En los primeros siglos, a los cristianos no se les permitía celebrar su fe públicamente y se los obligaba a “guardar el domingo” en casa

 

Si bien el cristianismo se asocia más comúnmente con iglesias grandes y hermosas donde la liturgia se celebra regularmente, al principio era una historia muy diferente.Los cristianos fueron minoría durante los primeros siglos, y fueron perseguidos por casi todos los demás. Además, no tenían recursos para erigir iglesias grandes y grandiosas. En cambio, mantuvieron la fe y se reunieron en casas particulares.

La Enciclopedia Católica afirma “que los primeros lugares dedicados al culto cristiano fueron las habitaciones en viviendas privadas se admite en todas las fuentes … la afirmación en sí misma apenas necesita pruebas”.

La evidencia de esto se encuentra incluso en el Nuevo Testamento, especialmente en los Hechos de los Apóstoles.

Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón(Hechos 2,46)

Se cree que las cartas de san Pablo están dirigidas a congregaciones de cristianos que se reunían en las casas de los demás para la Eucaristía.

Las Iglesias de la provincia de Asia les envían saludos. También los saludan en el Señor, Aquila y Priscila, junto con los hermanos que se congregan en su casa”. (1 Corintios 16,19)

Estas reuniones generalmente se llevaban a cabo en casas más grandes, pero estas casas solo podían acomodar alrededor de 40-50 personas.

Esto significa que estas “iglesias” eran bastante pequeñas y los pastores locales atendían las necesidades de solo un puñado de familias.

Sin embargo, una vez que el cristianismo ya no estuvo bajo persecución, la Iglesia creciente necesitaba construir edificios mucho más grandes para albergar a todos los fieles. Ya no se necesitaban casas particulares y la misa se podía celebrar abiertamente sin ninguna amenaza.

Curiosamente, este no ha sido un episodio aislado: durante la historia, cada vez que el cristianismo no se podía practicar en público, los cristianos volvían a reunirse en las casas, sobreviviendo así la Iglesia a muchas pruebas.

¿Podría suceder lo mismo durante la epidemia de coronavirus, haciendo de cada hogar cristiano una pequeña iglesia?

Fuente: Aleteia.com

El ejemplo de los primeros cristianos fue un motivo de evangelización

 

1. El testimonio de vida de los cristianos no quedó  sólo en sus hogares. Su Fe les llevaba a las obras de misericordia en serio. Las enfermedades, grandes epidemias producían más muertos que las guerras.  Cuando se desataba una epidemia, las familias ricas se iban al campo, y los médicos se iban con ellas. El resto de la población se quedaba en una perspectiva de muerte. Los contagios eran masivos, los padres abandonaban sus hijos enfermos y los hijos a sus padres enfermos.

 

En su libro Stark analiza dos de las más graves epidemias que asolaron al imperio. Una del año 165 y otra del 251.Se llevaron en torno a un tercio de la población. Esta proporción no se dio entre los cristianos, es más seguían creciendo.

2. Los cristianos no vivían como los paganos en estas circunstancias. Los cristianos no huían; cuidaban de sus enfermos y agonizantes, que con pequeñas medidas de higiene frenaban la epidemia. Es más cuidaban también de sus vecinos paganos, abandonados por sus familias. Dionisio, obispo en el año 260 en Alejandría describe la firmeza y la heroicidad de los cristianos en la epidemia. Muchos murieron pero partieron felices acompañados por sus familias. Los paganos, incluso, les culpaban de infectarles a ellos, pero los cristianos demostraron paciencia y fortaleza, "como mártires" cita Dionisio.

3. El emperador Juliano, enemigo de los cristianos escribe a un amigo con enfado y admiración a la vez. "Los impíos galileos no apoyan sólo a sus enfermos, sino también a los nuestros", que efectivamente fueron conscientes de la falta de ayuda del Imperio, que pasaba sus días en el campo. El testimonio de los cristianos de cuidarse unos a otros y de cuidar a susvecinos paganos, creó un nuevo estilo de vida bien percibida, como ahora se dice, por la gente. La fe pagana no ofrecía consuelo alguno ante la calamidad; el testimonio de los cristianos y su Fe era un contraste clamoroso. Ofrecían sentido, consuelo y piedad con los suyos y sus vecinos.

4. Un pagano culto de la época escribe: "los estoicos aprendieron a no temer a la muerte, mediante una austera disciplina de vida; en los cristianos la falta de miedo a la muerte es un hábito incluso entre niños y jóvenes".  Muchos de los supervivientes se hicieron masivamente cristianos; por estima, pero sobre todo por el gozo, la alegría serena. Además de agradecidos, querían vivir el gozo, la serenidad y el sentido de comunidad de los cristianos. En esas situaciones de pánico y desesperación, la Fe de los cristianos superaba la oferta pagana. La decisión estaba tomada y clara: quiero ser como éstos.

5. La famosa epístola a Diogneto, constata que los cristianos no se distinguen por su modo de vestir,  ni por la lengua, ni sus costumbres como ciudadanos.

“Dan muestras de  una vida admirable y ciertamente increíble. Se casan, engendran, pero no abandonan a sus hijos e hijas; tienen mesa común pero no  el lecho. Superan las leyes, son en el mundo lo que el alma en el cuerpo. Viven en el mundo pero su religión no se y da vida a todo. Hacen lo mismo que todos pero en su conducta ordinaria, su modo de ser familia, de atender a los pobres los hace distintos. Viven extraordinariamente la vida ordinaria”

Hemos avanzado mucho, gracias a Dios y al trabajo de generaciones. Pero el atractivo de los cristianos está en sus vidas. No se divorcian, cuidan a sus enfermos, se preocupan de los demás, tienen hijos con deficiencias psíquicas o físicas y son aceptados con alegría. Mueren con los suyos. Se preocupan de su familias, vecinos, de los enfermos y mayores y niños. Luchan por ser castos en un mundo podrido. Perdonan a sus enemigos. Los misioneros y misioneras por todo el mundo no dejan a sus cristianos, aunque la Embajada lo pida o lo exija. La historia de las misiones es algo increíble.

