LO QUE SABEMOS SOBRE HIPATIA DE ALEJANDRÍA

MATEMÁTICA Y FILÓSOFA

ASESINADA EN MARZO DEL 415

 

DATOS QUE PARECEN MÁS SEGUROS

  1.  Hipatia significa "La más grande".
  2.  No se sabe exáctamente cuándo nació, pero sí que murió en marzo del año 415, en Alejandría.
  3.  Era miembro de una familia destacada. Su padre, Teón, fue un científico conocido, miembro del Museo, escritor, interesado en textos herméticos y órficos. Tenía una gran erudición matemática y astronómica, especialmente sobre sus predecesores alejandrinos, y contagió a su hija el interés por esas cuestiones.
  4. El otro gran interés de Hipatia fue la filosofía. A propósito de esto, formó un grupo (integrado por personas de buenas familias) que basaba su convivencia en el sistema platónico de las ideas y en lazos interpersonales. Esta comunidad presenta rasgos de influencia gnóstica: por ejemplo, hablan de misterios para denominar los conocimientos que les transmite su “guía divina”, y creen que las personas de rango social inferior son incapaces de comprender estas cuestiones.
  5. Gozaba de gran autoridad moral entre sus contemporáneos, que admiraban especialmente su autodominio, manifestado en la abstinencia sexual (se mantuvo virgen toda su vida), la modestia en el vestir (se cubría con el llamado “manto filosófico”) y, en general, la moderación en el modo de vida.
  6. No practicaba activamente el paganismo, ni le atraía el politeísmo; simplemente lo consideraba un elemento más de la cultura griega que tanto admiraba. Es decir, su platonismo no incluía la celebración de rituales, magia o adivinación. De hecho, entre sus discípulos había cristianos y personas que simpatizan con el cristianismo (dos de ellos llegaron a ser consagrados obispos, como Sinesio de Cirene). Hipatia protegía a sus alumnos cristianos y había amistad entre éstos y sus compañeros paganos.
  7. Se produjo un desencuentro entre el prefecto de la ciudad, Orestes, y el obispo Cirilo, por las injerencias de éste último en cuestiones civiles y los enfrentamientos entre judíos y cristianos (aunque hay que recordar que Orestes era cristiano, como correspondía en esa época a un representante del emperador). Hipatia se puso del lado de Orestes y recordó a Cirilo el ejemplo de su antecesor, Teófilo, que, a pesar de ambición y su campaña contra el paganismo, no era dictador y buscaba y conseguía el apoyo de las autoridades imperiales: había colaboración armoniosa entre autoridades civiles y eclesiásticas.De hecho, ella siempre se había relacionado libremente con las autoridades municipales y nunca nadie la había molestado; podía manifestar su independencia política en lugares públicos sin problema, y la gente sabía que los gobernantes buscaban sus consejos. Ahora, en cambio, empieza a haber rumores de que ella es la causa de que obispo y prefecto no se reconcilien, que se acentúan cuando Orestes se muestra intransigente a una reconciliación con Cirilo. Además, empiezan a circular otros rumores calumniosos sobre Hipatia y su relación con supuestas ceremonias mágicas, hechizos satánicos, etc.
  8. Años 414-415: Hipatia pasa de observadora a participante activa en política, ayudando a Orestes a crear una especie de partido político; en respuesta, surge otro que apoya a Cirilo. Los partidarios de éste último se hallan preocupados por la influencia de Hipatia y las relaciones influyentes que posee (entre ellas, algunos cristianos).
  9. Marzo de 415: en plena Cuaresma, una multitud, al mando de un tal Pedro, se abalanza sobre la litera de la filósofa cuando ésta volvía a casa tras un paseo por la ciudad. La golpean y la arrastran hasta el Cesarión, un antiguo templo de culto al emperador transformado en iglesia, donde la golpean de nuevo con tejas; a continuación, llevan sus restos hasta el Cinareo, donde los queman.
  10. El de Hipatia parece más un asesinato político, no religioso, provocado por viejos conflictos. Tras este hecho, Orestes renunció a la lucha y se fue de Alejandría para siempre, de modo que las únicas protestas que hubo, más bien tímidas, vinieron de los concejales. Finalmente la ciudad se pacificó.

 

DATOS PROBABLES

  1. Existen divergencias entre los expertos sobre la fecha de nacimiento de Hipatia. Las propuestas oscilan entre el 355 y el 370 d.C., aunque la primera resulta más verosímil; en otras palabras, es bastante probable que la filósofa alejandrina rondara los 60 años cuando fue asesinada.
  2. El carácter exaltado de los alejandrinos pudo influir decisivamente en el lamentable episodio de la muerte de la filósofa. Dicho carácter se muestra en el hecho de que en aquella época hubo otros crueles asesinatos, como los de dos obispos impuestos a los alejandrinos por la corte imperial de Constantinopla: Jorge de Capadocia, que en el año 361 fue atado a un camello, despedazado y sus restos quemados; y Proterio, que en el 457 fue arrastrado por las calles y arrojado al fuego. Igualmente, pocos años después del asesinato de Hipatia, en el 422, el prefecto imperial fue muerto en un tumulto. De hecho, el propio obispo Cirilo reprochó al pueblo su carácter levantisco y pendenciero, en su homilía pascual del año 419.

hipatia

DATOS HIPOTÉTICOS

  1. Algunos creen que pudo estar casada con un tal Isidoro, aunque no hay datos que lo demuestren y, a la luz de lo que sabemos, resulta bastante improbable.
  2. Tampoco está claro que el asesinato de la filósofa se produjera por orden del obispo Cirilo, aunque algunas fuentes parecen acusarlo indirectamente de ello.
  3. Es posible que la actividad política de Hipatia estuviera apoyada por los judíos de la ciudad, puesto que Orestes apoyaba a su vez la resistencia de éstos contra el obispo.

 

BIBLIOGRAFÍA:

- Dzielska, María, Hipatia de Alejandría, Ediciones Siruela, Madrid, 2004 (2ª edición: 2006).
- Sinesio de Cirene, Cartas, Introducción, traducción y notas de F. A. García Romero, Editorial Gredos, 1995.

- Sócrates Escolástico (Sócrates de Constantinopla), Historia ecclesiastica, libro VII, capítulos 13 a 15.
- Juan Malalas, Chronographia, capítulo 14

 

Crítica cinematográfica de la película Ágora

¿Sabes quién era san Cirilo de Alejandría?

 

 

Ver en Wikipedia

 

 

San Ireneo de Lyon representó una figura decisiva en entre las primeras generaciones de cristianos

Nacido en Asia Menor, hacia el 130, fue discípulo de san Policarpo, en Esmirna. Marchó a Francia, donde fue elegido obispo de Lyon. Testigo fiel de la Tradición apostólica, defendió la fe contra los errores agnosticos, escribiendo una de la obras teológicas más importantes de la antigüedad cristiana. Murió mártir hacia el año 200.

La verdadera fe cristiana no es un invento de intelectuales, sino la que transmiten los obispos, sucesores de los apóstoles, aclara Benedicto XVI.

Así lo explicó en su intervención durante la audiencia general el 28 de marzo de 2007, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano con la participación de algo más de 20.000 peregrinos, dedicada a presentar la figura de san Ireneo de Lyon, figura decisiva entre las primeras generaciones de cristianos.

Fallecido entre el año 202 ó 203, probablemente mártir, Ireneo fue alumno del obispo Policarpo de Esmirna (en la actual Turquía), quien a su vez era discípulo del apóstol Juan. Tras mudarse a la ciudad de Lyon, en Galia, tras la persecución del emperador Marco Aurelio, se convirtió en obispo de esa ciudad.

Ha pasado a la historia por ser el «primer gran teólogo de la Iglesia», en el sentido de que creó la teología sistemática, y «el campeón de la lucha contra las herejías», en particular, el gnosticismo.

La «gnosis», como aclaró el pontífice, es una doctrina, según la cual, «la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, pues no son capaces de comprender cosas difíciles».

 

San Ireneo Doctor Iglesia

 

«Por el contrario --según esta corriente--, los iniciados, los intelectuales --se llamaban “gnósticos”-- podrían comprender lo que se escondía detrás de estos símbolos y de este modo formarían un cristianismo de élite, intelectualista».

«Obviamente este cristianismo intelectualista se fragmentaba cada vez más en diferentes corrientes con pensamientos con frecuencia extraños y extravagantes, pero atrayentes para muchas personas», constató el Papa.

«Para Ireneo la “regla de la fe” coincide en la práctica con el “Credo” de los apóstoles, y nos da la clave para interpretar el Evangelio, para interpretar el Credo a la luz del Evangelio».

«El Evangelio predicado por Ireneo es el que recibió de Policarpo, obispo de Esmirna, y el Evangelio de Policarpo se remonta al apóstol Juan, de quien Policarpo era discípulo».

