La montaña de Montserrat, en Cataluña, famosa entre las montañas por su rara configuración, ha sido desde tiempos remotos uno de los lugares escogidos por la Santísima Virgen para manifestar su maternal presencia entre los hombres.
Bajo la advocación plurisecular de Santa María de Montserrat, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia ha dispensado sus bendiciones sobre los devotos de todo el mundo que a Ella han acudido a través de los siglos. Pero su maternidad se ha dejado sentir más particularmente, desde los pequeños orígenes de la devoción y en todas las épocas de su desarrollo, sobre las tierras presididas por la montaña que levanta su extraordinaria mole en el mismo corazón geográfico de Cataluña.
Con razón, pues, la Iglesia, por boca de León XIII, ratificando una realidad afirmada por la historia de numerosas generaciones, proclamó a Nuestra Señora de Montserrat como Patrona de las diócesis catalanas, señalando. asimismo una especial solemnidad litúrgica para honrar a la Santísima Virgen y darle gracias por todos sus beneficios bajo esta su peculiar advocación.
Aunque la devoción a la Virgen Santísima en Montserrat sea, con toda verosimilitud, bastante más antigua, consta, por lo menos, históricamente que en el siglo IX existía en la montaña una ermita dedicada a Santa María. El padre de la patria Wifredo el Velloso la cede, junto con otras tres ermitas de Montserrat, al monasterio de Santa María de Ripoll. Será un gran prelado de este monasterio, figura señera de la Iglesia de su tiempo, el abad Oliva, quien siglo y medio después, estableciendo una pequeña comunidad monástica junto a la ermita de Santa María, dará a la devoción el impulso que la habrá de llevar a la gran expansión futura.
El culto a Santa María en Montserrat queda concretado bien pronto en una imagen. La misma que veneramos hoy. La leyenda dice que San Lucas la labró con los instrumentos del taller de San José, teniendo como modelo a la misma Madre de Jesús, y que San Pedro la trasladó a Barcelona. Escondida por los cristianos, ante la invasión de los moros, en una cueva de la montaña de Montserrat, fue milagrosamente hallada en los primeros tiempos de la Reconquista y también maravillosamente dio origen a la iglesia y monasterio que se erigieron para cobijarla. En realidad, Santa María de Montserrat es una hermosa talla románica del siglo XII.
Dorada y policromada, se presenta sentada sobre un pequeño trono en actitud hierática de realeza, teniendo al Niño sobre sus rodillas, protegido por su mano izquierda, mientras en la derecha sostiene una esfera. El Niño levanta la diestra en acto de bendecir y en su izquierda sostiene una piña. Rostro y manos de las dos figuras ofrecen la particularidad de su color negro, debido en buena parte, según opinión de los historiadores, al humo de las velas y lámparas ofrecidas por los devotos en el transcurso de varios siglos. Así es como la Virgen de Montserrat se cuenta entre las más señaladas Vírgenes negras y recibe de los devotos el apelativo cariñoso de Moreneta.
Presidida por esta imagen, la devoción a Santa María de Montserrat se extendió rápidamente por las tierras de Cataluña y, llevada por la fama de los milagros que se obraban en la montaña, alcanzó bien pronto a otros puntos de la Península y se divulgó por el centro de Europa. Las conquistas de la corona catalano-aragonesa la difunden hacia Oriente, estableciéndola sobre todo firmemente en Italia, en donde pasan de ciento cincuenta las iglesias y capillas que se dedicaron a la Virgen negra. Más tarde el descubrimiento de América y el apogeo del imperio hispánico la extienden y consolidan en el mundo entonces conocido.
No sólo se dedican a Nuestra Señora de Montserrat las primeras iglesias del Nuevo Mundo, no sólo se multiplican allí los templos, altares, monasterios e incluso poblaciones a Ella dedicados, sino que la advocación mariana de la montaña sigue también los grandes caminos de Europa y llega, por ejemplo, hasta presidir la capilla palatina de la corte vienesa del emperador. Si para España, en los momentos de su plenitud histórica, la Virgen morena de Montserrat es la Virgen imperial que preside sus empresas y centra sus fervores marianos, la misma advocación de Santa María de Montserrat. se presenta en la historia de la piedad mariana como la primera advocación de origen geográfico que alcanza, con las proporciones de la época, un renombre universal.
Es interminable la sucesión de personalidades señaladas por la devoción a Santa María de Montserrat. Los santos la visitan en su santuario: San Juan de Mata, San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, San Vicente Ferrer, San Luis Gonzaga, San Francisco de Borja, San José de Calasanz, San Benito Labre, el Beato Diego de Cádiz, San Antonio María Claret, y sobre todo San Ignacio de Loyola, convertido en capitán del espíritu a los pies de la Virgen negra. Los monarcas y los poderosos suben también a honrarla en su montaña: después del paso de todos los reyes de la corona catalano-aragonesa, con sus dignatarios y con sus casas nobles, el emperador Carlos V visita Montserrat no menos de nueve veces y Felipe II, igualmente devoto de Santa María, se complace en la conversación con sus monjes y sus ermitaños.
Es conocida la muerte de ambos monarcas sosteniendo en su mano vacilante la vela bendecida de Nuestra Señora de Montserrat. Los papas se sienten atraídos por la fama de los milagros y el fervor de las multitudes y colman de privilegios al santuario y a su Cofradía. Esa agrupación devota, instituida ya en el siglo XIII para prolongar con sus vínculos espirituales la permanencia de los fieles en Montserrat, constituye uno de los principales medios para la difusión del culto a la Virgen negra de la montaña, hasta llegar a la recobrada pujanza de nuestros días.
Las más diversas poblaciones tienen actualmente sus iglesias, capillas o altares dedicados a Nuestra Señora de Montserrat, desde Roma a Manila o Tokio, por ejemplo, pasando al azar por París, Lourdes, Buenos Aires, Jerusalén, Bombay, Nueva York, Florencia, Tánger, Praga, Montevideo o Viena. Los poetas y literatos de todos los tiempos forman también en la sucesión de devotos de Santa María de Montserrat: Alfonso el Sabio la dedica varias cantigas, el canciller de Ayala, Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller, Mistral, con los escritores catalanes en su totalidad, cantan las glorias de la Moreneta, de su santuario, de su montaña.
Familias distinguidas y humildes devotos se honran en ofrecer sus donativos a la Virgen, para sostener la tradicional magnificencia de su culto, atendido desde los orígenes por los monjes benedictinos, y para cooperar al crecimiento y esplendor de la devoción. Es ésta una bella constante de la historia de Montserrat, desde las antiguas donaciones consignadas en los documentos más primitivos, pasando por el trono de catorce arrobas de plata ofrendado por la familia de los Cardona y el retablo policromado del altar mayor que costeó la munificencia de Felipe II, hasta el trono y la campana mayor de nuestros días, sufragados por fervorosa suscripción popular.
También las familias devotas de todas las épocas han tenido un verdadero honor en que sus hijos consagraran los años de la niñez al servicio de Santa María, encuadrados en la famosa Escolanía o agrupación de niños cantores consagrados al culto, importante asimismo por la escuela tradicional de canto y composición que forman sus maestros, existente ya con seguridad en el siglo XIII y probablemente tan antigua como el santuario. Con sus actuaciones musicales, siempre tan admiradas, en la liturgia de Montserrat esos niños constituyen una de las notas más típicas e inseparables de la devoción a la Virgen negra, a cuya imagen aparecen íntimamente unidos en la realidad de su propia vida como en el sencillo simbolismo de las antiguas estampas y las modernas pinturas de Nuestra Señora de Montserrat.
A lo largo de más de mil años de historia, en el despliegue de un conjunto tan singular como el que forma la montaña con la ermita inicial, con el santuario y con el monasterio, la Santísima Virgen, en su advocación de Montserrat, ha recibido el culto de las generaciones y ha dispensado sus gracias, sensibles o tal vez ocultas, a quienes la han invocado con fervor. Hoy como nunca suben numerosas multitudes a Montserrat. Peregrinos en su mayoría, pero también no pocos movidos por respetuosa curiosidad.
El lugar exige un viaje ex profeso, pero las estadísticas hablan de cifras que cada vez se acercan más al millón anual y que en un solo día pueden redondear fácilmente los diez o doce mil, con un porcentaje siempre acentuado de visitantes extranjeros. En Montserrat encuentran una montaña sorprendente, maravillosa por su configuración peculiar. Encuentran un santuario que les ofrece ciertos tesoros artísticos y humildes valores de espiritualidad humana y sobrenatural. Encuentran la magnificencia del culto litúrgico de la Iglesia, servido por una comunidad de más de ciento cincuenta monjes que consagran su vida a la búsqueda de Dios, a la asistencia de los mismos fieles, a la labor científica y cultural, a los trabajos artísticos.
Hijos de San Benito, esos monjes oran, trabajan y se santifican santificando, esforzándose por corresponder a las justas exigencias del pueblo fiel, que confía en su intercesión y busca en ellos una orientación para la vida espiritual y también humana. Por su unión íntima con el monasterio, en fin, el santuario aparece caracterizado como el santuario del culto solemne, del canto de los monjes y especialmente de los niños; pero sobre todo como el santuario de la participación viva de los fieles en la liturgia, o, resumiendo la idea con frase expresiva, como el santuario del misal.
