A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina sobre la ilegitimidad del aborto.
LA DIDACHE siglo I“El segundo mandamiento de la enseñanza: No asesinarás. No cometerás adulterio. No seducirás a los niños. No cometerás fornicación. No robarás. No practicarás magia. No usarás pociones. No provocarás [un] aborto, ni destruirás a un niño recién nacido” (Didajé 2:1–2 [70 d.C.]).
“El camino de la luz, entonces, es el siguiente. Si alguno desea viajar al lugar señalado, debe ser celoso en sus obras. El conocimiento, por tanto, que se nos da con el fin de caminar de esta manera, es el siguiente. . . . No matarás al niño procurándole el aborto; ni tampoco lo destruirás después de que haya nacido” (Carta de Bernabé 19 [74 d.C.]).
“¿Qué hombre en su sano juicio, por tanto, afirmará, siendo tal nuestro carácter, que somos asesinos? . . . Cuando decimos que aquellas mujeres que usan drogas para provocar el aborto cometen un asesinato y tendrán que dar cuenta a Dios por el aborto, ¿bajo qué principio deberíamos cometer un asesinato?
Porque no corresponde a la misma persona considerar al mismo feto en el vientre como un ser creado, y por tanto objeto del cuidado de Dios, y cuando ha pasado a la vida, matarlo; y no exponer a un niño, porque quienes lo exponen son acusados de asesinato de niños, y por otra parte, cuando ha sido criado para destruirlo” (Súplica a favor de los cristianos 35 [177 d.C.]).
“En nuestro caso, al estar prohibido para siempre el asesinato, no podemos destruir ni siquiera al feto en el útero, mientras que el ser humano todavía obtiene sangre de las otras partes del cuerpo para su sustento. Impedir un nacimiento no es más que matar a un hombre más rápidamente; ni importa si se quita la vida que nace, o se destruye la que está por nacer. Ése es un hombre que va a serlo; ya tienes el fruto en su semilla” (Apología 9:8 [197 d.C.]).
“Entre las herramientas de los cirujanos hay un instrumento determinado, que está formado por un marco flexible bien ajustado para, en primer lugar, abrir el útero y mantenerlo abierto; está además provisto de una cuchilla anular, por medio de la cual se disecan los miembros [del niño] dentro del útero con cuidado ansioso pero inquebrantable; siendo su último apéndice un gancho romo o cubierto, con el que se extrae todo el feto mediante un parto violento.
“Existe también [otro instrumento en forma de] una aguja o púa de cobre, mediante la cual se gestiona la muerte misma en este robo furtivo de la vida: Le dan, por su función infanticida, el nombre de embruosphaktes, [es decir]” el asesino del niño”, que por supuesto estaba vivo. . . “[Los médicos que practicaban abortos] sabían muy bien que se había concebido un ser vivo, y [ellos] se compadecieron de este desdichado estado infantil, que primero tuvo que ser ejecutado para escapar de ser torturado vivo” (El Alma 25 [210 d.C.]).
“Ahora admitimos que la vida comienza con la concepción porque sostenemos que el alma también comienza desde la concepción; la vida comienza en el mismo momento y lugar que el alma” (ibid., 27). “La ley de Moisés, en verdad, castiga con las penas debidas al hombre que causare el aborto [Éx. 21:22–24]” (ibid., 37).
“Hay algunas mujeres [paganas] que, al beber preparados médicos, extinguen en sus entrañas la fuente del futuro varón y cometen así un parricidio antes de dar a luz. Y estas cosas ciertamente proceden de la enseñanza de vuestros [falsos] dioses. . . . A nosotros [los cristianos] no nos es lícito ni ver ni oír hablar de homicidio” (Octavio 30 [226 d.C.]).
“Las mujeres que tenían fama de creyentes comenzaron a tomar drogas para volverse estériles y a atarse fuertemente para expulsar lo que estaba engendrando, ya que, a causa de los parientes y el exceso de riqueza, no querían tener un hijo de un esclavo o por cualquier persona insignificante. ¡Mira, pues, hasta qué gran impiedad ha procedido ese inicuo, al enseñar el adulterio y el asesinato al mismo tiempo! (Refutación de todas las herejías [228 d.C.]).
“En cuanto a las mujeres que fornican y destruyen lo que han concebido, o que se emplean en fabricar drogas para abortar, un decreto anterior las excluía hasta la hora de la muerte, y algunos han consentido. Sin embargo, deseando utilizar una lenidad algo mayor, hemos ordenado que cumplan diez años [de penitencia], según los grados prescritos” (canon 21 [314 d.C.]).
“La que provoque el aborto, pase diez años de penitencia, ya sea que el embrión esté perfectamente formado o no” (Primera Carta Canónica, canon 2 [374 d.C.]).
“Es homicida... ; también lo son los que toman medicinas para provocar el aborto” (ibid., canon 8).
“Por tanto os ruego que huyáis de la fornicación. . . . ¿Por qué sembrar donde la tierra se encarga de destruir el fruto? ¿Dónde hay muchos esfuerzos por abortar? ¿Dónde hay asesinato antes del nacimiento? Porque ni siquiera a la ramera dejarás que siga siendo una simple ramera, sino hazla también asesina. Ves cómo la embriaguez lleva a la prostitución, la prostitución al adulterio, el adulterio al asesinato; o más bien a algo incluso peor que el asesinato. Porque no tengo nombre que darle, ya que no quita lo que nace, sino que impide que nazca.
¿Por qué entonces abusas del don de Dios, y luchas con sus leyes, y sigues lo que es una maldición como si fuera una bendición, y haces de la cámara de la procreación una cámara para el asesinato, y armas a la mujer que fue dada para tener hijos para el matadero? ? Porque para sacar más dinero siendo agradable y objeto de deseo para sus amantes, ni siquiera esto se resiste a hacerlo, amontonando así sobre tu cabeza un gran montón de fuego. Porque incluso si la acción atrevida es de ella, la causa de la misma es tuya” (Homilías sobre Romanos 24 [391 d.C.]).
“Algunos llegan incluso a tomar pociones para asegurar la esterilidad y asesinar así a seres humanos casi antes de su concepción. Algunas, cuando se encuentran encintas a causa de su pecado, utilizan drogas para procurar el aborto, y cuando, como sucede a menudo, mueren con su descendencia, entran al mundo inferior cargadas con la culpa no sólo de adulterio contra Cristo sino también de suicidio y asesinato de niños” (Cartas 22:13 [396 d.C.]).
Desde el ataque se abrió un proceso de investigación para encontrar a los responsables del atentado. Muchos líderes mundiales pidieron al gobierno de Sri Lanka que haga justicia. El papa aprovechó el tercer aniversario de los atentados para hacer este llamamiento público.
FRANCISCO
No quisiera terminar sin hacer un llamamiento a las autoridades de su país. Por favor y por el bien por la justicia, por el bien de tu pueblo, que se aclare de una vez por todas quiénes fueron responsable de estos hechos [los atentados de Semana Santa de 2019]. Esto traerá paz a su conciencia y a la Patria.
