más sublime alabanza, perfectísima acción de gracias, ferventísima súplica y eficacísima reconciliación.
En el rito de este sacrificio se pone también de manifiesto la semejanza de los sacrificios de la Antigua Alianza con el de la Nueva, y la superioridad de éste sobre aquellos” . (Schuster, Ignacio – Holzmmer, Juan B. "Historia bíblica", tomo primero (Antiguo Testamento), Editorial Litúrgica Española, Barcelona, p. 281).
La Comida Pascual es una especie de preparación de la Misa que enfoca nuestra atención en el corazón del misterio pascual, el Cordero que fue sacrificado y nos redimió de la esclavitud con su sangre.
La Última Cena, fue la celebración de la pascua judía, un "séder", una solemne comida sacrificial llevada a cabo de acuerdo con los antiguos ritos judíos por nuestro Señor y sus apóstoles. Aquí queremos reconstruir los acontecimientos de esa solemne comida, según se narra en el Evangelio y de la que los eruditos nos dicen de la pascua en el tiempo de Cristo.
Realmente la Última Cena fue la "última", en parte porque fue la celebración final de los ritos pascuales de la nueva ley, la Pascua Cristiana.
La última Cena es el momento decisivo cuando los símbolos y profecías de antaño del Antiguo Testamento son reemplazados para siempre por los hechos y cumplimiento del Nuevo Testamento. Los evangelistas omitieron a la hora de narrar esa Cena muchos detalles que daban como conocidos por sus lectores judíos.
¿Por qué nuestro Señor toma el cáliz dos veces en la narración de San Lucas en la Última Cena? (Lc. 22: 17-20). Por qué San Pablo habla de la "Copa de bendición" (1Cor 10,16). Por qué se dijo un salmo antes de que los Apóstoles dejaran el Cenáculo? (Mt. 26: 30).
Estas y otras frases cobran nuevo significado a la luz de los antecedentes judaicos. La Cena Pascual también nos ayudará a entender y a profundizar en las ceremonias litúrgicas de la Semana Santa y la Pascua, empapadas como están de figuras y alusiones al Antiguo Testamento.
"Esta es la solemnidad pascual en la cual el verdadero Cordero, fue sacrificado..." "Oh noche bendita que desposeyó a los egipcios y enriqueció a los hebreos...". Al mismo tiempo comprendiendo más claramente el contexto en el cual Cristo escogió instituir la Santa Eucaristía, se enriquecerá nuestra participación en la Misa.
La Comida Pascual es una especie de preparación de la Misa que enfoca nuestra atención en el corazón del misterio pascual, el Cordero que fue sacrificado y nos redimió de la esclavitud con su sangre.
Y así nos prepara para entrar más de lleno en cada Misa, porque la Vigilia Pascual no fue únicamente el fin del viejo rito, sino el principio del nuevo. San Atanasio dice: "Cuando nos reunimos y comemos la carne de nuestro Señor y bebemos su sangre, celebramos la Pascua".
La ceremonia de la Cena Pascual nos permite representar los eventos de la vigilia pascual como un drama-oración, para prepararnos para la verdadera representación de la vigilia pascual en la Santa Misa. Pero, ¿por qué Cristo usó la Cena Pascual para instituir la Eucaristía?
Es importante que pensemos que esto representa la elección deliberada y completamente considerada de Cristo. Él envía a sus discípulos a preparar el Cenáculo. Él se preocupa acerca del tiempo y el lugar exacto y arregla todo cuidadosamente de antemano, diciéndole:
Ardientemente deseaba comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que no la comeremos hasta que sea cumplida en el Reino de Dios (Lc. 22: 15-16).
La historia del Éxodo de Egipto que la Iglesia lee en preparación a los misterios pascuales, es la más grande parábola de nuestra Redención en el Antiguo Testamento.
Cada detalle es significativo. Y, dentro de todos los acontecimientos de la Antigua Ley, el más significativo de todos es la sangre del cordero sacrificado salpicada en las puertas de los hijos de Israel para que el ángel vengador, que vino a matar al primogénito en toda casa de Egipto, "pasa de largo" las casas de los hebreos.
La sangre del cordero profetiza el verdadero cordero cuya sangre liberó al mundo de la esclavitud del pecado.
