Las catacumbas son los antiguos cementerios subterráneos
Usados durante algún tiempo por las comunidades cristianas y hebreas, sobre todo en Roma. Las catacumbas cristianas, que son las más numerosas, tuvieron sus comienzos en el siglo segundo y sus ampliaciones continuaron hasta la primera mitad del quinto.
En su origen fueron sólo lugar de sepultura. Los cristianos se reunían en ellas para celebrar los ritos de los funerales y los aniversarios de los mártires y de los difuntos.
Durante las persecuciones sirvieron, en casos excepcionales, como lugar de refugio momentáneo para la celebración de la Eucaristía.
Terminadas las persecuciones, las catacumbas se convirtieron, sobre todo en tiempo del papa San Dámaso I (366-384), en verdaderos santuarios de los mártires, centros de devoción y de peregrinación desde todas las partes del imperio romano.
En aquel tiempo también había cementerios al aire libre en Roma, pero los cristianos, por diferentes razones, prefirieron los subterráneos.
Ante todo, los cristianos rechazaban la costumbre pagana de la incineración de los cuerpos.
Siguiendo el ejemplo de la sepultura de Jesús, preferían la inhumación, por un sentido de respeto hacia el cuerpo destinado un día a la resurrección de los muertos.
Este sentimiento tan vivo de los cristianos creó un problema de espacio, problema que influyó poderosamente en la ampliación de las catacumbas. Como los primeros cristianos eran en su mayoría pobres, esta forma de sepultura fue decisiva.
Hubo otros motivos que llevaron a la elección de las excavaciones subterráneas.
En los cristianos se vivía de un modo muy fuerte el sentido de la comunidad: deseaban encontrarse juntos también en el "sueño de la muerte".
Además, estos lugares apartados permitían, especialmente durante las persecuciones, reuniones comunitarias reservadas y discretas y permitían el uso libre de los símbolos cristianos.
De acuerdo con la ley romana, que prohibía la sepultura de los difuntos dentro de los muros de la ciudad, todas las catacumbas están situadas a lo largo de las grandes vías consulares y, generalmente, en las zonas de los suburbios de aquel tiempo.
Al presentar la figura de san Clemente Romano, tercer sucesor de san Pedro, Benedicto XVI constató que ya desde el siglo I el obispo de Roma ejercía su Primado sobre las demás iglesias. El pontífice comenzó un segundo ciclo de catequesis sobre «los padres apostólicos», «la primera y segunda generación de la Iglesia, después de los apóstoles».
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 marzo 2007
En su primer capítulo, dedicado al Papa de los últimos años del siglo I, tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto, quien «había visto a los apóstoles», la meditación se concentró en su «Carta a los Corintios».
Tras recordar que los cristianos de los primeros siglos atribuían a esacarta un valor casi tan importante como el de los escritos del Nuevo Testamento, explicó que Clemente la escribió porque los cristianos de la Iglesia de Corinto vivían agudas divisiones.
«Los presbíteros de la comunidad habían sido depuestos por algunos jóvenes contestadores», testimonio el mismo san Ireneo (130-202), obispo mártir de Lyón.
Por eso, recuerda el mismo Ireneo en su famoso «Adversus haereses», «bajo Clemente, al surgir un gran choque entre los hermanos de Corinto, la Iglesia de Roma envió a los corintios una carta importantísima para reconciliarles en la paz, renovar su fe y anunciar la tradición, que desde hace poco tiempo ella había recibido de los apóstoles».
«Podríamos decir que esta carta constituye un primer ejercicio del Primado romano después de la muerte de san Pedro», afirmó Benedicto XVI. La carta, añadió, dio «al obispo de Roma la posibilidad de exponer ampliamente la identidad de la Iglesia y de su misión».
En el escrito, el santo obispo de Roma hace una «neta distinción entre “laico” y la jerarquía», pero el Papa aclaró que esto «no significa para nada una contraposición», sino que ilustra «la relación orgánica de un cuerpo, de un organismo, con las diferentes funciones».
«La Iglesia no es un lugar de confusión y de anarquía, donde cada uno puede hacer lo que quiere en todo momento: cada quien en este organismo, con una estructura articulada, ejerce su ministerio según su vocación recibida», indicó. En particular, al referirse a «los jefes de las comunidades, Clemente explicita claramente la doctrina de la sucesión apostólica».
«Las normas que la regulan se derivan, en última instancia, del mismo Dios -aclaró el Papa-. El Padre ha enviado a Jesucristo, quien a su vez ha enviado a los apóstoles. Éstos luego mandaron a los primeros jefes de las comunidades y establecieron que a ellos les sucedieran otros hombres dignos».
Por tanto, «todo procede ordenadamente de la voluntad de Dios», subrayó el Papa. «San Clemente subraya que la Iglesia tiene una estructura sacramental y no una estructura política», recalcó el pontífice. «La Iglesia es sobre todo don de Dios y no una criatura nuestra», concluyó. El escrito concluye con una «invocación para los gobernantes».
«Después de los textos del Nuevo Testamento, representa la oración más antigua por las instituciones políticas», constató el Santo Padre. Fue escrita después de la dura persecución del emperador Domiciano, entre los años 81 y 96.
