Entre las numerosas obras que escribió Lope de Vega (1562-1635) se conservan varios poemas dedicados a la Natividad de la Virgen María. El actual breviario español recoge uno como himno de laudes (Hoy nace una clara estrella) y otro como himno de vísperas (Canten hoy, pues nacéis Vos).
Presentamos aquí una selección de 7 poesías que este genial autor dedicó a la fiesta que cada año celebramos el 8 de septiembre.
Canten hoy, pues nacéis Vos,
los ángeles, gran Señora y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan della
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos
que habéis de ser su Señora, y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en hora buena cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan por Vos,
que desde hoy tienen Señora y ensáyense desde ahora
para cuando nazca Dios.
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Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
El alba más clara y bella
no le puede ser igual, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
Nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
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Nace el alba María
y el sol tras ella,
desterrando la noche
de nuestras penas. Nace el alba clara,
la noche pisa,
del cielo la risa,
su paz declara;
el tiempo se para
por solo verla, desterrando la noche
de nuestras penas.
Para ser señora
del cielo, levanta
esta niña santa
su luz aurora;
él canta, ella llora
divinas perlas, desterrando la noche
de nuestras penas.
Aquella luz pura
del Sol procede,
porque cuanto puede
le da hermosura;
el alba segura
que viene cerca, desterrando la noche
de nuestras penas.
*******
Si en brazos de Dios nacéis,
¿quién sois?, Niña soberana,
que para casa tan pobre
parecéis muy rica Infanta.
Tres veces catorce dicen
los deudos de vuestra casa,
que son las generaciones
de vuestra sangre preclara.
La primera es de Profetas
y divinos Patriarcas,
desde Abrahán a David,
de quien seréis torre y arpa.
De Reyes es la segunda,
desde David a que salgan
de Babilonia a Sión
y vuelvan a honrar el arca.
Desde este tiempo hasta el día
en que Cristo de Vos nazca,
otra que es de Sacerdotes,
de quien Vos seréis la vara.
Torre y arca y vara sois
en tan ilustre prosapia,
supuesto que para esposo
un carpintero os señalan.
Debe de ser que Dios quiere
que hecha carne su Palabra,
viva en casa donde vea
labrar maderos y tablas.
O porque si sois, Señora,
arca en que el mundo se salva,
como divino escultor
os halle el hombre en su casa.
*******
Cielos y tierra se alegran
cuando nacéis, Virgen santa,
por su Hija el Padre eterno,
por quien se goza y se agrada.
El Hijo, viendo a su Madre
tan buena, que de llamarla
su madre, no se desprecie,
ni de entrar en sus entrañas.
El Espíritu divino
de ver la Esposa que ama,
de suerte que ya comienza
a cubrirla con sus alas.
Los Ángeles por su Reina,
los cielos por su luz clara,
el sol por su hermosa frente,
y la luna por sus plantas.
Los hombres por su remedio,
porque hasta vuestra mañana,
no podía el sol salir,
y en oscura noche estaban.
Según esto, vos nacéis
para ser vara en las aguas,
torre fuerte en los peligros,
y en el diluvio arco y arca.
Pues vengáis a vuestra aldea,
María llena de gracia,
muchas veces en buen hora,
día que nacéis con tantas.
Conoced vuestros pastores,
que todos os dan las almas,
mientras os da el cielo estrellas,
para mantillas y fajas.
*******
Hoy Ana parió a María
y anoche se vio arrebol,
sin duda tendremos Sol,
pues amanece tal día.
Arreboles de esperanzas
ayer vio en el cielo el suelo
y hoy sale el Alba del Cielo
con rayos de confianzas,
pues siendo el Alba María
y Ana el divino arrebol,
no puede tardar el Sol
estando tan claro el día.
*******
Despierta Gil -¿Es de día,
el Alba ha salido ya? -Buenos días, claro está,
pues ha nacido María.
De la tierra te levanta,
mira que sale la Aurora,
que el cielo y la tierra dora
con su pura y virgen planta.
¿No despiertas? -Ya querría.
-Mira la luz que te da: -Buenos días, claro está,
pues ha nacido María.
Huye la noche cruel
del pecado, temerosa
la luz desta Niña hermosa
que hoy nace al mundo sin él;
recuerda, pues, ¡qué porfía!
¿Pues hay luz? -Vístete ya: -Buenos días, claro está
pues ha nacido María.
Está diciendo su lumbre
que el Sol, que los hombres salva,
ha de venir tras el Alba
por aquella misma cumbre.
¿y duermes tu? A ver el día: -Buenos días, claro está
pues ha nacido María.
Una historia que empieza en 1910 en la ciudad de Uskub, la actual Skopie, y que termina en la India, poco antes del principio del nuevo milenio. La vida de una joven monja de origen albanés que a finales de los años 40 decidió viajar a la India, para quedarse a vivir junto a los pobres y a los enfermos.
La India a finales de los 40. El dominio británico llega a su fin, pero la nueva nación india está agitada. Confrontaciones y matanzas estallan con mayor intensidad en la ciudad de Calcuta.
Destruida por problemas sociales que abruman a las autoridades, en Calcuta crece la desesperación de los débiles, los enfermos y los desheredados. En medio de todo este sufrimiento hay una monja que sigue su vocación de ayudar a los pobres, curar a los leprosos que mueren en las calles y a los huérfanos y niños abandonados: Teresa de Calcuta.
Esta vocación le acarrea muchos problemas, y Teresa de Calcuta debe desafiar a diversas autoridades, incluyendo a su propia iglesia.
Evolución del sacramento de la Unción de los enfermos
"Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (Santiago 5,14-15)
La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.
La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.
Un sacramento de los enfermos
La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad, la Unción de los enfermos:
«Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695, cf St 5, 14-15).
Jesús resucita a la hija de Jairo
Evolución del rito de la Unción de los enfermos
No cabe ninguna duda de que la administración del sacramento de la Unción de los enfermos se realizó siempre conforme a un ritual, por elemental que éste fuese. Sin embargo, hasta el s. VII no poseemos ningún testimonio detallado a este respecto.
