Comentarios al libro "EL BUEN LADRÓN: MISTERIO DE MISERCICORDIA" de ANDRÉ DAIGNEAULT
Algunos comentarios de Antonio Moreno al libro de André Daigneault sobre el Buen Ladrón. El Buen Ladrón, conocido como San Dimas, fue el primer santo de la historia de la Iglesia. Crucificado a la derecha de Jesucristo, le reconoció como Hijo de Dios. Sus palabras fueron “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”, y obtuvo de Cristo la promesa que no hizo a nadie más: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
El buen ladrón entendió en la cruz que tenía dos deudas con Jesucristo. Una infinita, la vida, que no hubiera podido devolver nunca y otra finita, todo lo que había robado. Su gran acierto fue entender cuál de las dos era más importante, la primera. Se dio cuenta de que ni con toda una vida por delante podría devolverle a Cristo la deuda de haberle creado y que, a su lado, era poco lo que había robado. Supo entonces que haber desaprovechado sus talentos no era el fin, ni mucho menos. Si Cristo le había dado algo tan grande -la vida- gratuitamente, le podía perdonar gratuitamente.
A lo largo de sus casi 300 páginas, el lector de "El buen ladrón: Misterio de Misericordia" (André Daigneault) se encontrará con relatos esclarecedores sobre el buen ladrón, uno de los "tapados" del Nuevo Testamento. Los comentarios siempre acertados y sugerentes de los Padres de la Iglesia y de Benedicto XVI, Juan Pablo II, Suárez, Mendizábal, Tettamanzi y muchos otros nos muestran bien a las claras quién era el buen ladrón y porqué Cristo vuelca su corazón sobre él. Comprendió, creyó, confió, se humilló, amó, se santificó, evangelizó. Una secuencia clave para todos los cristianos que el buenladrón experimentó y desarrolló en pocos instantes, junto a la Cruz del Señor. En tal situación y junto a Cristo, recibió una gracia fulgurante que aprovechó y le otorgó el pasaporte al paraíso.
Cristo pasó a su lado, y el buen ladrón no desaprovechó su oportunidad. Pillería humana sí, pero también sabiduría enraizada en el corazón divino. ¿Por qué no pedir a Cristo mi salvación con ese descaro? Descaro del que podemos aprender los cristianos en nuestra oración de petición. San Josemaría Escrivá no cesaba de pedir oraciones en sus andanzas apostólicas. Asimismo, quizás la frase más repetida del Papa Francisco -tanto a través de los medios como en mensajes a las personas que ve- sea "Recen por mí". Descaro para pedir por el bien, para hacer el bien, y sí: vergüenza para hacer el mal. Vergüenza que el buen ladrón demuestra humillado con sinceridad y arrepentimiento de corazón.
Conmueve el perdón gratuito de Dios, que trasciende todo cálculo humano en torno al delito cometido. Sólo mira al giro del corazón humano reconociendo nuestras miserias. Los apegados a sí mismo perciben este giro como algo muy costoso en sus vidas, al contrario que los desproblematizados, que lo perciben como menos costoso. En cualquier caso, el caso del buen ladrón nos muestra que la sanación y la gracia viene de Dios: da igual cómo sea uno y lo que haya hecho. En definitiva, una receta frente al voluntarismo espiritual de nuestros días a través de la experiencia del primer santo canonizado.
Cuando uno se adentra en el corazón misericordioso del Señor, se enamora de él y se humilla ante Él. Esto lo experimentaron tanto el buen ladrón como el hijo pródigo. Una lectura superficial podría entonces cuestionar la relevancia de la virtud y el luchar por hacer las cosas bien. Después de todo, sólo sería suficiente con arrepentirse al cabo del tiempo y volverle a dar cuerda al reloj, hasta la próxima. Qué poco de amor entienden éstos, quizás como el hermano mayor del hijo pródigo... Además, ni el amor es estrictamente una cuestión de justicia, ni es suficiente una aplicación mecánica del "amor con amor se paga". Es, sin embargo, nuestra conversión constante encendida por el amor desbordante del Señor por nosotros la que ha de guiar nuestros días. Seremos entonces amor de Dios y divina voluntad.
Antonio Moreno
Profesor de Economía, Universidad de Navarra
Doctor en Economía, Columbia University
Roma anuncia que volverá a abrir la tumba de este emperador
El Evangelio de San Lucas explica que el emperador Augusto ordenó hacer un censo, y que por eso María y José viajaron a Belén, donde nació Jesús.
VIRGINIA RAGGI
Alcaldesa de Roma “Reabrir un monumento como este es también un gesto de esperanza: Mirar con confianza un futuro que todavía es incierto por la evolución de la pandemia. Pero ya debemos trabajar y construir para el futuro, porque sea como sea nos adaptaremos al cambio”.
El mausoleo fue construido en el año 28, como sepulcro del emperador Augusto y su familia. Por eso, aquí estuvieron también Tiberio, Calígula y Claudio.
En el centro, la cámara sepulcral fue reconstruida, pero aún conserva muchos elementos originales.
Es la tumba circular más grande del mundo.
Con la caída de la Roma imperial, a lo largo de los siglos el edificio fue usado de otros modos.
