Un ejemplo de la atracción de la vida monástica al inicio del cristianismo

San Hilarión de Gaza es uno de los grandes padres de la vida monástica y fundó en el siglo IV uno de los que es considerado monasterios más antiguos de toda Tierra Santa, en un lugar, muy cerca de Gaza, en la que llegó a tener varios miles de seguidores como atestiguan también los restos arqueológicos encontrados en 1999 y con los cuales siguen trabajando hoy en día.

 

El ministro de Turismo y Antigüedades de la Autoridad Nacional Palestina, Mohamed Abdel Gawad, explica a la agencia EFE que Hilarión “en sus paseos por el desierto del Sinaí, conoció a Antonio, quien le educó en la cristiandad y al volver a Gaza fundó este lugar donde comenzó a difundir la religión cristiana en Palestina”.

Hilarión nació en una Gaza pagana y siendo aun menor se fue a estudiar a Alejandría donde –según San Jerónimo- “llegó a ser muy versado en el arte de hablar”. Fue precisamente allí donde oyó hablar de la figura de Antonio Abad y lo buscó en su retiro por el desierto. Dos meses con él le cambiaron para siempre y, así, la historia cristiana de Palestina.

 

 

De vuelta a su tierra repartió todas sus pertenencias entre los pobres y en el año 306 levantó una choza cerca de Maiuma, un lugar estratégico atravesado por la Via Maris, emblemática ruta comercial que unía Egipto con Mesopotamia, y transitaban comerciantes y peregrinos. Su vida ermitaña atrajo a obispos, presbíteros, clérigos, monjes y hasta nobles damas, cuenta San Jerónimo.

Aunque en esta zona palestina, controlada ahora por los islamistas de Hamás, sólo viven ahora unos 900 cristianos, en aquel momento se convirtió en un lugar de gran importancia en el ámbito cristiano. De hecho, en el yacimiento de Tell Um el Amr se puede observar cómo era la vida de los cenobitas y cómo Hilarión pudo llegar a estar rodeado de casi 5.000 seguidores.

De este modo, EFE cuenta como las cinco iglesias, los complejos de baños, santuarios y mosaicos geométricos desenterrados en el yacimiento de 14.500 metros cuadrados abarcan más de cuatro siglos, desde el Imperio Romano tardío hasta el Califato Abasí (IX).

En esta reconstrucción, afirman las autoridades, se cree que en la fuente que daba inicio al recorrido se situaba el sacerdote para dar la bienvenida a monjes y peregrinos que disponían de habitaciones y cocinas, como muestra el horno de piedra también conservado. Los muros que rodeaban el monasterio y erigían los templos están siendo hoy reconstruidos para recuperar el esplendor que llegó a tener este epicentro monástico de columnas de mármol.

Paradójicamente Hilarion terminó escapando de la veneración que había creado y, al final de su vida, buscó de nuevo la soledad por el desierto hasta llegar a Chipre, donde murió. “Se cree que sus discípulos trajeron el cuerpo y lo enterraron aquí. Pero, desafortunadamente, no hemos encontrado el féretro, que pudo ser robado o desapareció”, lamenta Abdel Gawad. Solo una pequeña pieza de ataúd apareció durante estas excavaciones que buscan recomponer la historia y desvelar el mayor de sus misterios: la tumba del primer monje palestino.

 

 

 

Hay ocho puertas, siete abiertas y una sellada

Judíos, musulmanes y cristianos pasan diariamente por las puertas de la Ciudad Vieja de Jerusalén, de camino hacia las oraciones o simplemente para ocuparse de sus asuntos cotidianos en uno de los lugares políticamente más sensibles de la Tierra.

Hay ocho puertas, siete abiertas y una sellada, a lo largo de las murallas de la Ciudad Vieja, que fueron construidas en el siglo XVI por el sultán turco Solimán el Magnífico.

Siempre son muy concurridas la Puerta de Damasco, la principal entrada al barrio musulmán, y la Puerta de Jaffa, que mira al oeste hacia el Mediterráneo, donde los residentes locales y los turistas se mezclan en los mercados que bordean los callejones de piedra.

La Puerta del León, que tiene dos pares de leones heráldicos tallados en el arco, es también conocida como la Puerta de San Esteban. Mira al este, hacia la antigua Jericó, y suele estar repleta de fieles musulmanes en la mezquita al-Aqsa, el tercer santuario más sagrado del Islam.

Muchos fieles judíos toman otra ruta hacia el Muro de los Lamentos del judaísmo. Pasan por la Puerta de las Basuras, la más cercana al lugar sagrado, donde pueden verse a familias celebrar el Bar Mitzvah de sus hijos de 13 años de camino al muro.