El primer documento que nos ofrece un verdadero ritual, aunque muy breve, es el Liber Ordinum de la Iglesia mozárabe española (v. 1, 2). Según el Ordo ad visitandum vel perungendum infirmum, allí incluido, el sacerdote al entrar en la habitación del enfermo le hace la señal de la cruz en la cabeza con el óleo bendecido, mientras dice:
«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo que reina por los siglos de los siglos».
A continuación recita tres antífonas y una oración a Cristo para pedir las gracias del sacramento en favor del enfermo. Finalmente le imparte la bendición.
En la liturgia romana el rito de la Unción de los enfermos ha tenido una lenta evolución. Los rituales que aparecen a finales del s. VIII toman como base los textos del Ordo ad visitandum infirmum y del Ordo super infirmum in domo, de los Sacramentarios Gregoriano-Hadriano (Edic. de Lietzmann, n° 208) y Gelasiano antiguo (Wilson, 281-282) respectivamente, con la única adición en muchos casos de una fórmula apropiada para la unción.
Nacen así diversos ritos de la Unción de los enfermos más o menos homogéneos y, por lo general, breves y concisos. Pronto, sin embargo, y debido sobre todo a la influencia de los monasterios, estos ritos comenzaron a complicarse sobremanera con la añadidura de diversas prácticas y de nuevas fórmulas eucológicas, llegándose a extremos tales que pronto se hizo necesaria una reducción depuradora de los formularios.
Fue Cluny quien contribuyó grandemente a esto al adoptar para su uso un ritual de la Unción de los enfermos bastante más simplificado que los corrientes en la época.
La influencia de la gran abadía borgoñona se hizo sentir no sólo en sus filiales sino también en Roma y debemos decir que, aunque de manera indirecta, a ella se debió la elaboración del Ritual abreviado que en el s. XIII se incluyó en el Pontifical de la Curia Romana.
Al extenderse este Pontifical a casi toda la cristiandad latina se fue generalizando simultáneamente el citado Ritual. Alberto Castellani (1523) y el cardenal Santori (1584-1602) lo incluyeron también en sus respectivos Rituales. Cuando en 1614, por mandato de Paulo V, se redactó el Ritual Romano, vigente hasta nuestros días, se lo incorporó al mismo con pequeñísimas variantes.
Por lo que respecta al lugar o momento de su administración y a su relación a los otros auxilios sacramentales a los enfermos -Penitencia y Viático-, digamos que según consta, parece que el orden primitivo era el siguiente:
Primero se administraba al enfermo la Penitencia; luego la Unción, que se consideraba como un complemento de aquélla; finalmente, el Viático.
El rito de la Penitencia «ad mortem» se desarrollaba, de ordinario, en dos etapas bien diferenciadas y con formularios propios, a saber: la admisión a la penitencia pública, con la confesión de sus culpas por parte del penitente, en un primer momento; luego, generalmente después de un largo tiempo, la reconciliación por medio de la absolución sacramental.
La Unción de los enfermos, por lo general, se realizaba entre ambos momentos. Pero, cuando la Penitencia pública cayó en desuso y quedó sólo la Penitencia privada, todo el rito penitencial se redujo al solo momento de la reconciliación, es decir, a la confesión y subsiguiente absolución. Con ello la Unción de los enfermos quedó definitivamente desglosada del rito de la Penitencia y colocada inmediatamente después de ella. En cuanto al Viático, de ordinario se siguió administrando, como ya queda dicho, después de la Unción.
A partir del s. X este orden sufrió en algunas partes una pequeña alteración; el Viático pasó a ocupar el lugar intermedio entre la Reconciliación y la Unción. Este orden, sin embargo, sólo llegó a generalizarse hacia fines del s. XII, y a través del Ritual Romano de Paulo V se fijó, conservándose hasta nuestros días.
En el s. XX resurge una vuelta al orden anterior. Ya en el año 1950 la S. Sede concedió permiso a todas las diócesis alemanas para restablecer el uso primitivo; privilegio que en seguida se extendió a las diócesis belgas y francesas. El Vaticano II, por su parte, ordenó en la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium:
«Además de los ritos separados de la Unción de los enfermos y del Viático, redáctese un rito continuado, según el cual la Unción sea administrada al enfermo después de la Confesión y antes de recibir el Viático».
Con esta disposición la mente del concilio está bien clara: volver a la praxis más antigua. Así lo hicieron la Instrucción Inter Oecumenici (26 sept. 1964), que dictaba algunas normas para la aplicación de la Constitución conciliar, y la Const. Sacram Unctionem infirmorum, que aprueba y promulga el nuevo Ordo litúrgico de este Sacramento.
Rito de la Unción de los enfermos.
En la Constitución determina Paulo VI que «el sacramento de la Unción de los enfermos se administra a Ios enfermos de gravedad ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas debidamente bendecido, y pronunciando una sola vez estas palabras:
Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».
La Unción debe hacerse en la frente y en las manos, aunque, caso de necesidad, es suficiente hacer una sola Unción en la frente o, por razón de las condiciones particulares del enfermo, en otra parte más apropiada del cuerpo pronunciando íntegramente la fórmula.
La Unción ha de hacerse con aceite bendecido por el obispo. En principio el aceite debe ser de oliva, pero, en aquellas regiones donde ese aceite falta totalmente o su adquisición resulta difícil, puede ser empleado un aceite de otro tipo, pero siempre obtenido de plantas.
Desde una perspectiva pastoral queremos insistir en lo que afirma el n° 73 de la Const. Sacrosanctum Concilium:
«la Unción de los enfermos no es el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez».
Si bien -como es lógico- en los casos en que el peligro de muerte se presente de modo imprevisto deberá entonces administrarse este sacramento, aunque el enfermo esté ya agonizando. El deseo de la Iglesia, y el verdadero ideal al que se debe llegar, consiste en que se administre con tiempo suficiente, cuando el enfermo esté en plena posesión de sus facultades mentales y con una preparación espiritual lo mejor posible.
Dedúcese de ahí el gravísimo error en que incurren las personas responsables del cuidado de un enfermo cuando retrasan para el último momento, cuando el enfermo carece de sentido o están muy mermadas sus facultades, el avisar al sacerdote para que le administre este sacramento.
