10 lecciones de Benedicto XVI para la posteridad

En 2013, con motivo de la renuncia de Benedicto XVI, Rafael Domingo publicó en la edición española de CNN el siguiente artículo. Rafael Domingo Oslé es catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Navarra y profesor visitante del Centro para el Estudio de la Ley y Religión de la Facultad de Derecho de la Universidad de Emory en Atlanta.

 

No es mi intención analizar en estas reflexiones el pontificado de Benedicto XVI, quien dejará de ser Papa el 28 de febrero a las 8 de la tarde tras una renuncia histórica cargada de simbolismo.

Los papas gustan de mover sus fichas pensando a largo plazo, a larguísimo plazo, sabedores de que gobiernan una institución milenaria, llena de goteras y grietas, achacosa a veces, pero siempre viva y pujante pues la muerte no está pensaba para ella.

Joseph Ratzinger no es excepción. El Papa es plenamente consciente de que en estos momentos está haciendo historia, marcando una nueva pauta en la Iglesia con esta última decisión suya tan audaz y valiente. Por eso, tiempo al tiempo. Ya llegará la hora de valorar objetivamente un Pontificado que, con sus luces y sus sombras, acabará enalteciendo la figura de Benedicto XVI.

Mi objetivo hoy es más modesto. Tan solo pretendo referir lo que me ha aportado personalmente este gran intelectual alemán que decidió colgar la sotana blanca para encerrarse a rezar y escribir entre cuatro paredes junto a un pequeño huerto ecológico.

Para mí, hablar de Benedicto XVI es hablar de un maestro, en el sentido más clásico y noble del término, del que he aprendido algunas lecciones inestimables. Algunas de ellas son fruto de su comportamiento, las más, de su magisterio. Todas: expresión de su extraordinaria honradez intelectual y profunda humildad.

Un maestro es la persona capaz de grabar a fuego en tu alma una idea. Un maestro es quien atraviesa intelectualmente tu vida, como una flecha atraviesa un cuerpo. Un maestro es quien va siempre por delante de ti dando respuesta a tus inquietudes intelectuales. Un maestro es quien te obliga a mantenerte de puntillas para estar a su altura intelectual.

Por eso, la conversación con el maestro es rayo de luz, abre horizontes, crea nuevas expectativas, despierta sensibilidades. La presencia del maestro estimula la inteligencia, alienta la creatividad, despierta la imaginación.

El maestro te cautiva, como me cautivó a mí Joseph Ratzinger, cuando le conocí en febrero de 1998 en la Universidad de Navarra con ocasión de su visita para recibir un doctorado honoris causa. Fueron unos días memorables en los que pude tratar de cerca al entonces cardenal Ratzinger. El galardonado quiso residir unos días en el Colegio Mayor Belagua con el fin de vivir intensamente el ambiente universitario de la Universidad de Navarra.

Enseguida me di cuenta de que, a pesar de dedicarse él a la Teología y yo al Derecho, compartíamos las mismas preocupaciones intelectuales, y de que, en realidad, estábamos subiendo el mismo monte por diferentes laderas. Eso sí, él iba muy por delante de mí en ese empinado ascenso.

Benedicto XVI dejará de ser Papa el 28 de febrero, pero no de ser uno de los intelectuales más perspicaces de nuestro tiempo. Un maestro puede dejar de ser Papa, pero no de enseñar. Por eso, quiero compartir las diez lecciones más importantes que he aprendido de Benedicto XVI. No son las mejores aportaciones de Ratzinger a la Teología; tampoco se derivan necesariamente de sus principales hitos como Pontífice. Son sencillamente lecciones de un maestro.

 

1. La universidad es hogar de nuevas ideas y de diálogo

La universidad es un lugar privilegiado para el nacimiento de nueva ideas y el diálogo interdisciplinar es el método más fecundo para que estas ideas florezcan. De ahí la importancia de que existan campus aislados cuyos profesores y alumnos vivan totalmente inmersos en un debate intelectual estimulante y crítico, una idea que siempre impulsó Ratzinger desde sus comienzos como profesor en la Universidad de Bonn.

2. El mundo necesita el diálogo entre creyentes y no creyentes

El mundo de hoy demanda un diálogo abierto, sereno y equilibrado entre creyentes y no creyentes. Este diálogo será en beneficio de todos. A los creyentes les servirá para purificar el argumento religioso; a los no creyentes, para advertir los límites de la razón positiva, cuya exclusividad enclaustra al ser humano. Su conversación con Jürgen Habermas, otro gran maestro, fue un ejemplo del camino que debe emprenderse para poder dar pasos en esta dirección.

3. La recuperación del "eros"

La necesidad de recuperar para el Cristianismo el genuino concepto de "eros", con el fin de poder aplicarlo a Dios cuyo amor es no sólo donacional, sino también posesivo. Esta sincera reflexión, explicada en su primera encíclica Deus caritas est, ha abierto nuevos derroteros en el campo de la vida contemplativa y en la consideración de la filiación divina, o la consideración de que somos hijos de Dios, como núcleo esencial del mensaje cristiano. Se puede formular de una manera más directa: cuando Dios se empeña en vivir cerca de ti, se le palpa y la fe sobra.

