Devoción popular. Escapulario del Carmen

La devoción del Escapulario no debe propagarse sólo por razón de los así llamados "Privilegios", ya que ésta sería una devoción falsa o imperfecta. La razón de los privilegios no es sino para fomentar el amor de caridad a Jesús y a María.

 

El valor principal de la devoción del Carmen no está en los prodigios a que hemos aludido ni en los privilegios que veremos, sino en su profundo valor espiritual o ascético en orden a nuestra santificación.

Es decir, el Escapulario debe ayudarnos a vivir nuestra total consagración a Jesús por María en su servicio y en su presencia, en su unión e imitación.

¿Sabes lo que es el Escapulario? - Nuestra Señora del Carmen

La devoción al Escapulario de unos años para acá ha decaído un tanto porque algunos, fijándose casi exclusivamente en sus privilegios, desconocen su importancia, significación y valor en la vida cristiana, de la que es su más elocuente manifestación.

De hecho la Iglesia la ha hecho suya para consagrar oficialmente a todo hombre a María desde el principio de su vida.

Aun así continúa siendo la devoción característica y propia de las familias cristianas. ¿Y por qué? Porque su poderoso valimiento llega a los momentos más difíciles de la vida, a la hora cumbre de la muerte, y, traspasando los umbrales de acá, no se da descanso hasta el mismo purgatorio, de donde saca a las almas que le fueron devotas y vistieron en vida el Santo Escapulario.

Estas son sus credenciales: "En la vida protejo, en la muerte ayudo y después de la muerte salvo". Se halla tan extendida esta devoción entre el pueblo cristiano, que un ilustre historiador B. Zimmerman podía escribir a principios del siglo: "La Cofradía del Escapulario es la más numerosa asociación del mundo después de la Iglesia católica".

 

escapulario carmen

 

Verdad histórica que coincide con lo que escribía en su obra póstuma María Santísima nuestro cardenal Gomá:

"Nadie ignora lo extendida que está por todo el pueblo cristiano, en todas partes, y con qué profundo arraigo, la devoción a la Santísima Virgen del Carmen, de tal forma que a esta devoción podemos llamarla por antonomasia "devoción cristiana", o mejor, "católica".

Los más importantes y trascendentales privilegios del Santo Escapulario son éstos: Vivir la misma vida de María, vestir su mismo vestido, disfrutar de un amparo especial por estar a Ella consagrados... Por esto la devoción del Santo Escapulario del Carmen, "la primera entre las devociones marianas" la llamaba Su Santidad Pío XII el 11 de febrero de 1950; además de ser muy grata a María es sumamente ventajosa al que la practica.

Pocas devociones, de hecho, tienen prometidas tantas y tan señaladas gracias. He aquí las principales:
Morir en gracia de Dios. Es la gran promesa que ya hemos visto hizo la Santísima Virgen al entregar el Santo Escapulario a Simón Stock en 1251. Salir del purgatorio a lo más tardar el sábado después de la muerte. Así lo dijo la Santísima Virgen al papa Juan XXII, en 1322. Es el llamado privilegio sabatino.

Para hacerse acreedor a estos privilegios son necesarias algunas condiciones: Estar inscrito en la Cofradía, vestirlo noche y día, guardar castidad según su estado, rezar el oficio parvo y guardar abstinencia, aunque pueden ser conmutados por otras obras buenas y sobre todo vestir el Escapulario cual conviene viviendo la vida cristiana en toda su integridad.

El 8 de julio de 1916 Su Santidad Benedicto XV, con deseos de que se siguiese usando el Escapulario de tela, concedió quinientos días de indulgencias cuantas veces se besara. Quien viste el Escapulario del Carmen se hace acreedor de todas las indulgencias, gracias y privilegios que los Sumos Pontífices a través de los siglos han otorgado a la Orden del Carmen.

Participa asimismo de las oraciones y penitencias que se hacen en todo el Carmelo. La imposición del Santo Escapulario constituye el acto más elocuente y real de nuestra consagración a la Santísima Virgen. Por el Escapulario se vive íntima y continuamente consagrado a María tal cual nos exige nuestra condición de hijos y hermanos suyos.

Por él pertenecemos a María, ya que vestimos su mismo ropaje. Por ello debemos vivir su misma vida.
Para que los efectos de consagración duren noche y día, hoy y mañana y hasta el fin de nuestra existencia sobre la tierra, ¿puede darse un medio más apropiado y eficaz que el Santo Escapulario del Carmen?

Así lo decía Su Santidad Pío XII en el magnífico documento que sobre el Santo Escapulario regalaba al mundo el 11 de febrero de 1950:

"Todos los carmelitas, por tanto, así los que militan en los claustros de la primera y segunda Orden como los afiliados a la Tercera Orden Regular o Secular y los asociados a las Cofradías que forman, por un especial vínculo de amor, una misma familia de la Santísima Madre, reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad;

vean en la forma sencilla de su hechura un compendio de modestia y candor; vean, sobre todo, en esta librea que visten día y noche, significada con simbolismo elocuente, la oración con la cual invocan el auxilio divino.

Reconozcan, por fin, en ella su consagración al Corazón sacratísimo de la Virgen Inmaculada, por Nos recientemente recomendada".

 

 

+ info -

VIRGEN DEL CARMEN 

 

wikipedia.org

 

RAFAEL MARÍA LÓPEZ MELÚS, O. CARM

OCTAVO DÍA DEL DECENARIO AL ESPÍRITU SANTO

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!:
ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos:
fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo:
inflama mi voluntad…
He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo:
después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!,
no vaya a ser que el mañana me falte.
¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo,
Espíritu de gozo y de paz!:
quiero lo que quieras, quiero porque quieres,
quiero como quieras, quiero cuando quieras.

 

OCTAVO DÍA

Consideración para este 8º día

Vivir según el Espíritu Santo

Vivir según el Espíritu Santo es vivir de fe, de esperanza, de caridad; dejar que Dios tome posesión de nosotros y cambie de raíz nuestros corazones, para hacerlos a su medida. Una vida cristiana madura, honda y recia, es algo que no se improvisa, porque es el fruto del crecimiento en nosotros de la gracia de Dios. En los Hechos de los Apóstoles, se describe la situación de la primitiva comunidad cristiana con una frase breve, pero llena de sentido: perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, en la comunicación de la fracción del pan y en la oración.

Fue así como vivieron aquellos primeros, y como debemos vivir nosotros: la meditación de la doctrina de la fe hasta hacerla propia, el encuentro con Cristo en la Eucaristía, el diálogo personal —la oración sin anonimato— cara a cara con Dios, han de constituir como la substancia última de nuestra conducta.

Si eso falta, habrá tal vez reflexión erudita, actividad más o menos intensa, devociones y prácticas. Pero no habrá auténtica existencia cristiana, porque faltará la compenetración con Cristo, la participación real y vivida en la obra divina de la salvación.

Es doctrina que se aplica a cualquier cristiano, porque todos estamos igualmente llamados a la santidad. No hay cristianos de segunda categoría, obligados a poner en práctica sólo una versión rebajada del Evangelio: todos hemos recibido el mismo Bautismo y, si bien existe una amplia diversidad de carismas y de situaciones humanas, uno mismo es el Espíritu que distribuye los dones divinos, una misma la fe, una misma la esperanza, una la caridad.

Podemos, por tanto, tomar como dirigida a nosotros la pregunta que formula el Apóstol: ¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo mora en vosotros?, y recibirla como una invitación a un trato más personal y directo con Dios. Por desgracia el Paráclito es, para algunos cristianos, el Gran Desconocido.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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10 días de preparación para Pentecostés

El Decenario es una bonita y antigua costumbre con la que la Iglesia anima a sus fieles a preparar del mejor modo posible la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

 

Comienza 10 días antes de dicha fiesta, es decir, el día de la Ascensión de Jesús a los cielos. En ese día Jesucristo prometió a sus discípulos que les enviaría al Paráclito. Los discípulos permanecieron en Jerusalén en continua oración junto a María.

Son, por tanto, estos días una ocasión propicia para recordar aquella primera oración conjunta y prepararnos para celebrar la venida del Espíritu Santo.

Decenario al Espíritu Santo

“La víspera de empezar este Decenario, que es la víspera de la Ascensión gloriosa de nuestro Divino Redentor, nos debemos preparar, con resoluciones firmes, para emprender la vida interior, y emprendida esta vida, no abandonarla jamás.”    (Francisca Javiera del Valle)

 

 


 

PRIMER DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día

Pentecostés, el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos del Señor

Los Hechos de los Apóstoles, al narrarnos los acontecimientos de aquel día de Pentecostés en el que el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos de Nuestro Señor, nos hacen asistir a la gran manifestación del poder de Dios, con el que la Iglesia inició su camino entre las naciones.

La victoria que Cristo —con su obediencia, con su inmolación en la Cruz y con su Resurrección— había obtenido sobre la muerte y sobre el pecado, se reveló entonces en toda su divina claridad. Los discípulos, que ya eran testigos de la gloria del Resucitado, experimentaron en sí la fuerza del Espíritu Santo: sus inteligencias y sus corazones se abrieron a una luz nueva.

Habían seguido a Cristo y acogido con fe sus enseñanzas, pero no acertaban siempre a penetrar del todo su sentido: era necesario que llegara el Espíritu de verdad, que les hiciera comprender todas las cosas.

Sabían que sólo en Jesús podían encontrar palabras de vida eterna, y estaban dispuestos a seguirle y a dar la vida por Él, pero eran débiles y, cuando llegó la hora de la prueba, huyeron, lo dejaron solo. El día de Pentecostés todo eso ha pasado: el Espíritu Santo, que es espíritu de fortaleza, los ha hecho firmes, seguros, audaces. La palabra de los Apóstoles resuena recia y vibrante por las calles y plazas de Jerusalén.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

 

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SEGUNDO DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día

Vigencia y actualidad de la Pentecostés

La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la tierra. El Espíritu Santo continúa asistiendo a la Iglesia de Cristo, para que sea —siempre y en todo— signo levantado ante las naciones, que anuncia a la humanidad la benevolencia y el amor de Dios. Por grandes que sean nuestras limitaciones, los hombres podemos mirar con confianza a los cielos y sentirnos llenos de alegría: Dios nos ama y nos libra de nuestros pecados.

La presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia son la prenda y la anticipación de la felicidad eterna, de esa alegría y de esa paz que Dios nos depara. También nosotros, como aquellos primeros que se acercaron a San Pedro en el día de Pentecostés, hemos sido bautizados. En el bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo.

El Señor, nos dice la Escritura Santa, nos ha salvado haciéndonos renacer por el bautismo, renovándonos por el Espíritu Santo, que Él derramó copiosamente sobre nosotros por Jesucristo Salvador nuestro, para que, justificados por la gracia, vengamos a ser herederos de la vida eterna conforme a la esperanza que tenemos.

La experiencia de nuestra debilidad y de nuestros fallos, la desedificación que puede producir el espectáculo doloroso de la pequeñez o incluso de la mezquindad de algunos que se llaman cristianos, el aparente fracaso o la desorientación de algunas empresas apostólicas, todo eso —el comprobar la realidad del pecado y de las limitaciones humanas— puede sin embargo constituir una prueba para nuestra fe, y hacer que se insinúen la tentación y la duda: ¿dónde están la fuerza y el poder de Dios?

Es el momento de reaccionar, de practicar de manera más pura y más recia nuestra esperanza y, por tanto, de procurar que sea más firme nuestra fidelidad.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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TERCER DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día

La Iglesia, vivificada por el Espíritu Santo, es el Cuerpo Místico de Cristo

Permitidme narrar un suceso de mi vida personal, ocurrido hace ya muchos años. Un día un amigo de buen corazón, pero que no tenía fe, me dijo, mientras señalaba un mapamundi: mire, de norte a sur, y de este o oeste. ¿Qué quieres que mire?, le pregunté. Su respuesta fue: el fracaso de Cristo.

Tantos siglos, procurando meter en la vida de los hombres su doctrina, y vea los resultados. Me llené, en un primer momento de tristeza: es un gran dolor, en efecto, considerar que son muchos los que aún no conocen al Señor y que, entre los que le conocen, son muchos también los que viven como si no lo conocieran.

Pero esa sensación duró sólo un instante, para dejar paso al amor y al agradecimiento, porque Jesús ha querido hacer a cada hombre cooperador libre de su obra redentora. No ha fracasado: su doctrina y su vida están fecundando continuamente el mundo. La redención, por Él realizada, es suficiente y sobreabundante.

Dios no quiere esclavos, sino hijos, y respeta nuestra libertad. La salvación continúa y nosotros participamos en ella: es voluntad de Cristo que —según las palabras fuertes de San Pablo— cumplamos en nuestra carne, en nuestra vida, aquello que falta a su pasión, pro Corpore eius, quod est Ecclesia, en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia.

Vale la pena jugarse la vida, entregarse por entero, para corresponder al amor y a la confianza que Dios deposita en nosotros. Vale la pena, ante todo, que nos decidamos a tomar en serio nuestra fe cristiana. Al recitar el Credo, profesamos creer en Dios Padre todopoderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue resucitado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.

Confesamos que la Iglesia, una santa, católica y apostólica, es el cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Nos alegramos ante la remisión de los pecados, y ante la esperanza de la resurrección futura. Pero, esas verdades ¿penetran hasta lo hondo del corazón o se quedan quizá en los labios?

El mensaje divino de victoria, de alegría y de paz de la Pentecostés debe ser el fundamento inquebrantable en el modo de pensar, de reaccionar y de vivir de todo cristiano.

 

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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CUARTO DÍA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día

Nuestra fe en el Espíritu Santo debe ser absoluta

Non est abbreviata manus Domini, no se ha hecho más corta la mano de Dios: no es menos poderoso Dios hoy que en otras épocas, ni menos verdadero su amor por los hombres. Nuestra fe nos enseña que la creación entera, el movimiento de la tierra y el de los astros, las acciones rectas de las criaturas y cuanto hay de positivo en el sucederse de la historia, todo, en una palabra, ha venido de Dios y a Dios se ordena.

La acción del Espíritu Santo puede pasarnos inadvertida, porque Dios no nos da a conocer sus planes y porque el pecado del hombre enturbia y obscurece los dones divinos. Pero la fe nos recuerda que el Señor obra constantemente: es Él quien nos ha creado y nos mantiene en el ser; quien, con su gracia, conduce la creación entera hacia la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

Por eso, la tradición cristiana ha resumido la actitud que debemos adoptar ante el Espíritu Santo en un solo concepto: docilidad. Ser sensibles a lo que el Espíritu divino promueve a nuestro alrededor y en nosotros mismos: a los carismas que distribuye, a los movimientos e instituciones que suscita, a los afectos y decisiones que hace nacer en nuestro corazón.

El Espíritu Santo realiza en el mundo las obras de Dios: es —como dice el himno litúrgico— dador de las gracias, luz de los corazones, huésped del alma, descanso en el trabajo, consuelo en el llanto.

Sin su ayuda nada hay en el hombre que sea inocente y valioso, pues es Él quien lava lo manchado, quien cura lo enfermo, quien enciende lo que está frío, quien endereza lo extraviado, quien conduce a los hombres hacia el puerto de la salvación y del gozo eterno. Pero esta fe nuestra en el Espíritu Santo ha de ser plena y completa: no es una creencia vaga en su presencia en el mundo, es una aceptación agradecida de los signos y realidades a los que, de una manera especial, ha querido vincular su fuerza.

Cuando venga el Espíritu de verdad —anunció Jesús—, me glorificará porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará. El Espíritu Santo es el Espíritu enviado por Cristo, para obrar en nosotros la santificación que Él nos mereció en la tierra.

No puede haber por eso fe en el Espíritu Santo, si no hay fe en Cristo, en la doctrina de Cristo, en los sacramentos de Cristo, en la Iglesia de Cristo. No es coherente con la fe cristiana, no cree verdaderamente en el Espíritu Santo quien no ama a la Iglesia, quien no tiene confianza en ella, quien se complace sólo en señalar las deficiencias y las limitaciones de los que la representan, quien la juzga desde fuera y es incapaz de sentirse hijo suyo.

Me viene a la mente considerar hasta qué punto será extraordinariamente importante y abundantísima la acción del Divino Paráclito, mientras el sacerdote renueva el sacrificio del Calvario, al celebrar la Santa Misa en nuestros altares.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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QUINTO DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día

El Espíritu Santo está en medio de nosotros

Los cristianos llevamos los grandes tesoros de la gracia en vasos de barro; Dios ha confiado sus dones a la frágil y débil libertad humana y, aunque la fuerza del Señor ciertamente nos asiste, nuestra concupiscencia, nuestra comodidad y nuestro orgullo la rechazan a veces y nos llevan a caer en pecado. En muchas ocasiones, desde hace más de un cuarto de siglo, al recitar el Credo y afirmar mi fe en la divinidad de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, añado a pesar de los pesares. Cuando he comentado esa costumbre mía y alguno me pregunta a qué quiero referirme, respondo: a tus pecados y a los míos.

Todo eso es cierto, pero no autoriza en modo alguno a juzgar a la Iglesia de manera humana, sin fe teologal, fijándose únicamente en la mayor o menor cualidad de determinados eclesiásticos o de ciertos cristianos. Proceder así, es quedarse en la superficie. Lo más importante en la Iglesia no es ver cómo respondemos los hombres, sino ver lo que hace Dios. La Iglesia es eso: Cristo presente entre nosotros; Dios que viene hacia la humanidad para salvarla, llamándonos con su revelación, santificándonos con su gracia, sosteniéndonos con su ayuda constante, en los pequeños y en los grandes combates de la vida diaria.

Podemos llegar a desconfiar de los hombres, y cada uno está obligado a desconfiar personalmente de sí mismo y a coronar sus jornadas con un mea culpa, con un acto de contrición hondo y sincero. Pero no tenemos derecho a dudar de Dios. Y dudar de la Iglesia, de su origen divino, de la eficacia salvadora de su predicación y de sus sacramentos, es dudar de Dios mismo, es no creer plenamente en la realidad de la venida del Espíritu Santo. Antes de que Cristo fuera crucificado —escribe San Juan Crisóstomo— no había ninguna reconciliación. Y, mientras no hubo reconciliación, no fue enviado el Espíritu Santo… La ausencia del Espíritu Santo era signo de la ira divina. Ahora que lo ves enviado en plenitud, no dudes de la reconciliación. Pero si preguntaron: ¿dónde está ahora el Espíritu Santo? Se podía hablar de su presencia cuando ocurrían milagros, cuando eran resucitados los muertos y curados los leprosos. ¿Cómo saber ahora que está de veras presente? No os preocupéis. Os demostraré que el Espíritu Santo está también ahora entre nosotros…

Si no existiera el Espíritu Santo, no podríamos decir: Señor, Jesús, pues nadie puede invocar a Jesús como Señor, si no es en el Espíritu Santo (1 Corintios XII, 3). Si no existiera el Espíritu Santo, no podríamos orar con confianza. Al rezar, en efecto, decimos: Padre nuestro que estás en los cielos (Mateo VI, 9). Si no existiera el Espíritu Santo no podríamos llamar Padre a Dios. ¿Cómo sabemos eso? Porque el apóstol nos enseña: Y, por ser hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba, Padre (Gálatas IV, 6).

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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SEXTO DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este 6º día

Dar a conocer el camino de la correspondencia a
la acción del Espíritu Santo

Veo todas las incidencias de la vida —las de cada existencia individual y, de alguna manera, las de las grandes encrucijadas de las historia— como otras tantas llamadas que Dios dirige a los hombres, para que se enfrenten con la verdad; y como ocasiones, que se nos ofrecen a los cristianos, para anunciar con nuestras obras ycon nuestras palabras ayudados por la gracia, el Espíritu al que pertenecemos.