A este respecto, se impone a los pastores de almas la grave responsabilidad y tarea de instruir a los fieles acerca de la dignidad y eficacia del sacramento de la Unción de los enfermos, para que sepan valorarlo y, en consecuencia, pedirlo oportunamente.
BIBL.: M. RIGHETTI, Historia de la liturgia, II, Madrid 1956, 879-904; VARios, La liturgie des malades, «La Maison-Dieu» 15 (1948); A. CHAVASSE, Oraciones por los enfermos y unción sacramental, en A. G. MARTIMORT (dir.), La Iglesia en oración, 2 ed. Barcelona 1967, 635-652; A. G. MARTIMORT, El nuevo ritual para los enfermos, «Phase» 74 (1973) 137-142; P. FARNÉS, Los textos ecológicos del nuevo ritual de la Unción de los enfermos, ib. 143-155; P. M. GY, Le noveau rituel romain des malades, «La Maison-Dieu» 113 (1973) 29-49; J. A. BERNARD, La catequesis de los enfermos en la perspectiva sacramentarla de la Unción, «Sinite» 8 (1967) 409-443; A. M. TRIACCA, Per una rassegna sul sacramento dell'unzione degli infermi, «Ephemerides Liturgicae» 89 (1975) 397;467 (una bibl. muy completa en todos los aspectos).
Un incendio forestal arrasó el sitio arqueológico de el-Araj en Galilea, que algunos identifican como la ciudad de Betsaida del Nuevo Testamento, en julio de 2025, exponiendo varias estructuras romanas."(Cortesía del Proyecto de Excavación de El Araj)
Incendio forestal revela la Betsaida bíblica
El profesor Mordechai Aviam, del Kinneret College, llegó a el-Araj, un yacimiento arqueológico situado en la costa norte del mar de Galilea, en una calurosa tarde de jueves del mes pasado. Tras transportar baldes, lonas y herramientas para preparar la campaña de excavaciones de 2025, un incendio forestal destruyó la zona al día siguiente y continuó hasta el domingo, fecha prevista para iniciar los trabajos programados por su equipo.
Al regresar, los arqueólogos encontraron el área devastada, pero con hallazgos imprevistos. El fuego consumió el material de trabajo, aunque eliminó la vegetación que cubría sectores ocultos desde hacía décadas. Quedaron expuestas evidencias que refuerzan la hipótesis de que el-Araj corresponde a la antigua Betsaida, citada en el Nuevo Testamento como lugar de origen de san Pedro y escenario de diversos episodios vinculados a la vida de Jesús.
“El incendio nos ayudó mucho a comprender el sitio”, declaró Aviam por teléfono. Explicó que la zona permaneció cultivada o cubierta por maleza espesa durante el último siglo y posiblemente antes, además de afectada por inundaciones del lago cercano. Estas condiciones dificultaron la delimitación precisa de la aldea hasta este incidente, que despejó el terreno y permitió observar con claridad la extensión real del asentamiento.
El equipo excava en el sitio arqueológico de el-Araj en Galilea, que algunos identifican como la ciudad de Betsaida del Nuevo Testamento, en agosto de 2025. (Proyecto de excavación de El Araj).
“Después del incendio, realizamos un estudio del terreno y vimos que el sitio era mucho más grande de lo que pensábamos”, afirmó. “Identificamos restos de casas privadas y elementos arquitectónicos propios de edificios públicos, como tambores de pilares, dos capiteles corintios, dos capiteles dóricos y varias cornisas”. Según Aviam, estos vestigios se remontan al período romano y concuerdan con estructuras excavadas anteriormente y con estilos arquitectónicos característicos.
La magnitud del yacimiento sustenta su identificación como Betsaida, pues coincide con la descripción de Flavio Josefo en “Antigüedades de los judíos”. El historiador del siglo I señaló: “Filipo [hijo de Herodes el Grande] hizo que la aldea de Betsaida, situada en el lago de Genesaret, alcanzara la dignidad de ciudad, tanto por el número de habitantes que contenía, como por su otra grandeza, y la llamó con el nombre de Julias, el mismo nombre que la hija de César”.
El equipo excava en el sitio arqueológico de el-Araj en Galilea, que algunos identifican como la ciudad de Betsaida del Nuevo Testamento, en agosto de 2025. (Proyecto de excavación de Mordechai Aviam / El Araj)
“A la luz de lo que dice Josefo, Betsaida no pudo haber sido una aldea pequeña”, destacó Aviam. Sin embargo, el-Araj no constituye la única propuesta para localizar esta ciudad galilea. A dos kilómetros, e-Tell compite por esa identificación desde 1987 bajo la dirección de Rami Arav. Otra alternativa, al-Mesydiah, próxima a la desembocadura del Jordán, ha perdido respaldo en favor de los dos principales candidatos durante los últimos años.
Aviam dirige las excavaciones en el-Araj desde 2016 junto al codirector Steven Notley, geógrafo histórico del Pillar College de Nueva Jersey. “Él fue quien inició la excavación, lo que sugiere que el-Araj podría ser Betsaida”, explicó. En 2016 hallaron restos de una terma romana que confirmaron la presencia del período imperial. En campañas posteriores descubrieron una iglesia del siglo V con mosaicos de colores en el piso, reforzando aún más la argumentación sobre la relevancia del sitio.
El hallazgo más determinante consistió en una inscripción griega que dedicaba la iglesia al “Jefe y Líder de los Mensajeros Celestiales” y al “Guardián de las Llaves”, títulos atribuidos a san Pedro. Los investigadores consideran que los cristianos bizantinos edificaron el templo convencidos de que señalaba la vivienda del apóstol, tal como ocurrió en Cafarnaúm, donde también se erigió una iglesia directamente sobre lo que se identificaba como su casa.
El-Araj mostró signos de ocupación desde el período helenístico y asmoneo en el siglo II a.C. hasta la época romana en el siglo III d.C. “Entre los siglos III e IV, la aldea judía fue abandonada, posiblemente porque el aumento del nivel del lago provocó inundaciones”, señaló Aviam. “Más tarde, en el siglo V, los primeros cristianos que llegaron al sitio lo identificaron como Betsaida y construyeron la iglesia”.
