¿Cuáles son los orígenes de la celebración de la Navidad?
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.
La difusión de la celebración
litúrgica de la Navidad fue rápida.
En la segunda mitad del siglo IV
se va extendiendo por todo
el mundo cristiano:
por el norte de Africa (año 360),
por España (año 384).
En el siglo V la Navidad es
una fiesta casi universal.
SOBRE LOS ORÍGENES DE LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD
Los cristianos de la primera generación, es decir, aquellos que escucharon directamente la predicación de los Apóstoles, conocían bien y meditaban con frecuencia la vida de Jesús. Especialmente los momentos decisivos: su pasión, muerte redentora y resurrección gloriosa.
También recordaban sus milagros, sus parábolas y muchos detalles de su predicación. Era lo que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante su vida pública, que habían sido testigos directos de todos aquellos acontecimientos. Acerca de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los conservaba en su corazón.
Cuando se escriben los evangelios sólo se deja constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús. Desde perspectivas diferentes, Mateo y Lucas recuerdan los mismos hechos esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada con José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después fueron a vivir a Nazaret.
Mateo subraya que Jesús es el Mesías descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.
Por su parte, Lucas, centrándose en la Virgen —que representa también a la humanidad fiel a Dios—, enseña que el Niño que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres.
En el siglo II el deseo de saber más sobre el nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago, según otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.
En las primeras generaciones de cristianos la fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo había resucitado: en los díascentrales de la celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.
Sin embargo, posiblemente no conocían con la misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.
¿POR QUÉ SE CELEBRA EL 25 DE DICIEMBRE?
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.
La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.
Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).
Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.
Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte.
En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).
En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.
La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.
Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).
La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano:por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.
Un amuleto de casi 2000 años revoluciona la historia de la extensión del cristianismo en Europa
En un descubrimiento arqueológico sin precedentes, un pequeño amuleto de plata de apenas 3,5 centímetros ha revolucionado la comprensión histórica del cristianismo en el norte de los Alpes. Este hallazgo, conocido como la Inscripción de Plata de Fráncfort, contiene una fina lámina enrollada con 18 líneas grabadas en latín, cuya interpretación está transformando los paradigmas establecidos sobre la expansión del cristianismo durante el final del Imperio Romano.
Investigadores del Centro de Leibniz de Arqueología (LEZA por sus siglas en alemán) encontraron un colgante de 1.800 años de antigüedad en una tumba en las afueras de Frankfurt, Alemania, que puede revolucionar la historia de la expansión del cristianismo en Europa.
El objeto fue hallado en 2018. Desde entonces, el equipo del LEZA dedicó años a su análisis.
El amuleto en el lugar del hallazgo. Crédito: Stadt Frankfurt am Main
Lo que llamó la atención del objeto fue un pergamino metálico que encontraron en su interior, cuyo significado da nuevas pistas sobre la historia del cristianismo en el mundo.
El colgante, de unos 3,5 centímetros de largo, fue encontrado en la tumba de un hombre que habría muerto entre los años 230 y 270 d. C. Lo que despertó el interés de los investigadores fue una lámina de plata enrollada en su interior, que contenía una inscripción apenas legible debido al desgaste del tiempo y a que había sido cuidadosamente plegada para su conservación.
El texto que contiene representa la evidencia más antigua conocida del cristianismo al norte de los Alpes, y data entre el 230 y el 270 d.C.
La lámina con la inscripción, desenrollada digitalmente. Crédito: Leibniz-Institut für Archäologie in Mainz (LEIZA)
Un desafío científico
Ivan Calandra, director de la plataforma de imágenes de LEZA, explicó que interpretar la lámina resultó complejo. Para descifrarla, los expertos usaron complejas tomografías computarizadas que permitieron crear un modelo en 3D que “desenrolló” virtualmente la frágil lámina.
Markus Scholz, profesor del Instituto de Ciencias Arqueológicas de Frankfurt, analizó la inscripción y descubrió que estaba escrita en latín, algo inusual para este tipo de amuletos, que solían llevar textos en griego o hebreo.
Un contenido asombroso
“Lo que hace que este amuleto sea importante es que invoca exclusivamente a Jesucristo y al Dios cristiano”, señaló Tina Rassalle, arqueóloga y miembro del equipo investigador, en una entrevista con LiveScience.
El cristianismo todavía se estaba extendiendo por Europa en la fecha del objeto desde sus orígenes históricos en Israel. Descrito como “puramente cristiano”, el texto latino se refiere al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, así como a Tito, discípulo del apóstol Pablo y uno de los primeros misioneros cristianos y líder de la iglesia.
