¿Sabes quién era San Gregorio Magno?
Nació en Roma hacia el año 540. Fue Perfecto de la ciudad, antes de abandonar su vida política y hacerse monje. Después fue Legado pontificio en Constantinopla. En el 590 fue elegido Papa. Su pontificado ha sido uno de los más esplendorosos de la historia de la Iglesia. Se recuerda especialmente su impulso a la propagación de la fe, la promoción de la vida monástica, la organización de la liturgia, y el valor doctrinal y espiritual de su predicación y sus obras escritas. Murió el año 604.
Benedicto XVI nos presenta a San Gregorio Magno
Primera intervención de Benedicto XVI en la que presentó la figura de San Gregorio Magno
"Dios es la fuente de la verdadera paz y felicidad"
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 28 mayo 2008
Durante la catequesis de este miércoles que dedicó a la figura del Papa San Gregorio Magno (540-604), el Papa Benedicto XVI señaló que, como lo demostró este gran Padre de la Iglesia, que tuvo a su cargo gobernarla en tiempos tormentosos, la verdadera paz y felicidad provienen de Dios.
Gregorio, afirmó el Santo Padre, "fue realmente un gran Papa y un gran Doctor de la Iglesia". Nació en Roma en el 540, en el seno de una familia rica, noble, que se distinguía por su "fe cristiana y por sus servicios a la Sede Apostólica".

El Pontífice recordó también que San Gregorio entró en la administración pública y "en el 572 llegó a ser Gobernador de Roma. Sin embargo, esta vida no le satisfizo y al poco tiempo decidió dejar este cargo civil y se retiró a su casa para iniciar la vida monacal".
De este modo, "adquirió un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, del que se sirvió después en sus obras".
Debido a su experiencia y a sus cualidades,el Papa Pelagio II lo nombró diácono y lo envió como su embajador a Constantinopla, "con el fin de superar los últimos residuos de la controversia monofisita y sobre todo obtener el apoyo del emperador para contener la presión de los longobardos".
Tras varios años, "el Pontífice lo llamó a Roma y lo nombró su secretario". Cuando Pelagio II murió, Gregorio le sucedió en la Sede de San Pedro. Era el año 590".
El Santo Padre señaló que del pontificado de Gregorio "se conserva una amplia documentación gracias al Registro de sus cartas, unas 800".
"Entre los problemas que afligían en aquel tiempo Italia y Roma había uno de particular relieve, tanto en ámbito civil como eclesial: la cuestión de los longobardos".
Para afrontarla, "estableció con ellos relaciones de fraternidad en vista de una paz futura fundada en el respeto recíproco y en la convivencia serena entre italianos, imperiales y longobardos".
Tras afirmar que la negociación con el rey longobardo Agilulfo "desembocó en un período de tregua que duró unos tres años (598-601), después de los cuales fue posible estipular en el 603 un armisticio más estable", el Papa resaltó que esto se debió también "gracias a los contactos paralelos que mantenía Gregorio con la reina Teodolinda, que era bávara y católica".
Ella "consiguió conducir poco a poco al rey al catolicismo, preparando así el camino a la paz. La historia de esta reina constituye -aseguró- un bonito testimonio sobre la importancia de las mujeres en la historia de la Iglesia".
"San Gregorio -continuó- también fue un activo protagonista de una variada actividad social. Con las rentas del patrimonio conspicuo que la Sede romana poseía en Italia, especialmente en Sicilia, compró y distribuyó grano, socorrió a los necesitados, ayudó a sacerdotes, monjes y monjas que vivían en la indigencia, pagó rescates de ciudadanos hechos prisioneros por los longobardos, compró armisticios y treguas".
El Papa puso de relieve que "San Gregorio desarrolló esta intensa actividad a pesar de su precaria salud, que le obligaba a menudo a guardar cama". "No obstante las condiciones dificilísimas en las que tuvo que actuar, logró conquistar, gracias a la santidad de la vida y a la rica humanidad, la confianza de los fieles, consiguiendo para su tiempo y para el futuro resultados realmente grandiosos".
"Era un hombre inmerso en Dios: en el fondo de su alma estaba siempre vivo el deseo de Dios, y precisamente por eso estaba siempre muy cercano al prójimo, a las necesidades de la gente de su tiempo. En un tiempo desastroso, es más, sin esperanza, supo crear paz y dar esperanza".
"Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz, de dónde viene la verdadera esperanza y de este modo es una guía también hoy para nosotros"., concluyó el Papa.
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Segunda intervención de Benedicto XVI en la que presentó la figura de San Gregorio Magno (II)
"la humildad es la medida de la grandeza "
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 junio 2008
El Papa Benedicto XVI retomó en la audiencia general de los miércoles la catequesis sobre San Gregorio Magno, a través de quien se confirma que la humildad es la medida de la grandeza.
El Pontífice se centró esta vez en la doctrina de este Papa y Doctor de la Iglesia, recordó que en sus numerosas obras, San Gregorio "no se muestra nunca preocupado por trazar una doctrina ‘suya’: prefiere hacerse eco de la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el camino que es necesario recorrer para llegar a Dios".
El autor de las "Homilías sobre los Evangelios", cree que el cristiano cuando lee las Escrituras "no debe conseguir solamente conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma" e "insiste con fuerza en esta función del texto sacro: acercarse a la Escritura simplemente para satisfacer el deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo".
"La humildad intelectual es la primera regla para quienes quieren penetrar en las realidades sobrenaturales partiendo de los libros sagrados. Por otra parte, cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada, si la comprensión no lleva a la acción", indicó.
En el "Comentario moral a Job", siguiendo la tradición patrística, San Gregorio Magno "examina el texto sacro con un triple enfoque: literal, alegórico y moral. El ideal moral consiste siempre en realizar una armoniosa integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los propios deberes. Ese gran Papa traza para el creyente un proyecto completo de vida, que constituirá durante la Edad Media una Summa de la moral cristiana".
En su texto más conocido, la "Regla Pastoral", San Gregorio "se propone delinear la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño. El obispo es ante todo "el predicador" por excelencia y como tal debe ser ante todo un ejemplo para los demás" y recuerda que "para una acción pastoral eficaz es necesario que conozca a los destinatarios y adapte sus intervenciones a la situación de cada uno".
Además, "insiste en el deber que tiene el Pastor de reconocer su propia miseria, para que el orgullo no haga vano, ante los ojos del Juez Supremo, el bien cumplido".