MARIA VITTORIA MARINI CLARELLI
Superintendente de Roma “En la Edad Media fue una fortaleza; en el Renacimiento, un jardín italiano, con plantas que seguíam el trazado del mausoleo; durante los años del 'grand tour', acogió corridas de toros y juegos pirotécnicos típicos de Roma; a principios del siglo XX fue una sala de conciertos dirigida por Toscanini”.
Roma trabaja contrareloj porque el Mausoleo se abrirá al público el 1 de marzo.
A partir de abril, incluirá una exposición de realidad virtual para ver el mausoleo tal y como era cuando fue realizada esta tumba.
Esta es una posible reconstrucción.
Tanto entonces como ahora, sin duda una de las obras arquitectónicas más imponentes de la historia de la humanidad.
Presentamos 8 magníficos videos en los que se puede escuchar a varios expertos en Historia de la Iglesia exponiendo las circunstancias en las que tuvo que abrirse paso la doctrina cristiana en la cultura pagana de los cinco primeros siglos.
Se pretende con esta serie de videos exponer el enfrentamiento del paganismo a la fe cristiana hasta finales del siglo IV, concretamente hasta el momento en que, al ser declarados ilegales los cultos paganos por medio de las leyes promulgadas por el emperador Teodosio en 391-392, la nueva fe quedo considerada como la religión oficial del imperio.
Su perspectiva, sin embargo, es parcial porque trata de presentar la controversia tal como se refleja en los textos literarios de los primeros siglos de nuestra era, concretamente en la obra de tres autores que vivieron a lo largo de los siglos II-IV d. C. (1). No pretendemos, pues, estudiar la historia de las persecuciones, que se desarrolló a otro nivel, sino más bien describir la lucha intelectual, no menos encarnizada, que se desarrolló en el terreno de la cultura.
Aquí no hubo derramamiento de sangre, pero se utilizaron instrumentos dialécticos que no son menos interesantes de analizar, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de ellos se siguen esgrimiendo en la actualidad, a pesar de que hayan desaparecido tiranos, hostilidades abiertas y espectáculos circenses (2).
Lo que aquí nos ocupa es la reacción de los paganos y la obra de los protagonistas de la resistencia a la nueva fe, fundamentalmente Celso, en el s. II, Porfirio en el s. III y el emperador Juliano, en el s. IV, sus respectivas obras y sus objetivos: la descalificación social en el caso del primero, la puesta en entredicho de la coherencia del mensaje en el segundo y la presión política revestida de razones intelectuales en el tercero.
El Emperador Juliano el Apóstata
Los originales de estas obras se han perdido, por razones obvias de heterodoxia, refrendadas por órdenes imperiales de destrucción; por eso, nuestro conocimiento de ellas no sólo es indirecto y fragmentario, sino que además está tamizado por la perspectiva con que las expusieron sus adversarios cristianos, respectivamente Orígenes, San Agustín y Cirilo de Alejandría.
Se puede afirmar que cada vez que el racionalismo, de cualquier tipo que sea, ha pretendido atacar la Revelación cristiana, ha repetido consideraciones que Celso, Porfirio y Juliano esgrimieron ya en los primeros siglos (3).
Todo el esfuerzo de estos autores se ha centrado en mostrar que el Jesús de los evangelios no existió en la realidad, que su mito lo imaginó Pablo de Tarso, que sus palabras, sus milagros, no sólo son inverosímiles, sino perjudiciales y que la vida de los cristianos es funesta para la sociedad. Han intentado mostrar, a través de sus obras, la diversidad y la incompatibilidad del cristianismo con el orden establecido por la religión tradicional, resaltando, con todo el aparato expresivo que ponía a su alcance la retórica (4), las antítesis irreconciliables entre mono / politeísmo, fuerzas de la naturaleza / milagros, vida terrena / eternidad, exclusividad / tolerancia, dogmatismo / eclecticismo que contraponen ambas concepciones de la religión.
Al mismo tiempo han hecho todo lo posible por encontrar figuras o sistemas en los que realmente vale la pena creer, sean personajes mitológicos, como el héroe Hércules y el dios bienhechor de la humanidad Asclepio (Esculapio), hombres extraordinarios como Apolonio de Tirana y Apuleyo, pensadores como Pitágoras y Sócrates, o finalmente sistemas filosóficos, sobre todo el platonismo y el estoicismo, cuyo vivo resplandor, a su parecer, ponía en la sombra la brillante aureola del Dios de Galilea.
No vamos a hacer por tanto una exposición de la fe, sino a través de la crítica a que fue sometida una y otra vez por sus detractores. Si aparece la
Revelación misma, que es el objeto principal de la discusión, lo hace de la mano de sus adversarios, cuyas objeciones, como decimos, continúan siendo utilizadas en la actualidad. En este sentido, la moderna apología de la fe, podría ganar en contundencia y eficacia sólo con esgrimir los argumentos que aportaron entonces los primeros intelectuales cristianos, que por supuesto estaban dotados del mismo bagaje de formación y cultura que sus oponentes paganos. De ahí la perenne actualidad de la literatura patrística (5).
Cuando Orígenes polemiza contra Celso, el argumento decisivo que esgrime es que, con Cristo, no sólo el dios impasible, que gobierna el mundo desde allá arriba, sin ningún contacto posible con la materia carnal y por tanto incapaz de encarnarse, ha superado ese abismo entre el ser supremo y su creación, sino que ha irrumpido definitivamente en la Historia “la Verdad en persona” (6). Esta pretensión es, ni más ni menos, el punto fundamental de la controversia que al cabo de dos milenios tiene planteada la teología cristiana en su diálogo con el mundo moderno.