El equipo clasificó el asentamiento como judío con base en tres pruebas: monedas asmoneas, recipientes de piedra empleados para evitar impureza ritual y escasos restos óseos de cerdo. Aunque el incendio favoreció las observaciones, Aviam decidió no excavar las estructuras expuestas. “La arqueología es una ciencia de destrucción, porque cuando expones algo, comienza a deteriorarse”, explicó. “Si ya tenemos la certeza de que las estructuras son romanas, no necesitamos abrir más viviendas para probarlo”.
El grupo planeó volver en octubre para continuar la campaña. “Excavaremos más profundamente en el área donde creemos que se encontraba la casa de baños y en otros sectores del yacimiento, con el fin de aprender más sobre la vida aquí durante el período romano”, adelantó Aviam. La segunda fase buscará obtener mayor información sobre los aspectos cotidianos y arquitectónicos de la aldea en tiempos del dominio imperial.
Una cruz de 1.400 años revela el legado olvidado del cristianismo en Abu Dhabi y sorprende a los investigadores
El hallazgo de una cruz cristiana de estuco con más de 1.400 años de antigüedad en la isla de Sir Bani Yas, en Abu Dhabi, aporta nuevas pruebas sobre la presencia y prosperidad del cristianismo primitivo en el golfo Pérsico.
Es un hallazgo arqueológico de gran relevancia, un equipo de investigadores ha desenterrado en la isla Sir Bani Yas, ubicada en los Emiratos Árabes Unidos, una cruz cristiana de estuco que data de más de 1.400 años. Este descubrimiento, realizado por el Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi (DCT), ofrece una visión inédita sobre la presencia y expansión del cristianismo primitivo en la península arábiga, mucho antes de la llegada del islam. No es el primer hallazgo, como ya explicamos en primeros cristianos.
Contexto histórico y cultural del hallazgo
La cruz, que mide 27 centímetros de largo por 17 centímetros de ancho, fue encontrada en el patio trasero de lo que se presume eran viviendas para monjes o lugares de retiro para peregrinos. Estas estructuras se sitúan al norte de las ruinas de una iglesia y un monasterio cristiano, lo que sugiere la existencia de una comunidad religiosa organizada en la región durante los siglos VII y VIII de nuestra era.
El diseño de la cruz presenta una pirámide escalonada que representa el Gólgota, el lugar donde, según la tradición cristiana, Jesús fue crucificado. Además, incorpora motivos florales que reflejan influencias regionales, evidenciando una adaptación cultural del arte cristiano a las tradiciones locales. Este detalle sugiere que los monjes que habitaron el monasterio no solo mantenían su fe, sino que también integraban elementos culturales del entorno árabe en sus prácticas religiosas.
El monasterio de Sir Bani Yas fue descubierto en 1992 y se considera uno de los complejos cristianos más relevantes de la región.
Relación con la Iglesia del Oriente
Los expertos vinculan este hallazgo con la Iglesia del Oriente, una rama del cristianismo que floreció en Asia desde el siglo I. Esta iglesia, también conocida como la Iglesia Asiria de Oriente o la Iglesia Persa, se expandió hacia el este, más allá de las fronteras del Imperio Romano. La presencia de una cruz asociada a esta tradición en la península arábiga refuerza la idea de una expansión del cristianismo hacia el este, mucho antes de la llegada del islam.
Durante la misma campaña de excavaciones, se han recuperado otros objetos rituales, como cerámica y artefactos de vidrio, que proporcionan más evidencia de la vida monástica en la región. Estos hallazgos indican que el monasterio de Sir Bani Yas era un centro activo de vida religiosa y espiritual, con prácticas litúrgicas y devocionales bien establecidas.
Implicaciones del descubrimiento
Este hallazgo tiene importantes implicaciones para la comprensión de la historia religiosa de la península arábiga. Durante mucho tiempo, se ha sostenido que el cristianismo desapareció de la región con la expansión del islam en el siglo VII. Sin embargo, el descubrimiento de la cruz en Sir Bani Yas sugiere que las comunidades cristianas no solo sobrevivieron, sino que también prosperaron en la región durante varios siglos, coexistiendo pacíficamente con otras religiones.El presidente del DCT Abu Dabi, Mohamed Khalifa Al Mubarak, destacó la importancia simbólica del hallazgo, señalando que es un testimonio de los valores de coexistencia y apertura cultural que han caracterizado históricamente a la región. Este descubrimiento refuerza la idea de que la diversidad religiosa y cultural ha sido una constante en la historia de los Emiratos Árabes Unidos.
Fotografía de la cruz de estuco hallada en la isla Sir Bani Yas, Abu Dabi, 1.400 años de antigüedad.
Protección y accesibilidad del sitio arqueológico
El sitio arqueológico de Sir Bani Yas ha sido protegido y habilitado para visitas desde 2019, permitiendo a los turistas explorar su rica historia. La conservación de este yacimiento no solo preserva el patrimonio cultural de la región, sino que también ofrece una oportunidad educativa para comprender las complejas interacciones entre las diversas comunidades religiosas que han habitado la península arábiga a lo largo de los siglos.
Además, la apertura del sitio al público fomenta el diálogo intercultural y el entendimiento mutuo, al proporcionar una plataforma para que personas de diferentes orígenes y creencias puedan aprender sobre la historia compartida de la región.
GREGORIO MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA
San Gregorio Magno, que recordamos el 3 de septiembre, es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia de Occidente, junto a los santos Ambrosio, Jerónimo y Agustín.
Hubiera querido ser monje, pero contrariamente a su deseo, fue elegido Papa. Se demostró entonces un hombre de acción práctico y emprendedor. Dio inicio a una profunda reforma de la Iglesia y nos dejó numerosos escritos. La grandeza de su obra le valió el apelativo de “Magno”.
Gregorio nació en Roma en torno al año 540 en el seno de una rica familia patricia romana, la gens Anicia, de fe cristiana y conocida por los servicios prestados a la Sede Apostólica. Sus padres, Gordiano y Silvia (a quien la Iglesia venera como santa el 3 de noviembre) le transmitieron los valores evangélicos con el ejemplo.