Cada generación de cristianos ha de redimir, ha de santificar su propio tiempo: para eso, necesita comprender y compartir las ansias de los otros hombres, sus iguales, a fin de darles a conocer, con don de lenguas cómo deben corresponder a la acción del Espíritu Santo, a la efusión permanente de las riquezas del Corazón divino. A nosotros, los cristianos, nos corresponde anunciar en estos días, a ese mundo del que somos y en el que vivimos, el mensaje antiguo y nuevo del Evangelio.

No es verdad que toda la gente de hoy —así, en general y en bloque— esté cerrada, o permanezca indiferente, a lo que la fe cristiana enseña sobre el destino y el ser del hombre; no es cierto que los hombres de estos tiempos se ocupen sólo de las cosas de la tierra, y se desinteresen de mirar al cielo. Aunque no faltan ideologías —y personas que las sustentan— que están cerradas, hay en nuestra época anhelos grandes y actitudes rastreras, heroísmos y cobardías, ilusiones y desengaños; criaturas que sueñan con un mundo nuevo más justo y más humano, y otras que, quizá decepcionadas ante el fracaso de sus primitivos ideales, se refugian en el egoísmo de buscar sólo la propia tranquilidad, o en permanecer inmersas en el error.

A todos esos hombres y a todas esas mujeres, estén donde estén, en sus momentos de exaltación o en sus crisis y derrotas, les hemos de hacer llegar el anuncio solemne y tajante de San Pedro, durante los días que siguieron a la Pentecostés: Jesús es la piedra angular, el Redentor, el todo de nuestra vida, porque fuera de Él no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos ser salvos.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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SÉPTIMO DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este día 7º

El don de la sabiduría nos permite conocer a Dios
y gozarnos en su presencia

Entre los dones del Espíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos especial necesidad todos los cristianos: el don de sabiduría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios, nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones y las cosas de esta vida. Si fuéramos consecuentes con nuestra fe, al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron el de Jesucristo: al ver aquellas muchedumbres se compadecía de ellas, porque estaban malparadas y abatidas, como ovejas sin pastor.

No es que el cristiano no advierta todo lo bueno que hay en la humanidad, que no aprecie las limpias alegrías, que no participe en los afanes e ideales terrenos. Por el contrario, siente todoeso desde lo más recóndito de su alma, y lo comparte y lo vive con especial hondura, ya que conoce mejor que hombre alguno las profundidades del espíritu humano. La fe cristiana no achica el ánimo, ni cercena los impulsos nobles del alma, puesto que los agranda, al revelar su verdadero y más auténtico sentido: no estamos destinados a una felicidad cualquiera, porque hemos sido llamados a penetrar en la intimidad divina, a conocer y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y, en la Trinidad y en la Unidad de Dios, a todos los ángeles y a todos los hombres.

Esa es la gran osadía de la fe cristiana: proclamar el valor y la dignidad de la humana naturaleza, y afirmar que, mediante la gracia que nos eleva al orden sobrenatural, hemos sido creados para alcanzar la dignidad de hijos de Dios. Osadía ciertamente increíble, si no estuviera basada en el decreto salvador de Dios Padre, y no hubiera sido confirmada por la sangre de Cristo y reafirmada y hecha posible por la acción constante del Espíritu Santo. Hemos de vivir de fe, de crecer en la fe, hasta que se pueda decir de cada uno de nosotros, de cada cristiano, lo que escribía hace siglos uno de los grandes Doctores de la Iglesia oriental: de la misma manera que los cuerpos transparentes, nítidos, al recibir los rayos de luz, se vuelven resplandecientes e irradian brillo, las almas que son llevadas e ilustradas por el Espíritu Santo se vuelven también ellas espirituales y llevan a las demás la luz de la gracia.

Del Espíritu Santo proviene el conocimiento de las cosas futuras, la inteligencia de los misterios, la comprensión
de las verdades ocultas, la distribución de los dones, la ciudadanía celeste, la conversación con los ángeles. De Él, la alegría que nunca termina, la perseverancia en Dios, la semejanza con Dios y, lo más sublime que puede ser pensado, el hacerse Dios. La conciencia de la magnitud de la dignidad humana —de modo eminente, inefable, al ser constituidos por la gracia en hijos de Dios— junto con la humildad, forma en el cristiano una sola cosa, ya que no son nuestras fuerzas las que nos salvan y nos dan la vida, sino el favor divino.

 

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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OCTAVO DÍA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este 8º día

Vivir según el Espíritu Santo

Vivir según el Espíritu Santo es vivir de fe, de esperanza, de caridad; dejar que Dios tome posesión de nosotros y cambie de raíz nuestros corazones, para hacerlos a su medida. Una vida cristiana madura, honda y recia, es algo que no se improvisa, porque es el fruto del crecimiento en nosotros de la gracia de Dios. En los Hechos de los Apóstoles, se describe la situación de la primitiva comunidad cristiana con una frase breve, pero llena de sentido: perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, en la comunicación de la fracción del pan y en la oración.

Fue así como vivieron aquellos primeros, y como debemos vivir nosotros: la meditación de la doctrina de la fe hasta hacerla propia, el encuentro con Cristo en la Eucaristía, el diálogo personal —la oración sin anonimato— cara a cara con Dios, han de constituir como la substancia última de nuestra conducta. Si eso falta, habrá tal vez reflexión erudita, actividad más o menos intensa, devociones y prácticas. Pero no habrá auténtica existencia cristiana, porque faltará la compenetración con Cristo, la participación real y vivida en la obra divina de la salvación.

Es doctrina que se aplica a cualquier cristiano, porque todos estamos igualmente llamados a la santidad. No
hay cristianos de segunda categoría, obligados a poner en práctica sólo una versión rebajada del Evangelio:
todos hemos recibido el mismo Bautismo y, si bien existe una amplia diversidad de carismas y de situaciones humanas, uno mismo es el Espíritu que distribuye los dones divinos, una misma la fe, una misma la esperanza, una la caridad. Podemos, por tanto, tomar como dirigida a nosotros la pregunta que formula el Apóstol: ¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo mora en vosotros?, y recibirla como una invitación a un trato más personal y directo con Dios. Por desgracia el Paráclito es, para algunos cristianos, el Gran Desconocido.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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NOVENO DIA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este 9º día

Docilidad, oración y unión con la Cruz

Para concretar, aunque sea de una manera muy general, un estilo de vida que nos impulse a tratar al Espíritu Santo —y, con Él, al Padre y al Hijo— y a tener familiaridad con el Paráclito, podemos fijarnos en tres realidades fundamentales: docilidad —repito, vida de oración, unión con la Cruz.

Docilidad, en primer lugar, porque el Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras. Él es quien nos empuja a adherirnos a la doctrina de Cristo y a asimilarla con profundidad, quien nos da luz para tomarconciencia de nuestra vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios espera. Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen de Cristo se irá formando cada vez más en nosotros e iremos así acercándonos cada día más a Dios Padre. Los que son llevados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.

Vida de oración, en segundo lugar, porque la entrega, la obediencia, la mansedumbre del cristiano nacen del amor y al amor se encaminan. Y el amor lleva al trato, a la conversación, a la amistad. La vida cristiana
requiereun diálogo constante con Dios Uno y Trino, y es a esa intimidad a donde nos conduce el Espíritu Santo. ¿Quién sabe las cosas del hombre, sino solamente el espíritu del hombre, que está dentro de él? Así las cosas de Dios nadie las ha conocido sino el Espíritu de Dios. Si tenemos relación asidua con el Espíritu Santo, nos haremos también nosotros espirituales, nos sentiremos hermanos de Cristo e hijos de Dios, a quien no dudaremos en invocar como a Padre que es nuestro.

Acostumbremos a frecuentar al Espíritu Santo, que es quien nos ha de santificar: a confiar en Él, a pedir su
ayuda, a sentirlo cerca de nosotros. Así se irá agrandando nuestro pobre corazón, tendremos más ansias de amar a Dios y, por Él, a todas las criaturas. Y se reproducirá en nuestras vidas esa visión final del Apocalipsis: el espíritu y la esposa, el Espíritu Santo y la Iglesia —y cada cristiano— que se dirigen a Jesús, a Cristo, y le piden que venga, que esté con nosotros para siempre.

Unión con la Cruz, finalmente, porque en la vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrección y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe reproducirse en la vida de cada cristiano: somos —nos dice San Pablo— coherederos con Jesucristo, con tal que padezcamos con Él, a fin de que seamos con Él glorificados. El Espíritu Santo es fruto de la cruz, de la entrega total a Dios, de buscar exclusivamente su gloria y de renunciar por entero a nosotros mismos. Sólo cuando el hombre, siendo fiel a la gracia, se decide a colocar en el centro de su alma la Cruz, negándose a sí mismo por amor a Dios, estando realmente desprendido del egoísmo y de toda falsa seguridad humana, es decir, cuando vive verdaderamente de fe, es entonces y sólo entonces cuando recibe con plenitud el gran fuego, la gran luz, la gran consolación del Espíritu Santo. Es entonces también cuando vienen al alma esa paz y esa libertad que Cristo nos ha ganado, que se nos comunican con la gracia del Espíritu Santo.

Los frutos del Espíritu son caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad: y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

 

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

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DÉCIMO DÍA

Oración para comenzar

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.

Consideración para este 10º día

La vida del cristiano consiste en empezar una y otra vez

En medio de las limitaciones inseparables de nuestra situación presente, porque el pecado habita todavía de algún modo en nosotros, el cristiano percibe con claridad nueva toda la riqueza de su filiación divina, cuando se reconoce plenamente libre porque trabaja en las cosas de su Padre, cuando su alegría se hace constante porque nada es capaz de destruir su esperanza.

Es en esa hora, además yal mismo tiempo, cuando es capaz de admirar todas las bellezas y maravillas de la tierra, de apreciar toda la riqueza y toda la bondad, de amar con toda la entereza y toda la pureza para las que está hecho el corazón humano. Cuando el dolor ante el pecado no degenera nunca en un gesto amargo, desesperado o altanero, porque la compunción y el conocimiento de la humana flaqueza le encaminan a identificarse de nuevo con las ansias redentoras de Cristo, y a sentir más hondamente la solidaridad con todos los hombres. Cuando, en fin, el cristiano experimenta en sí con seguridad la fuerza del Espíritu Santo, de manera que las propias caídas no le abaten: porque son una invitación a recomenzar, y a continuar siendo testigo fiel de Cristo en todas las encrucijadas de la tierra, a pesar de las miserias personales, que en estos casos suelen ser faltas leves, que enturbian apenas el alma; y, aunque fuesen graves, acudiendo al Sacramento de la Penitencia con compunción, se vuelve a la paz de Dios y a ser de nuevo un buen testigo de sus misericordias.