Según Scholz, el hallazgo es significativo porque en los primeros siglos del Imperio Romano practicar el cristianismo era un acto peligroso. Por ejemplo, el emperador Nerónpersiguió a los cristianos durante el siglo I d. C., y muchos fueron ejecutados o forzados a luchar en el coliseo.
Estas condiciones llevaron a que algunos practicaran su fe en secreto, como en las catacumbas de Roma. En este contexto, portar un amuleto con una inscripción cristiana en latín implicaba un riesgo considerable.
Además, el pergamino de plata contiene el registro más antiguo conocido de frases centrales del cristianismo, el “Santo, santo, santo”, que previamente solo se había documentado a partir del siglo IV. Este hallazgo añade una nueva dimensión al conocimiento sobre las prácticas religiosas de los primeros cristianos en el Imperio Romano.
¿Qué fue la matanza de los inocentes?, ¿es histórica?
“Herodes se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de losMagos” (Mt 2,16).
La matanza de los inocentes pertenece, como el episodio de la estrella de los Magos, al evangelio de la infancia de San Mateo. Los Magos habían preguntado por el rey de los judíos (Mt 2,1) y Herodes —que se sabía rey de los judíos— inventa una estratagema para averiguar quién puede ser aquel que él considera un posible usurpador, pidiendo a los Magos que le informen a su regreso.
Cuando se entera de que se han vuelto por otro camino, “se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16).
El pasaje evoca otros episodios del Antiguo Testamento: también el Faraón había mandado matar a todos los recién nacidos de los hebreos, según cuenta el libro del Éxodo, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10).
San Mateo dice también en el pasaje que con el martirio de estos niños se cumple un oráculo de Jeremías (Jr 31,15): el pueblo de Israel fue al destierro, pero de ahí lo sacó el Señor que, en un nuevo éxodo, lo llevó a la tierra prometiéndole una nueva alianza (Jr 31,31). Por tanto, el sentido del pasaje parece claro: por mucho que se empeñen los fuertes de la tierra, no pueden oponerse a los planes de Dios para salvar a los hombres.
En este contexto se debe examinar la historicidad del martirio de los niños inocentes, del que sólo tenemos esta noticia que nos da San Mateo. En la lógica de la investigación histórica moderna, se dice que «testis unus testis nullus», un solo testimonio no sirve. Sin embargo, es fácil pensar que la matanza de los niños en Belén, una aldea de pocos habitantes, no fue muy numerosa y por eso no pasó a los anales.
Lo que sí es cierto es que la crueldad que manifiesta es coherente con las brutalidades que Flavio Josefo nos cuenta de Herodes: hizo ahogar a su cuñado Aristóbulo cuando éste alcanzó gran popularidad (Antigüedades Judías, 15 & 54-56), asesinó a su suegro Hircano II (15, & 174-178), a otro cuñado, Costobar (15 & 247-251), a su mujer Marianne (15, & 222-239); en los últimos años de su vida, hizo asesinar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo (16 &130-135), y cinco días antes de su propia muerte, a otro hijo, Antipatro (17 & 145); finalmente, ordenó que, ante su muerte, fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran la muerte de Herodes (17 &173-175).
Vicente Balaguer Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.
El primer belén
En el pequeño pueblo italiano de Greccio, hace 800 años, Francisco de Asís decidió celebrar la Navidad recreando el nacimiento, lo que se convertiría en una de las tradiciones más arraigadas del cristianismo para esta festividad.
En el año 1223, el fundador de la orden de los franciscanos pidió permiso al entonces papa Honorio II para que le dejara celebrar el nacimiento de Jesús de manera que "exaltara la devoción de los fieles", según el relato del teólogo san Buenaventura, quien escribió sobre la vida de Francisco de Asís.
Con el aval del pontífice, cuenta, "hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno" a una cueva que se encontraba cerca de la ermita (capilla) de la localidad de Greccio, un pequeño pueblo de la región italiana de Lacio.
Allí, en medio del pesebre montado con ayuda de los pobladores, Francisco de Asís celebró la fiesta del nacimiento de Jesús con una tradición que año a año se recrea en el pueblo.
"No sabemos si en la época de Francisco se representaba realmente a María y José, o si solo se imaginaba la presencia de esas figuras. Lo que sí sabemos es que las escenas posteriores empezaron a incorporar dioramas y actores reales, y que el elenco de personajes se fue ampliando gradualmente más allá de María, José y el dulce niño Jesús, hasta incluir a veces a todo un pueblo", explica una reseña de The Smithsonian al respecto.
Un ciudadano de Greccio, vestido de san Francisco, actúa el 24 de diciembre de 2007 en una reconstrucción del primer pesebre de Jesús que organizó del santo italiano, en el año 1223. (Crédito: Paolo Tosti/AFP/Getty Images)
¿Cómo se inspiró Francisco de Asís para la creación del primer pesebre viviente?