Después de cursar estudios de Derecho, Gregorio emprendió la carrera política y ocupó el cargo de Prefecto en Roma. Esta experiencia le ayudó a conocer los problemas reales de la ciudad y a desarrollar un profundo sentido del orden y la disciplina.
Pocos años después decidió retirarse, atraído por la vida monástica. Donó sus bienes a los pobres y convirtió la casa paterna, situada en el Celio, en un monasterio dedicado a san Andrés. Allí, en el recogimiento, se entregó a la oración y al estudio de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia.
De monje a Papa
Pero el Papa Pelagio II lo nombró diácono y lo envió a Constantinopla como su aprocrisario –nuncio apostólico-. Allí estuvo seis años, durante los cuales, además de llevar a cabo las tareas diplomáticas que le había confiado el Pontífice, siguió viviendo como monje con otros religiosos.
A su regreso a Roma, volvió a su monasterio del Celio. Tras la muerte de Pelagio II, en el 590, fue elegido como su sucesor.
Gregorio tuvo que afrontar un periodo difícil: los longobardos habían invadido la península Itálica, lluvias e inundaciones habían provocado numerosas víctimas y grandes daños, y muchas zonas se vieron afectadas por la carestía y la peste.
Gregorio exhortó a los fieles a la oración y la penitencia, invitándoles a participar, durante tres días, en una solemne procesión penitencial hacia la basílica de Santa María la Mayor. Se cuenta que, mientras atravesaban el puente que enlaza la zona del Vaticano con el centro de Roma, Gregorio y la multitud tuvieron una visión del arcángel Miguel sobre la Mole Adriana, interpretándola como un signo celeste que anunciaba el final de la epidemia.
A partir de este episodio, el antiguo mausoleo fue llamado Castel Sant’Angelo –castillo del santo ángel-.
Obra eclesiástica y civil
Durante su pontificado, Gregorio reorganizó la administración pontificia y se ocupó de la Curia romana, muchos de cuyos miembros eclesiásticos y laicos tenían intereses muy distintos de los espirituales y caritativos; por este motivo, confió numerosos encargos a monjes benedictinos. Reformó las actividades eclesiásticas en las diversas sedes episcopales.
Estableció también que los bienes de la Iglesia fueran utilizados para su propia subsistencia y para la obra de evangelización del mundo; y gestionados con absoluta rectitud, justicia y misericordia.
Gregorio empleó sus propios bienes y los legados a la Iglesia para ayudar a los fieles: compraba y distribuía trigo, socorría a los necesitados, sustentaba a los sacerdotes, monjes y religiosos de clausura en situación de dificultad, pagaba rescates por los prisioneros.
Trabajó por la paz promoviendo treguas y armisticios. A él se deben también decisiones políticas encaminadas a salvaguardar Roma –olvidada por los emperadores- y negociaciones con los longobardos para asegurar la paz en Italia central. Gregorio estableció con ellos relaciones fraternales, se preocupó por su conversión y envió misiones de evangelización a los visigodos de España, los francos y los sajones. Envió a Britania al prior del convento de san Andrés en el Celio, Agustín –quien fue después obispo de Canterbury- y a cuarenta monjes.
Servus servorum Dei
Gregorio reformó la Misa y la hizo más simple; promovió también el canto litúrgico, que tomó de él el nombre de “canto gregoriano”. Su epistolario cuenta con más de 800 cartas. Se conservan también numerosas homilías suyas. Entre sus obras, destacan Moralia in Iob (Comentario moral al libro de Job), en el que afirma que el ideal moral consiste en la integración armoniosa entre palabra y acción, pensamiento y esfuerzo, oración y dedicación a los propios deberes; y la Regla pastoral, en la que traza la figura del obispo ideal, insiste en el deber del pastor de reconocer diariamente su propia miseria, y profundiza en la virtud de la humildad.
Para demostrar que la santidad es siempre posible, Gregorio escribe los Diálogos, una hagiografía en la que narra el ejemplo que dieron hombres y mujeres, tanto canonizados como no, acompañándolo con reflexiones teológicas y místicas. Es especialmente conocido el libro II, dedicado a san Benito de Nursia.
Se puede decir que Gregorio fue el primer Papa que utilizó el poder temporal de la Iglesia, sin olvidar por ello el aspecto espiritual de su tarea. Se mantuvo siempre simple y humilde, tanto que en sus cartas oficiales se definía “Servus servorum dei”, siervo de los siervos de Dios, apelativo conservado por sus sucesores.
Murió el 12 de marzo del año 604, y fue sepultado en la Basílica de San Pedro.
Benedicto XVI reconoció su predilección por el santo obispo de Hipona
“No encontró la Verdad, sino que fue encontrado por ella”
Benedicto XVI reconoció su predilección por el santo obispo de Hipona, junto con san José y san Benito, de quienes lleva el nombre: “San Agustín, a quien tuve el gran don de conocer, por así decirlo, de cerca a través del estudio y la oración”, afirmó, “se ha convertido en un buen 'compañero de viaje' en mi vida y en mi ministerio”.
CASTEL GANDOLFO, miércoles 25 de agosto de 2010
Este santo “fue un hombre que nunca vivió con superficialidad”, una lección de vida “actual también en nuestra época, en la que parece que el relativismo sea, paradójicamente, la 'verdad' que debe guiar el pensamiento, las decisiones, los comportamientos”.
“En nuestro tiempo se tiene una especie de miedo al silencio, del recogimiento, de pensar en los propios actos, en el sentido profundo de la propia vida, a menudo se prefiere vivir solo el momento fugaz, esperando que traiga felicidad duradera; se prefiere vivir, porque parece más fácil, con superficialidad, sin pensar; se tiene miedo de buscar la Verdad, o quizás se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida, como le sucedió a san Agustín”.
El camino vital de Agustín, recordó el Papa, “no fue fácil: creyó encontrar la Verdad en el prestigio, en la carrera, en la posesión de las cosas, en las voces que le prometían la felicidad inmediata”.