Todo esto encuentra el peregrino en Montserrat. Pero por encima de todas esas manifestaciones, y en el fondo de todas ellas, encuentra a la Santísima Virgen, la cual, como en tantos otros lugares de la tierra, aunque siempre con un matiz particular y distinto, ha querido hacerse presente en Montserrat.
En 1881 fue coronada canónicamente la imagen de Nuestra Señora de Montserrat. Era la primera en España que recibía esta distinción. El mismo León XIII la señalaba como Patrona de las diócesis catalanas y concedía a su culto una especial solemnidad con misa y oficio propios. Hasta entonces la fiesta principal del santuario había sido la de la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. En realidad, esta solemne fiesta no debía perder su tradicional significación.
Todavía hoy conserva su carácter como de fiesta mayor, popular, del santuario. Pero una nueva festividad, con característica de patronal, venía a honrar expresamente a la Santísima Virgen en su advocación de Montserrat. Es la fiesta que no puede dejar de celebrar hoy todo buen devoto de la Virgen negra. Situada al principio como fiesta variable en el mes de abril, después de una breve fluctuación quedó fijada para el día 27. El misterio que la preside es el de la Visitación. En verdad, la Santísima Virgen visita en la montaña a los que acuden a venerarla y, como pide la oración de la solemnidad, les dispone para llegar a la Montaña que es Jesucristo.
AURELIO Mª. ESCARRE, O. S B.
La pascua judía y la Última Cena: el diálogo
Recogemos aquí la tradición de lo que se hacía, hablaba y rezaba durante la cena pascual. Sería más o menos la forma de cómo el Señor celebraría la Última Cena. Con los párrafos en cursiva del comentario se irán explicando los detalles de la Cena y la relación que tienen con la Última Cena y la Institución de la Eucaristía.
Las oraciones que se rezan durante la cena y las explicaciones establecidas para ese momento irán entre comillas.
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1. La cena pascual
Se comienza encendiendo todas las luces de la habitación para la celebración de la fiesta. Todos los comensales empiezan de pié para la bendición inical que realizará la madre.
(Comentario: De acuerdo con una antigua costumbre judía, era labor de la madre encender las luces de la fiesta durante cualquier oficio religioso que se realizara en el hogar judío. Este gesto, además de su objeto obvio de alumbrar, simboliza la venida de Cristo, el Mesías, luz del mundo. La solemne bendición de la luz al principio del oficio de la solemne vigilia de Pascua tiene su origen en esta costumbre judía. También nos recuerda las velas encendidas sobre el altar, la mesa de nuestro diario banquete Eucarístico).
Madre: "Bendito Seas Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que nos has santificado con tus mandamientos y nos has ordenado encender las luces de loa festividad. Bendito seas Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo que nos has mantenido vivos, nos has sostenido y traído hasta esta fecha. Permite que nuestra casa sea consagrada, oh Dios, por la luz de tu misericordia, que brille sobre nosotros en bendiciones y que nos traiga paz". Todos: "Amén".
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2. Kidush, la bendición de la fiesta.
Todos se sientan. En la mesa, frente a cada participante, habrá un plato pequeño de agua salada y un plato conteniendo matzás, rábano o alguna hierba amarga, jaroses y algunas hierbas verdes. Delante del director habrá una gran cipa (vasija de vino).
(Comentario: Cada alimento utilizado en la cena de pascua de los judíos era bendecido antes de ser comido. Del mismo modo, el pan y el vino que van a ser consagrados son bendecidos por el celebrante durante el ofertorio de la Misa).
Director: "Bendito seas Tú oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que nos has escogido sobre todas las gentes y nos has exaltado sobre todas las lenguas y nos has santificado con tus mandamientos. En amor Tú nos has dado oh Dios nuestro Señor temporadas para alegrarnos, días santos y tiempos de felicidad, este día de la fiesta del pan ázimo, el tiempo de nuestra libertad, un día de reunión de santidad, un recuerdo del éxodo de Egipto. Porque Tú nos has escogido y nos has santificado sobre todas las gentes y nos has dado por herencia tus sagradas festividades. Bendito seas Tú oh Dios, que santificas a Israel y las festividades".
La primera copa de vino se sirve. Es la copa de acción de gracias. El Director: se encarga de distribuir a todos los presentes vino. Lo sirve desde un recipiente que esta frente a él.
(Comentario: Cuatro veces durante la Cena Pascual se servía el vino. El hecho de distribuir el vino de un recipiente común a todos los presentes, era un símbolo de unidad. En la Última Cena, Cristo sirvió esta primera copa de vino sin consagrar, diciendo a sus apóstoles: "Tomadlo y distribuídlo entre vosotros porque os digo que desde ahora no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios" (Lc 22, 17-18). La consagración vendría más tarde, después de la comida, al servir la tercera copa de vino, "La copa de la bendición").
Todos: "Bendito seas Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que has creado el fruto de la vid". Todos beben la primera copa de vino. El Sirviente: en seguida presenta una vasija, jarra y servilletas al director que lava sus manos mientras dice una oración.
(Comentario: El lavado de las manos durante la Cena Pascual simboliza la necesidad de tener una pureza interior de todos aquellos que participan en el ritual. Igual significado tiene el lavado de las manos del sacerdote durante el ofertorio de la Misa. Fue probablemente en este momento del ritual que Dios nuestro Señor lavó los pies a sus discípulos, como una demostración de su nuevo mandato de amor y para mostrar la dignidad de servicio en la nueva dispensación).
Director: "Bendito seas Tú oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que nos has santificado con tus mandamientos y nos has dado el mandato de lavar nuestras manos". Todos toman de su plato la hierba verde, la sumergen en el agua salada, símbolo de lágrimas y penas, y dicen juntos: "Bendito eres Tú, oh Dios nuestro Señor, que creaste los frutos de la tierra". Todos comen la hierba verde. El Servidor: Trae un plato en el que están 3 matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El Director: descubre la pieza superior y la levanta en el plato.
(Comentario: El pan ázimo estaba prescrito para los ocho días de la Pascua, conmemorando así la primera Pascua, porque en la salida de Egipto no hubo tiempo de preparar pan con levadura. Así que el pan que nuestro Señor usó cuando instituyó la Eucaristía, era ázimo. Una costumbre que se continuó en el rito latino).
El Director: con el pan levantado dice: "¡Mirad. Este es el pan de la aflicción que nuestros padres comieron en la tierra de Egipto. Que todos los que tengan hambre, vengan y coman. Que todos los necesitados vengan y celebren la Pascua con nosotros. Que la voluntad de Dios sea redimirnos de todo mal y de toda servidumbre".
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3. Hagadah, la historia de la salida de Egipto.
Una segunda copa de vino es servida, la llamada copa de Hagadah.
(Comentario: Ahora la historia de la primera Pascua es relatada, como fue mandado por Dios en el libro del Éxodo. Esta parte de la comida pascual, como la Misa de los Catecúmenos, es para instrucción. La persona más joven presente hace las tradicionales cuatro preguntas. En la última Cena probablemente las hizo San Juan).
El más joven: "¿Por qué esta noche es diferente a todas las otras noches? En las otras noches nosotros comemos pan con o sin levadura. ¿Por qué en esta noche comemos únicamente pan sin levadura? En todas las otras noches comemos toda clase de hierbas. ¿Por qué en esta noche comemos especialmente hierbas amargas. En todas las otras noches no sumergimos las hierbas en ningún condimento. ¿Por qué en esta noche la sumergimos en agua salada y jaroses? En todas las otras noches comemos sin festividad. ¿Por qué en esta noche celebramos un oficio de Pascua?"
El Director: "Los Sirios persiguieron a nuestros Padres que se fueron a Egipto y permanecieron ahí en número reducido, convirtiéndose después en una nación grande y poderosa, formando una gran multitud. Los egipcios nos maltrataron y nos persiguieron y nos impusieron trabajos pesados. Y clamamos al eterno Dios de nuestros padres, y el Eterno escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria, nuestra pena y nuestra opresión. Y el Eterno nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido en medio de gran espanto de señales y milagros. Por lo tanto, aunque todos supiésemos perfectamente bien la Torá, todavía sería nuestro deber, año con año, contar la historia de nuestra salida de Egipto. En realidad cavilar sobre ello se considera laudable".
Lector: uno del grupo lee ahora la salida de Egipto del libro del Exodo, 12. Sirviente: el cordero pascual es traído y colocado delante del Director.
(Comentario: Para aclarar cómo la salida de Egipto se simboliza en la Cena Pascual, el Director levanta cada uno de los alimentos ceremoniales por turno, para explicar su significado. Este era un momento muy significativo en la comida para los antiguos judíos; también para nosotros, nuevos israelitas, es un momento muy importante. Porque el cordero era objeto de rituales que están llenos de sentido profético: debe ser macho y sin mancha; era asado en un asador en forma de cruz, una de cuyas ramas atravesaba el cordero a lo largo; la otra separaba los dientes del frente, y ningún hueso podía rompérsele).
Director: Levanta el cordero. Cuando el Director levanta el cordero todos dicen: "¿Cuál es el significado de pesaj?". Director: "Pesaj significa el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yavéh pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto, como está escrito: "Cuando os pregunten vuestros hijos: ¿Qué significa para vosotros este rito? les responderéis: es el sacrificio de la Pascua de Yavé, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a Egipto, salvando nuestras casas". (Exodo 12, 26-27)".