La seguridad siempre es estricta ya que se trata de una zona inestable ubicada en el corazón del conflicto israelí-palestino. La policía israelí patrulla y cámaras de un circuito cerrado de televisión monitorean los pasillos de la Ciudad Vieja.

Israel considera a todo Jerusalén, incluida la Ciudad Vieja y amurallada que capturó en la guerra de Oriente Medio de 1967, como su capital «eterna e indivisible».

Los palestinos quieren que Jerusalén Oriental, donde está ubicada la Ciudad Vieja, sea la capital del estado que buscan establecer en la ocupada Cisjordania y la Franja de Gaza.

 

Las ocho puertas

 

Puerta de Damasco

Es la más grande e importante de Jerusalén. La puerta que consta de mayores defensas arquitectónica de todas las de la ciudad antigua. Se encuentra en la pared norte y apunta hacia la capital de Siria, de donde toma el nombre.

 

Puerta de Damasco
Puerta de Damasco - REUTERS/Nir Elias

 

Brinda acceso directo al multitudinario zoco del barrio musulmán. Bajo esta puerta del siglo XVI, los arqueólogos descubrieron parte de la entrada a Jerusalén construida por el emperador Adriano en el siglo II.

 

Puerta de Herodes

Su nombre en árabe y hebreo es Puerta de las Flores, debido a los motivos con forma de rosetas que la decoran.

 

Puerta de Herodes

Puerta de Herodes - REUTERS/Nir Elias

 

El nombre de Herodes, no obstante, se debe al hecho de que esta entrada lleva a la casa de Herodes Antipas, a la que Jesús fuera enviado por Pilato: Ubicada en el norte, da acceso a los mercados de la ciudad vieja y al barrio musulmán. Tiene la misma orientación que la Puerta de Damasco.

 

 

Puerta Nueva

Es la única entrada que no forma parte del diseño original de las murallas del siglo XVI.

 

Puerta Nueva

Puerta Nueva - REUTERS/Corinna Kern

 

Fue construida en 1887, en los primeros tiempos del Imperio Otomano, para facilitar el acceso a los peregrinos cristianos que acudían a los lugares santos situados en el interior de las murallas.

 

Puerta de los Leones

Los animales de aspecto feroz que flanquean este acceso son los responsables de esta denominación, aunque también es conocida como Puerta de San Esteban, en honor al santo mártir del cristianismo.

 

Puerta de los LeonesPuerta de los Leones - REUTERS/Nir Elias

 

Esta puerta, la única que da acceso a la ciudad por su parte este, marca el inicio de la Vía Dolorosa, el camino interior de la ciudad antigua por donde Jesús cargó la cruz hasta el calvario.

 

Puerta de las Basuras

Este ingreso, también llamado puerta del Estiércol o de los Desperdicios, servía originariamente para sacar la basura de la ciudad.

 

Puerta de las BasurasPuerta de las Basuras - REUTERS/Nir Elias

 

De aspecto poco atrayente, se trata sin embargo de un acceso muy transitado ya que constituye la forma más rápida de llegar al Muro Occidental (o de las Lamentaciones) y a la Explanada de las Mezquitas, dos de los lugares más icónicos de Jerusalén.

 

Puerta de Sion

A través de esta entrada construida en 1540 se accede directamente a los barrios armenio y judío.

 

Puerta de Sion

Puerta de Sion - REUTERS/Corinna Kern

 

Situada en la muralla sur, es la última de las cuatro puertas principales de la ciudad vieja. Recibe su nombre por el monte Sión ubicado justo enfrente.

 

Puerta de Jaffa

Esta es la única puerta situada en el lado occidental de la ciudad antigua. Presidida por la Torre de David, es hoy la entrada más transitada al ser un acceso directo a los barrios cristiano y judío.

 

Puerta de JaffaPuerta de Jaffa - REUTERS/Nir Elias

 

A través de esta se accede a las partes más populares del zoco y al museo de la Torre de David. De esta puerta partía la carretera que comunicaba Jerusalén con el puerto de Jaffa, en el Mediterráneo, por lo que era también la puerta de entrada de los peregrinos judíos y cristianos que llegaban de Europa.

 

Puerta Dorada

También llamada Puerta de la Misericordia o Puerta Oriental, este acceso se ubica en la muralla oriental del Monte del Templo.

 

Puerta Dorada

Puerta Dorada - REUTERS/Nir Elias

 

A pesar de llevar varios siglos bloqueada, todavía se dice que está a la espera de un milagro para que vuelva a abrirse cuando el Mesías regrese y resuciten los muertos.