Hay mucha gente sola, desorientada, fastidiada en un mundo avanzado pero cruel. El cristiano con su Fe tiene respuestas al dolor, a la muerte, a la enfermedad, a las contradicciones, que no le hace perder la sonrisa; en el Castillo de Javier en Navarra hay un Cristo precioso que desde la cruz perdona y SONRÍE. No es todo esto demasiado sobre humano, sí, sin duda. Pero la gente no es tonta, detecta ese modo de vivir, esa paz. Y la ansía como los paganos de antaño.

Cristianos, no seamos cómodos, apáticos, no os encerréis en un ghetto. Están deseando nuestro anuncio. Iglesia en salida, dice Papa Francisco, cristianos de 24 horas, Dios está empeñado además y su Madre.

 

Con ideas de Rodney Stark, "La expansión del cristianismo", y Scot Hann, "La nueva evangelización de los católicos".

Daniel Tirapu
RELIGION CONFIDENCIAL

 

Redescubrir una nueva cercanía

 

La crisis mundial del coronavirus nos incita a reflexionar sobre el sentido de nuestras vidas y de la marcha del mundo. El Papa Francisco ha concedido dos breves entrevistas, en los periódicos La Repubblica (18-III-2020) y La Stampa (20-III-2020). En ellas da algunos consejos para vivir estos días dramáticos y propone redescubrir una nueva cercanía basada en la fraternidad.

 

El valor de lo concreto

1. En primer lugar se refiere a la valoración de las cosas pequeñas, de lo concreto, de los cuidados que podemos prestar a nuestros familiares y amigos: “Hay gestos mínimos, que a veces se pierden en el anonimato de la vida ordinaria, gestos de ternura, afecto, compasión que, sin embargo, son decisivos, importantes. Por ejemplo, un plato caliente, una caricia, un abrazo, una llamada telefónica... Son gestos familiares de atención a los detalles de cada día que hacen que la vida tenga sentido y que haya comunión y comunicación entre nosotros” (Entrevista 18-III)

Subraya el Papa que deberíamos descubrir lo que llama “una nueva cercanía”. Y la describe como “una relación concreta hecha de cuidados y paciencia”, que mejore la relación en las familias entre padres e hijos, más allá de la televisión y de los teléfonos móviles, que atienda las necesidades, esfuerzos y deseos de cada uno. “Hay –afirma Francisco– un lenguaje hecho de gestos concretos que hay que salvaguardar. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto” (Ib.).

 

Estar cerca, abrir a la esperanza

Cuando muchos han perdido a sus seres queridos y otros muchos están luchando por salvar otras vidas, el Papa reza por todos y les apoya como sucesor de Pedro, y les agradece ser ejemplo de esa sensibilidad hacia lo concreto. “Y pido –añade–­ que todos estén cerca de los que han perdido a sus seres queridos y traten de estar cerca de ellos de todos los modos posibles. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos” (Ib.).

Dice Francisco que le ha impresionado un artículo de Fabio Fazio sobre las cosas que está aprendiendo estos días. Entre otras, la cuestión ética de los impuestos, que permiten contar con suficientes camas y aparatos de respiración en estas circunstancias. Significativa, para captar el talante del Papa en estos días, es su respuesta cuando le preguntan: ¿Cómo puede vivir con esperanza estos días alguien que no cree? Vale la pena recoger esa respuesta, para poder leerla detenidamente:
“Todos somos hijos de Dios y estamos bajo su mirada. Incluso aquellos que aún no han encontrado a Dios, los que no tienen el don de la fe, pueden encontrar ahí su camino, en las cosas buenas en las que creen: pueden encontrar la fuerza en el amor a sus hijos, a su familia, a sus hermanos y hermanas. Uno puede decir: “No puedo rezar porque no soy creyente”. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar ahí la esperanza”(Ib.).

 


Solidaridad y oración

2. Para vivir esta Pascua ‘a puerta cerrada’ que se avecina, Francisco propone una respuesta con tres palabras: penitencia, compasión y esperanza, con el complemento de la humildad, “porque muchas veces se nos olvida que en la vida hay 'zonas oscuras', momentos oscuros. Pensamos que eso solo le puede pasar a otro. En cambio, este tiempo es oscuro para todos, sin exclusión. Está marcado por dolor y sombras que se nos han metido en casa. Es una situación diferente de las que hemos vivido. También porque nadie puede permitirse estar tranquilo, cada uno comparte estos días difíciles” (Entrevista 20-III-2020).

En esa línea, propone el Papa que la Cuaresma nos puede ayudar a encontrar un sentido a lo que nos está sucediendo, en la medida en que “nos entrena para ver con solidaridad a los demás, sobre todo a los que sufren. Esperando el resplandor de la luz que iluminará nuevamente todo y a todos” (Ib.).

Este es un tiempo–continúa en sus respuestas– en que se redescubre la importancia de rezar, como los apóstoles cuando clamaban al Señor: Maestro, nos estamos ahogando: “La oración –explica Francisco– nos deja comprender nuestra vulnerabilidad. Es el grito de los pobres, de los que se están hundiendo, de los que se sienten en peligro, solos. Y, en una situación difícil, desesperada, es importante saber que está el Señor, y que nos podemos aferrar a Él” (Ib.). Entonces Dios nos transmite fuerza y cercanía. Como a Pedro, nos da la mano para sacarnos en medio de la tormenta.

De nuevo le preguntan acerca de los no creyentes: ¿dónde pueden encontrar consuelo y ánimo?. Y responde en la línea de la anterior entrevista, aclarando que no quiere distinguir entre creyentes y no creyentes: “Todos somos humanos y, como hombres, todos estamos en la misma barca. Y para un cristiano nada humano debe ser ajeno. Aquí se llora porque se sufre. Todos. Tenemos en común la humanidad y el sufrimiento. Nos ayudan la unión, la colaboración recíproca, el sentido de responsabilidad y el espíritu de sacrificio que se genera en tantos lugares. No hay que distinguir entre creyentes y no creyentes, hay que ir a la raíz: la humanidad. Ante Dios todos somos hijos” (Ib.).

