La familia se encontraba en medio de sus labores agrícolas cuando descubrió el mosaico
Fue un descubrimiento casual que salió a la luz durante las labores agrícolas de una familia de Burej, en la Franja de Gaza. El mosaico data del período comprendido entre los siglos V y VII dC y nos ha llegado en buen estado.
Mientras cuidaba las plantas de su olivar, el agricultor Salmane al-Nabahin y su hijo descubrieron la vida la primavera pasada. Hablemos de lo que probablemente sea uno de los hallazgos arqueológicos más bellos de toda la Franja de Gaza.
La noticia la publicó días atrás el Ministerio de Turismo y Antigüedades del enclave palestino en su cuenta de Facebook , donde se explica que los dos campesinos, paleando la tierra, se toparon con los primeros restos de un suelo de mosaico que, según expertos de el ministerio, se remonta a la época bizantina.
El artefacto caleidoscópico se encuentra en un terreno cercano al campo de refugiados palestinos de Bureij, en el centro de la Franja, aproximadamente a un kilómetro de la frontera con Israel. Su superficie total se estima en unos 25-30 metros cuadrados.
Una variedad de temas de animales
En lo que se ha desenterrado hasta ahora, se representan numerosos animales de colores brillantes rodeados de marcos con motivos entrelazados. En los marcos individuales se representa una amplia variedad de aves, incluidos patos, pavos reales y flamencos, con otros animales como conejos, perros, cabras o peces y delfines.
Cada figura de animal está resaltada con una línea negra para que se destaque. Algunas imágenes de video filmadas en el lugar también muestran canastas de frutas. Finalmente, hay frisos con hojas de hiedra y una vid ligeramente frondosa que recorre toda la alfombra de mosaico.
Otras secciones del mosaico, distintas a este primer panel de temática animal y floral, forman un conjunto de motivos geométricos donde se repiten cuadrados, rombos, círculos, hojas, frisos, arabescos y tramas.
En su comunicado, el Ministerio palestino de Turismo y Antigüedades de Gaza afirma que también se han desenterrado "otros artefactos de la vida social del período bizantino", como restos de cerámica y cristalería, así como algunos restos de muros.
Un tesoro que hay que proteger con urgencia
René Elter, arqueólogo e investigador asociado de la École biblique et archeologique française de Jerusalén (Ebaf), quien desde 2001 dirige el programa científico y de restauración del monasterio de Sant'Ilarione (Umm el-Amr) en Gaza, dijo a Associated Press que el mosaico es algo "excepcional".
Tras examinar las primeras fotos y vídeos del yacimiento, el experto francés cree que “se trata de uno de los suelos de mosaico más bonitos descubiertos en Gaza, tanto por la calidad de la representación gráfica como por la complejidad de las geometrías”.
El estudioso añadió a la agencia France Presse que el mosaico se encuentra en perfecto estado de conservación, algo que no había ocurrido en anteriores hallazgos en Gaza.
El suelo, según Elter, pudo haber adornado una iglesia o una villa privada. Para esclarecerlo habrá que realizar una adecuada y profunda excavación, que permitirá determinar si formaba parte de un conjunto religioso o profano y atribuirle una fecha más precisa.
Mientras tanto, este tesoro sigue siendo frágil y podría desaparecer para siempre si no se hace nada para salvarlo. "Es fundamental organizar rápidamente una operación de seguridad", subrayó René Elter. Debido a su proximidad a la frontera con Israel, la zona donde se encuentra el mosaico es a menudo escenario de enfrentamientos entre los habitantes de Gaza y las tropas israelíes.
Además, el enclave palestino sufre una drástica falta de conciencia y sensibilidad en materia arqueológica. Los saqueos no son raros e incluso sucede que los dientes de las excavadoras arrasan con vestigios antiguos para dejar espacio a programas inmobiliarios que responden a la tremenda presión demográfica en la Franja.
Finalmente, debe recordarse que Gaza, sin duda, carece de los recursos financieros y profesionales para restaurar y proteger adecuadamente tal mosaico.
Esta oración a San Miguel Arcángel es muy recomendada y eficaz en la lucha contra las tentaciones y el demonio.
"San Miguel arcángel, defiéndenos en batalla,
sé nuestro amparo contra las maldades y asechanzas del diablo,
que Dios le reprenda
es nuestra humilde súplica;
y tú, Príncipe de las huestes celestiales,
por el poder de Dios,
arroja al Infierno a Satanás
y a los demás espíritus malignos,
que rondan por el mundo
buscando la ruina de las almas. Amén."
Breve historia de esta oración
El Papa León XIII instituyó una oración a san Miguel arcángel para toda la Iglesia Católica. Estableció la recitación de esta oración después de la misa.
El padre Domenico Pechenino escribe: "No recuerdo el año exacto. Una mañana el Sumo Pontífice León XIII había celebrado la santa misa y estaba asistiendo a otra de agradecimiento, como era habitual. De pronto, le vi levantar enérgicamente la cabeza y luego mirar algo por encima del celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría.
Finalmente, como volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levanta. Se le ve encaminarse hacia un despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiedad. Le dicen en voz baja: "Santo Padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?" Responde: "Nada, nada".
Al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los obispos diocesanos del mundo. ¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno".
Se la recuerda en el Menologio junto a Santa Irene. Se conoce poco de su vida, pero se sabe que fue martirizada en Chipre. También es incierta la época en que vivió. Según algunas tradiciones, Santa Sofía pertenece a la época bizantina, mientras otros textos la colocan entre los primeros cristianos.
Sophia, en griego, quiere decir sabiduría. Y sin embargo, de la Santa que lleva este nombre y que la Iglesia recuerda el 18 de septiembre, se sabe muy poco. El Menologio de la liturgia griega – o sea el volumen que recopila los himnos y las oraciones dedicados a cada Santo para cada día del año – conmemora a Santa Sofía junto a Santa Irene, mártires en Chipre, y alude a su decapitación.
¿En qué siglo vivió?