Tal es, en un resumen breve, que apenas consigue traducir en pobres palabras humanas, la riqueza de la fe, la vida del cristiano, si se deja guiar por el Espíritu Santo. No puedo, por eso, terminar de otra manera que haciendo mía la petición, que se contiene en uno de los cantos litúrgicos de la fiesta de Pentecostés, que es como un eco de la oración incesante de la Iglesia entera: Ven, Espíritu Creador, visita las inteligencias de los tuyos, llena de gracia celeste los corazones que tú has creado. En tu escuela haz que sepamos del Padre, haznos conocer también al Hijo, haz en fin que creamos eternamente en Ti, Espíritu que procedes de uno del otro.

Oración para finalizar

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.
V. Envía tu espíritu y serán creados
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.
Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

 

 

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REFERENCIAS:
(1) Oración de San Josemaría Escrivá al Espíritu
Santo.
(2) Extracto de la homilía “El Gran Desconocido” de
San Josemaría Escrivá.
(3) Secuencia de la Misa de Pentecostés 

 

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PENTECOSTÉS

 

La secuela de «La Pasión de Cristo» titulada «La Pasión de Cristo: Resurrección», se estrenará el 18 de abril de 2025, coincidiendo con el Viernes Santo.

Este nuevo proyecto cinematográfico de Mel Gibson ha reunido nuevamente a actores del elenco original como Jim Caviezel, Maia Morgenstern y Francesco De Vito, y se ha rodado en localizaciones como Israel, Marruecos e Italia.

Aunque se ha especulado sobre la posible división de la película en varias partes, Il Timone señala que esta información aún no se ha confirmado oficialmente.

«Resurrección» explorará los eventos ocurridos entre la crucifixión y la resurrección de Jesús, incluyendo elementos como la caída de los ángeles y escenas del infierno, presentando un enfoque cinematográfico no lineal y exploratorio que abarcará «otros reinos» y «dimensiones». Mel Gibson asegura que, la película pretende ser un «viaje psicodélico» y un «auténtico rompecabezas» que contrasta y yuxtapone diversos elementos y épocas.

Según Edward Pentin del National Catholic Register:

«El largometraje cubrirá paso a paso los eventos que llevaron a la Resurrección vividos por los Apóstoles, pero también seguirá las intrigas que tuvieron lugar en el palacio de Herodes y concluirá con los eventos que ocurrieron en Jerusalén el Domingo de Resurrección».

 

 

 

Además, será una película no lineal e introspectiva, en la que se explorarán «otros reinos» y «dimensiones».

El año pasado, Mel Gibson al hablar del lanzamiento de la película dijo:

«No puede ser lineal. Es necesario tener muchas cosas que yuxtaponer entre sí, incluso de diferentes épocas», comparando su trabajo con la resolución de un «auténtico rompecabezas».

 

«La Pasión de Cristo», dirigida por Mel Gibson y centrada en las últimas horas de la vida de Jesucristo, fue estrenada en 2004. Gibson no solo dirigió la película, sino que también la produjo y financió en gran parte con su propio dinero. Fue destacable su uso del arameo, el latín y el hebreo, con subtítulos, algo que buscaba dar más autenticidad al relato según dijo Gibson.

 

 

El reparto incluyó a Jim Caviezel como Jesucristo, Maia Morgenstern como la Virgen María y Monica Bellucci como María Magdalena.

«La Pasión de Cristo» fue un éxito de taquilla, recaudando más de 600 millones de dólares a nivel mundial. Su impacto cultural y religioso fue y sigue siendo notable.

Precio y frutos de mostrar a Cristo

La película de La Pasión fue criticada por la violencia extrema y antisemitismo, sufriendo un fuerte boicot. Incluso el New York Times aseguró que el largometraje sería el final de la carrera de Gibson. Pese a ello, la recaudación fue de 611 millones de dólares, frente a los 30 que se invirtieron.
Jim Caviezel fue otor que sufrió las consecuencias de adentrarse en el cine religioso participando en esta película.
En una entrevista del año 2001 confesó que «interpretar a Jesús ha destruido mi carrera, cada vez más gente en Hollywood me ha cerrado sus puertas, dejándome afuera. Pero no me arrepiento en absoluto de haber aceptado, al contario: fortaleció mi fe».
Pese a la dureza de las imágenes, la película ha ayudado a millones de espectadores, además de quienes formaron parte, de tomar consciencia del verdadero precio de los pecados de la humanidad y de los de cada uno.
Los actores que interpretaron a Barrabás y Judas Iscariote, Pietro Sarubbi y Luca Lionello, aseguraron haberse convertido. Incluso se presentó el documental Changed lives: miracles of the Passion en Estados Unidos, que se convirtió en libro, recogiendo los testimonios de espectadores.

 

 

Un papiro conserva la plegaria más antigua a la Madre de Cristo y demuestra que ya existía su culto entre las primeras comunidades cristianas

La oración más antigua a la Virgen

Es un papiro de reducido tamaño, escrito en griego y de textura frágil. Es legible, a pesar de las pérdidas evidentes que presenta, y se conserva entre dos cristales para preservarlo del deterioro.

 

Apareció en el norte de Egipto, en la ciudad de Oxirrinco, una localidad que adquirió renombre internacional cuando fue excavada en el siglo XIX, en el año 1897, por una pareja de arqueólogos británicos, Bernard Pyne Grenfell y Arthur Surridge, y extrajeron de un antiguo vertedero que se conservaba en una zona de sus arrabales un abundante conjunto de manuscritos.

Después han deparado, y todavía deparan, innumerables sorpresas a los historiadores. Este documento se conserva en la Colección John Rylands de la Universidad de Manchester, en Inglaterra, y se publicó en los años 30 del siglo anterior, pero hasta ahora había pasado con cierta discreción entre los investigadores.

Aunque se conocía su existencia no ha sido hasta este momento, al haberse transcrito su texto de nuevo de manera íntegra y enmendado errores de la traducción anterior, que todavía perduraban, cuando su importancia ha tomado mayor relieve, aunque los estudiosos sospechaban ya lo que albergaba este fragmento.

 

La oración guarda muchos parecidos con la "Salve Regina" de la liturgia

Está datado por E. Lobel en el año 250 d. C. y durante siglos se conservó bajo la arena del desierto junto a otros materiales arqueológicos. El papiro fue uno de los materiales más extendidos en la antigüedad y el soporte sobre el que se conservaron y transmitieron numerosas obras de la cultura griega y latina.

 

 

Circuló a lo largo de la cuenca del Mediterráneo, pero en el interior de Europa apenas se han conservado ejemplares debido, sobre todo, a la acción de la humedad, un elemento dañino para su preservación, lo que convierte a esta clase de documentos en unas piezas esenciales para ahondar en el pasado literario de Occidente y Oriente Medio.

Este fragmento, de hecho, se ha salvado debido a la sequedad que predomina en el Norte de África. Algo que ha hecho que también sobreviviera su secreto.

Entre sus líneas se conserva la que es hasta ahora la fórmula más primitiva del «Salve Regina». Esto lo convierte en un documento crucial para la historia del cristianismo y la religión.

Durante años se había mantenido la creencia de que el culto dedicado a la Virgen tenía unas raíces más tardías. Los historiadores consideraban que sus orígenes estaban en el concilio ecuménico de Éfeso, que se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431.

Fue justo en esas fechas cuando se proclamó que María era «Madre de Dios» o «theotokos», que es el nombre que recibe en griego. Siempre se había tomado este instante como el punto de partida de un culto que, aunque pudiera existir un poco antes, arraigaría a partir de ese instante de una manera plena entre los fieles y prosperó con evidente fortuna a lo largo de la Edad Media.

 

Esta idea se mantuvo durante siglos, y en la posterior disputa que mantuvieron católicos y protestantes salió a relucir. Estos últimos sostenían que la Iglesia había incorporado dicha devoción y que en realidad no existía ninguna mención a este respecto en la Biblia. Pero el papiro demuestra ahora que ya existía una vocación anterior hacia la Virgen.

De hecho, entre sus líneas se mantiene íntegra la oración dirigida a la Madre de Cristo más antigua que se conoce en la actualidad y está datada en un periodo más antiguo de lo que la mayoría podía imaginar.

«Durante muchos años, este documento se ha dejado de lado. Puede que uno de los motivos fue que resultaba controvertido porque contiene a una oración a la Virgen María. El texto ha descolocado a varios teólogos porque aparece en la mitad del siglo III, antes de lo que nadie podía pensar. Algunos sostenían que este título de la Virgen como “Madre de Dios” no se había hecho oficial hasta el siglo V o de ahí en adelante».

Comenta el filólogo Felipe Hernández Muñoz, del departamento de Clásicas de la Universidad Complutense, que ha traducido el texto y confirmado los que tantos intuían: su relevancia para el cristianismo, tanto para su culto como para su pasado.

«Podemos deducir que los cristianos entendieron desde el relato de la Pasión, cuando Jesús le dice a Juan: “Ahí tienes a tu madre”, que la Virgen no solo era la de Juan, sino también la Madre de toda la Iglesia y de todos los cristianos. Esto lo asumió la religión popular y las primeras comunidades de esta fe», asegura Felipe Hernández.

Aunque conocía el documento, él mismo quiso examinarlo en persona y acudió el diciembre pasado a la Rylands Collection.

«Aproveché un viaje personal para acercarme. Hablé con los responsables de la biblioteca y les pregunté si era posible verlo. Me advirtieron de antemano que se encontraba en un estado muy precario. Estos documentos suelen sufrir mucho. Por eso en un principio solo me dejaban consultar una reproducción digital de una enorme calidad. Pero –subraya–, al llegar, el responsable me sacó el papiro y permitió que lo fotografiara.