Por eso, indicó el sucesor de Pedro, «la verdadera enseñanza no es la inventada por los intelectuales, superando la fe sencilla de la Iglesia. El verdadero Evangelio es el impartido por los obispos que lo han recibido gracias a una cadena interrumpida que procede de los apóstoles».

«Éstos no han enseñado otra cosa que esta fe sencilla, que es también la verdadera profundidad de la revelación de Dios», aclaró.

«No hay una doctrina secreta detrás del Credo común de la Iglesia. No hay un cristianismo superior para intelectuales».

«La fe confesada públicamente por la Iglesia es la fe común de todos. Sólo es apostólica esta fe, procede de los apóstoles, es decir, de Jesús y de Dios».

Al ilustrar la enseñanza de san Ireneo, Benedicto XVI explicó que «al adherir a esta fe transmitida públicamente por los apóstoles a sus sucesores, los cristianos tienen que observar lo que dicen los obispos, tienen que considerar específicamente la enseñanza de la Iglesia de Roma, preeminente y antiquísima».

«Esta Iglesia, a causa de su antigüedad, tiene la mayor apostolicidad: de hecho, tiene su origen en las columnas del colegio apostólico, Pedro y Pablo», recordó.

«Con la Iglesia de Roma tienen que estar en armonía todas las Iglesias, reconociendo en ella la medida de la verdadera tradición apostólica, de la única fe común de la Iglesia», concluyó el obispo de la ciudad eterna.

 

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SAN IRENEO DE LYON

 

Catequesis completa de Benedicto XVI sobre san Ireneo de Lyon

 

 

SAN CIRILO DE ALEJANDRIA

(+ 444)

 

San Cirilo Alejandrino es uno de los Santos Padres más celebrados de la Iglesia oriental antigua. Fue, durante treinta y dos años, patriarca de Alejandría, ciudad en que confluían la ciencia del paganismo, del judaísmo y del cristianismo. Ciudad, puesta al frente de todo el Egipto en lo político y en lo eclesiástico.

Su actividad literaria coincide con el siglo de oro de la literatura patrística. En la historia eclesiástica su nombre va vinculado al concilio de Efeso, tercero ecuménico, y en la defensa de la fe brilla como lumbrera rutilante en la magna controversia, nestoriana. Su doctrina cristológica y las estrechas relaciones eclesiásticas que le unieron con la cátedra romana le hicieron acreedor de la simpatía y veneración de la Iglesia universal.

Nació San Cirilo, según parece, en la misma ciudad de Alejandría. Era sobrino del prepotente patriarca Teófilo, que rigió los destinos de aquella iglesia madre entre los años 385-412 y se hizo famoso por su enconada lucha con San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla.

De posición social acomodada y cristiana, recibiría esmerada educación según las tradiciones más purasde la antiquísima iglesia alejandrina y frecuentaría, en su juventud, las aulas de la escuela que fundara San Panteno e ilustraron Clemente, Orígenes, Dídimo el Ciego y el gran Atanasio.

Los escritos transmitidos y su actividad pastoral nos obligan a imaginarlo dedicado de lleno a su formación sacerdotal y preparación intelectual en los últimos años del glorioso siglo IV, cuando las sedes eclesiásticas principales ostentaban figuras luminosas en ciencia y santidad, como San Ambrosio de Milán. San Dámaso en Roma, San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio de Nisa y San Juan Crisóstomo en Constantinopla.

 

San Cirilo de Alejandría

San Cirilo de Alejandría

 

Las bibliotecas de la ciudad del Nilo le ofrecerían tesoros manuscritos abundantes de las Sagradas Escrituras. La difícil convivencia de judíos, paganos y cristianos le estimularía a la futura defensa del pueblo cristiano contra los enemigos exteriores. La herencia antiarriana de San Atanasio se le metería en la médula de su formación dogmática y le pondría en guardia ante las innovaciones dogmáticas.

Y, sobre todo, la influyente proximidad de su tio, el patriarca Teófilo, se dejaría sentir en su formación clerical, y el mismo gobierno de la gran metrópoli le iría capacitando para las futuras tareas de régimen eclesiástico, al tiempo que le daban oportunidad para aprender a evitar los defectos que registraba la actuación de Teófilo y que estarían completamente ausentes del gobierno de San Cirilo.

El año 412 ocupaba la cátedra alejandrina como patriarca y cabeza de todas las iglesias del Egipto romano.

Desde aquella fecha tres etapas distintas definen su inmensa actividad patriarcal: desde el año 412 al 428, de tareas inmediatas en la sede propia; desde 428 al 431, ocupado intensamente en la lucha contra Nestorio, y desde 431 al 444, dedicado a defender y consolidar la paz eclesiástica en el Oriente cristiano.

Apenas había tomado Cirilo las riendas del gobierno, cuando tuvo que actuar contra los novacianos y los judíos, por las grandes molestias que inferían a los cristianos. Los primeros se vieron obligados a dejar sus iglesias, y los segundos, tuvieron que salir de la ciudad mientras sus sinagogas eran convertidas en templos cristianos. Tales triunfos los obtenía el patriarca a pesar de la reluctancia y oposición de Orestes, gobernador civil de todo el Egipto.

El año 417 la paz entre Alejandría y Constantinopla, rota por la contienda de Teófilo contra San Juan Crisóstomo, estaba totalmente restablecida: el patriarca constantino- politano figuraba ya en los dípticos alejandrinos.

Un año después el papa Zósimo le comunicaba, por carta particular, la condenación romana del pelagianismo.

Y cada año, por deber pastoral y siguiendo la usanza antigua de su iglesia, dirigía Cirilo su homilía pascual a todos los obispos sufragáneos y a todos sus diocesanos. Veintinueve homilías son las que se nos han conservado, correspondientes a los años 414-442. En ellas el pastor del Egipto anunciaba el ayuno cuaresmal, fijaba la fecha de la pascua y exponía con profundidad la grandeza de la condición humana, la necesidad de austeridad y mortificación para obtener la victoria evangélica, acompañando reprensiones oportunas y exhortaciones de aliento.

La vida, pues, de Cirilo, aunque cargada de múltiples tareas cotidianas, aún no se había desbordado en aras del interés general de la Iglesia universal. En Alejandría se vivía en paz. Los sacerdotes pastoreaban espiritualmente la grey bajo las orientaciones y ejemplo de su jerarca. La comunidad florecía en virtudes. Los obispos egipcios seguían las directrices de la metrópoli. Y los monjes del desierto gozaban de quietud solitaria y espiritual, sembrados acá y allá de las riberas del gran río.

Cirilo, eso sí, vivía intercomunicado con el exterior. De Roma, de Antioquía y de Constantinopla recibía, casi a diario, noticias de actualidad eclesiástica. Y estaba, sobre todo, en guardia ante los derroteros dogmáticos que podría tomar lo que llamaba "el dualismo antioqueno", que comprometía la unidad del Dios-Hombre.

El año 428 llegaron de Constantinopla noticias alarmantes. Sus fieles representantes en la ciudad del Bósforo le anunciaron que Nestorio, patriarca de la capital del Imperio oriental, había escrito y hablado públicamente contra la unidad del Verbo encarnado y contra la maternidad divina de María.

Inmediatamente Cirilo, en la homilía pascual del 429, declaraba la doctrina ortodoxa comprometida indicando el error y callando el hereje:

"No un hombre corriente -decía- es el engendrado por María; sino el mismo Hijo de Dios hecho carne, y por ello María es de verdad madre del Señor y madre de Dios".

San Cirilo de Alejandría

El error seguía extendiéndose. Los escritos y doctrinas de Nestorio estaban penetrando en la república monacal de su patriarcado. Informado Cirilo por los mismos solitarios de la perturbación espiritual que iba naciendo entre los monjes, se propuso, con diligencia y profundidad, atajar los perniciosos efectos de tal propaganda.

Escribió, con esta ocasión, una carta dogmática a los monjes problando por la Sagrada Escritura y la tradición que a María le pertenece con todo derecho el título de Theotokos o Madre de D¡os. Dos ejemplares envió a Constantinopla, aún sin declarar al autor de la doctrina.

Ofendido Nestorio en su soberbia y no queriendo retractar, Cirilo no dudó dirigirse personalmente a él, diciéndole: "Los fieles y obispo de Roma, Celestino, se hallan muy escandalizados. Conceded, os ruego, a María el título de Theotokos. No es doctrina nueva la que os pido profesar; es la creencia de todos los Padres ortodoxos".

Nestorio respondió con calumnias. Y Cirilo contrapuso una segunda carta con la exposición detallada de] dogma cristológico.

Fue inútil. Nestorio abundó en insultos y siguió contumaz.

Entonces el celo apostólico y la caridad del patriarca alejandrino encontraron otro camino: el de los intermediarios. Escribió varias cartas: al obispo centenario Acacio de Berea, para que utilizara su venerabilidad ante Nestorio; al emperador Teodosio II, para prevenirle de las sutilezas dogmáticas de su patriarca: a las princesas Arcadia y Marina, y a las mismas emperatrices Pulqueria y Eudoxia, con la misma finalidad.