Algo análogo cabe decir de los otros dos enfrentamientos, salvando las oportunas distancias de época y talante de los respectivos antagonistas. Ante el ataque masivo de Porfirio, la Ciudad de Dios agustiniana presenta el espectáculo grandioso de una humanidad penetrada por la doctrina salvadora de Cristo y a Cirilo, apenas unos decenios tras la muerte de Juliano el Apóstata, le basta con constatar que no queda ni huella de su intento de acabar con los cristianos.
Tanto el punto de partida como los objetivos de los tres polemistas son diferentes. Mientras Celso se enfrenta a una comunidad marginal a la que pretende excluir de la vida social y en cualquier caso mantener aislada, Porfirio se encuentra con una realidad ya introducida por todas partes, con peso social y poseída de un seguro exclusivismo (7), a la que debe prestarse atención y a la que no se puede descalificar, sino intentar asimilar en un sistema filosófico-teológico, ecléctico y universalista.
Juliano, por su parte, protagoniza una maniobra a la desesperada por aniquilar la fuerza arrolladora que está a punto de acabar con la religión tradicional, de la que él se siente apóstol (8) . El proceso desembocará en el triunfo de la Iglesia, que se presenta como la fuerza moral que se apresta a regular, no sólo la cultura, sino la vida pública de los siglos siguientes.
Toda esta polémica no fue estéril sino que contribuyó a que el cristianismo, comenzando por el orbis christianus, que surgirá de ella y perdurará al menos a lo largo de la Edad Media, adquiriera una experiencia que le hizo mantenerse abierto a las cuestiones que se le han presentado en contacto con la cultura de todos los tiempos.
2. La primera oposición sistemática: el "Discurso verdadero", de Celso -
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
3. Réplicas cristianas a Celso: el "Contra Celsum" de Orígenes -
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
4. La reacción de la cultura griega: Porfirio y la filosofía neoplatónica -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
5. Réplicas cristianas a la critica pagana en el período posterior a Porfirio -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
6. Juliano el Apóstata. Su obra el tratado “Contra los galileos” -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
7. San Agustin y la cultura de su epoca -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
8. Los Padres de la Iglesia y la nueva evangelizacion -
(Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra)
------------
1 No fueron los únicos, pero sin duda los más relevantes. En efecto, entre los dos primeros se encuentra la obra de HIEROCLES, un gobernador de la provincia de Bitinia y consejero de Diocleciano, cuya crítica —en la que ponía énfasis por rebajar la figura de Jesús a quien muestra inferior a Apolonio de Tiana— nos es conocida a través de LACTANCIO y el historiador EUSEBIO DE CESAREA
2 Sin dejar de tener en cuenta las innegables diferencias entre uno y otro tiempo, no faltan las voces que equiparan la antigüedad tardía, en la que vivieron y publicaron nuestros protagonistas, con la época moderna. Valga aludir, como ejemplo entre otros muchos (generalización de bienes materiales y culturales a todos los niveles), a la confrontación con el mundo islámico, que presenta cierto paralelismo con el enfrentamiento entre cristianos y paganos. 8 Agustín López Kindler
3 Bien se haya tratado de discutir el sentido del texto revelado, como ha hecho una parte de la hermenéutica a partir de F. D. E. Schleiermacher, o bien de poner en tela de juicio la divinidad de Jesucristo, crítica retomada de Celso por H. S. Reimarus con su famosa distinción entre el Jesús de la Historia y el Cristo de la fe.
4 El arte de la palabra domina por encima de todos los demás, incluso de la filosofía, la pedagogía del mundo antiguo, a la que tenían acceso solamente las capas superiores de la sociedad.
5 Por ejemplo, sigue siendo actual el modo cómo Orígenes responde a las cuestiones sobre el origen de la materia —concretamente, el cuerpo humano— y del mal en los capítulos 54-61 y 62- 66 respectivamente del libro IV en su Contra Celsum, o cómo Cirilo de Alejandría defiende la libertad del hombre —Contra Iulianum 5 (cf. J.-P. MIGNE, PG 76, 743C)—, ante el ataque de Juliano (fragmentos 16-17) a un dios que prohíbe a su criatura la ciencia del bien y del mal en el Paraíso y reacciona con la ira y el castigo ante la trasgresión del mandato.
6 ORÍGENES, Contra Celsum VI 47.
7 Es importante aclarar que este concepto se aplica en dos sentidos: en primer lugar, por lo que se refiere a la unicidad de Dios, frente al politeísmo y al cada vez más extendido sincretismo paganos; pero luego, también, al convencimiento de que el cristianismo es la única doctrina de salvación, lo cual lleva consigo un comportamiento en sociedad que, en su búsqueda de nuevos adeptos, excluye a quienes no la comparten.
8 Conviene precisar de una vez por todas que el intento de restauración protagonizado por Juliano presenta rasgos de una verdadera innovación, porque no trata simplemente de renovar el culto oficial a los dioses de Homero y Hesíodo, habitantes estáticos del Olimpo, en los que a esas alturas de la historia apenas se creía, sino de propagar una doctrina de salvación personal en el sentido de los misterios orientales, de acuerdo con la mentalidad de su tiempo. Estamos por tanto ante una adaptación de elementos cristianos a un culto pagano, practicado con una mentalidad propia de la antigüedad tardía.