4. El derecho debe abrirse a la transcendencia

Esto no significa que los ordenamientos jurídicos hayan de reconocer la existencia de Dios -¡ese no es su cometido!- pero sí que han de ver en la religión un valor en sí mismo, capaz de dar respuesta a ciertos interrogantes que la razón científica no puede resolver.

5. No existe un ordenamiento jurídico cristiano

Para Benedicto XVI, no hay un sistema legal cristiano, revelado por Dios, sino que lo único que demanda el cristianismo a los ordenamientos jurídicos es que se remitan a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho.

6. Actuar contra la razón, es actuar contra Dios

La lección sexta la constituye el núcleo de su controvertido discurso en Ratisbona, quizás el más importante discurso del Papa, es que el no actuar con el "logos" es contrario a la naturaleza de Dios. Por tanto, no hay incompatibilidad alguna entre razón y fe. " Se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión.

Partiendo verdaderamente de la íntima naturaleza de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de la naturaleza del pensamiento griego ya fusionado con la fe, Manuel II podía decir: No actuar «con el logos» es contrario a la naturaleza de Dios", dijo en su famoso discurso.

7. Rectificar es de sabios

Por eso, cuando uno se equivoca lo reconoce, aunque sea el Papa. Esta lección la dio el Benedicto con su famosa carta de 2009 con ocasión del caso del obispo Richard Williamson, al que se levantó la excomunión pocos días después de que, en una entrevista con una cadena de televisión sueca, cuestionara la existencia de las cámaras de gas en los campos de concentración nazis, lo que generó una enorme controversia en Internet .

En la carta, Ratzinger lamentó los errores de gestión por parte del Vaticano al no haber hecho el uso adecuado de internet. "Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias", escribió entonces.

8. El valor del silencio

El valor positivo del silencio como punto de encuentro con Dios. En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, Benedicto XVI escribió que "el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido.

En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena".

9. Austeridad en uno de los lugares más lujosos

Dentro del Vaticano, uno de los lugares más lujosos y espectaculares del mundo, Benedicto XVI demostró que se puede llevar una vida sencilla, sobria y austera, desprendida de las riquezas materiales, con comidas frugales, largos ratos dedicados a la oración y al silencio, la escritura y el estudio, y una cama de pequeñas dimensiones.

10. No ser más papista que el Papa

La décima y última lección no es la más importante, pero sí la que ha sobrecogido al mundo por inesperada. La opinión pública la ha formulado de la siguiente manera, siguiendo el propio discurso de renuncia papal: el espíritu de servicio es el único fin que ha de buscarse en el desempeño de cualquier cargo público.

Por eso, cuando por motivos justificados este servicio pueda quedar deslustrado, es recomendable dejar paso a otros que desempeñen el cargo con más competencia. Me parece, sin embargo, que hay una formulación mucho más sencilla y castiza: No se puede ser más papista que el papa. Por eso, el papa Benedicto XVI no ha querido ser más papista que Benedicto XVI. Y él tenía la profunda convicción moral, desde hace mucho tiempo, de que para la Iglesia era muy conveniente que un papa renunciara. Se dieron las circunstancias. Y lo hizo. ¡Como un campeón!

 

Rafael Domingo Oslé (*)

(*) Es catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Navarra y profesor visitante del Centro para el Estudio de la Ley y Religión de la Facultad de Derecho de la Universidad de Emory en Atlanta.

Benedicto XVI- Ocho años de pontificado que se caracterizaron por su humildad y un trabajo silencioso

Para conmemorar el décimo aniversario de la elección de Benedicto XVI sale a la luz un libro inédito sobre su pontificado.

 

 

 

9 de abril, 2005

"Los señores cardenales me han elegido a mí, un sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe actuar con instrumentos insuficientes”.

Humildad. Ocho años de pontificado que se caracterizaron por su humildad y un trabajo silencioso. Para conmemorar el décimo aniversario de la elección de Benedicto XVI sale a la luz un libro inédito sobre su pontificado. A la presentación de "Benedicto XVI, siervo de Dios y de los hombres” acudieron el hermano del Papa emérito, Georg Ratzinger y su secretario, Georg Gänswein.

ALBRECHT WEILAND

Editor "Benedicto XVI, siervo de Dios y de los hombres”

"Para nosotros es muy importante porque nuestra editorial normalmente se enfoca en libros de arte,  de cultura y sobre todo de cultura cristiana. Desde hace poco publicamos también sobre historia, y Benedicto XVI es una pieza muy importante de la historia y por eso decidimos publicar un libro sobre este personaje tan importante”.

Las fotografías y los testimonios juegan un papel esencial en el nuevo volumen que se presentó en el cementerio teutónico del Vaticano.