Diversas tradiciones se entrelazan también sobre la época en que vivió Sofía: para algunas, la Santa se contaría entre los primeros cristianos, mientras para otras su vida se desarrolló en época bizantina. Lo cierto es que fue el Cardenal Cesare Baronio, en el siglo XVI, quien incluyó a Sofía y a Irene en su obra Martyrologium romanum, estableciendo su memoria litúrgica el 18 de septiembre.
Otra Sofía
Con frecuencia la historia de Sofía, mártir en Chipre, se entrelaza con la mucho más legendaria de Sofía mártir en Roma durante el impero de Trajano (I-II sec. d.C.), y a la que se conmemora el 30 de septiembre.
Griega de origen, y por lo tanto venerada también en Oriente, Sofía, esposa de Filandro, habría tenido tres hijas: Vera, Nadezda y Liubov. Curiosamente, en el curso de los siglos, las tres jóvenes han sido asociadas a las tres virtudes teologales, de fe, esperanza y caridad, quizá también gracias a la referencia sapiencial del nombre materno.
El suplicio
Una vez viuda, Sofía habría dedicado su vida a la ayuda y a la asistencia de los prisioneros cristianos. Pero podría haber sido precisamente esta actividad caritativa la que habría suscitado la ira del emperador. Trajano la convoca – narran las leyendas – y le pide que renuncie a la fe cristiana.
Pero Sofía se niega y, por punición, es sometida al suplicio del flagelo. Sin embargo se cuenta que otro suplicio atroz le espera: asistir a las torturas a las que someten a sus tres hijas, que padecen el látigo, la espada y el fuego. No obstante los sufrimientos, las jóvenes no abjuraron y a los verdugos sólo les queda decapitarlas.
Sofía recoge sus cuerpos lacerados y les da digna sepultura en una colina, fuera de la ciudad. Tres días después, exhausta por el dolor, la mujer se abate sobre la tumba de sus hijas y muere.
La traslación de sus despojos
La veneración de las cuatro mujeres aumenta durante los años hasta que, en el siglo VIII, el Papa Pablo I habría ordenado la traslación de los despojos de las mártires de Vía Aurelia a la Iglesia de San Silvestre en Campo Marcio.
El Papiro que una mujer pegó y enmarcó en su casa de EEUU
Gracias a una operación especial de los servicios de inteligencia israelíes, el papiro ha vuelto al Museo de Israel en Jerusalén. Está escrito en hebreo antiguo y datado entre los siglos VII y VI antes de Cristo
La arqueología mundial está de enhorabuena esta semana con un hallazgo "único" y "extremadamente raro", según Eitan Klein, subdirector de la Unidad de Prevención de Robo de Antigüedades de la Autoridad de Antigüedades de Israel. Gracias a una operación especial de los servicios de inteligencia israelíes ha vuelto al Museo de Israel en Jerusalén un raro documento de papiro del período del Primer Templo.
Se trata de una nota en hebreo antiguo escrita en un papiro de hace 2.700 años, en la edad de Hierro, que una mujer de Montana, en Estados Unidos, había enmarcado y colgado en una pared en su casa. Al parecer, según la agencia AFP, la suegra de esta mujer lo compró en 1965 a un responsable de un museo palestino. Los expertos israelíes no quieren despegar el papiro del cuadro donde lo pegó la mujer por temor a destrozarlo: "Usó pegamento, lo pegó y luego lo enmarcó".
Tanya Bitler, conservadora de la Autoridad de Antigüedades de Israel, ha explicado que en el papiro se puede leer en escritura hebrea antigua "A Ismael envía". El hallazgo está datado entre los siglos VII y VI antes de Cristo; solo hay otros dos documentos de este período en la colección de los Rollos del Mar Muerto de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Tanto el recuperado ahora como los anteriores provienen del desierto de Judea, donde el clima seco permite la preservación de los papiros. Los expertos creen que el hallazgo es un fragmento de una carta que contiene instrucciones para el destinatario.
Es fácil caer en la nostalgia, y un católico puede ser tan propenso como cualquiera. Olvidamos que épocas pasadas tuvieron tantas miserias como la nuestra.
Hoy, cuando miramos atrás al siglo IV, lo llamamos la Edad de Oro de la Doctrina. La Iglesia envió un equipo de grandes de todos los tiempos, los teólogos citados como autoridades en los libros de texto desde entonces: San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nyssa, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Crisóstomo. Siete de los ocho doctores originales de la Iglesia estaban escribiendo durante el siglo IV.
Suyos son los libros que han sobrevivido. Los leemos y pensamos que debe haber sido una dicha estar vivo en esos días.
Pero no fue así. San Atanasio fue exiliado cinco veces por sus creencias. Basil luchó constantemente contra líderes hostiles en la iglesia y el estado. La política de la iglesia llevó a San Gregorio Nacianceno a una profunda depresión. Y San Jerónimo notó que “el mundo entero” fue repentinamente dominado por la herejía arriana.
Si entrabas en una iglesia durante la Edad de Oro, era tan probable que recibieras malas doctrinas como buenas.
El emperador Constancio una vez se burló de San Atanasio por estar absolutamente solo en su defensa del Credo de Nicea. La batalla parecía ser “Atanasio contra el mundo”.
Antiguo icono búlgaro de San Atanasio el Grande de Alejandría. (Shutterstock)
Eso es una exageración, por supuesto. La verdad era que la situación era volátil y la gente estaba polarizada.
La crisis comenzó en el año 318 dC. Tres siglos de persecución finalmente habían llegado a su fin. Por primera vez en la historia, los cristianos eran libres de practicar su fe. Luego, de repente, el significado de esa fe fue cuestionado por un sacerdote en Alejandría, Egipto.
Su nombre era Arrio, y creía que Jesús no era divino en la forma en que Dios el Padre era divino. Predicó que el Hijo era una criatura, ni coeterna ni coigual con el Padre. Arrio, un genio de la comunicación, compuso su doctrina en himnos y eslóganes pegadizos. También era experto en redes y cultivó amistades con personas influyentes en el gobierno.
Sus ideas se difundieron por todos los medios y convirtieron a muchos a su causa. Muchos, pero no todos, y aquellos que declararon su fidelidad al eterno Dios trino, fueron obstinados en su lealtad. Así, las iglesias se dividieron en dos, y facciones lucharon contra facciones sobre quién tenía derechos sobre la propiedad parroquial. En muchos lugares la disputa estalló en violencia.