Director: descubre la pieza superior del pan ázimo y lo sostiene en alto. Todos: "¿Cuál es el significado de Matzá?". Director: "Este es el pan de aflicción que nuestros padres llevaron con ellos cuando salieron de Egipto, como está escrito: "Cocieron bajo la ceniza la masa que habían sacado de Egipto, e hicieron panes ázimos, pues la masa no había podido fermentar, por la mucha prisa que para salir les daban: y ni para comer pudieron preparar nada". (Exodo 12, 39)".
Director: Levanta la hierba, mientras todos preguntan: "¿Cuál es el significado de maror?". Director: "Maror, quiere decir hierba amarga. Nosotros comemos maror para recordar que los egipcios amargaron las vidas de nuestros padres, como está escrito: "Sometieron los egipcios a los hijos de Israel a cruel servidumbre, haciéndoles la vida amarga con duras labores en barro y ladrillo, y trabajos pesados en el campo. En todas las obras les hicieron servir con rigor. (Éxodo 1, 13-14)".
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4. Oración de acción de gracias por la salida de Egipto.
(Comentario: esta oración de gratitud por la salida de Egipto que el director ahora lee, es similar al prefacio de la Misa. Y los salmos de Halel (en español, aleluya), significa literalmente: "Alabanza a Tí Señor". Nuestro Señor, frecuentemente recitaba estos salmos).
El Director: Como un prefacio para los salmos de Halel, el director levanta su copa, dice: "En todas las generaciones cada uno debería sentir como si personalmente hubiera huído de Egipto, como está escrito: "Dirás entonces a tus hijos esto es en memoria de lo que por mí hizo Yavé, al salir de Egipto". (Exodo 13,8). Por lo tanto, es nuestro deber agradecer, alabar, laudificar, glorificar, exaltar, bendecir, exhultar y adorar a El que realizó todos estos milagros para nuestros padres y para nosotros. El nos ha salvado de la esclavitud, llevándonos a la libertad, del pesar al gozo, del luto al día festivo de la oscuridad a la gran luz, y de la sujeción a la redención. Recitamos entonces delante de El una nueva canción (Salmo 113 ó 114)".
Director: Coloca la copa de vino de nuevo en su lugar.
Todos: se ponen de pie y recitan el salmo: "Al salir Israel de Egipto, Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue santuario de Dios, Israel su dominio. El mar, al verlo, huyó; el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros, las colinas como corderos. -¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás?, ¿y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos? En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob: que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales".
Todos: "Aleluya, alabanza a Tí Señor".
Director: "Al salir Israel de Egipto, la casa de Jacob del pueblo extranjero". Todos: "Alzó Judá su santuario de Israel su imperio". Director: "Viole venir el mar y huyó, el Jordán se echó para atrás". Todos: "Saltaron los montes como carneros y los collados como corderos". Director: "¿Qué tienes oh mar que huyes? ¿Y tú Jordán que te echas para atrás?"
Todos: "Vosotros montes, que saltáis como carneros y vosotros collados como corderos". Director: "A la venida de Yavé, tiembla oh tierra, a la venida del Dios de Jacob". Todos: "Que hace de la piedra lago de aguas, de la roca fuente de aguas vivas. Aleluya: alabanza a Tí, Señor".
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5. Solemne bendición de la comida. Todos sentados.
(Comentario: Aquí son bendecidos el pan ázimo y las hierbas amargas, símbolo de la esclavitud en Egipto, de la cual Dios libró a los judíos).
Director: Levanta su copa en la mano y dice: "Bendito eres Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del Universo, que nos has redimido a nosotros y a nuestros padres de Egipto, y permitiste que alcanzáramos esta noche para comer los panes ázimos y las hierbas amargas. Así, Señor nuestro Dios y Dios de nuestros padres, haznos llegar a otras fiestas y días solemnes. Que tu voluntad se haga a través de Jacob, tu siervo escogido, para que tu nombre sea santificado en toda la tierra y que todas las gentes sean movidas a adorarte al unísono. Y nosotros cantaremos nuevas canciones de alabanza a Ti, por nuestra redención y la salvación de nuestras almas Bendito seas Tú, oh Señor, que redimiste a Israel". Todos: "Bendito seas Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del Universo, que creaste el fruto de la vid". Después todos beben una segunda copa de vino. Director: Levanta la matzá superior y la bendice con la siguiente oración: "Bendito seas Tú oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que sacas de la tierra el pan".
(Comentario: Como en el caso del vino compartido de una vasija común, la partición y distribución de un mismo pedazo de matzá a todos los presentes significa unidad. "Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan", dice San Pablo, (1Cor 10,17). El dueño de la casa, durante la comida de Pascua, sumergía el pedazo de pan en jaroses y se lo daba a uno de los invitados en señal de afecto. Esto hace especialmente conmovedor el hecho de que Cristo sumergió un pedazo de pan y se lo dió a Judas. Este fue el último llamamiento de amor de Cristo, pero como el Evangelio nos dice: "El tomando el bocado, se salió luego" (Jn 13,30).
Director: Rompe la matzá superior en pequeños pedazos y distribuye un pedazo a cada uno de los presentes. Todos: Sosteniendo cada quien el pedazo de matzá en sus manos dicen: "Bendito eres Tú oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que nos has santificado con tus preceptos y nos ordenaste comer el pan ázimo". Todos se comen el matzá. Director: "Combinemos el pan ázimo y las hierbas amargas y comámoslas juntos, como está escrito: Con pan ázimo y hierbas amargas, ellos lo comerán". Cada persona pone un pedazo de hierba amarga y algo de jaroses entre dos pedazos de matzá, y todos dicen juntos: "Bendito eres Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que nos has santificado, con tus preceptos y nos ordenaste comer hierbas amargas".
6. La cena se lleva a cabo.
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7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.
Ya al término de la cena.
El director toma la mitad grande de la matzá de en medio del plato, lo parte y distribuye a todos los presentes.
(Comentario: Se trae el segundo matzá. Era costumbre concluír la comida de Pascua con esta pieza de pan ázimo. Es lo más probable que Cristo tomó el pan en esta parte de la cena, lo bendijo y partió dándoles a los apóstoles diciendo: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros". (Lc 22,19).).
Todos: sostienen el pedazo de matzá en sus manos, mientras el Director dice: "Bendigamos al Señor". Todos: "El nombre del Señor, sea bendito por toda la eternidad". Director : "Bendito eres Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que alimentas en tu gran bondad al mundo entero. Con tu favor, benevolencia y misericordia, nutres a todos tus creaturas, porque tu clemencia es infinita. Tu gran bondad jamás nos ha fallado. No nos falte nunca el aliento que necesitamos, por amor de tu sublime nombre. Dios es el que nutre y sostiene a todos, favorece a todos y prepara el sustento a todos los seres que creó". Todos: "Bendito eres Tú, oh Señor, que provees de alimento a todas tus creaturas". Después todos comen el pedazo de matzá. En seguida se sirve la tercera copa de vino, la llamada "copa de bendición".
(Comentario: San Pablo se refiere a esta copa de bendición cuando pregunta: "¿El cáliz de bendición que bendecimos, no es la comunión de la sangre de Cristo" (1Cor 10,16). Y San Lucas nos dice que después que El hubo cenado, Cristo tomó una copa, dió gracias y se las entregó, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". (Lc 22,20). Parte del Salmo 115, que sigue es recitado por el sacerdote, antes de tomar el cáliz de la Misa. El cáliz de salvación es la Sangre de Cristo; Dios ha roto nuestros lazos a través de su sacrificio. El es el Santo cuya muerte es preciosa a la vista del Señor, junto con El, nosotros ofrecemos el sacrificio perfecto de alabanza en la Misa).
Todos se ponen de pié. Director: "¿Qué retribuiré al Señor por todo lo que me ha dado? Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor". Director: "Cumpliré los votos que he hecho al Señor en presencia de todo el pueblo". Todos: "Tu rompiste mis cadenas. Te ofreceré sacrificio de alabanza e invocaré el nombre del Señor". Director: Cumpliré mis votos hechos al Señor en la presencia de todo el pueblo; en los atrios de la casa del Señor, en medio de Tí, Jerusalén". Todos: "Bendito eres Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que creas el fruto de la vid". Aquí todos toman la copa de bendición.(Comentario: La lectura del último discurso de nuestro Señor a sus apóstoles según San Juan se habría podido hacer en este momento: (Jn 13,31-38; 14,1-31; 15,1-27; 17,1-26)).
8. Bendición final.
Las copas se llenan por cuarta vez. Es la llamada "copa de Melquisedec". Todos levantan las copas y dicen: "Alabado seas Tú, oh Dios nuestro Señor, Rey del universo, que has creado el fruto de la vid". Después beben la copa de vino.
(Comentador: El Director concluye la ceremonia con la antigua bendición del libro de los Números 6, 24-26).
Director: "El Señor te bendiga y te guarde. Que haga resplandecer su Faz sobre ti y te otorgue su gracia. ¡Que vuelva a tí su Rostro y te dé la paz!". Todos: "¡Así sea! ¡Así sea! ¡Así sea!".
