Un baño ritual judío de la época de Jesús a los pies del Monte de los Olivos
Unas excavaciones cerca de la basílica de Getsemaní, en Jerusalén, arrojan también el hallazgo de una iglesia bizantina
Las excavaciones arqueológicas en Getsemaní han sacado a la luz un baño ritual de dos mil años en la basílica de la Agonía. Es el primer registro arqueológico del período del Segundo Templo en este lugar de Jerusalén.
Una de las primeras evidencias arqueológicas del período del Segundo Templo enGetsemanífue desenterrada cerca de la moderna basílica de la Agonía, durante las excavaciones realizadas por la Autoridad Israelí de Antigüedades (Aia) en colaboración con el Studium Biblicum Franciscanum (Sbf). Es un baño ritual de hace unos dos mil años, que por tanto se remonta a la época de la presencia de Jesús en Jerusalén. Además, se han descubierto importantes restos de una iglesia bizantina en el valle de Kidron, al pie de la basílica, también conocida como la Iglesia de las Naciones.
Excavaciones del baño ritual presentadas el 21 de diciembre 2020 (foto Nadim Asfour / CTS)
Estos emocionantes descubrimientos fueron presentados el lunes 21 de diciembre de 2020, en una conferencia de prensa en el lugar de las excavaciones, a la que asistieron el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, arqueólogos israelíes y profesores del Studium Biblicum Franciscanum .
En los últimos años, la Custodia de Tierra Santa ha invertido en el desarrollo del turismo en la Iglesia de Getsemaní y en el Valle Kidron que se encuentra a sus pies, en beneficio de turistas y peregrinos. Estos proyectos incluyen un centro de visitantes y un túnel subterráneo que conectará la iglesia con Kidron Valley. Cuando los trabajadores que estaban realizando las obras se encontraron con los restos antiguos, la Autoridad de Antigüedades de Israel emprendió una excavación de rescate en el sitio, dirigida por Amit Re'em y David Yeger y con la asistencia del Studium Biblicum Franciscanum .
Un baño de purificación
A pocos metros de la basílica de la Agonía, los trabajadores descubrieron una cavidad subterránea, que ha sido identificada como un baño ritual del período del Segundo Templo, la época de la historia judía desde el exilio babilónico (siglo VI a.C.) hasta la destrucción. del Tempio, 70 d.C. Estos lugares, llamados mikveh , respondían a la necesidad de una purificación ritual.
Según el arqueólogo Amit Re'em, el descubrimiento del baño ritual confirmaría el origen del nombre Getsemaní:
"La mayoría de los baños de esa época -explicó- se encontraban en domicilios particulares o edificios públicos, pero algunos eran encontrado en tumbas o estructuras agrícolas, por lo tanto al aire libre. Este baño, que no está próximo a otras construcciones, podría dar fe de la existencia en este hace dos mil años de actividades agrícolas como la producción de aceite o vino. Las leyes judías obligaban a los trabajadores involucrados en la producción de aceite y vino a purificarse. El descubrimiento del baño ritual puede, por tanto, sugerir que, en el origen del antiguo nombre Getsemaní, se encuentra Gat Shemanim (molino de aceite), un lugar donde se producía el aceite ».
El Padre Custodio recordó que Getsemaní es uno de los santuarios más importantes de Tierra Santa, un lugar de oración, porque Jesús solía venir aquí a orar y orar incluso después de su última cena con los discípulos antes de ser arrestado. Por eso, millones de peregrinos visitan estos lugares cada año y se detienen en oración.
Incluso las últimas excavaciones realizadas en el sitio confirman la antigüedad de la memoria y la tradición cristiana relacionada con este lugar. "Es muy importante para nosotros - agregó Patton - y por el significado espiritual relacionado con los descubrimientos arqueológicos".
La gran iglesia de Getsemaní, ubicada al pie del Monte de los Olivos y diseñada por Antonio Barluzzi en la década de 1920, fue construida en el lugar donde la tradición cristiana sostiene que Jesús fue traicionado y entregado a los soldados. La iglesia fue construida sobre los restos de iglesias anteriores de los períodos bizantino y cruzado. Sin embargo, no se han encontrado restos de la era del Segundo Templo hasta el día en que Jesús visitó el sitio.
Los restos de una iglesia previamente desconocida
Las excavaciones también han sacado a la luz una iglesia aún desconocida, fundada a finales del período bizantino (siglo VI) y que continuó siendo frecuentada durante el período omeya (siglo VIII). La iglesia fue decorada con elementos de piedra finamente labrada que muestran su importancia.
Las inscripciones griegas encontradas en el suelo y descifradas por la profesora Leah Di Segni, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y por Fra Rosario Pierri, decano del Studium Biblicum Franciscanum , dicen:
"Para la memoria y el descanso de los amantes de Cristo (cruz) Dios que recibió el sacrificio de Abraham, acepta la oferta de tus siervos y concédeles la remisión de los pecados. (cruz) Amén ».
El arqueólogo David Yeger observó que la Iglesia pudo haber sido utilizada, y quizás incluso fundada, en la era musulmana. Esto muestra que las peregrinaciones a Jerusalén continuaron incluso después de la conquista musulmana.