Casi 5 años después, la comunidad católica no ha olvidado a las más de 200 personas asesinadas ese día.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hemos construido un cementerio especial en Kotahena o Nigambo. Tuvimos que comprar un terreno porque el cementerio católico estaba repleto, lleno de cadáveres y no podíamos enterrarlos a todos allí.
También hay un memorial en una de las iglesias que fueron destruidas aquel Domingo de Pascua.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hay un memorial dentro de la iglesia. Reservamos una zona y escribimos todos los nombres en una lápida de piedra que construimos en la iglesia de San Sebastián.
Muchas personas han acudido a los memoriales para pedir la intercesión de estos hombres y mujeres. El cardenal Ranjith dijo que son ejemplos de los mártires modernos de los que el papa habla a menudo.

CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Dieron sus vidas por la fe, porque los atacantes lo hicieron por odio a la fe. Odium fidei, así lo llaman. Odiaban a los cristianos y atacaron a estos inocentes. Los mataron. Para nosotros son mártires porque murieron yendo a la Iglesia, por eso promovemos su causa.
El 21 de abril se cumplen 5 años del atentado. Es el tiempo mínimo que exige el Vaticano para iniciar el proceso de beatificación. Y en Sri Lanka lo tienen claro. En cuanto se cumpla ese aniversario, se pondrán manos a la obra.
FUENTE: www.romereports.com
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.
El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.

Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.
En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.
Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo:
“es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”;
“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”;
“es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;
“es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.
En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.
La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.
Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocera Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.
Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla.
Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando unoestá enamorado se le nota.
El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.
Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.
Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.
A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.
La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.
Arqueología Tierra santa 2025. Los últimos hallazgos incluyen un dique monumental del siglo VIII a.C. en Jerusalén, un tesoro bizantino de oro en Hippos y una emotiva inscripción aramea de la Revuelta de Bar Kojba cerca de Ein Gedi.
Rafael Sanz Carrera · 19 de noviembre de 2025 · Tiempo de lectura: 4 minutos
Los descubrimientos arqueológicos en Tierra Santa continúan iluminando el contexto histórico de las Escrituras, ofreciendo no solo evidencias materiales, sino también oportunidades para una reflexión teológica más profunda.
Tras los hallazgos del primer semestre de 2025 —que exploramos en la primera parte de este artículo—, el segundo semestre ha traído nuevos tesoros que dialogan con el Antiguo y Nuevo Testamento. Desde estructuras hidráulicas de la monarquía davídica hasta inscripciones que evocan las luchas judías del siglo II d.C., estos avances refuerzan la pervivencia de la tradición bíblica en el paisaje de Israel y Jordania. A continuación, destacamos los tres descubrimientos más relevantes de julio a noviembre de 2025.
En agosto de 2025, un equipo de la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA), dirigido por arqueólogos de la Universidad Hebrea, anunció el descubrimiento de un dique monumental en el corazón de Jerusalén, datado en el siglo VIII a.C., durante los reinados de los reyes Joás y Amasías (siglos IX-VIII a.C.).
Esta imponente estructura, de más de 100 metros de longitud y hasta 6 metros de altura, formaba parte del antiguo sistema de aguas de la ciudad, específicamente alineada con la Piscina de Siloam. Excavada en la zona de la Ciudad de David, el dique estaba construido con bloques de piedra masivos y servía para canalizar el agua del manantial de Gihón, protegiendo la capital de inundaciones y asegurando el suministro en tiempos de asedio.
El hallazgo, revelado mediante excavaciones sistemáticas y datación por radiocarbono, coincide con descripciones bíblicas del ingenio hidráulico de Ezequías (2 Reyes 20, 20), quien preparó Jerusalén contra la amenaza asiria, aunque este dique es anterior y apunta a una tradición de planificación urbana real que se remonta a los monarcas anteriores. Como explica la arqueóloga principal, Ronny Reich, «esta obra demuestra una adaptación avanzada al cambio climático y a las necesidades defensivas, reflejando la prosperidad del reino de Judá». Este descubrimiento enriquece la comprensión del Jerusalén monárquico, un período clave para la fe israelita. Para los estudiosos bíblicos, vincula directamente con pasajes como Isaías 2, :9-11, donde se menciona la reparación de la muralla del estanque de la Ciudad Vieja. Simbólicamente, evoca el agua viva de la que habla el profeta, un motivo que resuena en el Evangelio de Juan (4, 14) y en la tradición cristiana como fuente de gracia.
Julio y septiembre de 2025 trajeron un doble anuncio desde las excavaciones en Hippos-Sussita, la antigua ciudad de la Decápolis situada en las colinas del Golán, con vistas al Mar de Galilea. Primero, en julio, se desenterró joyería de oro romana (siglos I-III d.C.), incluyendo un anillo exquisito y pendientes decorados con motivos helenísticos, testigos de la opulencia de una urbe que, según la tradición, fue visitada por Jesús durante su ministerio en la región de Gadara (Mateo 8, 28-34).
Posteriormente, en septiembre-octubre, el equipo de la Universidad de Haifa reveló un tesoro bizantino escondido: 97 monedas de oro sólido (solidus), joyas con cruces incrustadas y un medallón con la imagen de un obispo local, ocultos alrededor del año 613 d.C. durante la invasión persa sasánida.
Estos artefactos, conservados en una vasija de cerámica bajo el piso de una basílica cristiana, incluyen piezas de hasta 1.500 años de antigüedad, valoradas en cientos de miles de dólares actuales. El director de excavaciones, Michael Eisenberg, lo describe como «un vistazo a los últimos días de una ciudad cristiana próspera, donde el oro servía no solo de riqueza, sino de ofrendas eucarísticas». La conexión con el Nuevo Testamento es evidente: Hippos formaba parte de la Decápolis gentil, un mosaico cultural donde Jesús realizó milagros y predicó, ilustrando su misión universal (Marcos 5, 1-20). Este tesoro no solo ilustra la transición del paganismo al cristianismo en la Galilea, sino que también matiza el contexto del ministerio de Jesús en un entorno helenizado y adinerado. También recuerda la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30).
En agosto de 2025, arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en colaboración con la IAA, anunciaron el hallazgo de una inscripción aramea de cuatro líneas en una cueva del desierto de Judea, cerca de Ein Gedi y con vistas al Mar Muerto. Datada paleográficamente en 132-135 d.C., durante la revuelta de Bar Kojba contra Roma, el texto comienza con «Abba de Naburya ha perecido», un lamento personal posiblemente escrito por rebeldes judíos escondidos en el refugio. Grabada en una estalactita, mide apenas 8×3,5 cm y fue hallada junto a espadas romanas y una moneda de la revuelta, preservada por el clima árido.
Este descubrimiento, único por su conservación y contexto, ofrece una ventana emotiva a la resistencia judía post-Templo, un período de martirio que influyó en la formación del judaísmo rabínico y, indirectamente, en el cristianismo primitivo. Como nota el epigrafista Oren Tal, «es un grito humano en medio de la desesperación, similar a los salmos de lamento». Aunque no cita directamente la Biblia, evoca el exilio y la esperanza mesiánica de textos como Daniel 12 o los Rollos del Mar Muerto, encontrados en cuevas cercanas. También resuena la pasión de Cristo como modelo de sufrimiento redentor (Hebreos 12, 2).
