"Lamentarse de los propios sufrimientos ante Dios no es pecado, sino una oración del corazón"

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Lamentarse de los propios sufrimientos ante Dios no es pecado, sino una oración del corazón que llega al Señor: así lo afirmó el Papa esta mañana en la Misa en Santa Marta. Estaban presentes algunos miembros de la Congregación para el Culto Divino y de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Concelebraron, entre otros, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, mons. Cesare Pasini y mons. Joseph Di Noia.

"Dios escucha al que le grita desesperado"

Lamentarse de los propios sufrimientos ante Dios no es pecado, sino una oración del corazón que llega al Señor: así lo afirmó el Papa esta mañana en la Misa en Santa Marta. Estaban presentes algunos miembros de la Congregación para el Culto Divino y de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Concelebraron, entre otros, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, mons. Cesare Pasini y mons. Joseph Di Noia.

La historia de Tobías y Sara, recogida en la primera lectura del día, fue el centro de la homilía del Papa: dos personas justas que viven situaciones dramáticas. El primero se vuelve ciego a pesar de realizar obras buenas, incluso arriesgando la vida; la segunda se desposa con siete hombres que mueren antes de la noche de bodas. Ambos, en su inmenso dolor, piden a Dios que les haga morir. “Son personas en situaciones límite – observa el Papa – situaciones precisamente en el subsuelo de la existencia, y buscan una salida. Se lamentan” pero “no blasfeman”:

“Y lamentarse ante Dios no es pecado. Un sacerdote que conozco una vez le dijo a una mujer que se lamentaba ante Dios por sus calamidades: ‘Pero, señora, esa es una forma de oración. Siga adelante’. El Señor escucha nuestros lamentos. Pensemos en los grandes, en Job, cuando en el capítulo III (dice): ‘Maldito el día en que nací’. Y también Jeremías, en el capítulo XX: ‘Maldito el día…’. Se lamentan incluso con una maldición, no al Señor, sino a esa situación, ¿no? Esto es humano”.

Hay muchas personas que viven casi al límite, subrayó el Papa: niños desnutridos, prófugos, enfermos terminales. En el Evangelio del día – observa – están los Saduceos que presentan el caso límite de una mujer, viuda de siete hombres. No hablaban de este caso con el corazón:

“Los saduceos hablaban de esta mujer como si fuese un laboratorio, todo aséptico, todo… Era un caso de moral. Nosotros, cuando pensamos en esta gente que sufre tanto, ¿pensamos como si fuese un caso de moral, puras ideas, ‘pero, en este caso, … este caso …’, o pensamos con nuestro corazón, con la nuestra carne, también? A mi no me gusta cuando se habla de estas situaciones de manera tan académica y no humana, a veces con las estadísticas … pero sólo así. En la Iglesia hay muchas personas en esta situación”.

En estos casos – afirma el Papa – hay que hacer lo que dice Jesús, rezar:

“Rezar por ellos. Ellos deben entrar en mi corazón, deben ser una inquietud para mí: mi hermano sufre, mi hermana sufre. Este es el misterio de la comunión de los Santos: rezar al Señor: ‘Pero, Señor, mira a ese: llora, sufre’. Rezar, permitidme que lo diga, con la carne: que nuestra carne rece. No con las ideas. Rezar con el corazón”.

Y las oraciones de Tobit y Sara, que aunque pedían la muerte se dirigen al Señor, nos dan esperanza – subraya el Papa – porque son acogidas por Dios a su manera, que no les hace morir sino que cura a Tobit y da finalmente un marido a Sara: “La oración – explica – siempre llega a la gloria de Dios, siempre, cuando es oración desde el corazón”. En cambio, “cuando es un caso de moral, como este del que hablaban los saduceos, no llega nunca, porque no sale nunca de nosotros mismos: no nos interesa.Es un juego intelectual”. El Papa Francisco invita, finalmente, a rezar por cuantos viven situaciones dramáticas y sufren mucho y como Jesús en la cruz gritan: “Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Oremos – concluyó –“para que nuestra oración llegue y sea un poco de esperanza para todos nosotros”.

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