Comienza el Miércoles de Ceniza, cuando el sacerdote impone ceniza en la frente o en la cabeza de los católicos para invitarles a la penitencia.
Las cenizas proceden de las ramas de olivo bendecidas el Domingo de Ramos del año precedente.
Todos los viernes de Cuaresma la Iglesia católica propone no comer carne como signo de penitencia. También propone vivir cierto ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Además invita a los cristianos a vivir otras formas de piedad como dar limosna, hacer alguna peregrinación o practicar alguna otra privación voluntaria para preparar la Semana Santa.
Ver Cuaresma en Wikipedia
La Cuaresma es un tiempo de cuarenta días, sin contar los domingos, que comienza con el Miércoles de Ceniza y termina el Sábado Santo. Este es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.
Esta fiesta cristina tiene la singularidad de cambiar de fecha cada año, está condicionada por la Pascua y Resurrección del Señor que es la celebración que marca todo el calendario litúrgico. Puede acontecer entre el 4 de febrero y el 10 de marzo. Siempre se celebra en día Miércoles.
Recibir las cenizas tiene como objetivo recordarnos nuestro origen, “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Con un sentido simbólico de muerte, caducidad, humildad y penitencia, las cenizas nos ayudan a mirar en nuestro interior.
Esta mirada a la interioridad de uno, de reconocer los propios errores y querer rectificarlos, entra en la dinámica de las dos palabras claves de la cuaresma. Al reconocer nuestros pecados, nos arrepentimos y al querer cambiarlos, nos convertimos. Es día de luz en la vida del cristiano que permite reconocer que somos débiles y que necesitamos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús para poder llegar a vivir junto a Él en el Reino de los Cielos.
En la Iglesia esta tradición perdura desde el siglo IX y existe para recordarnos que, al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por los demás hombres. El Miércoles de Ceniza, el sacerdote traza la señal de la cruz con cenizas en nuestra frente para simbolizar penitencia y arrepentimiento, mientras repite las palabras de imposición de las cenizas que se inspiran en las Sagradas Escrituras:
“Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás” Génesis, 3, 19
«El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.» Marcos 1,15
Estas palabras sirven para recordarnos que nuestro lugar definitivo es el Cielo. Su objetivo es sumergirnos más intensamente en el misterio pascual de Jesús, en su muerte y resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad. Las cenizas son los restos de lo que se ha consumido, de los ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior. Un signo que recuerda nuestra cercanía al pecado.
Uno también puede mirarse en el fuego que ha producido esas cenizas. Ese fuego es el amor divino y la Cuaresma, surge, como ese fuego que arde bajo las cenizas: este es el recordatorio de la presencia de Dios en nuestra vida, es la constatación de que Dios, por medio de Cristo, se hace pobre para el enriquecimiento de nuestra vida por medio de su pobreza.
Comienza un tiempo de preparación y de purificación del corazón. Un camino para alcanzar la meta de estar repletos del amor de Dios.
Que se celebra el miércoles de ceniza
El Miércoles de Ceniza, es una fiesta de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación. Está Reconciliación con Dios está integrada por el arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión:
El arrepentimiento debe ser sincero y es bueno que comienza con el Examen de Conciencia.
La confesión de nuestros pecados es expresando por el sacerdote en el sacramento de la confesión.
La penitencia que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote, pero debemos continuarla con la oración, que es la comunicación íntima con Dios y con el ayuno, que representa la renuncia.
Finalmente, la Conversión que representa el seguimiento a Jesús. Recordar la palabra de Jesús, escuchar, leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él. Transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.
En recuerdo del día en que murió Jesucristo en la Santa Cruz, «todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.» Código de Derecho Canónico, canon 1251
Para vivir este tiempo de la mejor manera posible, la Iglesia propone tres actividades clave, destinadas a fomentar un crecimiento espiritual y cierta mortificación interior: la oración, la abstinencia y el ayuno. Estas tres formas de penitencia demuestran una intención de reconciliarse con Dios, uno mismo y los demás.
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia:
El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y.
La abstinencia es no comer carne, es obligada a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años.
Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre. Hacer sacrificios: cuyo significado es «hacer sagradas las cosas«, debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.