«Tras la persecución, los cristianos, aunque sabían que continuarían las persecuciones, no dejan de rezar por esas mismas autoridades que les habían condenado injustamente». Los cristianos rezaban por los gobernantes enemigos por dos motivos, aclaró el Papa. Ante todo, porque seguían el ejemplo de Jesús en la cruz, que rezó por sus perseguidores
«Pero esta oración tiene también una enseñanza que orienta, a través de los siglos, la actitud de los cristianos ante la política y el Estado», reconoció el Santo Padre.
«Al rezar por las autoridades, Clemente reconoce la legitimidad de las instituciones políticas en el orden establecido por Dios; y al mismo tiempo, manifiesta la preocupación que las autoridades sean dóciles a Dios y “ejerzan el poder que Dios les ha dado con paz y mansedumbre y piedad”».
«César no lo es todo -aclaró Benedicto XVI-. Emerge otra soberanía, cuyo origen y esencia no son de este mundo, sino “de lo alto”: es la de la Verdad que tiene el derecho ante el Estado de ser escuchada».
Cecilia, virgen y mártir, en el cementerio de Calixto
Santa Cecilia es una santa que es celebrada en todo el mundo como patrona de la música, de los músicos y cantantes. La Iglesia la recuerda el 22 de noviembre. Sobre su figura se mezcla mucho la historia y la leyenda. Fue virgen y mártir, vivió en Roma entre el siglo II y el siglo III
Lápida en el cementerio de San Calixto
La tradición cuenta que Cecilia, joven romana noble, martirizada en el año 230 aproximadamente durante el imperio de Alejandro Severo y el papado de Urbano I. Su culto es antiguo: en efecto, el título de homónima Basílica en Trastevere es anterior al Edicto de Constantino (313) y la fiesta en su memoria se celebraba ya en el año 545.
La fuerza del amor
Para saber de su martirio se puede leer la Passio Sanctae Caeciliae, un texto que tiene más connotaciones legendarias-literarias que históricas. Según cuenta el texto La Passio, Cecilia se casó por conveniencia con el patricio Valeriano a quien le cuenta el día de la noche de bodas que se ha convertido al cristianismo y que ha hecho un voto de virginidad perpetua.
Valeriano por su cuenta acepta recibir la catequesis y el bautismo de parte del Papa Urbano I. Después se le une su hermano Tiburcio, abrazando también él la fe cristiana.
Ambos hermanos fueron arrestados por orden del prefecto Turcio Almachio y luego de ser torturados fueron decapitados junto a Massimo, el oficial que los había conducido a la cárcel y que, en el recorrido, también él se había convertido.
La fe que vence la muerte
Almachio decide seguidamente asesinar también a Cecilia. Una acción nada fácil, considerando la gran popularidad que gozaba la joven cristiana, temía repercusiones por una ejecución pública, así que decide someterla a un juicio sumario y luego orden que se encerrada en su propia casa, encerrándola en en una caldera a altísima temperatura, escenificando una muerte por asfixia.
Después de más de 24 horas, los guardias la encontraron milagrosamente viva envuelta en un rocío celestial. Almachio arremete entonces ordenando la decapitación, sin embargo, el verdugo no logra cortarle la cabeza, tras intentarlo con fuerza tres veces.
Cecilia muere tras tres días de agonía, dona todos sus bienes a los pobres, su casa a la Iglesia, y aunque si no puede hablar, sigue profesando su fe en Dios uno y trino, con los dedos de sus manos, es así como fue esculpida por Maderno en la célebre estatua custodiada bajo del altar central de la Basílica que lleva su nombre.
El Evangelio en el corazón
Según la Leyenda aurea, la colección medieval de biografías hagiográficas compuesta y escrita en latín por el dominico Jacobo de Varagine, en la hay varios párrafos narrativos de la Passio, se cuenta que fue el Papa Urbano I, con la ayuda de algunos diáconos, quien sepultó el cuerpo de la joven mártir en las catacumbas de san Calixto, en un puesto de honor cerca de la Cripta de los Papas.
Luego en el 821, el Papa Pascual I, gran devoto de la Santa, invocada “la virgen Cecilia que llevaba siempre apoyado en su pecho el Evangelio de Cristo”, trasladó las reliquias a la cripta de la Basílica de Santa Cecilia en Trastevere, que fue construida en su honor.
En la vigilia del Jubileo del 1600, durante los trabajos de restauración de la Basílica queridos por el cardenal Paolo Emilio Sfrondati, se encontró el sarcófago que contenía el cuerpo de la joven Santa, que estaba en perfecto estado de conservación, envuelto en un vestido de seda y oro.
Música e iconografía
¿Cuál es la relación de Santa Cecilia con la música? Al final de la época Medieval, se encontró un lazo de unión explícito y documentado entre la Santa y la música.
En una pieza musical de la Passio, según algunos, y en la antífona del ingreso de la Misa en su fiesta, según otros, en la letra de la pieza musical se lee: “… mientras los órganos sonaban, ella cantaba en su corazón solamente al Señor”. Una interpretación errada del texto que permitió que a partir de mediados del siglo XIV, en varias partes de Europa, la iconografía de la Santa se comenzó a extender enriqueciéndose de elementos musicales.
Una obra de arte que representa esta unión de Santa Cecilia con la música es la obra de Rafael titulado: El éxtasis de Santa Cecilia, que realizó para la Iglesia de San Juan en el Monte, en Bolonia, representando a la santa llevando en una mano un órgano portátil y a sus pies varios instrumentos musicales.