Pude consultar el catálogo que tienen disponible y es cuando reparé que el texto no estaba bien transcrito». Se lo comentó, entonces, al conservador «y le subrayé que era importante, porque lo que puede leerse en el catálogo no es lo que hay en el papiro. Por tanto, dejé una hoja con la transcripción correcta del griego y la traducción en inglés y en latín. Ahora se han puesto en contacto conmigo y lo van a actualizar».

 

El origen de la plegaria estaría vinculado a la persecución de los romanos

 

Lo que se lee en este papiro es una oración muy sencilla, pero que cualquiera que conozca el culto cristiano reconocerá:

«Bajo tus / entrañas misericordiosas / nos refugiamos, / madre de Dios.

Nuestras / peticiones no des-/precies en el apuro /

sino que del peligro, / líbranos, / solo tú santa, / la bendita».

 

 

Uno de los aspectos que enseguida llamó la atención de Felipe Hernández fue que se usara el plural. «Percibimos una escritura cuidada. Está toda en mayúsculas y en griego, la lengua más extendida entonces. Hay rotos en el papiro, pero las letras se pueden intuir sin problema. Lo que me resultó interesante es que no usa el “líbrame del peligro”, sino el “líbranos del peligro”. Es como si ya existiera entre estas personas la conciencia de formar parte de una comunidad. No es una oración individual.

También sobresale que las primeras palabras son “bajo tus entrañas misericordiosas”. Esta expresión es similar al principio de la “Salve Regina”, comparte similitudes con la oración “Bajo tu amparo”. Esto, probablemente, se perpetuó y explique por qué los creyentes se referirían a María como Madre de la Misericordia o también “ojos misericordiosos”. La conexión entre este texto tan antiguo y nuestra “Salve” es bastante emocionante».

Pero, ¿cuál fue el contexto en el que nació la oración? Parece que el plural hace alusión a las peculiares circunstancias en las que se concretó. «Desde el punto de vista histórico se le pide a la Virgen que los libre del peligro. Este peligro común podría ser una de las persecuciones que padecieron los cristianos en el Imperio Romano.

Lo que tendría sentido porque fue una comunidad cristiana que ruega a María para que acuda y los ayude. Le están pidiendo amparo y protección. Esto nos indicaría también por qué las oraciones a la Virgen pueden ser anteriores a lo que se defendía. De hecho, conocemos representaciones de la Virgen en el arte que también son antiquísimas.

La idea de la Virgen como icono medieval hay que reconsiderarla, porque se preservan también imágenes anteriores. Este papiro –asegura– verifica que ya se había asentado su culto en el siglo III y que este título de “madre de Dios” estaba presente en los primeros cristianos. Solo es después cuando se le da un carácter oficial, pero la realidad es que ya circulaba entre las comunidades cristianas y que podría tener relación con las persecuciones de los romanos».

 

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La oración más antigua dirigida a la Virgen - “Sub tuum praesidium”

 

Ver en Wikipedia

Capilla de la Ascensión del Monte de los Olivos, su historia y enigmas

La iglesia fue llamada Imbomon inicialmente, era redonda pero pasó a ser octogonal con el paso de los siglos

Los orígenes de la Capilla de la Ascensión de Jerusalén

La tradición cristiana piadosa plasmada por Eusebio de Cesárea dice que Santa Elena (247-329), la madre del emperador Constantino, mandó edificar en Jerusalén el Santo Sepulcro y la iglesia Eleona (“Ecciesia in Eleona” =en olivar) en el Monte de los Olivos tras su visita hacia el año 327 (al parecer realmente se construyó hacia el año 333 por mandato de Constantino. Medio siglo después la rica y piadosa matrona romana, Pomenia, cerca de Eleona patrocinó hacia el 378 la construcción de la iglesia de Imbomon (“Imbomon” =en la colina) dedicada a la Ascensión.

Y si en el Santo Sepulcro había una basílica adosada a la Anástasis dentro de una rotonda, en el Monte de los Olivos la basílica, un poquito apartada de La Ascensión era Eleona (de tres plantas y ábside sobre una gruta), y la planta circular correspondía a Imbomon. “Martyrium” y “Domus ecclesiae”, por tanto, para dos funciones religiosas y litúrgicas distintas. El mismo modelo se llevó a cabo en la iglesia de la Natividad de Belén (ca. 326 d.c), solo que allí la cabecera era un octógono y la iglesia tenía cinco naves.

 

 

Arculfo de Perigueux, obispo franco proveniente de Dordoña viajó a Palestina entre los años 679 y 682 y visitó los Santos Lugares de Jerusalén. En lo alto del Monte de los Olivos describió una iglesia circular abierto al cielo y con tres pórticos en el sur.

Dentro había un edículo (“un cilindro de bronce hueco de circunferencia grande” que contenía las huellas de Cristo rodeadas de polvo que podían recoger los peregrinos cual reliquia ("la zona no percibe ninguna pérdida, y la tierra aún conserva la misma apariencia de estar marcado por la huella de pasos").

Arculfo testimonia que el interior de la iglesia, sin techo o bóveda, se encuentra abierto al cielo, y que tenía en su lado este un altar. “Así que de esta manera el interior no tiene bóveda con el fin de que desde el lugar dondelas huellas divinas se vio por última vez, cuando el Señor fue llevado al cielo en una nube, ese hueco pueda estar siempre abierto y libre a los ojos de los que rezan al cielo”. Asimismo nos dice que había ocho lámparas dentro de La Ascensión.

 

La Iglesia Románica de la Ascensión

Los persas de Cosroes destruyeron Imbomon, al igual que la mayoría de las iglesias de Jerusalén en el año 614, y el patriarca Modesto la reconstruiría. En 1152 los cruzados construyen una nueva iglesia de la Ascensión, esta vez octogonal y, en su centro, un templete igualmente octogonal en el que se encuentra la huella del pie insculpido en la roca.

El edículo es el que subsiste hoy día pero hay que tener en cuenta que los cruzados sólo alzaron su cuerpo principal con sus ocho columnas de mármol con capiteles finamente labrados de filiación borgoñesa posiblemente. Los musulmanes superpusieron el tambor octogonal y cúpula de piedra, y quizás incluso tapiaron el cuerpo ochavado pues algunos opinan que los cristianos no colocaron los ocho lienzos. La puerta de acceso está al oeste.

 

Saladino conquista Jerusalén en 1187 y convierte el lugar en mezquita en 1198. Es durante el mandato de Saladino cuando se supone que se cierra el templete y se incorpora un mihrab en el interior.

Y consiente que los cristianos oficien sus ritos en el día de la Ascensión, lo que sigue sucediendo hoy día pues el enclave continúa en posesión del “Waqf” Islámico de Jerusalén, siendo la única mezquita en la que se permiten rezos cristianos aunque sólo sea durante un día. El culto en este lugar ya está testimoniado por la peregrina gallega Egeria-Eteria en el año 382.

Para que los cristianos pudieran visitar el edículo, Saladino optó por edificar una mezquita anexa en 1200. El edificio románico de la Ascensión quedó en ruinas a finales del siglo XV y junto al muro este se construyeron casas y hasta establos. Se alzó una muralla octogonal que persiste hoy día.

En el interior del templete sigue estando el mihrab apuntado a La Meca y en el suelo se encuentra enmarcada una losa de piedra grabada con la huella del pie izquierdo de Cristo. La huella del otro pie se llevó al Domo de la Roca, según algunos peregrinos e historiadores. Al respecto he encontrado algunas referencias curiosas que paso a indicar.

Cristo y Mahoma comparten huellas en la roca de sus pies

Fray Antonio del Castillo, OFM, Comisario general de Jerusalén en los Reinos de España y Guardián de Belén señala en su libro “El devoto peregrino y viaje de Tierra Santa” (1656), al hablar de la Puerta Dorada de la muralla jerusalemitana escribe:

“Sobre esta puerta hay dos capillas en las cuales dicen los turcos han de estar Cristo y Mahoma el día del Juicio, cuando vengan a juzgar el mundo, más dan la mano derecha a Mahoma” [o sea, que es Mahoma el juez superior].

El dato es de interés y hay que asociarlo, en mi opinión, a la tradición oral otomana que comenta posteriormente al hablar de la capilla de la Ascensión y que paso a transcribir íntegramente.

 


“En lo más alto del monte está el lugar desde el cual Christo subió a los cielos a vista de su Padre y los Discípulos, como cuenta San Lucas y el cap. I de los Actos de los Apóstoles. Aquí había una Iglesia muy grande, la cual está toda destruida, vence las paredes como dos estados en alto: su forma y hechura era ochavada.

En medio de esta Iglesia hay otra capilla, también ochavada, su capacidad no es grande: cabrán doce o catorce personas. En medio de esta capilla está la piedra, sobre la cual estaba Christo Señor nuestro cuando subió al cielo y dejó sus Divinas Plantas estampadas en ella.

Hoy día no se ve más que la una y es la del pie izquierdo, porque la del derecho se la han llevado los turcos al Templo de Salomón, habiendo para esto cortado la piedra. La razón que para esto dan es –como de las que suelen dar- dictadas de sus engañosy bárbaros desatinos. Tan ciegos tiene a estos míseros el pérfido padre de la mentira, Lucifer.

Y así refieren una patraña, y dicen que Crhisto Señor nuestro y Mahoma subieron juntos al cielo desde el monte Olivete y que Christo dio la mano derecha a Mahoma, y que cada uno dejó señalado un pie en la piedra, y que aquel que ellos han llevado al Templo o Mezquita suya es el de Mahoma, y a nosotros nos dejaron el de Cristo, y así –dicen- no nos hicieron agravio, y por haber subido Mahoma desde este lugar al cielo (como ellos dicen) permiten que sea Iglesia nuestra y Mezquita suya”.