Con la posterior conquista ayubí a finales del siglo XII, el sultán Salah-a-Din, según fuentes históricas, ordenó la destrucción de las iglesias y edificios del Monte de los Olivos y utilizó las piedras para restaurar las murallas de la ciudad.
Según Amit Re'em, «las excavaciones en Getsemaní son uno de los mejores ejemplos de arqueología en Jerusalén, en el que diferentes tradiciones y creencias se entrelazan con evidencias arqueológicas e históricas. Los nuevos descubrimientos se incorporarán al nuevo centro de visitantes, aún en construcción, y se mostrarán a los peregrinos y turistas cuando regresen pronto a visitar Jerusalén.
Fructífera colaboración
Fray Eugenio Alliata, que hoy es el director del Museo Terra Sancta , recordó durante la rueda de prensa cómo "no pocos franciscanos se han distinguido en el pasado en la investigación arqueológica de este importante sitio evangélico de Getsemaní". Desde las investigaciones de fray Gaudenzio Orfali, fallecido prematuramente en 1926, que había estudiado la iglesia bizantina sobre la que se erigió la nueva basílica, hasta fray Virgilio Corbo, que ilustró el descubrimiento de numerosos entierros romano-bizantinos, durante el ensanche de la carretera de Jerusalén. -Gerico en los 50.
En tiempos más recientes, el trabajo arqueológico fue realizado en la propiedad franciscana por arqueólogos israelíes, como Fanny Vitto y Jon Seligman en la década de 1990, y la colaboración continúa hoy.
«No debemos olvidar - observó fray Alliata - que tanto para los cristianos como para los judíos, este es el valle de Josafat, el valle del Juicio Final de Dios el día de la Resurrección final. Esperamos que las obras actuales, con sus relevantes descubrimientos, puedan jugar un papel importante en la reapertura del recinto religioso a los peregrinos cristianos, así como al público en general ”.
Elogiando la fructífera cooperación entre la Sbf y La Haya y esperando futuras colaboraciones científicas, el Padre Custode dijo:
"No tenemos miedo de excavar y no debemos tener miedo de excavar, porque la búsqueda de la verdad en sí, ya sea arqueológica, científica o la religión, requiere necesariamente el coraje y la constancia para excavar: en un terreno, dentro de las leyes de la naturaleza, en las bibliotecas, dentro de la propia alma ”.
En la gruta de Belénno faltaba un elemento característico de la cuevas utilizadas para que los animales se resguardasen: el pesebre.
Tallado generalmente en la roca viva, que en Belén es particularmente fácil de trabajar. Es de de forma rectangular, aunque los hay también de madera, y forma un hueco donde se metía lo que en Palestina se da a las bestias: no heno, que no hay, sino paja con un poco de cebada.
Esta es la tradicional Cuna del Niño Jesús. Éste es el Pesebre (griego fátne, latín praesepium,) en cuya concavidad, en forma de cuna, María colocó al Niño, envuelto en pañales (Lc 2,7).
Acerca del pesebre conviene señalar que en la Basílica de Santa María la Mayor de Romase conservan unas tablas que tradicionalmente se asocian al pesebre de Jesús. ¿Qué decir de esto?
De entrada, cabe observar que estando cavado el pesebre en la piedra rocosa ninguno podía llevárselo, por lo que permanece en su sitio, más o menos como era. En el hueco de la roca podía haber o la simple paja adaptada para jergón, o también maderos adaptados como cuna por el carpintero de Nazaret; alrededor, o en la parte superior, podía haber también una rastrillera formada por toscas tablas de madera para tener el forraje cuando comían los animales.
En Santa María Mayor de Roma ¿qué hay concretamente?... Hay algunas tablillas, cinco para precisar, de 70 a 80 cms. de largas por 10 cms. de anchas:
1) una de ellas seguramente no es de Palestina;
2) las otras cuatro son de plantas existentes en Palestina, familia de los ácer duro, o acacia;
3) auténticas, o no, ¿pueden ser el pesebre original? No es posible que el Pesebre de Cristo consistiese en cuatro tablillas desarregladas, con un maestro carpintero como José...;
4) Posible, en cambio que se tratase o de las toscas tablas de la rastrillera, o también las tablillas que hacían de orilla, o borde al hueco para que resultase como "cuna" el cómodo pesebre.
Alguno dice también probable como apoyo en forma de X del pesebre - cuna de arcilla y paja, en que el Niño podía estar seguro y descansar, atado a la cintura con cintas, mientras la Madre trabajaba. Pero esto no en el nacimiento, sino más tarde.
Es Navidad. Todos disfrutamos en estas fechas poniendo el Belén, siempre viejo y siempre nuevo. Allí están los pastores guardando los rebaños en la noche, cuando se les presenta el ángel que anuncia la buena noticia: «Hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor». A la vez, escuchan el canto de los cielos: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres».
Navidad es la fiesta de toda la familia: de los niños, de los padres, de los abuelos, de los tíos y los primos, de los amigos. La Navidad y los Reyes Magos, como en otros momentos del año también la Semana Santa o la Pascua, forman parte de nuestras raíces, de nuestras costumbres, del patrimonio cultural de nuestra tierra. Un tesoro que merece ser reconocido y conservado. El portal, las casas y las figuras del Belén invitan a mirar al pasado, pero también a reflexionar sobre el presente. La contemplación del Hijo de Dios hecho hombre abre caminos de convivencia, respeto y humanidad.