En conjunto, estos hallazgos del segundo semestre de 2025 —el dique de Jerusalén, el tesoro de Hippos y la inscripción de Ein Gedi— profundizan el diálogo entre arqueología y Biblia, matizando no solo eventos históricos, sino también temas como la providencia, la resistencia y la redención. Como en la primera parte, la Tierra Santa sigue hablando: un testimonio vivo que invita a creyentes y académicos a redescubrir las Escrituras en su suelo ancestral.
El autor
Rafael Sanz Carrera
Doctor en Derecho Canónico
Pocas son las noticias que tenemos de su vida: los primeros sucesores de San Pedro en la sede de Roma fueron, según testimonia la Tradición, Lino (hasta el año 80) y Anacleto, también llamado Cleto (80-92). “Después de ellos, cuenta San Ireneo, en tercer lugar desde los Apóstoles, accedió al episcopado Clemente, que no sólo vio a los propios Apóstoles, sino que con ellos conversó y pudo valorar detenidamente tanto la predicación como la tradición apostólica”.
Fue San Clemente, por tanto, el cuarto de los Papas. Como parece querer indicar San Ireneo, este santo Vicario de Cristo fue un eslabón muy importante en la cadena de la continuidad, por su conocimiento y por su fidelidad a la doctrina recibida de los Apóstoles.

Nada dicen los más antiguos escritores eclesiásticos sobre su muerte, aunque el Martyrium Sancti Clementis, redactado entre los siglos IV y VI, refiere que murió mártir en el Mar Negro, entre los años 99 y 101. Poco antes debió redactar su Carta a los Corintios, que es uno de los escritos mejor testimoniados en la antigüedad cristiana, pues fue muy célebre y citado en los primeros siglos.
El motivo de esta carta fue una disputa surgida entre los fieles de Corinto, en la que se llegó incluso a deponer a varios presbíteros. La carta pretende llamar a la paz a los cristianos de Corinto; y quiere inducir a la penitencia y el arrepentimiento de aquellos desconsiderados que injustamente se habían rebelado contra la legítima autoridad, fundada sobre la tradición de los Apóstoles.
Además, constituye un documento de capital importancia para el conocimiento de la Teología y de la Liturgia romana. Grave debía de ser la situación creada en aquella antigua iglesia a la que San Pablo dedicó sus mayores cuidados y reprensiones paternales con motivo de otros desórdenes, que años después parecían volver a reproducirse.

El tono de la carta combina la dulzura y energía de un padre; pero es precisosubrayar que el Papa Clemente no escribe como si fuera una voz autorizada cualquiera, sino como quien es consciente de tener una especial responsabilidad en la Iglesia.
Incluso comienza disculpándose por no haber intervenido con la prontitud debida,a causa de “las repentinas y sucesivas desgracias y contratiempos” que habían afectado a la Iglesia de Roma: muy probablemente se refiere a la cruel persecución de Domiciano. Se trata de un testimonio antiquísimo sobre la primacía de Roma como cabeza de la Iglesia universal.
Además, la epístola presenta el testimonio más antiguo que poseemos sobre la doctrina de la sucesión apostólica: Jesucristo, enviado por Dios, envía a su vez a los apóstoles, y éstos establecen a los obispos y diáconos.
Los corintios han hecho mal al deponer la jerarquía y nombrar a otras personas; la raíz de estas discusiones es la envidia, de la que da muchos ejemplos, bíblicos en especial, y Clemente les exhorta a la armonía, de la que también da muchos ejemplos, sacados hasta del orden que se observa en la naturaleza. Incidentalmente, la epístola nos atestigua la estancia de San Pedro en Roma, la muy probable de San Pablo en España, el martirio de ambos, y la persecución de Nerón.
La resurrección de la carne ocupa también un lugar muy importante en la epístola. Se distingue además claramente entre laicado y jerarquía, a cuyos miembros llama obispos y diáconos y, a veces, presbíteros, nombre con el que parece englobarlos a unos y a otros; la función más importante de éstos es la litúrgica. Recoge también una oración litúrgica, muy interesante, que termina con una petición a favor de los que detentan el poder civil.
Según la Tradición, las reliquias de San Clemente Romano fueron llevadas a Roma por San Cirilo, apóstol de los Eslavos, y depositadas en una basílica construida en el monte Celio, imperando Constantino.
Mártir romana cuya fiesta se celebra el 22 de noviembre. A pesar de ser una de las santas más populares de todos los tiempos y de haber suscitado la atención de los hagiógrafos más prestigiosos, es muy poco lo que realmente se conoce sobre ella.
Según una “passio legendaria” (y poco fiable históricamente) compuesta en el S. VI, la noble cristiana romana Cecilia, en la noche de su boda con el joven pagano Valeriano, revela a éste que un ángel custodia su virginidad, invitándole al mismo tiempo a creer en un sólo Dios y a bautizarse como único medio para ver al ángel.
Bautizado Valeriano en la vía Apia por el papa Urbano vuelve junto a su esposa, a la que encuentra en compañía del ángel que corona a los esposos con rosas y lirios.

Santa Cecilia, de Guido Renil
Convertido también Tiburcio, hermano de Valeriano, y bautizado por el mismo Urbano, ambos hermanos se ocupan de enterrar a los mártires de la persecución de Turco Almaquio. Denunciados por esta práctica, son decapitados.
El corniculario Máximo les da sepultura, por lo que también es ejecutado. Cecilia recoge sus restos y los deposita junto a los de su esposo y cuñado; es denunciada a su vez y condenada a ser arrojada al fuego de las termas de su propia casa, pero sale ilesa.
EntoncesAlmaquio ordena que sea degollada. El papa Urbano, ayudado por sus diáconos, entierra a la mártir y consagra su casa como basílica.
Las contradicciones cronológicas de esta passio no permiten fijar la fecha del martirio. Sin embargo, el descubrimiento del primer sepulcro de Cecilia en el junto a la cripta de los Papas (De Rossi, 1854) hace suponer que sea una de las víctimas anteriores al S. IV
La historia, que no puede decirnos más sobre Cecilia, puede en cambio ilustrar el camino seguido por sus reliquias hasta nuestros días. En el s. IX el papa Pascual I (817-824) reformó la iglesia que dedicada a Cecilia existía en el Trastévere y trasladó a ella los restos de la mártir desde el cementerio de Calixto.
También trasladó desde el cementerio de Pretextato los restos de los santos Valeriano, Tiburcio y Máximo y los de los papas Urbano y Lucio. Todos ellos fueron colocados en tres sarcófagos bajo el altar mayor. La cabeza de Cecilia se puso, aparte, en un cofre de plata y fue trasladada después por León IV a la iglesia de los Cuatro Santos Coronados (cfr. Liber Pontificalis 11, 55-58, 116).