CHRISTIAN SCHALLER

Autor "Benedicto XVI, siervo de Dios y de los hombres”

"Es un regalo para Benedicto para recordar sus ocho años de pontificado, es un honor. Hemos intentado hacer fácil la lectura escogiendo temas y fotografías que son grandes escenas de su pontificado”.

Fotografías que recogen grandes momentos y otros detalles más cotidianos de su pontíficado. Como esta con Georg Gänswein.

O esta otra cuando por primera vez el papa Francisco se reunió con el papa emérito Benedicto XVI. Fue un encuentro sencillo, emotivo y, sin duda, histórico

En la elaboración del libro han participado los cardenales Gerhard Müller o Kurt Koch. Tanto los autores como los responsables de edición lo conocieron y ellos así le recuerdan.

ALBRECHT WEILAND

Editor "Benedicto XVI, siervo de Dios y de los hombres”

"De él me acuerdo de sus homilías espléndidas”.

CHRISTIAN SCHALLER

Autor "Benedicto XVI, siervo de Dios y de los hombres”

"Yo me acuerdo de una situación muy bonita, en su primera visita que tuvo después de su elección como Papa. Un momento privado en el tercer piso del Palacio Apostólico del Vaticano”.

Un libro que recopila los ocho años de un Papa que no iniciaba su pontificado de manera fácil y que ahora, sin duda, es histórico por su renuncia y uno de los más queridos.

 

 

romereports.com

Cronología del Siglo IV

 

CÉSARES ROMANOS

PAPAS

HISTORIA de los Primeros Cristianos

293/305
Maximiano y Constancio Cloro

296/304
San Marcelino

 

298-302 Los cristianos son proscritos del ejército romano

303 Gran persecución

305/306
Constancio Cloro

 

305   Se suspende la persecución

306-312 Tolerancia en Roma y África

306
Severo II

 

306-310 Maximino reinicia la persecución en Oriente

306/307
Severo II y Constantino I
 

306 Persecución en Oriente

307/311
Licinio y Majencio

 

311    Primera edición de la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea

Maximinio continúa la persecución, especialmente en Egipto

 

 

 

 

 

308/309
San Marcelo I

309/309
San Eusebio

311/314
San Melquíades

312/324
Licinio y Constantino I

 

312 Constantino vence a Majencio

 

313 Edicto de Milán de tolerancia universal del cristianismo

 

321 Persecución de Licino

314/335
San Silvestre I

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336/336
San Marcos

324/337
Constantino I

337/352
San Julio I

 

324 Segunda edición de la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea

328-373    San Atanasio, Obispo de Alejandría

 

337/340
Constantino II

 

337 Persecución en Persia

340/350
Constantino II y Constancio II

 

342 Prohibición de sacrificios paganos

350/361
Constancio II

 

354 Nacimiento de San Agustín

356 Las reliquias de San Andrés y San Lucas son llevadas a Constantinopla

 

352/366
Liberio

350/351
Magnecio

351/353
Magnecio y Decencio

361/363
Juliano

363/364
Joviano

 

 

364/375
Valentiniano

371 El Papa San Dámaso es acusado de homicidio y es exonerado por el emperador
373 San Ambrosio, Obispo de Milán
373 Fallece San Atanasio
374-377 San Jerónimo, anacoreta en Calcis

366/384
San Dámaso

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375/383
Graciano

378 El emperador Graciano renuncia al título de “Pontifex Maximus”

 

383/392
Valentiniano II

383 San Jerónimo inicia la traducción de la Biblia al latín

384 San Jerónimo parte a Palestina

384 San Agustín llega a Milán

385-420 San Jerónimo, monje en Belén

385-407 San Juan Crisóstomo florece

386  SanAgustín vuelve a la fe católica

386-387   San Agustín escribe “Las Confesiones”

390 Masacre de Tesalónica

 

384/399
San Siricio

392/395
Teodosio

392 Leyes contra paganos y herejes

395/421
Honorio

397 Muerte de San Ambrosio de Milán

399/401
San Atanasio I

 

 

 

 

 

 

 

San Esteban: "Meditar sobre la Escritura para entender el presente"

Presentamos una catequesis de Benedicto XVI, de 2012, en la que habla del martirio de San Esteban. Invitó a tratar a Dios con la confianza de los hijos que acuden a un Padre.

