A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina sobre la ilegitimidad del aborto.
LA DIDACHE
siglo I“El segundo mandamiento de la enseñanza: No asesinarás. No cometerás adulterio. No seducirás a los niños. No cometerás fornicación. No robarás. No practicarás magia. No usarás pociones. No provocarás [un] aborto, ni destruirás a un niño recién nacido” (Didajé 2:1–2 [70 d.C.]).
“El camino de la luz, entonces, es el siguiente. Si alguno desea viajar al lugar señalado, debe ser celoso en sus obras. El conocimiento, por tanto, que se nos da con el fin de caminar de esta manera, es el siguiente. . . . No matarás al niño procurándole el aborto; ni tampoco lo destruirás después de que haya nacido” (Carta de Bernabé 19 [74 d.C.]).
“¿Qué hombre en su sano juicio, por tanto, afirmará, siendo tal nuestro carácter, que somos asesinos? . . . Cuando decimos que aquellas mujeres que usan drogas para provocar el aborto cometen un asesinato y tendrán que dar cuenta a Dios por el aborto, ¿bajo qué principio deberíamos cometer un asesinato?
Porque no corresponde a la misma persona considerar al mismo feto en el vientre como un ser creado, y por tanto objeto del cuidado de Dios, y cuando ha pasado a la vida, matarlo; y no exponer a un niño, porque quienes lo exponen son acusados de asesinato de niños, y por otra parte, cuando ha sido criado para destruirlo” (Súplica a favor de los cristianos 35 [177 d.C.]).
“En nuestro caso, al estar prohibido para siempre el asesinato, no podemos destruir ni siquiera al feto en el útero, mientras que el ser humano todavía obtiene sangre de las otras partes del cuerpo para su sustento. Impedir un nacimiento no es más que matar a un hombre más rápidamente; ni importa si se quita la vida que nace, o se destruye la que está por nacer. Ése es un hombre que va a serlo; ya tienes el fruto en su semilla” (Apología 9:8 [197 d.C.]).
“Entre las herramientas de los cirujanos hay un instrumento determinado, que está formado por un marco flexible bien ajustado para, en primer lugar, abrir el útero y mantenerlo abierto; está además provisto de una cuchilla anular, por medio de la cual se disecan los miembros [del niño] dentro del útero con cuidado ansioso pero inquebrantable; siendo su último apéndice un gancho romo o cubierto, con el que se extrae todo el feto mediante un parto violento.
“Existe también [otro instrumento en forma de] una aguja o púa de cobre, mediante la cual se gestiona la muerte misma en este robo furtivo de la vida: Le dan, por su función infanticida, el nombre de embruosphaktes, [es decir]” el asesino del niño”, que por supuesto estaba vivo. . . “[Los médicos que practicaban abortos] sabían muy bien que se había concebido un ser vivo, y [ellos] se compadecieron de este desdichado estado infantil, que primero tuvo que ser ejecutado para escapar de ser torturado vivo” (El Alma 25 [210 d.C.]).
“Ahora admitimos que la vida comienza con la concepción porque sostenemos que el alma también comienza desde la concepción; la vida comienza en el mismo momento y lugar que el alma” (ibid., 27). “La ley de Moisés, en verdad, castiga con las penas debidas al hombre que causare el aborto [Éx. 21:22–24]” (ibid., 37).
“Hay algunas mujeres [paganas] que, al beber preparados médicos, extinguen en sus entrañas la fuente del futuro varón y cometen así un parricidio antes de dar a luz. Y estas cosas ciertamente proceden de la enseñanza de vuestros [falsos] dioses. . . . A nosotros [los cristianos] no nos es lícito ni ver ni oír hablar de homicidio” (Octavio 30 [226 d.C.]).
“Las mujeres que tenían fama de creyentes comenzaron a tomar drogas para volverse estériles y a atarse fuertemente para expulsar lo que estaba engendrando, ya que, a causa de los parientes y el exceso de riqueza, no querían tener un hijo de un esclavo o por cualquier persona insignificante. ¡Mira, pues, hasta qué gran impiedad ha procedido ese inicuo, al enseñar el adulterio y el asesinato al mismo tiempo! (Refutación de todas las herejías [228 d.C.]).
“En cuanto a las mujeres que fornican y destruyen lo que han concebido, o que se emplean en fabricar drogas para abortar, un decreto anterior las excluía hasta la hora de la muerte, y algunos han consentido. Sin embargo, deseando utilizar una lenidad algo mayor, hemos ordenado que cumplan diez años [de penitencia], según los grados prescritos” (canon 21 [314 d.C.]).
“La que provoque el aborto, pase diez años de penitencia, ya sea que el embrión esté perfectamente formado o no” (Primera Carta Canónica, canon 2 [374 d.C.]).
“Es homicida... ; también lo son los que toman medicinas para provocar el aborto” (ibid., canon 8).
“Por tanto os ruego que huyáis de la fornicación. . . . ¿Por qué sembrar donde la tierra se encarga de destruir el fruto? ¿Dónde hay muchos esfuerzos por abortar? ¿Dónde hay asesinato antes del nacimiento? Porque ni siquiera a la ramera dejarás que siga siendo una simple ramera, sino hazla también asesina. Ves cómo la embriaguez lleva a la prostitución, la prostitución al adulterio, el adulterio al asesinato; o más bien a algo incluso peor que el asesinato. Porque no tengo nombre que darle, ya que no quita lo que nace, sino que impide que nazca.
¿Por qué entonces abusas del don de Dios, y luchas con sus leyes, y sigues lo que es una maldición como si fuera una bendición, y haces de la cámara de la procreación una cámara para el asesinato, y armas a la mujer que fue dada para tener hijos para el matadero? ? Porque para sacar más dinero siendo agradable y objeto de deseo para sus amantes, ni siquiera esto se resiste a hacerlo, amontonando así sobre tu cabeza un gran montón de fuego. Porque incluso si la acción atrevida es de ella, la causa de la misma es tuya” (Homilías sobre Romanos 24 [391 d.C.]).
“Algunos llegan incluso a tomar pociones para asegurar la esterilidad y asesinar así a seres humanos casi antes de su concepción. Algunas, cuando se encuentran encintas a causa de su pecado, utilizan drogas para procurar el aborto, y cuando, como sucede a menudo, mueren con su descendencia, entran al mundo inferior cargadas con la culpa no sólo de adulterio contra Cristo sino también de suicidio y asesinato de niños” (Cartas 22:13 [396 d.C.]).
Desde el ataque se abrió un proceso de investigación para encontrar a los responsables del atentado. Muchos líderes mundiales pidieron al gobierno de Sri Lanka que haga justicia. El papa aprovechó el tercer aniversario de los atentados para hacer este llamamiento público.
FRANCISCO
No quisiera terminar sin hacer un llamamiento a las autoridades de su país. Por favor y por el bien por la justicia, por el bien de tu pueblo, que se aclare de una vez por todas quiénes fueron responsable de estos hechos [los atentados de Semana Santa de 2019]. Esto traerá paz a su conciencia y a la Patria.
Casi 5 años después, la comunidad católica no ha olvidado a las más de 200 personas asesinadas ese día.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hemos construido un cementerio especial en Kotahena o Nigambo. Tuvimos que comprar un terreno porque el cementerio católico estaba repleto, lleno de cadáveres y no podíamos enterrarlos a todos allí.
También hay un memorial en una de las iglesias que fueron destruidas aquel Domingo de Pascua.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hay un memorial dentro de la iglesia. Reservamos una zona y escribimos todos los nombres en una lápida de piedra que construimos en la iglesia de San Sebastián.
Muchas personas han acudido a los memoriales para pedir la intercesión de estos hombres y mujeres. El cardenal Ranjith dijo que son ejemplos de los mártires modernos de los que el papa habla a menudo.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Dieron sus vidas por la fe, porque los atacantes lo hicieron por odio a la fe. Odium fidei, así lo llaman. Odiaban a los cristianos y atacaron a estos inocentes. Los mataron. Para nosotros son mártires porque murieron yendo a la Iglesia, por eso promovemos su causa.