El relato del nacimiento de Jesús está narrado en dos evangelios de la Biblia: el de Lucas y el de Mateo. Según el texto atribuido a Lucas, cuando María estaba embarazada, ella y José salieron desde Nazaret a Belén para empadronarse, en virtud de un decreto del entonces emperador.
"Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada", cuenta el relato bíblico, y agrega después la llegada de pastores a venerarlo.
El evangelio de Mateo suma a la escena un elemento que con el tiempo también se ha vuelto característico de los belenes: los "Magos de Oriente", conocidos como los Reyes Magos, que llegaron al lugar del nacimiento con regalos para el "rey de los judíos".
¿Cómo se le ocurrió a Francisco de Asís hacer una representación viviente de esta escena? El papa Francisco, que eligió su nombre en honor al santo italiano, abordó la cuestión en una carta apostólica de 2019 que menciona el viaje de su homónimo a Tierra Santa, que tuvo lugar entre 1219 y 1220.
"Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas [italianas] le recordaban de manera especial el paisaje de Belén", cuenta. Además, dijo, es posible que quedara impresionado por los mosaicos que representaban la escena del nacimiento en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. "Francisco no desea crear una bella obra de arte, sino, a través del belén, provocar estupor ante la extrema humildad del Señor, ante las penalidades que sufrió [...] en la pobre gruta de Belén", agregó el pontífice en una audiencia el pasado 20 de diciembre.
En esa iglesia había desde el siglo V representaciones del nacimiento y allí había llevado el papa Sixto III fragmentos de lo que se consideraba el pesebre de Jesús, la "santa cuna".
Un agregado que no estaba en el relato bíblico: el buey y el asno
Sin embargo, los relatos bíblicos no mencionaban la presencia de animales, tal como explica la profesora de Historia de la Universidad de Georgetawn, Vanessa Corcoran.
Los animales empiezan a aparecer en los textos religiosos en el entorno del siglo VII, dice.
"Una serie de relatos de los primeros cristianos —entre ellos el conocido como Evangelio de la Infancia de Mateo— que sirvieron de base a la devoción religiosa popular, intentaron llenar el vacío existente entre la infancia de Cristo y el comienzo de su ministerio. Este texto fue el primero en mencionar la presencia de animales en el nacimiento de Jesús", explica.
El texto, según su recuento, dice que María entró al establo con su bebé y "el buey y el asno le adoraron".
La descripción fue citada posteriormente en textos medievales y finalmente quedó firme en la tradición.
De Greccio a toda la cristiandad: la popularización de los belenes
La idea de Francisco de Asís tuvo arraigo y las representaciones comenzaron a extenderse por toda Italia, reseña la agencia de noticias católica ACI Prensa.
En Nápoles, en los siglos XIV y XV, se crearon las primeras figuras que representaron la natividad. Una persona clave en esta etapa fue san Cayetano de Thiene, que en 1534 creó un gran pesebre con figuras de madera vestidas con atuendos de la época, que se instaló en el oratorio de la iglesia napolitana Santa Maria de la Stalletta.
La tradición se extendió a palacios, casas señoriales y otras residencias privadas durante la época del Barroco y entró en España de la mano de Carlos III. En el siglo XIX, la fabricación en serie de las figuras permitió que la costumbre se abriera paso en los hogares.
¿Cómo sería nuestro proyecto de vida si hubiéramos podido trazarlo personalmente? Con seguridad, no dejaríamos fuera a tantas personas que amamos; pero ¿dejaríamos fuera a las demás, nos serían indiferentes?
La fe cristiana nos dice que Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros, que es, a la vez, una propuesta y una llamada para todos. Es un proyecto de amor y el amor es “benevolencia”, querer el bien para el otro. Nuestra respuesta debería ser una respuesta de amor a Dios, y, en consecuencia, a los demás. Lo dijo Benedicto XVI en su audiencia general del 5 de diciembre al explicar cómo “Dios revela su benévolo designio”.
El plan de Dios: un proyecto de amor
1. El plan misterioso de Dios. Esa expresión, “benévolo designio”, figura en el himno que san Pablo dedica al plan maravilloso de Dios, lleno de misericordia y de amor (cf. Ef 1, 3-14).
Siguiendo la interpretación de san Pablo, señala el Papa, que nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad y formamos parte de un gran proyecto del amor de Dios que ha decidido revelar en “la plenitud de los tiempos” (v. 10), es decir con la venida de Cristo.