Santa Cecilia reparte sus bienes a los pobres (Domenichino)
En 1599, siendo papa Clemente VIII, se realizó un reconocimiento oficial de las reliquias.
Se encontraron bajo el altar mayor los tres sarcófagos mencionados por Pascual I; en el primero de ellos el cuerpo de Cecilia momificado y en una posición característica (reproducida por la escultura del Maderno que se encuentra actualmente sobre el altar mayor), con ricas vestiduras de seda y oro.
A partir del s. XV, por una mala interpretación de un párrafo de la passio, se considera a Cecilia patrona de los músicos y de los fabricantes de instrumentos musicales.
La representación más antigua es el fresco descubierto por De Rossi en S. Calixto que representa a Cecilia en actitud orante.
En el S. VI aparece en el mosaico de la Procesión de las vírgenes en S. Apolinar Nuevo (Rávena). También aparece en el mosaico absidial del s. IX en la iglesia del Transtévere. Sus atributos son la palma del martirio, el libro de los Evangelios, que guardaba junto a su corazón, la corona de rosas y lirios y, desde el Renacimiento, los instrumentos musicales, especialmente el órgano.
Entre las numerosísimas representaciones de Santa Cecilia destacan la de Rafael , que se conserva en la Pinacoteca de Bolonia, y las de Domenichino y Guido Reni en las iglesias romanas de S. Luis de los Franceses y respectivamente.
La referencia histórica más antigua sobre Cecilia se encuentra el Martyrologium Hieronymianum, lo que indica que en el siglo IV la Iglesia romana ya la conmemoraba. En este martirologio de Jerónimo su nombre se menciona el 11 de agosto, que es la fiesta del mártir Tiburcio.

Pero evidentemente se trata una adición equivocada y tardía, debido al hecho que este Tiburcio, que fue enterrado en la Vía Labicana, fue identificado erróneamente con Tiburcio, el cuñado de Cecilia mencionado en las Actas de santa Cecilia.
En el mismo martirologio se la menciona el 16 de septiembre, con una nota topográfica: «Appiâ viâ in eâdem urbe Româ natale et passio sánctæ Cecíliæ virginia» (‘en la Vía Apia de la ciudad de Roma, nació y murió la santa virgen Cecilia’). El 16 de septiembre podría ser el día del entierro de la mártir. La fiesta de la mártir que se menciona el 22 de noviembre, en cuyo día se celebra todavía, en la basílica dedicada a ella del barrio del Trastévere en Roma. Por consiguiente, su origen probablemente se remonta a esta iglesia.
Las primeras guías medievales de los sepulcros de los mártires romanos señalan su tumba en la Via Apia, al lado de la cripta de los obispos romanos del . De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las Catacumbas de San Calixto , en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de las papas; un nicho vacío en una de las paredes que probablemente contenía un sarcófago. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer ricamente vestida, y aparece una vezel papa Urbano I (quien —según las Actas de santa Cecilia— había tenido una estrecha relación con la mártir).
Venancio Fortunato, obispo de Poitiers muerto en el año 600, en su libro Miscellánea (1.20 y 8.6) escribió que entre el 176 y el 180 (en la época del ) había muerto una Cecilia en la isla de Sicilia. Ado (Martirologio, «22 de noviembre») sitúa el momento de la muerte de Cecilia en el (aproximadamente el 177). De Rossi (en Sotterránea de Roma, 2.147), intenta demostrar que la declaración de Venancio Fortunato es la más segura históricamente.

En otras fuentes occidentales de la baja Edad Media y en el Synaxaria griego, el martirio se sitúa en la (aunque se refiere probablemente a una mártir verdadera llamada Cecilia, africana, quien sufrió la persecución de este emperador, y su día se conmemora el 11 de febrero).
P. A. Kirsch intentó fijar la fecha en el tiempo del emperador Alejandro Severo (229-230); Aubé, en la (249-250); y Kellner, en la de Juliano el Apóstata (362).
Ninguna de estas opiniones está suficientemente establecida, ya que las Actas de santa Cecilia (única fuente disponible) no ofrecen ninguna evidencia cronológica. La única indicación temporal segura es la localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la fueron enterrados los papas Ponciano y Antero, y probablemente también Urbano I.
La parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final del siglo II; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad del siglo IV es el período dejado abierto para el martirio de Cecilia: 180 a 350. En las firmas del Concilio Romano de 499 se menciona al templo de Cecilia como títulus sánctæ Cæcíliæ.
Para los aldeanos que ahora duermen en refugios improvisados o bajo la protección de comunidades vecinas, el debate en Abuja o Washington se siente lejano. Sus preocupaciones inmediatas son mucho más simples: recuperar a los desaparecidos, enterrar a los muertos y… rogando que el sonido de las motocicletas no regrese al amanecer. Los ataques de noviembre han dejado a Taraba no solo de luto, sino también preguntándose si hay suficientes personas —más allá de sus fronteras— que realmente están escuchando.
La imagen de una Iglesia numéricamente pequeña, pero vibrante y multifacética, caracteriza la presencia cristiana en Turquía. Este tema fue abordado en una rueda de prensa virtual —en la que también participaron medios del Vaticano y otras cadenas que acompañan al Papa León XIV en su próximo viaje a Turquía y Líbano, del 27 de noviembre al 2 de diciembre— por el padre Paolo Pugliese, quien vivió en Éfeso y Antioquía y, ahora, es delegado y superior de los frailes capuchinos en Estambul, y el padre Nicola Masedu, sacerdote salesiano y párroco de la Catedral Basílica del Espíritu Santo, quien lleva quince años en Turquía tras haber servido en Líbano, Irán y Belén.
«Nosotros, los católicos, en particular, constituimos un grupo significativo, aunque solo sea por nuestra clara identidad; por nuestro perfil internacional distintivo, con fieles procedentes de muchas partes del mundo (como africanos y filipinos) y, sobre todo, por la figura y las enseñanzas del Papa que nos respaldan», explica el padre Pugliese.
Hay comunidades cristianas en Estambul; en Meryem Ana Evi, cerca de Éfeso, donde se encuentra la Casa de María, lugar donde la madre de Jesús vivió con el apóstol Juan; en el sur, en Mersin, con la única parroquia católica de la zona; y en Antioquía, donde Pablo y Bernabé fundaron los primeros grupos de cristianos que surgieron del paganismo y donde se empezó a llamar cristianos a los cristianos. Esto significa que «en Turquía hay muchas Turquías, con diferentes influencias y estilos de vida»: por ejemplo, en el sur, «hay una fuerte presencia de alauitas, musulmanes y ortodoxos, un aspecto que hace que las relaciones con otras religiones y confesiones sean históricamente estimulantes y duraderas».
En la ciudad portuaria de Esmirna, aún residen muchas familias de origen europeo, conocidas como levantinas, que se asentaron allí desde la época de las repúblicas marítimas de Venecia y Génova y el floreciente comercio con Oriente Medio. En Estambul, junto a los católicos, también existen iglesias de tradición oriental, como la armenia, la siríaca, la caldea y, por supuesto, la ortodoxa bajo el patriarca Bartolomé, así como una extensa red de grupos similares al protestantismo (las llamadas «Iglesias Libres»).