De Roma, a donde había escrito Nestorio, el papa Celestino pedía información a Cirilo, a quien tenía por celoso e instruído.

Este no quería desorbitar los acontecimientos. Pretendía curar el mal reducido a sus orígenes. Pero, convencido de la imposibilidad, no regateó información: en la primavera del 430 salió su diácono Posidonio para Roma equipado con una relación-informe de todo lo sucedido, con un conmonitorio-resumen de los principales puntos nestorianos, con los escritos de Cirilo dirigidos a los monjes, a Nestorio, a la casa imperial y, parece, con los Cinco libros contra Nestorio.

La respuesta de Roma no podía esperarse más favorable. Un sínodo romano declaraba heterodoxas las doctrinas nestorianas y, por voluntad expresa del Pontífice, Cirilo quedaba comisionado para notificar a Nestorio la decisión, conminándole la excomunión si en el término de diez días no retractaba sus errores.

Pero Cirilo quería rematar el golpe. Con la luz de Roma delante, reunió a sus obispos, redactó una carta sinodal y formuló los Doce anatematismos clásicos, que debería suscribir Nestorio para quedar plenamente purgado de sus errores.

Y ahora saltó un acontecimiento inesperado. El emperador convocaba concilio general para junio del año 431 en la ciudad de Efeso. ¿Qué haría Cirilo? ¿Sería cuestión de revisar las decisiones romanas y alejandrinas? Consultado el papa Celestino, se puso en camino para Efeso.

Allí tuvo que echar mano de toda su prepotencia dogmática, eclesiástica y diplomática. Sin el auxilio poderoso de los legados romanos, que no habían llegado a Efeso, y con la ausencia intencionada de los obispos antioquenos, que, reprobando la doctrina nestoriana, no querían condenar personalmente a Nestorio, Cirilo obtuvo la condenación de la herejía y del heresiarca, aunque a costa de tres meses de arresto imperial y la enemistad con el patriarcado de Antioquía.

Desde entonces la Iglesia universal reconoció en Cirilo Alejandrino al artífice del tercer Concilio Ecuménico.

En lo restante de su vida, desde 431 a 444, una preocupación de paz eclesiástica dominará toda su actividad. Paz con el patriarcado de Constantinopla, paz interior de su iglesia, paz con los orientales de Antioquía y paz, nunca interrumpida, con la cátedra de Pedro.

Apenas vuelto a su sede, el año 431 envía Letras de Comunión al nuevo patriarca de Constantinopla, Máximo, sucesor de Nestorio.

A los antioquenos, que le pedían abandonara sus anatematísmos, les dió una gran lección de humildad y celo auténtico, contestándoles: "Estoy pronto a perdonar las injurias de Efeso, a rechazar de corazón el arrianismo y apolinarismo, a reconocer el símbolo de Nicea ... ; pero no puedo sacrificar los anatematismos, porque sería sacrificar la fe, condenar el concilio de Efeso y justificar a Nestorio".

En cambio, el año 433, cuando Alejandría y Antioquía firmaron el Símbolo de Unión, Cirilo tuvo prisa por escribir su epístola Laetentur Coeli y anunciar gozoso la paz al papa Sixto III, a Máximo de Constantinopla y a otros obispos significados.

Entre sus mismos súbditos tuvo que sufrir a algunos extremistas que tenían por claudicación la unión verificada y trajeron dolor a su corazón de pastor bueno. Ante ellos se esforzó continuamente por justificar la paz y la ortodoxia del Símbolo de Unión.

Finalmente, pidiendo sus fervientes seguidores que condenara públicamente como había hecho con Nestorio a Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, respondió que no debía "condenar a los obispos que habían muerto en comunión con la Santa Iglesia".

Pasó Cirilo a mejor vida el año 444 y la Iglesia un¡ versal le veneró y venera como el santo de la maternidad divina de María.

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SAN CIRILO DE ALEJANDRIA

 

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JOSÉ SÁNCHEZ VAQUERO

El primer viaje misionero de Pablo le llevó desde Chipre al corazón de Anatolia

En su primer viaje, Pablo y Bernabé partieron de Chipre y llegaron hasta la ciudad de Perge ( o Perga), en el interior de la península de Anatolia, hoy en día Turquía.

 

El primer viaje misionero de Pablo le llevó desde Chipre al corazón de Anatolia. ¿Por qué Pablo y Bernabé eligieron el traicionero camino a través de Perge hasta la Antioquía de Pisidia? El investigador Mark R. Fairchild investiga la evidencia arqueológica de la probable presencia de comunidades judías en el camino.

 

Perge

 

 

Tras navegar desde Chipre hasta la costa turca, Pablo y Bernabé visitan la ciudad de Perga antes de viajar a la Antioquía pisidiana y a otras ciudades del interior de Anatolia. Cuando regresan a la costa, los viajeros siguen la misma ruta.

¿Por qué eligieron una ruta tan traicionera para el primer viaje misionero de Pablo? Mark R. Fairchild analiza los yacimientos no excavados a lo largo del valle del río Kestros, exponiendo pruebas de poblaciones judías en la ruta.

 

Antioquia pisidia

 

 

Los Hechos indican que Pablo viajó deliberadamente a ciudades con población judía. Perge era una ciudad importante, y la presencia de una comunidad judía allí la convirtió en una base ideal para el primer viaje misionero de Pablo a través de Anatolia.

 

perge

 

Pablo y Bernabé habrían navegado desde Chipre a uno de estos puertos en la costa turca antes de viajar a Perge.

 

 

perge.

Mark R. Fairchild sugiere que Paul viajó desde Perge por el valle del río Kestros hasta Pisidian Antioch, la ruta indicada en verde.

 

 

Fairchild argumenta que Pablo y Bernabé podrían haber tomado un camino fácil pero indirecto a lo largo de las carreteras romanas establecidas, pero optaron por viajar a lo largo del accidentado valle de Kestros debido a la hospitalidad de las comunidades judías locales.

 

En qué consistió este primer viaje de Pablo

El que se considera como “primer viaje” de Pablo comenzó en el año 45 y terminó en el 49. Junto con Bernabé, un judío chipriota convertido al cristianismo, Pablo viajó a través de la isla de Chipre, la patria de Bernabé, predicando el Evangelio en varias sinagogas. Luego zarparon de Pafos, en la costa suroeste de Chipre, y llegaron al puerto de Perge, en Anatolia, la actual Turquía.

 

Guía de los viajes de san Pablo según el mapa de hoy 2La antigua ciudad de Perga, que data de alrededor del año 1000 a. C., en lo que hoy es Turquía.

 

Desde Perge llegaron finalmente a Antioquía de Pisidia, donde Pablo comenzó a difundir la palabra entre la comunidad judía local.

Inicialmente, su mensaje fue muy bien recibido, lo que se concretó en una invitación a hablar durante el sabbat (el día santo para los creyentes judíos), pero parte de la comunidad pronto sintió envidia de la fuerte popularidad de que gozaba un predicador extranjero y terminaron expulsando a Pablo de la ciudad.

Pablo y Bernabé partieron entonces hacia Konya, una ciudad al sur de Ankara, en la actual Turquía, pero se vieron obligados a partir de nuevo, esta vez hacia la cercana ciudad de Listra. Aquí Pablo sanó a un enfermo y la comunidad pagana local comenzó a creer que había sido enviado por Dios.

Sin embargo, muy pronto, las mismas personas que se enfrentaron a él en Konya llegaron a Listra e instigaron a un grupo de lugareños a apedrear a Pablo, obligándolo a huir.

Luego llegó a la ciudad de Derbe, también en la actual Turquía, y desde allí de vuelta a Listra, Konya y finalmente Antioquía de Siria en el Orontes, una ciudad de la antigua Siria ahora en la actual Turquía, desde donde se originó su viaje. Aquí Pablo informa de que, a través de su mensaje, muchos paganos conocieron la palabra de Dios.

 

 

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VIAJES DE SAN PABLO 

 

biblicalarcheology.org

 

San Josemaría y los primeros cristianos

Resumen de un artículo de Jerónimo Leal sobre el término "Primeros Cristianos"

Después de un detallado recorrido histórico en el que examina el uso en los santos Padres y en la teología de la expresión "Primeros Cristianos”,  Jerónimo Leal concluye que la originalidad de San Josemaría reside en reconocerles como un modelo vivo y actual.

"Los primeros cristianos no son algo que pasó, -señala Leal- sino una situación que espiritualmente puede repetirse en cualquier cristiano: basta que se encuentre anímicamente cerca de Cristo. Pero esta originalidad lo es también respecto a los demás autores espirituales: ninguno —que nosotros hayamos podido comprobar— ha visto en los primeros cristianos un modelo vivo".