Esta obra sella la relación de la mártir romana con la música, que ya se invocaba y celebraba como protectora de los músicos y cantantes. La Academia de la Música fundada en Roma en el 1584, lleva su nombre.
El 9 de noviembre, tras ocho años de obras de restauración, se inauguró el conjunto histórico "La Casa del Cónsul" en árabe "Dar al-Consul" en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén, por iniciativa de la Custodia de Tierra Santa, propietaria del edificio y financiado por la Unión Europea y la propia Custodia.
Todo gestionado por el programa de las Naciones Unidas para el Hábitat, ONU Hábitat, en colaboración con la Universidad Al-Quds.
Después de la ceremonia de apertura, Fr. Ramzi Sidawi, ecónomo de la Custodia de Tierra Santa, acompañó en un recorrido introductorio a Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, a los miembros del Discretorio, Zeyad Elshakra, jefe del Programa Habitat de las Naciones Unidas para Palestina; Sven Kühn von Burgsdorff, jefe de la Delegación de la Unión Europea e Imad Khatib, vicepresidente ejecutivo de la Universidad Al Quds en Jerusalén.
"El trabajo se dividió entre la recuperación y renovación de 42 viviendas, no solo internamente, sino también externamente. Hemos renovado todos los patios internos, pasillos e infraestructura de toda la zona.
En cuanto a la planta baja, fue un proyecto enorme, ya que descubrimos muchos objetos de época romana, bizantina y mameluca. El sitio contiene varios espacios que pueden ser utilizados por peregrinos y visitantes guiados por la gente local." Fr. RAMZI SIDAWI, ofm Ecónomo de la Custodia de Tierra Santa.
"Hemos encontrado una tumba que data del siglo VI o VII a. C. Ha sido una de las cosas más sorprendentes. Esto también nos permitió comprender la época histórica, la más antigua encontrada en este lugar."
PHILIP DAHABREH Director del proyecto “Dar al-Consul” - Custodia de Tierra Santa
En época romana, este lugar estaba ubicado en el cardo maximus, la calle principal de la ciudad.
"Durante las excavaciones encontramos rastros de comercios que daban al Cardo, pero también rastros de otras calles secundarias que se cruzaban con la principal, demostrando cómo era la ciudad vieja en ese período. Encontramos canales romanos excavados en la roca." PHILIP DAHABREH Director del proyecto “Dar al-Consul” - Custodia de Tierra Santa
Uno de los hallazgos arqueológicos son unos baños bizantinos parcialmente decorados con mosaicos, lo que demuestra que en este lugar vivían personas de prestigio.
"También encontramos un pozo de época bizantina pavimentado con mosaicos de 15 metros cuadrados." PHILIP DAHABREH Director del proyecto “Dar al-Consul” - Custodia de Tierra Santa
Dar al-Consul —subrayó el ingeniero Dahabreh— es claramente identificable en el mapa antiguo de Madaba donde están representados muchos edificios de Jerusalén, algunos sin nombre.
Durante la inauguración, Fr. Patton plantó en el lugar un olivo, símbolo de la paz.
"Esperamos que este tipo de proyectos contribuyan al desarrollo de la Ciudad Vieja y la Ciudad Santa. Me complace saber que varios estudiantes universitarios locales han trabajado en este proyecto." Fr. FRANCESCO PATTON, ofm Custodio de Tierra Santa
"Para la Universidad Al-Quds y sus estudiantes y profesores, esta ha sido una gran oportunidad. En primer lugar han podido compartir su experiencia pero también aprender durante los ocho años de restauración.
Además podrán colaborar en el futuro en este complejo, que también servirá como germen de empresas y será administrado por la Universidad Al-Quds." Prof. IMAD KHATIB Vicepresidente ejecutivo de la Universidad Al Quds en Jerusalén
"Se trata de una verdadera colaboración entre estas organizaciones que demuestra lo que podemos hacer en Jerusalén para darles un futuro a los palestinos que viven aquí y ayudar a preservar la herencia cultural y los valores del pueblo palestino." SVEN KÜHN VON BURGSDORFF Jefe Delegación de la Unión Europea
Fr. Ramzi, acompañado por Zeyad Elshakra, se dirigió luego al piso superior, donde se ha completado la segunda parte del proyecto, es decir, la restauración de las unidades de vivienda. Los residentes recibieron una pequeña planta de olivo.
"Se nos ha puesto a disposición una casa y no estamos pagando las facturas, gracias a Dios, como saben, alquilar un apartamento hoy cuesta más de mil dólares. Damos gracias a Dios y a los franciscanos."NOHA ORT Residente complejo de “Dar al-Consul”
"Las Naciones Unidas, en general, se preocupan por ayudar a la población a mejorar el medio en el que vive. Por ello, además de edificios, servicios públicos e infraestructuras, también trabajamos para mejorar viviendas."ZEYAD ELSHAKRA Jefe de la Oficina del Programa de Naciones Unidas para el Hábitat para Palestina (ONU HABITAT)
“Dar al-Consul” estará destinado a recibir turistas y peregrinos, ofrecer oportunidades de trabajo a los jóvenes, mejorar las condiciones de vida de las familias palestinas y ayudar a preservar el patrimonio cultural palestino.