 

 

Ciudad del Vaticano, 2 mayo 2012 (VIS).-
La oración de San Esteban, el primer mártir cristiano, fue el tema elegido por el Santo Padre para la catequesis de la audiencia general de hoy miércoles.
Ante más de 20.000 fieles que llenaban la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que, según narran los Hechos de los Apóstoles, Esteban fue llevado a juicio ante el Sanedrín, acusado de haber declarado que Jesús destruiría el templo y subvertiría las costumbres legadas por Moisés. Ahora bien, en su discurso ante el tribunal, el santo afirma que Jesús se refería a su cuerpo, que es el nuevo templo. De esta forma, Cristo “inaugura el nuevo culto, y con la ofrenda de sí mismo en la Cruz, reemplaza los sacrificios antiguos”.
Esteban quiere demostrar que la acusación de subvertir la ley de Moisés es infundada y para ello ilustra su visión de la historia de la salvación, de la alianza entre Dios y el hombre. “Relee así -dijo Benedicto XVI- toda la narración bíblica, el itinerario de la Sagrada Escritura, para demostrar que conduce al lugar de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. En esta perspectiva (...) también lee su condición de discípulo de Jesús, siguiéndolo hasta el martirio. La meditación sobre la Sagrada Escritura le permite entender (...) el presente”.
El protomártir, “en su reflexión sobre la acción de Dios en la historia de la salvación, pone de relieve la perenne tentación de rechazar a Dios y su acción, y afirma queJesús es el Justo anunciado por los profetas; en Él, Dios mismo se ha hecho presente de manera única y definitiva: Jesús es el 'lugar' del culto verdadero”.

 

La vida y el discurso de Esteban se interrumpen repentinamente con la lapidación, pero “precisamente el martirio es el cumplimiento de su vida y de su mensaje: se hace uno con Cristo. Así, su reflexión sobre la acción de Dios en la historia, sobre la Palabra divina que en Jesús ha llegado a su plenitud, se convierte en participación en la misma oración de la Cruz”.
En el momento del martirio del santo, afirmó el Papa, “se manifiesta una vez más la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración”. Pero: “¿De dónde sacó el primer mártir cristiano la fuerza para hacer frente a sus perseguidores y llegar hasta la entrega de sí mismo? La respuesta es simple: desu relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que alcanza su cumbre en Jesucristo”.
San Esteban cree que Jesús “es el templo 'no construido por mano de hombre' en que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana como para entrar en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrir las puertas del Cielo. Nuestra oración, entonces, debe consistir en la contemplación de Jesús a la diestra de Dios, de Jesús como Señor de nuestra vida cotidiana. En Él, bajo la guía del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios (...) con la confianza y el abandono de los hijos que acuden a un Padre que los ama infinitamente”, concluyó el Santo Padre.

Viaje de María y José: debieron afrontar unas duras pruebas

Para poder traer al mundo a Jesús en Belén y cumplir las profecías del Antiguo Testamento

 

“Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial”, escribe el profeta Miqueas (Miqueas 5,1).

 

Sin embargo, aunque José, descendiente del rey David, era originario de la pequeña aldea de Judea, él y María vivían en Nazaret, al norte de Galilea, cuando María quedó encinta de Jesús, según narra el evangelio de Lucas.

viaje a Belen María y José

 

Un periplo de más de 150 km

Sin embargo, cuando María llegaba casi al término de su embarazo, el emperador Augusto ordenó un gran censo que obligaba a todo el mundo a dirigirse a su pueblo de origen. Así, “José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David” (Lucas 2,4).

Un periplo 156 kilómetros que representó una auténtica prueba para la pareja en una época en la que los caminos no estaban pavimentados –aunque sí lo estuvieran en buena parte del Imperio romano– y cuando el único medio de transporte disponible era el asno o el camello. A esto habría que sumarle el hecho de que José, según algunas tradiciones, quizás no fuese demasiado joven, y que María estaba casi en el noveno mes de embarazo.

Belén, llamada Efratá en la antigüedad, está situada a 7 kilómetros al sur de Jerusalén, pero a una altitud de 750 metros. Aunque se trataba de la ciudad del rey David y la matriarca Raquel, segunda esposa de Jacob, estaba enterrada allí, la ciudad era considerada secundaria en aquella época. No obstante, el camino, muy montañoso, lo transitaban muchas caravanas que iban de Jerusalén a Egipto.

 

 

Los evangelios canónicos no dicen nada sobre el medio de transporte que empleó la pareja, pero podemos suponer que tenían a su disposición un asno que cargara con los alimentos. Probablemente también durmieron tres o cuatro noches bajo las estrellas o en posadas.

Un viaje agotador al final del cual los cónyuges no encontraron más que un establo para dormir. La celebración de la Navidad debería, por tanto, recordarnos el valor y la entrega de esta pareja ejemplar.

 

+ info -

https://www.primeroscristianos.com/que-sabemos-de-la-gruta-de-belen/

 

¿Cuántos días duró el viaje de María y José desde Nazaret a Belén?

 

 

Renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia

Para los cristianos la Navidad es un tiempo muy especial. No es simplemente un recuerdo, ni un mero símbolo; ni menos aún una especie de cuento o de juego para gente menuda. Ni simplemente un modo de que los adultos puedan sentirse niños de nuevo, al menos por unos días. 