Por supuesto, admite, «la Iglesia no está reconocida como entidad jurídica, lo que puede presentar dificultades; sin embargo, hay un nuncio apostólico acreditado, lo que garantiza el mantenimiento de una relación directa con la Santa Sede». Y lo interesante es que, junto a las actividades litúrgicas, «existen actividades caritativas, es decir, diversas formas de ayuda, que se llevan a cabo de manera informal o a través de organizaciones como Cáritas».

En efecto, «no debemos olvidar», reitera el padre Masedu, «que la Iglesia ha estado aquí desde los primeros siglos; seis apóstoles trabajaron aquí: Pedro, Andrés, Pablo, Felipe, Bartolomé y Juan. Daremos testimonio de ello con un obsequio a León, a quien entregaremos un cáliz grabado a mano con sus imágenes en relieve», anticipa. Y existe una larga historia de santos que vivieron o nacieron en Turquía: Ignacio de Antioquía, Basilio, Policarpo, Juan Crisóstomo, así como Juan XXIII, quien fue obispo de Estambul durante diez años y que «desde aquí ayudó a salvar, gracias también a la intervención del embajador alemán Franz von Papen, a nada menos que 24.000 judíos».
Esto subraya cómo el país siempre ha sido tierra de encuentro y acogida, incluso en tiempos difíciles, y, a menudo, de amistad entre creyentes de diferentes religiones. El propio Roncalli lo atestiguó, afirmando sentirse orgulloso de su amistad con los turcos, pues lo habían acogido con los brazos abiertos.
Y el pueblo guarda este sentimiento en sus corazones, tanto que, con motivo de su beatificación en el año 2000, le dedicaron la Via Papa Roncalli. Dentro de los límites de la libertad que se nos ha concedido, hacemos todo lo posible —confirma—. Si existen restricciones, las respetamos, en el espíritu de Juan XXIII, es decir, obedeciendo la ley y enseñando a los demás a obedecerla. Preferimos la humildad y el ejemplo de Roncalli a las proclamaciones, para seguir manteniendo viva su presencia en nuestras comunidades.
Esta declaración fue reiterada por Pugliese, quien enfatizó que «nuestra misión es ser sacerdotes, pastores, y esto también nos enseña a respetar el ámbito en el que podemos trabajar».
De hecho, en lo que respecta a cuestiones políticas o sociales internacionales, «nuestro reconocimiento está garantizado por el Papa. Primero Francisco y ahora León, por ejemplo, se han pronunciado personalmente sobre Gaza, mientras que otros guardaron silencio. Escuchar sus voces en esas tierras no fue insignificante y ha contribuido a aumentar nuestra credibilidad».
Además, el fraile capuchino explica cómo este reconocimiento y credibilidad resultan atractivos también para «muchos turcos que hoy se interesan por el cristianismo y desean convertirse al cristianismo, al descubrir que tienen raíces cristianas (quizás por ser de origen búlgaro o griego); o incluso para jóvenes con un interés más generalizado.
Esto hace necesarias las actividades catequéticas». Incluso dentro de la sociedad civil, «hay una curiosidad e interés positivos por la llegada del Papa», añade Salesiano Masedu, lo que significa que «la importancia de la religión ha aumentado con el tiempo, incluso a nivel cultural».
En lo que respecta al diálogo ecuménico, ambos clérigos coinciden en que Turquía goza de un «privilegio absoluto». «Somos bendecidos con la debilidad, parafraseando a San Pablo», explica Pugliese. «Todos somos minoría, y esto facilita el diálogo, las relaciones y la aceptación mutua de una manera que no se encuentra en otros lugares.
Hay una actitud positiva que se manifiesta durante la Semana de la Unidad de los Cristianos, y hoy con el 1700 aniversario del Concilio de Nicea. El Papa también —cree él—, con sus visitas a las comunidades armenia y siríaca, demostrará un ecumenismo integral: caminemos juntos, como ellos intentaron hacerlo en el año 325 d. C.».
«Estamos viviendo excelentes momentos de comunión con otras denominaciones cristianas», concluye Masedu. En respuesta a una pregunta, explica que el recuerdo de Monseñor Luigi Padovese, asesinado en Iskenderun en 2010, y del Padre Andrea Santoro, asesinado en Trabzon en 2006 mientras estaba en la iglesia, sigue muy presente en el país.
«Hoy, esa ciudad cuenta con una iglesia próspera, con una sólida congregación de locales y extranjeros», concluye el salesiano. «Y su ejemplo ha inspirado a muchos a venir aquí a seguir sus pasos».
Apareció en el norte de Egipto, en la ciudad de Oxirrinco, una localidad que adquirió renombre internacional cuando fue excavada en el siglo XIX, en el año 1897, por una pareja de arqueólogos británicos, Bernard Pyne Grenfell y Arthur Surridge, y extrajeron de un antiguo vertedero que se conservaba en una zona de sus arrabales un abundante conjunto de manuscritos.
Después han deparado, y todavía deparan, innumerables sorpresas a los historiadores. Este documento se conserva en la Colección John Rylands de la Universidad de Manchester, en Inglaterra, y se publicó en los años 30 del siglo anterior, pero hasta ahora había pasado con cierta discreción entre los investigadores.
Aunque se conocía su existencia no ha sido hasta este momento, al haberse transcrito su texto de nuevo de manera íntegra y enmendado errores de la traducción anterior, que todavía perduraban, cuando su importancia ha tomado mayor relieve, aunque los estudiosos sospechaban ya lo que albergaba este fragmento.
Está datado por E. Lobel en el año 250 d. C. y durante siglos se conservó bajo la arena del desierto junto a otros materiales arqueológicos. El papiro fue uno de los materiales más extendidos en la antigüedad y el soporte sobre el que se conservaron y transmitieron numerosas obras de la cultura griega y latina.
Circuló a lo largo de la cuenca del Mediterráneo, pero en el interior de Europa apenas se han conservado ejemplares debido, sobre todo, a la acción de la humedad, un elemento dañino para su preservación, lo que convierte a esta clase de documentos en unas piezas esenciales para ahondar en el pasado literario de Occidente y Oriente Medio.
Este fragmento, de hecho, se ha salvado debido a la sequedad que predomina en el Norte de África. Algo que ha hecho que también sobreviviera su secreto.
Entre sus líneas se conserva la que es hasta ahora la fórmula más primitiva del «Salve Regina». Esto lo convierte en un documento crucial para la historia del cristianismo y la religión.
Durante años se había mantenido la creencia de que el culto dedicado a la Virgen tenía unas raíces más tardías. Los historiadores consideraban que sus orígenes estaban en el concilio ecuménico de Éfeso, que se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431.
Fue justo en esas fechas cuando se proclamó que María era «Madre de Dios» o «theotokos», que es el nombre que recibe en griego. Siempre se había tomado este instante como el punto de partida de un culto que, aunque pudiera existir un poco antes, arraigaría a partir de ese instante de una manera plena entre los fieles y prosperó con evidente fortuna a lo largo de la Edad Media.