 


Raíces, fraternidad y esperanza

Ante los casos de los enfermos que están muriendo solos y aislados, el Papa valora y agradece el consuelo y la cercanía que presta el personal sanitario, que ocupa la primera fila de esta batalla: “Agradezco a todos esos enfermeros y enfermeras, médicos y voluntarios que, a pesar del extraordinario cansancio, se inclinan con paciencia y bondad de corazón para suplir la ausencia obligada de los familiares” (Ib.).
Al final le preguntan en qué sentido podrá servir esta experiencia para el futuro. El Papa ve aquí una oportunidad para redescubrir la fraternidad universal: “Para recordar a los hombres de una vez por todas que la humanidad es una única comunidad. Y lo importante y decisiva que es la fraternidad universal. Tenemos que pensar que será como después de una guerra. Ya no estará 'el otro', sino que estaremos 'nosotros'. Porque solo podremos salir de esta situación todos juntos” (Ib.).

Como seres humanos, concluye, tendremos que recomenzar desde ahí: “Tendremos que ver una vez más las raíces: los abuelos, los ancianos. Construir una verdadera fraternidad entre nosotros. Hacer memoria de esta difícil experiencia vivida entre todos, todos juntos. Y salir adelante con esperanza, que nunca desilusiona. Esas serán las palabras clave para volver a comenzar: raíces, memoria, hermandad y esperanza” (Ib.).

 

Ramiro Pellitero

La antigua Misa en las “Casas de la Iglesia” no era tan informal como muchos piensan

La Fe Católica fue ilegal en el Imperio Romano hasta el año 313 d.C. en que el emperador Constantino emitió el Edicto de Milán, permitiendo florecer públicamente la Fe Católica.

Anteriormente, las iglesias tal y como las conocemos hoy en día, eran muy poco frecuentes – la Misa era habitualmente celebrada en casas particulares.

Esas “casas” eran habitualmente de un tamaño considerable, con un patio central o gran habitación que permitía algo más formal que una Misa “alrededor de una mesa de comedor”. La gente no se sentaban simplemente alrededor de una mesa o se sentaban en círculo – para nada. Ellos se sentaban o permanecían de pie formalmente, y todos miraban en la misma dirección: este.

 

Iglesia de Dura-Europos

Iglesia de Dura-Europos

En la imagen se puede ver el esquema de una antigua casa-iglesia (actualmente más conocidas como Domus Ecclesiae o Domus Dei, Casa de Dios) dibujado basándose en una excavación de una casa-iglesia del siglo tercero en Dura-Europos  (en la actual Siria). Puedes pulsar sobre la imagen para verla en detalle. La sala de la asamblea (assembly room) está a la izquierda y aparece representado un sacerdote u obispo conduciendo una celebración litúrgica (de cara al este) en un altar colocado contra la pared. Un baptisterio aparece a la derecha y un diácono está representado custodiando la puerta de entrada. El diácono de aspecto solitario en la parte trasera de la asamblea está ahí para “preservar el orden”, como explicaremos más adelante. La imagen inferior muestra el baptisterio de la casa-iglesia de Dura-Europos.

Algo que llama la atención sobre estas liturgias primigenias es lo formales que eran a pesar del hecho de que eran realizadas en unas circunstancias que estaban bastante lejos de ser ideales.

El siguiente texto es de la Didascalia [capítulo XII, nota de AyC], un documento escrito aproximadamente sobre el año 250 d.C. Entre otras cosas, da detalles bastante elaborados sobre la celebración de las primeras Misas con esas “liturgias caseras”.

“LVII. 2. En vuestras asambleas, en las santas iglesias, reunid al pueblo con la mayor solicitud, preparando atentamente los lugares para los hermanos con mucha prudencia. 

3. Que haya un lugar reservado para los presbíteros en la parte de la casa que está hacia oriente.

Así que incluso en estas Misas primigenias, el santuario (el lugar donde los sacerdotes ejercían su ministerio) era un área distinta de aquella en la que los laicos se reunían. La gente no estaba simplemente ahí reunida en torno a una mesa de comedor.

4. Que el trono del obispo esté situado en medio de ellos para que los presbíteros se sienten junto a él. Asimismo, que los laicos se sienten en lo que queda de la parte oriental.

En la versión inglesa del texto, la frase concluye “que los laicos se sienten de cara al este”. La oración era conducida de cara al este.

5. Lo establecido es que los presbíteros se sienten en la parte oriental de la casa, juntamente con el obispo, después de ellos los laicos, y finalmente las mujeres.

Los hombres y las mujeres se sentaban en secciones separadas. Esto era tradicional en muchas iglesias hasta tiempos relativamente recientes.

de modo que, cuando os levantéis para orar, los que presiden se levanten los primeros, después los laicos y finalmente las mujeres. Debéis orar hacia oriente, recordando que está escrito: Alabad a Dios que sube sobre los cielos de los cielos hacia Oriente (Salmo 67,34).

Todos miraban hacia el este, tanto los sacerdotes como los laicos. Todos miraban en la misma dirección. El texto cita la Escritura como razón de hacerlo así. Dios está hacia el este, el origen de la luz.

6. En cuanto a los diáconos, que uno de ellos esté constantemente vigilando los dones de la Eucaristía, y que haya otro en la parte de fuera de la puerta para observar a los que entran;

Era una época de persecución y los cristianos primitivos tenían cuidado de admitir a los Sagrados Misterios solamente a bautizados y miembros de buena fe. A nadie le era permitido entrar a la Sagrada Liturgia hasta después de haber recibido el bautismo.

8. Igualmente, es preciso que, en la iglesia, los jóvenes estén sentados aparte, si hay espacio para ello, si no se estarán de pie; los de edad más avanzada estarán sentados aparte. Los niños estarán aparte, o bien su padre y su madre los tomarán consigo y estarán de pie. También los jóvenes estarán aparte, y, si no se dispone de más espacio, estarán de pie detrás de las mujeres. Las jóvenes casadas que tienen hijos estarán aparte, de pie, y las mujeres ancianas y las viudas se sentarán aparte.

Todo esto puede parecer complicado, pero el objetivo era que los asientos se asignaban en función del sexo y la edad: los hombres aun lado, las mujeres en el otro, los ancianos delante, los jóvenes detrás. Además, aquellos que tenían que cuidar de los niños pequeños, permanecían en un área separada.

10. El diácono también deberá velar para que nadie hable, ni duerma, ni se ría o haga señas con la cabeza. Porque es preciso que cada uno, con un comportamiento digno y de manera conveniente, esté atento en la iglesia a fin de que sus oídos estén abiertos a la palabra del Señor.