 

Un Bing Bang redentor

La Navidad es un tiempo litúrgico en el que renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia: la segunda Persona de la Trinidad, la Palabra de Dios, ha nacido en un pesebre de Belén. Dios se ha hecho hombre, se ha hecho Niño, entrando así en la historia humana y su lógica. Por tanto, según unas coordenadas concretas: en un momento dado, en un lugar determinado, a través de una cultura que Él quiso asumir con todas las consecuencias.

A partir de entonces, no se ha retirado ni se ha retractado de ese acontecimiento definitivo, que ha cambiado la vida del mundo y sigue, como un “Bing Bang” redentor, expandiendo su energía salvadora en el tiempo y en el espacio de cada uno y de todos, a la vez que pide nuestra colaboración para que su amor llegue hasta los confines del universo.

Dios sigue viviendo como hombre en Jesús resucitado. Esa Humanidad Santísima está en el seno de la Trinidad. El vencedor de la Cruz sigue intercediendo por nosotros ante Dios Padre. Sigue presente, también, en esta tierra especialmente en la Iglesia y en su misión, actuando por medio del Espíritu Santo en los corazones y en las culturas que le acogen.

Sigue naciendo cada vez que alguien se abre al Amor con mayúsculas (el de Dios) o al amor hacia los demás, que es, según San Juan, camino y manifestación, al menos incipiente y siempre necesario, del amor a Dios.

La Navidad sólo sucedió históricamente “de una vez por todas”. Pero, al ser Dios su protagonista principal, no es algo que simplemente pasó; sino que sigue siendo plenamente actual. No sólo en el “Hoy” eterno de Dios, sino también en nuestras vidas, que se abren mediante la fe a la vida de Dios, permitiéndonos vivir y comprender los valores eternos, mientras tratamos de reproducirlos en nuestra existencia ordinaria.

Lo hacemos, ciertamente, en la medida de nuestras modestas posibilidades; pero a la vez, y esto es lo fascinante, estamos llamados a realizarlo con la vida misma de Dios (el cristiano pertenece al Cuerpo místico de Cristo); con su fuerza redentora y salvadora, siempre amable; consu luz reveladora y maravillosa.

La Navidad celebra este nacimiento y esta vida de Dios entre los hombres y de los hombres con Dios. Un nacimiento y una vida que, según la fe cristiana, tienen una referencia al pasado, y, a la vez, son plenamente actuales y condición para la vida plena en el futuro de los hombres.

¿Cómo vivir la Navidad en cristiano? 

De todo ello cabe deducir cómo se puede hoy “vivir la Navidad en cristiano”.

Quizá, apurados por la crisis económica, no podamos contemplar tantas luces en las calles y en los comercios; pero eso nos puede descubrir que la luz que más espera el Niño es la de nuestra vida.

Puede que hayan disminuido los símbolos cristianos de ese acontecimiento, el nacimiento de Dios en el tiempo, que celebramos; pero es el cristiano el que debe ser, en su propio ambiente, signo vivo de Cristo.

Tal vez los “Nacimientos” o los “Belenes” serán en algunos lugares más discretos o menos vistosos; pero los que se ponen (con sus figuritas ingenuas, el musgo y las casas de corcho) seguirán representando el Amor, y la respuesta que espera de cada uno, como realidad que llena de sentido la historia.

Quizá se reduzca la calidad y variedad de una ideal “mesa navideña”; en todo caso el altar sobre el que se pone pan y vino significa el corazón de los cristianos, que elevan hacia Dios la ofrenda de su existencia cotidiana en acción de gracias por hacernos participar de su vida, unidos al corazón de Cristo. Y es que Belén y el Calvario son inseparables.

Incluso aunque volviéramos a “tiempos mejores” en el espejismo de un engañoso espíritu navideño, nuestro vivir la Navidad no sería auténtico si no existiera una preocupación “real” por acercarnos de nuevo o más intensamente a Dios, a través de la oración y de los sacramentos (especialmente la Confesión y la Eucaristía) y de las obras del amor.

Es decir, con un desvelo “real” por los que están a nuestro lado en la familia, en el trabajo y en la calle; especialmente por los que no tienen hogar o compañía, o carecen de ropa o de comida, o por los que están enfermos, en estos días.

Así Dios ha de nacer de nuevo en el corazón de cada cristiano, como condición para que pueda nacer en otros corazones. Pero hay que dejarle nacer en la mirada y en los hechos. Así la Navidad permitirá dejar que se hagan realidad los sueños.

Navidad en y desde la familia

La Navidad es la fiesta de la alegría porque es la fiesta de la fe que se hace vida. Sobre la base de la Encarnación de Dios, la Navidad es igualmente la fiesta de la familia y de la amistad. Por eso decía Guardini: “Todo regalo debe ser en el fondo un símbolo del único gran regalo, en que Dios entregó a su Hijo por la salvación del mundo (1 Jn 4, 9s)”.