 

 

 

El castigo más atroz (y humillante) de la Antigua Roma

 

Cuando Espartaco y su grupo de esclavos fueron derrotados tras la Tercera Guerra Servil, los 6.000 prisioneros adultos capturados fueron crucificados a intervalos a lo largo de la Vía Apia, desde Roma hasta Capua.

 

La cruz fue el primer problema teológico al que se enfrentó el grupo de seguidores de Jesús: fundamentar por qué el Mesías había muerto víctima del método de ejecución más salvaje y humillante, tradicionalmente reservado a los esclavos, que los romanos aplicaban. Sin embargo, como explica Tom Holland en su libro «Dominio» (Ático de los libros, 2020), los primeros cristianos no solo resolvieron el dilema, sino que consiguieron convertir esa supuesta derrota en su principal triunfo.

Lograron que solo trescientos años después hasta el Emperador de Roma se arrodillara ante la cruz, una palabra –«crux»– que hasta entonces causaba asco por lo que representaba este método.

 

la_pasion.jpg

 

Esta forma de castigo fue creada supuestamente en Asiria en torno al siglo VI a.C. Al menos así les gustaba decir a los romanos, que no aceptaban que una brutalidad tal pudiera haber sido pensada en su territorio. La práctica fue imitada por grandes potencias mediterráneas, como la Macedonia de Alejandro Magno, quien la importó unos 200 años después de su aparición en Oriente Próximo.

Un mensaje para quienes desafiaban a Roma

En la Antigua Roma no había ejecución más atroz que la crucifixión y un mensaje más crudo hacia quienes desafiaran el orden establecido. Garantizaba al esclavo condenado un largo suplicio desnudo, con los pechos y los hombros hinchados y con los pájaros picoteando la carne a placer. Mientras que a los que observaban les avisaba de que las élites romanas no iban a admitir que un esclavo destruyera su sociedad, sustentada por la servidumbre de esta grupo que representaba a la mayor parte de la población.

Cuando Espartaco y su grupo de esclavos fueron derrotados tras la Tercera Guerra Servil, los 6.000 prisioneros adultos capturados fueron crucificados a intervalos a lo largo de la Vía Apia, desde Roma hasta Capua, como advertencia a otros esclavos dispuestos a atacar a sus amos.

«Una vez que tenemos en nuestra servidumbre a naciones enteras con sus cultos diversos, con sus religiones extrañas o sin religión alguna, a ese canalla no se le puede dominar sino por el miedo», dejó escrito Tácito.

 

 
«Espartaco» (Spartacus), película estadounidense de 1960

 

El ingenio sádico del verdugo era bienvenido. Como cuenta Holland en el brillante prefacio de su libro, cuanto más terrible fuera la imagen más efectivo era el castigo. «Este pone cabeza abajo a los que quiere colgar, aquel los empala por los genitales; este otro los extiende los brazos en un yugo», narra Cicerón, otro de los autores clásicos.

Los romanos, el pueblo que más hizo por popularizarla, no podían aplicarla a los ciudadanos debido a ese carácter humillante. En su lugar, en el caso de estar condenados a muerte, eran decapitados o se les seccionaba la medula desde el cuello con una espada. Las ejecuciones en Roma se hacían en territorios extramuros donde el olor de los cadáveres no resultara próximo.

Los cuerpos de los crucificados, que eran castigados por las aves carroñeras durante días, eran luego arrojados en fosas comunes y conducidos, al menos en Italia, por enterradores vestidos de rojo que hacían sonar campanillas y arrastraban los restos con ganchos.

 

La crucifixión mejor documentada

Como prueba de la contradictoria mezcla entre la altivez y la repugnancia que les generaba a los romanos este método de ejecución, todo lo público que era en su día las crucifixiones lo fue luego de silencioso en los textos. Solo cuatro crónicas de la Antigüedad han sobrevivido que detallen este método y todas ellas hacen referencia al mismo reo: un judío llamado Jesús ejecutado frente a las murallas de Jerusalén, en el Gólgota, el «Lugar de la Calavera».

Estas crónicas, escritas poco después de la muerte de Jesús, condenado por un delito capital contra el orden establecido, describen como tras la sentencia el reo fue azotado por los soldados y se mofaron de él colocándole una corona de espinas. Jesús de Nazaret fue obligado a cargar con su cruz (lo más probable es que solo llevara el madero horizontal de la cruz) hasta el lugar donde sería ejecutado. Allí le atravesaron las manos y los pies con clavos y lo elevaron en la cruz. Una vez fallecido le clavaron una lanza en el costado para cerciorarse de que no quedaba aliento alguno en su interior.