El día de la Epifanía se celebra en Belén de forma muy especial
Hay un colorido particular pues se junta la celebración católica de la venida de los Reyes Magos para adorar al Niño-Dios con la Navidad Ortodoxa. Hay procesiones por las calles y mucho ambiente festivo en toda la ciudad. Por la parte católica desde las doce de medianoche a las nueve de la mañana se celebran Misas en diversas lenguas en el altar de los Reyes Magos, que está en la Gruta de la Natividad, en el lugar del pesebre.
Solo se interrumpen esas Misas para dar lugar a las incensaciones por los ritos que tienen este derecho. En el Pesebre se puede contemplar, ya después de la última procesión del día, al Niño Jesús en trono bendiciendo con la mano derecha y sosteniendo el mundo con la izquierda. Los sacristanes y estudiantes franciscanos de Jerusalén vigilan la Gruta y ayudan en el servicio de las distintas Misas que se celebran.
A las 10 de la mañana el Padre Custodio preside la Misa solemne en la iglesia de Santa Catalina. Es una Misa muy popular. Más que la del día de Nochebuena, en la que hay muchos extranjeros. En este día llenan la iglesia los habitantes de Belén, religiosos y también algunos grupos de peregrinos. La Misa se suele celebrar en árabe y latín.
Animan el canto litúrgico la coral de Tierra Santa y los franciscanos del Estudio de Jerusalén. En la Misa participan también los Cónsules acreditados y las autoridades locales. Después, como de costumbre en este día, son invitados de honor a la hora de comer.
Terminada la celebración las comunidades ortodoxas esperan en la plaza la entrada de sus respectivas autoridades. La más señalada es la del Patriarca Griego Ireneos I, que suele llegar sobre las 11.30. En la basílica ofician griegos, sirios, coptos y armenios. Todos siguen los programas establecidos. Los abisinios salen de su pequeña capilla, cerca de la Gruta de la Leche, y se dirigen con cantos y ritmos africanos acompañados de tambores a la plaza de la Natividad .
A las cuatro de la tarde el Padre Justo, Guardián de la comunidad local, preside las Vísperas solemnes, y seguidamente el padre Custodio la Procesión solemne. La iglesia se llena también llena en esta ocasión. En verdad es un momento esperado y popular por los cantos, colores, movimientos y símbolos.
El padre Custodio lleva en la mano la rosa de oro que S.S. Pablo VI ofreció al Niño Jesús el 6 de enero, día de Epifanía, del 1964 con ocasión de su peregrinación a este santo lugar de Belén. Otro de los símbolos que se lleva en la procesión es un ramo de olivo de oro, que el mismo Pablo VI había depositado en la Tumba del Señor.
Se lo habían regalado los enfermos de Roma con este fin. Llevado en esta ocasión quiere significar el anhelo de Paz para Tierra Santa y el mundo entero. Así pues, la procesión se ordenó hacia la Gruta de la Natividad. Allí el diácono coloca sobre la Estrella la Rosa y el Ramo de olivo. El Custodio inciensa a la vez la Estrella, la rosa y ramo.
Después de la incensación el Custodio entrega la rosa al padre Guardián y el Secretario retoma el ramo. De este modo el Custodio ya puede incensar el Niño en el Pesebre y el altar de los Reyes Magos. Entonces el diácono canta el Evangelio de los Magos según San Mateo (2, 1-12. Después el Custodio desciende al lugar del Pesebre, incensa al Niño de
Epifanía, lo toma en sus manos y cantando el Te Deum lo lleva procesionalmente a la iglesia de santa Catalina dando antes tres vueltas al Claustro de san Jerónimo. Esta procesión con el Niño es de las más emotivas, populares y alegres. Gozan tanto los jóvenes, ancianos como los niños.
El canto que más resuena en esta circunstancia es el “Gloria in excelsis Deo” que se repite sin cesar. Ya entrados de nuevo en la Iglesia de Santa Catalina se termina con las preces rituales y la bendición con el Niño que finalmente se da a besar a los frailes y a todos los fieles. Así se concluye la fiesta de Epifanía católica y se inicia la Navidad de los ortodoxos.
Cuando ISIS invadió Mosul en 2014, los cristianos recibieron un ultimátum: convertirse al Islam, pagar un impuesto o el exilio.
El padre Steven Azabo, cuya parroquia y ciudad natal en la diócesis de Alqosh fueron destruidas, recuerda la difícil decisión de muchos cristianos de dejarlo todo atrás en lugar de renunciar a su fe.
STEVEN AZABO
"Nos convertimos en extranjeros, refugiados, en nuestro propio país, sin casas, sin iglesias, sin nada. Eso es lo que hicimos, y nos alegró elegir lo más esencial para nuestras vidas. Elegimos a Dios sobre todas las cosas".
En una tierra plagada de guerra, persecución y muerte, la visita de Francisco, prevista para marzo de 2021, es un faro de esperanza para la coexistencia entre cristianos y musulmanes. El padre Steven dice que el Papa tiene la intención de visitar la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, escenario de la trágica matanza de cristianos en medio de la Misa en 2010.
STEVEN AZABO
"Mataron a todo el mundo: mujeres, niños, incluso dos sacerdotes, buenos amigos míos. Habíamos estado juntos en Bagdad. Creo que el Papa quiere visitar este lugar. Espero que cuando rece allí, nos unamos en oración con nuestro Papa, porque nuestra tierra es una tierra llena de mártires".