“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “ Mt 6,6
Por otra parte, está el ayuno, apunta a que consigamos el dominio frente a nuestros instintos para liberar nuestro corazón. Como dijo Jesús:
“No solo de pan vive el hombre sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aprender a dejar de lado eso que queremos comer o tomar, para darle lugar a Dios en nuestra vida, es otra excelente manera de vivir la cuaresma.» Catecismo de la Iglesia Católica 2043
La Iglesia propone en esta época, otra práctica de generosidad y desapego, la limosna. Es la renuncia voluntaria a diferentes satisfacciones mundanas con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo. Saber dejar de lado para poner al prójimo por encima de las cosas materiales, devuelve el orden natural nuestro interior.
La oración con el corazón abierto es la mejor preparación para la Pascua. La oración sincera nuestro corazón ante la presencia del Padre. Nos permite reconocer la pequeñez de nuestro ser y entender la necesidad de Dios en nuestra propia existencia. El constante diálogo con Dios, la meditación a conciencia de su palabra, es la relación personal que todo cristiano debe aspirar. Se va haciendo más fuerte, fruto de esa relación que se entabla en el hablar con Él.
La oración es la válvula que oxigena el alma. Es el encuentro con el amor incondicional que es Cristo. Somos barro de pecado pero el polvo de la ceniza nos invita a convertirnos y creer en el Evangelio, poniendo todo en manos del Señor y no en nuestras manos pues sólo Él es el que nos libra de la muerte y la corrupción de nuestra vida.
Esto es lo que significa el Miércoles de Ceniza - cuatro cosas que debes saber
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Desde su debut, The Chosen se ganó el favor del público y la crítica por su retrato íntimo y humano de la historia de Jesús de Nazareth y sus discípulos. En esta quinta temporada, el creador Dallas Jenkins se centra en los días previos a la crucifixión, incluyendo los conflictos políticos y religiosos que se intensifican a medida de que el Maestro desafía las expectativas de su pueblo.
“La mesa está puesta. El pueblo de Israel recibe a Jesús como rey mientras sus discípulos esperan su coronación. Pero, en lugar de enfrentarse a Roma, él cambia por completo el significado de la festividad judía. Con su poder amenazado, los líderes religiosos y políticos del país harán todo lo posible para asegurarse de que esta cena de Pascua sea la última de Jesús”, expresa la sinopsis oficial.
Jonathan Roumie, quien interpreta a Jesús en la serie, adelantó que esta entrega será la más desafiante a nivel emocional. En entrevista con The 700 Club, describió la temporada como “un bulldozer, una oleada de emociones y conflictos”.
El actor además destacó la reacción de su personaje ante estos momentos dolorosos y cruciales para su ministerio. “Hemos llegado al punto en que la humanidad de Jesús está en total exhibición. Se va a convertir en el siervo sufrido, y sus respuestas a ello serán completamente humanas”, expresó.
“Ver que todos sus amigos lo abandonan, ya sabes, la desolación, la soledad, la desesperanza, cómo ellos se sienten sobre Jesús. Hay mucha humanidad concentrada aquí”, resumió sobre los nuevos episodios.
El reparto principal de The Chosen regresa para la quinta temporada, encabezado por Jonathan Roumie como Jesús. Junto a él estarán Shahar Isaac (Simón Pedro), Elizabeth Tabish (María Magdalena), Paras Patel (Mateo), Luke Dimyan (Judas), entre otros.
Siguiendo el modelo de la cuarta temporada, The Chosen: La última cena tendrá un estreno cinematográfico antes de estar disponible en streaming.
La primera parte de la temporada estará disponible a partir del 10 de abril en cines latinoamericanos y se pueden adquirir boletos en preventa. Su distribución está a cargo de Trafalgar Releasing.
Tras su emisión en pantalla gigante, la temporada 5 llegará a streaming en algún momento de 2025, confirmó una nota de prensa. En los Estados Unidos, la plataforma que albergará todas las temporadas de The Chosen será Prime Video.
Las estrellas de esta producción volverán a reencontrarse directamente con sus fanáticos en México el próximo 2 de abril, durante un evento exclusivo en Plaza Carso.
Actores como Shahar Isaac (Simón Pedro), Paras Patel (Mateo), Abe Bueno-Jallad (Santiago el Mayor), Vanessa Benavente (María) y Luke Dimyan (Judas) asistirán a la premiere, que incluirá una “Teal-Carpet” donde los seguidores podrán saludarlos antes de la proyección de los primeros dos episodios.