"Todas estas preciosas indicaciones -explicó el Papa- demuestran el elevado concepto que San Gregorio tiene del cuidado de las almas, que define "el arte de las artes".
En el diseño teológico que Gregorio desarrolla en sus obras, pasado, presente y futuro son relativos. Lo que más le importa es el arco completo de la historia de la salvación que sigue su curso entre los oscuros meandros del tiempo. Para él, los guías de las comunidades cristianas deben comprometerse a examinar los eventos a la luz de la Palabra de Dios", indicó.
Benedicto XVI recordó que en las relaciones que el Papa Gregorio "cultivó con los patriarcas de Antioquía, Alejandría y Constantinopla reconoció y respetó siempre sus derechos, evitando cualquier interferencia que limitase su autonomía legítima" y "si en su situación histórica se opuso al título de Patriarca Ecuménico para el Patriarca de Constantinopla lo hizo porque se preocupaba de la unidad fraternal de la Iglesia universal y, sobre todo, por su convicción profunda de que la humildad era la virtud fundamental de todo obispo y más aún deun patriarca".
"En su corazón -recalcó el Santo Padre-, Gregorio siguió siendo siempre un simple monje y por eso fue contrario a los grandes títulos. Quería ser el "servus servorum Dei" (el siervo de los siervos de Dios). Profundamente conmovido por la humildad de Dios que en Cristo se hizo siervo nuestro, estaba convencido de que un obispo debía imitar esa humildad".
Aunque el deseo de San Gregorio hubiera sido el de "vivir como un monje en permanente coloquio con la Palabra de Dios, por amor suyo se hizo servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y sufrimientos: siervo de los siervos. Por eso fue "Grande" y nos enseña cuál es la medida de la verdadera grandeza", concluyó.
Parece que no hay peligro para el Santuario
El año pasado, el jueves 25 de julio de 2019 por la noche, se declaró un gran incendio en la parte este del Monte Tabor, no muy lejos del santuario de la Trasfiguración.
Hoy, un año después, los bomberos están consiguiendo apagar otro fuego que está teniendo lugar también con cierto peligro para el Santuario de la Transfiguración.
Gracias a Dios, este es el mendaje de los franciscanos del Tabor
Ayer por la tarde el mensaje de peligro era claro:
Incendio en el Monte Tabor en #TierraSanta. Las llamas están llegando a pocos metros del santuario de la Transfiguración, nos dice el franciscano guardián Ricardo Bustos que nos pide oraciones
Hidroaviones y bomberos luchan contra un fuego que lleva activo más de dos días.
¿Se encontró la mención más antigua de Cristo en Viminacium?
Hacia el fin del siglo II o principio del siglo III
Un equipo de arqueólogos que trabajaba en la excavación de los restos de la antigua ciudad romana de Viminacium (Serbia) ha encontrado una fina lámina de plata con un texto escrito en griego antiguo en uno de los tres sarcófagos de plomo que han sacado a luz y en los que se cree que se habían enterrado a personas de las provincias orientales del Imperio Romano (Palestina e Israel) de los siglos II al IV d.C.
La lámina, de 5,3 centímetros de largo por 3,5 de ancho y solo 0,1 milímetros de grosor, estaba en la tumba de una niña de unos tres años. Dicha lámina había sido doblada siete veces, y al desplegarla los investigadores distinguieron nueve líneas con una combinación de símbolos y letras griegas entre las que se pueden distinguir HI, TETA, NI y RO, si bien cuando el texto se observa desde diferentes ángulos se pueden ver como letras diferentes. Desde uno de ellos, escrito en mayúsculas, se puede leer HRIS, Cristo, que significa "Salvador".
"Las letras son claramente reconocibles, pero es tan asombroso que creo que es demasiado pronto como para afirmar que se refieren a Cristo. También se encontraron monedas de la época de Faustina la Mayor en el sarcófago, lo que permite datar la tumba a finales del siglo II o principios del III d.C.. Si se confirma que la lectura de la palabra HRIS es correcta, entonces sería la mención más antigua de Cristo en el mundo", dice el Dr. Miomir Korac (izquierda), director del Instituto Arqueológico y jefe del Proyecto Científico Viminacium.
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Conmovedor mensaje: una carta a Dios escrita hace 1800 años
En el portal de noticias Novosti, el director del Instituto Arqueológico de Serbia, Mionir Korac, comunicó las características del descubrimiento. Se trata de una lámina de 5.3 centímetros de largo por 3.5 de ancho, con apenas 0.1 milímetro de grosor.
"La existencia de este tipo de láminas se conoce desde la época de la antigua Grecia (V-IV a.C.), y permanecieron en uso durante todo el período del Imperio Romano hasta el siglo IV d.C. Se dirigían a las fuerzas sobrenaturales, o más bien a deidades o demonios, con diferentes oraciones explicando lo que se deseaba del otro mundo. Por otro lado, semejante láminas ya se descubrieron en la necrópolis sur de 'Viminacium' en 2016 y se publicaron en 2017 en una de las revistas más prestigiosas, la 'Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik'", explica el Dr. Korac.
El objeto estaba en la tumba de una niña de tres años, y estaba plegado siete veces sobre sí misma. Al desplegarla, los arqueólogos pudieron descifrar las letras griegas hi, teta, ni y ro. Esos trazos, en forma de caracteres, forman la palabra HRIS.
Esta inscripción, según detalló el investigador Mionis Korac, es un mensaje para que, los denominados "poderes sobrenaturales", protejan a la difunta en su viaje luego de la muerte.
Korac también señaló que encontraron en la sepultura monedas que permitieron datar la hacia el fin del siglo II o principio del siglo III. Y por eso la hipótesis de los arqueólogos es que "si se confirma que la lectura de la palabra HRIS es correcta, entonces es la mención más antigua de Cristo".
Sarcófago con símbolos paleocristianos en Serbia. Foto/Twitter @purehistories
Por otra parte, el sarcófago donde estaban los restos del cuerpo de la niña tenía una decoración con cruces en forma romboide y una estrella conformada por el entrecruzamiento de cuatro líneas bien delineadas. Este símbolo siempre fue asociada con los paleo cristianos, un estilo de arte realizado en los primeros cinco siglos de nuestra era.
Korac dijo que había que tener presente "que el cristianismo era diferente al de hoy, era un conjunto de grupos diversos y los gnósticos místicos, cuyos anillos también encontramos en Viminacio, se consideraban cristianos".