No somos, por tanto, el resultado de una casualidad, sino el fruto de “un proyecto de bondad de la razón eterna de Dios, que con la fuerza creadora y redentora de su Palabra, da origen al mundo”. Hemos sido elegidos para vivir en Cristo. “En Él existimos, por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos considera en Cristo, como hijos adoptivos”.
Cristo en el centro de la vida y del mundo
2. El objetivo: recapitular todas las cosas en Cristo. ¿Cuál es –se pregunta el Papa– el objetivo final de este plan misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Y responde, con san Pablo: "hacer que todo tenga a Cristo por cabeza" (v. 10).
“En esta expresión –señala el Papa– se encuentra una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento, que nos hacen entender el plan de Dios, y su designio de amor por la humanidad”. En el siglo II, san Ireneo de Lyon la colocó como núcleo de su cristología. Y san Pío X se inspiró en ella para el lema de su pontificado (“Restaurar todas las cosas en Cristo”) que usó en la consagración delmundo al Sagrado Corazón de Jesús.
Para San Pablo, “recapitular el universo en Cristo” significa, en términos de Benedicto XVI, que “Cristo se presenta como el centro de todo el camino del mundo, la columna vertebral de todo, que atrae a sí mismo la totalidad de la realidad misma, para superar la dispersión y el límite, y conducir todo a la plenitud querida por Dios” (cf. Ef. 1,23).
La autocomunicación de Dios en Cristo
3. Este designio benevolente ha sido revelado en Cristo, por medio de la autocomunicación de Dios. Pues bien, este designio divino no ha permanecido escondido para siempre, sino que Dios lo ha revelado a los hombres. Y no como un conjunto de verdades, sino como una auto-comunicación de sí mismo, haciéndose uno de nosotros por la encarnación. Así lo dice el Concilio Vaticano II: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (DV, n. 2).
Por tanto, señala el Papa, “Dios no solo dice algo, sino que se comunica, nos introduce en la naturaleza divina, de modo que estemos envueltos en ella, divinizados”. De este modo nos hace partícipes de su Amor, incorporándonos a su misma vida de plenitud. Con la venida del Hijo de Dios hecho carne, Dios revela su gran proyecto de amor al entrar en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse él mismo un hombre. Así, como afirma el Concilio, el amor de Dios se ha hecho visible, pues en su amor ha querido hablar a los hombres como amigos, vivir y comunicarse con ellos para recibirlos en su compañía.
Esta revelación de Dios, subraya Benedicto XVI, es algo que los hombres jamás podríamos haber alcanzado. Y a la vez, la Revelación es clave para comprender el misterio de Dios y la existencia humana (cf. Fides et ratio, n. 14).
La fe como respuesta al proyecto amoroso de Dios
4. La fe: dejarse llevar por Dios para enfocar de modo más profundo la realidad. En esta perspectiva, señala Benedicto XVI el acto de fe “es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se da a conocer, que manifiesta su designio de benevolencia; y es, para usar una expresión de san Agustín, dejarse tomar de la verdad que es Dios, una verdad que es Amor”.
San Pablo habla por eso de que, como agradecimiento por haber revelado su misterio, a Dios le debemos “la obediencia de la fe" (Rm. 16,26; cf.1,5; 2 Co. 10, 5-6). Es decir, con términos del Concilio Vaticano II, “la actitud con la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El"(DV, 5).
Por tanto, observa el Papa, “la obediencia no es un acto de imposición, sino es un dejarse, un abandonarse en el océano de la bondad de Dios”. Y de esta manera, añade, la fe nos lleva a un “cambio de mentalidad”, al descubrir ese “plan de amor” como “el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que se puede encontrar la estabilidad”. La fe “es un acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que Dios nos guíe a través de su Palabra y de los sacramentos, para entender lo que debemos hacer, cuál es el camino que debemos tomar, cómo vivir”. De esta manera –deduce–, el comprender las cosas como Dios las ve, nos permite permanecer,estar de pie, no caer.
El Adviento nos invita a fiarnos del proyecto de Dios y comunicarlo a los demás
Y así, el Adviento, tiempo que prepara la Navidad, “nos pone de frente el luminoso misterio de la venida del Hijo de Dios, el gran ‘designio de bondad’ con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y de paz con Él”. “El Adviento –añade– nos invita una vez más, en medio de muchas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente: Él ha venido al mundo, convirtiéndose en un hombre como nosotros, para traer la plenitud de su designio de amor”.
¿Y qué nos pide Dios a nosotros? “Dios nos pide que también nosotros nos convirtamos en una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo, y quiere siempre de nuevo hacer resplandecer su luz en nuestra noche”.