¿Cómo era el Belén de verdad, aquel donde nació Jesús? Pues una población pequeña, constituida por un puñado de casas salpicadas en la ladera de una colina, unos ocho kilómetros al sur de Jerusalén. Al pie de la loma comienza un extenso llano donde se cultiva trigo y cebada. Tal vez debido a su riqueza en la producción de cereales la ciudad recibió el nombre de Bet-Léjem, palabra hebrea que significa «Casa del pan». Según una vieja tradición, en esos campos había conocido Booz a Rut, la moabita, hacía muchos siglos. Su bisnieto, el rey David, nació en aquella aldea. Dice el evangelio de San Lucas que María y José se dirigieron a Belén, la ciudad de David, para empadronarse.
A comienzos del siglo I Belén era, pues, poco más de cuatro casas rodeadas por una muralla que estaría mal conservada, o incluso desmoronada en gran parte, ya que había sido edificada casi mil años antes. Sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería. Tenía buenos campos de cereales. Además, en las regiones limítrofes con el desierto, pastaban rebaños de ovejas.
En el horizonte todavía hoy se divisa la inconfundible silueta del Herodium, un palacio-fortaleza que Herodes había construido no lejos de allí.
La vida de la gente corriente no era fácil, cómoda ni segura en aquellos años. Herodes era un personaje siniestro y sin escrúpulos que se encontró con el poder sin contar con méritos para gobernar. No era judío sino idumeo, pero con sus intrigas en Roma logró los apoyos suficientes para conseguir que los romanos lo reconocieran como rey y hacer efectivo su mando a partir del año 37 a.C. Sin embargo, ha pasado a la historia como el rey cruel que no dudó en erigirse en señor de la vida y de la muerte de sus súbditos, fueran niños o ancianos.
El pueblo llano de Belén pudo experimentar hasta qué extremo puede cegar el afán de poder: con tal de eliminar a Cristo -¡un niño indefenso, recién nacido!- al que veía como posible competidor de su realeza, ordenó el exterminio de los más inocentes, los niños nacidos en ese pueblo durante los últimos años.
Pero, por encima de esa maldad, el nacimiento de Jesús fue y es una fiesta de paz para todos los hombres de buena voluntad. La venida al mundo del Hijo de Dios hecho hombre, manifiesta el amor que Dios tiene a todo ser humano. Quiso venir al mundo pobre, pero en el ambiente natural y más oportuno para el desarrollo integral de su persona, en el calor de una familia normal, un varón y una mujer a quienes llamar con gozo desde sus primeros balbuceos «abba» (papá) e «imma» (mamá).
Al cabo de dos milenios hay cosas que han cambiado poco. No faltan quienes como Herodes, al margen de sus opciones políticas con aciertos y con fallos, desprecian el valor inviolable de la vida humana especialmente en los momentos de mayor debilidad: cuando acaba de ser concebida o cuando declina; o están empeñados en apartar de la escena a quienes contemplan como competidores ideológicos. Sólo quien está cegado por el apasionamiento puede sentirse acosado por el aire libre y el agua clara de la verdad objetiva, por la inocencia de quien no tiene otra fuerza que el amor. Sin embargo, desde el más rancio fundamentalismo laicista hay poderosos que miran hoy con recelo a quien sólo busca con transparencia el bien para todo ser humano sin excepción y en todas las circunstancias.
Pero Jesús, ese niño débil e indefenso, es Dios. No nació para buscar conflictos con el poder romano ni con la tiranía de quienes se creían intérpretes infalibles de la Ley, pero no se achantó ante el error, la fuerza del mal ni la injusticia. Traía la verdad, el bien, la luz y la paz que el mundo necesita. Él vino a liberar a todos los hombres y mujeres de las tiranías que lleva consigo el pecado. Ofreció su vida también por sus perseguidores y por quienes lo odiaban, para que también ellos pudieran alcanzar la salvación. Para que pudieran tener una vida feliz y perdurable.
Por eso hoy la Navidad es fiesta de amor y libertad, de hablar con soltura y confianza de las cosas buenas que bullen en el corazón, sin acobardarse ante ambientes adversos. Un buen momento para reconocer qué buena y qué gozosa es la realidad del matrimonio y de la familia, qué hermosa la sonrisa de un niño, qué tierna la mirada afectuosa del abuelo enfermo que apenas balbucea. Una oportunidad para contemplar a la sociedad en que vivimos con realismo y alegría: aunque no falten dificultades es mucho lo que se puede hacer para construir, con el esfuerzo de todos, un mundo en el que valga la pena vivir.
La Navidad trae una invitación a todos los hombres de buena voluntad para que recapacitemos, para que, respetando las diferencias, opiniones y modos de ser de cada uno, busquemos decididamente lo importante: el auténtico bien de todo ser humano, por encima de egoísmos personales. Es fiesta de optimismo, de luz, de reconciliación, de alegría y de paz.
Descubra sin salir de casa los detalles ocultos de las basílicas romanas
No hay nada que pueda sustituir una visita a Roma para admirar la Capilla Sixtina o la Basílica de San Pedro; sin embargo, Internet permite ahora realizar visitas virtuales a algunos de los lugares más sagrados de la Ciudad Eterna, ofreciendo detalles que ni siquiera en vivo pueden apreciarse.