Eso está dicho muy claramente – y ese consejo sigue siendo necesario hoy en día.

 

“A la pandemia del virus queremos responder con la pandemia de la oración, de la compasión, de la ternura”

 

El Papa ha convocado a todos los líderes cristianos a rezar a un padrenuestro por el fin del coronavirus, el próximo miércoles 25 de marzo. Ese día los católicos conmemoran la fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios.

“Recémoslo muchas veces, pero todos a la vez, a mediodía”, ha propuesto.

Además, ha anunciado que el viernes 27 de marzo impartirá excepcionalmente la bendición Urbi et orbi, a Roma y al mundo, que incluye la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria. Será a las 18:00.

 

 

Lo hará desde el exterior de la basílica de san Pedro, donde habitualmente tiene las audiencias generales, con la plaza vacía. Incluirá una adoración eucarística.

“A la pandemia del virus queremos responder con la pandemia de la oración, de la compasión, de la ternura”, explicó.

 

Rome Reports

En 1971 comenzaron las excavaciones en el sitio a orillas del lago Galilea que dio a luz a María Magdalena. Casi medio siglo después, el área arqueológica está a punto de abrirse a los peregrinos gracias a un acuerdo con la diócesis de Vicenza.

«Nos sumergimos nuevamente en la guerra (octubre de 1973). Esta vez la habían bautizado como la de Yom Kippur ". Con unos pocos golpes rápidos, Fra Virgilio Corbo, arqueólogo del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, comienza a contar la extraordinaria aventura del descubrimiento de Madgala ( Tierra Santa , junio-julio de 1974, pp. 222-229). La misión arqueológica que había operado durante años en la cercana Capernaum había ido tan lejos como para explorar ese otro rincón del lago. Mientras los convoyes militares avanzaban hacia el Golán y los combatientes atravesaban el cielo, "un pequeño grupo de trabajadores continuó cavando en Magdala". La atención estaba en otra parte: «Por lo tanto, nadie se dio cuenta de que la única misión arqueológica que operaba en ese momento en Tierra Santa estaba lidiando con las capas de tierra que cubren Magdala, enterradas durante siglos».

Estamos en el lago de Galilea. Las primeras excavaciones en Magdala, en una tierra comprada por la Custodia de Tierra Santa justo a orillas del lago, comenzaron en noviembre de 1971. Luego, una segunda campaña de septiembre a octubre de 1973. Entre los resultados más importantes, el descubrimiento del monasterio bizantino, los edificios de la ciudad romana y lo que, hasta hace unos años, se consideraba una mini-sinagoga del primer siglo (y que luego demostrará, con las excavaciones de Stefano De Luca, que es un área termal).

Un poco menos de 50 años después del comienzo de las excavaciones, ¿qué sabemos sobre la ciudad hoy? ¿Cuál es su importancia en Galilea en el tiempo de Jesús?

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Mientras tanto, una aclaración: la tradición helenística-romana indicaba la ciudad con el nombre de Magdala / Taricheae; En la tradición onomástica judía, el complejo se conoce como Migdal Nunya. Los topónimos, tanto en la versión griega como en la judía, significan "Torre de los peces", probablemente aludiendo a un sistema de secado del producto de la pesca en boga en ese momento. Un tercer topónimo, Migdal Sebaya, alude al arte de teñir telas.

«El sitio - escribe Stefano De Luca en Liber Annuus 2009, pp. 436-453 - es intensamente frecuentado desde finales del siglo II. BC al siglo I AD, es decir, bajo los últimos principios asmoneos y la dinastía herodiana. Desde el punto de vista urbano, parece haber una mejora en los edificios públicos y privados bajo Agripa II, a cuyo reinado, en el año 54 dC, Nerón había anexado Taricheae y su distrito administrativo (Flavio Giuseppe, Bellum Iudaicum II, 252; Antiquitates Iudaicae XX , 159). " Después de la gran revuelta judía (66-67 dC) el sitio sufrió una fuerte destrucción; alrededor del 70 dC fue abandonado, para ser habitado nuevamente solo en la era bizantina.

En la ciudad, floreciente en el tiempo de Jesús, hay varios episodios del Evangelio. Mientras tanto, explica Fra Virgilio Corbo, nació que María "a quien Jesús había liberado de los siete demonios (cf Mt 27,55 y Mc 15.9); y desde entonces siempre ha sido designado con el epíteto de María Magdalena o Maddalena ».

Pero el arqueólogo (que trabajó en parejas con su hermano Stanislao Loffreda) advierte:

«Magdala, que compitió con la cercana Tiberíades, en su pleno desarrollo, ha desaparecido durante siglos; Al-Magdal, el pueblo árabe que perpetúa la memoria del sitio, también ha desaparecido durante algunos años (con el nacimiento del Estado de Israel), arrojado al mar por las excavadoras. Solo queda la cerca de la tierra de la Custodia de Tierra Santa, dominada por una antigua torre solitaria ».

A lo largo de las décadas, en verdad, las cosas en las orillas del lago han cambiado mucho, comenzando con las excavaciones emprendidas en el área adyacente por los Legionarios de Cristo, que trajeron a la luz (esta vez sin lugar a dudas) un antiguo sinagoga y un bajorrelieve con una antigua representación de la Menorah .

En el área propiedad de la Custodia de Tierra Santa, después de muchos años de abandono, las excavaciones se reanudaron en 2006-2007 gracias a los esfuerzos del Studium Biblicum Franciscanum (Sbf) en Jerusalén y Stefano De Luca en particular. Esta última campaña de excavación condujo a un estudio más profundo del monasterio bizantino, en cuya área también se levantaría el santuario dedicado a María Magdalena (según fuentes literarias visitadas continuamente por peregrinos hasta la época de Riccoldo di Montecroce, en 1294), pero, sobre todo, ha sacado a la luz la zona del puerto "que comprende los cimientos de una torre con casamatas, una mampostería monstruosa con corrientes de aire prominentes, rampas para transportar botes, escalones para subir, una cuenca enyesada y seis bloques de amarre con un orificio pasante in situ ". En resumen, en Magdala existe el ejemplo más intacto de un antiguo puerto identificado hasta la fecha a orillas del lago Galilea "( Liber Annuus , op. Cit.).