Además, se han programado eventos especiales en Brasil y España, considerando el impacto global de la serie.
La quinta temporada de The Chosen es el preludio para la siguiente entrega, en la que la historia bíblica de Jesús llega a la tensión máxima con el evento de la crucifixión. Fiel a su plan narrativo, la sexta temporada (que retratará el sufrimiento final de su protagonista) tiene su estreno previsto para 2026.
Comienza el Miércoles de Ceniza, cuando el sacerdote impone ceniza en la frente o en la cabeza de los católicos para invitarles a la penitencia.
Las cenizas proceden de las ramas de olivo bendecidas el Domingo de Ramos del año precedente.
Todos los viernes de Cuaresma la Iglesia católica propone no comer carne como signo de penitencia. También propone vivir cierto ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Además invita a los cristianos a vivir otras formas de piedad como dar limosna, hacer alguna peregrinación o practicar alguna otra privación voluntaria para preparar la Semana Santa.
“Fueron detenidos los adolescentes catecúmenos Revocato y Felicidad, ésta compañera suya de servidumbre; Saturnino y Secúndulo, y entre ellos también Vibia Perpetua, de noble nacimiento, instruida en las artes liberales, legítimamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un niño pequeñito al que alimentaba ella misma. Contaba unos veintidós años.
A partir de aquí, ella misma narró punto por punto todo el orden de su martirio (y yo lo reproduzco, tal como lo dejó escrito de su mano y propio sentimiento).
“Cuando todavía -dice- nos hallábamos entre nuestros perseguidores, como mi padre deseara ardientemente hacerme apostatar con sus palabras y, llevado de su cariño, no cejara en su empeño de derribarme:
- Padre –le dije-, ¿ves, por ejemplo, ese utensilio que está ahí en el suelo, una orza o cualquier otro?
- Lo veo –me respondió.
- ¿Acaso puede dársele otro nombre que el que tiene?
- No.
- Pues tampoco yo puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: cristiana.
[…]
De allí a unos días, se corrió el rumor de que íbamos a ser interrogados. Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, se acercó a mí con la intención de derribarme y me dijo:
- Compadécete, hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos; mira a tu madre y a tu tía materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivir.
Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente, si a ti te pasa algo.
Así hablaba como padre, llevado de su piedad, a par que me besaba las manos, se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por el caso de mi padre, pues era el único de toda mi familia que no había de alegrarse de mi martirio. Y traté de animarlo, diciéndole:
- Allá en el estrado sucederá lo que Dios quisiere; pues has de saber que no estamos puestos en nuestro poder sino en el de Dios.
Y se retiró de mi lado, sumido en la tristeza.
Otro día, mientras estábamos comiendo, se nos arrebató súbitamente para ser interrogados, y llegamos al foro o plaza pública. Inmediatamente se corrió la voz por los alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos al estrado. Interrogados todos los demás, confesaron su fe.
Por fin me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre con mi hijito en los brazos, y me arrancó del estrado, suplicándome:
- Compadécete del niño chiquito.
Y el procurador Hilariano, que había recibido a la sazón el ius gladii o poder de vida y muerte, en lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano:
- Ten consideración –dijo- a las canas de tu padre; ten consideración a la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los emperadores.
Y yo respondí:
- No sacrifico.
- Luego ¿eres cristiana?
- Sí, soy cristiana.
Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se lo echara de allí, y aun le golpearon. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez. […]
Luego, al cabo de unos días, Pudente, soldado lugarteniente, oficial de la cárcel, empezó a tenernos gran consideración, por entender que había en nosotros una gran virtud. Y así, admitía a muchos que venían a vernos con el fin de aliviarnos los unos a los otros.
Mas cuando se aproximó el día del espectáculo, entró mi padre a verme, consumido de pena, y empezó a mesarse su barba, a arrojarse por tierra, pegar su faz en el polvo, maldecir de sus años y decir palabras tales, que podían conmover la creación entera. Yo me dolía de su infortunada vejez.
[…]
En cuanto a Felicidad, también a ella le fue otorgada gracia del Señor, del modo que vamos a decir:
Como se hallaba en el octavo mes de su embarazo (pues fue detenida encinta), estando inminente el día del espectáculo, se hallaba sumida en gran tristeza, temiendo se había de diferir su suplicio por razón de su embarazo (pues la ley veda ejecutar a las mujeres embarazadas), y tuviera que verter luego su sangre, santa e inocente, entre los demás criminales.