Francisco ha seguido la situación con atención durante años y su deseo de visitar Irak no es nuevo.
STEVEN AZABO
"Siempre ha seguido las noticias, ha sido informado, ha visto algunas fotos, pero esta vez, será diferente porque estará entre nosotros. Será capaz de oír y ver por sí mismo. Podrá hablar con el pueblo cristiano de Irak. Tendrá una mejor comprensión de lo que significa la persecución cristiana en el corazón de Medio Oriente".
Después de años como exiliados en su propio país, el padre Steven dice que los cristianos iraquíes se preparan con entusiasmo para recibir al Papa, esta vez no desde fuera de Irak, sino desde dentro de las fronteras de su propio hogar.
Se desconoce el número de los magos: la tradición cristiana representa dos en un fresco del siglo IV en las catacumbas de los santos Marcelino y Pedro en Roma, tres o cuatro en otras representaciones de catacumbas conocidas, pero también hasta catorce. Sobre sus nombres, a partir del siglo VII hay fuentes a favor de Gaspare, Melchiorre y Baldassarre,según lo informado por el Venerable Beda (673-735), quien también especifica que el tercero también era negro.
Sus supuestos restos fueron encontrados en Persia, traídos a Constantinopla por el s. Elena o por el emperador Zenón, luego trasladada a Milán en el siglo V y luego definitivamente traída a Colonia en el siglo XII, en cuya Catedral todavía hay una tumba objeto de gran veneración. El discurso dirigido en 1980 por Juan Pablo II a científicos y universitarios reunidos en esa catedral de Colonia hace una referencia explícita al final (cf.en cuya Catedral todavía se conserva un sepulcro objeto de gran veneración) (cf.Insegnamenti , III, 2 (1980), pág. 1211).
¿De donde venían?
Poder identificar de dónde vienen puede ayudar a estimar el tiempo de viaje desde su tierra a Jerusalén. Dependiendo de la ubicación en el Cercano Oriente mesopotámico, las distancias desde la Ciudad Santa varían entre 800 y 2000 km ; con un promedio de 50 km por día (un ritmo pausado para los camellos en caravana que cruzan el desierto), el tiempo neto de viaje puede haber sido de 15 a 40 días. Pero no se excluye que tal viaje implique un tiempo aún más largo. Respecto a su origen, Tertuliano dirá que procedían de Arabia, aplicando al pie de la letra uno de los salmos mesiánicos: "los reyes de los árabes y de Sabá ofrecerán tributos" ( Sal 72,10).
Es razonable suponer, siempre a la luz de los pocos datos presentes en los Evangelios, que la visita de los Magos no tuvo lugar en el lugar temporal y afortunado donde nació Jesús. 11 del texto de Mateo el uso del término "casa" (Gr. Oikía ) es explícito ; la cronología de los acontecimientos parece favorecer la ubicación de la visita después de la circuncisión, que tuvo lugar ocho días después del nacimiento (cf. Lc 2, 21), y la posterior presentación de Jesús en el templo con la purificación de su madre a los cuarenta días del nacimiento ( cf. Lc 2, 22).
Otros datos
Resumiendo lo que hemos visto hasta ahora a partir del análisis del texto evangélico y las consecuencias que se pueden deducir de él, es posible hacer algunas consideraciones sobre las condiciones mínimas que tiene una explicación natural de la "estrella de Belén" (es decir, como un cuerpo físico o fenómeno que realmente apareció) debe satisfacer.
La estrella debe haber sido vista desde un país al este de Palestina en el momento de su ascenso. No debe haber sido un fenómeno tan llamativo como para ser claramente visible en Jerusalén, de lo contrario la sorpresa y el desconcierto de Herodes - y con él de toda la ciudad - no se entenderían por lo que narraron los Magos sobre la aparición de la estrella. También es posible pensar que el fenómeno se vio en Jerusalén, pero no estuvo asociado con el nacimiento del Mesías;esto explicaría la petición que Herodes hizo a los Magos de saber "exactamente por ellos la hora en que apareció".
Por lo tanto, nos enfrentamos a un fenómeno cuya coyuntura es lo suficientemente clara como para motivar un viaje a Jerusalén, pero al mismo tiempo lo suficientemente discreto para ser fácilmente reconocido solo por los "profesionales" de la observación del cielo. El texto del Evangelio no habla de ninguna manera de una estrella que "indique el camino" de la Tierra de los Magos a Jerusalén, mientras que el v. 9, que indica que la estrella "los precedió", se refiere sólo a la parte final del viaje, la de Jerusalén a Belén.
En general, sin embargo, hay que afirmar que, nuevamente según el texto, la razón que impulsa a los magos a ir a Palestina no consiste en una "indicación direccional", sino que debe buscarse en otra parte.
Los magos y la estrella en el mosaico del s. Apollinare Nuovo en Ravenna
En la narración puede resultar inusual que Herodes no haya seguido o haya seguido a los magos a Belén, pensando que se encuentra a unos 10 km de Jerusalén. Incluso si los Evangelios suelen describirlo como muy sospechoso, es posible que Herodes confiara en ellos, o no quisiera ser irrespetuoso con invitados tan ilustres. Menos extraño es el hecho de que los convocó en secreto: esto está en línea con lo que se nos dice sobre el carácter del rey judío; uno puede imaginarse que no quiso dar lugar a chismes sobre su interés en un futuro Mesías, cuyo papel habría sido el de expulsarlo. En la visión judía de la época, de hecho se esperaba al Mesías como rey y libertador terrenal, que redimiría a su pueblo de la dominación extranjera.