Esto no era una mera diferencia de opinión. Amenazaba con dividir el imperio. El emperador Constantino había trabajado largos años para la unificación de su territorio y la legalización del cristianismo. Ahora la Iglesia parecía estar en guerra consigo misma y estaba arrastrando a todo el imperio a la conflagración.
En el año 325 dC, el emperador convocó una reunión de obispos para resolver definitivamente el asunto. De hecho, el mismo Constantino asistió al Concilio de Nicea y sugirió el lenguaje que (pensaba) resolvería la disputa. Los obispos aceptaron su propuesta. Impusieron un credo antiarriano.
Y eso no solucionó nada.
Algunas personas se opusieron al Credo de Nicea porque eran arrianos. Pero otros pensaron que era impío hablar de la Trinidad en absoluto, excepto en las palabras exactas que aparecían en las Escrituras. Y aún otros pensaron que los términos sugeridos en Nicea eran engañosos, que en realidad sobrecorregieron a Arrio y terminaron en una herejía diferente.
Lejos de resolver nada, el consejo en realidad había agitado la olla. Nuevas voces surgieron de todas las ciudades. Algunos propusieron un lenguaje de compromiso que podría acomodar ambos lados del debate. Pronto hubo más partidos y facciones de las que se podían contar (o pronunciar fácilmente): Homoiousians, Homoians, Anomoeans, Apollinarians, Macedonians. Cada uno tenía su matiz de diferencia verbal y lo guardaba con apasionada intensidad.
San Atanasio a menudo parecía estar solo frente a todos ellos. Él no estaba allí para el diálogo. Si no estabas con él, estabas contra él, y él tendía a etiquetar a toda la oposición como “arriana”, incluso a los oponentes que también se oponían a Arrio.
A lo largo de su larga vida, fue firme y obstinado. A su muerte, el mundo se preguntaba cómo seguiría la discusión. ¿Quién tomaría la defensa de Nicea?
El hombre a menudo llamado “El Atanasio de Occidente” es San Hilario de “Pictavium” (“Poitiers” en la Francia moderna).
Criado en la antigua religión romana, San Hilario se convirtió al cristianismo cuando era un adulto joven. Era un hombre casado con una hija pequeña; pero parece que toda la familia decidió encomendar su vida enteramente a Dios. Los tres eran activos en la vida de la Iglesia. San Hilario demostró ser un maestro eficaz de la fe de Nicea. Cuando quedó vacante el cargo de obispo, la población local de Poitiers lo eligió por unanimidad.
Era como San Atanasio en muchos aspectos. Defendió la fe del Concilio de Nicea. Se opuso al arrianismo y se enfrentó al emperador Constancio. Y sufrió el destierro por todo esto.
Pero los métodos y las virtudes de San Hilario eran muy propios, y muy distintos de los de su colega egipcio.
Mucho más que San Atanasio, estaba dispuesto a abordar las preocupaciones legítimas de aquellos que estaban incómodos con la doctrina de Nicea.
También se esforzó por comunicarse en un lenguaje que pudiera persuadir a sus oponentes, y tuvo cuidado de evitar términos que pudieran inflamarlos o alienarlos. Cuando escribió sobre la Trinidad, por ejemplo, evitó las metáforas y las imágenes y se limitó a la evidencia de ambos Testamentos de la Sagrada Escritura. Todas las analogías fallaron cuando se aplicaron a los misterios divinos. Pero la Escritura se mantuvo como el registro universalmente aceptado de la autorrevelación de Dios.
Cuando San Hilario habló de Dios, se esforzó por lograr una sobriedad desapasionada en su lenguaje. Prefería la “solidez de las palabras celestiales” a la “predicación violenta y obstinada”.
Durante su exilio viajó mucho. Repasó su griego y leyó las obras de teólogos en Oriente. Se reunió con teólogos de varios partidos en las disputas actuales. Y él realmente trató de entenderlos.
Mientras vivía en Frigia, asistió a todos los consejos locales que pudo. Los obispos orientales reconocieron su brillantez y su buena voluntad, y le permitieron participar plenamente, a pesar de que su propia diócesis estaba muy lejos.
San Hilario fue un brillante constructor de consenso. Estaba dispuesto a trabajar con personas cuyas opiniones eran fundamentalmente diferentes a las suyas. Se esforzó por discernir un propósito común y luego hacer una causa común. Incluso colaboró con los obispos arrianos en oposición común a las herejías que eran mucho más radicales.
En todo esto mantuvo su integridad. Y, a pesar de lo amistoso que era, nunca se adaptó a su lenguaje, como hicieron algunos obispos, para cubrir por igual la ortodoxia de Nicea y la herejía arriana.
Con una enseñanza clara y una acción misericordiosa, pudo construir una coalición y sentar una base sólida para la ortodoxia de Nicea en Occidente.
La idea de una Edad de Oro es en gran parte ilusoria. El siglo IV fue un revoltijo de teología confusa. Sin embargo, la misma confusión hizo posible un profundo desarrollo de la fe, gracias a grandes maestros. 4Sí, podemos aprender de San Atanasio en su coraje y precisión. Pero aprendamos también de San Hilario en las formas en que logró la paz y el consenso sin comprometer la verdad.
Los ocho primeros doctores de laIglesia, son «padres de la Iglesia»; de esos ocho, cuatro son de occidente y cuatro de oriente. El título de Doctor de la Iglesia es otorgado oficialmente por un Papa o por un concilio ecuménico a ciertos santos en reconocimiento de su eminencia de maestros de la fe para los fieles católicos.
Por otro lado, Padre de la Iglesia se consideran a aquellos pensadores, mayoritariamente obispos, que contribuyeron a establecer la estructura doctrinal de la Iglesia. San Juan Pablo II les describió así:
«Padres de la Iglesia se llaman con toda razón a aquellos santos que con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos»
Cuatro de los padres de la Iglesia occidentales son también doctores de la Iglesia, reconocidos como tal en 1298 por Bonifacio VIII. Éstos son: San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio Magno y San Jerónimo.