 

Una de las primeras representaciones que se conservan de Jesús en la Cruz.Una de las primeras representaciones que se conservan de Jesús en la Cruz.

 

Los romanos no eran los únicos a los que la mera representación de estas ejecuciones les horrorizaba. «El misterio de la cruz que nos convoca ante Dios, es algo despreciable y deshonroso», dejó escrito Justino Mártir solo un siglo después de la muerte de Jesucristo. Tuvieron que pasar muchos años para que la ilustración de la muerte de Jesús y el símbolo en sí de la cruz se convirtieran en una forma visual aceptable para sus seguidores.

Comenta Holland que «hacia el año 400 la cruz dejó de verse como algo vergonzoso. Prohibida como castigo décadas antes por Constantino, el primer emperador cristiano, la crucifixión se había convertido para el pueblo romano en un emblema del triunfo sobre el pecado y la muerte». La crucifixión de Jesús empezó a representarse con el cuerpo de un atleta, tan musculoso como un dios griego, y con la expresión serena de quien está convencido de su victoria.

Una imagen propiamente grecolatina que evolucionó a través de los artistas medievales hacia un Jesús ensangrentado y agonizante. Aparecía sereno y con rostro de sufrimiento. Más humano, más débil. Sin embargo, si en otro tiempo aquella estampa hubiera evocado lo atroz que era esta forma de morir, para los años medievales transmitía a la gente compasión y piedad ante el sacrificio que había realizado Jesús.

 

https://www.abc.es/

LAS MUJERES DE JESÚS

Jesús restablece para siempre la nobleza de la mujer, como nadie nunca se había atrevido a hacerlo, como nadie nunca lo hará.

Todo el Evangelio está regado de pasajes en los que relumbra  el trato delicado y enaltecedor que Jesús brinda a las mujeres; un trato que, sin duda, hubo de resultar incómodo a sus discípulos –como en varias ocasiones queda reflejado– y escandaloso a sus contemporáneos.

Incomodidad y algo de bochorno sienten los discípulos, por ejemplo, en la unción de Betania, cuando Jesús permite que María, la hermana de Lázaro y de Marta, le derrame sobre los pies una libra de perfume de nardo; un gesto confiado, de una naturalidad candorosa, que a los ojos severos de un puritano de la época –de cualquier época, en realidad– podía alimentar cuchicheos y maledicencias.

Mujer samaritana

Y escándalo debieron de sentir sus contemporáneos cuando Jesús impide que la mujer adúltera sea apedreada, como exigía la ley de Moisés.

En ambos gestos descubrimos una corriente de complicidad que desafía las convenciones establecidas, un desafío jovial a los usos sociales, una suerte de alegre desdén hacia todas las cortapisas y escollos que se interponen en la generosa fluencia entre dos espíritus nobles.

Porque lo que más atrae de Jesús en estos pasajes es su capacidad para descubrir nobleza en donde otros, entorpecidos por las legañas de los prejuicios, sólo descubren indecencia o pecado; una nobleza quizá aturullada, quizá arañada por debilidades y claudicaciones, pero nobleza a fin de cuentas, dispuesta a vindicarse y a recuperar su sitio.

El diálogo que Jesús mantiene con la samaritana en el pozo de Jacob llena de perplejidad a sus discípulos. Ahora ya no sólo les ofende que converse con una mujer a solas, actitud que debía de juzgarse indecorosa, sino que además esa mujer sea natural de Samaria, la región cuyos habitantes eran execrados por sus heterodoxias.

En ese diálogo, Jesús no evita la ironía piadosa; y la emplea, además, en un punto en el que la samaritana estaría acostumbrada a recibir las reconvenciones más agrias y destempladas.

«Llama a tu marido», le dice; a lo que la samaritana responde que no tiene marido. «Bien has dicho –asiente Jesús–; porque maridos has tenido cinco, y el que ahora tienes no lo es.» La samaritana debió entonces de abrir los ojos como platos.

¡Aquel extraño sabía que había sido mujer de cinco maridos y, en lugar de rehuirla como a una apestada, entablaba amistoso coloquio con ella! Aquí el Evangelio no hace comentario alguno; pero siempre que leo este pasaje imagino el natural desconcierto que a la samaritana debió de producirle la "adivinación"" de Jesús; un desconcierto que tal vez terminase en sonrisa, al reparar en el rostro afable de Jesús.

Jesús con María Magdalena

¿De dónde salía aquel tipo que la aceptaba sabiendo lo que era, como si su pasado no le importara, como si ese pasado hubiese sido fulminantemente borrado por el agua que le prometía?