Esta idea se mantuvo durante siglos, y en la posterior disputa que mantuvieron católicos y protestantes salió a relucir. Estos últimos sostenían que la Iglesia había incorporado dicha devoción y que en realidad no existía ninguna mención a este respecto en la Biblia. Pero el papiro demuestra ahora que ya existía una vocación anterior hacia la Virgen.
De hecho, entre sus líneas se mantiene íntegra la oración dirigida a la Madre de Cristo más antigua que se conoce en la actualidad y está datada en un periodo más antiguo de lo que la mayoría podía imaginar.
«Durante muchos años, este documento se ha dejado de lado. Puede que uno de los motivos fue que resultaba controvertido porque contiene a una oración a la Virgen María. El texto ha descolocado a varios teólogos porque aparece en la mitad del siglo III, antes de lo que nadie podía pensar. Algunos sostenían que este título de la Virgen como “Madre de Dios” no se había hecho oficial hasta el siglo V o de ahí en adelante».
Comenta el filólogo Felipe Hernández Muñoz, del departamento de Clásicas de la Universidad Complutense, que ha traducido el texto y confirmado los que tantos intuían: su relevancia para el cristianismo, tanto para su culto como para su pasado.
«Podemos deducir que los cristianos entendieron desde el relato de la Pasión, cuando Jesús le dice a Juan: “Ahí tienes a tu madre”, que la Virgen no solo era la de Juan, sino también la Madre de toda la Iglesia y de todos los cristianos. Esto lo asumió la religión popular y las primeras comunidades de esta fe», asegura Felipe Hernández.
Aunque conocía el documento, él mismo quiso examinarlo en persona y acudió el diciembre pasado a la Rylands Collection.
«Aproveché un viaje personal para acercarme. Hablé con los responsables de la biblioteca y les pregunté si era posible verlo. Me advirtieron de antemano que se encontraba en un estado muy precario. Estos documentos suelen sufrir mucho. Por eso en un principio solo me dejaban consultar una reproducción digital de una enorme calidad. Pero –subraya–, al llegar, el responsable me sacó el papiro y permitió que lo fotografiara.
Pude consultar el catálogo que tienen disponible y es cuando reparé que el texto no estaba bien transcrito». Se lo comentó, entonces, al conservador «y le subrayé que era importante, porque lo que puede leerse en el catálogo no es lo que hay en el papiro. Por tanto, dejé una hoja con la transcripción correcta del griego y la traducción en inglés y en latín. Ahora se han puesto en contacto conmigo y lo van a actualizar».
Lo que se lee en este papiro es una oración muy sencilla, pero que cualquiera que conozca el culto cristiano reconocerá:
«Bajo tus / entrañas misericordiosas / nos refugiamos, / madre de Dios.
Nuestras / peticiones no des-/precies en el apuro /
sino que del peligro, / líbranos, / solo tú santa, / la bendita».
Uno de los aspectos que enseguida llamó la atención de Felipe Hernández fue que se usara el plural. «Percibimos una escritura cuidada. Está toda en mayúsculas y en griego, la lengua más extendida entonces. Hay rotos en el papiro, pero las letras se pueden intuir sin problema. Lo que me resultó interesante es que no usa el “líbrame del peligro”, sino el “líbranos del peligro”. Es como si ya existiera entre estas personas la conciencia de formar parte de una comunidad. No es una oración individual.
También sobresale que las primeras palabras son “bajo tus entrañas misericordiosas”. Esta expresión es similar al principio de la “Salve Regina”, comparte similitudes con la oración “Bajo tu amparo”. Esto, probablemente, se perpetuó y explique por qué los creyentes se referirían a María como Madre de la Misericordia o también “ojos misericordiosos”. La conexión entre este texto tan antiguo y nuestra “Salve” es bastante emocionante».
Pero, ¿cuál fue el contexto en el que nació la oración? Parece que el plural hace alusión a las peculiares circunstancias en las que se concretó. «Desde el punto de vista histórico se le pide a la Virgen que los libre del peligro. Este peligro común podría ser una de las persecuciones que padecieron los cristianos en el Imperio Romano.
Lo que tendría sentido porque fue una comunidad cristiana que ruega a María para que acuda y los ayude. Le están pidiendo amparo y protección. Esto nos indicaría también por qué las oraciones a la Virgen pueden ser anteriores a lo que se defendía. De hecho, conocemos representaciones de la Virgen en el arte que también son antiquísimas.
La idea de la Virgen como icono medieval hay que reconsiderarla, porque se preservan también imágenes anteriores. Este papiro –asegura– verifica que ya se había asentado su culto en el siglo III y que este título de “madre de Dios” estaba presente en los primeros cristianos. Solo es después cuando se le da un carácter oficial, pero la realidad es que ya circulaba entre las comunidades cristianas y que podría tener relación con las persecuciones de los romanos».
La oración más antigua dirigida a la Virgen - “Sub tuum praesidium”
Ver en Wikipedia
Muchos de nosotros estamos familiarizados con los símbolos cristianos típicos como la cruz o el pez. Sin embargo, es probable que no sepas que el símbolo del ancla también era muy popular entre los cristianos de los primeros siglos. ¿Cuál es la historia de este símbolo en la antigüedad y por qué terminó asociado con el cristianismo?
Antes de que el cristianismo adoptara el símbolo, se sabía que las anclas en el mundo antiguo representaban seguridad. Los viajes por mar eran muy comunes en el área mediterránea y las anclas eran un instrumento básico utilizado por cualquier marinero o pescador. Un ancla mantenía la nave firmemente plantada en un área específica y era una herramienta obligatoria.
¿De dónde surgió la idea de los cristianos de usar un ancla cómo símbolo? El ancla apareció como el emblema real de Seleuco I (358 a.C. - 281 a.C.), rey de la dinastía seléucida establecida después de las campañas de Alejandro Magno (356 a.C. - 323 a.C.).
Se dice que Seleuco eligió el símbolo porque tenía una marca de nacimiento en forma de ancla. Los judíos que vivían bajo el imperio adoptaron el símbolo en sus monedas, aunque lo eliminaron gradualmente bajo el gobernante asmoneo Alejandro Janneo (127 a.C. - 76a.C.) alrededor del año 100 a.C.

Cuenco con un grabado de un ancla seléucida invertida y un delfín / Foto: Getty
Al parecer, a partir de este momento el uso del ancla como símbolo se popularizó. Pero un hecho posterior pudo haber hecho que los cristianos adoptaran este símbolo como suyo.
Alrededor del año 100 d.C., el emperador Trajano (53-117) desterró a Clemente, líder de la iglesia de Roma, a Crimea. Sin embargo, cuando Clemente (35-99) empezó a ganar conversos allí, Trajano ordenó que ataran a Clemente a un ancla de hierro y lo ahogaran. El martirio de Clemente, cuyo símbolo evidente fue el ancla, claramente pudo haber inspirado a una iglesia que sufría persecución en ese momento.