Dios ordenó que esta primera Pascua fuera conmemorada solemnemente en una festividad anual; la gente debía sacrificar un cordero y participar de su comida con pan ázimo y lechuga silvestre (un recuerdo de la huida apresurada de Egipto, cuando no hubo tiempo de llevar consigo pan con levadura), en agradecimiento por la libertad que fue un regalo de Dios.
La fiesta de la Pascua anual llegó a ser un acontecimiento de primera importancia en la religión de Israel.
Gradualmente el ritual llegó a ser más elaborado; gradualmente también la Pascua llegó a ser no únicamente una memoria del agradecimiento a Dios por la bondad de Israel en el pasado, sino como una profecía del futuro; justamente como Dios había una vez conducido al pueblo escogido, lejos de la esclavitud, para que un día los guiara al nuevo éxodo, a la era futura del Mesías.
En el tiempo de nuestro Señor, la comida pascual ya no se comía de pie y apresuradamente, sino reclinados alrededor de la mesa de fiesta.
En gran contraste a esa noche de huida, 1,500 años antes, la atmósfera era de amor y alegría espiritual. Pero el corazón verdadero de la celebración permanecía el mismo a través de los siglos: sacrificio y banquete sacrificial, celebrado en acción de gracias.
Ahora podemos empezar a ver por qué Cristo escogió este momento para su sacrificio. Esta fiesta familiar del pueblo escogido, celebrada por el pueblo como un todo y con un corazón, existía para que pudiera ser transformada en la gran fiesta de la comunidad cristiana, demostrando caridad, uniendo más íntimamente en un solo cuerpo aquellos alimentados por el único Pan divino.
La primera pascua fue conmemorada en una Comida Pascual; la segunda Pascua, el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua, fue realizada en la Santa Misa, la Comida Pascual del Nuevo Testamento.
En el marco de la Pascua el significado del sacrificio se aclara: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros" (Lc 22,19) para que vosotros podáis "pasar de largo" de la muerte en el pecado a la vida de Dios. En este contexto se aclara también que el nuevo sacrificio tendrá también su banquete sacrificial:
"En verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros". (Jn 6,54).
En la última Cena, Cristo con toda humildad y reverencia guardó la Pascua con sus discípulos, observando en detalle su ritual. Pero cuando la Cena iba a concluir, Él reemplazó el antiguo rito con el nuevo. Él tomó el pan, lo bendijo y partió y lo que les dio a sus discípulos ya no era simplemente el pan sin levadura de la Pascua.
Él tomó el cáliz lo bendijo y lo que les dio ya no era únicamente el ofrecimiento de la Pascua, sino él misterio del Nuevo Pacto que se acababa de establecer. El momento supremo, anticipado en la conmemoración de la Pascua a través de los siglos, había llegado. La redención del hombre iba a realizarse.
Se sostiene generalmente que nuestro Señor celebró la Pascua con sus discípulos el jueves en la noche, anticipando en un día la Pascua legal de los discípulos. El Viernes Santo, a la hora precisa en que los corderos pascuales eran sacrificados en el Templo, símbolo elocuente del cumplimiento de las profecías el Cordero de Dios consumaba su sacrificio en la Cruz.
El Viejo Pacto entre Dios y el pueblo escogido había sido sellado por la sangre de muchas víctimas. El Nuevo Pacto estaba ahora sellado por la sangre de la única víctima perfecta.
El cordero figurado era reemplazado por le Cordero verdadero. El sacrificio ahora había sido hecho perfecto. Este mismo sacrificio profetizado en la Pascua judía, cumplido en el Calvario, es renovado en cada Misa. Tan a menudo como nosotros los cristianos, el pueblo escogido del Nuevo Testamento, comamos el pan y bebamos el vino, celebramos el misterio pascual.
Como dice San Juan Crisóstomo, en cada Misa "es Cristo, quien aquí y ahora celebra la Pascua con sus discípulos. Y la mesa del altar es nada menos que la mesa de la Última Cena".
Esta representación de la Comida Pascual es, entonces una preparación para el misterio pascual, como es renovada en cada Misa, y más especialmente como es celebrado el Jueves Santo y durante toda la Semana Santa...ahora que las ceremonias litúrgicas del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo han sido restauradas a las horas de la noche, la dramatización puede hacerse apropiadamente a cualquier hora antes de la Misa del Jueves , y quizá mejor la noche del Miércoles Santo.
"Celebración de la Cena Pascual", de Mons. Mario De Gasperín