Agustín “cometió errores, atravesó tristezas, afrontó fracasos, pero nunca se detuvo, nunca se acontentó con lo que le daba solamente un incidio de luz; supo mirar en lo íntimo de sí mismo y se dio cuenta, como escribe en sus Confesiones, de que esa Verdad, ese Dios que buscaba con sus fuerzas era más íntimo a él que él mismo”.
Benedicto XVI recordó su propio comentario durante la presentación, el año pasado, de un reciente film sobre la vida de san Agustín: éste “comprendió, en su inquieta búsqueda, que no era él quien había encontrado la Verdad, sino que la propia Verdad, que es Dios, le persiguió y le encontró”.
Siguiendo la estela de san Agustín, el Papa invitó a todos, “también a quien está en un momento de dificultad en su camino de fe, a quien participa poco en la vida de la Iglesia o a quien vive como si Dios no existiese, que no tengan miedo de la Verdad, que no interrumpan nunca el camino hacia ella, que no cesen nunca de buscar la verdad profunda sobre sí mismos y sobre las cosas con los ojos internos del corazón”.
“Dios no dejará de dar Luz para hacer ver y Calor para hacer sentir al corazón que nos ama y que desea ser amado”, añadió.
Por otro lado, de la misma forma que san Agustín le ha acompañado en su vida personal, el Papa propuso a los presentes que encuentren a su “santo compañero” en el viaje de la vida. “Cada uno debería tener algún santo que le fuese familiar, para sentirle cercano con la oración y la intercesión, pero también para imitarlo”, sugirió.
“Quisiera invitaros, por tanto, a conocer más a los santos, empezando por aquel cuyo nombre lleváis, leyendo su vida, sus escritos. Estad seguros de que se convertirán en buenos guías para amar cada vez más al Señor y ayudas válidas para vuestro crecimiento humano y cristiano”.
Al saludar a los peregrinos españoles, volvió a insistir en su invitación a familiarizarse “con la vida y los escritos de los Santos, pues os ayudarán a amar cada vez más al Señor y a crecer como personas y como cristianos”.
“Su vida es mucho más apasionante que cualquier novela”
La figura excepcional de Agustín de Hipona se proyecta a lo largo de la historia del pensamiento con una fuerza extraordinaria. La genialidad de su legado filosófico-teológico le da una permanencia que, como le sucede a los clásicos, desafía el paso del tiempo.
Incluso en momentos de crisis se ha recurrido a él haciendo interpretaciones muy variadas de sus escritos, que van desde la Escuela de S. Víctor y Tomás de Aquino, en el Medievo, hasta Lutero, Bayo o Jansenio en la Edad Moderna.
Nace en Tagaste (hoy Souk Ahras, en Argelia) el 13 de noviembre de 354. Su padre Patricio era un consejero municipal y un modesto propietario, que recibiría el bautismo poco antes de morir (371). Su madre Mónica era una cristiana fervorosaque procuró educarlo en la fe, pero no lo hizo bautizar, siguiendo la costumbre de la época de aplazar la recepción de este sacramento. Realizó los primeros estudios de gramática en Tagaste, y, más tarde, los continuó en Madaura.
En 370 pudo viajar a Cartago, gracias a la ayuda de su amigo Romaniano, para completar los estudios de dialéctica y retórica. En esta ciudad el joven Agustín se dejó arrastrar por el ambiente disoluto que reinaba entre los estudiantes. Finalizados los estudios enseñó retórica en Cartago (375-383), Roma (384) y Milán (384-386).
La lectura del Hortensius de Cicerón, cuando tenía 19 años, le despierta un gran amor a la verdad y a la sabiduría. Por esas fechas leyó la Biblia, pero la juzgó muy peyorativamente por estar escrita en un lenguaje que él consideraba “bárbaro” y de escaso nivel literario. Se adhirió a los maniqueos, en calidad de auditor (oyente), Poco a poco, conforme fue profundizando en el estudio de la filosofía, descubrió la falsedad del maniqueísmo.
En otoño de 384 se traslada a Milán donde había ganado la cátedra de retórica latina. Allí a la edad de 32 años comenzó su retorno a la vida cristiana. La predicación de San Ambrosio le ayudó a disipar algunas dificultades que presentaba el maniqueísmo en cuanto a la exégesis de la Escritura, dado que el santo Obispo de Milán hacía una interpretación alegórica de diversos pasajes del Antiguo Testamento, en vivo contraste con el literalismo maniqueo.
Con todo, el acontecimiento que determinó más radicalmente su conversión se nos narra por el propio protagonista en las Confessiones. Se había retirado Agustín a una finca en Casiciaco (cerca de Milán), en compañía de su madre, y un grupo de amigos. Allí se debatía interiormente en largas vacilaciones y enfrentamientos interiores, cuando estando en el jardín de la casa oyó una voz infantil que le decía tolle et lege (toma y lee).
Toma la decisión de regresar a África, y antes de finalizar el mes de agosto llega a Ostia, donde tiene lugar un bellísimo coloquio entre S. Agustín y su madre, en vísperas de la muerte de Mónica. Vuelto a Tagaste pone en marcha un proyecto de vida retirada en unión con un grupo de amigos, llevando una vida ascética, a semejanza de una comunidad monástica.
En el 391 viaja a Hipona para buscar un lugar donde poder asentar un monasterio. Estando en esas negociaciones el obispo Valerio y el pueblo de Hipona lo eligen para el presbiterio de la ciudad. Luego será consagrado obispo de Hipona y comenzará así un nuevo capítulo de su vida.
Cuando muere el anciano obispo Valerio le sucederá en la diócesis hiponense. Agustín se centra en llevar a cabo una agotadora labor pastoral, a la vez que hurtaba horas al sueño para escribir tratados y comentarios teológicos, no sólo en beneficio de sus feligreses, sino de todo el que le pedía una ayuda en este sentido, ya fuera un hispano de la Gallaecia, como Orosio, que deseaba una orientación sobre el priscilianismo, ya fuera un diácono de Cartago, como Deogracias que le pide una orientación catequética y que le mueve a escribir el tratado De catechizandiis rudibus.