La visita a la Capilla Sixtina puede realizarse desde su casa y tan sólo es necesario contar con un ordenador y una conexión a Internet, gracias a este nuevo servicio ofrecido por la página web de la Santa Sede.
El proyecto ha involucrado durante dos años a estudiantes de la Universidad de Villanova en Pennsylvania (Estados Unidos), a quienes se les ha permitido fotografiar estas joyas del arte de todos los tiempos. Miles de fotografías fueron tomadas en la Basílica de San Pedro y en la Capilla Sixtina, con una avanzada cámara motorizada sobre raíl, y posteriormente compuestas y unidas digitalmente para crear un panorama virtual en una proyección tridimensional.
Los peregrinos y turistas virtuales pueden utilizar el zoom y acercarse a los detalles de las obras de arte gracias a la elevada resolución.
EXPECTAClÓN DEL PARTO
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
NUESTRA SEÑORA DE LA O
Esperar al Señor que ha de venir es el tema principal del santo tiempo de Adviento que precede a la gran fiesta de Navidad. La liturgia de este período está llena de deseos de la venida del Salvador y recoge los sentimientos de expectación, que empezaron en el momento mismo de la caída de nuestros primeros padres.
En aquella ocasión Dios anunció la venida de un Salvador. La humanidad estuvo desde entonces pendiente de esta promesa y adquiere este tema tal importancia que la concreción religiosa del pueblo de Israel se reduce en uno de sus puntos principales a esta espera del Señor. Esperaban los patriarcas, los profetas, los reyes y los justos, todas las almas buenas del Antiguo Testamento. De este ambiente de expectación toma la Iglesia las expresiones anhelantes, vivas y adecuadas para la preparación del misterio de la "nueva Natividad" del salvador Jesús.
En el punto culminante de esta expectación se halla la Santísima Virgen María. Todas aquellas esperanzas culminan en Ella, la que fue elegida entre todas las mujeres para formar en su seno el verdadero Hijo de Dios.
Sobre Ella se ciernen los vaticinios antiguos, en concreto los de Isaías; Ella es la que, como nadie, prepara los caminos del Señor.
Invócala sin cesar la Iglesia en el devotísimo tiempo de Adviento, auténtico mes de María, ya que por Ella hamos de recibir a Cristo.
Con una profunda y delicada visión de estas verdades y del ambiente del susodicho período litúrgico, los padres del décimo concilio de Toledo (656) instituyeron la fiesta que se llamó muy pronto de la Expectación del Parto, y que debía celebrarse ocho días antes de la solemnidad natalicia de nuestro Redentor, o sea el 18 de diciembre.
La razón de su institución la dan los padres del concilio: no todos los años se puede celebrar con el esplendor conveniente la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma o la solemnidad pascual, en cuyos días no siempre tienen cabida las fiestas de santos ni es conveniente celebrar un misterio que dice relación con el comienzo de nuestra salvación. Por esto, speciali constitutione sancitur, ut ante octavum diem, quo natus est Dominus, Genitricis quoque eius dies habeatur celeberrimus, et praeclarus "Se establece por especial decreto que el día octavo antes de la Natividad del Señor se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su santísima Madre".
En este decreto se alude a la celebración de tal fiesta en "muchas otras Iglesias lejanas" y se ordena que se retenga esta costumbre; aunque, para conformarse con la Iglesia romana, se celebrará también la fiesta del 25 de marzo. De hecho, fue en España una de las fiestas más solemnes, y consta que de Toledo pasó a muchas otras iglesias, tanto de la Península como de fuera de ella. Fue llamada también "día de Santa María", y, como hoy, de Nuestra Señora de la O, por empezar en la víspera de esta fiesta las grandes antífonas de la O en las Vísperas.
Además de los padres que estuvieron presentes en el décimo concilio de Toledo, en especial del entonces obispo de aquella sede, San Eugenio III, intervino en su expansión—y también a él se debe el título concreto de Expectación del Parto—aquel otro gran prelado de la misma sede San Ildefonso, que tanto se distinguió por su amor a la Señora.
La fiesta de hoy tenía en los antiguos breviarios y misales su rezo y misa propios. Los textos del oficio, de rito doble mayor, tienen, además de su sabor mariano, el carácter peculiar del tiempo de Adviento, a base de las profecías de Isaías y de otros textos apropiados como los himnos. Nuestro Misal conserva todavía para la presente fecha una misa, toda a base de textos del Adviento. Es un resumen del ardiente suspiro de María, del pueblo de Israel, de la Iglesia y del alma por el Mesías que ha de venir. Sus textos—casi coinciden con la misa del miércoles de las témporas de Adviento, y todavía más con la misa votiva de la Virgen, propia de este período—son de Isaías (introito, epístola y comunión ) y del evangelio de la Anunciación. Las oraciones son las propias de la Virgen en el tiempo de Adviento.
Precisamente en la víspera de este día dan comienzo las antífonas mayores de la O, por empezar todas ellas con esta exclamación de esperanza. Y así continúa la Iglesia por espacio de siete días, del 17 al 23, en este ambiente de santa expectación y demanda de la venida del Salvador.