La niña que tenía en su sarcófago la inscripción con la palabra Cristo, habría nacido en Oriente Medio, por eso el material del objeto de su tumbo, aunque era muy común en Jerusalén, no era común en Viminacium.
Por último, el ajuar funerario,compuesto por diversas joyas de oro, tampoco era habitual entre los romanos que catalogaban esa costumbre como algo ligado a la cultura bárbara.
Cómo es el sitio arqueológico de Viminacium, en Serbia
Los restos de este antiguo campamento romano se encuentra en las afueras de Kostolac, un pequeño pueblo serbio ubicado cien kilómetros al sureste de Belgrado.

Poseía una ubicación estratégica ya que estaba en el cruce de varios caminos que unían la parte norte de los Balcanes con el resto del Imperio. Por allí pasaron tropas hacia lo que actualmente es Macedonia, Grecia o el Mar Muerto.
Viminacium. Así estaba distruibuido el antiguo campamento militar romano.
Viminacium llegó a tener una población aproximada de treinta mil habitantes, siendo una de las más importantes de su época. Sin embargo, la ciudad fue destruida en el 440 d.C. por los hunos y, posteriormente, Justiniano reconstruyó el fuerte con unas medidas mucho más reducidas.
Entre los principales sitios excavados de la antigua Viminacio están la Porta Praetoria, el acceso norte al campamento militar; las termas de la ciudad, con mosaicos en el pavimento y paredes decoradas con murales; el mausoleo imperial, donde se puede ver una tumba romana; el anfiteatro; varias necrópolis.
Maqueta de la antigua Viminacium, la cual tuvo foro, palacio, templos, anfiteatro, hipódromo, baños y talleres, acueductos y fortificaciones. Foto: Ilija Mikic
La ciudad de Viminacium se extiende sobre 450 hectáreas en la zona más ancha y 220 hectáreas en la más estrecha.
"Cuando superponemos lo que hemos investigado hasta ahora, obtenemos que se ha explorado menos del cuatro por ciento del territorio. Eso significa que terminaremos la investigación arqueológica en los próximos 300 años", dijo el profesor Korac.
Al mismo tiempo subrayó que Viminacium es excepcional en el sentido arqueológico. "Todos los lugares donde las legiones romanas fueron famosas, junto con las ciudades, continuaron existiendo incluso cuando el Imperio Romano colapsó. Todos esos enclaves se han renovado con nuevas ciudades, si bien el único lugar donde no se erigió ninguna aglomeración urbana es en 'Viminacium'”, detalla el arqueólogo.
Fuentes: novosti.rs | terraeantiqvae.com 26 de agosto de 2020
San Pammaquio, senador
Perteneció a la familia de los Camilos cuyas posesiones en el norte de África les hacían inmensamente ricos. Probablemente, Pamaquio fue cristiano de toda la vida. Recibió una esmerada educación en retórica, elocuencia y literatura sagrada.
Fue en la juventud compañero de Jerónimo y mantuvieron la amistad incluso más allá de la interrupción que supuso la marcha al desierto de Jerónimo en el año 370, fecha en torno a la cual pasa Pamaquio a formar parte del Senado.
Quizá no entendió del todo aquel brote de generosidad en la oración y, posiblemente, juzgó como extremoso el rigor de la penitencia que el grupo jeronimiano propiciaba con tanto énfasis. De hecho, bastantes cristianos de Roma lo juzgaron excesivo y criticaron abundantemente al santo, bien por error, bien porque la incondicional actitud evangélica de un pequeño círculo cristiano era una crítica muda para su cómoda mediocridad.
El caso es que contrajo matrimonio con Paulina, hija de santa Paula, aquella mujer asceta que siguió junto con Eustoquia al santo penitente al desierto.
Con su olfato cristiano, Pamaquio detectó y puso de manifiesto los errores doctrinales de Joviniano y tuvo la valentía de exponerlos con claridad al papa Siricio, que se vio obligado a condenar la herejía unos años más tarde, en el 390. Para poder hacerse con seguridad cargo de los peligros que encerraba la enseñanza joviniana, se vio necesitado de recurrir frecuentemente con consultas específicas a Jerónimo.
A la muerte de Paulina por un mal parto, en el año 393, cuando llevaban solamente cinco años de matrimonio, comenzó Pamaquio a desarrollar una caridad con obras altamente llamativas. Organizó un banquete para los pobres; no lloró, sino que se dedicó a hacer; no se lamentó, pero llenó sus días con obras de misericordia. Tomando lección de la Sagrada Escritura, meditada a diario, se convenció de que la caridad cubre la multitud de los pecados. Los cojos, ciegos, paralíticos y tullidos son los herederos de Paulina. Y como las voces vuelan, continuamente se le ve por Roma acompañado de una nube de pobres a su alrededor.
Este hombre de la caridad levantó en el puerto romano un hospital para atender a los extranjeros, donde él mismo, con sus propias manos, curaba y atendía a los enfermos y moribundos. Quizá influyó en Pamaquio la clara y animosa ayuda de su amigo Jerónimo quien le dice por carta que no se contente con «ofrecer a Cristo tu dinero, sino a ti mismo. Fácilmente se desecha lo que solo se nos pega por fuera, pero la guerra intestina es más peligrosa; si ofrecemos a Cristo nuestros bienes con nuestra alma, los recibe de buena gana, pero, si damos lo de fuera a Dios y lo de dentro al Diablo, el reparto no es justo».
Preocupado no solo por los cuerpos, sino principalmente de las almas, ejerció un ordenado apostolado epistolar, escribiendo frecuentes y sólidas cartas dirigidas a los que administran sus posesiones en Numidia y atienden sus tierras para sacarlos de la herejía de Donato, que había hecho estragos entre los cristianos poco cultos o débiles en la fe; fue una labor altamente encomiada por Agustín de Hipona que le agradece su intervención en una carta escrita en el año 401.
Murió en el año 410, poco antes del dramático saco de Roma.
Pamaquio permaneció seglar –laico– toda su vida, dando un testimonio claro de amor a Dios y de coherencia de fe cristiana. Prestó servicio a la sociedad desde los más altos cargos profesionales y administró rectamente los bienes patrimoniales no mirando solo el provecho propio, sino teniendo en cuenta las necesidades de sus contemporáneos. Un ejemplo para la mayor parte de los fieles cristianos de todos los tiempos.
La conversión permite descubrir que Dios es amor
Benedicto XVI presentó la figura de San Agustín
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 27 febrero 2008
La conversión permite descubrir que Dios es amor, considera Benedicto XVI. Y la experiencia de la dulzura de Dios es la necesidad de fondo que experimenta la humanidad para encontrar la esperanza, aclaró este miércoles durante la audiencia general.
En su encuentro con miles de peregrinos en el aula Pablo VI del Vaticano, el pontífice concluyó la serie de cinco intervenciones que ha dedicado al santo que, como confesó, quizá ha tenido más importancia «en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor», san Agustín de Hipona (354-430).