 

Bien, pues esta es la historia… Lo curioso es que entre los templetes que hay cerca del Domo de la Roca en la Explanada de las Mezquitas hay uno muy parecido exteriormente al del Monte de los Olivos y que, curiosamente, se le conoce como “Qubbat al-Miraj”, esto es, “Cúpula de la Ascensión”. Es igualmente octogonal, románico, y se dice que en aquel solar oró Mahoma antes de su ascensión celeste desde la piedra que cubre el Domo de la Roca.

 

Los templarios y cruzados utilizaron dicho templete como baptisterio y luego como iglesia, remontándose a su época la hornacina existente sobre la cúpula. ¿Quisieron los cruzados o templarios rememorar con esta Cúpula de la Ascensión el templete homónimo del Monte de los Olivos para sacralizar más toda esta zona como microcosmos sacro de Jerusalén..?

Por su parte Domingo Badía Leblich (Ali Bey) estuvo en Jerusalén en julio de 1807 y, disfrazado de musulmán, entró en el Domo de la Roca, y narra que la inscultura del pie derecho corresponde a Mahoma pero recoge otra tradición distinta a la de fray Antonio del Castillo:

“En el momento de apoyarse el Profeta en la ‘Sàharara’ [la piedra central del Domo], la roca, sensible a la dicha de llevar tan santo peso, se bajó y como cera blanda recibió la estampa de su sagrado pie en su parte superior, hacia el borde del suroeste.

Después han cubierto dicha huella con una especie de caja grande de hilo de metal dorado, trabajada de modo que no se ve la huella a causa de la oscuridad interior, mas a beneficio de una abertura practicada en la caja, se puede tocar la huella con la mano y se santifica uno pasando la misma mano por la cara y barba; prueba manifiesta de ser aquélla la estampa del pie del mayor de los profetas”.

 

Algo parecido contaba el obispo galo Arculfo respecto a las huellas de Cristo en Imbomón: El cilindro de bronce que protegía las “icnitas” de las pisadas de Cristo tenía una abertura “y a través del agujero abierto en él puede tomar el peregrino con sus manos extendidas alguna partículas del polvo sagrado”. Con el paso de los siglos la forma del pie izquierdo de la Ascensión está tan deteriorada por los besos, contactos de manos, rosarios y otros objetos, que está desfigurada plenamente la silueta.

Chateaubriand, en 1806, lo explica así:

“Todos los viajeros han hablado de las huellas del Salvador, que todavía se conservan impresas en la peña. Actualmente no hay más que la del pie izquierdo, bien porque la otra se borró, bien porque la quitaron los musulmanes para colocarla en la mezquita de Omar [Domo de la Roca], lo cual me parece menos probable. Los fieles que vienen a adorar a Jesucristo en el sitio en que estuvieron sus pies, besan con fervor los últimos restos que dejó en la tierra hasta que vuelva al mismo sitio para juzgar a los hombres…

Después de tantos siglos sólo han visto una huella que todavía se reconoce, pero que ha sido desfigurada por la piedad de los fieles”. En 1828, Pedro María de Olive, traductor de Chateaubriand, aclaraba al respecto. “La piedra ha sido gastada en parte por el roce de los rosarios, de los anillos y de las medallas de los peregrinos”.

 

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LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR AL CIELO

 

Ver en Wikipedia

 

Una de las películas más esperadas de la gran pantalla, Resurrección.

Como en todas las cintas de Hollywood, el secreto también está siendo la norma en las fases previas al rodaje de la secuela de La Pasión. Pero las declaraciones de los actores o incluso de su director, Mel Gibson, van ofreciendo una panorámica de lo que será la cinta. Y está cargada de expectativas: el que interpretará nuevamente a Jesús en esta "segunda parte" de La Pasión, ha afirmado en varias ocasiones que Resurrección será "la película más importante de la historia".

 

¿Qué es lo que se sabe hasta ahora de este esperado estreno? Lo primero, que su rodaje tendrá lugar a partir de enero de 2024.

 

 

 

Al menos así lo aseguran portales especializados como World of Reel o IMDB, la mayor base de datos existente sobre películas, según la cual su rodaje y lanzamiento tendrán lugar a lo largo del próximo año, a la espera de confirmación oficial.

 

Siguen María y Juan, se han barajado seis guiones

Poco se sabe en torno al reparto. Por el momento, el mismo portal afirma que junto a Caviezel como Jesús, se encontrarán presentes de nuevo Maia Morgenstern como María y Francesco de Vito como Pedro, si bien falta la confirmación de la dirección.

Otra de las hipótesis que se plantean es en torno al número de entregas de las que constará Resurrección. El mismo Caviezel, invitado en otra ocasión a The Shawn Ryan Show, mencionó la posibilidad de que pudiese dividirse hasta en tres películas.

"(Gibson) ha estado en esto durante mucho, mucho tiempo... será la película más grande de la historia. Podrían ser dos películas. Podrían ser tres, pero creo que serán dos", desveló.

El guión también va tomando forma. El afamado periodista, crítico de cine y creador del prestigioso blog de cine World of Reel, Jordan Ruimy, ha destacado que su elaboración lleva largo tiempo en proceso, habiendo trabajado Gibson en hasta seis borradores del guión junto al guionista de Braveheart, Randall Wallace.

 

 

La semana pasada, Cinema Daily Us se hacía eco de las últimas declaraciones de Gibson, que se encuentra actualmente decidiendo entre dos posibles guiones ya concluidos. Por su parte, Ruimy no duda en dirigir la vista de sus lectores a enero de 2024: "La fecha de producción parece escrita en piedra".

 

No será lineal, resolverá dudas y Jesús irá "a otros reinos"

Sobre lo que parece no haber duda es el nombre y la sinopsis. El mismo Gibson confirmó que se llamará Resurrección y que se centrará en los eventos que siguieron a la pasión y muerte de Jesús. La versión final se estrenará como La Pasión, en hebreo, arameo y latín.

Sin embargo, el director también afirmó estar abierto a interpretaciones "profundas" de aquellos sucesos, cabiendo la posibilidad de que Resurrección no se trate de una mera descripción lineal de los hechos.

"Es un tema muy amplio y debe estudiarse porque no queremos hacer una representación simple, leer lo que sucedió. Experimentar y explorar significados más profundos tomará algo de trabajo", explicó a Greg Laurie en Harvest Crusade, en 2016.

 

 

Ocho años después, estas declaraciones parecen haber tomado forma y han llevado al mismo Caviezel a afirmar que Resurrección "será la película más importante de la historia", con abundantes detalles que "sorprenderán a la audiencia".

Según Gibson, la película también destacará el período de tres días que comienza el Viernes Santo, el día de la muerte de Jesús, y analizará por qué los discípulos no reconocieron a Jesús en el camino a Emaús. El pasado 29 de agosto, Ruimy informó en World of Reel que "el guión será más filosófico y poético que una historia sencilla", en base a las declaraciones de Gibson de que Resurrección sería como "un viaje ácido" en el que Jesús iría "a otros reinos".

 

La caída de los ángeles, presente en la película

En abril de este año, el director y ganador del Oscar admitió en Outstanding Screenplays que la película "llegaría muy pronto", pero que no es algo que se pueda hacer "a la ligera y rápidamente".

"Tienes que considerar realmente qué es lo que necesitas mostrar para ser conmovedor. No puede ser lineal. Es necesario tener muchas cosas que yuxtaponer entre sí, incluso de diferentes épocas", aseguró.

Por el momento, compara su labor a la de resolver un "auténtico rompecabezas" al tener que decidir entre dos de los guiones con los que cuenta.

"Uno de ellos es muy estructurado, muy sólido y un poco lo que podrías esperar. El otro es como un viaje ácido, porque vas a otros reinos y esas cosas. Estás en el infierno, estás viendo caer a los ángeles", detalló.

 

 

Habrá que esperar a ver cómo se plasma en la gran pantalla "lo que ni el ojo vio ni el oído oyó" con la intención del director de que el resultado final "brille como nuevo y sea cinematográficamente convincente y ligero sin crear algo extraño".

 

El éxito mundial de La Pasión de Cristo

La Pasión de Cristo es una de las películas independientes más exitosas de la historia del cine. Al no contar con el apoyo de ningún estudio de renombre, el mismo Gibson decidió invertir 30 millones de dólares del bolsillo de su propia empresa productora para el lanzamiento de la película: en taquilla recaudó más de 612 millones.

A esta cuantiosa cifra se debe añadir lo obtenido por el merchandising y la venta de la película en DVD, que los portales especializados cifran en un mínimo de 125 millones de dólares. Su éxito no fue solo numérico, ya que gracias al estreno de La Pasión se dio todo un "boom" de cine religioso en la misma "Meca" del cine. Noe, de Darren Aronofsky, Exodus, dioses y reyes, de Ridley Scott, Ben-Hur, de Timur Bekmambetov o Pablo, Apóstol de Cristo, de Andrew Hyatt, son solo algunas.

 

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ANALISIS DE LA PASIÓN DE CRISTO

fuente : Jose María Carrera

 

La historia del martirio del apóstol San Juan

El 6 de mayo se celebra la fiesta de San Juan ante portam Latinam.

Esta fiesta está en relación con la de su hermano, el apóstol Santiago, protomártir del colegio apostólico, al que diera muerte Herodes "en los días de los ázimos" (Act. 12, 3), y por eso primitivamente se le festejaba el 1 de mayo, aunque después se aplicó esta festividad a Santiago el Menor, y la del apóstol patrón de España pasó al 25 de julio, como en la actualidad perdura.

La Iglesia antigua ensalzó así en fechas cercanas las fiestas martiriales de los dos hermanos generosos.

La de San Juan aparece ya en los antiguos sacramentarios sin indicación topográfica; pero en el siglo IX se localizó su celebración en una pequeña basílica, cercana a la puerta Latina, que el papa Adriano dedicara en este mismo día en 780, por haber tenido lugar allí el martirio del apóstol evangelista al ser echado en una caldera de aceite hirviendo.

Del hecho no cabe la menor duda, aunque los críticos duden de su localización, porque la puerta Latina es posterior al suceso, ya que el recinto de tales muros fue levantado por el emperador Aureliano más de siglo y medio después.