El 21 de abril se cumplen 5 años del atentado. Es el tiempo mínimo que exige el Vaticano para iniciar el proceso de beatificación. Y en Sri Lanka lo tienen claro. En cuanto se cumpla ese aniversario, se pondrán manos a la obra.
FUENTE: www.romereports.com
En Primeros Cristianos hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Javier Martínez-Brocal, uno de los periodistas españoles más reconocidos en la cobertura informativa del Vaticano. Martínez-Brocal ha sido director de la agencia televisiva Rome Reports y, desde febrero de 2022, es el corresponsal del diario ABC en el Vaticano. Ha narrado el día a día de los Papas en medios internacionales y es autor de varios libros de referencia, como El sucesor, El Papa de la misericordia y, el más reciente, El cónclave, sobre el que versa esta entrevista.
¿Qué le llevó a escribir un libro sobre el cónclave?
Me doy cuenta de que uno de los periodos en los que más se habla de un papa es el cónclave. Tengo la impresión de que se puede politizar, ya que hoy en día no se puede percibir bien lo que es un papa y se puede pensar que el Vaticano es una especie de juego de poderes. De esta manera, con el libro, la gente tiene un instrumento para entender cómo funciona el cónclave.
¿Cómo funciona el Cónclave?
Los cardenales tienen tiempo para reflexionar sobre el perfil de papa que necesita la Iglesia y el mundo, y luego hay una segunda fase de protección a los cardenales de interferencias externas para que puedan decidir libremente. Además, tiene que estar muy claro el mecanismo para asegurarse de que la elección sea legítima.
Cuando hay sede vacante (ya sea por renuncia o muerte papal), se convocan las congregaciones generales, que son reuniones de cardenales. Ahí fijan el perfil que hace falta para la Iglesia católica, las prioridades, la personalidad necesaria. Una vez teniendo esto decidido (esto dura unos 15 días), el cónclave no puede empezar antes de 15 días de la sede vacante y no más tarde de 20 días. Ahí empiezan a votar.
¿Cómo concienciar a todo el mundo de que esto no es una cosa solamente de los cardenales?
La Ley pide acompañar a los cardenales con oración. En la Capilla Sixtina, dice Juan Pablo II: en los frescos del Juicio Final les recuerdan a los cardenales que Dios les pedirá cuentas de los nombres que pongan en la papeleta. Y a nosotros también se nos pedirán cuentas de cuánto hemos sostenido a los cardenales que están pensando en esta decisión.
¿Cómo era el Cónclave con los primeros cristianos?
Los Hechos de los Apóstoles no nos explican cómo se elegía al nuevo papa. Lo habitual es que cada obispo elegía a su sucesor; luego llega un momento en el que eligen al obispo de Roma los presbíteros de Roma y, después, es confirmado por los laicos.
En algún momento de la historia se interpone el poder imperial y dice que lo tiene que confirmar el emperador; luego se meten en medio las familias nobles romanas y dicen que lo tienen que confirmar ellos. Llega un punto en el que el papa dice que solamente eligen al papa los cardenales, que son sus consejeros más cercanos.
Para evitar intromisiones externas, lo que dicen es que se reúnan en un lugar secreto y que estén bajo llave para acelerar la decisión. Al principio había un problema, y es que los obispos eran toda la vida de la misma diócesis, por lo tanto, tenían que elegir a uno que no fuera obispo, pues era el obispo de Roma.
By Rafael Peña, Javier Cresprillo, Juan Bareiro y Alejandro López-Blanco
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios.
Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
ORIGEN Y DESARROLLO
En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a nuestros días.
En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra, el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde aparecen 15 gozos de Nuestra Señora, terminando cada una de ellas con un Avemaría.
Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen. Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc. Supremi apostolatus, 1 sept. 1883).
A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías. Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todoel Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.
La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».
En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a aquella joven la manera de rezar el Rosario.
ESTRUCTURA
La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.
Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo.
El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión. El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina.
«Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta, con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos Aires 1954, 261).
Juan Pablo II incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.
INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.
Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.
Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.
J. FERRER SERRATE , M. GARCIA MIRALLES (GER)
Ver en Wikipedia
El amor a nuestra Madre ha estado presente desde los comienzos y Ella ha ayudado a sus hijos de modo permanente.
Los primeros cristianos, a los que hemos de acudir siempre como modelo, dieron un culto amoroso a la Virgen En las pinturas de los tres primeros siglos del cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla con el Niño Dios en brazos. ¡Nunca les imitaremos bastante en esta devoción a la santísima Virgen!
Es el refugio de los pecadores, la salud de los enfermos, la reina de los mártires, de los confesores, de las vírgenes y de los apóstoles. Reina y madre de los primeros cristianos. También ahora la Virgen nos ayuda a comportarnos como buenos hijos: a ser fuertes y fieles.
“Hoy María es para nosotros un cielo,
porque nos trae a Dios.
De Ella ha surgido
para nosotros la luz.”
(SAN EFRÉN DE SIRIA, Siglo IV)
by Gabriel Larrauri Aguirre - www.primeroscristianos.com
Con ese monto, la producción superó los 14,5 millones de dólares alcanzados por El Príncipe de Egipto (1998), que hasta entonces ostentaba el récord en esta categoría. El filme fue lanzado en más de 3.200 salas a nivel nacional coincidiendo con el fin de semana de Semana Santa, una fecha relevante dentro del calendario litúrgico cristiano.
Según Deadline, más de un millón de entradas fueron vendidas en preventa, impulsadas por una estrategia que combinó participación comunitaria, campañas de promoción directa y un enfoque orientado al público familiar, una audiencia prioritaria para el estudio.
El argumento del filme se inspira en The Life of Our Lord, un texto escrito por Charles Dickens en el siglo XIX para ser leído exclusivamente a sus hijos. El libro no fue publicado hasta 1934, después de la muerte del último de sus descendientes, según The New York Times. La película adapta esta obra en un formato narrativo donde Dickens relata la historia de Jesús a su hijo Walter, utilizando un tono didáctico y familiar.
La película cuenta con un elenco compuesto por actores de trayectoria internacional. Oscar Isaac interpreta a Jesús, Kenneth Branagh da voz a Charles Dickens, Uma Thurman a Catherine Dickens, Pierce Brosnan a Poncio Pilato, Mark Hamill a Herodes, Ben Kingsley al sumo sacerdote Caifás y Forest Whitaker al apóstol Pedro. Esta información fue confirmada por Variety y Deadline.
La presencia de intérpretes conocidos fue destacada como un elemento clave por analistas del sector. Según The New York Times, la inclusión de nombres reconocidos responde a una estrategia para atraer tanto a públicos religiosos como a audiencias más amplias, interesadas en producciones animadas con respaldo actoral.
Mark Hamill, en entrevista con Fox News, indicó que su participación en el filme se relaciona con su formación católica y con su interés por personajes complejos. Señaló que Herodes es retratado como un gobernante autoritario y que el medio de la animación le permitió interpretar un rol que no habría asumido en una versión de acción real.
El modelo de distribución se basó en el sistema de preventas y participación comunitaria impulsado por el “Angel Guild”, una red de usuarios que apoya y selecciona proyectos antes de su producción. Esta estrategia fue utilizada también en Sound of Freedom (2023), película que alcanzó más de 180 millones de dólares en recaudación en Estados Unidos, según Deadline.
Jordan Harmon, cofundador de Angel Studios, explicó a Variety que la película fue adquirida en noviembre de 2024 y que su lanzamiento se programó para Semana Santa a fin de coincidir con un momento de alta receptividad por parte del público familiar y religioso.