En definitiva, vivir la fe “en” Cristo –incorporados a su misma vida–, como miembros del Cuerpo místico –la Iglesia–, y manifestar con nuestras obras el amor de Dios por cada una de las personas que nos rodean, nos convierte en señal de la cercanía de Dios en nuestro mundo. El camino a Belén ha de ser también nuestra vida.
Los primeros cristianos no parece que celebrasen su cumpleaños (cf., por ej., Orígenes, PG XII, 495). Celebraban su dies natalis, el día de su entrada en la patria definitiva (por ej.,Martirio de Policarpo18,3), como participación en la salvación obrada por Jesús al vencer a la muerte con su pasión gloriosa. Recuerdan con precisión el día de la glorificación de Jesús, el 14/15 de Nisán, pero no la fecha de su nacimiento, de la que nada nos dicen los datos evangélicos.
No celebraban el cumpleaños
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.
La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”).
Nacimiento del Sol Invicto
A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero. Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.
Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).
Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución. Es posible, no obstante, que con el transcurso del tiempo la fiesta cristiana fuera asimilando la fiesta pagana.
Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte,Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).
Tradición Oriental
En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero. La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.
Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea alo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger,El espíritu de la liturgia, 131).
Juan Chapa
Bibliografía: Josef Ratzinger,El espíritu de la liturgia. Una introducción(Cristiandad, Madrid, 2001); Thomas J. Tolley,The origins of the liturgical year, 2nd ed., Liturgical Press, Collegeville, MN, 1991). Existe edición en italiano,Le origini dell’anno liturgico, Queriniana, Brescia 1991.
La Navidadestá ya a las puertas. Las calles están adornadas e iluminadas, y todos los comercios nos recuerdan que ya es tiempo de hacer regalos...
En este contexto, dentro de poco empezará a programarse en televisión un particular género televisivo que podríamos denominar películas navideñas. Estas cintas incorporan algunos de los valores más típicamente cristianos: el sentido de la Navidad, la conversión a lo "Scrooge" (el personaje de Dickens), los deseos de felicidad, el reencuentro familiar, o el anhelo de retornar a la inocencia y a la infancia.
Como sugerencia para ver en casa durante estas próximas semanas "las diez mejores películas sobre la Navidad": incluye filmes familiares, y cintas clásicas junto a películas más recientes. Todas ellas son fáciles de encontrar.
1. ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra.
La víspera de Navidad, George Bailey está con el agua al cuello.
Toda su vida ha renunciado a proyectos personales para ayudar a su comunidad; pero ahora el banco que ha creado para socorrer a la gente está al borde la quiebra, y Bailey va a un puente dispuesto a arrojarse al agua, pensando que todos sus esfuerzos han sido en balde.
La repentina aparición de Clarence, un ángel que todavía no se ha ganado las alas, le hará ver cómo hubiera sido la vida de su familia y sus amigos si él no hubiese existido.
Número uno indiscutible del género, que sigue transmitiendo esperanza y optimismo a públicos de todas las culturas.
2. La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke.
Recrea con acierto los escenarios, costumbres y utillaje de la época en que nació Cristo.
Bien ambientada y narrada, aunque falla un poco en el retrato de la Virgen, que aparece siempre tímida e introvertida.
Con todo, una buena preparación para vivir el sentido religioso de la Navidad.
3. Las Crónicas de Narnia (2005), de Andrew Adamson.
Todo un clásico de la literatura infantil, escrito por C. S. Lewis. Durante la II Guerra Mundial, cuatro hermanos ingleses son enviados a una casa de campo para huir de los bombardeos alemanes.
Un día, mientras juegan al escondite, la pequeña Lucy se esconde en un armario y de repente aparece en Narnia, un mundo fantástico que vive un invierno perpetuo. Cuando vuelva al caserón, nadie creerá su increíble aventura.
Pero Narnia lanzará más mensajes a los niños, porque necesita de su inocencia para ser redimido. Y en esa misión encontrarán al majestuoso león Aslan, una respetuosa analogía del personaje de Jesucristo.
Filme brillante, con excelente dirección artística, que gustará a niños y adultos, y que aúna simbolismo cristiano junto a una gran aventura épica.
4. Maktub (2011), de Paco Arango.
Manolo atraviesa una grave crisis en su matrimonio. Un día, cercano a la Navidad, conoce a Antonio, un chico con cáncer que tiene unas extraordinarias ganas de vivir, y eso le cambia la vida.
Esta película familiar, con formato de cuento navideño, logra divertir y conmover, apelando a los buenos sentimientos.
El director propone una fábula con enseñanzas claras sobre el sentido de la vida y la enfermedad, hablando sin complejos de la muerte, la trascendencia, el amor, la familia, la capacidad de perdonar, la fidelidad y las relaciones entre padres e hijos.
