Jaume Pujol, Obispo de Tarragona

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Entrevista concedida a www.primeroscristianos.com por don Jaume Pujol, arzobispo metropolitano de Tarragona y primado, impulsor del año Jubilar de San Fructuoso, con motivo de la próxima clausura del mismo.

 

El amor, el compromiso, la coherencia son improntas que marcan al cristiano de cualquier época; si no, no lo sería. El mártir —en cualquier tiempo y lugar— lleva hasta las últimas consecuencias aquel mandato de Cristo: “Amarás a Dios sobre todas la cosas y al prójimo como a ti mismo”.

Entrevista concedida a www.primeroscristianos.com por don Jaume Pujol, arzobispo metropolitano de Tarragona y primado, impulsor del año Jubilar de San Fructuoso, con motivo de la próxima clausura del mismo.

A punto ya de concluir el año jubilar, ¿qué balance hace de este periodo?

He podido comprobar la actitud de muchos jóvenes, antes y después de conocer a los Santos Mártires, y he percibido que algo ha sucedido en sus corazones. Por eso, para mí, el Año Jubilar no ha sido más que una primera piedra, un punto de partida. Un Jubileo es un tiempo de conversión, de reflexión; por tanto, es un período en el que hemos pedido perdón por nuestras muchas faltas y omisiones y hemos comprobado que hay todavía muchísimo qué hacer. Un Año Jubilar, en realidad, no concluye con los actos de clausura, sino que es un hito en el camino, el principio de una nueva etapa para recorrer la cual contamos con las gracias obtenidas.

Desde su perspectiva privilegiada, ¿qué rasco destacaría en la figura de san Fructuoso?

Hay mucho a destacar en mi santo antecesor; sin embargo, leyendo las Actas de su martirio hay un párrafo que siempre me ha impresionado. Dice así: “Y cuando Fructuoso con sus diáconos era conducido al anfiteatro, el pueblo empezó a condolerse del obispo Fructuoso, porque era tan amado no sólo de los hermanos, sino también de los gentiles”... Eso significa que supo ser el obispo de todos, que supo amar. Desde mi responsabilidad como sucesor suyo, pido a Dios que sea capaz de conseguir ser el obispo de todos. 

También me emociona su enorme fe. Ahora, cuando parece que un cierto pesimismo, que un cierto desánimo se apodera de nuestros corazones, resuenan como un aldabonazo aquellas esperanzadas palabras de san Fructuoso: “Ya no os faltará pastor ni os podrá fallar la caridad y la promesa del Señor tanto en este siglo como en el futuro”. Y, si nos paramos a pensar, nuestras circunstancias actuales no son peores que las que vivió san Fructuoso, y no olvidemos que esas palabras las pronunció cuando estaba a punto de subir a la hoguera.

Por otra parte, que a la Iglesia tarraconense no le ha faltado nunca pastor es algo evidente; luego, ¿cómo podemos dudar del resto de palabras del santo obispo cuando están reforzadas por las promesas de Cristo?

Mucha gente piensa que el ejemplo de los mártires de los primeros siglos no puede decir nada a los cristianos de hoy, que son épocas distintas; ya no hay, dicen, persecuciones ¿Le parece acertada esta visión?

En absoluto. En primer lugar, nunca ha dejado de haber persecuciones, incluso cruentas. ¿Qué es, sino persecución, la situación que padecen los cristianos en algunas regiones de la India o del Congo? Que algo no llegue al conocimiento del gran público, no quiere decir que no exista.

Ciertamente que ahora no se sacrifica a los mártires en un anfiteatro, pero persiste el hecho de que muchas personas den testimonio de su fe hasta entregar la vida por ella. Además, no debemos olvidar que todos los mártires —tanto pasados como actuales— dan su vida por amor: por amor a Cristo y a los demás.

Y no olvidemos tampoco que evitar ser mártir es muy fácil: san Fructuoso hubiese podido escapar de la hoguera haciendo una pequeña libación en honor de los emperadores y los mártires de la India —por poner un ejemplo de hace pocas semanas— hubieran escapado al sacrificio con sólo haberse quedado en su país y dejando que los más pobres entre los pobres se las compusieran como pudieran.

El amor, el compromiso, la coherencia son improntas que marcan al cristiano de cualquier época; si no, no lo sería. El mártir —en cualquier tiempo y lugar— lleva hasta las últimas consecuencias aquel mandato de Cristo: “Amarás a Dios sobre todas la cosas y al prójimo como a ti mismo”. Y, ¿no es cierto que, si se ama a alguien, daríamos incluso la vida por ese alguien?

El Santo Obispo, a punto de sufrir el martirio, declaró: "Yo tengo que acordarme de la Iglesia Católica, extendida de Oriente  Occidente". En su opinión, ¿cómo pueden los fieles manifestar del emjor modo posible su amor a la Iglesia y al Papa?

La idea de la universalidad de la Iglesia que tenía san Fructuoso es algo que siempre me ha impresionado. Además, aunque sea algo casual, no deja de ser algo que mueve a la reflexión el que la celebración de su memoria tenga lugar durante el Octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Por otro lado, esa universalidad de la Iglesia la hemos vivido a lo largo de este Año Jubilar. Recuerdo, con especial emoción, las misas jubilares dedicadas a los católicos latinoamericanos, de la Europa del Este, del continente asiático, etc. Hemos tenido ocasión de ver cómo multitud de personas de diversas culturas, étnias y nacionalidades, vibraban al unísono en su amor a Jesucristo.

Respondiendo a su pregunta, diría que no son necesarias demostraciones espectaculares, sino que bastaría el ejemplo que demos en la vida diaria. Si nos llamamos “cristianos”, vivamos como cristianos... ¿Acaso hay una manera mejor de manifestar ese amor que amando? Ojalá pudieran decir de nosotros lo que se decía de los primeros cristianos. “¡Mirad cómo se aman!”... Si así lo hiciéramos, muchísimas personas vendrían a llamar a las puertas de la Iglesia porque, como dice el viejo refrán, “Fray Ejemplo es el mejor predicador”.

+ Jaume Pujol Balcells

Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

 

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