Otra explicación posible es que el uso del ancla para los cristianos primitivos, al parecer, siempre hizo eco del pasaje de Hebreos 6:17-20 que dice:
Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.
Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo, adonde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre.
La esperanza aquí mencionada obviamente no tiene que ver con lo terrenal, sino con las cosas celestiales, y el ancla como símbolo cristiano, en consecuencia, se relaciona solo con la esperanza de salvación eterna.
En los primeros siglos del cristianismo, el símbolo fue adoptado por los cristianos y utilizado a menudo en las catacumbas en la ciudad de Roma. Los epitafios sobre las tumbas de los creyentes que datan de fines del primer siglo con frecuencia mostraban anclas junto con mensajes de esperanza. Expresiones como pax tecum o pax tibi hablan de la esperanza que los cristianos sentían al anticipar el cielo.
Aunque el símbolo no era exclusivo de los cementerios, durante los siglos segundo y tercero, el ancla se reprodujo con frecuencia más en los epitafios de las catacumbas, y particularmente en las partes más antiguas de algunos cementerios.
Sin embargo, el símbolo no volvió aparecer en ninguna inscripción cristiana a partir del siglo IV, lo que siempre ha resultado enigmático. Entonces, ¿Cuáles son las posibles razones por las que el símbolo del ancla se desvaneció?
La primera explicación que los académicos han encontrado se basa en la evidencia de que sólo unos pocos ejemplos del símbolo del ancla datan de mediados del siglo III, y que no han encontrado ninguno después del 300 d.C. Su explicación más común a esto es que a medida que el Imperio pasó de perseguir a la iglesia a tomarla como suya, los cristianos ya no necesitaban símbolos secretos para identificarse. La cruz conquistadora de Constantino (272-337) reemplazó al ancla de forma definitiva.

Representación de la famosa visión de Constantino de la cruz / Imagen: Quora
La segunda explicación que otros eruditos argumentan es que el ancla perdió su uso porque el “símbolo” era en realidad un juego de palabras en griego. El juego consistía en que la palabra ankura (ἄγκυρα) o ancla, es muy parecida a kurios (κύριος), que quiere decir Señor. Al parecer este juego de palabras perdió sentido cuando los cristianos eligieron el latín sobre el griego como su idioma principal.
Cualquiera que haya sido la razón por la que se dejó de usar este símbolo, lo que sí debemos recordar es lo que significó para nuestros hermanos en el pasado: la esperanza de una resurrección final y definitiva para una eternidad con nuestro Padre. Pero, sobre todo, la seguridad que tenemos en Él de que esto es verdad.
Durante el siglo III los cristianos comienzan a dar culto litúrgico a los mártires, sus hermanos en la fe, que amaron a Dios más que a su propia vida. El culto empieza en las mismas tumbas.
La comunidad cristiana se reúne lo más cerca posible del sepulcro para conmemorar el aniversario del martirio. En estas reuniones se celebraba la santa misa y un testigo presencial relataba las vicisitudes del martirio o bien se leían las actas.
No era raro ver en primera fila al hijo, al padre o a la esposa del glorioso mártir. La tumba de un mártir constituye una gloria local, y, visitada en un principio por parientes y amigos, acaba por convertirse en centro de peregrinación.

Circo Vaticano según un grabado de Carlo Fontana, 1694
En el siglo IV, cuando la Iglesia goza de paz después del azaroso período de persecuciones, se levantan bellas basílicas en honor de los mártires, procurando siempre que el altar central (el único que había entonces en las iglesias) se asiente encima del sepulcro, aunque para ello tengan que nivelar el terreno o inutilizar otras sepulturas.
Desde la iglesia se podía descender por escaleras laterales hasta la cámara sepulcral o cripta, situada debajo del presbiterio, en donde estaba el cuerpo del mártir.
No se conservan las tumbas de los mártires de los dos primeros siglos por la sencilla razón de que aún no se les daba culto. Hay, empero, dos excepciones, y son la tumba de San Pedro, primer papa, y la de San Pablo, apóstol de los gentiles. Ambos fueron martirizados en Roma hacia el año 67, en distinta fecha, aunque la liturgia celebre su fiesta el mismo día 29 de junio.
San Pedro fue crucificado, según tradición, y los cristianos le dieron sepultura en un cementerio público de la colina Vaticana, junto a la vía Aurelia, mientras que San Pablo murió decapitado (tuvieron con él esta deferencia por tratarse de un ciudadano romano), siendo enterrado en la vía Ostiense, muy cerca del Tíber.
Tenían los dos mucha importancia en la fundación de la Iglesia romana para que los cristianos perdieran el recuerdo de sus tumbas. Efectivamente, hacia el año 200, el sacerdote romano Gayo, en una discusión con Próculo, representante de la secta montanista, le decía a éste:
"Yo te puedo mostrar los restos de los apóstoles; pues, ya te dirijas al Vaticano, ya a la vía Ostiense, hallarás los trofeos de quienes fundaron aquella Iglesia" (Eusebio, Hist. Ecl., II, 25,7.)
Cesaron las persecuciones y Constantino subió al trono imperial. Por aquellos días gobernaba la Iglesia el papa San Silvestre. Su biógrafo, en el Liber Pontificalis, dice que el emperador construyó, a ruegos del Papa, la basílica sobre la tumba de San Pedro.
La empresa no fue fácil, pues el sepulcro estaba en una pendiente bastante pronunciada de la colina. Tuvieron que levantar altos muros a un lado, ahondar el terreno en otro y nivelar el conjunto hasta obtener una gran plataforma.
El Papa la dedicó en el año 326 y, según se lee en el Breviario Romano, erigió en ella un altar de piedra, al que ungió con el sagrado crisma, disponiendo además que, en adelante, tan sólo se consagraran altares de piedra. Era una basílica grandiosa, a cinco naves, con un pórtico en la entrada, y que perduró por toda la Edad Media.
Debajo del altar, a unos metros de profundidad había la cripta con la tumba del apóstol, la cual fue recubierta con una masa de bronce y una cruz horizontal encima, toda ella de oro, de 150 libras de peso, debido a la munificencia de Constantino.
La cripta era inaccesible, pero los peregrinos para confiarse al Santo se acercaban a la ventanilla de la confesión (una abertura que había en la parte delantera del altar), y desde allí, por un conducto interior, hacían descender lienzos y otros objetos que tocaran el sepulcro. Dichos objetos eran conservados como recuerdo y venerados a modo de reliquias.
Así como la basílica de Letrán, edificada también por Constantino y dedicada en un principio al Salvador, era considerada como la catedral de Roma y fue residencia de los Papas por toda la Edad Media, la de San Pedro venía a ser la catedral del mundo.
En ella se reunían los fieles en las principales festividades del año litúrgico: Navidad, Epifanía, Pasión, Pascua, Ascensión y Pentecostés. El nuevo Papa recibía la consagración en San Pedro y allí era sepultado al morir. En ella eran ordenados los presbíteros y diáconos romanos.