Un índice de su intensísimo quehacer pastoral lo recordó Benedicto XVI en la Spe salvi (nº29), cuando cita las palabras del mismo Agustín en uno de sus sermones:
“Corregir a los indisciplinados, confortar a los pusilánimes, sostener a los débiles, refutar a los adversarios, guardarse de los insidiosos, instruir a los ignorantes, estimular a los indolentes, aplacar a los pendencieros, moderar a los ambiciosos, animar a los desalentados, apaciguar a los contendientes, ayudar a los pobres, liberar a los oprimidos, mostrar aprobación a los buenos y [¡pobre de mí!] amar a todos” (Serm., 340, 3).
Gracias a su biógrafo Posidio conocemos la enorme cantidad de sus escritos (un total de mil treinta números, entre libros, cartas y tratados) recogidos en el Indiculus o lista añadida a la Vita Augustini, aunque haya que consignar también otras obras a las que el biógrafo no les asignó un número concreto.
De todos sus escritos el más famoso serán las Confessiones, que no es tanto una biografía, según el sentir actual, sino la narración de la vida orante de Agustín que es toda ella una “alabanza” (confessio) a Dios.
Entre sus obras apologéticas destaca la Ciudad de Dios, que ha conocido también una gran notoriedad a través del tiempo. Con ella, Agustín salía al paso de las acusaciones de los paganos a los cristianos, a raíz de la conquista y saqueo de Roma por Alarico (410). Pero sobre todo es muy original su visión de la humanidad dividida en dos ciudades, nacidas de dos amores: el amor de sí y el amor de Dios. La conclusión señala el éxito final de la Ciudad de Dios, guíada por la Providencia divina.
Una de las características de su personalidad como pastor de la Iglesia fue presentar la verdad cristiana en los ambientes en que era combatida por errores doctrinales como el maniqueísmo, el arrianismo, el donatismo, el priscilianismo o el pelagianismo. Fue el alma de una conferencia del 411 entre obispos católicos y donatistas y el artífice principal de la solución del cisma donatista y de la controversia pelagiana.
Se puede afirmar que fue un gran polemista, cuyos argumentos aparecen en su numerosas obras, entre las que podemos citar: Contra el maniqueo Fausto, Contra el sermón de los arrianos,Sobre la unidad de la Iglesia, Conmonitorio sobre el error de los priscilianistas y de los origenistas, Sobre la naturaleza y la gracia, etc.
Sus escritos exegéticos y teológicos son también de extraordinaria calidad. Baste citar su célebre tratadoSobre la Trinidad, donde aporta inestimables intuiciones sobre la explicación psicológica de las procesiones y la doctrina de las propiedades personales del Espíritu Santo.
Podríamos continuar con sus obras pastorales y morales, comoSermones, cartas, etc., pero esto sería superar con mucho los límites que nos hemos impuesto.
Murió el 28 de agosto de 430, durante el tercer asedio de Hipona por los vándalos. Fue sepultado, probablemente, en la Basilica pacis, la catedral; luego sus restos, en fecha incierta fueron llevados a Cerdeña, y de aquí , hacia el 725, pasaron a la basílica de S. Pietro in Ciel d’Oro, de Pavia, donde reposan en la actualidad, y donde fueron visitados por el Papa Benedicto XVI.
El excepcional hallazgo arqueológico de una catedral paleocristiana en Vence (Francia) reescribe la historia religiosa de la región.
Durante un proyecto de reurbanización en la ciudad de Vence, en pleno corazón de la Provenza, los arqueólogos encontraron una serie de restos que los pusieron sobre aviso de inmediato. Las excavaciones arqueológicas subsiguientes revelaron lo improbable: los vestigios, excepcionalmente conservados, de un edificio religioso paleocristiano del siglo V, acompañado por un baptisterio y más de una treintena de sepulturas de alto rango. El hallazgo, que los especialistas han calificado como único en Europa por su estado de conservación y relevancia histórica, reescribe la historia religiosa de la región y confirma el papel central de Vence en la difusión del cristianismo en el sur de la actual Francia.
Un hallazgo excepcional en el centro de Vence
Las excavaciones comenzaron en marzo de 2025, en el marco de los trabajos de remodelación de las Halles Surian, el histórico mercado cubierto de la ciudad. Fue durante el desmontaje de los pavimentos cuando el equipo arqueológico, dirigido por el Servicio Arqueológico de la Metrópolis Niza Costa Azul y supervisado por la Dirección Regional de Asuntos Culturales (DRAC) de la región Provenza-Alpes-Costa Azul, descubrió las estructuras de una catedral paleocristiana cuya localización exacta se desconocía hasta entonces. Se trataba de un edificio de grandes dimensiones, de unos treinta metros de longitud. Datado en el siglo V, permaneció en uso hasta su demolición en el siglo XI, momento en el que se erigió la actual catedral románica.
Descubrir los restos de una catedral que permita seguir su evolución arquitectónica entre el siglo V y el XI es un acontecimiento que pocas veces ocurre. Además de por su relevancia artística. este hallazgo es crucial para comprender los inicios del cristianismo en la Provenza, una región muy ligada a figuras episcopales influyentes.
El baptisterio: testimonio de los ritos de iniciación cristiana
Este no ha sido el único descubrimiento relevante en la zona. Junto a la catedral y a escasa distancia de su nave principal, apareció un baptisterio coetáneo. Su estado de conservación era extraordinario, con su pila bautismal intacta y sin haber experimentado modificaciones posteriores. Este detalle resulta de particular relevancia, ya que en la antigüedad tardía el bautismo se administraba principalmente a los adultos mediante inmersión total, a diferencia de la aspersión, práctica habitual en la actualidad. El descubrimiento, por tanto, confirma que Vence contaba con un complejo religioso bien estructurado, con un espacio dedicado a los ritos de iniciación cristiana que marcaban la integración de los catecúmenos en la comunidad eclesiástica.
El baptisterio se integrará en el futuro mercado. Gracias a una cubierta de cristal, podrá visitarse in situ como pieza central de un recorrido expositivo sobre la historia del lugar.