 

Importancia de la expresión y de su contenido

La expresión "primeros cristianos" aparece en las obras publicadas de San Josemaría un considerable número de veces, sobre todo si lo comparamos con otros escritos contemporáneos, o incluso más recientes. Por poner un ejemplo que ilustrará esto que acabamos de decir, el Catecismo de la Iglesia Católica, que bebe como en su fuente de los textos del Concilio Vaticano II, sólo se encuentra una vez la expresión, en el número 1329,2; al hablar de la Fracción del pan se indica que con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas. (Catecismo de la Iglesia Católica n. 760,1)

Si nos retrotraemos todavía un poco más en el tiempo y consideramos la producción de algunos grandes autores espirituales, se evidencia una absoluta despreocupación por el tema. No se menciona nunca en San Juan de la Cruz, nunca en Santa Teresa de Jesús, una sola vez aparece la expresión en Santa Teresa de Lisieux, para desear el mismo martirio que obtuvieron como gracia algunos primeros cristianos.

Patrística

Como es sabido, el término "cristianos" aparece por primera vez en los Hechos de los Apóstoles, en la narración en que se explica que los habitantes de Antioquía, probablemente paganos, dieron este nombre a los seguidores de Cristo. El nombre, aunque impuesto por personas ajenas a la doctrina, es el que después triunfó en la designación de los discípulos de Cristo. Con anterioridad a este nombre existieron otros que no han gozado tanto del favor de la historia.

Será San Ignacio de Antioquía quien nos proporcione el segundo testimonio del empleo de este nombre, que, como es lógico, no constituye todavía un término técnico. Es San Agustín quien por primera vez emplea la expresión.

El sintagma "primeros cristianos" se encuentra empleado por el obispo de Hipona en tres ocasiones. Una primera observación que se debe hacer inmediatamente es que la comparación agustiniana entre primeros cristianos y nosotros, establece una fuerte diferencia entre el cristiano del quinto siglo,contemporáneo del norteafricano, y una época anterior, que se juzga ya como pasada y de algún modo irrepetible en la situación actual.

San Agustín, aunque a nosotros nos pudiera parecer otra cosa, ya no se considera entre los primeros cristianos. Para San Agustín, los "primeros cristianos" son los seguidores de Jesucristo, contemporáneos de los Apóstoles, gente de toda condición social, excluidos los Apóstoles, que no entran en la categoría de primeros cristianos por formar un grupo aparte por encima de ellos. San Agustín es un caso aislado en la época patrística –casi el único a predicar sobre los primeros cristianos- y a la vez roca firme sobre la que apoyan los autores sucesivos.

"Los primeros cristianos" en San Josemaría

Vimos, al comenzar, el gran número de veces que San Josemaría utiliza la expresión. Sólo de este hecho ya se desprende la importancia que da a su contenido. Nuestra investigación se limita a los escritos publicados, en los que la frecuencia de la expresión es de diecisiete ocasiones, sin contar los términos sinónimos que ahora no nos interesan tanto (cfr. Forja 10, Camino, 469).

san Josemaria

«Como los religiosos observantes tienen afán por saber de qué manera vivían los primeros de su orden o congregación, para acomodarse ellos a aquella conducta, así tú —caballero cristiano— procura conocer e imitar la vida de los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro» (Camino, 925).

Más que el número de veces que emplea la expresión, sorprenden otros dos hechos. Primero, que está diseminada a de lo largo de toda la obra: no hay un sólo libro en que no se encuentre referencia al tema. En segundo lugar, el relieve dado a la expresión, por ejemplo cuando afirmaba en una entrevista concedida en 1967 a un corresponsal de “Time”:

«Si se quiere buscar alguna comparación, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime del Bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos. Los miembros del Opus Dei son personas comunes; desarrollan un trabajo corriente; viven en medio del mundo como lo que son: ciudadanos cristianos que quieren responder cumplidamente a las exigencias de su fe» (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 24, 7).

La comparación delimita claramente la noción de primeros cristianos y pensamos que este texto debe considerarse la base para cualquier otra afirmación que quiera hacerse acerca del tema en San Josemaría. Las referencias a los primeros cristianos en las obras del fundador del Opus Dei como contemporáneos de los Apóstoles son las más frecuentes, por ejemplo en el siguiente texto:

«En la Iglesia existe esa radical unidad fundamental, que enseñaba ya san Pablo a los primeros cristianos: Quicumque enim in Christo baptizati estis, Christum induistis. Non est Iudaeus, neque Graecus: non est servus, neque liber: non est masculus, neque femina; ya no hay distinción de judío, ni griego; ni de siervo, ni libre; ni tampoco de hombre, ni mujer» (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 14, 2).

De todas formas, no faltan textos en los que se amplía el lapso temporal:

«Qué bien pusieron en práctica los primeros cristianos esta caridad ardiente, que sobresalía con exceso más allá de las cimas de la simple solidaridad humana o de la benignidad de carácter. Se amaban entre sí, dulce y fuertemente, desde el Corazón de Cristo. Un escritor del siglo II, Tertuliano, nos ha transmitido el comentario de los paganos, conmovidos al contemplar el portede los fíeles de entonces, tan lleno de atractivo sobrenatural y humano: mirad como se aman (Tertuliano, Apologeticum, 39), repetían» (Amigos de Dios, 225,2).

Toca ahora analizar la calificación de los primeros cristianos. Concretamente nos preguntamos si son personajes comunes sólo, o también el grupo de los doce. Como ya hemos visto en la entrevista de Time, son personas comunes que no se distinguen en nada de sus conciudadanos. «Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad histórica que le rodea... –Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente» (Surco, 320).

Con San Agustín vimos que se excluían los Apóstoles. San Josemaría no dice expresamente nunca que se excluyan los Apóstoles, pero parece desprenderse del contexto general de las afirmaciones que el modelo que se propone no es exclusivamente el de los doce, sino también el de otras muchas personas que han actuado como "apóstoles" sin ser "los Apóstoles". Esto que acabamos de afirmar se ve claramente en el siguiente texto:

«Por eso, quizá no puede proponerse a los esposos cristianos mejor modelo que el de las familias de los tiempos apostólicos: el centurión Cornelio, que fue dócil a la voluntad de Dios y en cuya casa se consumó la apertura de la Iglesia a los gentiles; Aquila y Priscila, que difundieron el cristianismo en Corinto y en Éfeso y que colaboraron en el apostolado de san Pablo; Tabita, que con su caridad asistió a los necesitados de Joppe. Y tantos otros hogares de judíos y de gentiles, de griegos y de romanos, en los que prendió la predicación de los primeros discípulos del Señor». (Es Cristo que pasa, 30, 4)

La originalidad de San Josemaría con respecto a San Agustín es la capacidad de sentirse en esa situación viva: los primeros cristianos no son algo que pasó, sino una situación que espiritualmente puede repetirse en cualquier cristiano: basta que se encuentre anímicamente cerca de Cristo. Pero esta originalidad lo es también respecto a los demás autores espirituales: ninguno —que nosotros hayamos podido comprobar— ha visto en los primeros cristianos un modelo vivo.

Por eso, con respecto a la particularidad del uso por San Josemaría, se ha de decir que no ha acuñado una nueva expresión, pues ya existía —como hemos visto— desde San Agustín, pero le añade algunos matices que la hacen en cierta manera nueva. No es simplemente una categoría histórica sino que, sin dejar de serlo, entra de lleno en la reflexión teológica y, concretamente, espiritual.

Por eso la característica que añade San Josemaría es la nota teológico-espiritual: no se trata de una mera referencia a la situación histórica de los comienzos de la cristiandad, ni un mero buen ejemplo a seguir. Incluye la sintonía interior con una situación de proximidad a los primeros pasos de la vida de la Iglesia y se identifica la situación histórica personal con una situación histórica colectiva.

«Experimentaremos el pasmo de los primeros discípulos al contemplar las primicias de los milagros que se obraban por sus manos en nombre de Cristo, pudiendo decir conellos: “¡Influimos tanto en el ambiente!”» (Camino 376).

En conclusión, desde el punto de vista histórico, como objetivo personal y reto para los estudiosos de la antigüedad, nos proponemos la dedicación a los estudios sobre el cristianismo primitivo, que en nuestra opinión deben multiplicarse, con la finalidad de conocer a fondo la vida de los primeros cristianos, profundizando así en las enseñanzas de San Josemaría.

Jerónimo Leal

Profesor de Patrología e Historia de la Iglesia Antigua
Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz
Artículo publicado en el número 16 de Annales Theologici,
Revista de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz

 

24 de junio

Nacimiento de Juan Bautista

Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano.

Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.

 

Origen de la fiesta

La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.

 

juan bautista

 

 

fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.


El nacimiento de Juan Bautista

Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios.

Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.

La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.

El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".

Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

 

La predicación de Juan Bautista

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.

Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados.

Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas.

El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...".