Constantino cuidó también de la edificación de la basílica de San Pablo sobre la tumba de éste apóstol en la vía Ostiense. Era un edificio más bien pequeño; por eso algunos años después, en tiempo del emperador Valentiniano, construyeron otra mucho mayor a cinco naves, de orientación contraria a la anterior, sin tocar, no obstante, el altar primitivo.

Interior de la Basílica de San Pablo Extramuros
Todavía se conservan hoy, en la mesa del altar, los agujeros por los que en otros tiempos se hacían descender los lienzos y los incensarios para fumigar el sepulcro.
Desde un principio, ambas basílicas ofrecen una historia parecida. Son los dos templos más visitados de Roma y se convierten en centros mundiales de peregrinación. Desde todas partes del orbe cristiano se iba a rendir homenaje a los Príncipes de los Apóstoles (ad limina apostolorum).
Era tal la concurrencia de peregrinos que el papa San Simplicio, en el siglo v, estableció en ambas basílicas un servicio permanente de sacerdotes para administrar el bautismo y la penitencia.
Cuando Alarico sitió la ciudad de Roma en el año 410, prometió a los romanos que las tropas respetarían a quienes se refugiasen en las basílicas apostólicas.
A propósito de esto nos cuenta San Jerónimo que la noble damaMarcela huyó de su palacio del Aventino y corrió a la basílica de San Pablo "para hallar allí su refugio o su sepultura". En invasiones posteriores, los romanos no tuvieron tanta suerte, y las basílicas apostólicas fueron saqueadas más de una vez.
A fin de evitar tantos desastres, León IV, en el siglo IX, hizo amurallar la basílica vaticana y los edificios contiguos, creando la que en adelante se llamó Ciudad Leonina. Lo propio hizo luego el papa Juan VIII con la basílica de San Pablo. El nuevo recinto tomó el nombre de Joanópolis.
La confesión y el altar de San Pedro sufrieron diversas restauraciones en el decurso de los siglos. Al final de la Edad Media, la basílica vaticana, además de resultar pequeña, amenazaba ruina; por lo cual, el papa Nicolás V determinó la construcción de la actual. Tomaron parte en los trabajos los arquitectos más destacados de la época y los mejores artistas.
La obra duró varios pontificados, hasta fue fue consagrada ppr el papa Urbano VIII en 18 de noviembre de 1626, exactamente a los trece siglos de haber sido erigida la anterior. La actual basílica 'tiene la forma de cruz latina con el altar en el centro de los brazos y en el mismo sitio que ocupaba el anterior, pero en un plano más elevado.
Ocupa un espacio que rebasa los quince mil metros cuadrados. La longitud total, comprendiendo el pórtico, es de doscientos once metros y medio. La nave transversal tiene ciento cuarenta metros. La cúpula se eleva a ciento treinta y tres metros del suelo, con un diámetro de cuarenta y dos metros. No hay que decir que es la mayor iglesia del mundo.
En las recientes excavaciones llevadas a cabo por indicación del papa Pío XII, se hallaron las capas superpuestas de las distintas restauraciones; de modo que las noticias que se tenían sobre la historia de la tumba han sido admirablemente confirmadas por los vestigios monumentales que han ido apareciendo en el decurso de las excavaciones.
Debajo del altar actual apareció la confesión y el altar construido por Calixto II en el siglo xii. Debajo de éste había otro altar, el que edificó el papa San Gregorio el Magno hacia el año 600. Más abajo estaba la construcción sepulcral del tiempo de Constantino.
Y, ahondando más, dieron con el primer revestimiento de la tumba, que, según la tradición, había sido hecha en tiempo del papa Anacleto, pero que el estudio atento de los materiales empleados ha puesto en claro que fue en tiempos, del papa Aniceto, hacia el año 160.
La equivocación de estos dos nombres en documentos posteriores es por demás comprensible. Finalmente, debajo de la memoria del papa Aniceto se halló una humilde fosa excavada en la tierra y recubierta con tejas (según costumbre) con los restos del apóstol.
La basílica de San Pablo, también a cinco naves separadas por veinticuatro columnas de mármol, enriquecida con mosaicos y por los famosos medallones de todos los Papas, era considerada en la Edad Media como la basílica más bella de Roma.
Pero, en 1823, un incendió la destruyó casi por completo. León XII ordenó la reconstrucción siguiendo el mismo plano y aprovechando lo que había salvado de la antigua, entre otras cosas, el famoso mosaico del arco triunfal del tiempo de Gala Placidia.
La consagró el papa Pío IX el 10 de diciembre de 1854, con asistencia de muchos cardenales y obispos de todo el orbe que habían acudido a Roma para la proclamación del dogma de la Inmaculada, que tuvo lunar dos días antes.
Se estableció, sin embargo, que el aniversario de la consagración continuase celebrándose el 18 de noviembre.
De esta forma se ha respetado una vez más el interés de la sagrada liturgia en unir en un mismo día (29 de junio) la fiesta y la dedicación (18 de noviembre) de los dos apóstoles columnas de la Iglesia, tan dispares en su origen (el uno apóstol y el otro perseguidor), tan diversos en su apostolado (el uno representa la tradición y el otro la renovación), pero unidos ambos por el martirio bajo una misma persecución, y unidos, sobre todo, por el mismo amor ardiente y sincero a Jesús.
Enlaces que pueden visitarse:
Juan Ferrando Roig
En esta cita tan especial del Jubileo del Mundo Educativo, que siempre necesita figuras de referencia y modelos a seguir, Su Santidad ha decidido proclamar Doctor de la Iglesia a San John Henry Newman, reconociendo su contribución decisiva a la renovación de la teología y a la comprensión de la doctrina cristiana y su desarrollo.
Newman fue un presbítero anglicano que, de afirmar que el papa era el anticristo, se convirtió al catolicismo, llegando a ser cardenal.
Ahora, además de santo, también es doctor. León XIV le otorgó esta distinción pronunciando esta fórmula en latín.
Y estos aplausos vienen de profesores y estudiantes, convocados en Roma para su jubileo. Para ellos, Newman es una figura de referencia, sobre todo, en el ámbito universitario. De ahí que, además, el papa hiciese este nombramiento.
LEÓN XIV
En esta solemnidad de Todos los Santos, es una gran alegría inscribir a San John Henry Newman entre los Doctores de la Iglesia y, al mismo tiempo, con motivo del Jubileo del Mundo Educativo, nombrarlo copatrono, junto con Santo Tomás de Aquino, de todos los que participan en el proceso educativo.
Al terminar la misa, el papa quiso dirigir un saludo a la delegación anglicana, presente en la celebración. Un gesto ecuménico entre católicos y protestantes.
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LEÓN XIV
Me complace enormemente dar la bienvenida a la delegación oficial de la Iglesia de Inglaterra, encabezada por Su Excelencia Stephen Cottrell, arzobispo de York. Tras el histórico encuentro de oración con Su Majestad el rey Carlos III, celebrado hace unos días en la Capilla Sixtina, vuestra presencia hoy expresa la alegría compartida por la proclamación de San John Henry Newman doctor de la Iglesia.
Ahora, con Newman, la lista de doctores de la Iglesia suma un miembro más. Ya son 38.