1. San Agustín de Hipona
Nació en la segunda mitad del siglo IV (354 d.C.) en Tagaste, en la actual Argelia. En su juventud practicaba el Maniqueísmo, religión pagana que sintetizaba los sistemas religiosos conocidos hasta entonces, como el dualismo zoroástrico, el folclore babilónico, la ética budista y algún elemento cristiano.
Su madre, Santa Mónica era cristiana e intentó desde que era niño inculcarle la fe, pero no fue hasta el 384, cuando siendo profesor de oratoria en Milán, comenzó alejarse del maniqueísmo y a acercarse poco a poco al cristianismo, gracias en parte a los sermones de San Ambrosio, que se basaba en Plotino (filósofo neoplatónico) para demostrar los dogmas cristianos.
Alejado ya por completo del maniqueísmo, en 387 fue bautizado por San Ambrosio y un año después regresó a África. En el año 391 San Agustín fue ordenado por el obispo Valerio en Hipona. Cuatro años después en el año 395 fue nombrado obispo de Hipona.
Durante su obispado escribió una de sus obras más importantes «La ciudad de Dios», obra que respondía a las acusaciones que responsabilizaban al cristianismo de la caída de Roma a manos de Alarico en el año 410. Las invasiones germánicas no cesaron y pronto se extenderían por el imperio, llegando a los dominios romanos del norte de África alrededor del año 429; Hipona sufría un asedio, tras tres meses San Agustín murió en el año 430.
2.San Ambrosio
Nació en la ciudad romana de Tréveris, actual Alemania, en el año 340. Tras la muerte de su padre se fue a Roma donde junto a su hermano estudió gramática y retórica. Tras sus estudios destacó en la carrera administrativa, en la que sobresalió gracias a sus dotes innatos, por lo que fue enviado como consularis a gobernar en las provincias de Liguria y Emilia.
En el año 370 fue a Milán, donde se estableció y adquirió pronto buena fama. En Milán existía una disputa religiosa entre ortodoxos (católicos) y arrianos. El obispo Ausencio era arriano, tras su muerte Ambrosio le sucedió en el cargo y pasó de magistrado a obispo.
El 7 de diciembre del 374 fue ordenado; ocho días antes había recibido el bautismo, porque a pesar de ser de familia cristiana, en los primeros tiempos el bautismo se recibía cuando uno ya era cristiano, tras una formación catequética.
Dedicó su vida a la predicación y a luchar contra paganos y arrianos, escribió numerosas obras contra las herejías. Teodosio III decretó entregar a los arrianos algunas basílicas católicas; entonces San Ambrosioplantó cara al poder político y se opuso firmemente al decreto de Teodosio; el pueblo en respondió apoyando a San Ambrosio y ocuparon los edificios cedidos. Finalmente murió en Milán en el año 397.
3. San Gregorio Magno
Nació en Roma en el año 540 en el seno de una familia acomodada, estaba destinado a la carrera política y llegó a desempeñar el cargo de praefectus urbis. La situación miserable de Roma y la península itálica en general, le conmovió y afloró en él el sentimiento de la inutilidad de lo terreno, de lo material.
San Gregorio guiado por ese despertar a la realidad del mundo terreno, donó todos sus bienes a los pobres y a la Iglesia, fundando, entre otros, un monasterio en su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde se internó como monje benedictino.
Debido a su gran personalidad y experiencia política, el Papa Benedicto I le ordenó salir de su abadía para nombrarlo en el año 577 diaconus regionarius. Un año después fue llamado a servir como legado en Constantinopla por el Papa Pelagio II. Tras una larga etapa en Constantinopla fue elegido Papa en el año 590, cargo que ocupó durante catorce años hasta su muerte en el año 604.
4. San Jerónimo
Nació en Estridón, actual Croacia, alrededor del año 374. Hijo de una familia acomodada, se trasladó a Roma donde estudió y conoció la cultura clásica por la que se apasionó. Tras ser bautizado en el año 366 por el Papa Liberio, viajó por Europa, donde conoció la vida monástica, por la que sintió una fuerte atracción.
Después de siete años san Jerónimo decidió viajar a Oriente, estando en Antioquía sufrió una crisis espiritual tras la que se juró no volver a tener ni leer literatura pagana.
Tras esa crisis se retiró al desierto de Calcis, donde vivió como eremita, estudiando griego y hebreo y dedicándose a la oración y al ayuno. Después de dos años retirado en el desierto, volvió a la ciudad de Antioquía, donde fue ordenado presbítero. Regresó a Roma en el año 382 para servir al Papa Dámaso I, tiempo en el que se dedicó a la revisión de la versión latina del Antiguo Testamento, publicando finalmente la Vulgata, primera versión en latín de la Biblia.
Tras la muerte de Dámaso I en el año 385, San Jerónimo se trasladó a Palestina, a Belén, donde fundo un monasterio en el que permaneció hasta su muerte en el año 420.
Esta abadía está localizada sobre aldea donde Jesús resucitado fue reconocido partiendo el pan.
Esta antigua comandancia cruzada del siglo XI, construida sobre un manantial de agua dulce, cuenta actualmente con una iglesia y una cripta que se pueden visitar. Una bella abadía, sin duda, rodeada jardines, palmeras, vides y olivos, donde monjes y monjas benedictinas comparten cada día sus oficios litúrgicos desde el año 1976.
Poco tiempo después de que Jesús fuera crucificado, dos de sus discípulos se dirigían hacia una villa llamada Emaús, cuando, en el camino, se les acercó un tercer hombre: Jesús resucitado. La majestuosa Abadía de Santa María de la Resurrección está situada en la localidad cristiano-árabe de Abu Gosh, a diez kilómetros al oeste de Jerusalén, en lo que para muchos expertos era el enclave bíblico de Emaús.
Frescos con mucha historia
Con techos abovedados y anchos muros de piedra, revestidos de algunos de los frescos medievales bizantinos más antiguos del mundo, la preciada iglesia de la abadía de Santa María de la Resurrección fue construida sobre las ruinas romanas de lo que hoy se cree que era la localidad de Emaús. Esta iglesia, de estilo románico tardío y gótico temprano fue construida por los hospitalarios en el año 1140.