Lo mismo que ella, sus compañeros de martirio estaban profundamente afligidos de pensar que habían de dejar atrás a tan excelente compañera, como caminante solitaria por el camino de la común esperanza. Juntando, pues, en uno los gemidos de todos, hicieron oración al Señor tres días antes del espectáculo.
Terminada la oración, sobrecogieron inmediatamente a Felicidad los dolores del parto. Y como ella sintiera el dolor, según puede suponerse, de la dificultad de un parto trabajoso de octavo mes, díjole uno de los oficiales de la prisión:
- Tú que así te quejas ahora, ¿qué harás cuando seas arrojada a las fieras, que despreciaste cuando no quisiste sacrificar?
Y ella respondió:
- Ahora soy yo la que padezco lo que padezco; mas allí habrá otro en mí, que padecerá por mí, pues también yo he de padecer por Él.
Y así dio a luz una niña, que una de las hermanas crió como hija. […]
Martirio de las santas Felicidad y Perpetua
Como el tribuno los tratara con demasiada dureza, pues temía, por insinuaciones de hombres vanos, no se le fugaran de la cárcel por arte de no sabemos qué mágicos encantamientos, se encaró con él Perpetua y le dijo:
- ¿Cómo es que no nos permites alivio alguno, siendo como somos reos nobilísimos, es decir, nada menos que del César, que hemos de combatir en su natalicio? ¿O no es gloria tuya que nos presentemos ante él con mejores carnes?
El tribuno sintió miedo y vergüenza, y así dio orden de que se los tratara más humanamente, de suerte que se autorizó a entrar en la cárcel a los hermanos de ella y a los demás, y que se aliviaran mutuamente; más que más, ya que el mismo Pudente había abrazado la fe.
[…]
Mas contra las mujeres preparó el diablo una vaca bravísima, comprada expresamente contra la costumbre. Así, pues, despojadas de sus ropas y envueltas en redes, eran llevadas al espectáculo. El pueblo sintió horror al contemplar a la una, joven delicada, y a la otra, que acababa de dar a luz. Las retiraron, pues y las vistieron con unas túnicas.
La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua, y cayó de espaldas; pero apenas se incorporó sentada, recogiendo la túnica desgarrada, se cubrió la pierna, acordándose antes del pudor que del dolor. Luego, requerida una aguja, se ató los dispersos cabellos, pues no era decente que una mártir sufriera con la cabellera esparcida, para no dar apariencia de luto en el momento de su gloria.
Así compuesta, se levantó, y como viera a Felicidad tendida en el suelo, se acercó, le dio la mano y la levantó. Ambas juntas se sostuvieron en pie, y, vencida la dureza del pueblo, fueron llevadas a la puerta Sanavivaria. Allí, recibida por cierto Rústico, a la sazón catecúmeno, íntimo suyo, como si despertara de un sueño (tan absorta en el Espíritu había estado), empezó a mirar en torno suyo, y con estupor de todos, dijo:
- ¿Cuándo nos echan esa vaca que dicen?
Y como le dijeran que ya se la habían echado, no quiso creerlo hasta que reconoció en su cuerpo y vestido las señales de la acometida. Luego mandó llamar a su hermano, también catecúmeno, y le dirigió estas palabras:
- Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros sufrimientos. […]
Mas como el pueblo reclamó que salieran al medio del anfiteatro para juntar sus ojos, compañeros del homicidio, con la espada que había de atravesar sus cuerpos, ellos espontáneamente se levantaron y se trasladaron donde el pueblo quería. Antes se besaron unos a otros, a fin de consumar el martirio con el rito solemne de la paz.
Todos, inmóviles y en silencio, se dejaron atravesar por el hierro; pero señaladamente Sáturo (que era quien los había introducido en la fe y que se había entregado voluntariamente al conocer su encarcelamiento para compartir así su suerte), como fue el primero en subir la escalera y en su cúspide estuvo esperando a Perpetua, fue también el primero en rendir su espíritu.
En cuanto a ésta, para que gustara algo de dolor, dio un grito al sentirse punzada entre los huesos. Entonces ella misma llevó a su garganta la diestra errante del gladiador novicio. Tal vez mujer tan excelsa no hubiera podido ser muerta de otro modo, como quien era temida del espíritu inmundo, si ella no hubiera querido.