«La misión arqueológica dirigida por De Luca - explica don Gianantonio Urbani, arqueólogo de SBB - también ha llevado a cabo investigaciones arqueológicas del territorio sobre las variaciones climáticas y las corrientes superficiales y de fondo del lago Galilea, lo que indica que el lugar elegido Para la construcción del primer muelle, que data del período asmoneo (siglo II a. C.), respondió a las necesidades estratégicas, para aprovechar al máximo el círculo de vientos que soplaban en la superficie de los barcos equipados con velas cuadradas. Varios barcos estaban amarrados en Magdala: según el testimonio de Giuseppe Flavio había unos 230 ».

Las excavaciones de Madgala, que en el futuro seguramente traerán otras sorpresas, sin duda tienen el gran mérito de haber contribuido a la comprensión de la vida alrededor del lago de Galilea en la época de Jesús, pero también nos traen de manera extraordinaria a la figura de María de Magdala.

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La tradición, debido a una serie de malentendidos, a menudo la ha identificado con una prostituta. María de Magdala fue, en cambio, una fiel seguidora de Jesús. Durante la Pasión ella miró al pie de la Cruz y fue la primera testigo, en la mañana de Pascua, del Señor Resucitado, que la llamó por su nombre. Para esta forma particular de predilección, el Papa Francisco, el 3 de junio de 2016, instituyó la fiesta litúrgica de María Magdalena.

Según lo explicado por el secretario del dicasterio para la adoración divina, el arzobispo Arthur Roche, se quería que la fiesta "significara la relevancia de esta mujer que mostró un gran amor por Cristo y fue tan amado por Cristo".

De Vicenza a Magdala ochenta voluntarios que sirven al área arqueológica

Don Raimondo Sinibaldi, jefe de la Oficina de Peregrinación de Vicenza y de la Fundación Homo Viator San Teobaldo, ha estado trabajando en ello durante algún tiempo. Desde hace unos años, recibió una llamada del entonces Custodio de Tierra Santa Pierbattista Pizzaballa, ahora administrador apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén:

«Me pidió ayuda para abrir al público las excavaciones de Magdala. Al día siguiente volé a Jerusalén para ver qué podíamos hacer. Desde entonces han pasado cuatro años, ha habido problemas burocráticos. Pero ahora el sueño es realidad. Estamos listos para partir ".

 

«Hemos finalizado el acuerdo entre la diócesis de Vicenza y la Custodia de Tierra Santa para la gestión del área arqueológica. Capacitamos a unos ochenta voluntarios, quienes se pusieron a disposición para ofrecer un servicio a orillas del lago Galilea para permitir que los peregrinos visiten este lugar extraordinario. La apertura está prevista para el 1 de febrero de 2020 ".

Sábado 12 de septiembre pasado, de manos del obispo de Vicenza, Mons. Beniamino Pizziol, los primeros treinta voluntarios que partieron recibieron el mandato. Irán a Tierra Santa en grupos de 4 a 5, durante un mes cada uno:

«Fueron entrenados desde el punto de vista histórico, geográfico y bíblico - continúa Don Raimondo -, estudiaron la figura de María Magdalena y las mujeres en la Biblia. Ellos se encargarán de la bienvenida y animación de los grupos de peregrinos dentro del sitio arqueológico, al estilo franciscano. Pero, sobre todo, deberán ocuparse de este aspecto: Magdala no es un sitio arqueológico "clásico", sino el lugar donde Dios se manifestó, se encontró y se relacionó con los hombres. El objetivo final de la visita es que nuestros huéspedes experimenten el Evangelio ".

A Don Raimondo, si le preguntas sobre el lago de Galilea, sus ojos brillan: «En la época de Jesús, todos estaban en la zona del lago: judíos observantes en la costa occidental, judíos religiosos (saduceos, fariseos, escribas) en la costa sur, en al noreste tenemos Gamla con los fanáticos judíos, más al norte está la influencia fenicia. La acción pública de Jesús involucró todas las formas de sociedad, de cultura; lenguajes, formas de pensar, de entender la vida, el cuerpo y el más allá. Magdala era la ciudad más importante del lago: 40 mil habitantes, casi tan grande como Jerusalén ».

En resumen, Magdala contiene un mensaje para el mundo de hoy.

«No tengo dudas. En el lago de Galilea, el Evangelio se manifiesta como una buena noticia para cada hombre de cada idioma, cultura y latitud. Y de una manera extraordinaria, esta nueva era de amor está encarnada por una mujer. María Magdalena es capaz de un amor inmenso y único. Y no es casualidad que ella vea al Resucitado primero. Al principio, María Magdalena cambia a Jesús por el jardinero, pero cuando la llama por su nombre, ella lo reconoce como el Señor. Aquí, queremos que Magdala sea (mejor, vuelva a ser) el lugar donde tantos peregrinos puedan recordar la llamada destinada para cada uno de nosotros ».

Terrasanta.net

 

“Cuando el fiel se encuentre en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe recordarse que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre todas las cosas, expresada por una sincera petición de perdón (la que el penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada de votum confessionis, es decir, del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales (cf. Catecismo, n. 1452)”.

 

Esta es una de las aclaraciones sobre el Sacramento de la Reconciliación incluidas en la nota de la Penitenciaria Apostólica vaticana, publicada hoy, 20 de marzo de 2020, ante “la gravedad de las circunstancias actuales” y dirigida tanto a los fieles laicos como a los pastores.

Situación especial de pandemia

El propio Papa Francisco ha recordado el viernes en la Misa de Santa Marta que el Catecismo recoge la forma de confesar cuando no es posible recurrir a un sacerdote: “Habla con Dios, que es tu padre, y dile la verdad: ‘Señor, he hecho esto, esto, esto… Perdóname’, y pídele perdón de todo corazón, con el Acto de Dolor y prométele: ‘Me confesaré después, pero perdóname ahora’. E inmediatamente volverás a la gracia de Dios”.

Dada esta situación especial, la Penitenciaría Apostólica tiene en cuenta que, sobre todo en los lugares más afectados por el contagio de la pandemia del coronavirus y hasta que esta remita, “se producirán los casos de grave necesidad” citados en el canon 961, § 2 del Código de Derecho canónico.