En particular, revivió su conversión, que como explicó no fue una experiencia repentina, sino que vivió a lo largo de toda su vida.
«Convertido a Cristo, que es verdad y amor», «este grande enamorado de Dios» «se convirtió en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros en la búsqueda de Dios», explicó el Papa.
El Santo Padre reconoció que su primera encíclica, Deus caritas est, «tiene una gran deuda, sobre todo en su primera parte, con el pensamiento de san Agustín».
Y sintetizó así la propuesta que hizo en ese primer gran documento de su pontificado: «También hoy, como en su época, la humanidad tiene necesidad de conocer y sobre todo de vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano».
«Un corazón en el que vive la esperanza --quizá todavía oscura e inconsciente en muchos de nuestros contemporáneos--, para nosotros los cristianos abre ya hoy al futuro, hasta el punto de que san Pablo escribió que "en esperanza fuimos salvados"».
Por este motivo, añadió, «a la esperanza he querido dedicar mi segunda encíclica, Spe salvi, que también ha contraído una gran deuda con Agustín y su encuentro con Dios».
«Tenemos que purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios», dijo el Papa a los fieles, recogiendo una de las ideas centrales de Agustín de Hipona.
«Sólo ésta nos salva, abriéndonos además a los demás», aclaró.
Por este motivo, concluyó invitando a los cristianos a seguir «el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en todo momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, que nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida».
+info:
¿Cómo transcurrió la vida de los Doce Apóstoles de Jesús?
Felipe evangelizó comunidades de habla griega. Santiago se convirtió en el primer obispo de Jerusalén. Judas Tadeo es venerado como el “Apóstol de los armenios”.
Al final del Evangelio de Mateo, antes de describir la ascensión de Jesús al cielo, el evangelista presenta a Jesús diciendo a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones” (Cf. Mateo 28, 19-20).
Como se ve en el libro de los Hechos y en muchos otros escritos tradicionales cristianos (apócrifos o no), teniendo un mandato divino de viajar por el mundo por el bien del Evangelio,
los apóstoles no perdieron el tiempo. Toda la literatura apostólica primitiva los presenta como poniendo inmediatamente la mano en el arado, comprometidos en la difícil obra de sembrar semillas de fe donde quiera que fueran.
Entonces, ¿dónde terminaron? ¿Realmente “hicieron discípulos de todas las naciones”?
Pedro
Se cree tradicionalmente que Pedro viajó primero a Antioquía y estableció una comunidad allí. No se quedó mucho tiempo, pero a menudo se le conoce como el primer obispo de Antioquía. Después de eso, pudo haber visitado Corinto antes de dirigirse a Roma.

Allí ayudó a formar la comunidad cristiana y finalmente fue martirizado en el Circo de Nerón alrededor del 64 d.C. en Roma. La Basílica de San Pedro en el Vaticano está construida sobre la tumba de San Pedro.
Andrés
Después de Pentecostés, muchas tradiciones antiguas señalan a Andrés, el hermano de Pedro, como el apóstol de los griegos. Se cree que predicó a las comunidades griegas y fue martirizado en Patras en una cruz en forma de X. Sus reliquias fueron finalmente transferidas a la Catedral del Duomo en Amalfi, Italia.

Santiago el Mayor
Se sostiene que Santiago fue el primer apóstol en ser martirizado. En los Hechos de los Apóstoles se lee: “El rey Herodes impuso con violencia a algunos que pertenecían a la iglesia. Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan ”(Hechos 12: 1-2).

Murió en el 44 d.C. en Jerusalén, pero su tumba no está cerca de este lugar. Tras su muerte su cuerpo fue trasladado a España y actualmente se encuentra en Santiago de Compostela. Su tumba es el punto de destino de la peregrinación centenaria, El Camino, todavía popular en la actualidad.
Juan
El autor del Evangelio de Juan y el Libro del Apocalipsis, Juan fue el único apóstol que no tuvo una muerte de mártir.

En Apocalipsis escribe desde la isla de Patmos, Grecia, “Yo Juan, tu hermano, que comparto contigo en Jesús la tribulación y el reino y la paciencia, estaba en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y testimonio de Jesús ”(Apocalipsis 1: 9). Murió alrededor del año 100 d.C. y está enterrado cerca de Éfeso.
Felipe
En los años posteriores a Pentecostés, Felipe ministró a comunidades de habla griega. Poco se sabe sobre sus aventuras, excepto que fue martirizado alrededor del 80 d.C. Sus reliquias se encuentran en la Basílica Santi Apostoli, en Roma.

Bartolomé
Poco se sabe sobre los esfuerzos evangelizadores de Bartolomé. Varias tradiciones lo tienen predicando en diferentes áreas. Se cree que fue martirizado y sus restos se encuentran actualmente en la iglesia de San Bartolomé en la Isla, en Roma.

Tomás
Tomás , el apóstol “que duda”, es ampliamente conocido por sus esfuerzos misioneros en la India. Hay una historia popular sobre una de sus aventuras que se centra en la conversión de un rey local que “duda”. 
Murió alrededor del 72 d.C. y su tumba se encuentra en Mylapore, India.
Mateo
Uno de los cuatro evangelistas, Mateo es más conocido por su Evangelio. Predicó en varias comunidades del Mediterráneo antes de su martirio en Etiopía. 
Su tumba se encuentra en la catedral de Salerno, Italia.
Santiago el Menor
Los eruditos creen que Santiago el Menor fue el autor de la “Epístola de Santiago” que se encuentra en el Nuevo Testamento. Después de que los apóstoles se dispersaron y dejaron Jerusalén, Santiago se quedó y se convirtió en el primer obispo de la ciudad santa.