Una gran opción para jóvenes y adultos.
5. Milagro en la ciudad - (1994) "Miracle on 34th Street"
Cercana la Navidad, la jefa de unos grandes almacenes contrata a un viejecito barbudo y simpático para que haga de Santa Claus.
El anciano acapara pronto la atención de todos por su derroche de simpatía, y también porque afirma que es el verdadero Santa Claus.
Aprovechando esa afirmación y su creciente popularidad, la jefa quiere devolver a todos los ciudadanos el auténtico sentido de la Navidad, incluyendo a su hija, muy reacia al optimismo navideño.
Cinta entrañable, nominada a los Oscar, donde se hace una dura crítica al consumismo que, en ocasiones, se antepone al verdadero significado de la Navidad.
6. Mujercitas (2019), de Greta Gerwig.
Amy, Jo, Beth y Meg son cuatro hermanas, en plena adolescencia, que viven con su madre en las Navidades de 1863 y sienten la ausencia del padre, en el frente de la Guerra de Secesión.
Con sus variadas vocaciones artísticas y anhelos juveniles, descubrirán el amor y la importancia de los lazos familiares.
Sexta adaptación del clásico literario, que actualiza la historia original, creando una historia dentro de otra historia y destacando sus raíces autobiográficas.
Inmortal relato navideño que gustará a grandes y a adolescentes.
7. Cuento de Navidad (2009), de Robert Zemeckis.
Scrooge es un comerciante avaro, malhumorado y gruñón que trata con desprecio a su fiel empleado Bob y a su alegre sobrino.
El día de Nochebuena, enfadado porque la gente compra regalos para los demás en vez de ahorrar, recibe la visita la visita de 3 espíritus (las Navidades pasadas, las futuras y las presentes) que le llevan a un prodigioso viaje hacia su corazón en el que descubre las verdades que siempre se ha negado a ver.
Su alma se convierte al fin, y se abre a los demás y al mensaje alegre de la Navidad. Adaptación del clásico de Charles Dickens en una fantástica versión animada.
Ideal para ver en familia con los hijos.
8. Polar Express (2005), de Robert Zemeckis.
Un niño que ha perdido la ilusión de la Navidad se ve metido en un tren rumbo al Polo Norte, para conocer a Santa Claus.
A través del viaje, plagado de increíbles aventuras, misterios y canciones , el protagonista viajará a un lugar mucho más escondido e importante, el de su propio corazón.
Excelente película de animación en 3 D.
9. Solo en casa(1990), de Chris Columbus.
Kevin, un niño de ocho años de una familia numerosa, se queda accidentalmente abandonado en su casa cuando toda la familia se marcha a pasar las vacaciones a Francia.
Kevin aprende a valerse por sí mismo e incluso a protegerse de dos ladrones que se proponen asaltar todas las casas vacías de su vecindario.
En cuanto su madre lo echa en falta, regresa apresuradamente a Chicago para recuperar a su hijo.
La Navidad –ese es el mensaje– es para vivirla en familia ,y en esa fecha nadie debería quedarse “solo en casa”.
10. Feliz Navidad (2005), de Christian Carion.
Narra lo que sucedió el 24 de diciembre de 1914 en el frente de Ypres (Bélgica), durante la Primera Guerra Mundial.
Se decretó una tregua para esa noche que implicaba permanecer en los puestos sin disparo alguno, pero las tropas alemanas iniciaron un villancico, y las tropas británicas respondieron con "Adeste fideles".
Luego intercambiaron gritos de alegría y deseos de una feliz Navidad para todos. Al poco, hubo encuentros de unos y otros en la tierra de nadie, y allí se intercambiaron regalos y recuperaron a los caídos.
Celebraron funerales con soldados de ambos bandos, llorando las pérdidas y ofreciéndose mutuamente el pésame.
De Nazaret a Belén – El agotador viaje de María y José
El camino, en no muy buenas condiciones, lo harían en cuatro o cinco jornadas, con un borrico que cargaba con las vituallas y la ropa; a veces llevaría a la Virgen sobre sus lomos. Se unirían a alguna pequeña caravana que se dirigía a Jerusalén, última etapa antes de llegar al lugar de sus antepasados.
Un periplo 156 kilómetros que representó una auténtica prueba para la pareja en una época en la que los caminos no estaban pavimentados –aunque sí lo estuvieran en buena parte del Imperio romano– y cuando el único medio de transporte disponible era el asno o el camello.