Cuando partieron hacia Belén, los Magos vieron de nuevo la estrella, que "los precedió, hasta que llegó y se paró sobre el lugar donde estaba el niño" ( Mt2.9). Esta descripción, si se interpreta literalmente, es la más estricta y difícil de asociar con un fenómeno natural. En primer lugar, estamos diciendo que la "estrella" se ve desde Jerusalén hacia el sur (es decir, en dirección a Belén), mientras que no está claro el significado de la expresión "se detiene arriba", que puede indicar una posición en la vertical, en la parte superior, o abajo, mirando la casa desde lejos.
El verbo griego, en la forma pasiva, simplemente indica "estar quieto", mientras que el adverbio "arriba" identifica su posición. Finalmente, el texto indica que los Magos sintieron una "gran alegría" al volver a ver la estrella, ya que su clara reaparición se interpreta de inmediato como una confirmación de la veracidad de su decisión de ir a Belén.una emoción particular quizás no muy lejos de la experimentada por un erudito cuando recibe la confirmación experimental de una deducción teórica o una predicción científica.
Es conocido por su antigua iglesia excavada en el corazón de la montaña
Miles de cristianos y musulmanes peregrinaron juntos el 7 de junio en Egipto para pedir la intercesión de la Virgen María para pedir paz y protección para el país. Este fue el espíritu que marcó la peregrinación hasta el monasterio Deir Al Tayr en Samalout.
Según recoge la agencia Fides, el Monasterio, visitado por unos dos millones de fieles de las comunidades cristiana y musulmana solo durante esa semana, es conocido por su antigua iglesia excavada en el corazón de la montaña. La peregrinación al monasterio constituye la segunda etapa en el llamado “Camino de la Sagrada Familia”, el itinerario que une los lugares que cruzaron María, José y el Niño Jesús cuando se refugiaron en Egipto para escapar de la violencia de Herodes. Cada año 35 millones de peregrinos recorren el camino.
Un mes después de la Pascua y hasta la Ascensión, se bautiza a decenas de niños en Samalout en la cueva donde la Sagrada Familia se refugió, en un ambiente de fiesta y convivencia. Las celebraciones de esa semana se sumaron a las diversas iniciativas de amistad que caracterizan la relación entre cristianos egipcios y musulmanes.
El Papa Francisco viajó a Egipto en 2017 y, hablando de esa visita apostólica, dijo en la audiencia general del 4 de octubre de 2017:
“Recuerdo con afecto mi visita apostólica a su buena tierra y a su generosa gente; tierra en la que vivió San José, la Virgen María, el Niño Jesús y muchos profetas; tierra bendecida a través de los siglos por la preciosa sangre de los mártires y los justos; tierra de convivencia y hospitalidad; Tierra de encuentro, de historia y de civilización”.
carifilii
LA FIESTA DE LA EPIFANÍA
Desde tiempos muy remotos, tanto en Oriente como en Occidente la Iglesia celebró el día 6 de enero la manifestación de Dios al mundo.
La Epifanía (del griego epi-faneia: manifestación) es la primera manifestación al mundo pagano del Hijo de Dios hecho hombre, que tuvo lugar con la adoración de los Magos referida por S. Mateo 2,1-12.
.
.
El pasaje, con la cita del profeta Miqueas, es uno de los cinco episodios que constituyen el llamado Evangelio de la Infancia en S. Mateo (cap. 1 y 2). El Evangelio de la Infancia en Lucas 1-2 no lo menciona. Para entender adecuadamente este relato y percibir su contenido teológico es necesario precisar de antemano el alcance de la cita de Miqueas, quiénes eran los Magos y qué era la estrella que se dice haberlos guiado hasta la cuna del Niño.
.
.
El texto de Miqueas
El centro del episodio de los Magos es la cita del profeta Miqueas, que en el relato aducen los sacerdotes y escribas consultados por Herodes acerca del lugar donde había de nacer el Cristo.
.
«Ellos le dijeron: En Belén de Judá, porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que será pastor de mi pueblo Israel» (Mt 2,5 ss.).
.
.
El pasaje profético es ciertamente mesiánico. Miqueas consuelaa su pueblo, frente a la amenaza de Asiria, con la promesa de un futuro Libertador, descendiente de David. Del simple texto no deriva que fuese necesario que el Mesías naciera materialmente en Belén; bastaba con que fuera oriundo de allí por su ascendencia davídica.
El texto de Miqueas en labios de los escribas y en la pluma del evangelista significa que para los primeros el Mesías debía nacer en Belén de la descendencia de David, y el segundo hace constar que Jesús cumplía estos requisitos.
.
.
¿Quiénes eran los magos?
El evangelista presenta a los protagonistas del relato como «unos Magos que venían del Oriente». No dice cuántos eran, ni cómo se llamaban, ni de dónde procedían exactamente. La tradición antigua navega por todos esos mares, pero sin rumbo cierto.