¡Oh fortísimos y beatísimos mártires! ¡Oh de verdad llamados y escogidos para gloria de nuestro Señor Jesucristo! El queesta gloria engrandece, honra y adora, debe ciertamente leer también estos ejemplos, que no ceden a los antiguos, para edificación de la Iglesia, a fin de que también las nuevas virtudes atestigüen que es uno solo y siempre el mismo Espíritu Santo el que obra hasta ahora, y a Dios Padre omnipotente y a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, a quien es claridad y potestad sin medida por los siglos de los siglos. Amén.”
(BAC, D. RUIZ BUENO, ACTAS DE LOS MÁRTIRES, 419-440)
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En él pide a los fieles hacer examen de conciencia y vencer lo que llama la “tentación de la autorreferencialidad”; o de pensar que Dios no perdona de verdad los propios pecados.
También propone como ejercicio el conocer más de cerca la realidad de algún migrante. Dice que puede servir para descubrir lo que Dios pide para ser mejores viajeros que van hacia la casa del Padre.
La Cuaresma de este año empieza el 5 de marzo y es bastante probable que el papa no participe en la celebración del Miércoles de Ceniza, que tiene lugar en las afueras del Vaticano.
El año pasado participó y pidió aprovechar este tiempo litúrgico para conocerse mejor y promover una conversión personal profunda.
FRANCISCO
Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos. La vida no es una actuación, y la cuaresma nos invita a bajar del escenario de la ficción para volver al corazón, a la verdad de lo que somos.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de ayuno y penitencia que sirve a los cristianos para preparar la Semana Santa.
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma.
Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela.
Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos.
Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica.
Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuaresmal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público.
La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro.
El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.
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El 26 de septiembre de 2024, el papa Francisco creó la primera diócesis del país. Y el pasado mes de noviembre Francisco se dirigió a la Iglesia católica estonia con ocasión del centenario de la creación de su administración apostólica, al poco de ser erigida en diócesis. El pontífice felicitó a la Iglesia por su “ejemplo de fe”, a pesar de “décadas de sufrimiento, ocupación y opresión”, y afirmó que “este admirable legado de fe y caridad alentará a la actual generación de sacerdotes, religiosos y fieles laicos”.
La nueva diócesis está encabezada por Mons. Philippe Jourdan, administrador apostólico desde 2005, que llegó de Francia en 1996 y ha adquirido la ciudadanía estonia. En una entrevista para la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) Mons. Jourdan presenta la situación de los católicos en el país.
ACN: ¿Cuál es la situación religiosa en Estonia?
Mons. Jourdan: Estonia sigue siendo uno de los países más secularizados de Europa: alrededor de un 25% de la población es creyente y el resto se declara no creyente, aunque, en realidad, mucha gente cree sin saber realmente en qué cree. Curiosamente, mientras que en el resto de Europa la secularización avanza cada vez más, estos porcentajes se han mantenido bastante estables aquí en los últimos 25 años.
¿Por qué hay tan pocos católicos en Estonia?
La Iglesia católica desapareció de Estonia en el siglo XVI, coincidiendo con la reforma luterana. Durante dos siglos y medio estuvo prohibida y no resurgió hasta principios del siglo XIX. Pero entonces, el país sufrió 50 años de dominio soviético. Por lo tanto, Estonia tiene una historia única como bisagra entre dos mundos que rechazaban el catolicismo.
¿Está cambiando la situación?
Sí, la comunidad católica no deja de crecer. En 1970 éramos menos de una decena y ahora somos entre 7.000 y 10.000. Siempre hemos tenido solicitudes de bautizos pero, desde hace dos a tres años, los catecúmenos son cada vez más jóvenes. No cabe duda de que, desde el Covid-19 y la guerra de Ucrania, los jóvenes de hoy se plantean más preguntas existenciales y algunos también se han dado cuenta de que el ideal postsoviético, que es muy consumista (algo comprensible tras un periodo de gran pobreza), no les llena plenamente.
¿Quiénes forman hoy la comunidad católica de Estonia?
Una mitad son estonios “étnicos”, conversos o hijos de conversos, mientras que la otra mitad son ruso parlantes (el 30% de la población estonia actual es ruso parlante), en parte procedentes de Bielorrusia o Ucrania, y de rito latino u oriental. Además, desde hace 4 a 5 años, contamos con algunos inmigrantes procedentes de todo el mundo.