EL EMPADRONAMIENTO DE CIRINO
San Lucas tuvo un gran interés en situar el nacimiento de Cristo, el acontecimiento más grande de la humanidad, en un lugar preciso –en Belén de Judá– y en un momento de la historia determinado: como no dispone de otra referencia, nos dirá que nació en tiempos de César Augusto, emperador de Roma, reinó del 30 a.C. al 14 d.C..
En concreto, en los días en que se promulgó un edicto del emperador para que se empadronase todo el mundo. Este censo fue un acontecimiento social y político y era bien conocido en los años en que escribe el evangelista.
Existían razones muy diversas para que la administración del Imperio quisiera disponer de un censo al día de la población. Entre otras, para el cobro de los impuestos. En Judea, este primer empadronamiento fue hecho cuando Cirino era gobernador de Siria:
El censo a que se refiere el evangelio se debe, como en él se dice, a un intento general de empadronar la población del Imperio, al menos en su zona oriental, de acuerdo con las disposiciones del emperador Augusto. En él entraban también los Estados asociados, como era el reino de Herodes.
Debió comenzar hacia el año 7 a.C., siendo Saturnino gobernador de Siria, y continuó después bajo el gobierno de Varo al final del reinado de Herodes, para concluir en los tiempos de P. Sulpicio Cirino (año 6 d.C.) con el cambio de administración. Se urgió y extremó minuciosamente su realización, ya que a partir de ese momento serviría de referencia para el tributo personal; esto motivó que los judíos se lo tomaran más en serio.
Este censo llevó, por tanto, en Judea el nombre de Cirino, y así lo cita el evangelio, aunque de hecho hubiera comenzado con anterioridad, incluso algunos años antes del nacimiento de Jesús.
El hecho de que el evangelio de Lucas lo señale como motivo del viaje desde Nazaret a Belén supone, en efecto, que se trataba de un censo anterior al directamente relacionado con el tributum capitis, puesto que afectaba por igual a los habitantes de Judea y Galilea (J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología y evangelios, pp. 69-70).
Roma, por otra parte, respetaba los censos locales. Por eso el empadronamiento se llevaría a cabo según la costumbre judía por la cual cada cabeza de familia iba a empadronarse al lugar de origen.
Dios se sirvió de este decreto del emperador romano para que María y José se encaminaran a Belén y allí naciera el Mesías, como había sido anunciado por los profetas.
La Virgen comprendió enseguida que aquel empadronamiento era providencial en su vida: las palabras del ángel, guardadas en su corazón como un tesoro, la movían a meditar las Escrituras de un modo nuevo, como nadie antes lo había hecho. El mensaje del ángel iluminaba los pasajes oscuros o incompletos del texto sagrado.
Había vivido tres meses en casa de Isabel y de Zacarías, quien, como sacerdote, poseía una cultura que le permitía acceder directamente al texto sagrado. María, Isabel y él mismo tenían profundas razones para buscar en ellas un sentido más pleno. La Virgen comprendería a su vez cómo en las Escrituras se hablaba siempre de una mujer en relación directa con la llegada del Mesías.
Al comienzo del Génesis se dice que de la descendencia de una mujer saldría quien aplastará la cabeza de la serpiente. Por su parte, Isaías había profetizado: Una virgen concebirá y alumbrará un hijo, que se llamará Emmanuel. Y casi al mismo tiempo, el profeta Miqueas señala al Mesías con estas palabras: la que ha de parir, parirá... Siempre se habla de una mujer, jamás de un varón.
Y eso en un pueblo para el que la figura del padre lo era todo o casi todo, y donde las mujeres carecían de importancia en el mundo social e, incluso, religioso. La Virgen sabía que su Hijo debía nacer en Belén. Habría leído y escuchado muchas veces los textos del profeta Miqueas:
Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre las tribus de Judá, pues de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo, Israel...
Pocos meses después, los entendidos en la Ley consultados por Herodes, a la llegada de los Magos, sobre el lugar en el que según las Escrituras debería nacer el Mesías, contestaron sin vacilar que vendría al mundo en Belén de Judá.
María sabía que su Hijo era también Hijo de David. Este apelativo se convirtió en el más popular de los títulos mesiánicos. Los enfermos y las multitudes lo repetirán con frecuencia en el curso de la vida pública de Jesús. Y Él lo aceptará; únicamente añadirá que es también el Hijo de Alguien más grande que David.
María tenía puesto su corazón en Belén, donde había de nacer su Hijo.
Y allí se dirigió con José, llevando lo imprescindible. El camino, en no muy buenas condiciones, lo harían en cuatro o cinco jornadas, con un borrico que cargaba con las vituallas y la ropa; a veces llevaría a la Virgen sobre sus lomos. Se unirían a alguna pequeña caravana que se dirigía a Jerusalén, última etapa antes de llegar al lugar de sus antepasados.