Los benedictinos llevan residiendo en la abadía de manera ininterrumpida desde 1976.
Sin embargo, sería el manantial que acoge el terreno de la abadía el que atraería a los romanos, quienes iban a crear en el lugar un sistema complejo de embalses interconectados. Hoy, incluso, se tiene conocimiento de una inscripción de los años cuarenta a. C., del emperador Octavio, que recuerda este período de la historia. La abundancia de agua en la zona seduciría, también, tiempo después, a los árabes, que instalaron allí un caravasar.
Curiosamente, el templo de la abadía, después de la caída de la Jerusalén cristiana, no fue destruido y sirvió de almacén de grano y, posteriormente, de establo. Fue en 1873, cuando las autoridades turcas donaron el lugar a los franceses. En 1900, los benedictinos de la abadía de Belloc añadieron un monasterio a la iglesia y, en 1976, los benedictinos de la abadía de Beck-Elluan se establecieron allí. Un año después se les unieron las monjas.
En la Abadía de Santa María de la Resurrección vive actualmente una comunidad monástica de origen, mayoritariamente, francés. Los dos monasterios, el masculino y el femenino, son completamente independientes en materia económica, y, únicamente los servicios divinos se realizan de forma conjunta, convirtiéndose así, este impresionante templo cruzado, en el corazón de la abadía para ambas comunidades.
Hoy, este monasterio benedictino es conocido por su propia producción de cerámica, así como por el hecho de que los monjes cultivan flores y otras plantas para la venta. Además, este faro espiritual es, también, un espacio cultural muy popular en todo el país. La abadía cuenta con una hospedería, donde los visitantes de todo el mundo pueden quedarse a descansar unos días.
La localidad de Abu Gosh, donde se encuentra la abadía, es la capital del humus en Israel y un lugar muy frecuentado por turistas y peregrinos. Allí se cree que estuvo el Arca de la Alianza durante 20 años, antes de que el rey David lo llevara a Jerusalén. El antiguo Emaús suele acoger dos veces al año un festival internacional de música vocal y cuenta con otros famosos centros cristianos, como la iglesia de Nuestra Señora del Arca de la Alianza.
Beatificación de Juan Pablo I: “Con su sonrisa logró transmitir la bondad del Señor”
Juan Pablo I fue el último Papa italiano hasta la fecha, por lo que en Roma y, sobre todo en Venecia, de donde fue patriarca, su beatificación se vivió de modo especial a pesar de la lluvia.
El obispo de la tierra natal de Juan Pablo I, Renato Marangoni, fue el encargado de abrir el rito de la beatificación:
Beatísimo Padre. Yo, obispo de Belluno-Feltre, pido humildemente a Vuestra Santidad, inscribir entre los beatos al venerable siervo de Dios Juan Pablo I, Papa.
Después, el postulador de la causa, el cardenal Beniamino Stella, leyó una biografía del humilde Papa proveniente de una familia de clase baja del norte de Italia. Y por último, llegó el momento en el que el Papa leyó la fórmula de la beatificación:
Con nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que el venerable siervo de Dios Juan Pablo I, Papa, sea de ahora en adelante llamado Beato y que se celebre cada año en los lugares y según las reglas establecidas por el derecho, el 26 de agosto. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Y fue entonces cuando, de nuevo, el rostro de un Papa del siglo XX se expuso en un inmenso tapiz en la fachada de la basílica de San Pedro.
En su homilía, el Papa puso como ejemplo la alegría de Juan Pablo I. Dijo que eso es lo que Dios le pide a los cristianos y a la Iglesia:
Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, el rostro sereno, el rostro sonriente. Una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada. Una Iglesia que no está enfadada.
Fue el gran legado que dejó Juan Pablo I, el llamado “Papa de la sonrisa”, ahora beato. Le bastaron 33 días de pontificado para transmitir un sencillo y desarmante mensaje de cariño que a día de hoy aún resuena.
¿Qué rezaba Jesús durante su vida? ¿Qué son los Salmos? ¿Qué importancia tienen?
Rezar una poesía a Dios a la vez que se le recita una oración, es lo que han venido haciendo judíos y cristianos a lo largo de la historia gracias a los Salmos. El mismo Jesús los recitó durante su vida. Pero, ¿Quién compuso estos bellos textos, cuál es su origen y qué utilidad tienen hoy en día?
-¿Qué son los Salmos?
Los Salmos, del latín "psalmus", que significa "cántico acompañado de arpa", son un conjunto de textos breves de alabanza a Dios y en forma de poesía que son parte de los llamados Libros Sapienciales del Antiguo Testamento.
Aunque el origen de la literatura salmódica se remonta a culturas como la sumeria, asiria, o egipcia, los Salmos de la Biblia que hoy conocemos nacen, probablemente, de una serie de cantos litúrgicos empleados en Jerusalén en el período del Segundo Templo.
Con el paso de los siglos estas composiciones se fueron enriqueciendo con oraciones personales, lamentaciones colectivas, Salmos de acción de gracias, escatológicos, loas a la realeza o, incluso, salmos didácticos.
Desde hace siglos estos rezos poéticos o poesías rezadas forman parte de la oración diaria de millones de cristianos: religiosos, sacerdotes, diáconos y laicos... Y, sobre todo, estuvieron presentes en la oración personal del propio Cristo. Así lo recoge la Biblia, cuando Jesús utiliza, precisamente, un Salmo para expresar el sentido de su misión al venir al mundo: "Aquí estoy, he venido como está escrito en la ley: para hacer tu voluntad" (Sal 39, 8-9). Y a la hora nona, estando crucificado, Jesús rezó las primeras palabras del salmo 22: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
-¿Quién los compuso?
El autor más destacado en la composición de este tipo de piezas es el rey David, al que se le suele representar acompañado con un arpa característica del rezo de los Salmos. La tradición que une a David con la música es tan fuerte que incluso el profeta Amós, 300 años después, habla de él como un "inventor de instrumentos musicales" (Amós 6:5). Se cree que el monarca, ascendente del propio San José, compuso 73 de los 150 Salmos que tiene la Biblia.