Juan Bautista

 

Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla".

La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.

 

¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?

Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II.

Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días.

Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión.

Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía.

El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

 

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SAN JUAN BAUTISTA

 

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Tomás Moro, un humanista en el cadalso

Azote intelectual de la Reforma, fue decapitado por oponerse al matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, que acabó con el cisma de la Iglesia de Inglaterra

Los antecedentes

Apasionado por las letras y la política, formado en estudios jurídicos en Oxford y Londres y con una vocación religiosa cultivada al amparo del cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury, Tomás Moro pronto se vio llamado a ser el gran referente británico del humanismo del siglo XVI. Sobre todo, cuando la publicación y difusión por toda Europa de su obra poética y, especialmente, de su ensayo Utopía (1516) lo convirtió en una reconocida figura.

Miembro del cuerpo jurídico, integrante del Parlamento de Londres, portavoz de la Cámara de los Comunes y embajador en los Países Bajos, donde estableció una duradera amistad con Erasmo de Rotterdam, Moro se ganó el afecto del rey Enrique VIII,quien le otorgó el título de caballero y otros beneficios académicos por su destacada producción literaria contra la Reforma luterana. Incluso contribuyó a la redacción de Defensa de los siete sacramentos, un texto firmado por el propio monarca.

Su reconocimiento y rectitud le llevaron en 1529 a ser designado por el rey gran canciller en sustitución del cardenal Thomas Wolsey, al tratarse de un cargo tradicionalmente ocupado por religiosos. Moro aceptó, aún a sabiendas que su primer cometido no iba a ser otro que tratar con los tribunales eclesiásticos la anulación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos.

El propio rey era conocedor del rechazo de su súbdito a lo que la Iglesia inglesa consideraba un atentado a un santo sacramento por la simple voluntad del monarca de formalizar su relación con su amante, Ana Bolena, pero también sabía que sólo un hombre como Moro, azote intelectual de la herejía luterana, podía conseguir la anulación matrimonial.

tomas moro

No fue el caso. Tomás Moro se opuso desde el primer momento a los deseos reales y rechazó firmar una carta en la que destacados nobles y prelados solicitaban al pontífice la anulación del matrimonio.

Ante la negativa del papa Clemente VII en un momento en el que España y el Sacro Imperio Romano Germánico suponían una amenaza mucho más real que Inglaterra, Enrique VIII encontró en el trono terrenal del papa el argumento perfecto para negarle la obligada obediencia de la Iglesia inglesa.

Así fue como instó a todo el clero de Inglaterra y Gales a someterse al poder de su monarca, quien desde ese instante se convertía en el principal referente de la Iglesia de Cristo en Inglaterra en comunión con el arzobispo de Canterbury. Su nuevo titular, Thomas Cramner, dictó la sentencia de nulidad matrimonial que pretendía el rey y dio acta de validez eclesiástica al matrimonio entre Enrique VIII y Ana Bolena, que se convirtió en reina de Inglaterra en 1533.

Antes de eso, Moro renunció a su cargo de canciller y en 1534 se negó a firmar la denominada Acta de Supremacía, que suponía el rechazo a la supremacía papal. El Acta, sin embargo, establecía el delito de quienes no la aceptaran y el 17 de abril de ese mismo año el humanista fue encarcelado en la Torre de Londres.

El juicio

Acusado de traición, Tomás Moro tuvo que esperar más de un año en prisión antes de su procesamiento a que se resolviesen otras denuncias contra él. Entre ellas, la presentada por el propio padre de Ana Bolena por lo que en la tradición jurídica romana se conocería como cohecho.

El hecho denunciado fue que el acusado habría recibido una copa de oro por haber decidido en un juicio a favor del encausado, aunque se determinó que Moro devolvió el regalo tras aceptar hacer un brindis.

También fue acusado de haber escrito y publicado contra el rey y de haber difundido los mensajes de una monja de Kent que dijo haber recibido mensajes divinos que aseguraban que el rey de Inglaterra dejaría de serlo si desposaba a Ana Bolena. Moro pudo probar documentalmente la falsedad de ambas acusaciones.

Procesado finalmente por traición junto al cardenal Juan Fisher, obispo de Rochester, quien también rechazó la anulación matrimonial y acatar el Acta de Supremacía, Moro fue juzgado por el Parlamento, que condenó a ambos a cadena perpetua y usurpación de todos sus bienes.

Sin embargo, el propio Enrique VIII instó al Tribunal Supremo Real a que procesara al condenado por el delito alta traición recogido en la ley de traiciones aprobada tras la ruptura de Londres y Roma y penado en este caso con la muerte.

 

Tomás Moro

“Encuentro de Tomás Moro con su hija tras su sentencia de muerte”, William F. Yeames (1872) Dominio público

 

Para ello, los jueces instructores de Westminster se basaron en el testimonio de Richard Rich, fiscal general del Reino, quien aseguró haber hablado con Moro y haber recibido de él mensajes condenatorios. Otros dos testigos presentes en la supuesta conversación, sin embargo, no testificaron en la causa.

Los cargos contra el acusado se basaron en la presunta negativa del acusado de reconocer al rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra y conspiración con Juan Fisher. El procedimiento del alto tribunal impedía al acusado tener abogado defensor ni presentar pruebas o testigos a su favor.

En la vista, Tomás Moro rechazó una vez más a aceptar el Acta de Supremacía, apelando a que ya se le había juzgado y sentenciado por ello. Asimismo negó haber pronunciado declaración alguna contra el matrimonio de Enrique VIII y Ana Bolena. Rechazó también una conspiración con el cardenal Fisher que no pudo ser probada por el tribunal.

Los jueces, sin embargo, dieron plena validez al testimonio de Rich al estar así dispuesto en el procedimiento procesal.

En su defensa, Moro aseguró que “de la misma forma en que un niño no podría rechazar la obediencia a su padre, tampoco el Reino de Inglaterra podría rechazar su obediencia a la autoridad de Roma, y la Iglesia es una sola, íntegra e indivisa en toda la cristiandad”. “Vosotros no tenéis autoridad, sin el consentimiento de los otros cristianos, para aprobar una ley o declaración parlamentaria contra dicha unión”, concluyó.

El fallo

El jurado –compuesto por 12 miembros entre los que figuraban Thomas Cromwell, secretario de Estado y máxima autoridad de Asuntos Espirituales, y un cuñado del rey– se retiró a deliberar por un período de apenas 15 minutos volvió a la sala y dictó sentencia: Tomás Moro era culpable de alta traición por haberse referido maliciosamente a la autoridad del rey sobre la Iglesia de Inglaterra”.

El tribunal dio oportunidad al reo de hablar tras conocer el fallo para pedir la clemencia real, aunque Moro aprovechó para manifestar lo que no había podido decir durante el juicio: “Yo sé bien por qué causa me habéis condenado, y es porque nunca he querido consentir en la material del matrimonio del rey”.

La condena era a muerte después de ser arrastrado hasta el patíbulo y permanecer colgado hasta estar medio muerto. En ese momento debía ser desmembrado y desviscerado en presencia de su familia. La cabeza, arrancada del cuerpo, debía exponerse en un lugar público. Aunque Enrique VIII concedió la última gracia al condenado a ser decapitado y a que su cabeza estuviese expuesta un mes en el puente de Londres.

De poco sirvieron las peticiones de clemencia de Carlos I de España y de Clemente VII, la pena se cumplió el 6 de julio de 1535, cuando el reo contaba 57 años. Paradójicamente, menos de un año después Ana Bolena también era decapitada, en su caso por adulterio, incesto y alta traición tras otro juicio parcial.

Tomás Moro es reconocido actualmente como santo tanto por la Iglesia católica como por la anglicana. El papa León XIII lo beatificó junto a Juan Fisher en 1886 como mártir de la Iglesia y Pío XI lo beatificó en 1935. Juan Pablo II lo proclamó en el 2000 santo patrón de los políticos y los gobernantes.

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TOMÁS MORO

 

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«Es un complejo de termas notable y no parece ser de un ámbito doméstico»

Ha indicado Ana Bejarano, directora de las excavaciones

Mérida acaba de desvelar otro gran tesoro de época romana. Las obras que el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida está realizando en la plaza de la basílica de Santa Eulalia, con motivo de las obras de renovación de este espacio icónico, han sacado a la luz restos de unas termas públicas.

 

Entre los vestigios encontrados figuran una piscina de la sala fría o frigidarium donde los clientes tomaban baños y otra más grande para practicar la natación llamada natatio con sus paredes de placas de mármol y suelo decorado con un mosaico geométrico, al igual que la bóveda que cubría la piscina. «Es un complejo termal notable y no parece ser de un ámbito doméstico», ha indicado Ana Bejarano, directora de las excavaciones.

 

Este sorprendente hallazgo se realizó en una zona más elevada de la plaza, en la entrada al convento de las Freylas de Santiago y según afirma Bejarano el edificio dejó de utilizarse «en torno al siglo IV». Sin embargo, su descubrimiento no estaba previsto.