"Celebración de la Cena Pascual", de Mons. Mario De Gasperín
San Marcelino, que había sucedido a San Cayo el 30 de junio del año 296
La Iglesia romana celebra también la fiesta de San Marcelino el 26 de abril y, aunque siempre se ha creído que su muerte tuvo lugar el 24 de octubre del año 304, parece probable que padeciera martirio en esta fecha del 26 de abril del mismo año, cuatro días precisamente después de la publicación del cuarto edicto de persecución decretado por Diocleciano.
Este emperador, llevado por un falso concepto de la grandeza del Imperio, que exigía acabar con toda la raza de cristianos, empieza su persecución general en el año 303, en Oriente, y pronto la extiende a todas las provincias del Imperio y a la misma Roma. Regía entonces los destinos de la Iglesia San Marcelino, que había sucedido a San Cayo el 30 de junio del año 296. Su gobierno iba a durar ocho años y se iba a caracterizar por una serie de luchas, tanto interiores como exteriores.
De una parte agobiaban a los cristianos los diversos decretos de persecución, el último de los cuales obligaba a todos los súbditos del emperador a que sacrificasen y ofreciesen públicos sacrificios a los dioses.
En Roma se desencadena una terrible persecución, que abarca tanto a las jerarquías como al simple pueblo, ya fueran mujeres o niños. Algunos ceden, y éste era el peligro interior de la Iglesia, ante tanto miedo y fatiga, y fueron numerosos los que llegaron a ofrecer, siquiera fuera como símbolo meramente externo, el incienso ante el altar de los dioses paganos.
Todo ello dio origen a que se formara en la Iglesia un grupo de los llamados "lapsos", que aparentemente aparecían como, apóstatas, si bien estuvieran siempre dispuestos a entrar de nuevo en el seno de la Iglesia. Ante el problema de recibirlos de nuevo o no, surgen dos trayectorias marcadamente definidas. De una parte están los intransigentes, los eternos fariseos, que negaban el perdón con el pretexto de no contaminarse con los caídos.
De otra parte, y ésta fue la posición de San Marcelino, a ejemplo del Buen Pastor del Evangelio, están los que trataban de dulcificar la posición de los que habían sacrificado, recibiéndoles de nuevo a la gracia de la penitencia. Por esta conducta es acusado el Papa de favorecer la herejía y, aún más, se inventa la leyenda de que él mismo había llegado a ofrecer incienso a los dioses para escapar libre de la persecución.
En seguida la secta de los donatistas, que en este tiempo empieza a luchar encarnizadamente contra la fe católica y contra los pontífices de Roma, propala la calumnia de que también San Marcelino había prevaricado, aunque después, arrepintiéndose, se hubiera declarado cristiano ante el tribunal, padeciendo martirio por esta causa.
La leyenda, como tantas otras, fue admitida más tarde hasta por el mismo Liber Pontificalis, y ampliada la inverosimilitud, con la circunstancia de que San Marcelino se había presentado nada menos que delante de 300 obispos en el sínodo de Sinuessa, para escuchar de sus labios su propia sentencia.
El lapsus de San Marcelino ha sido siempre desmentido, ya sea por el silencio de los escritores contemporáneos y sucesivos, ya por el fundamento de falsedad en que se apoyan los que lo afirman, y más que todo por la fama de santidad que había gozado siempre este papa entre los cristianos de los primeros siglos, Los peregrinos visitaban y veneraban su tumba, y el mismo San Agustín escribía en su tiempo que los donatistas acusaron a Marcelino y a sus presbíteros Melquíades, Marcelo y Silvestre, como mera propaganda en su odio a Roma.
Respecto de las actas del sínodo de Sinuessa, está suficientemente probado que fueron falsificadas en los principios del siglo VI, en tiempos del papa Símaco, cuando el rey visigodo Teodorico, con el fin de que otro sínodo pudiera juzgar legítimamente a este papa, y como no hubiera precedentes anteriores, hace amañar unas actas falsificadas, trayendo a colación lo que los donatistas habían propalado del lapso" del papa San Marcelino. En cuanto al Liber Pontificalis (c. a. 530), es sabido que en este caso toma sus noticias precisamente de las actas falsificadas del sínodo de Sinuessa.
Los hechos, sin embargo, fueron de otra manera. Ante el edicto general, San Marcelino, que había regido sabiamente la Iglesia, agrandando las catacumbas para dar mejor cabida a los cristianos —aún existe en la de San Calixto una capilla llamada de San Marcelino—, esforzando a todos con su ejemplo y su virtud, no dudó, cuando le llegó el momento, en dar también su sangre por Cristo. Llevado ante el tribunal, juntamente con los cristianos Claudio, Cirino y Antonino, confiesa abiertamente su fe y es condenado en seguida a la pena capital.
Decapitado, su cuerpo permanece veinticinco días sin sepultura, hasta que, por fin, le encuentra el presbítero Marcelo y, reunida la comunidad, es sepultado con toda piedad en el cementerio de Priscila, junto a la vía Salaria, donde todavía se conserva. Como supremo mentís a la difamación que habían extendido sobre su vida los herejes, fueron diseñados sobre su tumba los tres jóvenes hebreos que, como el santo mártir, se negaron también a rendir adoración a los ídolos delante de la estatua del rey asirio, Nabucodonosor.
FRANCISCO MARTÍN HERNÁNDEZ
Se dio cuenta de la crisis de fe que estaba por venir
El católico converso Gilbert Keith Chesterton fue periodista, poeta, novelista y dramaturgo junto a otras muchas cosas. Según expertos, fue uno de los escritores más prolíficos de su tiempo.
Nació en 1874 en Kensinton, Inglaterra. Escribió 100 libros, más de 5.000 artículos para periódicos y revistas, y cerca de 1.500 páginas de poesía. Sus obras más importantes sobre la fe católica son 'Ortodoxia' y 'El hombre eterno'.
¿QUÉ DECÍA?
Según el presidente de la Sociedad Chestertoniana Americana, Dale Ahlquist, Chesterton fue capaz de atraer a muchas personas porque era una especie de profeta moderno.
DALE AHLQUIST, Presidente, Sociedad Chestertoniana Americana
“Se dio cuenta de la crisis de fe que estaba por venir, vio familias que se rompían y el ataque a la moralidad. También dio soluciones. Nos enseñó a retomar el camino justo”.
Y es que como dice Dale Ahlquist, en el libro “Lo que está mal en el mundo” Chesterton anticipó los problemas de la sociedad moderna en los gobiernos, el feminismo y la educación pública.
¿POR QUÉ SON IMPORTANTES SUS OBRAS?
El sacerdote John Wauck, profesor de Literatura y Comunicación de la Fe en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, explica que las obras apologéticas de Chesterton llamaron la atención por su calidad universal y atemporal.
P. JOHN WAUCK, Pontificia Universidad de la Santa Cruz
“La visión de Chesterton es muy amplia y puede aplicarse a cualquier persona, en cualquier lugar en cualquier momento. Podría estar escribiendo para alguien en la Edad Media; o para alguien en el Renacimiento, o para alguien de la sociedad actual”.
Él dice que la destreza de Chesterton en la apologética también nace de haber vivido en un país no católico como Inglaterra. Como consecuencia, estaba bajo un escrutinio constante y tenía que entender y justificar su fe.
¿POR QUÉ LOS SANTOS FUERON IMPORTANTES PARA ÉL?
Según Susan Hanssen, Profesora Asociada de Historia en la Universidad de Dallas, Chesterton también tenía una gran fascinación al examinar y escribir sobre los santos, en particular San Francisco de Asís y Santo Tomás de Aquino.
SUSAN HANSSEN, Universidad de Dallas
"Chesterton estaba obsesionado con la idea de que dos figuras tan diferentes: la llama, como simbolizaba a San Francisco de Asís, y el buey, como la figura de Santo Tomás de Aquino, pudiesen reflejar a Jesucristo de dos maneras diferentes".
Además, menciona que a pesar de entrar en debates y discusiones con personas como George Bernard Shaw y H.G. Wells, Chesterton siempre mantuvo un gran sentido del humor y mantuvo relaciones con personas con las que no estaba de acuerdo.
Chesterton continúa atrayendo a la gente, incluido del Papa Francisco. Y es que cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio aprobó una oración por la intercesión de Chesterton.
La memoria del papa San Cayo (283-296) va unida generalmente en la tradición a la de San Sotero, y por lo mismo se celebra el mismo día. Sin embargo, sus vidas no tienen de común más que el hecho de ser ambos obispos de Roma. La tumba de San Cayo es, ciertamente, una de las más veneradas en la catacumba de San Calixto de Roma.
Mas, por otra parte, su recuerdo está rodeado de multitud de tradiciones y leyendas que impiden tener una idea clara y segura sobre su vida y su verdadera actuación durante su pontificado.
Algunos documentos antiguos atestiguan que Cayo era originario de Dalmacia. Por otra parte, se le supone pariente de Diocleciano y de los Santos Gabino y Susana. Por esto esa misma tradición afirma que vivía en Roma en una casa contigua a la de Gabino y Susana. De esta misma tradición o leyenda se hace eco el llamado Titulus Suzannae, en Roma, que ha llevado siempre el subtítulo de ad duas domos (junto a las dos casas).
Algunas de estas leyendas o tradiciones fueron transmitidas por las Actas de Santa Susana, y sobre estas Actas, según parece, están fundadas las noticias que nos transmite el Liber Pontificalis. Así, pues, no podemos tener ninguna seguridad sobre el origen de San Cayo y demás circunstancias indicadas.