Allí permaneció varias décadas hasta que fue lapidado por las autoridades judías en el año 62. Algunas de sus reliquias se encuentran en la Basílica Santi Apostoli, en Roma. También se cree que su tumba se encuentra en la Catedral de St. James en Jerusalén.
Judas Tadeo
El apóstol “olvidado” debido a que su nombre es el mismo que Judas Iscariote, San Judas predicó el evangelio en varios lugares. Es venerado por la Iglesia armenia como el “Apóstol de los armenios”.
Sufrió el martirio alrededor del año 65 d.C. en Beirut, Líbano. Sus restos se encuentran actualmente en la Basílica de San Pedro en Roma.
Simón el Zelote
Simón se representa a menudo con Judas Thaddeus y algunos creen que predicaron juntos como un equipo. Esto se debe en parte a que una tradición dice que ambos fueron martirizados en Beirut el mismo año.

Se cree que algunas de sus reliquias se encuentran en la Basílica de San Pedro en Roma.
Matías
Después de ser elegido como el “apóstol de reemplazo”, una tradición dice que Matías fundó una iglesia en Capadocia y ministró a los cristianos en las costas del Mar Caspio.

Se cree que murió como mártir y fue decapitado con un hacha en la Cólquida a manos de muchos paganos allí. Se dice que algunas de sus reliquias fueron llevadas a Roma por Santa Elena.
¿Qué pasó con los Doce Apóstoles?
Felipe evangelizó comunidades de habla griega. Santiago se convirtió en el primer obispo de Jerusalén. Judas Tadeo es venerado como el "Apóstol de los armenios".
Al final del Evangelio de Mateo, antes de describir la ascensión de Jesús al cielo, el evangelista presenta a Jesús diciendo a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones” (Cf. Mateo 28, 19-20).
Como se ve en el libro de los Hechos y en muchos otros escritos tradicionales cristianos (apócrifos o no), teniendo un mandato divino de viajar por el mundo por el bien del Evangelio, los apóstoles no perdieron el tiempo. Toda la literatura apostólica primitiva los presenta como poniendo inmediatamente la mano en el arado, comprometidos en la difícil obra de sembrar semillas de fe dondequiera que fueran.
Entonces, ¿dónde terminaron? ¿Realmente "hicieron discípulos de todas las naciones"?
Pedro
Se cree tradicionalmente que Pedro viajó primero a Antioquía y estableció una comunidad allí.No se quedó mucho tiempo, pero a menudo se le conoce como el primer obispo de Antioquía. Después de eso, pudo haber visitado Corinto antes de dirigirse a Roma.
Allí ayudó a formar la comunidad cristiana y finalmente fue martirizado en el Circo de Nerón alrededor del 64 d.C. en Roma. La Basílica de San Pedro en el Vaticano está construida sobre la tumba de San Pedro.
Andrés
Después de Pentecostés, muchas tradiciones antiguas señalan a Andrés, el hermano de Pedro, como el apóstol de los griegos. Se cree que predicó a las comunidades griegas y fue martirizado en Patras en una cruz en forma de X. Sus reliquias fueron finalmente transferidas a la Catedral del Duomo en Amalfi, Italia.
Santiago el Grande
Se sostiene que Santiago fue el primer apóstol en ser martirizado. En los Hechos de los Apóstoles se lee: “El rey Herodes impuso con violencia a algunos que pertenecían a la iglesia. Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan ”(Hechos 12: 1-2).
Murió en el 44 d.C. en Jerusalén, pero su tumba no está cerca de este lugar. Tras su muerte su cuerpo fue trasladado a España y actualmente se encuentra en Santiago de Compostela. Su tumba es el punto de destino de la peregrinación centenaria, El Camino, todavía popular en la actualidad.
Juan
El autor del Evangelio de Juan y el Libro del Apocalipsis, Juan fue el único apóstol que no tuvo una muerte de mártir.
En Apocalipsis escribe desde la isla de Patmos, Grecia, “Yo Juan, tu hermano, que comparto contigo en Jesús la tribulación y el reino y la paciencia, estaba en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y testimonio de Jesús ”(Apocalipsis 1: 9). Murió alrededor del año 100 d.C. y está enterrado cerca de Éfeso.
Felipe
En los años posteriores a Pentecostés, Felipe ministró a comunidades de habla griega. Poco se sabe sobre sus aventuras, excepto que fue martirizado alrededor del 80 d.C. Sus reliquias se encuentran en la Basílica Santi Apostoli, en Roma.
Bartolomé
Poco se sabe sobre los esfuerzos evangelizadores de Bartolomé. Varias tradiciones lo tienen predicando en diferentes áreas. Se cree que fue martirizado y sus restos se encuentran actualmente en la iglesia de San Bartolomé en la Isla, en Roma.
Tomás
Tomás , el apóstol “que duda”, es ampliamente conocido por sus esfuerzos misioneros en la India. Hay una historia popular sobre una de sus aventuras que se centra en la conversión de un rey local que "duda". Murió alrededor del 72 d.C. y su tumba se encuentra en Mylapore, India.
Mateo
Uno de los cuatro evangelistas, Mateo es más conocido por su Evangelio. Predicó en varias comunidades del Mediterráneo antes de su martirio en Etiopía. Su tumba se encuentra en la catedral de Salerno, Italia.
Santiago el Menor
Los eruditos creen que Santiago el Menor fue el autor de la “Epístola de Santiago” que se encuentra en el Nuevo Testamento. Después de que los apóstoles se dispersaron y dejaron Jerusalén, Santiago se quedó y se convirtió en el primer obispo de la ciudad santa.
Allí permaneció varias décadas hasta que fue lapidado por las autoridades judías en el año 62. Algunas de sus reliquias se encuentran en la Basílica Santi Apostoli, en Roma. También se cree que su tumba se encuentra en la Catedral de St. James en Jerusalén.
Judas Tadeo
El apóstol “olvidado” debido a que su nombre es el mismo que Judas Iscariote, San Judas predicó el evangelio en varios lugares. Es venerado por la Iglesia armenia como el "Apóstol de los armenios".
Sufrió el martirio alrededor del año 65 d.C. en Beirut, Líbano. Sus restos se encuentran actualmente en la Basílica de San Pedro en Roma.
Simón el Zelote
Simón se representa a menudo con Judas Thaddeus y algunos creen que predicaron juntos como un equipo. Esto se debe en parte a que una tradición dice que ambos fueron martirizados en Beirut el mismo año. Se cree que algunas de sus reliquias se encuentran en la Basílica de San Pedro en Roma.