Dentro de la familia, vivir la Navidad en cristiano significa, por ejemplo, el “volcarse” de unos con otros en costumbres que vale la pena mantener o recuperar: el belén, el árbol, los villancicos; alguna comida más especial, conversaciones y paseos familiares, atención particular a los más pequeños, a los ancianos y a los enfermos; gestos concretos de desprendimiento personal, por parte de todos los miembros de la familia, a favor de quienes, ahí afuera, no tienen nada o casi nada. Eso para empezar, pero aún hay más.

Imaginaba Guardini que María le habría contado a San Juan acerca de su anhelo por esperar al Mesías, muchos años atrás. Paraella esa venida era muy diferente de la liberación terrena yglorificación humana que esperaban muchos. “Quizá en ella había también un presentimiento, que no habría podido explicar ella misma; una sensación de que la misteriosa figura del que ‘había de venir’ la afectaba muy personalmente a ella...”

Esto sucede de alguna manera con cada cristiano. La venida de Jesús y la Navidad nos afecta siempre de manera irrepetible, porque “cristiano” quiere decir continuador, como signo e instrumento, de la misión de Cristo, ungido por su Espíritu. Y por eso, la Navidad es a la vez la fiesta de la fe que se comunica, también en y por las familias (los padres y madres son los primeros apóstoles de sus hijos).

De ahí la importancia, en estos días, de cuidar las oraciones especialmente de los niños, bendecir la comida al menos en las fiestas, participar en la Misa, que es siempre el centro de la fiesta cristiana, manifestar la vida cristiana en el amor al prójimo. Y todo ello desde el seno de esta familia de Dios (la Iglesia), que nace con Jesús.

“Esta nueva familia de Dios comienza en el momento en el que María envuelve en pañales al ‘primogénito’ y lo acuesta en el pesebre. Pidámosle: Señor Jesús, tú que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera fraternidad. Ayúdanos para que nos parezcamos a ti. Ayúdanos a reconocer tu rostro en el otro que me necesita, en los que sufren o están desamparados, en todos los hombres, y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas, para convertirnos en una familia, tu familia” (Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Nochebuena, 25-XII-2010).

 

+ info -

Los orígenes de la Navidad

 

Iglesia y Nueva Evangelización

El valor del nacimiento

 

En su Carta sobre “el hermoso signo del pesebre” (Admirabile signum, 1-XII-2019) Francisco desea explicar el significado y el valor del belén. Dice el Papa que representar el nacimiento de Jesús equivale a “anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría”.

Se trata de un “Evangelio vivo” ­–inspirado en los relatos evangélicos– que nos conduce a la contemplación de la Navidad. Y a la vez, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. Así, “descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.

Muchos de nosotros recordamos, en efecto, cuando preparábamos con nuestros padres “el nacimiento”, o “el belén”. Los niños lo preferíamos grande y, como a veces no había una mesa grande, estábamos dispuestos incluso a utilizar una puerta sobre unas banquetas. Era realmente, como dice el Papa, “un ejercicio de fantasía creativa”, lleno de belleza:

“Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular”. “Espero –continúa Francisco– que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.

nacimiento de jesús belén

Ternura de Dios e implicación nuestra

Aquel pesebre, que acogía y alimentaba a los animales, acogió entonces a “el pan bajado del cielo” (Jn 6, 41) para alimentarnos a nosotros, según san Agustín (cf. Serm 189,4). Fue San Francisco de Asís en el s. XIII quien por primera vez representó el nacimiento de Jesús en Greccio antes de celebrar la Eucaristía, en un ambiente de gran alegría.

¿Porqué –se pregunta Francisco– el belén sigue suscitando tanto asombro y nos conmueve? Primero, porque manifiesta la ternura de Dios. Jesús se presenta como un hermano, como un amigo, como el Hijo de Dios que se hace Niño para perdonarnos y salvarnos del pecado.

En segundo lugar, porque nos ayuda a revivir la historia que aconteció en Belén, a “sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales”.

¿En qué sentido podemos implicarnos? En la imitación y seguimiento de la humildad, de la pobreza, del desprendimiento que escogió Jesús desde Belén hasta la Cruz. “Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

 

La revolución del amor

El Papa repasa los “signos” del belén que nos ayudan a comprender su significado. El cielo estrellado en la oscuridad y silencio de la noche nos invita a preguntarnos sobre el sentido de nuestra existencia: “¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré?”. Y responde: “Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79)”.

Las casas –a veces en ruinas– que suelen colocarse son símbolo de la humanidad caída, de la corrupción que conlleva el pecado en el mundo, al que “Jesús ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original”.

Las montañas, los riachuelos, las ovejas, etc., nos hablan de que todos los seres creados participan de la fiesta de la venida del Mesías. “Los ángeles y la estrella –añade el Papa­– son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”.

En cuanto a los pastores, pobres y humildes, son los primeros que reciben el anuncio de la Navidad y corren, junto con otros mendigos y gente sencilla, para contemplarlo, llenos de asombro y sencillez: “Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre”.