En terreno seguro entramos con la noticia de la elección de Cayo en 283 para suceder en la Sede Romana al papa San Eutiquiano. Además consta que, transcurrida la persecución de Valeriano, la Iglesia atravesaba entonces un período bonancible. Gracias a esta paz, de que gozó el cristianismo durante casi todo el siglo III, sólo interrumpida por los breves chispazos de algunas persecuciones, se había ido robusteciendo extraordinariamente, y a fines del siglo III constituía ya una fuerza arrolladora, imposible de dominar. De esta paz se aprovechó el Romano Pontífice San Cayo para fomentar todas las instituciones de la Iglesia. Bajo su protección se desarrollaron las dos escuelas de Oriente, la de Alejandría y la de Antioquía, que por este tiempo habían llegado a un notable esplendor. Asimismo las Iglesias del Africa, después de San Cipriano († 258), de las Galias y de España, que presenta figuras de primer orden y celebra poco después el concilio de Elvira.
En realidad, aunque tenemos pocas noticias concretas, podemos afirmar que los trece años de pontificado de San Cayo fueron tranquilos y prósperos para la Iglesia. Una noticia, sin embargo, se nos comunica, que da a entender que, no obstante esta paz general, debió haber algún chispazo o conato de persecución. Porque, de hecho, sabemos que Cayo pasó algún tiempo escondido en la catacumba de San Calixto. Precisamente entonces se encontraba esta catacumba en su mayor esplendor. Después de los trabajos realizados en ella por el papa San Calixto, quedó ésta convertida en uno de los lugares más venerados de los cristianos. La cripta de los papas y la contigua de Santa Cecilia, los cubículos de los sacramentos y las antiguas criptas de Lucina, Liberio y Eusebio ofrecían a los cristianos los más vivos y palpitantes recuerdos. Por eso, ante los sepulcros de los papas y de los mártires, se reunían para celebrar los aniversarios de sus martirios y tal vez alguna de sus solemnidades litúrgicas. De este modo, con la lectura de las Actas o Pasiones de los mártires, que era la manera más corriente de celebrar sus aniversarios, se alentaban sus espíritus, para las batallas que ellos mismos tenían que sostener. Allí, pues, en el interior de la catacumba de San Calixto, atestiguan antiguos documentos, pasó escondido algún tiempo el papa Cayo, sea porque amenazara alguna persecución, sea porque sintiera especial devoción en permanecer al lado de los mártires. Esto último pudo tener lugar, o bien al principio de su pontificado, en que el emperador Caro (282-283) inició una especie de persecución, o bien al principio del gobierno de Diocleciano, en que se siguió todavía algún tiempo en este estado de inseguridad.
Sobre esta base también de la persecución, iniciada por Caro en 283 y continuada algún tiempo con más o menos intensidad durante los años siguientes, adquieren especial consistencia los testimonios de la tradición, que nos presentan a San Cayo como el sostén más firme y el alentador de los cristianos, amenazados constantemente por la espada de la persecución. Según estos mismos documentos, tuvo que sufrir mucho en su constante trabajo de confirmar a los fieles en la defensa de su fe. En particular ponderan cómo aconsejó e indujo al patricio Cromacio para que acogiera a todos los cristianos en su casa de campo con el fin de protegerlos contra la persecución. Se refiere que un domingo entró él en la casa de Cromacio y dijo a los fieles allí reunidos: "Dios Nuestro Señor, conociendo la debilidad humana, ha establecido dos grados entre los que creen en Él: la confesión y el martirio, para que los que no se crean con fuerzas para poder sufrir los rigores de los tormentos al menos conserven la gracia para su confesión. Así, pues —continuó—, los que prefieran permanecer en la casa de Cromacio queden aquí con Tiburcio, y los que quieran venir conmigo a la ciudad síganme.
Con esta ocasión, según se refiere, ordenó diáconos a Marco y Marcelino, y presbítero a su padre Tranquilino; entonces nombró a Sebastián defensor de la Iglesia y de los fieles y dio pruebas de la mayor ternura hacia todos ellos. El Liber Pontificalis, por su parte, atribuye a San Cayo el decreto por el que establecía los diversos grados de la jerarquía anteriores al episcopado, es decir, de ostiario, lector, acólito, exorcista, subdiácono, diácono y presbítero, y asimismo la división de Roma en distritos. Sin embargo, no pueden admitirse estas noticias, pues ya en 250, según atestigua Eusebio en su Historia Eclesiástica (VI, c. 43), son enumerados todos estos grados de la jerarquía. Tal vez no hizo él otra cosa que conmemorarlos de nuevo expresamente.
Respecto de su muerte, no se sabe con certeza si fue mártir. Consta con toda evidencia que, después de su muerte, su memoria fue rodeada de gran veneración. Pero la primera redacción del Liber Pontificalis le designa expresamente como confesor. Posteriormente, en una nueva redacción, se añadió la expresión fue coronado con el martirio; pero esto no está conforme con los hechos. Además, el nombre del papa San Cayo está en la Deposición de los obispos, o Catálogo de los obispos, y no en la Deposición de los mártires. Para explicar estas divergencias el cardenal Orsi escribió: "El título de mártir no parece que se le pueda aplicar a Cayo, sino a causa de los malos tratos sufridos por él en los primeros años de Diocleciano, cuando este emperador permitió continuara en Roma la persecución iniciada por Caro".
De hecho, a partir del siglo IV, todos los calendarios romanos señalan el 22 de abril como el día de su muerte y de su fiesta. Lo mismo repiten los calendarios medievales y Beda el Venerable.
BERNARDINO LLORCA, S. I.
Nada te turbe, Nada te espante, Todo se pasa... Sólo Dios basta
Situaciones como las que enfrenta hoy el mundo ante la pandemia del Covid-19 pueden generar muchos sentimientos de angustia y de miedo con diversas preguntas: ¿qué pasará con mis seres queridos?, ¿qué hago si caen enfermos o si yo me enfermo?, ¿Podré perder mi trabajo?, etc
Ante ello, ¿Cómo mantener la calma, tener paz?... Santa Teresa de Jesús, la mística, doctora de la Iglesia y reformadora del Carmelo tiene la clave; y la tiene en su famoso poema "Nada te turbe", que incluso han convertido en canción y ha sido interpretado en muy variadas melodías.
El poema de la carmelita:
"Es un salmo sapiencial, hay que leerlo dejándole flecharnos el alma con el dardo de cada verso, cargado de resonancias, que desde cada sentencia nos devuelve a las sendas de la propia vida, sendas a veces tortuosas, a veces encrespadas o espinadas (...) Es un salmo íntimo, nos introduce en el alma de la autora, que se va diciendo a sí misma: ‘Teresa, que nada te turbe (...)'".
Asimismo, en el poema permanecen tres absolutos que son: "nada, nada,nada; todo, todo, ¡sólo Dios!", es decir, sólo Dios colma y calma todo. Tres veces nada, nada, nada. Dos veces el todo, todo: ‘todo se pasa / todo lo alcanza', y una vez sola, pero cerrando el poema en el verso final: ‘¡sólo Dios!' y punto. O ‘sólo Dios' y basta.
A continuación el poema de Santa Teresa de Ávila ... para leer y meditar con pausa:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Con información de Revista "Teresa de Jesús".
El Beato Álvaro de Córdobafue el primero en construir un Via Crucis fuera de Jerusalén, en 1423 en Córdoba
El Señor dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24). Precisamente una forma privilegiada de hacer nuestra y disponernos a vivir esta máxima evangélica es el rezo del Via Crucis.
Una oración, la del Via crucis, en la que de un modo especialísimo estamos llamados a adentrarnos en lo que el Catecismo de la Iglesia Católica, al describir la oración de contemplación, define como “mirada de fe”:
“La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el ‘conocimiento interno del Señor’ para más amarle y seguirle (cf. San Ignacio de Loyola, ex. sp. 104)” (CCE 2715).
Origen del Via Crucis
El origen inmediato del Via Crucis tal y como hoy lo entendemos hay que buscarlo en el Beato Álvaro de Córdoba (Su conmemoración tiene lugar el 19 de febrero) ya que él fue el primero en construir un Via Crucis fuera de Jerusalén, con el claro propósito de “reproducir” el original. Este dominico, según documentos, fundó 13 de junio de 1423 el convento de Santo Domingo de Scala Coeli en Córdoba.
Allí, fray Álvaro construyó humildes estaciones que, partiendo del Convento, jalonaban a la vera del camino, un Vía crucis devocional, que terminaba en una colina, desde la que se divisa la curva del Guadalquivir y la ciudad de Córdoba; todavía hoy se conoce ese otero con el significativo nombre de “Monte Calvario”. La esencia de su propósito no fue otra que ayudar a la devoción del pueblo fiel en el acompañar a Jesús en su vía dolorosa.
Via Crucis en el Coliseo, desde 1741
Una costumbre arraigada en la vivencia el Triduo Pascual es el rezo del Via Crucis por el Santo Padre en el Coliseo de Roma en la tarde-noche del Viernes Santo. El Via Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por el Papa Benedicto XIV que puso las estaciones en este lugar que recoge la sangre de los primitivos mártires.