Absolución colectiva

Así, la penitenciaría recuerda que “la confesión individual representa el modo ordinario de celebrar este sacramento (cf. c. 960 del Código de Derecho Canónico), mientras que la absolución colectiva, sin la confesión individual previa, no puede impartirse sino en caso de peligro inminente de muerte, por falta de tiempo para oír las confesiones de los penitentes individuales (cf. c. 961 § 1 del Código de Derecho Canónico) o por grave necesidad (cf. c. 961 § 1 del Código de Derecho Canónico). 961 § 1, 2 CIC)”.

Esta consideración “corresponde al obispo diocesano, teniendo en cuenta los criterios acordados con los demás miembros de la Conferencia Episcopal (cf. c. 455 § 2 CIC), y sin perjuicio de la necesidad, para la válida absolución, del votum sacramenti por parte del penitente individual, es decir, del propósito de confesar a su debido tiempo los pecados graves que en su momento no pudieron ser confesados (cf. c. 962 § 1 CIC)”.

Obispos diocesanos

Cualquier otra especificación “se delega según el derecho a los obispos diocesanos, teniendo siempre en cuenta el bien supremo de la salvación de las almas (cf. c. 1752 C.I.C.) y en caso de que surja la necesidad repentina de impartir la absolución sacramental a varios fieles juntos, “el sacerdote está obligado a avisar, en la medida de lo posible, al obispo diocesano o, si no puede, a informarle cuanto antes (cf. Ordo Paenitentiae, n. 32)”.

Igualmente, estos pastores deben “indicar a los sacerdotes y penitentes las prudentes atenciones que deben adoptarse en la celebración individual de la reconciliación sacramental, tales como la celebración en un lugar ventilado fuera del confesionario, la adopción de una distancia adecuada, el uso de mascarillas protectoras, sin perjuicio de la absoluta atención a la salvaguardia del sigilo sacramental y la necesaria discreción”.

Capellanes extraordinarios

Los prelados de cada diócesis han de decidir también en su circunscripción “los casos de grave necesidad en los que es lícito impartir la absolución colectiva: por ejemplo, a la entrada de las salas de hospital, donde estén ingresados los fieles contagiados en peligro de muerte, utilizando en lo posible y con las debidas precauciones los medios de amplificación de la voz para que se pueda oír la absolución”.

Finalmente, la nota llama a considerar la conveniencia de establecer de acuerdo a las autoridades sanitarias los grupos de “capellanes extraordinarios de hospitales”, de forma voluntaria y para garantizar la asistencia de los enfermos y los moribundos.

A continuación, sigue la nota completa de la Penitenciaría Apostólica.

Yo estoy con vosotros todos los días”(Mt 28,20)

La gravedad de las circunstancias actuales exige una reflexión sobre la urgencia y la centralidad del Sacramento de la Reconciliación, junto con algunas aclaraciones necesarias, tanto para los fieles laicos como para los ministros llamados a celebrar el Sacramento.

También en la época de Covid-19, el Sacramento de la Reconciliación se administra de acuerdo con el derecho canónico universal y según lo dispuesto en el Ordo Paenitentiae.

La confesión individual representa el modo ordinario de celebrar este sacramento (cf. c. 960 del Código de Derecho Canónico), mientras que la absolución colectiva, sin la confesión individual previa, no puede impartirse sino en caso de peligro inminente de muerte, por falta de tiempo para oír las confesiones de los penitentes individuales (cf. c. 961 § 1 del Código de Derecho Canónico) o por grave necesidad (cf. c. 961 § 1 del Código de Derecho Canónico). 961 § 1, 2 CIC), cuya consideración corresponde al obispo diocesano, teniendo en cuenta los criterios acordados con los demás miembros de la Conferencia Episcopal (cf. c. 455 § 2 CIC), y sin perjuicio de la necesidad, para la válida absolución, del votum sacramenti por parte del penitente individual, es decir, del propósito de confesar a su debido tiempo los pecados graves que en su momento no pudieron ser confesados (cf. c. 962 § 1 CIC).

Esta Penitenciaría Apostólica cree que, sobre todo en los lugares más afectados por el contagio de la pandemia y hasta que el fenómeno no remita, se producirán los casos de grave necesidad citados en el can. 961, § 2 CIC arriba mencionado.

Cualquier otra especificación se delega según el derecho a los obispos diocesanos, teniendo siempre en cuenta el bien supremo de la salvación de las almas (cf. c. 1752 C.I.C.).

En caso de que surja la necesidad repentina de impartir la absolución sacramental a varios fieles juntos, el sacerdote está obligado a avisar, en la medida de lo posible, al obispo diocesano o, si no puede, a informarle cuanto antes (cf. Ordo Paenitentiae, n. 32).

En la presente emergencia pandémica, corresponde por tanto al obispo diocesano indicar a los sacerdotes y penitentes las prudentes atenciones que deben adoptarse en la celebración individual de la reconciliación sacramental, tales como la celebración en un lugar ventilado fuera del confesionario, la adopción de una distancia adecuada, el uso de mascarillas protectoras, sin perjuicio de la absoluta atención a la salvaguardia del sigilo sacramental y la necesaria discreción.

Además, corresponde siempre al obispo diocesano determinar, en el territorio de su propia circunscripción eclesiástica y en relación con el nivel de contagio pandémico, los casos de grave necesidad en los que es lícito impartir la absolución colectiva: por ejemplo, a la entrada de las salas de hospital, donde estén ingresados los fieles contagiados en peligro de muerte, utilizando en lo posible y con las debidas precauciones los medios de amplificación de la voz para que se pueda oír la absolución.

Hay que considerar la necesidad y la conveniencia de establecer, cuando sea necesario, de acuerdo con las autoridades sanitarias, grupos de «capellanes extraordinarios de hospitales», también con carácter voluntario y en cumplimiento de las normas de protección contra el contagio, para garantizar la necesaria asistencia espiritual a los enfermos y moribundos.

Cuando el fiel se encuentre en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe recordarse que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre todas las cosas, expresada por una sincera petición de perdón (la que el penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada de votum confessionis, es decir, del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales (cf. Catecismo, n. 1452).