 

 

Una casa roma del siglo I

Si bien se conocía la existencia de huellas romanas, lo que esperaban encontrar eran vestigios de las casas romanas de los siglos I al III d.C. que ocuparon el lugar así como de la posteriornecrópolis cristiana, tal y como recoge el Abc. Su expectativa se ha hecho realidad en las cercanías de la basílica de Santa Eulalia, donde los arqueólogos han desenterrado algunos muros de la primitiva casa romana del siglo I, que tuvo varias reformas hasta el siglo III d.C. cuyas dimensiones se prolongan fuera de la iglesia actual.

 

El equipo que capitanea Bejarano ha ido documentado los diferentes tramos: «Debía ser una vivienda grande, como las que se construían extrarradio en ese periodo, como la Casa del Anfiteatro o la del Mitreo», comenta la directora de las excavaciones todavía en marcha.

 

Esta zona se fue sacralizando a raíz del martirio de la pequeña Eulalia en el siglo IV durante la persecución que llevó a cabo Diocleciano. Algunas fuentes, como el Poema de las coronas del escritor hispanorromano Prudencio atestiguan que desde muy temprano se consideró a Eulalia, quien murió por su fe, protectora de la ciudad de Mérida.

 

En dicho poema, Prudencio habla sobre un túmulo en memoria de la pequeña mártir donde se le daba culto ya en el siglo IV y que podría coincidir con uno de los hallazgos realizados bajo la cabecera de la actual iglesia.

 

 

Sepulturas en sarcófagos de mármol que se asocian al uso de este espacio como lugar de enterramiento ligado al 'martyrium' de Santa Eulalia-Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida

 

Los expertos todavía desconocen si las casas romanas se habían abandonado por aquel entonces y dicho espacio se convirtió en una necrópolis pagana que pasó a ser cristiana una vez que se erigió en ella el monumento funerario en recuerdo de Santa Eulalia.

 

O si en cambio, se conservó el recuerdo de la santa en su casa familiar y por su fama se acabó levantando el túmulo citado por Prudencio y, dado el culto a santa Eulalia, posteriormente la primera basílica en el siglo V.

 

Este entorno se transformó en un cementerio cristiano, con ricos mausoleos y abundantes tumba. Así, los arqueólogos han descubierto varios enterramientos por inhumación vinculados a estos primeros compases del cristianismo en Mérida. Algunos fueron expoliados siglos después y los que aún conservan restos óseos no contienen ajuar.

 

 

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MERIDA

 

 

SANTO TOMAS MORO

(†  1535)

Nació en Londres en 1477. Recibió una excelente educación clásica, graduándose de la Universidad de Oxford en abogacía. Su carrera en leyes lo llevó al parlamento. Fue Lord canciller de Inglaterra, intelectual de fama europea, casado dos veces y padre de familia, era reconocida su fama de juez honrado y valiente, en defensa de los intereses de los más humildes.Por no aceptar el divorcio del rey Enrique VIII y su declaración como cabeza de la Iglesia fue ajusticiado el 7 de julio de 1535 en Londres.

 

En 1516 se publica la traducción del Nuevo Testamento y la institución del príncipe cristiano, de Erasmo; el Orlando furioso, de Ariosto; la traducción de la Epístola a los romanos, primera obra importante de Lutero, y la Utopía, de Tomás Moro. Unos meses después, ya en 1517, aparecerá también la otra gran obra ético-política de Erasmo, junto con la Institutio: la Querela pacis.

Dos años antes Maquiavelo había escrito El Príncipe. Se trata, pues, de un momento intelectualmente decisivo en medio del desbordamiento de entusiasmo y de embriaguez creacional que caracterizan al siglo renacentista. Incluso parecen darse cita simbólicamente, en tan heterogéneos acontecimientos literarios, las mismas tres fuerzas colosales en cuyo conflicto vital consiste la época misma del Renacimiento: el Humanismo católico, la Reforma protestante y el espíritu y la dialéctica extracristianos de la Modernidad.

Los sociólogos nos desvelarán después los procesos desarrollados por las fuerzas y estructuras sociales que en esa época están bullendo. Weber, Sombart o Gómez Arboleya reconstruirán todo ese período configurador de la aventura histórica triunfante del burgués occidental. Paganización, secularización.

 

 

Suya es esta plegaria singular, una oración para pedir buen humor.

tomas moro

 

 

Ruptura con el orden feudal y con todo un período histórico agotado-formal, esteticista, turbio ya de poderío y de desprestigio del cristianismo. Quiebra de la cristiandad y aparición de fuerzas creadoras decisivas no cristianas y descristianizadoras. Individualismo y racionalismo.

Aparición de poderes temporales centrados en sí mismos y racionalizadores del orbe humano: Estado moderno y capitalismo. Florecimiento y cristalización entrecruzados de las naciones modernas y del sistema capitalista, en su vigorosa época juvenil: en las repúblicas mercantiles italianas; en la vida suntuosa y epicúrea —de difícil financiación— de la corte pontificia; en la Alemania de los Fugger, forjadora de las empresas, los negocios y el comercio germanos;

en los Países Bajos, especialmente en la Holanda que ya se configura, primera nación cuya vida colectiva se presenta impregnada del espíritu capitalista; en la Francia, que aún se resiste perezosamente a secundar la acción audaz de sus primeros grandes empresarios; en la Inglaterra, que está atravesando la que se ha calificado de "edad heroica del capitalismo inglés".

En ese momento, en 1516, Moro tiene treinta y ocho años, faltan trece todavía para que Enrique VIII le nombre canciller de Inglaterra. Cuatro años después, en 1533, el monarca establece la tiranía y provoca el cisma. Dos años más, y la cabeza de Moro rodará en el patíbulo. Pero en la Utopía se ha alcanzado ya la plenitud intelectual del gran humanista inglés.

 

Tomás Moro

 

“Encuentro de Tomás Moro con su hija tras su sentencia de muerte”, William F. Yeames (1872) Dominio público

 

En la Utopía Moro centra todo su esfuerzo en un objetivo único: tomar el Evangelio, confrontarlo con la injusta sociedad de su tiempo, formular contra ella una denuncia airada y poner frente a tal situación el cuadro de lo que debía ser una sociedad inspirada íntegramente en la concepción evangélica de la vida.

Luego, como hombre de acción, tratará de realizar lo único que a él le resulta viable: contener en lo posible el libertinaje político de los déspotas, neutralizando con su prestigio bien ganado el asesoramiento tradicional, complaciente y abyecto, de los dignatarios cortesanos. A unos y a otros, a déspotas y a nobles, hace en este sentido duras alusiones en su obra.

Pero nos es más importante detenernos algo en la crítica de una situación económica en la que Moro nos declara hasta qué punto el lujo palaciego y la codicia del incipiente capitalismo lanero y textil están llevando al pueblo a la miseria.

"Vuestras ovejas, que tan mansas eran y que solían alimentarse con tan poco, han comenzado a mostrarse ahora, según se cuenta, de tal modo voraces e indómitas que se comen a los propios hombres y devastan y arrasan las casas, los campos y las aldeas". " ...

Los nobles y señores, y hasta algunos abades, santos, varones, no contentos con los frutos y rentas anuales que sus antepasados acostumbraban sacar de sus predios, ni bastándoles el vivir ociosa y espléndidamente sin favorecer en absoluto al Estado, antes bien perjudicándolo, no dejan nada para el cultivo y todo lo acotan para pastos; derriban las casas, destruyen los pueblos, y si dejan el templo es para estabulizar sus ovejas; pareciéndoles poco el suelo desperdiciado en viveros y dehesas para caza.

Esos excelentes varones convierten en desierto cuanto hay habitado y cultivado por doquier". "Y para que uno solo de esos ogros, azote insaciable y cruel de su patria, pueda circundar de una empalizada algunos miles de yugadas, arrojan a sus colonos de las suyas, los despojan por el engaño o por la fuerza, o les obligan a venderlas, hartos ya de vejaciones. Y así emigran de cualquier manera esos infelices..."

 

La referencia aún podría ser bastante más extensa, con precisas alusiones de Moro a la conducta antisocial del oligopolio de la lana y de la carne, y a la cruel mecánica alcista en la formación de los precios. Así, hasta parar en la amarga conclusión a que le lleva el análisis del estado de su patria: "...la malvada codicia de unos pocos arrastrará a la ruina vuestra isla, que, precisamente por esta riqueza, parecía ser tan feliz".

Pero los párrafos transcritos han bastado para dejarnos sin disimulos ante la personalidad intelectual de Moro. Al menos, ante esa parte decisiva que en su espíritu juegan la pasión por la justicia y la mentalidad ya indiscutiblemente objetiva, positiva, científica, de su enfrentamiento con los problemas sociales; actitudes que nos van a servir de clave para interpretar los aparentes juegos de fantasía con que las circunstancias le obligan a revestir su pensamiento; actitudes, por otra parte, que le llevarán al enfrentamiento, como subraya Mesnard, "nada menos que con la monarquía inglesa y con el sistema económico-social que se le muestra estrechamente ligado".