Se trata de un lugar martirial del que Beda el Venerable llegó a decir: “Quamdiu stat Colysaeus stat Roma, quando cadet Colysaeus cadet Roma et mundus”. Tras decenas de años de olvido volvió a celebrarse el Via Crucis en 1925. Y en 1964 Pablo VI acudió para presidir allí el rito y desde entonces, todos los años, acude el sucesor de San Pedro en la noche del Viernes Santo.
Por D. Adolfo Ariza, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Beata Victoria Díez
"Las epidemias se encontraban entre los grandes terrores del mundo antiguo. Los médicos sabían cómo identificar las enfermedades, pero no sabían cómo detener su propagación. Los antibióticos y las drogas antivirales todavía estaban a siglos de distancia en el futuro".
Entonces, cuando la plaga golpeó una ciudad, los médicos fueron de los primeros en irse. Vieron lo que venía y no pudieron hacer nada para detenerlo.
Los historiadores hablan de tres grandes plagas durante los primeros siglos del cristianismo, y estiman que cada una redujo la población del imperio entre un cuarto y un tercio.
Mientras que la población se desplomó, sin embargo, la Iglesia creció. El sociólogo Rodney Stark argumenta, en su libro "The Rise of Christianity" (1997), que las epidemias eran un campo de pruebas de los principios cristianos y un momento en que las virtudes específicamente cristianas se mostraban públicamente.
En la primera de las plagas, en el año 165 d. C., el médico pagano Galeno alabó la valentía de los cristianos al preocuparse por los demás.
En el segundo, que comenzó alrededor del año 250 DC, encontramos al obispo africano San Cipriano exhortando a su congregación a movilizarse para la tarea de curación. Los instó a cuidar no solo a sus compañeros creyentes, sino también a sus perseguidores paganos.
"No hay nada extraordinario en apreciar a nuestra propia gente", dijo, "... [Nosotros] deberíamos amar a nuestros enemigos también ... el bien [debería hacerse] a todos, no simplemente a la familia de la fe".
El obispo egipcio San Dionisio el Grande describió con gran detalle los esfuerzos de ayuda realizados por la Iglesia a todos, a pesar de que la práctica de la fe era un crimen castigable con la muerte. Los cristianos estaban dispuestos a arriesgarse a una doble exposición, a las autoridades y a la enfermedad, para atender a los enfermos y moribundos.
En la epidemia del 312, durante la más feroz persecución anticristiana, la Iglesia proporcionó el único cuidado disponible en las ciudades.
En las crisis, los cristianos establecieron sistemas de atención que en tiempos de paz, cuando cesaron las persecuciones, la Iglesia se institucionalizaría en los hospitales.
Stark cree que las epidemias fueron un factor importante en el crecimiento temprano de la Iglesia: "Si la sociedad clásica no hubiera sido perturbada y desmoralizada por estas catástrofes, el cristianismo nunca habría sido una fe tan dominante".
En el año 165, durante el reinado de Marco Aurelio, se desató una epidemia que, en el transcurso de quince años, causó la muerte de un tercio de los habitantes del Imperio, Marco Aurelio incluido.
En el año 251 se declaró una epidemia parecida, probablemente de sarampión, con resultados similares. En general, los historiadores concuerdan en que estas epidemias produjeron un despoblamiento que contribuyó a la caída del Imperio romano más que la degeneración moral a la que se suele atribuir el hundimiento.
Stark señala que estas epidemias favorecieron la rápida difusión del cristianismo por tres razones. La primera, porque el cristianismo ofrecía una respuesta más satisfactoria que la brindada por el paganismo antiguo a la pregunta sobre el sufrimiento de los inocentes; una respuesta basada en la pasión y muerte de Cristo.
En segundo lugar, “los valores cristianos del amor y la caridad se habían traducido, desde el principio, en normas de servicio social y solidaridad.
Cuando sobrevenía algún desastre, los cristianos tenían mayor capacidad de respuesta, lo que producía tasas de supervivencia notablemente superiores. Esto significa que, tras cada epidemia, los cristianos constituían un porcentaje mayor de la población, aun sin contar los nuevos conversos”.
Stark concluye: “Durante las epidemias, en cierto modo el paganismo ‘cayó fulminado’ o al menos contrajo una enfermedad mortal: fue víctima de su relativa incapacidad para enfrentarse social o espiritualmente con estas crisis; incapacidad que puso súbitamente de manifiesto el ejemplo de su nuevo contrincante”.
Santa Faustina Kowalska
Apóstol de la Divina Misericordia
Nacida el 25 de agosto de 1905 Muere el 5 de octubre de 1938 Canonizada el 30 de abril del 2000, año jubilar.
Esta religiosa polaca recibió los mensajes de Jesús sobre su Divina Misericordia. Providencialmente esta devoción tan necesaria para nuestros tiempos se ha propagado por el mundo entero. Es un milagro de Dios y un compatriota de Santa Faustina ha sido un gran instrumento: Juan Pablo II.
La misericordia de Dios se revela en toda la historia. Adán y Eva, a pesar de su pecado, reciben la promesa de la redención. En Sodoma, en el tiempo de Noe, ante la esclavitud en Egipto, una y otra vez, Dios busca rescatarnos aunque son pocos los que le responden. Pero la misericordia divina se manifiesta en su plenitud en Jesucristo cuyo corazón traspasado es fuente infinita de misericordia.
En el siglo XX Jesús visita a Santa Faustina y le muestra Su corazón traspasado del que emanan rayos de luz blanca (el agua del bautismo) y roja (Su Sangre) y le encomienda la misión de dar a conocer Su misericordia a todos los hombres. Ante la pérdida de la fe del siglo XX, el mensaje de la misericordia se hace urgente pues es la única esperanza de la humanidad.
Primeros años de Santa Faustina
Santa Faustina nació en la aldea de Glogoviec, en Swinice Varckie, Polonia, el 25 de agosto de 1905. Fue bautizada dos días después con el nombre de Elena Kowalska, en la Iglesia de San Casimiro. Sus padres tuvieron 8 hijos (Elena es la tercera), a quienes criaron con mucha disciplina, siendo gran ejemplo de vida espiritual. A muy temprana edad, Elena fue llamada a hablar con el cielo. Una indicación de este hecho fue un sueño que ella tuvo a la edad de 5 años. Su madre recuerda que en esa época Elena dijo a su familia. “Yo estuve caminando de la mano de la Madre de Dios en un jardín precioso”. Muchas veces, aún antes de los siete años, la niña se despertaba durante la noche y se sentaba en la cama. Su mamá veía que estaba rezando, y le decía que regresara a dormir o terminaría perdiendo la cabeza. “Oh, n
o madre”, Elena le contestaba, “mi ángel guardián me debe haber despertado para rezar.” Nos dice Santa Faustina en su diario (#7): “Desde los siete años sentía la suprema llamada de Dios, la gracia de la vocación a la vida consagrada. A los siete años por primera vez oí la voz de Dios en mi alma, es decir, la invitación a una vida más perfecta. Sin embargo, no siempre obedecí la voz de la gracia. No encontré a nadie quien me aclarase esas cosas.” Este evento ocurrió en Vísperas, durante la exposición del Santísimo Sacramento.
Elena tenía aproximadamente 9 años cuando se preparó para recibir los sacramentos de la Confesión y la Comunión en la Iglesia de San Casimiro. Su madre recuerda que antes de dejar la casa en el día de su Primera Comunión, Elena besó las mano de sus padres para demostrar su pena por haberles ofendido. Desde aquél entonces, se confesaba todas las semanas; cada vez rogaba a sus padres perdón, besándoles las manos, siguiendo una costumbre Polaca. Esto lo hacía a pesar de que sus hermanos y hermanas no le imitaban.
Elena ayudaba en la casa con los quehaceres de la cocina, ordeñando las vacas, y cuidando de sus hermanos. Empezó a asistir al Colegio cuando tenía 12 años de edad, debido a que las escuelas en Polonia estaban cerradas durante la ocupación Rusa. Solo pudo completar tres trimestres, cuando en la primavera de 1919, se notificó a todos los estudiantes mayores, que salieran del colegio para dar cabida a los niños menores.
A los 15 años comenzó a trabajar como empleada doméstica y de nuevo sintió muy fuertemente el llamado a la vocación religiosa, pero al presentarle su sentido a sus padres se lo negaron. Varias veces pidió permiso a sus padres para entrar al convento; la misma Santa relata una de estas ocasiones en el diario: “El decimoctavo año de mi vida, insistente pedido a mis padres el permiso para entrar en un convento; una categórica negativa de los padres. Después de esa negativa me entregué a las vanidades de la vida sin hacer caso alguno a la voz de la gracia, aunque mi alma en nada encontraba satisfacción. Las continuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento, sin embargo intenté apagarlas con distracciones. Evitaba a Dios dentro de mí y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas, Pero la gracia divina venció en mi alma” (# 8).
Durante ese mismo año tuvo una experiencia que marcó su vida. Fue invitada a una fiesta junto con su hermana Josefina, en el parque de Venecia, en la ciudad de Lodz: “Una vez, junto con una de mis hermanas fuimos a un baile. Cuando todos se divertían mucho, mi alma sufría tormentos interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: '¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañarás?' En aquel momento dejaron de sonar los alegres tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo. Me senté junto a mi querida hermana, disimulando lo que ocurrió en mi alma con un dolor de cabeza. Un momento después abandoné discretamente a la compañía y a mi hermana y fui a la catedral de San Estanislao Kostka. Estaba anocheciendo, había poca gente en la catedral. Sin hacer caso a lo que pasaba alrededor, me postré en cruz delante del Santísimo Sacramento, y pedí al Señor que se dignara hacerme conocer qué había de hacer en adelante.