Durante las funciones, Angel Studios implementó una campaña en la que se invita a los espectadores a adquirir entradas para otras personas a través de un código QR proyectado al final del filme. The New York Times informó que esta secuencia incluyó testimonios de niños y estuvo dirigida a fomentar la asistencia a funciones comunitarias.
Raymond Arroyo, analista de medios y colaborador de Fox News, afirmó que existe un público que busca contenidos que representen temas de fe sin un enfoque doctrinario. Señaló que los espectadores buscan ser representados, no instruidos, y que formatos como el de El Rey de Reyes permiten integrar valores religiosos de forma accesible. Sus declaraciones fueron recogidas por Fox News Digital.
Matt Wolf, especialista en relaciones públicas, indicó a Fox News que el contenido basado en la fe ha mostrado crecimiento constante en el mercado estadounidense y que existe una oportunidad comercial para producciones que aborden estos temas desde enfoques familiares.
Doug Eldridge, también consultado por Fox News, relacionó la recepción positiva de la cinta con un cambio en la cultura estadounidense hacia valores tradicionales y una mayor disposición del público a consumir contenidos con referencias religiosas explícitas.
La industria del cine religioso ha tenido precedentes de alto rendimiento en taquilla. La Pasión de Cristo (2004), dirigida por Mel Gibson, recaudó 612 millones de dólares a nivel global. En 2014, El Cielo es Real generó 101 millones de dólares con un presupuesto de apenas 2 millones, según datos citados por Fox News.
El Rey de Reyes marca el retorno del cine bíblico animado dirigido al público infantil, un segmento que no había sido ampliamente explorado desde el estreno de El Príncipe de Egipto en 1998. Según Variety, esta producción combina técnicas de animación actuales con una narrativa adaptada desde una obra literaria, lo que la diferencia de adaptaciones exclusivamente basadas en los textos bíblicos.
“¡Qué maravilla es poseer la cruz!”, escribía en el siglo VIII San Andrés de Creta. Y de nuevo: “Si no existiera la cruz, tampoco existiría Cristo crucificado”.
La cruz es el símbolo cristiano por excelencia. Portadora de redención para cada criatura, es el instrumento por medio del cual se cumplió la Pasión de Cristo y, por tanto, es el signo del amor gratuito y misericordioso de Dios.
Aunque la Iglesia enseña claramente qué es y qué representa la cruz, la historia, en cambio, no es capaz de esclarecer del todo los hechos concretos de este madero santo, cuyo descubrimiento en Jerusalén se atribuye a Santa Elena: del trozo de cruz custodiado en ese lugar, en la basílica del Santo Sepulcro (construida por deseo de Constantino), se perdió el rastro después de la derrota de la batalla de los Cuernos de Hattin (1187); los hechos relacionados con los otros fragmentos, verdaderos o presuntos, son casi imposibles de reconstruir.
Por consiguiente, es necesario, sobre todo, analizar la situación de la inventio en sí misma, a través de un examen meticuloso y honesto de los datos correspondientes a la peregrinación de Elena a Tierra Santa (327-328).
El hallazgo de la cruz se sitúa en el contexto de la operación arqueológica llevada a cabo por Constantino para identificar los lugares del Sepulcro y del Gólgota a fin de erigir una gran basílica (finalizada en el año 355, dañada en varias ocasiones, destruida en 1009 y después reconstruida).
Sin embargo, Eusebio [de Cesarea], autor de la Vida de Constantino (337), aunque narra los hechos relacionados con la basílica y la misma Elena, no habla nunca de la Vera Cruz. Su atención está dirigida totalmente a la Anastasis (Resurrección, en griego), es decir, a la iglesia construida sobre el lugar de la tumba vacía, obviando la del Gólgota.
Dicho silencio ha sido objeto de varias especulaciones: aunque es verdad que Eusebio no escribe una crónica y que su objetivo era celebrar el apoyo imperial al cristianismo (de hecho, no hace mención a algunos detalles poco acordes a la imagen de Constantino), la inventio Crucis debería haber sido un elemento importante, que habría que haber evidenciado.
En cambio, cuando incluye en la Vida de Constantino una carta que este escribe a Macario (obispo de Jerusalén encargado de la construcción de la basílica), en la que el emperador cita un “signo de la pasión de Cristo conservado desde hace tiempo bajo tierra“, que podría verosímilmente ser la cruz, Eusebio vincula este pasaje al lugar del Sepulcro, no al Gólgota.
¿Por qué? Según algunos, Eusebio quiere evitar que se relacione excesivamente la Vera Cruz con el poder imperial; otros, en cambio, son del parecer de que intenta (inútilmente) redimensionar el estatus excepcional que la cruz confiere a Jerusalén y a su obispo (subordinado de Eusebio, que era obispo de Cesarea y metropolitano de Palestina). Y, en opinión de otros, Eusebio pretende dar mayor relieve al hecho de la Resurrección respecto a la Pasión.
Sea como sea, la cruz estaba cerca del Santo Sepulcro: después de Eusebio, todos escriben sobre ella, a partir de Cirilo de Jerusalén, que en las Catequesis (años 40 del siglo IV), refiere que el madero de la cruz era venerado de manera habitual.
El mismo Eusebio, que en la Vida de Constantino calla sobre ello, menciona la cruz en una carta que escribe al emperador Constancio II, hijo de Constantino, recordando que había sido descubierta durante el reinado de su padre, pero sin dar más detalles.
De manera análoga, la célebre viajera Egeria incluye en su Itinerarium (381-384) el resumen más antiguo de la ceremonia de exposición y veneración de la reliquia, pero no describe cómo fue hallada.
Es prudente afirmar que la tradición hagiográfica de la inventio Crucis por parte de Elena nació en la segunda mitad del siglo IV, decenios después de su muerte, con el fin de contribuir a celebrar la cristianización del Imperio a través de una reliquia que era un símbolo de gran fuerza para Constantino, Jerusalén y toda la cristiandad.
¿Acaso había una heroína más adecuada que la augusta madre del emperador, implicada en la obra del hijo, figura ideal de emperatriz, fundadora de iglesias, santa y, sobre todo, presunta descubridora de la Vera Cruz? Y, al contrario, ¿qué seguridad se tiene como para excluir su papel real en el hallazgo?
La tradición se consolidó gracias a San Ambrosio que, en la oración fúnebre por el emperador Teodosio (395), fue el primero en describir cómo la Vera Cruz fue reconocida gracias al Titulus Crucis que tenía clavado, es decir, la tabla (que según algunos es la que se conserva actualmente en Roma, en la basílica de la Santa Cruz), con la inscripción en tres lenguas: “Jesús Nazareno, rey de los judíos”, y cómo se hallaron también los clavos.
Entre los siglos IV y V, Gelasio de Cesarea y Rufino de Aquilea elaboraron una versión del hallazgo más compleja y probablemente anterior, hasta que la tradición se fijó de manera definitiva antes de la mitad del siglo V, para ser después acogida por el arte: basta pensar en las cimas que alcanzó la inventio Crucis en la iconografía de los códigos miniados carolingios.
A continuación florecieron diversas redacciones en griego, latín, ciríaco copto y otras lenguas, según tres filones principales: el de la literatura patrística y otros dos de pura fantasía (la leyenda de Protonike y la de Judas Ciríaco), que confluirán en la tradición y el arte medieval.
Al tema de la inventio se vinculó, más tarde, en el siglo VII, el de la Exaltatio Crucis, en recuerdo de cuando el emperador bizantino Heraclio, en 630, llevó de nuevo a Jerusalén la reliquia de la cruz, sustraída a los persas en 614.
Todos ellos, temas reelaborados en clave de promoción de las cruzadas, y a los que se añadió la leyenda medieval del madero de la cruz, que concretó en el Edén el origen “biológico” de ese madero redentor: un complejo de tradiciones que poco a poco se fue enriqueciendo, hasta cristalizar en la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, en el siglo XIII.