Entre el resto de autores de los Salmos se encuentran levitas anónimos (miembros de la tribu de Leví, encargados de los servicios en el Templo de Jerusalén) a los que se les atribuye 50 composiciones, pero, también, se cree que el propio Moisés llegó a componer el Salmo número 90.
-¿Dónde se encuentran en la Biblia?
Los Salmos están recogidos en el Libro de los Salmos, perteneciente a los Libros Sapienciales, y dividido a su vez en cinco colecciones:
Libro Primero, Salmos del 1-41.
Libro Segundo, Salmos del 42-72.
Libro Tercero, Salmos del 73-89.
Libro Cuarto, Salmos del 90-106.
Libro Quinto, Salmos del 107-150.
La numeración de los Salmos es diferente en el texto hebreo que en la Biblia griega, por ello primero se transcribe el número en hebreo y entre paréntesis se coloca el número griego.
-¿Qué títulos tienen?
La mayoría de los Salmos contienen un título en el que se ofrecen datos sobre los instrumentos musicales empleados, o incluso del uso de melodías. Hay también en los títulos algunas indicaciones sobre el momento en que se debían usar estas composiciones, ya fuera en peregrinaciones, para la celebración de la dedicación del Templo o para el sábado, entre otros.
Finalmente, algunos Salmos incluyen en los títulos una explicación del momento en el que se habrían compuesto: la huida de David ante Saúl, el arrepentimiento tras la muerte de Urías, la guerra con Absalón…
-¿Cómo se clasifican?
Resulta muy complejo separar los Salmos por categorías, ya que es muy grande la variedad de géneros o posibles clasificaciones. Una de las formas más comunes para distinguir entre unos y otros es si la composición tiene un origen personal o comunitario. Sin embargo, hay casos en los que el Salmo corresponde a la plegaria de un rey o de un sacerdote, por lo que se trataría de una oración colectiva. Otro tipo de clasificación sería las diferentes formas que utilizan de dirigirse a Dios, ya sea con la fórmula de Yahveh o con la de Elohim.
Sin embargo, existen algunas características comunes que bien podrían agrupar a los Salmos:
Los himnos: cantos de alabanza, de glorificación desinteresada, que no contienen peticiones o ruegos. Comienzan por una invitación a la alabanza y en el desarrollo se ofrecen los motivos por los que Dios ha de ser glorificado. Algunos tratan de la Creación y otros, por ejemplo, de la historia del pueblo de Israel. La redacción es casi siempre impersonal, lo que facilita su uso litúrgico.
Las súplicas: prima el ruego personal sobre el colectivo. En general todos son una respuesta religiosa a las desgracias y la persecución de los enemigos. Normalmente desembocan en un reconocimiento de que por las propias fuerzas el orante no puede salir de tal situación y que le resulta imprescindible la acción de Dios. Algunos ejemplos son "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", Miserere y De profundis.
Salmos de acción de gracias: en este apartado los hay tanto de oración colectiva como de plegaria personal. La introducción es muy semejante a la de los himnos, a la que sigue una narración de los motivos para dar gracias y se añade una oración de súplica. Concluyen con la acción de gracias propiamente dicha y actos de confianza en el poder de Dios.
Salmos reales: algunos hablan sobre el rey de Israel y otros muestran la realeza divina. Inicialmente fueron usados para la consagración de reyes o para ceremonias reales, con la caída de la monarquía son reutilizados en sentido mesiánico. Algunos de los más representativos son el Salmo 2, el 45, el 47 o el 93.
Cánticos de Sion: se trata de Salmos que cantan las glorias de Sion. Recuerdan los diversos momentos de la presencia de Dios con su pueblo, desde el diálogo con Moisés pasando por el Arca de la Alianza y hasta llegar al Templo de Jerusalén.
Salmos didácticos y Salmos de sabiduría: se trata de composiciones destinadas a la enseñanza y se caracterizan por elementos formales que ayudan a hacerlos más didácticos y memorizables: como seguir un orden alfabético en la primera letra de algunos versos. Suelen tratar de la Ley Judía.
Algunos estudiosos defienden que podría haber otras categorías añadidas a estas últimas, como las de Salmos mesiánicos, de profecía, de maldición, o Salmos mixtos, es decir, que tienen formas o contenidos propios de los diversos géneros mencionados anteriormente.
-¿Los salmos son rezados por los cristianos?
Los cristianos rezan diariamente también los salmos, especialmente a través del salterio. La palabra salterio tiene, principalmente, dos acepciones que están muy relacionadas entre sí. La primera hace referencia al instrumento de cuerda pulsada, con el que, muy probablemente, se acompañaran los Salmos, y la segunda se refiere al libro donde se recogen estas mismas composiciones líricas de carácter sagrado.
Cabe destacar que en el siglo IX era el único libro litúrgico que podía pertenecer a un laico. Una peculiaridad que solo se vio alterada con la llegada en el siglo XIV de los Libros de Horas. Los salterios se utilizaron en diferentes momentos de la historia de la Iglesia para hacer recitaciones diarias, aparte de la misa, y los monjes y sacerdotes solían aprendérselo de memoria.
-¿Qué papel han tenido los Salmos en la cultura?
Los Salmos son, posiblemente, unas de las piezas literarias que más tiempo han acompañado a la cultura Occidental. Ejemplo de esa presencia e importancia es cómo la literatura y la música los han hechos suyos en muchos momentos y de muy diferentes formas.
El Salmo Miserere, por ejemplo, alcanzará una gran relevancia cultural gracias a versiones de compositores como Giovanni Pierluigi da Palestrina o Gregorio Allegri. También es de destacar que muchos de los coros en La Creación, el oratorio de Joseph Haydn, y varios de los de El Mesías, de Haendel, están basados en Salmos.
Ya en una época mucho más reciente, en el siglo XX, Ígor Stravinski escribió una Sinfonía de los Salmos (1930) para coro y orquesta, y Leonard Bernstein compuso en 1965 los Chichester Psalms.
-¿Qué importancia tienen hoy lo Salmos?