Entonces oí esas palabras: 'Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento.' Me levanté de la oración, fui a casa y solucioné las cosas necesarias. Como pude, le confesé a mi hermana lo que había ocurrido en mi afina, le dije que me despidiera de mis padres, y con un solo vestido, sin nada más, llegué a Varsovia.” Pidió a la Santísima Virgen que la guiara y le dejara saber donde dirigirse. Así llegó a la Iglesia de Santiago Apóstol en las afueras de Varsovia y, al finalizar las misas, habló con un sacerdote que la envió donde la Sra. Lipzye, una señora muy católica, y se hospedó con ella. Durante su estadía con la familia Lipzye visitó varios conventos pero todas las puertas le fueron cerradas. Pidiéndole al Señor que no la dejara sola, buscaba una respuesta a su oración, pero el Señor quería enseñarle que El siempre responde a nuestras oraciones solo en su tiempo, no en el nuestro.
Santa Faustina se dirigió a las puertas de la Casa Madre de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia en la calle Zytnia, en Varsovia, donde la Madre general la interrogó. Madre Micaela le dijo que fuera a preguntarle al Señor de la casa si Él la aceptaba. Santa Faustina se dirigió a la Capilla y le preguntó al Señor si la aceptaba y escuchó en su corazón: "Yo te acepto; tu estas en mi Corazón". Ella se dirigió donde la Madre General y le dijo lo que había oído, la Madre repuso, "si el Señor te acepta yo también te acepto, esta es tu casa" (#’s 9 y 10).
La pobreza de Santa Faustina fue su peor obstáculo pues necesitaba recoger dinero para el ajuar. La superiora le sugirió que siguiera trabajando hasta completarlo. Trabajó un año como doméstica para reunir todo el dinero. Durante ese tiempo tuvo muchos retos y obstáculos, pero se mantuvo firme en su decisión, y durante la Octava de Corpus Christi, el 25 de julio de 1925, hizo un voto de castidad perpetua al Señor. Relata la Santa, “Con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios el voto de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí una mayor intimidad con Dios, mi Esposo. En aquél momento hice una celdita en mi corazón donde siempre me encontraba con Jesús” (#16).
Postulantado
El 2 de agosto de 1925, fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles, entró en la Congregación como Postulante. Pocas semanas después de haber entrado tuvo la tentación de irse del convento. Fue en busca de la Madre Superiora y al no encontrarla se fue a su celda. Estando en su cuarto tuvo una visión de Jesús, con su rostro destrozado y cubierto de llagas. Ella le preguntó "¿Jesús quien te ha herido tanto?" Jesús le contestó: "Esto es el dolor que me causarías si te vas de este convento. Es aquí donde te he llamado y no a otro; y tengo preparadas para ti muchas gracias." Ella comprendió que Dios realmente la quería ahí y a la mañana siguiente confesó a su director espiritual lo que le había ocurrido. Él le confirmó que realmente Dios la quería ahí.
Como Postulante se familiarizó en sus ejercicios espirituales. Fue encargada de la cocina, de limpiar el cuarto de la Madre Barkiewez y de cuidarla durante su enfermedad.
A causa de sus conflictos interiores, su gran fervor espiritual, y el cambio de vida, la salud de Santa Faustina empezó a decaer. Las superioras, alarmadas por el agotamiento que manifestaba, la enviaron a Skolimow, a la casa de descanso, en compañía de dos hermanas.
Entrada al Noviciado y profesión
En los comienzos de 1926, fue enviada al noviciado en Józefów (el lugar de San José) en Cracovia-Lagiewniki, para terminar su Postulantado y el 30 de abril tomó el hábito religioso como novicia y recibió su nombre de Sor María Faustina. Durante la ceremonia le fue revelada la magnitud de sus sufrimientos futuros y a lo que se estaba comprometiendo. Esto duró poco, luego el Señor la llenó de una gran consolación. En este convento de Cracovia-Lagiewniki, Santa Maria Faustina hizo su noviciado, pronunció sus primeros votos y los perpetuos, sirvió como cocinera, jardinera y portera, y pasó los últimos años de su vida terrenal.
En el transcurso de su noviciado un hecho que se conoce mucho es la historia de la escurrida de las papas. Debido a la gran debilidad que sufría, esta tarea se le dificultaba cada día mas, entonces empezó a evadirla, pero al poco tiempo se empezó a notar; la Madre Superiora no comprendía que a pesar de su deseo, Sor Faustina no podía hacerlo por su poca fuerza. Un día, cuando hizo su examen de conciencia se quejó al Señor de su debilidad. Escuchó estas palabras: "Desde hoy tendrás mas facilidad, pues yo te fortaleceré". A la noche, confiada por lo que el Señor le había prometido, se apresuró a tomar la olla. La levantó con facilidad y la escurrió perfectamente. Cuando levantó la tapa para dejar salir el vapor, en vez de papas, ella vio ramos de rosas, las más hermosas que jamás hubiese visto. Tratando de comprender esta visión escuchó estas palabras: "Yo cambié tu trabajo tan duro en un ramillete de las más bellas flores, y su perfume sube a Mi Trono". Después de esto ella buscaba como hacer este trabajo diariamente aun cuando no le tocaba, porque comprendió que le agradaba al Señor.
Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su extraordinaria y rica vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y piadosa, pero a la vez natural, y alegre, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Sus hermanas recuerdan que Santa Faustina fue una grata compañía durante el noviciado y su conducta al orar provocaba en las otras novicias una gran reverencia a la Majestad de Dios.
Toda su vida se concentraba en caminar con constancia hacia la cada vez más plena unión con Dios y en una abnegada colaboración con Jesús en la obra de la salvación de las almas. “Jesús mío - confeso en el diario – Tú sabes que desde los años más tempranos deseaba ser una gran santa, es decir, deseaba amarte con un amor tan grande como ningún alma Te amó hasta ahora” (# 1372).
Durante su vida logró un alto grado de unión de su alma con Dios, pero también tuvo que esforzarse y luchar en duros combates en el camino hacia la perfección cristiana. El Señor la colmó de muchas gracias extraordinarias: los dones de contemplación y de profundo conocimiento del misterio de la Divina Misericordia, visiones, revelaciones, estigmas ocultos, los dones de profecía, de leer en las almas humanas, y desposorios místicos. Colmada de tantas gracias, escribió: “Ni las gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios... Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios." (# 1107).
La Noche oscura del Alma
Santa Faustina sufrió la mayor parte de su noviciado constantes combates interiores. No podía meditar ni sentir la presencia de Dios. Sufrió fuertes tormentos y tentaciones, aún estando en la capilla. En mas de una ocasión, estando en la Santa Misa, sintió que blasfemaba contra Dios, no sentía contento con nada. Hasta las verdades mas simples sobre la fe le eran difícil de comprender.
Durante todo este tiempo Santa Faustina no estuvo sola, tuvo la ayuda de su Maestra de Novicias, Sor Joseph Brzoza quien veía en ella grandes gracias venidas de Dios. Aunque Santa Faustina se sentía en ese momento totalmente abandonada por Dios, Sor Joseph le decía: "sepa querida hermana que Dios quiere tenerla bien cerca de El en el Cielo. Tenga gran confianza en Jesús."
Alma Víctima
Durante su tercer año de noviciado le fue revelado lo que era ser Alma Víctima. Anota ella en su diario: "El sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor". (57)
Sor Faustina se ofreció como víctima por los pecadores y con este propósito experimentó diversos sufrimientos para salvar las almas a través de ellos. Durante una hora particular de adoración, Dios le reveló a Santa Faustina todo lo que ella tendría que sufrir: falsas acusaciones, la pérdida del buen nombre, y mucho más. Cuando la visión terminó, un sudor frío bañó su frente. Jesús le hizo saber que aún cuando ella no diere su consentimiento a esto, ella se salvaría y El no disminuiría Sus gracias y seguiría manteniendo una relación íntima con ella. La generosidad de Dios no disminuiría para nada. Consciente de que todo el misterio dependía de ella, consintió libremente al sacrificio en completo uso de sus facultades. Luego escribió lo siguiente en su diario: “De repente, cuando había consentido a hacer el sacrificio con todo mi corazón y todo mi entendimiento; la presencia de Dios me cubrió, me parecía que me moría de amor a la vista de su mirada.”
Durante la Cuaresma de ese mismo año, 1933, experimentó en su propio cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo invisiblemente las estigmas. Únicamente su confesor lo conoció. Ella lo narra así: "Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas, pero esto fue sólo por un tiempo bien corto."
Tiempo más tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis, experimentó nuevamente los sufrimientos de la Pasión del Señor repitiéndose todos los Viernes y algunas veces cuando se encontraba con un alma que no estaba en estado de gracia. Aunque esto no era muy frecuente; los sufrimientos eran dolorosos y de corta duración, no los hubiera soportado sin una gracia especial de Dios.