"El Catecismo de la Iglesia Católica", ha señalado el Papa Francisco, "se presenta como un camino que permite captar la dinámica de la fe" (*).
Con motivo de los treinta años de publicación de este singular Catecismo, el autor de este blog ha seleccionado siete itinerarios en ese camino de la fe.Se pueden considerar como claves o indicadores, perspectivas o pistas, luces o destellos del depósito de la fe, vivo y dinámico.
También se podrían ver como ideas madres o líneas maestras del Catecismo, entre otras que cabría indicar. O como puertas para entrar en él o ventanas, para mirar desde él la realidad de la fe cristiana, que pide hacerse vida.
Indice de capítulos
1. El Catecismo de la Iglesia Católica en sí mismo
2. Dignidad humana del acto de fe
3. El cristocentrismo trinitario del Catecismo
4. La Iglesia, misterio de comunión y sacramento universal de salvación
5. La "economía sacramental"
6. La moral cristiana como respuesta de amor
7. La oración, relación personal con Dios.
(*) Francisco, "Presentazione", en Catechismo della Chiesa Cattolica. Testo integrale. Nuovo commento teologico-pastorale, 2017.
Evolución histórica de las catacumbas
Durante el primer siglo, los cristianos de Roma no tuvieron cementerios propios. Si poseían terrenos, enterraban en ellos a sus muertos. Si no, recurrían a los cementerios comunes que usaban también los paganos.
En la primera mitad del siglo segundo, después de tener algunas concesiones y donaciones, los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra.
Catacumbas de san Pancracio
Y así comenzaron las catacumbas. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe.
Andando el tiempo, las áreas funerarias se ensancharon, a veces por iniciativa de la misma Iglesia. Es típico el caso de las catacumbas de San Calixto: la Iglesia asumió directamente su administración y organización, con carácter comunitario.
Con el edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente, construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad y comprar lotes de tierra sin peligro de que se les confiscasen.
Sin embargo, las catacumbas siguieron funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires importantes.
Descubrimientos de De Rossi
Cuando los bárbaros (Godos y Longobardos) invadieron Italia y bajaron a Roma, destruyeron sistemáticamente muchos de sus monumentos y saquearon muchos lugares, incluidas las catacumbas.
Impotentes frente a tales devastaciones, que se realizaron repetidamente, hacia la mitad del siglo VIII y el comienzo del IX los papas hicieron trasladar las reliquias de los mártires y de los santos a las iglesias de la ciudad, por razones de seguridad.
Una vez realizado el traslado de las reliquias, no se volvieron a visitar las catacumbas y se abandonaron totalmente, excepto las de San Sebastián, San Lorenzo y San Pancracio.
Con el tiempo, materiales de desprendimientos y la vegetación obstruyeron y escondieron las entradas de las demás, hasta el punto de que se perdió su rastro. Y durante toda la Edad Media se ignoró dónde se encontraban.
Sección geológica de las Catacumbas de San Calixto realizada por De Rossi
La exploración y el estudio científico de las catacumbas empezaron, siglos más tarde, con Antonio Bosio (1575-1629), llamado el "Colón de la Roma subterránea".
Y en el siglo pasado, Juan Bautista de Rossi (1822-1894), considerado el fundador y padre de la Arqueología Cristiana, realizó la exploración sistemática de las catacumbas, especialmente de las de San Calixto.
La Presentación de Nuestra Señora es la fiesta de la entrega voluntaria a Dios
La presentación de Nuestra Señora no se narra en los evangelios. Es una tradición piadosa muy antigua, que ha tenido amplia repercusión en toda la Iglesia universal.
Los datos sobre la presentación de Nuestra Señora en el Templo de Jerusalén se incorporaron a la tradición cristiana a través de los evangelios apócrifos, que a su vez deben apoyarse en un relato más antiguo. A partir del siglo V los Santos Padres hacen referencia a este acontecimiento, y después los teólogos, santos y oradores sagrados lo han comentado de muchas maneras.
El pueblo cristiano pronto hizo suya esta fiesta. En Oriente parece que se conmemoraba desde el siglo VI en algunos puntos de forma particular, hasta que en 1143 Miguel Comneno la declaró obligatoria para todo su imperio.
La Presentación de Nuestra Señora es la fiesta de la entrega voluntaria a Dios
Lo más importante y lo que es necesario destacar en esta fiesta es la consagración de la Virgen al Señor desde su infancia. "Mis obras son para el Rey", dice el introito de la misa de este día. Todas las obras de Nuestra Señora fueron siempre para el Rey, puesto que sabemos que desde el primer instante de su concepción inmaculada estaba llena de gracia.
Y todos estos años de su vida, hasta el momento de su matrimonio con José, fueron una preparación, en la soledad y el recogimiento, para algo que Ella aún no sabía, pero que Dios tenía preparado desde toda la eternidad.
María amaba el silencio, como sabemos por el testimonio de San Lucas ("guardaba todas las cosas en su corazón") y durante este tiempo dispuso silenciosamente su alma para cumplir siempre la voluntad del Señor.
"María, se consagró a Dios, escribe F. William porque su vida en Dios despertaba en su alma un anhelo que se apoderaba de ella por completo: el de pertenecer a Dios de tal manera, que no quedase libre ni un átomo de su ser.