La tradición de la cruz es, por tanto, una leyenda compleja, en la que la figura de Elena está suspendida entre la historia y la leyenda, entrelazadas entre sí hasta el punto de hacer difícil desenmarañarlas.
A ella se debe el mérito de haber llevado a Constantino hacia la tolerancia y la promoción del cristianismo, que llevaron a la cristianización del Imperio, fundamento de la Europa cristiana; también a ella se le atribuye la conversión definitiva de su hijo.
Su origen sigue siendo desconocido -fue ciertamente humilde-, y lo que sabemos de ella está vinculado sobre todo a su fe y al viaje que llevó a cabo, ya anciana, a los Lugares Santos, además de a Egipto y a Siria, donde visitó distintos monasterios y conoció a hombres y mujeres consagrados a Dios. Esa peregrinación, que fue la verdadera realización de su existencia, produjo un cambio en el cristianismo, y es el motivo por el que siempre será recordada.
Ada Grossi en Il Timone
Pero el gran viento de las victorias empuja a los cien mil soldados desde las Galias hasta Turín, por Brescia y Verona, y a todo lo largo de la vía Flaminia. Constantino tenía videncias de su propio triunfo, porque no combatía solamente con sus ejércitos, sino con el poder divino de aquel anagrama que, a la luz sangrienta del otoño, resplandecía en los estandartes y sobre el pecho de sus leales, recordando otra batalla más cruel y decisiva: la de Cristo en la cruz. Y con su nombre iba seguro a la victoria.
Fue así el milagro, según lo refiere Eusebio, recogido de los mismos labios del emperador. Que a los comienzos de esta injusta guerra embargaba su espíritu el pensamiento de la muerte, como acontece a los que llevan oficio de armas. Y repasó en su memoria el fin dramático de todos los emperadores que habían perseguido a los cristianos. Sólo su padre, Constancio, encontró una muerte piadosa, tranquila, serena.
¿Acaso porque quiso bien, en amistad y protecciones, a los creyentes de la cruz? Pide entonces un signo al Señor de los Ejércitos. Y se le dio, en un estupendo milagro. Sobre un cielo deslumbrante de mediodía vio arder una cruz de sangre, con esta divisa: IN HOC SIGNO VINCES. Era el lábaro de su victoria. Y más aún. En el sueño impaciente de aquella noche Cristo se le muestra, ordenándole que sus combatientes, sus armas, sus banderas, lleven su propio nombre sacro e invencible.
Y mientras aquel 28 de octubre del 312 se alza al cielo, desde las siete colinas, el incienso inútil ofrecido por Majencio a los dioses paganos, la última batalla del Puente Milvio, sobre el Tíber, proclama a Constantino emperador triunfante en la señal de la cruz.
El famoso Edicto de Milán es el ofrecimiento de su victoria a la cruz. Los cristianos se ven libres, con todos los derechos jurídicos de los ciudadanos de Roma. En su brevedad, una sola idea se repite, con clara intención, para que no haya espacio a interpretaciones o dudas: la perfecta igualdad de ciudadanía para los creyentes, a los que ningún prefecto podrá, en adelante, torturar con los garfios y las cárceles ante la pública profesión de su fe.
Y, a los pocos años, el hallazgo de la cruz, como radiante trofeo de aquella gesta castrense. Era muy lógico que Constantino y los de su casa anhelaran, muy ardidamente, poseer aquella cruz, aparecida en los cielos. Y es su madre Elena la que se pone en piadosa romería hacia Oriente.
Todo esto es pura historia. La podemos seguir con Eusebio, por todo el itinerario, entre las aclamaciones entusiastas que la hacen, a su paso, las provincias del Imperio. Visita la cueva de Belén para seguir, con fidelidad, el recuerdo de la vida de Cristo. Sobre el desnudo pesebre, que profanan unos altares en honor de Adonais, edifica un templo majestuoso, "de una hermosura singular, digno de eterna memoria".
Se detiene largamente en el lago, porque aquel mar de Tiberíades, que tiene geografía y curvas de corazón, palpita como el corazón de todo el Evangelio, como el mismo Corazón de Cristo. Y después a las agonías del monte de los Olivos. Y al Calvario.
En este punto nos despedimos de Eusebio de Cesarea, que nos guió minuciosamente, con sus infolios, en la peregrinación de la emperatriz. Los rigores de la crítica histórica hinchan el silencio de este escritor para tejer las insidias de la duda en la maravilla celeste del HALLAZGO. Pero este dato no entenebrece su perfecta historicidad.
Lo consignan escritores eminentes: Rufino, Sozomeno, el Crisóstomo, San Ambrosio, y el Breviario Romano lo tiene recibido, en las Lecciones históricas, para la fiesta de este día. Además, Eusebio de Cesarea no ignora el suceso, aunque no lo consigne expresamente, pues reproduce una carta de Constantino a Macario, obispo de Jerusalén, en la que se habla "del memorial de la Pasión escondido, bajo la tierra, durante muy largos años".
Con las fuentes mencionadas podemos componer la historia así. A los comienzos del siglo IV el más inconcebible abandono cubría los Santos Lugares, a tal punto que la colina del Gólgota y el Santo Sepulcro permanecían ocultos bajo ingentes montañas de escombros.
El concilio de Nicea dictó algunas disposiciones para devolver su rango y su prestigio a aquellas tierras sembradas por la palabra y la sangre del Redentor, mientras el mismo Constantino ordenaba excavaciones que hicieran posible recuperar el Santo Sepulcro.
Y allí Elena, alentando con su poder y sus oraciones el penoso trabajo. Se descubre una profunda cámara con los maderos, en desorden, de las tres cruces izadas sobre el Calvario aquel mediodía del Viernes. ¿Cuál de las tres, la verdadera cruz de Jesucristo? Y entonces el milagro, para un seguro contraste.
Porque el santo obispo de Jerusalén, a instancias de Elena, las impone a una mujer desvalida, siendo la última la que le devuelve la salud. Aún la tradición añade que, al ser portada la Vera Cruz, procesionalmente, en la tarde de aquel día, un cortejo fúnebre topó con el piadoso y entusiasta desfile, y, deseando el obispo Macario más y más certificarse sobre el auténtico madero, mandó detenerle, como Jesucristo en Naím, cuando los sollozos de la madre viuda le arrancaron del corazón el devolverle la vida a su único hijo muerto.
Se probaron, con el que llevaban a enterrar, las tres cruces, y sólo la que ya veneraban como verdadera le resucitó. Era el 14 de septiembre del año 320.
La emperatriz Elena, en nombre de su hijo, edificó allí el "Martyrium” sobre el sepulcro, dejando la cruz, enjoyada en riquísimo ostensorio, para culto y consuelo de los fieles. Una parte fue enviada a Constantino, junto con los cinco clavos, dedicando a tan insignes reliquias la basílica romana de la Santa Cruz de Jerusalén para que toda la cristiandad la venerara y fortaleciera también la "Roca" de Pedro.
Santa Croce in Gerusalemme - Roma
Dictó, además, Constantino un decreto, por el que nadie sería en adelante castigado al suplicio de la cruz, divinizada ya con la muerte del Hijo de Dios.
Las cristiandades de Oriente celebraron este hallazgo de la cruz con la pompa hierática de su rica liturgia, en el "Martyrium" de Constantino, consagrado el 14 de septiembre del 326. Precedían a la fiesta cuatro días de oraciones y rigurosos ayunos de todas aquellas multitudes que afluían de Persia, Egipto y Mesopotamia. Allí encontró su camino de santidad una mujer egipciaca pecadora que, como la Magdalena, se llamaba María.
Muy pronto la fiesta del hallazgo se incorporó a las liturgias de toda la cristiandad cuando fueron llegando a las Iglesias occidentales las preciosas reliquias del "Lignum Crucis", como regalo inestimable para promover entre los fieles el recuerdo vivo de nuestra redención.