 

San Juan "Ante Portam Latinam", el martirio del apóstol

 

 

Pero el pequeño templo pudo surgir sobre el área donde la tradición fijaba el lugar del martirio de San Juan, aunque reformas urbanas posteriores cambiasen la topografía del terreno.

Hoy la basílica de San Juan ante portam Latinam se encuentra en medio de un itinerario en que se entremezclan los mejores recuerdos de la Roma pagana y cristiana, cerca de las grandiosas termas de Caracalla, hacia el arranque de la vía Apia, la regina viarum: huertos de Galatea, sepulcros de los Escipiones, mausoleo de Cecilia Metela, oratorio que recoge la leyenda del Quo vadis, catacumbas de Calixto y San Sebastián.

El suceso debió ocurrir el año 95, cuando San Juan era el único superviviente del colegio apostólico, y, aunque anciano venerable, gozaba de excelente salud, hasta el punto de dar pie a que circulara entre la primitiva comunidad cristiana la leyenda de que no habría de morir.

Domiciano fue el instrumento de Dios para hacerle beber el cáliz de la pasión que el Maestro le predijera.

Este emperador observó en punto a religión una política conservadora, defendiendo la religión nacional contra el proselitismo de los cultos orientales y haciendo guardar con tal rigor las tradiciones romanas, que no dudó en enterrar vivas a dos vestales que fueron infieles a su voto de castidad.

Buen gobernante en los comienzos, se dejó llevar después del autoritarismo, al volverse sumamente desconfiado. A partir del año 93 un régimen de terror pesó sobre Roma y la delación se hizo la norma de gobierno. Los filósofos fueron los primeros en sufrir las consecuencias, como ya había ocurrido en el reinado de Nerón.

Unos padecieron la muerte, otros fueron desterrados, como Epicteto y Dión Crisóstomo. Tácito y Juvenal aseguran que inundó de sangre la ciudad, inmolando a sus más ilustres habitantes. Naturalmente, también los cristianos, culpables de ateísmo, es decir, de menospreciar el culto al emperador y a la diosa Roma. El propio primo del emperador, Flavio Clemente, y el consular Acilio Glabrión fueron condenados a muerte. También Domitila, la esposa del primero, fue desterrada a la isla Pandataria.

Refiere Hegesipo, judío converso y cercano a los sucesos, que Domiciano mandó prender conjuntamente a los descendientes del rey David y a los del apóstol Judas, que el Evangelio denomina "hermano" de Jesús. Como Herodes, tenía miedo de que pudieran disputarle el trono. Sin embargo, al convencerse de que eran gente humilde e inofensiva, se contentó con despreciarles, dejándoles en, libertad.

Pero con San Juan obró de distinta manera. El prestigio de que gozaba entre los fieles le hacía más peligroso. Mandó prenderle en Efeso y le trajo conducido a Roma el año 95. El cruel emperador se mostró insensible a la vista de este venerable anciano y le condenó al más bárbaro de los suplicios. Sería arrojado vivo en una caldera de aceite hirviendo.

Conforme a la práctica judiciaria de entonces, el santo apóstol hubo de sufrir primero el terrible suplicio de la flagelación, sin que pudiera invocar, como San Pablo, el privilegio de la ciudadanía romana.

El santo viejo escucharía con un gozo estremecedor el anuncio de la sentencia. Los verdugos encendieron la colosal hoguera y prepararon la tinaja con el aceite chisporroteante. En ella arrojaron al apóstol. Al fin iban a quedar colmados sus deseos. El cáliz que prometiera beber un día lejano en Palestina estaba pronto con toda su amargura.

Pero Dios no quiso que las cosas llegaran a su fin. Le había concedido el mérito y el honor del martirio, pero al mismo tiempo volvía a repetirse el milagro de los tres jóvenes en el horno de Babilonia. El fuego perdía sus propiedades destructoras. Ante la admiración de verdugos y populacho San Juan continuaba ileso en la caldera, y el aceite hirviendo le servía de baño refrescante. El tirano tomó a magia el prodigio y desterró a San Juan, que había salido más joven y vigoroso del suplicio, a la isla de Patmos.

Aunque de esta manera el martirio continuaba. Patmos es una pequeña isla, árida y semidesértica, que servía de escala a los navíos que iban o venían de Roma a Efeso. En esta isla, tal vez sometido a trabajos forzados, escribió San Juan su Apocalipsis. Sería su último y gran servicio a la Iglesia. Un domingo se le aparece Cristo glorificado y le ordena escribir a las cristiandades de Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Son siete cartas que contienen consejos y alientos, felicitaciones y reproches, promesas y amenazas, según la situación de cada comunidad.

Después continúa la descripción de las restantes visiones: el libro de los siete sellos, las siete trompetas, los siete signos, las siete copas, las siete fases de la caída de Babilonia o Roma, los siete principales actos del drama escatológico...

En este libro desconcertante se refleja el carácter impetuoso del "hijo del trueno" en las exhortaciones inflamadas y en las descripciones terroríficas.

Tras las frases proféticas se encierran veladas alusiones a la persecución de Diocleciano, que debía alcanzar a las comunidades de Pérgamo y Esmirna:

“He aquí que el diablo va a meter a alguno de vosotros en la cárcel, para que seáis tentados, y la tribulación durará diez días" (Apoc. 2, 10). Pero avanzando el libro se consignan ya las víctimas que la “gran meretriz que se sienta sobre las siete colinas” hacía con aquellos que se negaban al culto a los emperadores y a la diosa Roma: "Yo he visto a la mujer ebria con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús" (Apoc. 17, 16).

Y poco después: "Vi bajo el altar las almas de los degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, aquellos que no adoraron a la bestia ni a su imagen" (Apoc. 20, 4).

 

Sin embargo, el Apocalipsis es un mensaje de esperanza. Las palabras más alentadoras de toda la Escritura, las descripciones más bellas de la liturgia celeste, el triunfo definitivo del bien sobre el mal, del Cordero sobre el Dragón, recorre sus páginas.

Se encierra un deseo infinito en ese Amén, en esa afirmación con que el apóstol anciano, que presiente el fin, responde a las palabras de Jesús: "Vengo pronto". Y Juan contesta: "Amén. Ven, Señor Jesús" (Apoc. 22, 20).

El 18 de septiembre del 96, al año del martirio de San Juan, moría asesinado el emperador Diocleciano. El vidente de Patmos debió quedar libre para retornar a Efeso, donde, por fin, encontraría, en una muerte apacible, a “Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos". Como a vencedor le daría a comer del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios (Apoc. 2, 7).

 

+info - Martirio de los Flavios y de Glabrión, bajo Domiciano

 

- Flavia Domitila y los mártires de la nobleza romana

 

Por: Casimiro Sánchez Aliseda

 

Invención de la Cruz

3 de mayo

EL HALLAZGO DE LA SANTA CRUZ

 

Constantino imperaba en las Galias, compartiendo el poder con Majencio y Licinio. Los reinos divididos dan en la disolución y en la ruina. Y la guerra estalla entre los tres, como siempre, por piques de rivalidad y de soberbia. Constantino es multitudinario en el fervor de su pueblo y entre sus fieles legiones. Semejante aureola recome a Majencio, que pretexta vengar con sangre el supuesto asesinato de Máximo Hércules, por intrigas de Constantino.

 

Pero el gran viento de las victorias empuja a los cien mil soldados desde las Galias hasta Turín, por Brescia y Verona, y a todo lo largo de la vía Flaminia. Constantino tenía videncias de su propio triunfo, porque no combatía solamente con sus ejércitos, sino con el poder divino de aquel anagrama que, a la luz sangrienta del otoño, resplandecía en los estandartes y sobre el pecho de sus leales, recordando otra batalla más cruel y decisiva: la de Cristo en la cruz. Y con su nombre iba seguro a la victoria.

Fue así el milagro, según lo refiere Eusebio, recogido de los mismos labios del emperador. Que a los comienzos de esta injusta guerra embargaba su espíritu el pensamiento de la muerte, como acontece a los que llevan oficio de armas. Y repasó en su memoria el fin dramático de todos los emperadores que habían perseguido a los cristianos. Sólo su padre, Constancio, encontró una muerte piadosa, tranquila, serena.

¿Acaso porque quiso bien, en amistad y protecciones, a los creyentes de la cruz? Pide entonces un signo al Señor de los Ejércitos. Y se le dio, en un estupendo milagro. Sobre un cielo deslumbrante de mediodía vio arder una cruz de sangre, con esta divisa: IN HOC SIGNO VINCES. Era el lábaro de su victoria. Y más aún. En el sueño impaciente de aquella noche Cristo se le muestra, ordenándole que sus combatientes, sus armas, sus banderas, lleven su propio nombre sacro e invencible.

 

 

Y mientras aquel 28 de octubre del 312 se alza al cielo, desde las siete colinas, el incienso inútil ofrecido por Majencio a los dioses paganos, la última batalla del Puente Milvio, sobre el Tíber, proclama a Constantino emperador triunfante en la señal de la cruz.

El famoso Edicto de Milán es el ofrecimiento de su victoria a la cruz. Los cristianos se ven libres, con todos los derechos jurídicos de los ciudadanos de Roma. En su brevedad, una sola idea se repite, con clara intención, para que no haya espacio a interpretaciones o dudas: la perfecta igualdad de ciudadanía para los creyentes, a los que ningún prefecto podrá, en adelante, torturar con los garfios y las cárceles ante la pública profesión de su fe.

Y, a los pocos años, el hallazgo de la cruz, como radiante trofeo de aquella gesta castrense. Era muy lógico que Constantino y los de su casa anhelaran, muy ardidamente, poseer aquella cruz, aparecida en los cielos. Y es su madre Elena la que se pone en piadosa romería hacia Oriente.

Todo esto es pura historia. La podemos seguir con Eusebio, por todo el itinerario, entre las aclamaciones entusiastas que la hacen, a su paso, las provincias del Imperio. Visita la cueva de Belén para seguir, con fidelidad, el recuerdo de la vida de Cristo. Sobre el desnudo pesebre, que profanan unos altares en honor de Adonais, edifica un templo majestuoso, "de una hermosura singular, digno de eterna memoria".