Este anhelo, que ya se prendió en su alma cuan do empezó a ser consciente, se fue desarrollando con más rapidez que ella misma. Como el murmurar de una fuente es siempre el mismo, y el mismo el silbido del viento, como el fuego lanza su llama sin cesar a las alturas, así los sentimientos y aspiraciones de María eran siempre los mismos y estaban dirigidos a Dios únicamente."
María se presentó ciertamente a Dios en su niñez, y ante su acatamiento puso su alma en la postura de humilde disponibilidad, que fue la característica constante de su vida, y que ella misma resumió en una frase cuyo contenido no se agotará jamás por mucho que se medite: "He aquí la esclava del Señor".
Por ser éste el sentido de la fiesta de la Presentación de Nuestra Señora, se considera especialmente dedicada a las almas consagradas a Dios en la vida religiosa, y muchas órdenes renuevan sus votos en este día.
Sin embargo, debe ser también la fiesta de todos los cristianos, porque ninguno, si quiere serlo de veras, podrá escaparse a la obligación de presentarse ante Dios humildemente y ponerse en sus manos para que Él disponga de su vida libremente.
La Presentación de Nuestra Señora es la fiesta de la entrega voluntaria a Dios, es la fiesta de los que aspiran de verdad a renunciar a su voluntad para hacer solamente la del Señor.
Las catacumbas están formadas por galerías subterráneas, que parecen verdaderos laberintos y que en conjunto alcanzan a medir muchos kilómetros.
En las paredes de toba de este intrincado sistema de galerías se excavaron filas de nichos rectangulares, llamados lóculos, de diferentes dimensiones, capaces de albergar un solo cadáver, aunque no era raro que contuviesen dos o más.
La sepultura de los primeros cristianos era muy sencilla y pobre. Siguiendo el ejemplo de la de Cristo, se envolvían los cadáveres en una sábana o lienzo, sin ataúd. Los lóculos se cerraban después con lápidas de mármol o, en la mayor parte de los casos, con piezas de barro cocido y se fijaban con argamasa.
Sobre la tapa se grababa a veces el nombre del difunto, con un símbolo cristiano o el deseo de paz en el cielo. Con frecuencia se ponían junto a las tumbas lámparas de aceite o redomas con perfumes.
Por su colocación en filas superpuestas, las tumbas daban la idea de un gran dormitorio, llamado cementerio, término de origen griego que significa "lugar de descanso". De este modo, los cristianos querían afirmar su fe en la resurrección de los cuerpos.
Además de los lóculos, había otras clases de tumbas:
El arcosolio, el sarcófago, la forma, el cubículo y la cripta.
El arcosolio, una tumba típica de los siglos tercero y cuarto, es un nicho mucho más grande con un arco encima. La lápida de mármol se ponía horizontalmente. Generalmente el arcosolio servía de tumba a toda una familia.
El sarcófago es un sepulcro de piedra o de mármol, ordinariamente adornado con esculturas en relieve o con inscripciones.
La forma es una tumba excavada en el suelo de las criptas, de los cubículos o de las galerías. Numerosas formas se encuentran junto a las tumbas de los mártires.
Los cubículos (el término significa "cuartos de dormir") eran pequeñas piezas, verdaderas tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos. El uso de una tumba de familia no era un privilegio reservado a los ricos. Los cubículos y los arcosolios estaban con frecuencia decorados con frescos que tomaban escenas bíblicas y reproducían los temas del Bautismo, la Eucaristía y la Resurrección, simbolizada con el ciclo de Jonás.
La cripta es una pieza más grande. En tiempos del papa San Dámaso, muchas tumbas de mártires se transformaron en criptas, es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas, mosaicos y otros tipos de decoración.
Las catacumbas eran tarea exclusiva de una asociación especializada de trabajadores llamados "fossores" (excavadores).
Excavaban una galería tras otra a la débil luz de sus lámparas y para llevar la tierra a la superficie se servían de cestos o sacos que hacían pasar a través de los lucernarios, que se habían abierto en la bóveda del techo de las criptas, de los cubículos o a lo largo de las galerías.
Los lucernarios eran grandes pozos que llegaban hasta la superficie. Cuando concluía el trabajo de excavación, los lucernarios quedaban abiertos al aire y la luz como conductos de ventilación e iluminación.
Los antiguos cristianos no usaban el término de "catacumba". La palabra es de origen griego y significa "cavidad", "cuenca". Los Romanos llamaban así a una localidad de la Vía Appia, en la que se encontraban canteras para la extracción de los bloques de toba.
Allí cerca se excavaron las catacumbas de San Sebastián. En el siglo IX el término se extendió a todos los cementerios con el significado específico de cementerios subterráneos.
Los primeros cristianos vivían en medio de una sociedad mayoritariamente pagana y hostil. Desde la persecución de Nerón (64 después de Cristo) se consideraba que su religión era "una superstición extraña e ilegal".
Los paganos desconfiaban de los cristianos y se mantenían a distancia, sospechaban de ellos y los acusaban de los peores delitos. Los perseguían, los encarcelaban y los condenaban al destierro o a la muerte.
Los símbolos más utilizados
Buen Pastor
Como no podían profesar abiertamente su fe, los cristianos se valían de símbolos que pintaban en los muros de las catacumbas y, con mayor frecuencia, grababan en las lápidas de mármol que cerraban las tumbas.