La samaritana debió de notar entonces la acción misteriosa de la gracia, que golpea sin desmayo a nuestra puerta, sin importarle demasiado nuestras debilidades; o, importándole tanto, que a todas ellas las abraza, con calidez incombustible. E, inevitablemente, tuvo que sonreír: con pudor, con gratitud, con incalculable alegría.

Pero donde la simpatía franca que Jesús emplea con las mujeres desborda la medida de lo previsible y alcanza el colmo, para hacerse subversiva, es en la jornada de su resurrección. El testimonio prestado por mujeres carecía de valor en aquella época, tanto para la ley mosaica como para el derecho romano; y, sin embargo, Jesús quiere que sean mujeres quienes anuncien el acontecimiento más importante de su paso por la tierra, el acontecimiento que justifica la fe que ha venido a fundar.

Fueron, en efecto, mujeres quienes acudieron al sepulcro vacío, cargadas de bálsamos ya inútiles; fueron mujeres las primeras que lo vieron resucitado: primero, su madre, de quien sin duda había aprendido a tratar a las mujeres con franqueza; después, la Magdalena y el grupito femenino que lo acompañaba desde Galilea.

En esta elección hay, desde luego, una recompensa a la lealtad (ellas habían sido quienes permanecieron en el Gólgota, al pie de la cruz, mientras los discípulos tomaban las de Villadiego); pero hay también un corte de mangas a los prejuicios de la época.

A Jesús no se le podía escapar que nadie iba a prestar crédito al testimonio de aquellas mujeres; y que, por ello mismo, el anuncio de su resurrección iba a resultar mucho más problemático, como algunos días más tarde él mismo tendría ocasión de comprobar, camino de Emaús. En ese magnífico, grandioso, exultante corte de mangas a los prejuicios de la época, Jesús restablece para siempre la nobleza de la mujer, como nadie nunca se había atrevido a hacerlo, como nadie nunca lo hará.

Artículo de Juan Manuel de Prada en XLSemanal

 

Meditó sobre el silencio, la distancia de las cosas superfluas y la soledad

 

En la primera audiencia general de esta Cuaresma, el Papa propuso contemplar “los cuarenta días en que Jesús se retiró al desierto para orar y ayunar, y allí fue tentado por el diablo”.

 

“El camino a través del desierto cuaresmal es un tiempo propicio en nuestra vida para apagar la televisión y abrir la Biblia; para desconectarnos del celular y conectarnos al Evangelio; para renunciar a tantas palabras y críticas inútiles para estar más tiempo con el Señor y dejar que transforme nuestro corazón”, propuso.

 

CATEQUESIS DEL PAPA EN ESPAÑOL

 

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos hoy la Cuaresma, un camino de cuarenta días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico. En este camino, tenemos presente los cuarenta días en que Jesús se retiró al desierto para orar y ayunar, y allí fue tentado por el diablo.

Hoy, Miércoles de Ceniza, reflexionamos sobre el significado espiritual del desierto.

Imaginemos que estamos en el desierto: nos alejamos de los ruidos, de todo lo que nos rodea habitualmente y un gran silencio nos envuelve. En el desierto hay ausencia de palabras, y así podemos hacer espacio para que el Señor nos hable al corazón: es el lugar de la Palabra de Dios. En el desierto, también nos alejamos de tantas realidades superfluas que nos rodean, aprendemos a “ayunar”, que es renunciar a cosas vanas para ir a lo esencial. Por último, el desierto es un lugar de soledad. Allí podemos encontrar y ayudar a tantos hermanos descartados y solos, que viven en el silencio y en la marginalidad.

El camino a través del desierto cuaresmal es un tiempo propicio en nuestra vida para apagar la televisión y abrir la Biblia; para desconectarnos del celular y conectarnos al Evangelio; para renunciar a tantas palabras y críticas inútiles para estar más tiempo con el Señor y dejar que transforme nuestro corazón.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Señor que nos ayude a entrar en el desierto cuaresmal, que lo sepamos recorrer a través de la oración, el ayuno y las obras de misericordia, para que podamos gustar la Pascua, la fuerza del amor de Dios que hace florecer los desiertos de nuestra vida. Que el Señor los bendiga.

 

Noticia de Rome Reports

SAN HILARIO
PAPA Y CONFESOR
(† 468)

Su nombre latino es ordinariamente Hilarus, a veces Hilarius, Natural de Cerdeña. Siendo diácono de Roma fue enviado en 449 por el papa San León I al concilio [Latrocinio] de Éfeso en calidad de legado pontificio.