Tres siglos después —3 de mayo del 630— acontecía en Jerusalén otro suceso feliz. El emperador Heraclio, depuesta la majestad de sus mantos y de su corona, con ceniza en la cabeza y sayal penitente, portaba sobre sus hombros, desde Tiberíades a Jerusalén, la misma Vera Cruz que halló Elena.
En un saqueo de la Ciudad Santa fue sustraída por los infieles persas. Y ahora era devuelta al patriarca Zacarías con estos ritos impresionantes de fervor y humildad.
Las liturgias titularon este acontecimiento con el nombre de “Exaltación de la Santa Cruz". Y, aunque las Iglesias occidentales acogieron con entusiasmo semejante recuperación definitiva del Santo Madero, sólo muy tardíamente fue conmemorada su fiesta, según se ve en el sacramentario de Adriano.
El tiempo confundió la historia de ambas solemnidades. Y todo el Occidente cristiano, dando mayor acogimiento y simpatía al hallazgo de la cruz, lo celebró siempre en este día 3 de mayo, dejando para el 14 de septiembre la memoria de la "Exaltación”.
Escribía De Broglie en el pasado siglo:
"A la nueva de que Jerusalén se alzaba de sus ruinas, coronada por la verdadera cruz de Cristo, escapóse un grito de alegría de toda la familia cristiana. Dios acababa de consagrar, con un postrer milagro, el triunfo ya maravilloso de su Iglesia.
¡Qué espectáculo este resurgimiento, desde las entrañas de la tierra, de los instrumentos del Suplicio divino, convertidos en una señal de dominación y de victoria. Se creía hallarse presente a la resurrección universal y ver al Hijo del Hombre, entronizado en la nube, venir para coronar a sus fieles servidores".
Pero la cruz de Cristo resume, en su íntima teología, todos los misterios estremecidos que hilan el dogma de la religión cristiana. Dos proyecciones hacia el infinito: la una, fragante de luz; la otra, sombría de sacrificio y de sangre.
Como signo de libertad para todo el linaje humano, resplandece victoriosa, presidiendo el desfile apresurado de las edades, de las civilizaciones y de la culturas, con una viva presencia impresionante, en todos los corazones que creen, que esperan y que aman. El navío de Pedro puede marear seguro, hasta que pase este mundo y su figura, todos los mares amargos y difíciles, porque lleva, en la vela latina, el signo inmortal de la cruz.
FERMÍN YZURDIAGA LORCA
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María es la única mujer de toda la historia de la humanidad a la que Dios permitió nacer sin pecado original, la madre de Cristo y siempre Virgen, que fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Tenemos 30 días por delante en este mes de mayo para dedicarlos especialmente a Nuestra Madre. Pero, ¿por qué el mes de mayo es el mes de la Virgen María? Si la Iglesia está celebrando laResurrección de Jesús, ¿por qué se rinde homenaje también a María en este mes?
Esta tradición lleva dos siglos en vigor y coincide con el comienzo de la primavera y el destierro del invierno. El "triunfo de la vida" que simboliza la primavera es uno de los motivos por los que se sitúa en mayo el mes de la Virgen, Madre de la Vida, de Jesús.
Además, la presencia de este homenaje particular a María se corresponde con otorgar un sentido cristiano a este mes y en esta estación. La Grecia y la Roma clásicas también celebraban la llegada de la primavera. Lo hacían con festividades, oraciones y flores para Artemisa y Flora, ambas consideradas diosas de la fertilidad.
Esta tradición dio un vuelco en el siglo XII y cambió de página en el calendario. Nació la fiesta de "La devoción de los treinta días a María", que tenía lugar entre la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre.
Dedicarle un mes exclusivo a la Virgen es una idea del siglo XVII. En esta época volvió a incluirse un culto especial a María en el mes de mayo, que es el que ha llegado hasta la actualidad.
La primavera y el mes de mayo presentan una naturaleza verde, en flor, con buen tiempo. Ese reflejo de la belleza de la naturaleza también hablan de María, de su belleza y de su virtud.
La celebración de este mes de mayo es más que una tradición entre los cristianos, es un homenaje y una acción de gracias hacia quien es Nuestra Madre. Como "regalos" para Ella, se suelen hacer muchas cosas. Entre ellas, el rezo del Rosario, las ofrendas florales o la meditación de sus dogmas son algunas ideas con las que honrar a María en este mes de mayo.
Permaneciendo con la familia, confirmó el voto de virginidad que había hecho de forma privada cuando era aún adolescente, se dedicó a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad, sobre todo en beneficio de los enfermos.
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy quisiera hablaros de una mujer que ha tenido un papel eminente en lahistoria de la Iglesia. Se trata de santa Catalina de Siena. El siglo en que vivió – el decimocuarto – fue una época difícil para la vida de la Iglesia y para todo el tejido social en Italia y en Europa.
Con todo, incluso en los momentos de mayor dificultad, el Señor no cesa de bendecir a su Pueblo, suscitando Santos y Santas que sacudan las mentes y los corazones provocando conversión y renovación. Catalina es una de estas y aún hoy nos habla y nos empuja a caminar con valor hacia la santidad para ser de forma cada vez más plena discípulos del Señor.
Nacida en Siena, en 1347, en una familia muy numerosa, murió en su ciudad natal en 1380. A la edad de 16 años, impulsada por una visión de santo Domingo, entró en la Orden Terciaria Dominica, en la rama femenina llamada Mantellate [llamadas así por llevar un manto negro, n.d.t.].
Permaneciendo con la familia, confirmó el voto de virginidad que había hecho de forma privada cuando era aún adolescente, se dedicó a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad, sobre todo en beneficio de los enfermos.
Cuando la fama de su santidad se difundió, fue protagonista de una intensa actividad de consejo espiritual hacia toda categoría de personas: nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el papa Gregorio XI, que en aquel periodo residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a volver a Roma.
Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados: también por este motivo el Venerable Juan Pablo II la quiso declarar Copatrona de Europa: para que el Viejo Continente no olvide nunca las raíces cristianas que están en la base de su camino y siga tomando del Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia.
Catalina sufrió mucho, como muchos Santos. Alguno pensó incluso que había que desconfiar de ella hasta el punto de que en 1374, seis años antes de su muerte, el capítulo general de los Dominicos la convocó a Florencia para interrogarla.
Le pusieron al lado a un fraile docto y humilde, Raimundo de Capua, futuro Maestro General de la Orden. Convertido en su confesor y también en su “hijo espiritual”, escribió una primera biografía completa de la Santa. Fue canonizada en 1461.
La doctrina de Catalina, que aprendió a leer con dificultad y a escribir cuando era ya adulta, está contenida en el Diálogo de la Divina Providencia o bien Libro de la Divina Doctrina, una obra maestra de la literatura espiritual, en su Epistolario y en la colección de las Oraciones.
Su enseñanza está dotada de una riqueza tal que el Siervo de Dios Pablo VI, en 1970, la declaró Doctora de la Iglesia, título que se añadía al de Copatrona de la Ciudad de Roma, por voluntad del Beato Pío IX, y de Patrona de Italia, por decisión del Venerable Pío XII.
En una visión que nunca se borró del corazón y de la mente de Catalina, la Virgen la presentó a Jesús, que le dio un espléndido anillo, diciéndole: "Yo, tu Creador y Salvador, te desposo en la fe, que conservarás siempre pura hasta cuando celebres conmigo en el cielo tus bodas eternas” (Raimundo de Capua, S. Catalina de Siena, Legenda maior, n. 115, Siena 1998).
Ese anillo le era visible solo a ella. En este episodio extraordinario advertimos el centro vital de la religiosidad de Catalina y de toda auténtica espiritualidad: el cristocentrismo. Cristo es para ella como el esposo, con el que hay una relación de intimidad, de comunión y de fidelidad; es elbien amado sobre cualquier otro bien.