Hay otros rasgos salientes, que no pueden silenciarse en la semblanza de Tomás Moro. Bouyer nos habla de su figura, como de "la más bella del Renacimiento católico, porque es la de un hombre de acción mas que de un pensador... Su vida y su muerte son el más elocuente testimonio de la vitalidad del catolicismo humanista, penetrado por el espíritu de este Renacimiento, cuyo corifeo sigue siendo Erasmo".

Erasmo, su amigo admirado y venerado, promotor de cuanto de valiosa herencia humanista ofrece el catolicismo en tan turbulenta y dramática época, que nos dejará la entrañable evocación de la vida familiar de Moro, llena de sensibilidad, de afecto, de acierto pedagógico, discurriendo dichosamente en el jardín de la casa de Chelsea, junto al Támesis.

Su decidida militancia humanista, que le llevará a cultivar los grandes temas de su tiempo, como lo hizo en su estudio sobre la impresionante figura de Pico de la Mirándola, o a concebir la vocación política como mero ejercicio del sentido cristiano del deber, hasta el extremo de acometer la empresa de dejar su testimonio insobornable de integridad como gobernante en un país que "desde 1422 hasta 1509", "en la fatídica galería de monstruos que va de Enrique VI a Enrique VIII (Mesnard), había vivido un drama sangriento interminable que había de terminar por devorarle también a él mismo.

Pero el aspecto más valioso de su obra intelectual, transida de reiterados giros de humour sajón y de ironía universal, es, sin duda, el legado imperecedero que nos aporta como filósofo político y pensador cristiano. Su obra se centra en este aspecto en el ataque a los principios viciosos cuya extirpación consideraba único remedio capaz de devolver la salud a la sociedad de su tiempo.

Estos dos principios permanentes de la corrupción política eran, a su juicio, la monarquía y la propiedad. Y a este fin, "para conmover a los espíritus rebeldes a la especulación filosófica; para forzar a los conservadores a evacuar posiciones en las que la crítica no tiene cabida, Moro ha dedicado cinco años a construir un mundo ideal, verdadero espejo de justicia y de prosperidad; mundo en el que, a partir de entonces, está invitado a penetrar el lector de todo país y de toda época" (Mesnard),

Por mi parte pienso que, no obstante ser Erasmo quien, en uno de los rasgos más permanentes de su obra intelectual y espiritual, sitúa doctrinalmente el problema de la evangelización de la política, a Moro es a quien corresponde hasta ahora la significación de figura máxima de cuanto a la respuesta dada al mismo por los cristianos todos los tiempos.

No podemos en esta ocasión acometer un estudio exhaustivo de la filosofía política de Moro, en cuanto discípulo y testigo del Evangelio. Pero desconocen en absoluto lo que él representa en la economía del plan divino sobre el género humano quienes hacen un deliberado alarde de ignorancia acerca de la magnitud trascendental de su concepción política.

Concepción a la altura de la cual él supo estar sin duda, con el testimonio de una vida ejemplar como padre y esposo, como sabio, como gobernante, como mártir. Y ello en un trance en el que la organización eclesiástica de su patria, comenzando por un episcopado cobarde, a excepción del obispo Fisher, su compañero de cadalso, se hunde en la abyección ante el tirano.

Sin embargo, ese testimonio de su vida no es lícito que pueda servir a nadie para intentar escamotear la importancia intrínseca de una aportación filosófica, cuyo autor mismo juzga con estas palabras:

"Si hay que silenciar como insólito y absurdo cuanto las perversas costumbres de los hombres han hecho parecer extraño, habría que disimular entre los cristianos muchas cosas enseñadas por Cristo, cuando él, por el contrario, prohibió que se ocultasen y mandó incluso predicar las que susurró al oído de sus discípulos; pues la mayor parte de esas palabras son tan ajenas a las actuales costumbres como lo fue mi discurso".

 

Precisamente desde este punto de perspectiva hay que enfocar los aspectos fundamentales de la teoría política de Moro: la construcción de una república ideal y el ataque a la monarquía y a la propiedad privada. Este último aspecto, que es el más radical de su pensamiento, emerge constantemente del texto de la Utopía.

"Dondequiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el dinero —nos dirá Moro por boca de Rafael HytIodeo, el descubridor portugués que le sirve para expresar sin demasiado riesgo sus enérgicos juicios—, será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia el permitir que lo mejor vaya a parar a manos de los peores, y que se vive felizmente allí donde todo se halla repartido entre unos pocos que, mientras los demás perecen de miseria, disfrutan de la mayor prosperidad".

 

Pero esto no era una novedad en el cristianismo. Es la misma voz con que en el siglo IV habían clamado varonilmente los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, Lactancio: "Dios nos dio la tierra en común, no para que una avaricia irritante y despiadada se alzase con todo, sino para que los hombres viviesen en comunidad y nadie estuviera falto...".

Por ejemplo, Crisóstomo: "Cuando tratamos de poseer algo en particular trayendo continuamente en la boca las insípidas palabras "mío" y "tuyo", entonces es cuando surgen las luchas fratricidas, envidias y rencores. Así, pues, la posesión en común es más natural que la propiedad privada".

Por ejemplo, Ambrosio: "...tú te apropias para ti solo lo que se ha dado para común utilidad de todos. La tierra no pertenece exclusivamente a los ricos; es patrimonio de todos; y, sin embargo, son muchos más los que no usan de lo suyo que los que usan de ello". "La avaricia fue la causa de haberse repartido entre pocos las posesiones".

Y los mismos conceptos en Clemente Romano, en Basilio, en Jerónimo, en Agustín. Son los conceptos sobre los que Moro afirma que la igualdad de bienes, único camino para la salud pública, es casi incompatible con la propiedad privada; mientras que la república perfecta sólo podrá edificarse sobre la base de la comunión de bienes entre los hombres. Temas ambos que constituyen, respectivamente, el núcleo de la primera y segunda partes de la Utopía.

Y todavía distaba más esta doctrina de ser una novedad en la revelación bíblica, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, en el conjunto global del Libro dictado por Dios a los hombres. A partir del momento mismo de la creación Yahvé entrega a los hombres la tierra en común: "...los bendijo y les dijo: Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre la Tierra" (Gen. 1, 28).

Y luego ya, sin cesar, la sed colectiva de justicia que sube de la tierra, con clamor de milenios: la expectación de las generaciones por la ciudad en que los hombres "construirán casas que habitarán; plantarán viñas cuyos frutos comerán. No edificarán para que habite otro, ni plantarán para que otro lo consuma" (Is 65, 21.22), "Este es el nombre que tendrá la Ciudad: "Yahvé —nuestra— Justicia" (Jer. 33, 16). "Son nuevos cielos y una nueva tierra lo que esperamos —según su promesa—, donde habitará la justicia" (2 Petr. 3,13).

Esperanza de que Dios nos permita al fin construir una tierra en que reine la justicia y la paz, que culmina en el Apocalipsis: Después vi un cielo nuevo, una tierra nueva —el primer cielo, en efecto, y la primera tierra han desaparecido, y va no hay mar—. Y vi la Ciudad Santa, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de donde Dios; se había embellecido, como una joven casada radiante ante su esposo.

Oí entonces una voz clamar, desde el trono: "Ved la morada de Dios con los hombres. Él tendrá su morada con ellos; ellos serán su pueblo y ÉI, Dios —con ellos—, será su Dios. El enjugará toda lágrima de sus ojos; de muerte, ya no habrá nada; de llanto, grito y pena, nada habrá ya, porque el antiguo mundo se ha ido" (Apoc. 21. 1-4).

El Evangelio rezuma esta misma conciencia profunda de la vida. La Iglesia primitiva también. Igual la época de los Padres. El pensamiento medieval, en sus líneas de conjunto, está lejos de romper con este legado. Lo que hace Moro es darle expresión moderna. Quizá demasiado moderna, demasiado arraigada en lo que empezaba a ser ya la Modernidad, el Occidente.

A la concepción de la vida que es peculiar del hombre ibero, por ejemplo, le puede resultar demasiado comunista la república utopiana. La ética natural misma podría tomar noticia mucho más directa entre los iberos de la concepción evangélica de la vida, respecto a lo que pudieron lograrlo los ahistóricos pobladores de Utopía.

Buena muestra son de estas afirmaciones nuestras, tanto el humanismo ibero de los siglos XVI y XVII, en lo que tiene de no-europeo y de no-contrarreformista, sino de Reforma católica española, como las grandes empresas utópicas de evangelización y civilización acometidas en Indias por los grandes misioneros —exponentes de una conciencia colectiva— que se llamaron Vasco de Quiroga, Zumárraga, Junípero Serra; o los jesuitas paraguayos.