Como a todos los antiguos, a los cristianos les agradaba mucho el simbolismo. Los símbolos expresaban visiblemente su fe.
El término "símbolo" se aplica a un signo concreto o a una figura que, de acuerdo con la intención del autor, evoca una idea o una realidad espiritual.
Los símbolos más importantes son el Buen Pastor, el "orante", el monograma de Cristo y el pez.
El Buen Pastor
Con la oveja sobre los hombros representa a Cristo salvador y al alma que ha salvado. Este símbolo se encuentra con frecuencia en los frescos, en los relieves de los sarcófagos, en las estatuas, así como grabado sobre las tumbas.
El orante
Esta figura, representada con los brazos abiertos, es símbolo del alma que vive ya en la paz divina.
El monograma de Cristo
Está formado por dos letras del alfabeto griego: la X (ji) y la P (ro) superpuestas.
Son las dos primeras letras de la palabra griega "Christòs" (Jristós), es decir, Cristo. Este monograma, puesto en una tumba, indicaba que el difunto era cristiano.
El pez
En griego se dice "IXTHYS" (Ijzýs). Puestas en vertical, estas letras forman un acróstico: "Iesús Jristós, Zeú Yiós, Sotér" = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador.
Acróstico es una palabra griega que significa la primera letra de cada línea o párrafo. Es un símbolo muy difundido de Cristo, emblema y compendio de la fe cristiana.
IXTHYS
Otros símbolos son la paloma, el Alfa y la Omega, el ancla, el ave fénix, etc.
La paloma con el ramo de olivo en el pico es símbolo del alma en la paz divina.
El Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Significan que Cristo es el principio y el fin de todas las cosas.
El ancla es el símbolo de la salvación, símbolo del alma que ha alcanzado felizmente el puerto de la eternidad.
El ave fénix, ave mítica de Arabia que, según creían los antiguos, renace de sus cenizas después de un determinado número de siglos, es el símbolo de la resurrección.
Los símbolos y los frescos son como un Evangelio en miniatura, una síntesis de la fe cristiana.
Importancia de las catacumbas
En Roma hay más de sesenta catacumbas, con cientos de kilómetros de galerías y decenas de miles de tumbas. También hay catacumbas en Chiusi, Bolsena, Nápoles, Sicilia oriental y Africa del Norte.
El sistema de excavación subterránea no lo inventaron los cristianos ni lo causaron las persecuciones. Las catacumbas eran simplemente cementerios colectivos cristianos, excavados en la profundidad de la tierra.
Los cristianos adoptaron la técnica de la excavación que ya existía y la desarrollaron en gran escala con una vasta red de galerías en niveles superpuestos. Esta fue la solución para los problemas del entierro para una gran comunidad con un número creciente de miembros.
El rápido y enorme desarrollo de algunas catacumbas se explica con el culto de los mártires que se sepultaban en ellas, porque muchos cristianos insistían en tener una tumba cerca de los venerados sepulcros, para asegurarse su protección.
Las catacumbas, por la importancia que encierran, reciben hoy la visita de miles de peregrinos de todas las partes del mundo.
Primera imágen de la Virgen. Catacumba de Santa Priscila
Por su precioso patrimonio de pinturas, inscripciones, esculturas, etc., son consideradas auténticos archivos de la Iglesia primitiva, que documentan los usos y costumbres, los ritos y la doctrina cristiana como se entendía, se enseñaba y se practicaba entonces.
Los primeros cristianos no sepultaron su fe y su vida bajo tierra, sino que vivieron la vida común del pueblo en la familia, en la sociedad, en todos los trabajos, empleos y profesiones.
Dieron testimonio de su fe en todas partes, pero fue en las catacumbas donde aquellos heroicos cristianos encontraron la fuerza y el apoyo para afrontar las pruebas y las persecuciones, mientras oraban al Señor e invocaban la intercesión de los mártires.
Los cristianos de los primeros tiempos dieron un maravilloso testimonio de Cristo, muchos de ellos hasta el derramamiento de la sangre, de modo que su martirio se convirtió en un distintivo glorioso de la Iglesia.
A pesar del hecho de que las catacumbas no son, después de todo, más que cementerios, hablan a la mente y al corazón de los que las visitan con un lenguaje silencioso y eficaz.
En las catacumbas todo habla de vida más que de muerte. Cada galería, cada símbolo o pintura que se encuentra, cada inscripción que se lee, hace revivir el pasado y ofrece un claro mensaje de fe y de testimonio cristiano.
"Estoy a punto de derramar mi sangre en sacrificio, y el momento de mi partida es inminente.
He peleado el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe.
Por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que han deseado con amor su venida."
(2tm 2, 8-10)
Entre los primeros cristianos de Roma había discípulos de San Pablo, como atestigua la larga lista de saludos escrita al final de la Carta a los Romanos.
En el Aventino vivían Aquila y Prisca -o Priscila-, un matrimonio de comerciantes que habían conocido al Apóstol en Corinto; otras personas que aparecen citadas eran de origen judío, griego o del Asia Menor: se habían desplazado a vivir en la capital del Imperio después de haber oído predicar el Evangelio a Pablo en sus lugares de procedencia.
El tono afectuoso de esos saludos refleja la fraternidad que existía entre los primeros fieles. Pese a la variedad de proveniencias y condiciones sociales -desde esclavos hasta miembros de la nobleza-, estaban muy unidos. Fueron familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo.
Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban.
Eso fueron las primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído.
Alojamiento de San Pablo en Roma
En este clima de estrecha unidad, es lógico que la llegada de San Pablo a la Urbe causara entre los cristianos de Roma una explosión de alegría. Algunos le debían la fe, como hemos mencionado, y todos habían oído hablar del Apóstol y tendrían grandes deseos de conocerlo. Además, la maravillosa Carta que les había enviado en el año 57 o 58 constituía un notable motivo de gratitud.
Era natural, por tanto, que quisieran abreviar la espera saliendo a su encuentro por la Vía Apia. Unos lo alcanzaron en el Foro de Apio y otros en Tres Tabernas, a 69 y 53 kilómetros de Roma respectivamente. En los Hechos de los Apóstoles se comenta que al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimos.
Una vez llegado a Roma, a mediadosdel año 61, le fue permitido a Pablo vivir en una casa particular con un soldado que le custodiara. Los ciudadanos romanos tenían derecho a este tipo de prisión, llamada custodia militaris, a medio camino entre la custodia libera, o libertad vigilada, y la custodia publica, o detención penal.
El prisionero podía escoger una residencia, y el militar que lo vigilaba debía acompañarlo a todas horas y tenerlo atado con una cadena al salir a la calle. Según una antigua tradición, el Apóstol residió en una casa de alquiler junto a la gran curva que describe el Tíber a la altura de la Isla Tiberina.
Era una zona densamente habitada, en la que vivían numerosos judíos. Según han mostrado algunas excavaciones arqueológicas, muchos de ellos eran curtidores.
Donde se encontraba esa casa, se alza la iglesia de San Paolo alla Regola, la única dedicada al Apóstol dentro de los antiguos muros de Roma. Según se entra, a la derecha, puede leerse en un arquitrabe: Divi Pauli Apostoli Hospitium et Schola, Alojamiento y Escuela de San Pablo Apóstol.
En este lugar se ha encontrado un edificio de época imperial que, como otros de la zona, tenía adosado un amplio granero. Corresponde a la descripción de la casa de San Pablo que aparece en algunos documentos del siglo II; la presencia del espacioso granero explicaría cómo fue posible que, casi recién llegado a Roma, el Apóstol pudiera convocar en su alojamiento a un gran número de judíos que vivían en la Urbe para anunciarles el Reino de Dios.
El resultado de aquella larga reunión fue que algunos hebreos creyeron, pero San Pablo también encontró mucha resistencia al Evangelio. Por eso, concluyó que a partir de entonces se iba a dedicar a los gentiles, porque ellos sí escucharían el mensaje de salvación.
Durante dos años permaneció San Pablo en aquella casa, extendiendo el fuego de su fe y amor a Cristo en pleno corazón de la Roma imperial. Prisionero -o al menos sin libertad de movimientos-, sin embargo estaba convencido de que todas las cosas son para bien de los que aman a Dios, y por eso podía escribir a los filipenses:
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han ocurrido han servido para mayor difusión del Evangelio, de tal modo que, ante el pretorio y ante todos los demás, ha quedado patente que me encuentro encadenado por Cristo, y asila mayor parte de los hermanos en el Señor, alentados por mis cadenas, se han atrevido con más audacia a predicar sin miedo la palabra de Dios."
El lugar del martirio
El libro de los Hechos de los Apóstoles termina relatando que Pablo permaneció dos años completos en el lugar que había alquilado, y recibía a todos los que acudían a él. Predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente a Nuestro Señor Jesucristo.
Todo parece indicar que al cabo de ese periodo de tiempo -el máximo previsto por la ley romana para la custodia militaris-, San Pablo recobró su libertad y pudo dejar la Urbe para dirigirse a otros lugares. Al escribir a los romanos, años antes, ya había manifestado su intención de viajar a Hispania para predicar el Evangelio, y tal vez la puso por obra en el año 63 .
De lo que escribe en sus últimas cartas -a Timoteo y a Tito- se deduce que, entre el 63 y el 66 (o 67) d.C., San Pablo viajó por distintas ciudades de Grecia y de Asia Menor.
Entretanto, durante el verano del año 64 había comenzado la cruel persecución neroniana contra los cristianos de Roma, que luego se propagó a otras zonas del imperio. Posiblemente Pablo fue apresado en Tróade, ya que salió de esa ciudad sin llevar consigo ni siquiera su manto de viaje. Tras la detención, bajo la custodia de unos cuantos soldados, fue llevado de nuevo hasta Roma.
Este segundo cautiverio resultó mucho más riguroso que el anterior. Se trató de lo que el Derecho romano llamaba custodia publica, detención en la cárcel como un delincuente común. A Pablo -ya anciano y cansado- le pesa, en esta situación dura, verse alejado de sus más estrechos colaboradores.
Sólo Lucas -el médico fiel- permanece a su lado, y el Apóstol escribe a Timoteo para que venga cuanto antes a Roma. Algunos de sus discípulos le habían abandonado a la hora de la dificultad, y sobre todo le duele la deserción de Demas, que le dejó por amor a la vida mundana.
Privado completamente de libertad y con el corazón herido por esas infidelidades, Pablo padecía como sólo pueden hacerlo quienes saben amar sin medida. Al mismo tiempo, su confianza total en el Señor le llenaba de ánimo, y exclamaba:
Estoy sufriendo hasta verme en cadenas como un malhechor: ¡pero la palabra de Dios no está encadenada! Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo Jesús, junto con la gloria eterna.