Aquí se negó a firmar la deposición de San Flaviano, patriarca de Constantinopla. Temiendo las iras de sus adversarios, Hilario partió ocultamente, llevando consigo la apelación que Flaviano dirigía a San León, texto hallado en 1882 por Amelli en la Biblioteca Capitular de Novara. Ya en Italia, el enviado pontificio escribió a la emperatriz Pulqueria, informándole de lo ocurrido. Todavía diácono, despliega otra actividad muy distinta, de carácter litúrgico: encarga a un tal Victorio de Aquitania la composición de un Ciclo Pascual, donde se intenta fijar la verdadera fecha de la Pascua, punto sobre el que aún no estaban de acuerdo griegos y latinos.

El mismo Hilario estudió previamente la cuestión; pero, para informarse de los escritos de aquéllos, se valió de traducciones latinas, pues, según parece, conocía bien poco el griego. Por lo demás, el cómputo de Victorio fue ley en la Galia hasta el siglo VIII.

Hilario sucedió a San León en la Sede de San Pedro a fines de 461. Durante sus siete años de pontificado no ocurrieron acontecimientos de gran importancia para la Iglesia universal. El mérito del Santo consiste principalmente en la firme defensa de los derechos de la Iglesia en materia de disciplina y jurisdicción. Ya al año escaso de su consagración, como Pastor Supremo, tuvo que dirigirse a Leoncio, arzobispo de Arles, pidiendo informes sobre la usurpación del episcopado narbonense, llevada a cabo por Hermes: el Papa se extraña de que, siendo el asunto de la incumbencia de Leoncio, éste no le haya escrito antes sobre el conflicto. Poco después, presente "numeroso concurso de obispos" reúne en Roma un concilio donde, por bien de la paz, se consiente dejar a Hermes en la sede narbonense, pero, para prevenir futuros abusos, se le priva del derecho de ordenar obispos, derecho que pasa a Constancio, prelado de Uzés. La resolución conciliar fue enviada el 3 de diciembre, año 462, a los obispos de la Galia meridional en una carta donde también se prescribe que, convocados por Leoncio, se reúnan cada año, a ser posible, todos los titulares de las provincias eclesiásticas a quienes se dirige el documento, o sea de Viena, Lyon, dos de Narbona y la Alpina: en tales asambleas se han de examinar costumbres y ordenaciones de obispos y eclesiásticos; si ocurren causas más importantes que no puedan "terminar", consulten a Roma.

Asimismo tuvo que atender Hilario al asunto del arzobispo de Viena, Mamerto, que había consagrado ilegalmente a Marcelo como obispo de Díe. El Papa, manteniendo los principios legales y renunciando a imponer penas (supuesta la sumisión del acusado), remite la cuestión a Leoncio, a quien pertenecía en este caso el derecho de consagrar.

Abusos semejantes, cometidos en España, fueron considerados en un concilio de 48 obispos que congregó el Papa en Santa María la Mayor (nov. del 465). En la carta referente a este sínodo, enviaba a los prelados de la provincia de Tarragona, que previamente habían consultado a Hilario, manda el Pontífice, entre otras cosas: 1.º Sin consentimiento del metropolitano tarraconense, Ascanio, no sea consagrado ningún obispo. 2.º Ningún prelado, dejando su propia iglesia, pase a otra. 3.º En cuanto a Ireneo, sea separado de la iglesia de Barcelona y retorne a la suya. 4.º A los obispos ya ordenados, los confirma el Papa, con tal que no tengan las irregularidades señaladas en el concilio.

Otro mérito de San Hilario fue el haber impedido la propaganda herética en Roma al macedoniano Filoteo, y esto a pesar del apoyo que encontró el hereje en el nuevo emperador de Occidente, Antemio.

Tal rectitud de Hilario en lo tocante a la disciplina y a la fe, brota de lo que podríamos llamar norma de su vida y su gobierno: "En pro de la universal concordia de los sacerdotes del Señor, procuraré que nadie se atreva a buscar su propio interés, sino que todos se esfuercen en promover la causa de Cristo" (epist. Dilectioni meae, a Leoncio, ed. Thiel, 1,139).