¿Por qué se ha erigido ahora esta primera diócesis?
Hace cien años, en 1924, el papa Pío XI creó una administración apostólica. Se trataba de una situación temporal, hasta que la Iglesia creciera y se estructurara. Obviamente, los 50 años de régimen soviético frenaron este crecimiento, pero ahora por fin podemos dotar a la Iglesia en este país de una estructura oficial. En la actualidad, contamos con una diócesis con diez provincias (8 de rito latino y 2 de rito oriental) y con 15 sacerdotes de distintas nacionalidades… Es la culminación de un largo camino que ha hecho muy feliz a todo el mundo.
¿Cómo ha acogido la Iglesia luterana esta noticia?
¡Con gran alegría! La creación de esta diócesis ha sido muy bien acogida y ampliamente difundida por la prensa local. El ecumenismo ha avanzado mucho en los últimos años, pues católicos y protestantes han logrado superar siglos de división. Además, compartimos las mismas preocupaciones sobre las cuestiones sociales, la guerra en Ucrania…
¿Cuál es su sentimiento tras haber tomado posesión como obispo de esta nueva diócesis?
Evidentemente, mi deseo es que sigamos creciendo, madurando y organizándonos. Pero, sobre todo, debemos conservar nuestra mayor fuerza, que es la oración. A veces nos sentimos un poco impotentes, pero el Señor no nos deja solos: la Providencia Divina siempre nos ha acompañado. Por tanto, debemos proseguir con nuestra misión, sin descanso, para fomentar las vocaciones y ser portadores de esperanza para todos los que nos rodean.
Hace un poco más de tres millones de años, las placas tectónicas de Arabia y África empezaron a alejarse, ensanchando así la falla del Rift a la que pertenecen el Mar Muerto y el valle del Jordán. Como el nivel del mar estaba entonces más alto que ahora, las aguas del Mediterráneo penetraban en esta depresión formando una laguna.
Con la última glaciación bajó drásticamente el nivel del mar. La laguna se quedó atrapada y se transformó en un lago cerrado en forma de lengua. Por ello, los geólogos le llamaron Lisán (lengua en árabe). Aumentó rápidamente la tasa de salinidad de las aguas del lago por la fuerte evaporación. La sal se acumuló en anchas capas sobre el fondo.
Aquella evolución fue muy lenta. Desde el siglo XX, sin embargo, el Mar Muerto sufrió unos cambios dramáticos y repentinos causados por la actividad humana. La construcción de una presa de agua al sur del Lago de Tiberíades y el desvío de todos los afluentes del río Jordán redujeron dramáticamente las entradas de agua en el Mar Muerto.
Evolución del Mar Muerto. Fuente: Travel Tales of Life.
En su ribera norte, se retiraron las aguas del Mar Muerto sobre varios centenares de metros, en menos de un siglo. La cuenca sur del Mar Muerto sigue en vida únicamente por el agua que recibe de la cuenca norte. Actualmente, el nivel baja de 1,25 metros al año.
Para salvar el Mar Muerto se estudiaron varios proyectos. Uno de ellos consistía en traer agua del Mediterráneo, pero la barrera de las montañas de Judea resultó un obstáculo insuperable. Otro, más realista, proponía construir un conducto entre el Mar Muerto y el Mar Rojo. No se materializó por falta de cooperación entre Israel y Jordania.
A causa de la bajada tan repentina del nivel del Mar, se colapsó parte del litoral formando cráteres y se abandonaron muchos balnearios, creando así escenarios dignos de películas de distopías.
Ruinas del hotel balneario “Lido” construido en los años 1930, al norte del Mar Muerto, durante el mandato británico. Henri Gourinard
Litoral norte del Mar Muerto. En los años 1930, llegaban las aguas hasta la casita. Henri Gourinard
Todas estas características naturales hacen del Mar Muerto un lugar fascinante. Pero su carácter único reside sobre todo en su inserción en la historia bíblica.
Aparece en la Biblia por primera vez en el libro del Génesis, cuando Abraham – entonces llamado Abram – y Lot decidieron separarse para evitar riñas entre los pastores de sus ganados. Fue en sus entornos donde Lot escogió establecerse.