Matías
Después de ser elegido como el "apóstol de reemplazo", una tradición dice que Matías fundó una iglesia en Capadocia y ministró a los cristianos en las costas del Mar Caspio.
Se cree que murió como mártir y fue decapitado con un hacha en la Cólquida a manos de muchos paganos allí. Se dice que algunas de sus reliquias fueron llevadas a Roma por Santa Elena.
Nicolas Poussin | Dominio publico
Philip Kosloski
Dar la vida
En 1982 es canonizado por Juan Pablo II en Roma. En la ceremonia está presente un testigo excepcional: el anciano Franciszek Gajowniczek, aquel hombre que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en Auschwitz gracias al nuevo santo.
El tirano muere,
y su reino termina.
El mártir muere,
y su reino comienza.
Soren Kierkegaard
Maximiliano Kolbe es hijo de unos modestos tejedores que viven en Zdunska Wola, una pequeña ciudad polaca. Un domingo, cuando el chico tiene doce años, escucha en la homilía de la Misa que los padres franciscanos abren un nuevo seminario en Lvov. Aquello hace despertar y madurar su vocación, y al inicio del curso siguiente, en octubre de 1907, marcha a ese seminario junto con su hermano Francisco.
Pasa un tiempo y ambos hermanos entran en una fuerte crisis interior. Maximiliano se convence y convence a su hermano de que lo mejor es abandonar el seminario y seguir la carrera militar en aquella ciudad, que es por entonces el centro de la resistencia polaca. Un día antes de comenzar el noviciado, el 3 de septiembre de 1910, se disponen a comunicar su decisión al ministro provincial, pero en ese momento suena la campanilla del recibidor: es María Dabrowka, su madre, que viene, como otras veces, a visitar a sus hijos. Sin saber nada de todo aquello, ella les cuenta con gran ilusión que José, el hermano pequeño, también va a ingresar en la orden franciscana. Y como ella y su marido son terciarios franciscanos, ahora toda la familia estará presidida por el espíritu de San Francisco. Aquella visita disipa sus dudas. Al día siguiente, ambos hermanos reciben el hábito negro conventual. Es entonces cuando adopta el nombre de Fray Maximiliano María, y emite su profesión simple bajo la Regla de San Francisco con diecisiete años de edad.
Ya no tendrá más dudas. Tiempo más tarde, en una carta a su madre, recuerda con emoción aquel memorable episodio, que siempre considerará salvador de su vocación: "La providencia, en su infinita misericordia, por medio de la Inmaculada, te envió a nosotros en aquel crítico momento. Han pasado ya nueve años desde aquel día, y pienso en ello con temor y gratitud hacia la Inmaculada. ¿Qué habría sido de nosotros si no nos sostuviese con su mano?".
En 1912, a la vista de sus excelentes cualidades intelectuales, es enviado a Roma. Allí permanece siete años, hasta terminar sus doctorados en Filosofía y en Teología, y es ordenado sacerdote. Son unos años muy fecundos y decisivos, en los que funda un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada". En 1919 vuelve a Polonia, con veinticinco años y bastante mala salud, aunque con una fuerza espiritual extraordinaria. No le faltan incomprensiones, calumnias y obstáculos. En 1922 comienza la publicación de una revista mensual llamada "Caballero de la Inmaculada", con la que se propone "forrar el mundo entero con papel impreso para devolver a las almas la alegría de vivir". En 1929 funda en Niepokalanów, a cuarenta kilómetros de Varsovia, un convento de sacerdotes y hermanos franciscanos comprometidos a promover la Milicia a través de los medios de comunicación. Bajo su dirección, Niepokalanów se desarrolla con gran fuerza y en pocos años llega a albergar novecientos frailes. La tirada de sus publicaciones supera el millón de revistas mensuales destinadas a los miembros de la Milicia en todo el mundo.
Pero el padre Kolbe presiente su final y la proximidad del calvario para sus hijos espirituales. En marzo de 1938 les dice: "Hijos míos, sabed que un conflicto terrible se avecina. No sabemos cuáles serán las etapas. Pero, para nosotros en Polonia hay que esperar lo peor. En los primeros tres siglos de historia, la Iglesia fue perseguida. La sangre de los mártires hacía germinar el cristianismo. Cuando más tarde la persecución terminó, un Padre de la Iglesia comenzó a lamentar la mediocridad de los fieles y no vio con malos ojos la vuelta de las persecuciones. Debemos alegrarnos de lo que va a suceder, porque en las pruebas nuestro celo se hará más ardiente."
Tres días antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, prepara de nuevo sus corazones: "Trabajar, sufrir y morir heroicamente, y no como un burgués en la propia cama. Recibir una bala en la cabeza para sellar el propio amor a la Inmaculada. Derramar valientemente la sangre hasta la última gota, para acelerar la conquista de todo el mundo para Ella. Esto os deseo y me deseo a mí mismo. Nada más sublime puedo augurarme y auguraros. Jesús mismo lo dijo: "No hay amor más grande que dar la vida por el propio amigo"."
Los nazis invaden Polonia y en pocas semanas toda la nación sufre la humillación de la derrota. La Luftwaffe alemana bombardea Niepokalanów y después las tropas lo saquean. Destrozan imágenes, queman ornamentos sagrados y requisan la maquinaria tipográfica. El padre Kolbe, pese al clima de odio al enemigo, no se deja dominar por el rencor y perdona como Cristo en la Cruz. Un día se presentan allí los soldadosde la Wehrmacht con gritos de "¡Todos fuera!¡Todos en marcha!". Los frailes son reunidos en el patio y cargados en camiones rumbo a campos de concentración: de Lamsdorf a Amtitz, y de aquí a Ostrzeszow. En mayo de 1941, el padre Kolbe es conducido a Auschwitz, donde le corresponde trabajar como peón en el acarreo de materiales para la construcción de un muro.