Nada, pues, más a propósito que la contemplación de María en los sentimientos que Ella tendría en los días inmediatos a la natividad de su divino Hijo. "Si todos los santos del Antiguo Testamento—escribe el padre Giry (Les petits Bollandistes t. 14 p.373 )—desearon con ardor la aparición del Salvador del mundo, ¿cuáles no serían los deseos de Aquella que había sido elegida para ser su Madre, que conocía mejor que ninguna otra criatura la necesidad que tenia la humanidad, la excelencia de su persona y los frutos incomparables que debía producir en la tierra, y la fe y la caridad, que sobrepasan la de todos los patriarcas y profetas? Fue tan grande el deseo de la Santísima Virgen, que nosotros no tenemos palabras para expresar su mérito. Y tampoco podemos concebir cuál fue su gozo cuando Ella vió que sus deseos y los de todos los siglos y de todos los hombres iban a realizarse en Ella y por Ella, ya que iba a dar a luz la esperanza de todas las naciones, Aquel sobre quien se fijaban los ojos de todos en el cielo y en la tierra y miraban como a su libertador."
María, repetimos, está en la cumbre de esta esperanza o, con otras palabras: con María la esperanza es completa, se hace firme. Unidos a Ella, ya que nuestro adviento, el que nosotros esperamos, tuvo principio en la celestial Señora, por haber llevado en su seno virginal a Jesús durante nueve meses, nuestra expectación será más digna del gran Señor que va a venir.
María presenta para el cristiano de hoy la posición que éste debe mantener, máxime en estos días: esperar al Señor. Que Él se incorpore más y más en nosotros, donec formetur Christus in nobis, y que un día, lejano o próximo ya, venga a buscarnos para unirnos definitivamente con Él. El cristiano debe esperar al Señor, donec veniat, hasta que venga para aquel abrazo de unión indisoluble y eterna. Toda la vida del cristiano es una expectación. El modelo de ésta lo ofrece María.
La presente fiesta mariana, como todas las de la Virgen, además de ser un ejemplo, es una intercesión. Debe servir para afianzar y hacer más intensa esta espera y ayudarnos a cantar con Ella, con la Iglesia-Virgen las antífonas mayores del Magniticat: O Sapientia, O Adonai, O Emmanuel..., veni!
Ambas figuras aparecen representadas en millones de Pesebres
La reflexión de Benedicto XVI
Llega la Navidad, y estos días millones de hogares han cumplido con la tradición de poner su Portal de Belén, para representar de esta manera el nacimiento de Jesús.
Una tradición, la de montar el pesebre, que se puede realizar de diferentes formas. Algunos optan únicamente por las figuras principales, es decir, las de San José, la Virgen María y el Niño Jesús junto al buey y la mula.
Pero la mayoría de los Pesebres incluyen otras figuras que se han ido pasando de generación en generación, como los Reyes Magos, los artesanos, la lavandera, el soldado romano, los pastores con sus ovejas... o el buey y la mula.
¿Por qué el buey y la mula aparecen representados en el Portal de Belén?
Todo parece indicar que es una tradición que se remonta a los inicios del 'belenismo' en el año 1223, cuando San Francisco de Asís creó la representación del nacimiento de Cristo. En aquel momento, de Asís se encontraba en el pueblo italiano de Greccio. Eran los últimos años de su vida. Su salud era delicada, falleciendo tan solo tres años más tarde, en 1226.
"Desearía provocar el recuerdo del niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y la mula", contaba de Asís, según relata su primer biógrafo, Thomas de Celano. Este es el motivo por el que el buey y la mula están siempre representados en el Pesebre.
Según revela la tradición, la mula representa al animal más humilde de la creación, mientras que el buey tiene la función calentar con su aliento la cuna de Jesús. Hay que recordar además que tanto el buey como la mula son los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia católica. La Iglesia precisa que las personas son buey y mula frente a lo eterno, buey y mula cuyos ojos se abren en la Nochebuena para reconocen a su Señor.
La reflexión de Benedicto XVI sobre el buey y la mula
En su libro 'La Infancia de Jesús', el Papa Benedicto XVI recogía una cita de Isaías sobre ambos animales en el Portal de Belén.
“El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales.
Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: ‘el buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
En un primer momento y de manera errónea, muchos medios interpretaron que el Santo Padre estaba negando la existencia del buey y la mula en el pesebre, cuando no fue así.
El Jordánatraviesa Palestina de norte a sur y es un río principal de la región. Partiendo del lago Genesaret, el río Jordán sigue su curso formando meandros hasta alcanzar el Mar Muerto, recorriendo una distancia de 330 kilómetros.
Cuando desemboca en el Mar Muerto, alcanza los 392 metros bajo el nivel del mar. Por tanto, el Jordán es el único río del mundo que llega bajo el nivel del mar. Actualmente, es una de las más importantes fuentes de agua para Israel.