Los cristianos de Roma procuraron estar cerca del Apóstol, atendiéndole en la medida en que lo permitía la persecución. San Pablo envía saludos de su parte a Timoteo, destacando los nombres de Eúbulo, Pudente, Lino y Claudia.
En esos momentos, cuando escribe a su discípulo predilecto, el Apóstol ha acudido a la primera audiencia en el tribunal y ha logrado un aplazamiento de la causa. Sabe que cuenta con algunos meses de tiempo, y por eso insta a Timoteo para que se dé prisa en venir, antes del invierno.
Sin embargo, Pablo no tiene dudas sobre cuál será la sentencia final: Estoy apunto de derramar mi sangre en sacrificio, y el momento de mi partida es inminente. He peleado el noble combate, he alcanzado lameta, he guardado la fe.
Por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que han deseado con amor su venida.
No sabemos si Timoteo llegó a tiempo para dar el último abrazo a quien él y toda su familia debían la fe. Pablo fue condenado a muerte y ejecutado diez días después de la sentencia, como establecía la ley. Por tratarse de un ciudadano romano, se le decapitó sin presencia de público y fuera de los muros de la ciudad.
El lugar del martirio de San Pablo se encuentra en lo que actualmente es el barrio del EUR, al sur de Roma. Los habitantes de la ciudad denominaban ese sitio ad aquas salvias, y allí existía un cementerio cristiano desde el siglo III, y una iglesia desde el IV o el V d.C.
En el siglo VII, el Papa Onorio I hizo construir junto a la iglesia un monasterio en el que vivían monjes provenientes de Cilicia -la tierra de San Pablo-, alabando continuamente al Señor en el lugar donde el Apóstol fue martirizado. En el siglo XI d.C. esa abadía pasó a los benedictinos, y en 1140 a los cistercienses, que la habitaron hasta que, en 1867, Pío IX la concedió a los trapenses.
En el transcurso de los siglos no han faltado visitantes ilustres a la Abadía de las Tres Fuentes: Carlomagno rezó en la antigua iglesia en la Navidad del año 800; San Bernardo, mientras celebraba la Misa un día del año 1138, tuvo la visión de una escala que llevaba hasta el Cielo; y San Felipe Neri acudió en 1550 para rezar y pedir consejo a su confesor -uno de los monjes- sobre si debía o no irse como misionero a las Indias.
El monje le dijo: No vayas, Felipe, tus Indias están en Roma, y estas palabras fueron refrendadas por un suceso sobrenatural.
La tumba de San Pablo
El cuerpo de San Pablo fue enterrado en un cementerio que se encontraba en la vía Ostiense. Los cristianos enseguida adornaron su tumba con un trofeo, un modesto monumento similar al que se puso en la sepultura de San Pedro.
El presbítero Gayo habla, a finales del siglo II d.C., de los trofeos de los Apóstoles que fundaron la Iglesia deRoma, que se encuentran en el Vaticano y en la via Ostiense. Después del edicto del año 313, el emperador Constantino hizo construir una basílica para custodiar y venerar la tumba del Apóstol de las Gentes.
El templo era de dimensiones no muy grandes, y fue ampliado a finales del siglo III con la Basílica de los Tres Emperadores, llamada así porque la empezó Valentiniano II, prosiguió los trabajos Teodosio y la terminó Arcadio. El corazón de esta segunda basílica, como sucedía en la primera, era la tumba de San Pablo. En los dos casos, el altar estaba justo encima del sepulcro.
La basílica actual fue edificada en el siglo XIX d.C., después de que un incendio destruyera la anterior en 1823. Durante las obras de reconstrucción, se desenterró la zona de la tumba y dos arquitectos hicieron algunos dibujos de su disposición.
Aparte de lo que mostraban esos bocetos, más bien imprecisos, poco más se sabía de la sepultura, hasta que el pasado mes de diciembre (del año 2006) se ha hecho público el hallazgo de un sarcófago de mármol, situado en la Confessio de la basílica y del que se piensa que es aquel en el que se depositaron los sagrados restos de San Pablo.
Su hechura modesta contrasta con el acabado mucho más artístico de otros sarcófagos que se encontraron a su alrededor a mediados del XIX: la diferencia de calidad puede deberse a que, sabiendo que contenía los restos del Apóstol, los emperadores prefirieron dejarlo como estaba y no sustituirlo por otro más rico.
El 14 de diciembre de 2006, pocos días después de haberse anunciado el hallazgo de este sarcófago, estuvo rezando en la basílica el arzobispo ortodoxo de Atenas y de toda la Grecia.
Ese mismo día había visitado al Papa en el Vaticano. Intercambiaron regalos que manifestaban el anhelo de alcanzar la unidad: una representación de Nuestra Señora como Panaghia -toda santa- y un icono con la imagen clásica del abrazo entre San Pedro y San Pablo.
Ha sido la primera vez en la historia que un Primado de Grecia acude a visitar oficialmente al Papa. Sin duda, esta noticia alentadora nos habrá impulsado a rezar con fuerza por la unidad de los cristianos en este mes de enero, durante el octavario que precede a la fiesta de la Conversión de San Pablo.