El rezo de los Salmos ha sido algo muy importante para cristianos y judíos de todas las generaciones. Desde la época de los primeros cristianos, la lectura en pequeñas comunidades de estas composiciones ayudó a la consolidación de la fe a medida que se expandía la cristiandad.
Para la Iglesia los Salmos tienen tanta importancia que forman parte fundamental del Oficio Divino o Liturgia de las Horas. Un conjunto de oraciones, del que forman parte los Laudes (alabanza al amanecer) o las Vísperas (al anochecer), que la Iglesia ha querido que sea rezado en diferentes horas del día para consagrar por entera la vida a Dios.
Católicos de todo el mundo, ya sean religiosos o seglares, siguen rompiendo en la actualidad los quehaceres diarios para alabar a Dios con el rezo de los Salmos.
El Paedagogium era una escuela de esclavos ubicada al pie de la colina Palatina de Roma y destinada a la formación de quienes iban a servir en la residencia imperial justo el espacio del que procede la inscripción que inspira estas líneas.
Seguramente, para muchos lectores de Oppida Imperii Romani el libro Camino, escrito por San Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei y primer Gran Canciller de la Universidad de Navarra, es, cuando menos, un título conocido, uno de esos libros de espiritualidad -con más de cinco millones de ejemplares publicados, en casi cincuenta lenguas- de los que, aunque no se sea creyente, se ha oído hablar alguna vez o que, incluso, se ha hojeado.
Desde hace algunos años, resuena en mi mente un punto -de hecho el penúltimo- de los 999 que componen su texto, que dice así: "¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! -Siempre al mismo paso, siempre las mismas vueltas. -Un día y otro: todos iguales. Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto ni tendría aromas el jardín. Lleva ese pensamiento a tu vida interior".
Y entiendo que todos, también, incluso quienes tenemos el privilegio de disfrutar mucho con nuestro trabajo, alguna vez hemos sentido esa monotonía de los días aparentemente iguales y nos hemos sentido "borricos de noria".
Estos días atrás se viralizó en las redes sociales -gracias a la labor de difusión y promoción del mundo antiguo que hacen simpáticas páginas de Facebook como la de Legonium y gracias, de hecho, a un post en concreto, de la misma (del que tomamos la imagen que cierra esta entrada)- un grafito de Roma -no hace mucho alguno inédito de Pompeya era centro de atención de de este blog- que resulta conocido para quienes, al menos, trabajamos a menudo con fuentes epigráficas y disfrutamos, además, con ellas.
Aunque el post lo citaba como publicado en las Inscriptiones christianae Vrbis Romae (Roma, 1857-1997) el sensacional repertorio de inscripciones cristianas romanas anteriores al siglo VII d. C. incoado por Giovanni Battisa de Rossi y ahora disponible en red, dicha inscripción no aparece en ese repertorio sino que lo hace con el número 289 del volumen primero de los Graffiti del Palatino (Roma, 1966, pp. 223-224), del epigrafista finés Heikki Solin.
Está recogida, también, por el carácter yámbico del texto, en los Carmina Latina Epigraphica con el número 1798a (toda la traditio puede verse recogida en la ficha del grafito en el Epigraphic Database Rome-EDR) e inventariada, más recientemente, en el volumen CANALI, L., y CAVALLLO, G., Graffiti Latini: scrivere sui muri a Roma antica, Milán, 1991, pp. 150-151.
Y que, como una reciente y muy recomendable publicación del aclamado proyecto europeo LatinNow (MULLEN, A., y BOWMAN, A., Manual of Roman Everyday Writing Vol. I. Scripts and Texts, Nottingham, 2021) recoge algunos de los más singulares textos escritos -grafitos parietarios, en este caso- de la Roma antigua, entre ellos varios del Paedagogium, una escuela de esclavos ubicada al pie de la colina Palatina de Roma y destinada a la formación de quienes iban a servir en la residencia imperial justo el espacio del que procede la inscripción que inspira estas líneas.
Como puede verse en la imagen que encabeza este post, en la parte superior, el grafito muestra el dibujo de un hermoso asno haciendo girar un molino -labor atribuida a este tipo de jumentos en las fuentes antiguas (VERG. G. 1, 273-275 y, especialmente, OV. Ars. am. 3, 290 -ut rudit a scabra turpis asella molat- y Fast. 6, 318 -et quae pumiceas versat asella molas- en alusión, en este último pasaje a los molinos de piedra volcánica tan usuales en el entorno vesubiano).
Bajo las patas del mismo aparece el texto, en cursiva pero muy bien escrito, lo que dice mucho, efectivamente, de la formación cultural de quien lo compuso (CORRERA, L., "Graffiti di Roma", Bulletino della Comissione Archeologica Comunale di Roma, 22, 1894, pp. 89-94, esp. p. 92). El texto dice:
"labora Aselle quomodo ego laboraui et proderit tibi", que puede traducirse como "Trabaja, Asellus, como yo trabajé y te irá bien"
La figuración del molino coincide claramente con el aspecto de los numerosos ejemplares giratorios que, como el representado en el documento que nos ocupa, se han hallado, por ejemplo, en Pompeya y que eran empleados, especialmente, para la molienda del grano tal como describe, de hecho, Varrón (Rust. 1, 20, 4) que habla de los asini ad molas en las labores agrícolas y de molienda de aquéllas derivadas (véase, por ejemplo, el clásico trabajo de MORITZ, L. A., Grain-mills and flour in Classical Antiquity, Nueva York, 1958; BENTON, J. T., "Banking, Roman", en Oxford Classical Dictionary, Oxford, 2016, s. pp., o la síntesis que ofrece la web Romae Vitam).
La abundante presencia del cognomen Asellus en inscripciones cristianas tanto africanas (AE, 2003, 1948) como de Roma (ICUR, 3, 6566; 4, 10345; 6, 15984 o 9, 24847: ver selección a través de la búsqueda Aselle y Asellusen EDR) y, en cualquier caso, casi siempre en contextos serviles, sean éstos paganos o cristianos -una de las inscripciones en que el nombre aparece es en la tumba de Trebius Iustus en la vía Latina (AE, 2004, 304), con excelente aparato iconográfico- hace especialmente interesante, desde un punto de vista social el grafiti.