En el Antiguo Testamento, el río Jordán es citado en la curación del leproso Naaman. Según el relato, Naaman sufría de lepra y, tras haberse sumergido siete veces en las aguas del río, por orden del profeta Eliseo, se cura. Desde ese momento, Naaman renuncia al dios Rimon y acepta al Dios de Israel. Según los Evangelios, Juan Bautista desarrolló su predicación en las orillas del Jordán, donde Jesús fue bautizado. Juan predicó un «bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Marcos 1,4; cfr. Lucas 3,3) y realizaba estas inmersiones en las aguas del río Jordán (Marcos 1,5; cfr. Juan 1, 28; 3,23).
El episodio del Bautismo de Jesús narra el encuentro entre Jesús de Nazaret y Juan el Bautista. Ambos fueron engendrados por la revelación de lo posible frente a lo imposible. Siendo Jesús bautizado, entra en un nuevo tiempo… comienza su Vida Pública.
El Bautista, como precursor, anuncia Jesús, expone su doctrina e inaugura un gesto que después se convertirá en la puerta de entrada para el cristianismo: el bautismo en el agua.
El Padre unge al Hijo con el Espíritu para la misión liberadora de anunciar el Reino de justicia. Su unción recuerda el Salmo 2,7, «Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy», subrayando que él es el Rey Mesías. Pero su mesianismo se refiere a la actuación del Siervo del Señor (cfr. Isaías 42, 1ss).
Estos son los acontecimientos bíblicos que, según la Sagrada Escritura, tuvieron lugar en las orillas de este río. Por esto se advierte una presencia cristiana en torno a este lugar. El sitio era ya conocido como un lugar sagrado en el IV siglo d.C. Esto lo atestiguan las ruinas de numerosas iglesias bizantinas, donde hay bellísimos mosaicos, escaleras de mármol que llevan al agua y una única piscina bautismal.
Desde la Guerra de los Seis Días en 1967, el área se ha convertido en zona militar cerrada. Desde hace poco tiempo, el lugar había sido reabierto al público, pero sólo dos veces al año o con cita previa. Sin embargo, en los últimos años, el Ministerio de Turismo de Israel ha hecho de este lugar un importante centro de peregrinación.
La aparición del cristianismo como fenómeno social
En el año 313 después de Cristo, el emperador romano de occidente, Constantino el Grande, y su homólogo de Oriente, Licinio, firmaron el Edicto de Milán, también llamado por la historiografía Edicto de Constantino o Acuerdos de Milán. Estas disposiciones imperiales otorgaban a la religión cristiana el carácter de religio licita, poniendo fin a las periódicas persecuciones contra los cristianos.
Cincuenta años más tarde, en el 380, Teodosio, emperador romano de oriente y occidente, por el decreto Cunctos populos o Edicto de Tesalónica, erigirá la religión cristiana como religión oficial del imperio romano y empezará una persecución implacable de los cultos paganos.
¿Cómo fue posible la expansión de un pequeño movimiento mesiánico nacido en los confines del Imperio romano, hasta llegar a convertirse en la religión dominante de la civilización occidental?
La irrupción del cristianismo en el imperio romano supuso una novedad respecto a los cultos antiguos y tradicionales. La religión en Roma se encontraba al servicio del estado que ejercía un control total sobre ella. De hecho, el emperador era el Pontifex Maximus y la religión formaba parte del ius publicum.
Los emperadores romanos, hombres prácticos y supersticiosos a la vez, fueron incorporando a la religión romana los cultos de los pueblos conquistados, logrando dos objetivos: no herir la sensibilidad de los recién conquistados y ganarse el favor de sus dioses (la pax deorum).
En ese sentido, el pantheon quedará como edificio emblemático donde cualquier ciudadano romano de cualquier lugar del imperio podría encontrar reconocido su culto particular.
La única novedad que incluyó el imperio respecto a los cultos ya existentes, fue la instauración del culto al emperador divinizado como culto por encima de todos los cultos y expresión de su dominio sobre los pueblos conquistados.
En las ciudades del Imperio todas las festividades cívicas tenían su celebración religiosa que se encontraba perfectamente descrita tanto en el ceremonial, como en la participación obligatoria de ministros y pueblo. Los únicos cultos perseguidos eran los que podían causar desorden social como los cultos a Baco o a Dionisio que eran propicios a los excesos.
De alguna manera, la religión ordenaba la ciudad, tenía una función social y además aseguraba la protección de los dioses sobre ella. La religión era una institución pública, algo de la comunidad, no del individuo. No se concebía como un hecho o sentimiento individual y menos como un sentimiento universal. La religión era una cuestión de estado y su práctica un óptimo medio de gobierno y de educación de los ciudadanos.
Otra característica de las religiones antiguas era su carácter nacional o urbano. A nadie se le consentía adoptar otra religión fuera de la de su nación. Es decir, cada ciudad independiente, o cada pueblo, etnia o nación tenía su propia religión, con sus propios dioses (aunque unos fueran trasuntos de otros) y no trataban de extender ese culto, imponerlo, o rivalizar con los cultos extranjeros.
De hecho, la muerte de Sócrates viene motivada por la acusación de querer importar deidades nuevas. Es más, en el caso de las grandes metrópolis del Imperio, Roma o Atenas (el famoso altar al dios desconocido), los distintos cultos convivían y eran bien recibidos. Se vivía una cierta tolerancia universal en el tema religioso cuanto no un sincretismo claro.