Esta unión profunda con el Señor está ilustrada por otro de la vida de esta insigne mística: el intercambio del corazón. Según Raimundo de Capua, que transmite las confidencias recibidas de Catalina, el Señor Jesús se le apareció con un corazón humano rojo resplandeciente en la mano, le abrió el pecho, se lo introdujo y dijo:
“Queridísima hija, como el otro día tomé el corazón tuyo que me ofrecías, he aquí que ahora te doy el mío, y de ahora en adelante estará en el lugar que ocupaba el tuyo” (ibid.). Catalina vivió verdaderamente las palabras de san Pablo, “...no vivo yo, sino que Cristo vive en mi" (Gal 2,20).
Como la santa de Siena, todo creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como el mismo Cristo ama.
Y todos nosotros podemos dejarnos transformar el corazón y aprender a amar como Cristo, en una familiaridad con Él nutrida por la oración, por la meditación sobre la Palabra de Dios y por los Sacramentos, sobre todo recibiendo frecuentemente y con devoción la santa Comunión.
También Catalina pertenece a este grupo de santos eucarísticos con la que quise concluir mi Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis (cfr n. 94). Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es un extraordinario don de amor que Dios nos renueva continuamente para nutrir nuestro camino de fe, revigorizar nuestra esperanza, inflamar nuestra caridad, para hacernos cada vez más semejantes a Él.
Alrededor de una personalidad tan fuerte y auténtica se fue construyendo una verdadera y auténtica familia espiritual. Se trataba de personas fascinadas por la autoridad moral de esta joven mujer de elevadísimo nivel de vida, y quizás impresionadas también por los fenómenos místicos a los que asistían, como los frecuentes éxtasis.
Muchos se pusieron a su servicio y sobre todo consideraron un privilegio ser guiados espiritualmente por Catalina. La llamaban “mamá”, pues como hijos espirituales tomaban de ella la nutrición del espíritu.
También hoy la Iglesia recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, refuerzan la fe de la gente y orientan la vida cristiana hacia cimas cada vez más elevadas.
“Hijo os digo y os llamo – escribe Catalina dirigiéndose a uno de sus hijos espirituales, el cartujo Giovanni Sabatini -, en cuanto que os doy a luz a través de continuas oraciones y deseo en presencia de Dios, así como una madre da a luz a su hijo" (Epistolario, Carta n. 141: A don Giovanni de’ Sabbatini).
Al fraile dominico Bartolomeo de Dominici solía dirigirse con estas palabras: "Dilectísimo y queridísimo hermano e hijo en el dulce Jesucristo".
Otro rasgo de la espiritualidad de Catalina está ligado al don de las lágrimas. Estas expresan una sensibilidad exquisita y profunda, capacidad de conmoción y de ternura. No pocos santos tuvieron el don de las lágrimas, renovando la emoción del mismo Jesús, que no reprimió ni escondió su llanto ante el sepulcro del amigo Lázaro y al dolor de María y de Marta, y a la vista de Jerusalén, en sus últimos días terrenos.
Según Catalina, las lágrimas de los Santos se mezclan con la Sangre de Cristo, de la que ella habló con tonos vibrantes y con imágenes simbólicas muy eficaces:
“Tened memoria de Cristo crucificado, Dios y hombre (…). Poneos por objetivo a Cristo crucificado, escondeos en las llagas de Cristo crucificado, ahogaos en la sangre de Cristo crucificado" (Epistolario, Carta n. 16: A uno cuyo nombre se calla).
Aquí podemos comprender por qué Catalina, aún consciente de las debilidades humanas de los sacerdotes, hubiese tenido siempre una grandísima reverencia por ellos: ellos dispensan, a través de los Sacramentos y la Palabra, la fuerza salvífica de la Sangre de Cristo.
La Santa de Siena invitó siempre a los sagrados ministros, también al Papa, a quien llamaba “dulce Cristo en la tierra", a ser fieles a sus responsabilidades, movida siempre y solo por su amor profundo y constante por la Iglesia.
Antes de morir dijo: “Partiendo del cuerpo yo, en verdad, he consumido y dado la vida en la Iglesia y por la Iglesia Santa, lo cual me es de singularísima gracia" (Raimundo de Capua, S. Caterina da Siena, Legenda maior, n. 363).
De santa Catalina, por tanto, aprendemos la ciencia más sublime: conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia. En el Diálogo de la Divina Providencia, ella, con una imagen singular, describe a Cristo como un puente lanzado entre el cielo y la tierra.
Está formado por tres escalones constituidos por los pies, el costado y la boca de Jesús. Elevándose a través de estos escalones, el alma pasa a través de las tres etapas de todo camino de santificación: el desapego del pecado, la práctica de las virtudes y del amor, la unión dulce y afectuosa con Dios.
Queridos hermanos y hermanas, aprendamos de santa Catalina a amar con valor, de forma intensa y sincera, a Cristo y la Iglesia. Hagamos nuestras para ello las palabras de santa Catalina que leemos en el Diálogo de la Divina Providencia, en la conclusión del capítulo que habla de Cristo-puente:
"Por misericordia nos has lavado en la Sangre, por misericordia quisiste conversar con las criaturas. ¡Oh Loco de amor! ¡No te bastó encarnarte, sino que quisiste también morir! (...) ¡Oh misericordia! El corazón se me ahoga al pensar en ti: a dondequiera que me vuelva a pensar, no encuentro sino misericordia" (cap. 30, pp. 79-80).
La Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios desde los albores del cristianismo.
"Los primeros cristianos, a los que hemos de acudir siempre como modelo, dieron un culto amoroso a la Virgen. En las pinturas de los tres primeros siglos del Cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla representada con el Niño Dios en brazos. ¡Nunca les imitaremos bastante en esta devoción a la Santísima Virgen!" (San Josemaría)
Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo. En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo.
Un Padre de la Iglesia resume el sentir de este primigenio culto mariano refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas». De estos primeros siglos sólo pueden recogerse testimonios indirectos del culto mariano. Entre ellos se encuentran algunos restos arqueológicos en las catacumbas, que demuestran el culto y la veneración, que los primeros cristianos tuvieron por María.
Tal es el caso de las pinturas marianas de las catacumbas de Priscila: en una de ellas se muestra a la Virgen nimbada con el Niño al pecho y un profeta (quizá Isaías) a un lado; las otras dos representan la Anunciación y la Epifanía.
Todas ellas son de finales del siglo II. En las catacumbas de San Pedro y San Marceliano se admira también una pintura del siglo III/IV que representa a María en medio de S. Pedro y S. Pablo, con las manos extendidas y orando. Una magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo tu amparo nos acogemos) que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la intercesión a María.
Los Padres del siglo IV alaban de muchas y diversas maneras a la Madre de Dios. San Epifanio, combatiendo el error de una secta de Arabia que tributaba culto de latría a María, después de rechazar tal culto, escribe: «¡Sea honrada María! !Sea adorado el Señor!».
La misma distinción se aprecia en San Ambrosio quien tras alabar a la « Madre de todas las vírgenes» es claro y rotundo, a la vez, cuando dice que «María es templo de Dios y no es el Dios del templo» , para poner en su justa medida el culto mariano, distinguiéndolo del profesado a Dios.
Hay constancia de que en tiempo del papa San Silvestre, en los Foros, donde se había levantado anteriormente un templo a Vesta, se construyó uno cuya advocación era Santa María de la Antigua. Igualmente el obispo Alejandro de Alejandría consagró una Iglesia en honor de la Madre de Dios. Se sabe, además, que en la iglesia de la Natividad en Palestina, que se remonta a la época de Constantino, junto al culto al Señor, se honraba a María recordando la milagrosa concepción de Cristo.