Especialmente ellos nos recuerdan el mensaje de la Navidad: “Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía”. Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), se ha hecho pobre y sencillo para enseñarnos dónde y cómo se encuentra la felicidad.

Frente a Herodes –su palacio suele ponerse al fondo, cerrado y sordo al anuncio de la alegría–, Jesús, que es Dios mismo hecho carne y hecho Niño, “inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura”. Por eso el belén es una llamada a la fraternidad humana y un brote de esperanza.

El belén y la santidad en la vida cotidiana

Tanto a los niños como a los adultos les encanta añadir otras figuras (un herrero, un panadero, mujeres que llevan jarras de agua, niños que juegan, etc.) que en principio no tienen que ver con los relatos evangélicos. De este modo se expresa que “en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura”.

El belén representa así también la santidad para todos en la vida ordinaria: “Todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina”.

Y por ese “camino” llegamos al centro del belén, la gruta donde están María, José y el Niño. En María vemos “a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Jn 2,5)”.

En José, “el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia”, aquél que “llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.

Y sobre todo, contemplamos el Niño Jesús: “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma”.

Dice San Juan, resumiendo el misterio de la encarnación, que «La Vida se hizo visible» (1Jn 1,2). De modo sorprendente, señala Francisco, “Dios asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños”. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas”.

En suma, “el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida”.

En una última escena aparecen las tres figuras de los Reyes Magos, que siguiendo una estrella han ido viniendo de lejos por el camino, y que, al llegar la fiesta de la Epifanía aparecen ante Jesús, ofreciéndoles oro (como rey), incienso (como Dios) y mirra (como hombre, pues la mirra se usaba para la sepultura). Con humildad adoran al Dios hecho Niño y vuelven contando lo que han contemplado.

Ahí –apunta el Papa– podemos descubrir la responsabilidad que tenemos, como cristianos, de ser evangelizadores: “Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor”.

 

La "pedagogía del belén"

Y en conexión con esto último, Francisco emplea un último argumento sobre lo que podríamos llamar “la pedagogía del belén” (que tiene su reflejo en los iconos orientales de la Navidad). Nos recuerda a los cristianos que “el belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe”. Gracias a nuestros padres y abuelos –a los que se pueden añadir los catequistas, los sacerdotes y en general los educadores de la fe– podemos aprovechar todas esas enseñanzas de esta entrañable costumbre cristiana que es poner el belén:

“Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad”. Así se facilita vivir la Navidad en cristiano.

Un buen regalo de Navidad nos ha hecho el Papa y podemos aprovecharlo también para manifestar el espíritu cristiano de la Navidad. Los Padres de la Iglesia –insignes escritores cristianos de los primeros siglos– solían explicar que, en realidad, lo que Dios quiere es que le dejemos nacer continuamente en nosotros, y en eso consiste la santidad cristiana.

El tiempo de Adviento y de Navidad es una estupenda ocasión para recomenzar ese camino, y construir el belén es una buena escuela para aprenderlo y transmitirlo. Volver a ser niños en la perspectiva de la fe. Y aprender un poco más a no dejar de reiniciar siempre ese camino.

Iglesia y Nueva Evangelización

Turistas se quedan asombrados tras el hermoso Belén del Vaticano

Cientos de turistas se han aglomerado estos días en la plaza de San Pedro. El motivo: contemplar el Belén y el árbol que ha puesto el Vaticano para celebrar la Navidad.

De España, Italia, Inglaterra o Brasil.

TURISTA
Fue un regalo para nosotros, que vinimos de Brasil, encontrarnos con esta belleza aquí.

TURISTA
Hombre, desde luego, estar aquí en Navidad esa mí me parece una maravilla. Esta ciudad es preciosa. Es que da igual en la calle en la que estés, que todo es precioso.

TURISTA
Sí, sí, hermoso. He venido desde Sicilia para verlo.



TURISTA
Es la primera vez que vengo a Italia, así que estoy disfrutando mucho de la Navidad. Es muy bonito ver todas las luces de la ciudad y todos los adornos navideños.

Justo debajo del Obelisco, se encuentra el Belén, procedente de los Alpes italianos. La particularidad de que esté tallado en su totalidad a mano ha llamado mucho la atención de los visitantes.

Lo mismo ha pasado con el árbol, del que destacan el espectáculo de luces y el origen de sus adornos.

TURISTA
Pues me parece precioso porque he visto que es de madera y por lo que me han contado, además, está tallado a mano, o sea, que me parece increíble, y es que tiene unos detalles increíbles. Es precioso.

 

TURISTA
Y el árbol, precioso. Además que, por lo que nos hemos ido enterando, es natural aunque lo han colocado aquí, y que lo adornos los hayan hecho personas de un centro psiquiátrico y personas mayores, pues eso también te llama la atención.

TURISTA
Sí, es realmente muy bonito. Me encantan todas las luces y todos los colores que tiene. Es realmente bonito el espíritu navideño aquí en la Ciudad del Vaticano.