En cuanto al número, los monumentos arqueológicos fluctúan considerablemente; un fresco del cementerio de S. Pedro y S. Marcelino en Roma representa a dos; tres muestra un sarcófago que se conserva en el Museo de Letrán; cuatro aparecen en el cementerio de Santa Domitila, y hasta ocho en un vaso del Museo Kircheriano.En las tradiciones orales sirias y armenias llega a hablarse de doce.
.
Ha prevalecido, no obstante, el número de tres acaso por correlación con los tres dones que ofrecieron -oro incienso y mirra- o porque se los creyó representantes de las tres razas: Sem, Cam y Jafet.
Los nombres que se les dan (Melchor, Gaspar, Baltasar) son relativamente recientes. Aparecen en un manuscrito anónimo italiano del s. IX, y poco antes, en otro parisino de fines del s. VII, bajo la forma de Bithisarea, Melichior y Guthaspa.
En otros autores y regiones se los conoce con nombres totalmente distintos. Su condición de reyes, que carece absolutamente de fundamento histórico, parece haberse introducido por una interpretación demasiado literal del Salmo 72,10: «Los reyes de Tarsis y las islas le ofrecerán dones; los reyes de Arabia y Sabá le traerán regalos». Nunca en las antiguas representaciones del arte cristiano aparecen con atributos regios, sino simplemente con gorro frigio y hábitos de nobles persas.
.
También sobre el lugar de su origen discrepan los testimonios antiguos. Unos los hacen proceder de Persia, otros de Babilonia o de Arabia, y hasta de lugares tan poco situados al oriente de Palestina como Egipto y Etiopía. Sin embargo, un precioso dato arqueológico del tiempo de Constantino muestra la antigüedad de la tradición que parece interpretar mejor la intención del evangelista, haciéndolos oriundos de Persia.
Refiere una carta sinodal del Conc. de Jerusalén del año 836 que en el 614, cuando los soldados persas de Cosroas II destruyeron todos los santuarios de Palestina, respetaron la basílica constantiniana de la Natividad en Belén, porque, al ver el mosaico del frontispicio que representaba la Adoración de los Magos, los creyeron por la indumentaria compatriotas suyos.
.
.
La estrella de los magos
En el relato de S. Mateo la estrella juega un papel importante.
.
Es una estrella que los magos vieron en Oriente, pero que luego no volvieron a ver hasta que salieron de Jerusalén camino de Belén; entonces se mueve delante de ellos en dirección norte-sur y, finalmente, se para sobre la casa donde estaba el Niño.
Los magos dicen haberla reconocido como la estrella de Jesús («Hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle»; Mt 2,2).
.
Supuesto el carácter preternatural de la estrella, que al parecer sólo habría sido visible para los magos, quedaría por explicar por qué entendieron ellos que era la estrella de Jesús y se sintieron obligados a desplazarse para adorarle.
Nada tendría, en ese supuesto, de extraño que persas piadosos se hubieran ido interesando por las Escrituras de los judíos y participaran de algún modo en su esperanza en un Mesías Rey, de manera que, al percibir un fenómeno estelar, lo relacionaran con él.
Sea de ello lo que fuere, lo que podemos decir es que, de una manera u otra, Dios los movió a ponerse en camino y dirigirse a Israel en espera de un gran rey.
.
La celebración de la fiesta de la Epifanía del Señor
Desde tiempos muy remotos, tanto en Oriente como en Occidente –a excepción de la ciudad de Roma y, probablemente, de las provincias de África– la Iglesia celebró el día 6 de enero la manifestación de Dios al mundo, fiesta posteriormente conocida como Epifanía. En efecto, ya en el siglo II se encuentran referencias acerca de una conmemoración del bautismo de Jesús, por parte de algunas sectas gnósticas. De todos modos, habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo IV para recoger los primeros testimonios procedentes de ámbitos ortodoxos.
El origen de la solemnidad de Epifanía es bastante oscuro. Una tras otra se han sucedido las más variadas hipótesis, si bien, en cualquier caso, parece que la fiesta surgió dentro del proceso de inculturación de la fe, como cristianización de una celebración pagana del Sol naciente, de gran arraigo en la región oriental del Imperio.
Muy pronto, en Occidente, la fiesta de Epifanía revistió un triple contenido teológico, como celebración de la manifestación a los gentiles del Dios encarnado –adoración de los Reyes Magos–, manifestación de la filiación divina de Jesús –bautismo en el Jordán– y manifestación del poder divino del Señor – milagro de las bodas de Caná–. En Oriente, con la introducción de la fiesta de la Navidad, el 25 de diciembre, la solemnidad de Epifanía perdió su carácter de celebración del nacimiento de Cristo, y se centró en la conmemoración del Bautismo en el Jordán.
En la Iglesia romana, la celebración litúrgica de la Epifanía gira hoy día en torno a la universalidad del designio salvífico divino. Así, las lecturas refieren la vocación salvífica de los gentiles, ya anunciada por los profetas (IS 60: 1-6) y realizada plenamente en Cristo (Ef 3: 2-3. 5-6 y Mt 2: 1-12). Esta misma perspectiva puede advertirse en los textos eucológicos.