Se detiene largamente en el lago, porque aquel mar de Tiberíades, que tiene geografía y curvas de corazón, palpita como el corazón de todo el Evangelio, como el mismo Corazón de Cristo. Y después a las agonías del monte de los Olivos. Y al Calvario.

En este punto nos despedimos de Eusebio de Cesarea, que nos guió minuciosamente, con sus infolios, en la peregrinación de la emperatriz. Los rigores de la crítica histórica hinchan el silencio de este escritor para tejer las insidias de la duda en la maravilla celeste del HALLAZGO. Pero este dato no entenebrece su perfecta historicidad.

Lo consignan escritores eminentes: Rufino, Sozomeno, el Crisóstomo, San Ambrosio, y el Breviario Romano lo tiene recibido, en las Lecciones históricas, para la fiesta de este día. Además, Eusebio de Cesarea no ignora el suceso, aunque no lo consigne expresamente, pues reproduce una carta de Constantino a Macario, obispo de Jerusalén, en la que se habla "del memorial de la Pasión escondido, bajo la tierra, durante muy largos años".

Con las fuentes mencionadas podemos componer la historia así. A los comienzos del siglo IV el más inconcebible abandono cubría los Santos Lugares, a tal punto que la colina del Gólgota y el Santo Sepulcro permanecían ocultos bajo ingentes montañas de escombros.

El concilio de Nicea dictó algunas disposiciones para devolver su rango y su prestigio a aquellas tierras sembradas por la palabra y la sangre del Redentor, mientras el mismo Constantino ordenaba excavaciones que hicieran posible recuperar el Santo Sepulcro.

Y allí Elena, alentando con su poder y sus oraciones el penoso trabajo. Se descubre una profunda cámara con los maderos, en desorden, de las tres cruces izadas sobre el Calvario aquel mediodía del Viernes. ¿Cuál de las tres, la verdadera cruz de Jesucristo? Y entonces el milagro, para un seguro contraste.

Porque el santo obispo de Jerusalén, a instancias de Elena, las impone a una mujer desvalida, siendo la última la que le devuelve la salud. Aún la tradición añade que, al ser portada la Vera Cruz, procesionalmente, en la tarde de aquel día, un cortejo fúnebre topó con el piadoso y entusiasta desfile, y, deseando el obispo Macario más y más certificarse sobre el auténtico madero, mandó detenerle, como Jesucristo en Naím, cuando los sollozos de la madre viuda le arrancaron del corazón el devolverle la vida a su único hijo muerto.

Se probaron, con el que llevaban a enterrar, las tres cruces, y sólo la que ya veneraban como verdadera le resucitó. Era el 14 de septiembre del año 320.

La emperatriz Elena, en nombre de su hijo, edificó allí el "Martyrium” sobre el sepulcro, dejando la cruz, enjoyada en riquísimo ostensorio, para culto y consuelo de los fieles. Una parte fue enviada a Constantino, junto con los cinco clavos, dedicando a tan insignes reliquias la basílica romana de la Santa Cruz de Jerusalén para que toda la cristiandad la venerara y fortaleciera también la "Roca" de Pedro.

Dictó, además, Constantino un decreto, por el que nadie sería en adelante castigado al suplicio de la cruz, divinizada ya con la muerte del Hijo de Dios.

Las cristiandades de Oriente celebraron este hallazgo de la cruz con la pompa hierática de su rica liturgia, en el "Martyrium" de Constantino, consagrado el 14 de septiembre del 326. Precedían a la fiesta cuatro días de oraciones y rigurosos ayunos de todas aquellas multitudes que afluían de Persia, Egipto y Mesopotamia. Allí encontró su camino de santidad una mujer egipciaca pecadora que, como la Magdalena, se llamaba María.

Muy pronto la fiesta del hallazgo se incorporó a las liturgias de toda la cristiandad cuando fueron llegando a las Iglesias occidentales las preciosas reliquias del "Lignum Crucis", como regalo inestimable para promover entre los fieles el recuerdo vivo de nuestra redención.

Tres siglos después —3 de mayo del 630— acontecía en Jerusalén otro suceso feliz. El emperador Heraclio, depuesta la majestad de sus mantos y de su corona, con ceniza en la cabeza y sayal penitente, portaba sobre sus hombros, desde Tiberíades a Jerusalén, la misma Vera Cruz que halló Elena.

En un saqueo de la Ciudad Santa fue sustraída por los infieles persas. Y ahora era devuelta al patriarca Zacarías con estos ritos impresionantes de fervor y humildad.

Las liturgias titularon este acontecimiento con el nombre de “Exaltación de la Santa Cruz". Y, aunque las Iglesias occidentales acogieron con entusiasmo semejante recuperación definitiva del Santo Madero, sólo muy tardíamente fue conmemorada su fiesta, según se ve en el sacramentario de Adriano.

El tiempo confundió la historia de ambas solemnidades. Y todo el Occidente cristiano, dando mayor acogimiento y simpatía al hallazgo de la cruz, lo celebró siempre en este día 3 de mayo, dejando para el 14 de septiembre la memoria de la "Exaltación”.

Escribía De Broglie en el pasado siglo:

"A la nueva de que Jerusalén se alzaba de sus ruinas, coronada por la verdadera cruz de Cristo, escapóse un grito de alegría de toda la familia cristiana. Dios acababa de consagrar, con un postrer milagro, el triunfo ya maravilloso de su Iglesia.

¡Qué espectáculo este resurgimiento, desde las entrañas de la tierra, de los instrumentos del Suplicio divino, convertidos en una señal de dominación y de victoria. Se creía hallarse presente a la resurrección universal y ver al Hijo del Hombre, entronizado en la nube, venir para coronar a sus fieles servidores".

 

Pero la cruz de Cristo resume, en su íntima teología, todos los misterios estremecidos que hilan el dogma de la religión cristiana. Dos proyecciones hacia el infinito: la una, fragante de luz; la otra, sombría de sacrificio y de sangre.

Como signo de libertad para todo el linaje humano, resplandece victoriosa, presidiendo el desfile apresurado de las edades, de las civilizaciones y de la culturas, con una viva presencia impresionante, en todos los corazones que creen, que esperan y que aman. El navío de Pedro puede marear seguro, hasta que pase este mundo y su figura, todos los mares amargos y difíciles, porque lleva, en la vela latina, el signo inmortal de la cruz.

 

+ INFO -

DESCUBRIMIENTO DE LA SANTA CRUZ

 

FERMÍN YZURDIAGA LORCA

 

Ver en Wikipedia 

Mártires de la nobleza romana

Noble mujer romana, nieta del emperador Vespasiano y sobrina de los empreadores Tito y Domiciano. Casada con Tito Flavio Clemente, un cónsul romano, a su vez sobrino del emperador Vespasiano y primo de Tito y Domiciano.Se convirtió al cristianismo y enviudó cuando su marido fue martirizado en el año 96 de nuestra era. Desterrada a la isla de Pandaratia en el Mar Tirreno.

En el año 68, después del suicidio de Nerón la Iglesia gozará hasta el año 95 de una profunda paz, aunque legalmente aún seguía proscrita. De los sucesores de Nerón (Galba, Otón y Vitelio) no sufrieron los cristianos ninguna persecución, ni tampoco por parte de los primeros Flavios (Vespasiano y Tito).

En al año 81 Domiciano sucede a su hermano Tito. Este, tras oír hablar de los descendientes del rey de David, a su vez de Cristo, mandó acabar con ellos y trajo a su presencia al obispo de Jerusalén junto a otros cristianos. Al oír los testimonios de estos, los consideró tan miserables que dio orden de que cesara la persecución contra el cristianismo.

Pero en el año 95 acusan a su primo Flavio Clemente, a su mujer Flavia Domitila y a su sobrina de “ateos” y de vivir “al modo judaico”. Los cristianos al no ser una religión de una ciudad o nación, sin templo, ni sacrificios eran considerados como “ateos”, hombres sin dioses.

Por otra parte, estos miembros de la familia Flavia eran considerados de “misérrima inercia”.

La inercia, abstención, el retraimiento eran una actitud casi forzosa en la sociedad del momento para un cristiano dentro de un mundo de saturado de idolatrías.

 

Flavia Domitila

 

Las religiones en Roma y Grecia, al no tener interioridad, penetraba toda la vida exterior del Imperio, de modo que para un cristiano que ocupara un alto cargo -como Flavio Clemente- el conflicto intimo surgía constantemente.

Más adelante la saña de Domiciano apuntó a otra víctima ilustre de la aristocracia romana: M. Acilio Glabrión, cónsul con Trajano. De hecho el cementerio exclusivamente cristiano de la vía Salaria fue propiedad suya.

A decir verdad, los motivos de la persecución de Domicinano no aparecen muy claros. El agotamiento del tesoro, que trajeron consigo las grandes obras de embellecimiento de Roma, determinaron al emperador a la más rigurosa exacción del didracma que los judíos pagaban, desde Vespasiano, a Júpiter Capitolino, precio de su libertad: vegatilagis libertas, que dice Tertuliano.

Mas ¿Qué tendría esto que ver con los miembros de la nobleza romana pasados al cristianismo?

Habrá, pues, que pensar que el ateismo y costumbres judaicas fueron tomados por el tirano como pretexto para deshacerse de hombres que le estorbaban, acusándolos de molitores rerum novarum, lo que hoy sería “sospechosos contra el régimen”.

No es buena, dice Homero la soberanía de muchos, pero peor es la de uno solo, si degenera en tiranía.

Relato de Dión Casio (Historia Romana, 67, 14)

“En este tiempo se empedró el camino que va de Sinuesa a Puzzoli. En el mismo año (95), Domiciano hizo degollar, entre otros, a Flavio Clemente, en su mismo consulado, a pesar de ser primo suyo, y a la mujer de éste, también pariente suyo.

A los dos se los acusaba de ateísmo, crimen por el que fueron también condenados otros muchos que se habían pasado a las costumbres judaicas.

De ellos, unos murieron; a otros se les confiscaron sus bienes; en cuanto a la sobrina de Clemente, llamada también Domitila, fue desterrada a la isla Poncia.

 

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Mártires de la nobleza romana

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