Pero eso no altera la significación crucial de la Utopía en la cultura humana y en el cristianismo. En realidad, si es grande la obra de Dios en Moro, tomándole para testigo suyo en la lucha por la justicia sobre la tierra, a costa del supremo sacrificio, la obra de Moro en Dios supone un punto culminante de ese mismo drama visto desde abajo, desde la perspectiva terrestre de la Historia. Hasta ahora supone, sencillamente, la aportación más valiosa de los cristianos a la sangrienta expectación de la humanidad por una sociedad justa y fraterna.

Pero lo cierto es que, a partir de Moro, los cristianos no habíamos vuelto a decirle al pueblo oprimido y explotado las grandes palabras encendidas de cólera y esperanza. Batida duramente la Iglesia por el burgués triunfante, fueron las generaciones católicas desvirtuándose y contagiándose en no pequeña medida de racionalismo y de formalismo jurídico y estético durante los siglos modernos.

Parecieron incluso perder la fe en que "el fermento cristiano ha comenzado apenas a transformar las instituciones colectivas de la humanidad...; (en) que no estamos más que al comienzo de las victorias de la verdad evangélica a través de la Historia, y (en) que así, sirviéndola, el cristiano trabaja eficazmente, al mismo tiempo que por su propia salud, por la salud de toda la familia humana".

Y así las grandes ansias de las multitudes obreras de nuestro tiempo, su sacrificio, su combate, su inmensa y ruda energía creadora, no los han encauzado ya héroes cristianos, sino héroes y pastores brotados por millares al margen de la Iglesia.

Saint-Simon, Prouelhon, Bakunin, Kropotkin, Marx, Sorel, Anselmo Lorenzo, Costa, Pablo Iglesias, Lenin y tantos otros teóricos y jefes del movimiento obrero occidental o soviético, o del movimiento revolucionario ibérico, tuvieron que formarse marginalmente al cristianismo, porque hacía doscientos años que yacía sepultada en el olvido, entre los cristianos, aquella filosofía de liberación del pueblo que Moro había sabido llevar a su expresión más audaz.

Pero el cristianismo guarda en sus senos una vitalidad inmensa. La gigantesca experiencia del hombre moderno ha empezado a tocar ya sus propios límites. Y es ahora, cuando esta vasta hazaña creativa presenta ya su entera dimensión, cuando al cristianismo le empieza a ser posible acometer la empresa de evangelizarla.

Ahora, cuando ante los ojos apagados de los burgueses se han mostrado viables ya varias utopías siniestras, está más próxima que nunca la realización en el tiempo de la Utopía cristiana. Y es ahora cuando el cristianismo puede entrar de nuevo en las entrañas del pueblo.

En la medida en que los cristianos volvamos a ofrecer a ese mismo pueblo —debatiéndonos contra la injusticia que nos asedia, codo con codo con el ejército de los que sufren, en la misma línea espiritual de Tomás Moro— los artesanos de paz y los luchadores perseguidos que necesitan para ser libres los hambrientos y sedientos de justicia.

El camino, quizá ya el camino final hacia la Ciudad Justa, vuelve a verse claro cuando el hombre actual se lava los ojos con ese ideal ético de la humanidad que Jesús nos traza en su Discurso evangélico, y al que la humanidad se acerca progresiva y trabajosamente en el tiempo: "Felices los pobres en espíritu..., los dulces..., los afligidos, los hambrientos y sedientos de justicia..., los misericordiosos..., los corazones puros..., los artesanos de paz..., los perseguidos por la justicia. Porque suyo es el reino de los cielos" (Mt. 5, 3-10).

 

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SANTO TOMÁS MORO

 

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MANUEL LIZCANO

VOLVER A LA IGLESIA PRIMITIVA

Cuando surgen las dificultades, las dudas y las incertidumbres en la fe, debemos volver al origen. Esto es lo que tenemos que hacer cuando nos planteamos los objetivos (misión) de nuestra comunidad cristiana: echar la mirada atrás a las primeras comunidades de la Iglesia primitiva (visión).

El Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos de los apóstoles, nos da una idea de cómo los primeros cristianos comenzaron a proclamar el Evangelio, lo que hacían y nos muestra numerosos rasgos esenciales de la Iglesia de Cristo que debemos imitar:
 

Llenarse de Espíritu Santo

"Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse." (Hechos 2, 3-4 ).
 
 Iglesia primitivaLos cristianos no sólo hablamos de Dios; le experimentamos. Esto es lo que hace que la iglesia sea diferente de cualquier otra organización en el planeta: que tenemos el Espíritu Santo.
Nuestro gobierno no tiene el Espíritu Santo. Las ONGs no tienen al Espíritu Santo. Ninguna otra organización tiene el poder de Dios en ella. Dios prometió su Espíritu para ayudar a su Iglesia. La Iglesia tiene y se llena del poder de Dios.
 
Cuando se refiere a "hablar en lenguas extrañas" quiere decir hablar en el idioma de quienes nos escuchan. La gente realmente escuchaba a los primeros cristianos hablar en sus propios idiomas, ya fuese en farsi, en swahili, en griego o lo que fuera. 
 
El Plan de Dios es para todos. No es sólo para los judíos. Pero no sólo se refiere a idiomas de sus países de origen sino a hablar en el lenguaje que cada persona entiende. ¿Estamos usando otros "lenguajes" para llegar a la gente? 
 

Utilizar los dones de todos 

"Entonces Pedro, en pie con los once, les dirigió en voz alta estas palabras: "Judíos y habitantes todos de Jerusalén: percataos bien de esto y prestad atención a mis palabras. ...Y haré aparecer señales en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. ...Pero el que invoque el nombre del Señor se salvará" (Hechos 2, 14, 19, 21)
 
En la iglesia inicial no había espectadores; el 100% de las personas participaban en proclamar el Evangelio de Jesús. Y, aunque igual que entonces, no todos estamos llamados a ser sacerdotes, todos estamos llamados a servir a Dios. Por tanto, debemos esforzarnos para que todos participen. La pasividad no es una opción. Si alguien quiere sentarse y ser servidos por los demás, que busquen otro sitio. 
 

Ofrecer una verdad que transforma

La iglesia primitiva no ofrecía una nueva psicología, ni un moralismo cómodo, ni una espiritualidad agradable. Ofrecía la verdad del Evangelio que tiene el poder de cambiar vidas. Ningún otro mensaje transforma vidas. Cuando la verdad de Dios entra en nosotros, es cuando nos transformamos. 
 
En Hechos 2, Pedro dio el primer sermón cristiano, citando el libro de Joel del Antiguo Testamento y afirmando que la iglesia primitiva se dedicó a la "enseñanza de los apóstoles".
 

Crear comunidad

"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones." (Hechos 2, 42). 
 
En la iglesia del primer siglo, los cristianos se amaban y cuidaban unos a otros. La iglesia no es un negocio, ni una ONG ni un club social. La Iglesia es una familia. Para que nosotros experimentemos el poder del Espíritu Santo como en la Iglesia primitiva, tenemos que convertirnos en la familia que ellos eran.
 

Vivir la Eucaristía

"Todos los días acudían juntos al templo, partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hechos 2, 46). 
Eucaristía Iglesia primitiva
 
Cuando la Iglesia primitiva se reunía celebraban la Eucaristía, conmemorando la última cena "con alegría y sencillez de corazón". Debemos entender y enseñar que la Eucaristía es una celebración. Es un festival, no un funeral. Es el banquete de Dios. Cuando la Eucaristía es alegre (y litúrgicamente rigurosa), la gente quiere estar allí porque buscan alegría.
¿Crees que si nuestras iglesias estuvieran llenas de corazones alegres, de palabras alegres y de vidas llenas de esperanza, atraeríamos a los alejados? 
 

Compartir según la necesidad

"Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno."(Hechos 2, 44-45). 
 
La Biblia nos enseña a hacer generosos sacrificios por el bien del Evangelio. 

Los cristianos durante el Imperio Romano fueron la gente más generosa del imperio y eran famosos por su desprendimiento. 

Literalmente lo compartían todo, "según la necesidad de cada uno". Incluso la vida. Muchos murieron por la fe en el Coliseo romano.
 

Crecer exponencialmente

"Alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. El Señor añadía cada día al grupo a todos los que entraban por el camino de la salvación." (Hechos 2,47). 

iglesia primitiva

 
Cuando nuestras iglesias demuestran las primeras seis características de la iglesia primitiva, el crecimiento es automático. La gente veía a los primeros cristianos como extraños, pero les gustaba lo que éstos hacían.
Veían el amor que se tenían los unos por los otros, los milagros que ocurrían delante de ellos y la alegría que irradiaban. Querían lo que los cristianos tenían. Y la Iglesia crecía exponencialmente
 
 

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IGLESIA PRIMITIVA

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