Tras dos años marcados por el coronavirus, todos ellos agradecen la vuelta a la normalidad. Alguno incluso ha venido al Vaticano a dar gracias por ello.

 

belen

 

TURISTA
Por eso vinimos a Italia, porque Brasil tuvo una época muy mala y vinimos aquí al Vaticano para dar las gracias.

TURISTA
Es un bien precioso que hemos redescubierto. Es precisamente un bien precioso que habíamos perdido, del que quizá no nos habíamos dado cuenta antes, pero ahora tenemos la importancia de respirar libres.

TURISTA
Se está muy bien. Mejor que nacer de nuevo; vivir de nuevo. ¿Verdad María? Sí. Díselo; díselo tú mismo. Sí, me siento bien; mi tía también vino de Sicilia.

Muchos dicen que la pandemia les ha hecho redescubrir la belleza de hacer cosas sencillas como salir a la calle a contemplar los adornos navideños de sus barrios en familia.

CA

Los hallazgos encontrados han supuesto algún quebradero de cabeza para los arqueólogos que los investigan. 

Sorprendentemente, las iglesias tempranas aksumitas son raras y ha sido difícil para los arqueólogos fecharlas con seguridad. Hasta ahora, estudios recientes realizados en dos templos del puerto de Adulis, en la actual Eritrea, han servido para determinar que son dos de las primeras parroquias construidas en esta antigua potencia. 

El Reino de Aksum fue una gran potencia antigua que gobernó la mayor parte del norte del Cuerno de África desde el siglo I hasta el IX después de Cristo. Partes de las actuales Etiopía, Eritrea, Sudán y le península arábiga formaban parte de este imperio que propició grandes intercambios comerciales entre India y el mundo mediterráneo.

Los gobernantes de Aksum decidieron convertirse al cristianismo en pleno siglo IV, cuando ya eran aliados del Imperio romano. Fue el rey Ezana quien decidió convertirse al cristianismo a la par que el emperador Teodosio optaba por que ésta fuera la religión exclusiva de Roma.

Las raras iglesias tempranas aksumitas

Una elaborada catedral, completada con los restos de un baptisterio, se encuentra cerca del centro de la ciudad y fue excavada por primera vez en 1868. La otra, hallada en 1907, está en el este y presenta un anillo de columnas que muestran que una vez tuvo una cúpula, según explican los investigadores en un artículo publicado en la revista Antiquity.

Más de cien años después de que fueran excavadas, el equipo del doctor Gabriele Castiglia, del Pontificio Istituto di Archeologia Cristiana, ha reexaminado estos edificios con técnicas modernas. Para ello, los ha desenterrado y ha llevado a cabo la datación por radiocarbono del sitio.

Las primeras iglesias cristianas de la gran potencia de la ...

“Este estudio revela uno de los primeros ejemplos de iglesias aksumitas excavadas con métodos modernos y datos cronológicos provenientes de métodos de datación modernos”, explica el doctor Castiglia. Su trabajo reveló que la construcción de la catedral comenzó entre el 400 y el 535 después de Cristo, mientras que la iglesia con cúpula se construyó entre el 480 y el 625 d.C.

Esto las convierte en unas de las iglesias fechadas con seguridad más antiguas del Reino Aksumita, y las más antiguas conocidas fuera del corazón de la capital. Esto muestra una expansión relativamente rápida del cristianismo a través de esta potencia comercial de la antigüedad.

“Tener una cronología precisa para estas iglesias es clave para comprender cómo el proceso de conversión al cristianismo dio forma al área geográfica y cultural”, añade Gabriele Castiglia. Los edificios muestran que la expansión del cristianismo no fue el resultado de un solo factor, a partir del mandato del rey Ezana, si no que las iglesias tienen elementos de muchas tradiciones, reflejando las diversas influencias en la conversión del reino.

El templo abovedado, por ejemplo, es único en el Reino Aksumita y parece estar inspirado en las iglesias bizantinas. Mientras tanto, la catedral está construida sobre una gran plataforma en la tradición aksumita. Las iglesias también pueden arrojar luz sobre la llegada posterior del Islam. Con la caída de Roma, Adulis experimentó un período de declive gradual y las iglesias finalmente cayeron en desuso.

Las primeras iglesias cristianas de la gran potencia de la antigua África

El doctor Castiglia descubrió que este no fue, sin embargo, el final de sus vidas útiles: la catedral fue reutilizada como cementerio musulmán. El uso continuo de los espacios sagrados existentes podría indicar que la conversión de la región al Islam también fue un fenómeno multicultural, con las costumbres locales mezcladas con la nueva religión.

“Esta es una de las primeras veces que tenemos evidencia material de la reapropiación de un espacio sagrado cristiano por parte de la comunidad islámica”, apunta el investigador. Juntos, estos edificios muestran que la historia religiosa del Cuerno de África fue cosmopolita, con diversos grupos que influyeron en la difusión de las distintas creencias.

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