En la liturgia eucarística hay datos fidedignos mostrando que la mención venerativa de María en la plegaria eucarística se remonta al año 225 y que en las fiestas del Señor -Encarnación, Natividad, Epifanía, etc.- se honraba también a su Madre. Suele señalarse que hacia el año 380 se instituyó la primera festividad mariana, denominada indistintamente «Memoria de la Madre de Dios», «Fiesta de la Santísima Virgen», o «Fiesta de la gloriosa Madre».
El primer Padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ c. 110), quien contra los docetas, defiende la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen.
Fue concebido y engendrado por Santa María; esta concepción fue virginal, y esta virginidad pertenecea uno de esos misterios ocultos en el silencio de Dios.
En San Justino (+ c. 167) la reflexión mariana aparece remitida a Gen 3, 15 y ligada al paralelismo antitético de Eva-María.
En el Diálogo con Trifón, Justino insiste en la verdad de la naturaleza humana de Cristo y, en consecuencia, en la realidad de la maternidad de Santa María sobre Jesús y, al igual que San Ignacio de Antioquía, recalca la verdad de la concepción virginal, e incorpora el paralelismo Eva-María a su argumentación teológica.
Se trata de un paralelismo que servirá de hilo conductor a la más rica y constante teología mariana de los Padres.
San Ireneo de Lyon (+ c. 202), en un ambiente polémico contra los gnósticos y docetas, insiste en la realidad corporal de Cristo, y en la verdad de su generación en las entrañas de María. Hace, además, de la maternidad divina una de las bases de su cristología: es la naturaleza humana asumida por el Hijo de Dios en el seno de María la que hace posible que la muerte redentora de Jesús alcance a todo el género humano. Destaca también el papel maternal de Santa María en su relación con el nuevo Adán, y en su cooperación con el Redentor.
En el Norte de África Tertuliano (+ c. 222), en su controversia con el gnóstico Marción), afirma que María es Madre de Cristo porque ha sido engendrado en su seno virginal.
En el siglo III se comienza a utilizar el título Theotókos (Madre de Dios). Orígenes (+ c. 254) es el primer testigo conocido de este título. En forma de súplica aparece por primera vez en la oración Sub tuum praesidium. que –como hemos dicho anteriormente- es la plegaria mariana más antigua conocida. Ya en el siglo IV el mismo título se utiliza en la profesión de fe de Alejandro de Alejandría contra Arrio.
A partir de aquí cobra universalidad y son muchos los Santos Padres que se detienen a explicar la dimensión teológica de esta verdad -San Efrén, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nacianzo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio, San Agustín, Proclo de Constantinopla, etc.-, hasta el punto de que el título de Madre de Dios se convierte en el más usado a la hora de hablar de Santa María.
La verdad de la maternidad divina quedó definida como dogma de fe en el Concilio de Efeso del año 431.
“¿Y después de la muerte del Salvador? María es la Reina de los Apóstoles; se encuentra en el Cenáculo y les acompaña en la recepción de Aquél queCristo había prometido, del Paráclito; les anima en sus dudas, les ayuda a vencer los obstáculos que la flaqueza humana pone en su camino: es guía, luz y aliento de aquellos primeros cristianos”.(San Josemaría Escrivá)
La descripción de los comienzos de la devoción mariana quedaría incompleta si no se mencionase un tercer elemento básico en su elaboración: la firme convicción de la excepcionalidad de la persona de Santa María -excepcionalidad que forma parte de su misterio- y que se sintetiza en la afirmación de su total santidad, de lo que se conoce con el calificativo de "privilegios" marianos.
Se trata de unos "privilegios" que encuentran su razón en la relación maternal de Santa María con Cristo y con el misterio de la salvación, pero que están realmente en Ella dotándola sobreabundantemente de las gracias convenientes para desempeñar su misión única y universal.
Estos privilegios o prerrogativas marianas no se entienden como algo accidental o superfluo, sino como algo necesario para mantener la integridad de la fe.
San Ignacio, San Justino y Tertuliano hablan de la virginidad. También lo hace San Ireneo. En Egipto, Orígenes defiende la perpetua virginidad de María, y considera a la Madre del Mesías como modelo y auxiliode los cristianos.
En el siglo IV, se acuña el término aeiparthenos —siempre virgen—, que S. Epifanio lo introduce en su símbolo de fe y posteriormente el II Concilio Ecuménico de Constantinopla lo recogió en su declaración dogmática.
Junto a esta afirmación de la virginidad de Santa María, que se va haciendo cada vez más frecuente y universal, va destacándose con el paso del tiempo la afirmación de la total santidad de la Virgen. Rechazada siempre la existencia, de pecado en la Virgen, se aceptó primero que pudieron existir en Ella algunas imperfecciones.
Así aparece en San Ireneo, Tertuliano, Orígenes, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Efrén, San Cirilo de Alejandría, mientras que San Ambrosio y San Agustín rechazan que se diesen imperfecciones en la Virgen.
Después de la definición dogmática de la maternidad divina en el Concilio de Efeso (431), la prerrogativa de santidad plena se va consolidando y se generaliza el título de "toda santa" –panaguía-. En el Akathistos se canta "el Señor te hizo toda santa y gloriosa" (canto 23).
A partir del siglo VI, y en conexión con el desarrollo de la afirmación de la maternidad divina y de la total santidad de Santa María, se aprecia también un evidente desarrollo de la afirmación de las prerrogativas marianas.
Así sucede concretamente en temas relativos a la Dormición, a la Asunción de la Virgen, a la total ausencia de pecado (incluido el pecado original) en Ella, o a su cometido de Mediadora y Reina. Debemos citar especialmente a S. Modesto de Jerusalén, a S. Andrés de Creta, a S. Germán de Constantinopla y a S. Juan Damasceno como a los Padres de estos últimos siglos del periodo patrístico que más profundizaron en las prerrogativas marianas.
Fuente: www.primeroscristianos.com
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Hablaremos sobre el Primado Petrino, el liderazgo de San Pedro y cómo la Iglesia de Roma se convirtió en la sede del cristianismo. La promesa y entrega del primado a Pedro no es un hecho aislado en el Evangelio.
Se diría que los evangelistas, tan sobrios en la información sobre los demás Apóstoles, no pierden la oportunidad de hablar de Pedro, de referirse a sus palabras, de dejar constancia de los signos de predilección con que lo distinguió el Salvador.
Durante su predicación, Cristo subió a la barca de Pedro para adoctrinar a las turbas (Lucas 5,1-4); en Cafarnaum se hospeda en la casa de Pedro donde (Mateo 8.14, Marcos 1.29, Lucas 4,38); es Pedro quien, casi siempre, habla en nombre de los Apóstoles; es Pedro, como jefe del grupo, a quien acuden los recaudadores de impuestos para ver si el Maestro pagaba el tributo del Templo; y Jesús pagó los honorarios legales para si mismo y para Pedro (Mateo 17, 24-27).
El Nuevo Testamento nos ofrece cuatro enumeraciones de los Apóstoles (Mateo 10: 2-4, Marcos 3: 16-19, Lucas 6: 14-16, Hechos: 1.13). El orden en que se suceden los demás nombres varía de unos a otros, pero en todos ellos, como Judas, el traidor siempre cierra la lista, también Pedro, invariablemente, ocupa el primer lugar: el lugar de honor.
San Mateo observa expresamente: "Primero, Simón, que se llama Pedro".
¿Primero en qué? ¿En la edad? Ninguna evidencia positiva lo sugiere, ni la vejez fue el criterio adoptado por los historiadores sagrados, que alteran el orden de otros nombres y mencionan a Juan antes que a otros Apóstoles más antiguos. ¿Prioridad vocacional? No parece. La elección para el apostolado fue simultánea para los Doce (Mateo 10,1; Marcos 3: 13-15).