BIBL.: J. ENCISO VIANA, La estrella de Jesús, en Por los senderos de la Biblia, t. II, Madrid-Buenos Aires 1957, 155-160; J, RACETTE, L’Évangile de 1′Enfance selon S. Matthieu, «Sciences Ecclésiastiques» 9 (1957) 77-82; S. MUÑOZ IGLESIAS, El género literario del Evang. de la Infancia en S. Mateo, «Estudios Bíblicos» 17 (1958) 245-273, especialmente 264-268; ÍD, Venez, adorons-le, en Assemblés du Seigneur, 13,31-44; A. M. DENIS, L’adoration des Mages vue par Saint Matthieu, «Nouvelle Revue Théologique» 82 (1960) 32-39; G. D. GORDINI, A. M. RAGGI, Magi, en Bibl. Sanct. 8,494-528 (con abundante bibl.).
A partir del siglo V, poco después que el Concilio de Éfeso proclamara a María con el título deTheotokos, se comienza a atribuirla el título de Reina.
La contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como Madre de Dios. En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos, la Madre de Dios.
Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios [56]. Por lo demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros [57]. Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a María con el nombre de laTheotokos [58].
En el siglo IV, el término Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez más a menudo a ese término, que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia. Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad del título «Madre de Dios» [59].
Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente en el año 431 por el concilio de Efeso. Cuando proclama a María «Madre de Dios», la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y en la Madre. Con la definición de la maternidad divina de María los Padres conciliares querían poner de relieve su fe en la divinidad de Cristo.
Las dificultades y las objeciones planteadas por Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas reflexiones útiles para comprender e interpretar correctamente ese título. La expresión Theotokos,que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina.
El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Así pues al proclamar a María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.
«La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino da la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús que es persona divina, es Madre de Dios (...) En la Theotokos la Iglesia, por una parte, encuentra la garantía de la realidad de la Encarnación, porque "si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la carne (...) y serían ficticias también las cicatrices de la resurrección" [60].
Y, por otra, contempla con asombro y celebra con veneración la inmensa grandeza que confirió a María Aquel que quiso ser hijo suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida a la Virgen de Nazaret proclama también la nobleza de la mujer y su altísima vocación» [61].
En suma, Dios trata a María como persona libre y responsable, no lleva a cabo la Encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su consentimiento y, así, «en María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios con y por medio del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe» [62].
A partir del siglo V, poco después que el Concilio de Éfeso proclamara a María con el título deTheotokos, se comienza a atribuirla el título de Reina. Precisamente en la escena de la adoración de los Magos, san Mateo presenta a María a sus lectores judíos, implícta pero claramente, como la nueva gebiráh del reino mesiánico que Jesús va a instaurar con su venida al mundo. En efecto, si nos centramos en los aspectos marianos de este pasaje, advertimos dos características muy significativas.
Por una parte, todo el pasaje de los Magos está centrado en el homenaje que se desea rendir al «Rey de los judíos»; un rey de la estirpe de David y profetizado como Rey-Mesías en el AT [63]. Y, por otra, la protagonista es María y el Niño, sabiendo que san Mateo tiene como protagonista de su Evangelio de la Infancia a san José. Aquí desaparece de la escena del relato, y no es razonable suponer que el santo Patriarca estuviera ausente en un momento tan importante y delicado.
«En la corte de Judá, la madre del rey ocupa un lugar honorífico y goza de ciertas prerrogativas. Se la llamará gebiráh [64], la que da origen al héroe (geber) que es el rey [65]. Betsabé será la primera "gran dama" en Israel. Sin que se pueda precisar exactamente su poder, está claro —si se compara la postración que hace ante David, su esposo [66], con la que recibe de Salomón, su hijo [67]—; que después de la muerte de David se transformaron por completo su relación con el poder real y su dignidad. A continuación, al comienzo de cada reinado en Judá, el autor del libro de los Reyes anotará con cuidado, al lado del nombre del rey, el nombre de su madre» [68].
Por esto, muchos estudiosos ven en estos dos detalles una intención teológica del hagiógrafo, que asocia a María en la función regia de su Hijo, como Madre del Rey [69].
San Félix I (Roma, ¿202? - 30 de diciembre de 274) fue el papa nº 26 de la Iglesia católica de 269 a 274.
Hijo de un hombre llamado Constancio, su pontificado coincidió con el gobierno del emperador Aureliano quien en los primeros años de su reinado abandonó la política de persecuciones que contra los cristianos habían aplicado sus antecesores.
En los comienzos de su pontificado llegaron a Roma noticias del sínodo que se había celebrado en Antioquía y que había depuesto al obispo antioquiano Pablo de Samosata por enseñar una doctrina contraria a las enseñanzas de la Iglesia sobre la Trinidad. La cuestión había tomado un cariz político por el apoyo a Pablo de Samosata del emperador Aureliano, a pesar de lo cual Félix emitió un decreto indicando que nadie podía ser obispo si no estaba en comunión con la sede de Roma con lo que ratificó la deposición aprobada en el concilio de Antioquía del obispo de la ciudad, afirmando la «divinidad y humanidad de Jesucristo» y las «dos naturalezas distintas en una sola persona».
Ordenó enterrar a los mártires bajo los altares de los templos y celebrar la misa sobre sus sepulcros, celebración que sólo podrían realizar los sacerdotes y en el propio templo salvo por causa mayor, para impedir la celebración de misas privadas. Hacia el final de su pontificado, Aureliano retomó la política de persecuciones; sin embargo, dichas persecuciones tuvieron duración breve puesto que fueron suspendidas tras la muerte del emperador en el año 275.