El 3 de agosto, un prisionero escapa. Por la tarde, al pasar lista, se descubre la fuga. El terror hiela los corazones de aquellos hombres. Todos saben la norma establecida como represalia: por cada evadido, diez de sus compañeros, escogidos al azar, son condenados a morir de hambre en el bunker de la muerte. A todos aterroriza el lento martirio del cuerpo, con un frío y un calor extremos, la tortura del hambre, la agonía de la sed. Al día siguiente, mientras los otros grupos siguen sus faenas diarias, el suyo queda formado en la explanada bajo el sol calcinante del verano, sin comer ni beber. Las horas pasan con enorme lentitud. Cuando se distribuye la comida, todos observan como sus raciones son tiradas de las ollas al desagüe. Al romper filas van a sus catres sabiendo que pronto diez de ellos estarán en el bunker de la muerte. Ya ha sucedido antes en dos ocasiones.
Al día siguiente, a las seis de la tarde, el coronel Fritsch, comandante del campo, se planta de brazos cruzados ante sus víctimas. Hay un silencio de tumba sobre la inmensa explanada, con dos mil presos formados, sucios y macilentos. "El fugitivo no ha aparecido. De modo que diez de ustedes serán condenados al bunker de la muerte. La próxima vez serán veinte." Los condenados son escogidos al azar. "¡Este! ¡Aquel!", grita el comandante. El ayudante Palitsch anota los números de los condenados. Aterrorizado, cada uno de los señalados sale de la formación, sabiendo que es su final. Entre ellos hay un sargento polaco llamado Franciszek Gajowniczek, que lanza un grito de dolor: "Dios mío, tengo mujer e hijos. ¿Quién los va a cuidar?".
Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos presos, pero en el corazón del padre Kolbe sucede algo más. Mientras los diez condenados se van quitando los zapatos, pues deben ir descalzos al lugar del suplicio, de pronto ocurre lo que nadie podía imaginar. Maximiliano Kolbe sale de su fila, se quita la gorra y se planta delante del comandante. Señala con la mano hacia Gajownieczek y se ofrece a morir en su lugar: "Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene mujer e hijos." El comandante, tras un momento de duda, acepta el cambio.
Después de ordenar a los presos que se desnuden, los empujan al bunker, del que ya solo salen cadáveres para el crematorio. Diariamente, los guardias inspeccionan el bunker y ordenan retirar los cuerpos de los fallecidos. Son días de angustia en los que aquel sacerdote enfermo de cuarenta y siete años anima a los demás y reza con ellos. Poco a poco, van muriendo todos. Al final, queda solo él. Como los guardias necesitan ese lugar para otros presos que están llegando, le ponen una inyección de ácido fénico y muere. Es el 14 de agosto de 1941.
En 1982 es canonizado por Juan Pablo II en Roma. En la ceremonia está presente un testigo excepcional: el anciano Franciszek Gajowniczek, aquel hombre que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en Auschwitz gracias al nuevo santo.
San Maximiliano Kolbe venció al mal con el poder del perdón, el amor y la generosidad. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Cuenta un testigo, el Doctor Stemler, que en los campos de exterminio casi no se veían manifestaciones de amor al prójimo, y era corriente que un preso se peleara con otro por un mendrugo de pan, pero aquel hombre, en cambio, dio su vida por un desconocido. Aquello fue la más elocuente y eficaz respuesta al odio y la barbarie impuestos por la brutalidad nazi. De esa manera, dio un testimonio y un ejemplo de dignidad en medio de la más terrible adversidad: "No hay amor más grande que dar la vida por el propio amigo" (Jn 15, 13).
Muchas personas han sido beneficiadas por el influjo de la vida de este santo. Juan Pablo II dejó escrito cuál fue la influencia que tuvo en su propia vocación sacerdotal. La Milicia de la Inmaculada cuenta con más de tres millones de miembros en casi cincuenta países. Caben muchas preguntas y reflexiones, pero hay una que quizá puede ayudar a muchos en algún momento de dificultad al comienzo de su camino: ¿Qué habría sucedido si Maximiliano hubiera abandonado el seminario cuando atravesó aquella crisis en su vocación? ¿Cómo habría cambiado la historia de tantas vidas si su madre no le hubiera impulsado hacia delante, casi sin saberlo?
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Fue como un terremoto que destruyó todo
“Estaba en las habitaciones de nuestro convento, encima de la iglesia de Beirut, cuando escuché un ruido muy fuerte, como de un avión. Subí, me asomé fuera y me alcanzó la fuerte onda expansiva de la explosión”.
Con estas palabras fray Roger Saad, fraile libanés de la Custodia de Tierra Santa, que trabaja en Beirut desde hace cuatro años como ecónomo del convento, narra la catástrofe que asoló ayer la capital del Líbano. La iglesia, cerrada actualmente debido a las normas para prevenir la difusión del Covid-19, es muy conocida y constantemente visitada por turistas y fieles. Se encuentra en el barrio Gemmaize, a solo 800 metros del puerto, donde ayer se produjo la doble explosión.
“En el momento de la explosión todo se volvió blanco, no vi nada más, y fui empujado – continúa fray Roger -. Corrí inmediatamente a buscar a los otros frailes y descubrí que estaban bien, como yo. Fuera, la gente gritaba y nadie sabía que había sucedido. Vi a personas heridas, porque muchas habían sido alcanzadas por los cristales de las ventanas que habían explotado por el impacto. Fue como un terremoto que destruyó todo”.
A causa de la explosión, algunas paredes del convento se derrumbaron, cayeron las puertas, reventaron los vidrios de las ventanas y también el tejado resultó gravemente dañado. El día después de la catástrofe, los frailes franciscanos del convento cercano de Harissa vinieron para examinar los daños sufridos también en la iglesia. En primer lugar, habrá que retirar los cristales para poder caminar por las estancias y después habrá que pensar en importantes trabajos de restauración.
“Cuando salí a la calle, vi las casas destruidas y eso me dolió aún más: todo ha sucedido después de una crisis económica muy difícil para el Líbano – afirma fray Roger –. En los últimos meses todo ha ido empeorando y el coste de la vida ha subido mucho. Mucha gente ya había perdido el trabajo. Me sentí mal pensando en los pobres. Yo soy religioso pero la gente que tiene familia, niños, ¿cómo hará para arreglar sus casas?”.