Nunca como en este tiempo la Iglesia experimenta el poder de la comunión de los santos, eleva a su Señor Crucificado y Resucitado votos y oraciones, en particular el Sacrificio de la Santa Misa, celebrada diariamente, incluso sin el pueblo, por los sacerdotes.

Como buena madre, la Iglesia implora al Señor que la humanidad sea liberada de tal flagelo, invocando la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de la Misericordia y Salud de los Enfermos, y de su esposo San José, bajo cuyo patrocinio la Iglesia camina siempre por el mundo.

Que María Santísima y San José nos obtengan abundantes gracias de reconciliación y salvación, en la escucha atenta de la Palabra del Señor, que hoy repite a la humanidad: «Basta ya; sabed que yo soy Dios» (Sal 46, 11), «Yo estoy con vosotros todos los días» (Mt 28, 20).

Dado en Roma, desde la sede de la Penitenciaría Apostólica, el 19 de marzo de 2020,

Solemnidad de San José, Esposo de la Santísima Virgen María, Patrono de la Iglesia Universal.

Mauro. Card.Piacenza                    Krzysztof Nykiel

Penitenciario Mayor                       Regente

 

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22 de Marzo

SAN EPAFRODITO
Colaborador de San Pablo

(siglo I)

 

En su segundo viaje apostólico, Pablo pasó a Europa después de embarcarse en Tróade (Troya). Venía impulsado por el Espíritu, que lo invitaba constantemente a dirigirse a Occidente. Habiendo desembarcado en Neápolis, recorrió por la vía Egnatia el breve camino que le separaba de Filipos. Era ésta una ciudad que, desde los tiempos del emperador Augusto, alojaba a numerosos veteranos de las legiones romanas. Fue la primera ciudad europea en la que predicó San Pablo en los años 50-51.

En Filipos conoció a Lidia, la vendedora de telas de púrpura procedente de Tiatira, que, junto a toda su familia, lo acogió en su casa y aceptó la fe cristiana. Estableció Pablo unas relaciones de amistad muy sincera con la comunidad que había de surgir en Filipos.

Andando el tiempo, Pablo es encarcelado. En una de las prisiones que sufrió, ya sea en Éfeso o en Roma, llega hasta él un emisario de aquella comunidad de Filipos. Es Epafrodito. Su nombre significa «amable», y lo sería ciertamente para Pablo. Trae un obsequio de parte de los filipenses. Podían ser ropas, alimentos o tal vez dinero para ayudar a Pablo en los momentos difíciles de su prisión. Pero, sobre todo, trae su propia ayuda personal y su disposición para colaborar en la evangelización.

Epafrodito es el mensajero de una comunidad agradecida que presta colaboración y ayuda a quien ha sido su evangelizador. Este pequeño detalle de la comunidad mueve a Pablo a escribir una carta de agradecimiento, la Carta a los Filipenses. Todo un modelo de delicadeza. Todo un modelo de gratitud.

También sabemos de este buen emisario que, durante su permanencia junto al apóstol, contrajo una grave enfermedad y estuvo a punto de morir. Una vez restablecido, Pablo lo envió de nuevo a su comunidad de origen, haciéndole portador de la hermosa Carta a los Filipenses.

He aquí los sentimientos que Pablo expresa a propósito de él:

«Entretanto, he juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad, porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad. Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza. Así pues, me apresuro a enviarle para que, viéndole de nuevo, os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza. Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él, ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos» (F1p 2, 25-30).

 

Sin embargo, la Carta a los Filipenses es mucho más que el testimonio de un corazón agradecido. Pablo no se limita solamente a expresarse con palabras corteses, agradeciendo el regalo que le ha sido enviado. Basta recordar el capítulo 2 en el que Pablo invita a los destinatarios de la carta a vivir en la humildad, haciendo suyos los sentimientos de Cristo. Para fundamentar su exhortación, Pablo introduce en el texto de la carta un himno que seguramente ya era conocido por las comunidades: Cristo, siendo de naturaleza divina, no se había guardado tal honor como un botín, sino que se había despojado de su rango para hacerse semejante a los hombres, pasando como un esclavo hasta sufrir una muerte y muerte de cruz. Tal abajamiento no terminaba sin embargo ahí. Por él, el Padre celestial lo había ensalzado hasta llegar a darle un nombre sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2, 5-11).

Como podemos deducir por la lectura de este himno, Epafrodito debió de ser testigo privilegiado del corazón orante y místico de Pablo. Pero también fue testigo del corazón agradecido del apóstol.

Al final de la carta, Pablo evoca, en efecto, la íntima confianza que ha mantenido siempre con los miembros de la comunidad de Filipos. De hecho, sólo de ellos había aceptado alguna ayuda económica que pudiera subvencionar sus viajes apostólicos: «Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos. No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de "haber y debe", sino vosotros solos. Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con qué atender a mi necesidad. No es que yo busque el don; sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta» (Flp 4, 10-18).

Es la hora de la despedida. A la expresión de la asombrosa riqueza del apóstol, sometido a la tremenda pobreza y decrepitud de las prisiones antiguas, se añade ahora una última pa-labra de gratitud para el mensajero fiel que se ha hecho portador del regalo de los filipenses. Un regalo que para su destinatario, Pablo, es más que una muestra de cortesía: es el signo de la comunión fraterna y, sobre todo, una especie de sacrificio litúrgico: una ofrenda a Dios, de quien Pablo es confiado y humilde servidor. Pocas veces los signos de la fraternidad han sido descritos con palabras teológicas tan altas.

La comunicación de bienes entre las Iglesias particulares no es solamente una exigencia de solidaridad humana, sino una especie de sacramento de la comunión en la fe y en el amor:

 

«Tengo cuanto necesito, y me sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que me habéis enviado, suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado. Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Flp 4, 18-23).

 

La figura de Epafrodito, el colaborador «amable», ha llegado hasta nosotros como la de un mensajero fiel. Un eslabón entre una comunidad creyente y su evangelizador, testigo del Señor Jesucristo. Epafrodito, miembro activo de una comunidad cristiana primitiva, es un modelo silencioso para los miembros de las comunidades cristianas de hoy.