Se da, además, la circunstancia de que el término asellus es habitualmente empleado, en un contexto poético -y como diminutivo en -ellus de un sustantivo en -inus, asinus ("asno"), ya antes citado- para definir al asno doméstico, como ha recopilado de forma sensacional, con estudio de testimonios PASCUAL-BAREA, J., "Asinus y asellus: los dos tipos de asno doméstico en Latín clásico", Pallas, 101, 2016, pp. 279-291 de igual modo que se emplea ese término en Apuleyo para hablar de quien carga, a menudo, con muchas cosas (Apul. Met. 6, 26).
Esto daría razón de ser, en un sentido alegórico, a la figuración del propio jumento, como una alegoría del trabajo realizado por el Asellus al que se cita en el titulus (sobre este procedimiento alegórico habitual en los grafitos romanos figurados o con elementos figurativos, es sensacional la reflexión que publicó a finales del siglo XIX CORRERA, L., "Graffiti di Roma", Bulletino della Comissione Archeologica Comunale di Roma, 21, 1893, pp. 245-260, esp. pp. 245-246 y 258, nota 1).
El recurso, además, al burro como caricatura jocosa está bien constatado en la que, probablemente, sea la primera mofa de la fe cristiana que conservamos gracias al repertorio epigráfico esgrafiado de, precisamente, el mismo lugar en que se documenta el que aquí nos ocupa, el Paedagogium Palatino, el famoso grafito de Alexámenos en el que, como es sabido, se figura a un personaje postrado ante una cruz en la que el crucificado es un asno (debe recordarse aquí el texto paulino en Corintios 1, 22-23 sobre la gentibus stultitiam, la "necedad para los gentiles", que suponía la Crucifixión de Cristo).
Resulta bonito que una segunda mano -quizás la del propio esclavo objeto de burla en el primer grafito- añadiera más tarde a la inscripción griega con el motivo caricaturesco el texto "Alexámenos es fiel" (sobre este hermoso documento epigráfico, inventariado como nº 246 en los Graffiti del Palatino, el mismo volumen en que aparece el grafito protagonista de este post, y su papel en la primera iconografía cristiana -el documento parece de época flavia- puede verse GONZÁLEZ SERRANO, P., "Genésis y evolución de la iconografía cristiana", en LÓPEZ, M., SANZ, I., y DE PAZ, P. (eds.), Los orígenes del cristianismo en la literatura, el arte y la filosofía, Madrid, 2016, pp. 307-321, esp. p. 313).
Volviendo al de Asellus, el recurso al asinus, al asno, por tanto, parece bien constatado en este ambiente de chanza y burla que debió inspirar algunos de estos textos y muy probablemente, estos dos. No resulta difícil imaginar que en un contexto de duros trabajos como los que asumirían en este espacio los esclavos alguien -acaso incluso el propio Asellus (DE ROSSI, G. B., "Antichi mulini in Roma en nel Lazio", Annali dell'Istituto di Correspondenza Archeologica, 29, 1857, pp. 274-282, esp. pp. 275-276)- quisiera caricaturizarse o caricaturizar a un compañero con la imagen de un burro motivada por la naturaleza de los esfuerzos que formaban parte del día a día del Paedagogium pero, también, explicada por el nombre, Asellus, citado en el grafito y que significaba, precisamente, eso "asno doméstico".
En cualquier caso, la interpretación de la elección del motivo y de su conexión con el mundo cristiano, con el servil o con, incluso, el militar, ha estado detrás de la discusión que ha provocado este singular y hermoso titulus scariphatus.
Así, aunque la crítica histórica -principalmente a través de los autores citados hasta aquí- no se ha puesto de acuerdo sobre si el contexto del grafito es o no cristiano, lo cierto es que la reiteración del asno como motivo de burla contra los cristianos en el mismo espacio del Palatino del que procede el grafito, el carácter del nombre, acaso asumido por algún cristiano como manifestación de humildad (contra esta opción, aunque para otros cognomina, y no para el que nos ocupa, puede verse KAJANTO, I., "On the problem of "names of humility" in early christian Epigraphy", Arctos, 3, 1962, pp. 45-53).
El propio fondo del mensaje cristiano de obediencia y aceptación de las contradicciones que encaja muy bien con la disciplina de un asno doméstico, y, también, el hecho de que la imagen del asno luego tuviera -a partir, al menos, de la obra de D. Heinsius, de 1629, Laus asini- una notable difusión en la literatura aurisecular bajo el tópico del "asno ilustrado" (ver ACEDO, Th., Exaltación artística del asno, Madrid, 2017, pp. 21-36 o FLASCHE, H., Geschichte der spanischen Literatur. III, Stuttgart, 1989, p. 95) como imagen del hombre sumiso y obediente a sus obligaciones, aunque fueran costosas, nos parece permiten refrendar la idea de que estamos ante un consejo dado por un esclavo, acaso cristiano, a sus compañeros en uno de esos espacios fascinantes de la Arqueología de Roma como es la escuela de esclavos del palatium imperial, el Paedagogium.
No parece que San Josemaría -tan admirador de la ascética del cristianismo primitivo- tomase de este grafito del Palatino el asunto del punto con que abríamos este post pues, como ha explicado RODRÍGUEZ, P., Camino. José María Escrivá de Balaguer. Edición crítico-histórica, Madrid, 2004, pp. 1015-1016, la reflexión del Fundador del Opus Dei sobre la fidelidad del borrico de noria parece que se compuso en los últimos años 30 y el grafito, aunque se conocía desde finales del siglo XIX -como se ha mostrado con algunas de las referencias arriba incluidas- no se popularizó, como vimos, hasta mediados de los años 60 en que se recopilaron en un único volumen los graffiti del Palatino.
En cualquier caso, la vigencia del mensaje de esta singular inscripción romana nos puede venir bien en esos momentos -¡que nunca faltan!- en que la vida nos presente obligaciones y deberes necesarios pero, acaso, no siempre ilusionantes y, muchas veces, monótonos. Tocará, entonces, trabajar y confiar en que, efectivamente, lo que hacemos, aunque resulte poco creativo, será para nuestro bien: proderit nobis.