La libertad religiosa consistía en la posibilidad de participar en los ritos de las religiones nacionales, pero no era un derecho de la conciencia individual; como expresaba Cicerón en el De legibus: “Nadie tendrá dioses separadamente; y no se rinda culto privadamente a nuevos ni extranjeros, sino a los públicamente admitidos”.
Este sistema se rompe con la llegada del cristianismo. La nova religió (que por lo tanto carecía de una respetable tradición) presenta dos características inauditas: es proselitista y es intolerante. Nos encontramos por primera vez con una religión que se cree poseedora de la verdad y que tiene un sentido ecuménico, universal. Los cristianos son proselitistas, pretenden extender su culto y además su creencia no se encuentra ligada a una raza, nación o ciudad.
Además, no toleran otros cultos, puesto que los consideran falsos, introduciendo el concepto de herejía. Aquí cabría preguntarse por el judaísmo. El judaísmo es monoteísta, se presenta como la religión verdadera y de alguna manera también hace prosélitos. Esto es cierto, pero por un lado era una religión tradicional, antigua (algo que valoraban mucho los romanos), y por otro lado su proselitismo quedaba frenado por tratarse de una religión étnica, una religión de raza, lo cual la hacía disculpable a los ojos de la autoridad romana, que además otorgaba a los judíos un estatuto especial debido a su capacidad económica. No obstante, los mismos hebreos no se vieron exentos de persecuciones y violencias por parte de los emperadores romanos.
El choque del cristianismo con las religiones tradicionales propiciará la persecución por parte de la autoridad romana. Aparte de motivaciones particulares como las locuras imperiales, el ajuste de cuentas, la desviación de la atención del mal gobierno, el dar gusto a la gente, psicosis colectiva, etc… las magistraturas romanas verán en el cristianismo un atentado al orden social y al sistema religioso romano. No se trata de un odio teológico sino de razones políticas.
El desprecio al culto del emperador y a las demás religiones del Imperio era un ataque a las instituciones fundamentales. Bajo este prisma, no nos puede sorprender que el cristianismo haya sido acusado de ateísmo por parte de Roma. A sus ojos, eran ateos por no creer en los dioses tradicionales, en los dioses de sus antepasados, en los dioses protectores de la ciudad. Su religión no era cívica y, en consecuencia, no eran buenos ciudadanos. De hecho, se les perseguía con un sistema policial (ius coercitivum) más que con uno judicial.
Las persecuciones contra los cristianos propiciaron muchos mártires, también lapsis (apóstatas) y destrucción de comunidades enteras. No obstante, fueron discontinuas tanto en el tiempo como en el espacio. Es decir, hubo períodos de paz largos, en algunos casos tolerancia positiva hacia los cristianos y la aplicación de los decretos de persecución no siempre se cumplía con el mismo rigor en todas las partes del imperio.
Además, algunas veces la persecución se centraba sólo en la jerarquía y el clero, otras en los cristianos que ocupaban puestos en el funcionariado del imperio, o en las clases pudientes, y otras veces, se limitaban a la confiscación de bienes o la destrucción de lugares de culto. Esta variedad de modelos persecutorios, habla ya por sí sola del grado de desarrollo del cristianismo, sobre todo a partir del siglo III de nuestra era.
Nació en Africa, gobernó la Iglesia durante tres años. Vio junto con el Emperador Constantino el triunfo del cristianismo que después de la visión "in hoc signo vinces" se convirtió en "religión oficial del estado" con Tedosio. Aludiendo a él pronunció San Agustín estas palabras: "¡Oh hombre excelente, oh verdadero hijo de la paz, oh verdadero padre del pueblo cristiano!"
Se desconoce su año de nacimiento, pero fue elegido en el 310 o 311, y murió el 10 u 11 de enero del 314. Después del destierro del papa san Eusebio, la sede romana permaneció vacante por cierto tiempo, probablemente por las complicaciones del problema de los apóstatas, que había motivado el destierro de Eusebio (ver el artículo sobre él), y que no había quedado aclarado con el alejamiento del papa y de Heraclio, el instigador de la revuelta. El 2 de julio del 310 o 311, Melquíades, nativo de África, fue elevado al papado. Se desconoce el año exacto ya que el Catálogo Liberiano dice 2 de julio del 311 («ex die VI non. iul. a cons. Maximiliano VIII solo, quod fuit mense septembri Volusiano et Rufino»), pero en contradicción con este dato, se dice que su muerte ocurrió el 2 de enero del 314, luego de un pontificado que duró «tres años, seis meses y ocho días», lo que llevaría al 310. Lo más probable es que se trate de un error de copista, y que haya querido decir que el pontificado duró II años, no III, por lo que la fecha correcta sería el 311.
En este tiempo (el 310 o el 311) se promulgó un edicto de tolerancia firmado por los emperadores Galerio, Licinio y Constantino, poniendo fin a la gran persecución, y permitiendo que se reconstruyera la vida religiosa cristiana. Solamente en los pueblos del Oriente que estaban bajo el mando de Máximo Daia el cristianismo constinuó siendo perseguido. El emperador dio al papa Melquíades el derecho de recibir nuevamente, a través del prefecto de la ciudad, todos los edificios eclesiásticos y posesiones que habían sido confiscadas durante la persecución. Los dos diáconos romanos, Estratón y Casiano, fueron comisionados por el papa para discutir esta cuestión con el prefecto y recibir las propiedades eclesiásticas, lo que hizo posible reorganizar a fondo la administración eclesiástica y la vida religiosa de los cristianos en Roma.