En cuanto a lo referente a la piedad personal y fomento del culto, señalemos que Hilario edificó, entre otros, dos oratorios en la basílica constantiniana de Letrán: el de San Juan Bautista y el de San Juan Evangelista. Otro, dedicado a la Santa Cruz, con ocho capillas, se alzaba al noroeste de aquél. El Papa profesaba especial devoción al santo Evangelista, pues a él atribuía el haberse salvado de los peligros que corrió en el Latrocinio de Éfeso: en señal de gratitud hizo grabar a la entrada del oratorio la siguiente inscripción: "A su libertador, el Beato Juan Evangelista, Hilario obispo, siervo de Dios". A este mismo Papa atribuye el Liber Pontificalis la construcción de un servicio de altar completo, destinado a las misas estacionales: un cáliz de oro para el Papa; 25 cálices de plata para los sacerdotes titulares que celebraban con él; 25 grandes vasos para recibir las oblaciones de vino presentadas por los fieles y 50 cálices ministeriales para distribuir la comunión. El servicio se depositaba en la iglesia de Letrán o en Santa María la Mayor, y el día de estación se transportaban los vasos sagrados a la iglesia donde iba a celebrarse la asamblea litúrgica. También levantó Hilario un monasterio dedicado a San Lorenzo, y cerca de él una casa de campo, probablemente residencia o "villa" papal con dos bibliotecas.

Murió el Santo el 9 de febrero de 468. Fue enterrado en San Lorenzo extra muros. Largo tiempo se celebró su aniversario el 10 de septiembre, conforme a ciertos manuscritos jeronimianos; pero ya desde la edición de 1922 del Martirologio Romano, se trasladó su memoria al 28 de febrero.  

AUGUSTO SEGOVIA, S. I

 

 

Actualmente hay 17 cardenales africanos, y uno de los más activos es el etíope Berhaneyesus Souraphiel

 

Tiene 71 años. Fue estudiante en Londres y en Roma; y como sacerdote, durante la represión comunista en su país pasó 7 años en la cárcel.

Explica que en Etiopía siempre han convivido en paz cristianos y musulmanes, y que han colaborado en la construcción de iglesias y mezquitas. Pero que últimamente la situación está cambiando por motivos políticos.

 

 

CARD. BERHANEYESUS SOURAPHIEL
Arz. Metropolitano Addis Abeba
“Hay un grupo de fundamentalistas que de pronto vienen, y provocan persecución, queman iglesias, a veces también mezquitas. Ante esto, cristianos y musulmanes se quedan confundidos: ¿qué está pasando? Porque no es persecución religiosa sino política”.

El cardenal Asegura que han encontrado los cuerpos de 30 etíopes mártires que en 2015 fueron asesinados en Libia por el Estado Islámico, y que le gustaría recuperarlos y darles sepultura en su país.

CARD. BERHANEYESUS SOURAPHIEL
Arz. Metropolitano Addis Abeba
“Les decían: O te haces musulmán o te matamos. Respondían: Somos cristianos. Así que fueron asesinados en el desierto de Libia”.
“La persecución es tan antigua como el cristianismo. En el Imperio Romano, los gobernantes persiguieron a los cristianos, pero luego, con la ayuda de Dios, los emperadores se bautizaron y el Imperio Romano se convirtió en un Imperio cristiano. Pero también después siguió habiendo persecuciones”.

Asegura que en Occidente hay una forma sutil de persecución contra el cristianismo, que es la indiferencia.

CARD. BERHANEYESUS SOURAPHIEL
Arz. Metropolitano Addis Abeba
“La Filosofía o la Teología son un regalo de la Iglesia a Occidente. Europa debería tomarse esto en serio y no avergonzase de su herencia cristiana”.

Aunque sólo el 2% de la población son católicos, el cardenal fue nombrado coordinador de la Comisión nacional para la reconciliación y la paz, tras 20 años de guerra con Eritrea.

Una labor delicada, en una región sembrada de tensiones sobre todo étnicas y políticas.

Javier Martínez-Brocal

RomeReports

¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida?

¿Qué significa en la práctica convertirse? En su penúltima audiencia (13-II-2013) Benedicto XVI quiso reflexionar sobre las tentaciones de Cristo (cf. Lc 4, 1-13). Y comenzó invitando a plantearse una pregunta fundamental: “Qué es lo que realmente cuenta en mi vida?”.

La tentación de suplantar a Dios

La primera tentación quiere reducir los deseos y necesidades del hombre al pan, cuando en realidad no es menor el hambre de verdad, el hambre de Dios.

La segunda es sobre el poder, y Jesús deja claro que el poder que salva el mundo es el poder de la cruz, de la humildad y del amor. Y en la tercera, el demonio le propone hacer algo extraordinario, espectacular.

Observa el Papa que hay un núcleo en las tres tentaciones: “Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, usarlo para los propios intereses, para la propia gloria y para el propio éxito”. Con otras palabras, “ponerse a sí mismos en lugar de Dios, removiéndolo de la propia existencia y haciéndolo parecer superfluo”.

Esas tres tentaciones también nos acechan a nosotros. Por eso cada uno, observa Benedicto XVI, debería preguntarse: “¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o soy yo?”