La vocación inicial de Pedro como discípulo, si bien fue anterior a la de muchos Apóstoles, no fue en absoluto la primera. Andrés y otro discípulo siguieron los pasos del Mesías (Juan 1: 35-42). Una segunda llamada de Cristo hecha a orillas del lago Tiberíades y narrada por los evangelios presenta a los cuatro apóstoles Simón, Andrés,Juan y Santiago una simultaneidad moral que no permite establecer ninguna prioridad cronológica.
Sin embargo, Jesús cambia el nombre del pescador de Galilea: “Tú eres Simón”, dice Jesús, “te llamarán Cefas, es decir, Piedra” (Juan 1,42). El hecho de que nuestro Señor cambia el nombre de Simón a Cefas (del griego, Piedra) muestra su intención de hacer de Pedro su representante (es decir, el único quien actúa como su representante en el gobierno de la Iglesia).
Porque la imposición de un nuevo nombre, según la costumbre de Dios, era rica en significados y promesas (como lo fue con Abraham, Sara y Jacob).
Se narra en el famoso pasaje de Mateo 16, donde Cristo le da a San Pedro las llaves del Reino de los Cielos. Al entregarle a Pedro las llaves individualmente, Jesús estaba cumpliendo una profecía que aparece en el Libro de Isaías (Isaías 22: 15-23) en la que el Primer Ministro Sobna, quien servía a Ezequías (rey de Israel y descendiente de David), es considerado indigno de su puesto y expulsado por Dios, y Eliacim, hijo de Hilcías, ocupa su puesto:
“Contra Sobna, jefe de palacio. Esto es lo que dice el Señor, Dios de los ejércitos: Ve a ese ministro, te acostaré y te sacaré de tu puesto. Ese día llamaré a mi siervo Eliacim, hijo de Helcías. Te vestiré con tu túnica, te ceñiré el cinturón y le cederé tus poderes; será padre de los habitantes de Jerusalén y de la casa de Judá: pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David; si se abre, nadie cerrará, si se cierra, nadie abrirá ”.
Vocación de Pedro y Andrés, de Michel Corneille el Joven.
En Isaías 22, Dios revela que instituirá un administrador o guardián del palacio, entregándole las llaves, y Jesús lo hace con San Pedro y las llaves del cielo.
En la Biblia, el término "llaves" se ha utilizado como símbolo de la autoridad de la enseñanza (Lucas 11.52), Jesús, hijo de David y por lo tanto, el rey del nuevo reino davídico: la Iglesia, nombra a San Pedro como el maestro principal de la Iglesia, posición que continuará con sus sucesores, así como la posición de Eliacim en el reino davídico del Antiguo Testamento.
Con estas llaves, como Eliacim, San Pedro el primer Papa (así como sus sucesores) tiene la autoridad y el gobierno dado por Cristo, sobre la nueva Casa de David, que es la Iglesia en la tierra (Apocalipsis 1.18, Apocalipsis 3.7).
Cuando Cristo resucita, le pregunta a Pedro si lo ama, Jesús lo preguntó tres veces. Pedro dijo que sí tres veces. Fue una manera de que Jesús sanara el remordimiento en el corazón de Pedro por las tres negaciones que le había hecho a su Maestro. Jesús lo perdonó y luego le dijo: "Apacienta mis ovejas".
Evidentemente, todos los Apóstoles fueron pastores de las ovejas de Dios, así como sus obispos sucesores. Pero Cristo hace una declaración individual a Pedro, refiriéndose a todas las ovejas universalmente.
Después de Pentecostés, los apóstoles y los fieles serán un solo corazón y una sola alma bajo el cuidado de Pedro. Desde el principio, los demás Apóstoles comprendieron la misión especial de Pedro, que le había encomendado Jesús, y lo respetaron. El día de Pentecostés es Pedro quien se levanta y habla al pueblo:
"Pero Pedro, de pie con los once, alzó la voz y les dijo:" Hombres judíos, y todos ustedes que moran en Jerusalén, sepan esto y escuchen mis palabras ".
Hechos 2,14
Y cuando los Apóstoles fueron arrestados y juzgados por el Sanedrín, es Pedro quien habla por ellos:
“Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió:“ Jefes del pueblo y ancianos, escúchenme ”:
Hechos 4,8
Otro hecho muy importante en la primacía apostólica de Pedro fue la admisión del primer gentil (Cornelio) a la Iglesia, en Jope, aceptado por él. Esto era inaceptable para los judíos, pero Jesús le mostró a Pedro que había venido a salvar a todos. Fue precisamente Pedro quien tuvo la visión del mantel con animales impuros, ahora purificados por Dios, lo que significó la entrada de los gentiles a la Iglesia. Pedro entendió esto, bautizó a Cornelio y su familia, Pedro reafirmó esto:
“Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los que estaban circuncidados discutían con él, diciendo: Entraste en casa de los incircuncisos y comiste con ellos.
Pero Pedro comenzó a darles una exposición en orden, diciendo: 'Mientras estaba orando en la ciudad de Jope, tuve una visión; Vi como un gran mantel que bajó del cielo y vino hacia mí. Y cuando puse mis ojos en él, vi animales de la tierra, cuadrúpedos y bestias, reptiles y aves del cielo. ' Y oí una voz que me decía: 'Levántate, Pedro; mata y come '. Pero dije: 'De ninguna manera, Señor; porque nada manchado o inmundo entró jamás en mi boca ”.
Pero la voz me respondió desde el cielo por segunda vez: "No te llames manchado a lo que Dios ha purificado". Esto sucedió tres veces; y todo volvió al cielo ".
Hechos 11: 2-10
Y Pedro volvió a señalar ese punto en el Concilio de Jerusalén. Este Concilio giró en torno a la necesidad de la circuncisión antes de que el gentil fuera bautizado. San Pablo y San Bernabé enseñaron en la Iglesia de Antioquía que la circuncisión no era necesaria, pero algunos cristianos, que venían de Jerusalén a Antioquía, enseñaron lo contrario, por lo que se hizo necesario consultarlo en la Iglesia.
Este concilio, que tuvo lugar en la Iglesia de Jerusalén (de Santiago), la Iglesia hasta entonces principal, pero siendo incluso la Iglesia principal la de Santiago, Pedro todavía expresaba su Primacía
“Y cuando hubo una gran disputa, Pedro se puso de pie y les dijo: 'Varones, hermanos, ustedes saben que Dios me escogió de entre ustedes hace mucho tiempo, para que los gentiles oigan la palabra del evangelio de mi boca y crean.' "
Hechos 15.7
Es muy relevante notar lo que Pedro recuerda a todos: “Dios me eligió de entre vosotros hace mucho tiempo”, ya que la misión de Pedro sobre los demás Apóstoles de evangelizar a los gentiles y hacer así la Iglesia Universal, le fue conferida hace tiempo. Es a través de Pedro que la Iglesia de Cristo se hizo católica.
En Hechos 15:12 se dice que después de que Pedro habló, todos guardaron silencio. Sólo "después de terminar" (Hch. 15,13) toma la palabra Santiago para corroborar y completar lo decidido por Pedro.
La primacía de Pedro como cabeza de los Apóstoles fue afirmada desde los primeros siglos por Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, San Cipriano de Cartago, San Cirilo de Jerusalén, San Efrén de Siria, Papa Dámaso I, San Jerónimo , Inocencio I, San Agustín.
El libro de los Hechos termina cuando la Iglesia encuentra su destino, y termina afirmando que Pablo vivió más tiempo en Roma, y durante todo este tiempo predicó allí. Es un hecho que fue martirizado con Pedro en Roma a instancias del emperador Nerón. Así lo afirman San Clemente, San Ignacio, San Ireneo y los demás Padres de los primeros siglos.
San Pedro murió en el año 67, en la ciudad de Roma, y fue sucedido por San Lino, luego por San Anacleto (como lo documenta San Irineo en el siglo II), y luego por San Clemente I, en el siglo primero.
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