El franciscano explicó que pasó la noche vigilando la iglesia, porque incluso las puertas de la iglesia y del convento habían desaparecido. En el momento de la explosión estaban con él fray Maroun Younan, vicario local, y fray Angelico Pilla, asignado a la iglesia. El guardián del convento de Beirut y ministro de la región San Pablo, fray Firas Lutfi en ese momento se encontraba en Siria, para interesarse por las condiciones de cuatro frailes afectados por el Covid-19 en Damasco.
“Apenas se produjo la explosión, los frailes contactaron conmigo a través de una videollamada y escuché gritar a un fraile diciendo que todo había saltado por los aires: el convento, las habitaciones, todo – cuenta fray Firas – Pensé de inmediato en un coche bomba o un misil, pero los frailes solo decían que era algo gravísimo y no sabían que había pasado. Sus rostros estaban cubiertos de polvo pero comprobé que estaban bien. Por la noche, enviamos al fraile más anciano al convento vecino de Harissa. Los otros dos frailes se quedaron vigilando porque les preocupaba que alguien entrase”.
El franciscano de la Custodia de Tierra Santa explicó que en estas situaciones se impone el caos y en los meses pasados Beirut hubo manifestaciones y protestas a causa del hambre, problema agravado aún más por la pandemia del Covid-19. “Debido a la explosión, muchas familias se han quedado sin hogar y podrían asaltar las tiendas por el hambre – continúa el fraile – Después tendremos que pensar también en la restauración de la iglesia y del convento. Estamos hablando de una casa de gran valor artístico, ya que hace doscientos años fue precisamente allí donde se realizó la primera representación teatral en Beirut. El convento está considerado patrimonio histórico de Beirut”. Fray Firas Lutfi apeló a la solidaridad internacional: “Creo que la palabra solidaridad resume todo: solidaridad espiritual con la oración y solidaridad humana para socorrer a los miles de heridos. Muchísimas familias se han quedado sin casa y esta catástrofe se suma a muchas otras situaciones difíciles que está viviendo el Líbano”
El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, envió desde Jerusalén un mensaje a los frailes para invitarles a la oración: “Os invito a todos a rezar por los fallecidos, por los heridos y por sus familias. Os invito a rezar para que este episodio sea algo incidental y no degenere en un nuevo conflicto. Que el Príncipe de la Paz, nuestro Señor Jesucristo, otorgue paz al Líbano y María, Reina del Líbano, proteja a todos sus hijos”.
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Los pergaminos del Mar Muerto
La labor de conservación de los Pergaminos del Mar Muerto, patrimonio de la humanidad y especialmente importantes para la historia del cristianismo, vive un momento crítico ante las múltiples dificultades que ha traído el presente año.
Han pasado casi 30 años desde que la Autoridad de Antigüedades de Israel decidió establecer un laboratorio y una sala de control climático dedicados a la conservación de los Pergaminos del Mar Muerto. La última década ha sido testigo del florecimiento de una variedad de proyectos para descubrir los secretos de los manuscritos de dos mil años de antigüedad, así como para preservarlos y hacerlos accesibles al público, bajo una Unidad de Pergaminos del Mar Muerto, establecida en el 2010.
Al frente de la instalación desde su fundación estuvo el arqueólogo Pnina Shor, quien supervisó iniciativas como la digitalización de los pergaminos y diferentes corrientes de investigación exhaustiva para investigar sus elementos materiales. Ahora, la unidad vuelve a pasar página: Shor se retiró en febrero y el nuevo jefe de la unidad, el arqueólogo Joe Uziel, habló con The Jerusalem Post sobre su visión de su cargo, los esfuerzos en curso de la unidad y los efectos de la crisis del coronavirus que estalló justo después de que él comenzara su trabajo.
“Unirse a una unidad que abarca todo el espectro de trabajo relacionado con los Rollos del Mar Muerto, incluyendo la investigación, la conservación y la divulgación es una oportunidad única en la vida”, manifestó.
Antes de unirse a la unidad, Uziel fue un arqueólogo especializado en la Edad de Bronce y Hierro, mucho antes del período del que datan los pergaminos, y llevó a cabo varias excavaciones prominentes en Jerusalem, incluyendo en la Ciudad de David y el Muro Occidental.
“No soy un erudito o especialista en los Pergaminos del Mar Muerto, pero creo que mi experiencia en el campo va a ser importante para ofrecer la perspectiva de un arqueólogo, porque los pergaminos son un hallazgo arqueológico”, explicó. “Además, una de las cosas en las que me he centrado mucho en mi trabajo en Jerusalem es en hacer avanzar las metodologías en el campo y creo que esto representa el siguiente paso para que también aquí en la unidad se hagan nuevas investigaciones de vanguardia: estamos tratando con el hallazgo arqueológico más importante de Israel en el siglo XX, merece los mejores métodos, ya sea en investigación, conservación o documentación”.
De hecho, el dilema de si preservar los pergaminos para las generaciones futuras o avanzar en la investigación es una de las cuestiones fundamentales a las que se enfrenta diariamente el personal de la unidad, considerando cómo algunas de las vías de investigación más interesantes, como la datación por carbono o el análisis de ADN, implican algún daño del material.
“Por ejemplo, nos preguntamos si hoy es el momento de realizar análisis de radiocarbono en los pergaminos, cuando tal vez en uno, tres o cinco años, las técnicas podrían estar mucho más desarrolladas y ser menos invasivas”, señaló Uziel.
Al preguntársele si existe un proyecto u objetivo específico que se proponga llevar a cabo como jefe de la unidad, el investigador explicó que considera muy importante ampliar la divulgación al público y aumentar su conciencia sobre todo el alcance de la colección y lo que representa.
“Yo mismo no era del todo consciente de la amplitud de esta colección, que incluye unos 25 mil fragmentos de varios cientos de manuscritos, no solo los bíblicos, sino también los no bíblicos que nos informan mucho sobre la vida de la comunidad que vivía en esas cuevas de Qumran hace miles de años”, señaló.
“Deseo que el público se dé cuenta de lo frágiles que son y también de lo asombroso que es que después de dos mil años, estos objetos sobrevivan y cualquiera que pueda leer en hebreo sea capaz de leer los textos”, añadió.
El brote de coronavirus ha afectado bastante el trabajo de la unidad, explicó con varias conferencias canceladas y todo el personal obligado a permanecer en casa durante el encierro con la única excepción del conservador responsable del bienestar físico de los pergaminos.
“Hemos tenido que reevaluar nuestros objetivos para el 2020”, explicó Uziel. “Esperamos que el 2021 sea un año más seguro y mejor”.
“Estoy increíblemente agradecido por la oportunidad y por el equipo con el que trabajo”, concluyó. “También me doy cuenta de que la gran responsabilidad está sobre mí”.
Fuente: Israel Noticias