 

JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉSe

Algunos datos que nos ayudan a situarnos en esa época

En ocasiones, cuando leemos un determinado texto bíblico, no captamos totalmente el significado de aquel escrito ya que no conocemos del todo el medio en que se desarrollaba la vida cotidiana de los judíos en la época bíblica, así como sus usos, costumbres y tradiciones contenidos en el texto de la historia que estamos leyendo.

Si conociéramos y entendiésemos dichos aspectos de la vida cotidiana de aquel pueblo, nuestra comprensión de los hechos narrados en la Biblia sería más completa y efectiva para cada uno de nosotros.
Y este precisamente es el objetivo del presente artículo: dar a conocer de una manera lo más sencilla posible la forma de vida cotidiana del pueblo judío entre el cual vivió, predicó y murió Jesús. Así comprenderemos muchas cosas que hasta ahora habíamos ignorado o malinterpretado.

LA NATURALEZA Y LA FE

La mezcla de culturas ha logrado encubrir los contrastes entre las dos grandes civilizaciones fluviales, la egipcia por el Nilo y la mesopotámica por el Tigris y el Éufrates. Mientras que Mesopotamia estaba expuesta a ser invadida tanto por los pueblos de las montanas como por los nómadas del desierto, Egipto se encontraba más seguro en su aislamiento. Las planicies bajas de Mesopotamia también eran amenazadas por imprevistas inundaciones debido a los caprichos del clima y a los derrumbes que ocasionalmente formaban presas en los grandes ríos tributarios del Tigris.
Las aguas de esta forma contenidas, irrumpían soltando enormes torrentes de agua. La amenaza de salinidad, que tornaba infértil la tierra, quizás explique la migración general hacia el norte, a las planicies medias de Mesopotamia, después de la caída de la civilización sumeria.

 

DE NOMADAS A ADMINISTRADORES DE LA TIERRA

La llegada de los pueblos del mar a las costas de Palestina, de los cuales los filisteos eran los mejor conocidos, hizo que se introdujera el empleo del hierro, evento muy significativo en aquella época.
La transición efectuada desde nómadas a un estado de vida sedentario por parte de los israelitas en Palestina durante el siglo XII a.C., es reconocida como un evento decisivo en la región. Pero el proceso que dio base a todo ello es de índole más crucial aún, como en el caso de la separación de Abraham del mundo mesopotámico y la posterior emancipación de Moisés de las costumbres egipcias.
El concepto que de la naturaleza tiene el hombre determina su uso de ella. El conocimiento del Dios Creador característico de los israelitas, les inculcaba una actitud muy diferente hacia la naturaleza y el manejo de la tierra, confiando en su promesa:
“Y si vosotros obedecéis puntualmente mis mandatos que yo os prescribo hoy, amando a Yahvé, vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, yo daré a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, lluvia de otoño y lluvia de primavera, y tú cosecharás tu trigo, tu mosto y tu aceite; yo daré a tu campo hierba para tu ganado, y comerás y te hartarás” (Deuteronomio 11:13-15).

LA VIDA DOMESTICA

Los patriarcas, Abraham y los demás, eran semi nómadas. Vivían en tiendas y se trasladaban de un lugar a otro con sus manadas y rebaños en busca de pasto y de agua fresca. Su vida era muy similar a la de los beduinos de hoy en día. Pero después del Éxodo el pueblo de Israel se asentó en la Tierra Prometida. Y desde entonces, a través de los diversos cambios políticos, la aparición de reyes y la división del reino, la vida de la gente común varió muy poco.
La vida domestica estaba centrada en el hogar, el cual era construido para llenar las exigencias del clima y los límites impuestos por el status social. Durante la mayor parte de año el clima era seco y caliente, solamente interrumpido por las lluvias tempranas del otoño y las tardías de primavera. El agua escaseaba, principalmente en la zona meridional, de poca precipitación. Por ello las casas se construían dotándolas del máximo frescor posible, tratando de minimizar en lo que se podía el consumo de agua.
Los pobres vivían en casas de un solo aposento construidas de adobe sobre cimientos de piedra y, posteriormente, de tierra caliza. El techo plano ofrecía espacio para el almacenamiento y servía de azotea, llegándose hasta él por medio de una escalera exterior. Las ventanas eran pequeñas, apenas una rendija, o aperturas tapadas con celosías que impedían la entrada de cualquier intruso, pero admitían la luz del día y el aire.
El interior de la casa era fresco y sombreado. Una plataforma levantada en un extremo proveía el espacio para cocinar y para dormir, y el resto del suelo de tierra servía para almacenar las grandes tinajas y utensilios, inclusive el molino de mano, con capacidad además para el cobijo de los animales.
Los ricos tenían casas construidas con piedra labrada y con las ventanas provistas de rejas metálicas. Algunos construían sus casas de varios pisos, mientras que otros edificaban horizontalmente para permitir uno o más patios, muchos de los cuales tenían atractivos jardines. Los beduinos del desierto eran los más pobres, pues vivían en carpas hechas con piel de cabra, tradicionales desde los tiempos de Abraham.
Dentro de la habitación los pobres se sentaban y dormían en esteras, iluminados por una lámpara de aceite. Por su parte los ricos se sentaban frente a una mesa, dormían en camas y eran atendidos por criados, quienes les servían vino y manjares mientras sonaba música de fondo. Pero los pobres debían conformarse con leche de cabra, aceitunas y pan de cebada, que era su dieta acostumbrada.
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Para ser el esposo de María y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra

Modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte.

 

A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Santísima Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado “hijo de José” (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influyó José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el “santo del silencio” No conocemos palabras expresadas por él, sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue “santo” desde antes de los desposorios. Un “escogido” de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Las principales fuentes de información sobre la vida de san José son los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

 

San Mateo (1:16) llama a san José el hijo de Jacob; según san Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), san José vivía en Nazaret.

Según Mateo 13:55 y Marcos 6:3, san José era un “tekton”. La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

 

Si el matrimonio de san José con la Santísima Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aún es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba sólo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y san José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero… ejemplo para todos nosotros.

La literatura apócrifa, (especialmente el “Evangelio de Santiago”, el “Pseudo Mateo” y el “Evangelio de la Natividad de la Virgen María”, “La Historia de San José el Carpintero”, y la “Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.

 

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