Un conjunto de sepulturas de élite
El conjunto arqueológico incluye también una treintena de sepulturas de alto rango, situadas tanto dentro como en las inmediaciones de la catedral. Se trata de enterramientos de una notable calidad arquitectónica. Probablemente, albergaron a obispos, canónigos o notables laicos de la comunidad tardoantigua y altomedieval. Entre los restos recuperados, figuran tres esqueletos infantiles.
Las investigaciones en curso, que incluyen el análisis isotópico de los restos, permitirán determinar la edad, el sexo y posibles detalles biográficos de los individuos enterrados. Los arqueólogos albergan la esperanza de poder vincular algunos de estos restos con personajes documentados en las biografías de los obispos de Vence entre los siglos V y XI. Otros casos similares, como la identificación de sepulturas en Notre-Dame de París, demuestran que tal hipótesis es factible.
Fases de transformación y reutilización del espacio sagrado
El estudio estratigráfico ha permitido reconstruir las distintas fases de ocupación y transformación del sitio. Así, tras la demolición de la catedral paleocristiana en el siglo XI y coincidiendo con la construcción del nuevo templo románico, parte del espacio sagrado se reutilizó con fines artesanales.
En el interior de la antigua nave, por ejemplo, se hallaron dos moldes para la fabricación de campanas. Se atestigua así que algunos elementos arquitectónicos de los edificios religiosos podían encontrar usos funcionales en épocas posteriores. Además de ilustrar la historia de la arquitectura religiosa en Vence, el descubrimiento también permite investigar la adaptación de los espacios a las necesidades de la comunidad a lo largo de más de medio milenio.
Integración en el proyecto urbano de las Halles Surian
El descubrimiento ha impulsado un ambicioso plan de integración patrimonial. La municipalidad de Vence ha anunciado que los restos más relevantes no se volverán a enterrar, sino que se conservarán y expondrán al público. El nuevo mercado se convertirá, por tanto, en un espacio híbrido que combinará actividad comercial y difusión cultural. Además del baptisterio, se prevé preservar y exhibir los basamentos del ábside de la catedral y, posiblemente, una de las sepulturas mejor conservadas.
Este modelo de integración entre desarrollo urbano y conservación patrimonial ha recibido la 43.ª Marianne d’or de la République 2025, distinción que premia los proyectos que combinan función pública y valorización de la memoria histórica. La apertura del renovado mercado de Halles Surian está prevista para febrero de 2026.
Relevancia histórica para Provenza
El hallazgo confirma que Vence fue un centro neurálgico del cristianismo en la antigüedad tardía. Se vinculó a las redes episcopales que extendían su influencia desde las islas de Lérins hasta el interior provenzal. El complejo monumental descubierto, con catedral, baptisterio y necrópolis, no solo aporta datos sobre la arquitectura y la liturgia de la época, sino que también abre nuevas vías de investigación sobre la organización social y religiosa en el sur de la Galia.
La combinación de monumentalidad, excelente estado de conservación y potencial para la investigación histórica convierte este yacimiento en un laboratorio único para el estudio del cristianismo primitivo en el Mediterráneo occidental. Además, en un contexto en el que las intervenciones arqueológicas suelen quedar relegadas a las publicaciones especializadas, Vence propone un modelo innovador: hacer de la arqueología un motor de identidad, memoria y desarrollo urbano, integrando el legado tardoantiguo en un espacio público vivo.
De Prevost a León XIV
Han pasado solo tres meses. A las 18:07, una densa columna de humo blanco se elevó desde la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando al mundo que la Iglesia católica tenía un nuevo líder. Una hora después, a las 19:22, se reveló su nombre y rostro: el papa número 267, **León XIV**.
Desde entonces, los católicos de todo el mundo han comenzado a conocer a su nuevo pastor. A medida que su pontificado avanza, los fieles han descubierto a un líder que se acerca a las personas y trae un mensaje de fe renovado.
Un Papa que nos acerca a Jesús
Muchos lo ven como un "papa puente" que conecta a la gente con Jesús de una manera más cercana y tangible. Su potencial para transmitir el mensaje del Evangelio de forma actual es una de sus cualidades más destacadas.
"Siento que es un 'papa puente' porque nos acerca a Jesús", dice un fiel. "A veces algunos lo podrán ver como que fue hace muchos años o que lo que dijo ya pasó, y él nos lo aterriza y nos hace, pues eso, sentirnos en una familia. Que es nuestro padre". Su sencillez y calidez han ayudado a muchos a fortalecer su fe y a sentir que la vida, con Cristo, se vuelve mucho más sencilla.
Energía y vitalidad para la juventud
Además de su calidez, la vitalidad del papa León XIV ha llamado la atención. Su energía es especialmente notable en su conexión con los jóvenes, un aspecto que los fieles ven como una gran fortaleza para la Iglesia.
"A mí me ha encantado la vitalidad del papa", comenta otro fiel. "La energía, cómo atrae a los jóvenes, como desde esa fortaleza se muestra... Ahora que fue el Jubileo, también, de los jóvenes... pues creo que esa parte de vitalidad hace mucha falta. Levantar especialmente desde las masas de los jóvenes y en esa unidad. Eso me ha encantado".
Un pontificado que genera esperanza
En estos primeros meses, el papa León también ha demostrado su cercanía con todos los fieles, no solo con los jóvenes. Muchos auguran un pontificado fructífero, lleno de esperanza y paz.
"Es una bendición el papa León", asegura un creyente. "Lo percibimos como un papa muy cercano, muy de la Iglesia, muy del pueblo que siempre nos está pidiendo que recemos por la paz. Muy sonriente, y la verdad que transmite él también mucha paz, mucha serenidad, y creo que va a ser un gran impulsor para estos próximos años de la Iglesia católica".
Aunque el papado de León XIV recién comienza y enfrenta grandes desafíos, como el diálogo con un mundo cada vez más secularizado y la implementación de medidas para prevenir abusos, su cercanía y calidez han dejado una primera impresión muy positiva. Aún es pronto para saber todo lo que nos deparará este pontificado, pero sin duda, el papa León XIV ha iniciado su camino con una energía que invita a la esperanza.