Melquíades hizo traer de Sicilia a Roma los restos de su predecesor, Eusebio, y los hizo enterrar en una cripta del cementerio de Calixto. Al año siguiente el papa fue testigo del triunfo de la Cruz, con la vistoria sobre Majencio (victoria de Puente Milvio, 27 de octubre del 312), y la entrada en Roma del emperador Constantino, vuelto cristiano. Más tarde el emperador regaló a la Iglesia romana el palacio de Letrán, que vino a ser residencia de los papas, y por consecuencia, la sede de las sedes de la administración de la Iglesia romana. la basílica que estaba adjunta al palacio, o que fue construida después, vino a ser la iglesia principal de Roma.
En el 313 los donatistas (movimiento rigorista surgido en África encabezado por el obispo Donato) apelaron a Constantino para que nombrara obispos de la Galia como jueces para dirimir la controversia en el episcopado africano en relación a la consagración en Cartago de dos obispos, Ceciliano (rechazado por los donatistas) y su oponente, Majorino. Ceciliano había cedido a la presión de las torturas en la persecución, y luego se arrepintió y volvió a la comunión de la Iglesia; pero los donatistas consideraban que quien se había hecho indigno por la caída, no podía celebrar los sagrados misterios, y mucho menos ser consagrado obispo. Constantino escribió acerca de esto a Melquíades y a Marcos, pidiendo al papa que reuniera en Roma tres obispos de la Galia para escuchar a Ceciliano y a su oponente, y decidir el caso. El 2 de octubre del 313, reunido en el palacio lateranense, bajo la presidencia de Melquíades, un sínodo de dieciocho obispos de Galia e Italia, luego de una deliberación de tres días sobre los argumentos donatistas, decidieron a favor de Ceciliano, cuya elección y consagración como obispo de Cartago fue declarada legítima.
El «Liber Pontificalis» -libro con biografías de los papas editado hacia el siglo VII, que contiene muchas inexactitudes históricas, aunque es a menudo la única fuente disponible- señala que en época de Melquíades había algunos maniqueos en Roma; efectivamente es posible que los maniqueos hayan comenzado a desplazarse hacia Occidente en el siglo IV. También atribuye a Melquíades dos decretos: uno en el que prohibe absolutamente el ayuno los días jueves y domingos, «quia eos dies pagani quasi sacrum ieiunium celebrabant» («porque en esos días los paganos celebraban un ayuno sagrado»); la razón probablemente no proviene de la época de Melquíades, sino de la más tardía del autor del «Liber Pontificalis» (en la que ya se había perdido memoria de las costumbres paganas en Roma). El mismo libro no es menos arbitrario en atribuir a Melquíades un decreto según el cual la Oblación consagrada en las misas solemnes del papa (es decir, el pan eucarístico) debía repartirse a las diversas iglesias de Roma. Esta costumbre es propia de la Iglesia romana, pero no hay nada en firme que permita remontarla hasta Melquíades, como afirma el «Liber Pontificalis».
Después de su muerte, ocurrida el 10 u 11 de enero (el «Catálogo Liberiano» dice «III id. jan.», mientras que la «Depositio Episcoporum» trae «IIII id. jan.») del 314, Melquíades fue enterrado en la catacumba de san Calixto, y fue venerado como santo. El «Martyrologium Hieronymianum» lo inscribe el 10 de enero, y así lo vuelve a inscribir el nuevo Martirologio Romano, luego de que el antiguo lo recordara el 10 de diciembre.
Liber Pontificalis, ed Duchesne, I, 168-196; Urbain Ein Martyrologium der christl. Gemeinde zu Rom (Leipzig, 1901), 118-119; Langen, Geschichte der römischen Kirche, I, 328 sqq.; Allard, Histoire des persécutions, V, 200, 203; Duchesne, Histoire ancienne de l'Église, II, 96, 97, 110-112. Traducido para ETF, con algunos pocos cambios, del artículo de J.P. Kirsch en la Catholic Encyclopedia.
fuente: Catholic Encyclopedia
Era una hermosísima Señora, que le habló con palabras de excepcional ternura
Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila), un indio humilde, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos, aproximadamente en 1524.
En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.
Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad.
Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita.
Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: “A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores).”
Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; “pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron”.
Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos lo hombres y mujeres.
Juan Diego tenía “sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación.” También se nos refiriere en el Nican motecpana: “A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo.”
Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: “Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba.” Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.
Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio de Benavente en donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos refiere: “Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía.”
Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.
El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: “que la dicha Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio Juan para que como su pueblo, interceda por él.”
El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el pueblo para que intercediera en sus necesidades: “el dicho Juan Diego, –decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino, porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo.”
La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un hombre santo, pues había visto a la Virgen: “todos los Indios e Indias –declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita, teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas”.
Mientras que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era “amigo de que todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo.”
El indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo: “le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel tiempo le decían varón santísimo.”
Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican motecpana: “Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor obispo.
A su tiempo le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años.” En el Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: “¡Ojalá que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del cielo!”