“Alzando Lot sus ojos, vio toda la hoya del Jordán enteramente regada – antes de que destruyera Yavé a Sodoma y Gomorra –, que era como el paraíso de Yavé. Eligió, pues, Lot la hoya del Jordán, y se dirigió al oriente, separándose el uno del otro. Abram habitó en la tierra de Canaán, y Lot moró en las ciudades de la hoya del Jordán, asentando su tienda hasta Sodoma.” – Génesis 13:10-12
Llama la atención la insistencia sobre la fertilidad de la zona tal como la describe la Biblia. A pesar de su aridez, el valle de Jordán y el Mar Muerto – su prolongación hacia el sur – disfruta del agua que cae sobre los montes de Judea (la tierra de Canaán escogida por Abraham) y de unas contadas, pero relativamente abundantes, fuentes de agua dulce, como la de Ein Guedi.
Mapa de Madaba. Crédito: Erich Lessing/Art Resource, NY. Fuente: National Geographic
El profeta Ezequiel se refiere a estas aguas en su visión del Templo:
“y me dijo: Hijo de hombre, estas aguas van a la región oriental, bajan el Arabá y desembocan en el mar, en aquellas aguas pútridas, y éstas se sanearán. Y todos los vivientes que nadan en las aguas, por dondequiera que entre este río, vivirán, y el pescado será allí abundantísimo (…)” – Ezequiel 47:8-9
Estos peces aparecen en el “mapa de Madaba” (Jordania), un mosaico del siglo VI que representa Palestina y sus lugares santos. En la desembocadura del Jordán con el Mar Muerto, el artista dibujó unos peces grandes combatiendo la corriente para no entrar en las aguas “pútridas” del Mar Muerto.
El Señor un día le dijo a Simón: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Estas palabras del Hijo de Dios, calaron profundamente en el corazón y la vida de los primeros cristianos, quienes reconociendo desde la fe la asombrosa elección de este sencillo pescador de Galilea; rodearon a nuestro primer Papa con el respeto, la veneración y la obediencia.
Después de la Resurrección y Ascensión del Señor, Pedro, obediente a la indicación del Señor de confirmar a sus hermanos en la fe, emprendió un fecundo apostolado que lo llevaría a salir de Palestina y recorrer varios lugares hasta llegar a Roma, la capital del Imperio Romano.
La Fiesta de la “Cátedra de San Pedro” tiene su origen en el reconocimiento de todos los fieles, del servicio peculiar del obispo de Roma de guiar a confirmar a la Iglesia en la unidad. La cátedra es la "sede", asiento o sitial, desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por eso es que el templo en donde está la sede del obispo se llama Catedral.
La fiesta se celebra desde los comienzos el 22 de febrero, como aparece consignado en el más antiguo calendario romano, el Cronógrafo, que es del año 354.
Lo que sucede es que en Roma el año terminaba con el mes de febrero. Los últimos días de ese mes, los romanos recordaban a sus difuntos, visitando sus tumbas y celebrando una serie de ritos en ellas. Los primeros cristianos, también visitaban a sus padres en la fe en este mes y como era obvio, las tumbas de Pedro en el Vaticano y de Pablo en la carretera de Ostia eran las más visitadas.
Por lo tanto, esta fiesta era al principio una conmemoración fúnebre de Pedro, que era organizada por toda la comunidad cristiana de Roma en honor de su fundador. En estas reuniones se solían tener banquetes en las tumbas de los mártires, en los que se ponía una silla vacía simbolizando la participación en este caso de Pedro.
Al pasar la gran festividad de Pedro y Pablo al 29 de junio, en la fiesta de febrero que hoy celebramos se "quiso honrar... la promoción del Pescador de Galilea al cargo de Pastor supremo de la Iglesia".
Una tradición piadosa veneraba a una sencilla silla de madera como la sede o cátedra en donde se había sentado el apóstol. En esta silla se sentaron muchos Papas durante algunas importantes celebraciones litúrgicas. En 1666, el gran arquitecto Bernini, construyo en la Basílica de San Pedro un imponente altar coronado con un vitral del Espíritu Santo, para honrar esta reliquia.
Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el 'ministerium petrinum', ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano.
Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles".
La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.
Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona. La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974.
Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyaspartes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.
Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.
Cada 22 de febrero, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro, es iluminado con multitud de velas para significar la unidad de la Iglesia fundada sobre este Apóstol.
San Pedro fija su sede en Roma como cabeza de la Iglesia - año 42 o 44
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