En esta ciudad entrarían en el Templo, pues ningún israelita piadoso dejaba de hacerlo. ¡Quién podrá imaginar la oración de la Virgen en aquel Santuario, llevando en su seno al Hijo del Altísimo!
Casi dos horas más de camino y ya estaban en Belén. Pero allí no encontraron dónde instalarse. Hemos de pensar en el cansancio –la Virgen está ya a punto de dar a luz–, en el polvo de aquellas rutas, en las comidas hechas al paso muchas veces... No hubo lugar para ellos en la posada, dice San Lucas con frase escueta.
En las catacumbas de los primeros cristianos pueden encontrarse imágenes del Nacimiento. Pero a San Francisco de Asís se le considera el primer impulsor de las representaciones.
El Papa invita a hacer el Nacimiento en casa
“En 1223, San Francisco pidió permiso al Papa Honorio III para representar la imagen del nacimiento de Jesús. Aunque no se le puede considerar un Nacimiento ya que sólo estaba el Niño, el buey y el asno”.
Ante el gran número de personas que no sabían leer ni escribir en su época, San Francisco encontró esta solución para explicar el significado de la Navidad. Sin embargo, fue una representación viviente y no un nacimiento con figuras. Hubo que esperar 67 años para ver el primero.
“El primero al que históricamente se le considera un Nacimiento con figuras que se destacan de la escenografía es el del arquitecto Arnolfo de Cambio, en el año 1290”.
El Concilio de Trento impulsó la instalación de los Nacimientos en las iglesias durante la Navidad. Paulatinamente también se empezó a hacer en familia y las figuras se fueron personalizando con los rasgos y trajes de cada país.
Hoy es considerado también un arte impulsado y protegido por asociaciones culturales. Se organizan incluso cursos para aprender a construirlos. Pueden ser tan originales como éste o más tradicionales, pero lo importante es cuidar detalles como el musgo, las rocas o la luz para crear el efecto de que las figuras cobren vida.
Se trata de un “Evangelio vivo” –inspirado en los relatos evangélicos– que nos conduce a la contemplación de la Navidad. Y a la vez, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. Así, “descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.
Muchos de nosotros recordamos, en efecto, cuando preparábamos con nuestros padres “el nacimiento”, o “el belén”. Los niños lo preferíamos grande y, como a veces no había una mesa grande, estábamos dispuestos incluso a utilizar una puerta sobre unas banquetas.
Era realmente, como dice el Papa, “un ejercicio de fantasía creativa”, lleno de belleza: “Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular”. “Espero –continúa Francisco– que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.
Ternura de Dios e implicación nuestra
Aquel pesebre, que acogía y alimentaba a los animales, acogió entonces a “el pan bajado del cielo” (Jn 6, 41) para alimentarnos a nosotros, según san Agustín (cf. Serm 189,4). Fue San Francisco de Asís en el s. XIII quien por primera vez representó el nacimiento de Jesús en Greccio antes de celebrar la Eucaristía, en un ambiente de gran alegría.
¿Porqué –se pregunta Francisco– el belén sigue suscitando tanto asombro y nos conmueve? Primero, porque manifiesta la ternura de Dios. Jesús se presenta como un hermano, como un amigo, como el Hijo de Dios que se hace Niño para perdonarnos y salvarnos del pecado.
En segundo lugar, porque nos ayuda a revivir la historia que aconteció en Belén, a “sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales”.
¿En qué sentido podemos implicarnos? En la imitación y seguimiento de la humildad, de la pobreza, del desprendimiento que escogió Jesús desde Belén hasta la Cruz. “Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).
Benedicto XVI: Felicitar la Navidad es recordar que Dios nos ama
Hace unos años Benedicto XVI nos recordaba que felicitar las navidades es recordar que Dios nos ama. Ante la inminente celebración del Nacimiento de Jesús puede ser buena ocasión pensar estas palabras del Papa Emérito.
Benedicto XVI “Las fiestas que se avecinan están perdiendo progresivamente su valor religioso, es importante que los signos externos de estos días no nos alejen del significado genuino del misterio que celebramos.”
El Papa dijo que la Navidadno es sólo un aniversario, sino la celebración de un misterio que ha marcado y sigue marcando la historia del hombre. Además, recordó a quienes en estas fechas estarán alejados de sus familias o no podrán celebrar la Navidad por problemas económicos.
Benedicto XVI “Que en estos días santos, la caridad cristiana se muestre singularmente activa con los más necesitados.”
Fue una audiencia muy musical. Una estudiantina de Querétaro le regaló esta canción mexicana. Y los clásicos músicos navideños de Italia le trajeron esta melodía.