Dejar que Dios ocupe el primer lugar

Se hace necesario, por lo tanto, superar esa tentación de someter a Dios a nuestros propios intereses, o dejarlo a un lado. Y convertirse, como escuchamos muchas veces en Cuaresma. Esa palabra significa seguir a Jesús de modo que Él guíe nuestra vida; dejar que Dios nos trasforme, dejando de pensar que nosotros somos los únicos constructores de nuestra existencia; reconocer que somos criaturas de Dios, y que sólo “perdiendo” nuestra vida en Él podemos ganarla.

“Hoy –señala– ya no se puede ser cristiano como mera consecuencia del hecho de vivir en una sociedad de raíces cristianas; incluso el que nace en una familia cristiana y es educado religiosamente debe, cada día, renovar la opción de ser cristiano; es decir, de poner a Dios en primer lugar, frente a las tentaciones que una sociedad secularizada le propone de continuo, frente al juicio crítico de muchos contemporáneos”.

Este poner a Dios por delante se concreta en muchas cosas. Ejemplifica el Papa: la fidelidad al matrimonio, la misericordia en la vida cotidiana, el tiempo para la oración, la oposición a elecciones tales como el aborto en caso de embarazo indeseado, la eutanasia en caso de enfermedad grave, la selección de embriones (con la consecuente muerte de muchos otros) para prevenir enfermedades hereditarias, etc.

Benedicto XVI evoca las conversiones de san Pablo y de san Agustín, en la época antigua. Pero también otras de nuestra época, concretamente las de Pavel Florenskij, Etty Hillesum y Dorothy Day.

 

O Dios, o yo     

Cada uno de nosotros, añade, ha de estar preparado para ser visitado por Dios, sin dejarse llevar por espejismos, apariencia o cosas materiales.

Y concluye proponiendo: “En este Tiempo de Cuaresma, en el Año de la Fe, renovemos nuestro empeño en el camino de la conversión, para superar la tendencia a cerrarnos en notros mismos y para dejar, en cambio, espacio a Dios, mirando con sus ojos la realidad cotidiana”.

De esta manera, la alternativa entre la cerrazón de nuestro egoísmo y la apertura al amor de Dios y a los otros, corresponde a la alternativa de las tentaciones de Jesús, entre poder humano y amor a la Cruz, entre el mero bienestar y la obra de Dios. “Convertirse –en suma– significa no cerrarse en la búsqueda del propio éxito, del propio prestigio, de la propia posición; sino actuar de tal manera que cada día, en las cosas pequeñas, la verdad, la fe en Dios y el amor sean lo más importante”.

Eso es, en efecto, lo decisivo para un cristiano. En último término, o Dios (y tras de Dios están siempre los demás) o yo.

 

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE PARA LA CUARESMA 2020

«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2Co 5,20)

Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.

 

1. El Misterio pascual, fundamento de la conversión

La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Christus vivit, 117).

Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cfr. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cfr. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.

Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.

2. Urgencia de conversión

Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene.

De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.

Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cfr. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.

3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos

El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros. En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor nuestro» (2Co 5,21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta «poner a Dios contra Dios»,como dijo el papa Benedicto XVI (Deus caritas est, 12). En efecto, Dios ama también a sus enemigos (cfr. Mt 5,43-48).

El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.

4. Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo

Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.

Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía.

Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado en Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers, con el objetivo de contribuir a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cfr. PÍO XI, Discurso a la FUCI, 18-XII-1927). También lo será el ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.

Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cfr. Mt 5,13-14).

Francisco

Roma, junto a San Juan de Letrán, 7 de octubre de 2019
Memoria de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario

 

"El perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino un regalo"

El Papa centró su catequesis de la Audiencia General en la confesión. Ante unas 20.000 personas en la plaza de San Pedro, Francisco pidió a los católicos que se acerquen a este sacramento.

 

Francisco describió la confesión como un don que cura el corazón y el pensamiento. Añadió que a veces la pereza, vergüenza o la pérdida del sentido del pecado hacen que se olvide su importancia.

Resumen de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas:

La catequesis de hoy está centrada en el sacramento de la Reconciliación. Este sacramento brota directamente del Misterio Pascual. Jesús Resucitado se apareció a sus apóstoles y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados». Así pues, el perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino un regalo, don del Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre.

La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo, que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón, en Jesucristo. Por eso, no basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que es nuestro hermano, representa a Dios y a la Iglesia.

El ministerio de la Reconciliación es un auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar, por pereza o por vergüenza, pero sobre todo por haber perdido el sentido del pecado, que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios. En cambio, cuando nos dejamos reconciliar por Jesús, encontramos la paz verdadera.

 

 

Romereports.com

magnifiercrosschevron-down