Visión del Purgatorio
Mientras estaba en Skolimow, casi al final de su Postulantado, Santa Faustina le preguntó al Señor por quién mas debía orar y la noche siguiente tuvo esta visión. "Esa noche vi a mi ángel de la Guarda, quien me pidió que lo siguiera. En un momento me vi en un lugar lleno de fuego y de almas sufrientes. Estaban orando fervientemente por si mismas pero no era válido, solamente nosotras podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban no podían tocarme. Mi ángel de la guarda no me dejó sola ni un momento. Yo pregunté a las almas que es lo que mas las hacía sufrir. Ellas me contestaron que era el sentirse abandonadas por Dios...Vi a Nuestra Señora visitando a las almas del Purgatorio, la llamaban Estrella del Mar. Luego mi ángel guardián me pidió que regresáramos, al salir de esta prisión de sufrimiento, escuché la voz interior del Señor que decía: ‘Mi Misericordia no quiere esto, pero lo pide mi Justicia’".
Visión del Infierno
Durante un retiro de ocho días en octubre de 1936, se le mostró a Sor Faustina el abismo del infierno con sus varios tormentos, y por pedido de Jesús ella dejó una descripción de lo que se le permitió ver: "Hoy día fui llevada por un Ángel al abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente grande y, extenso es!. Las clases de torturas que vi: La primera es la privación de Dios; la segunda es el perpetuo remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
la cuarta es el fuego que penetra en el alma sin destruirla -un sufrimiento terrible, ya que es puramente fuego espiritual,-prendido por la ira de Dios. La quinta es una oscuridad continua y un olor sofocante terrible. A pesar de la oscuridad, las almas de los condenados se ven entre ellos;
la sexta es la compañía constante de Satanás;
la séptima es una angustia horrible, odio a Dios, palabras indecentes y blasfemia. Estos son los tormentos que sufren los condenados, pero no es el fin de los sufrimientos. Existen tormentos especiales destinados para almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionado con el tipo de pecado que ha cometido.
Existen cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía difiere de la otra. Yo hubiera fallecido a cada vista de las torturas si la Omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no existe el infierno, o que nadie a estado ahí y por lo tanto, nadie puede describirlo."
El Señor fue preparando de esta forma el corazón de Santa Faustina para que por medio de su intercesión se salvaran muchas almas.
Visión del Cielo
El 27 de noviembre de 1936, cuando la debilidad la llevó a la cama, escribió la siguiente visión del cielo: "Hoy día, estuve en el cielo en espíritu, y vi sus bellezas incomparables y la felicidad que nos espera para después de la muerte. Cómo todas las criaturas alaban y dan gracias a Dios sin cesar...Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero es siempre nueva, derramando felicidad para todas las criaturas. Dios me ha hecho entender que hay una cosa de un valor infinito a Sus ojos, y eso es, el amor a Dios; amor, amor y nuevamente amor, y nada puede compararse a un solo acto de amor a Dios.
Dios en su gran majestad, es adorado por los espíritus celestiales, de acuerdo a sus grados de gracias y jerarquías en que son divididas, no me causó temor ni susto; mi alma estaba llena de paz y amor; y mientras más conozco la grandeza de Dios, más me alegro de que El sea El que es. Me regocijo inmensamente en Su grandeza y me alegro de que soy tan pequeña, ya que siendo tan pequeña, El me carga en Sus brazos y me aprieta a Su corazón" (777-780).
Los siguientes años fueron un entrenamiento del Señor. Ella no sabía lo que Dios estaba haciendo en ella, pero su respuesta era firme e invariable: si Señor, haz en mi tu voluntad. Algo que ella si veía en todo esto era que el Señor quería su obediencia. Santa Faustina siempre mantuvo una fuerte relación con Dios, sin saber de antemano el camino que Dios trazaba para ella.
Sus últimos Días
En los últimos años de su vida aumentaron los sufrimiento interiores, la llamada noche pasiva del espíritu y las dolencias del cuerpo: se desarrolló la tuberculosis que atacó sus pulmones y sistema digestivo. A causa de ello dos veces fue internada en el hospital de Pradnik en Cracovia, por varios meses.
Extenuada físicamente por completo, pero plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios, falleció en olor de santidad, el 5 de octubre de 1938, a los 33 años, de los cuales 13 fueron vividos en el convento. Su funeral tuvo lugar dos días mas tarde, en la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario que aquel año fue primer viernes de mes. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de la Comunidad en Cracovia – Lagievniki, y luego, durante el proceso informativo en 1966, fue trasladado a la capilla.
La Historia Subsiguiente
En el año 1935, Santa Faustina le escribió a su director espiritual: "Llegará un momento en que esta obra que Dios tanto recomienda parecerá como [si fuera] en ruina completa, y entonces, la acción de Dios seguirá con gran poder, que dará testimonio de la verdad. Ella [la obra] será un nuevo esplendor para la Iglesia, aunque haya reposado en Ella desde hace mucho tiempo" (Diario 378).
De hecho, esto sí sucedió. El 6 de marzo de 1959, la Santa Sede, por información errónea que le fue presentada, prohibió "la divulgación de imagines y escritos que propagan la devoción a La Misericordia Divina en la manera propuesta por Santa Faustina". Como resultado, pasaron casi veinte años de silencio total. Entonces, el 15 de abril de 1978, la Santa Sede, tras un examen cuidadoso de algunos de los documentos originales previamente indisponibles, cambió totalmente su decisión y de nuevo permitió la práctica de La Devoción. El hombre primariamente responsable por la revocación de esta decisión fue el Cardenal Karol Wojtyla, el Arzobispo de Cracovia, diócesis en la que nació Santa Faustina. El 16 de octubre de 1978, el mismo Cardenal Wojtyla fue elevado a la Sede de San Pedro bajo el título de "Papa Juan Pablo II".
El 7 de marzo de 1992, se declararon "heroicas" las virtudes de Sor Faustina; el 21 de diciembre de 1992, una curación por medio de su intercesión fue declarada "milagrosa"; y el 18 de abril de 1993, el Papa Juan Pablo II tuvo el honor de declarar a la Venerable Sierva de Dios, Sor Faustina Kowalska, "Beata".
En 1997 el Papa Juan Pablo II hizo una peregrinación a la tumba de la Beata Faustina en Polonia, le llamó "Gran apóstol de la Misericordia en nuestros días". El Papa dijo en su tumba "El mensaje de la Divina Misericordia siempre ha estado cerca de mi como algo muy querido..., en cierto sentido forma una imagen de mi Pontificado."
El 10 de marzo del 2000, se anunció la fecha para la canonización después de ser aceptado el segundo milagro obtenido por su intercesión. El milagro fue la curación del Padre Pytel de una condición congénita del corazón, después de las oraciones hechas por miembros de la congregación de su parroquia el día del aniversario de la muerte de Santa Faustina, en Octubre 5 de 1995.
La Secretaria de la Misericordia de Dios fue elevada a los altares por el Santo Padre el 30 de abril del año 2000, el Domingo de la Divina Misericordia. Es la primera santa que fue canonizada en el año jubilar 2000 y en el milenio.
La biografía de Santa Faustina nos narra que el Señor le recordaba frecuentemente Su deseo de que se estableciera la Fiesta de la Divina Misericordia. Ella ofreció una novena por esta intención y el 23 de marzo de 1937, martes de Semana Santa, el séptimo día de la novena Santa Faustina tuvo la siguiente visión: “De pronto la presencia de Dios me invadió e inmediatamente me vi en Roma, en la capilla del Santo Padre y al mismo tiempo estaba en nuestra capilla...Yo tomé parte en la solemne celebración, simultáneamente aquí y en Roma...Vi al Señor Jesús en nuestra capilla, expuesto en el Sacramento de la Eucaristía en el altar mayor. La capilla estaba adornada como para una fiesta, y ese día todo el que quisiera, podía entrar. La multitud era tan grande que la vista no podía alcanzarla toda. Todos estaban participando en las celebraciones con gran júbilo, y muchos de ellos obtuvieron lo que deseaban. La misma celebración tuvo lugar en Roma, en una hermosa Iglesia, y el Santo Padre, con todo el clero, estaban celebrando esta Fiesta, y entonces súbitamente yo vi a San Pedro, que estaba de pie entre el altar y el Santo Padre...Entonces de repente vi como los dos rayos, como están pintados en la imagen, brotaron de la hostia y se extendieron sobre todo el mundo. Esto duró sólo un momento, pero pareció como si hubiese durado todo el día, y nuestra capilla estuvo repleta todo el día, y todo el día abundó en júbilo. Luego, vi en nuestro altar, al Señor Jesús vivo, tal como luce en la imagen. Luego, en un instante me encontré de pie cerca de Jesús, y me paré en el altar junto al Señor Jesús, y mi espíritu estuvo lleno de una felicidad tan grande...Jesús se inclinó hacia mí y dijo con gran bondad, ‘¿Cuál es tu deseo Hija mía’ Y yo contesté, ‘Deseo que toda adoración y gloria sean dadas a Tu Misericordia’. ‘Yo ya estoy recibiendo adoración y gloria por la congregación y la celebración de esta Fiesta: ¿Qué más deseas?’ Entonces yo miré a la inmensa multitud que adoraba la Divina Misericordia y le dije a Jesús, ‘Jesús, bendice a todos aquellos que están reunidos para darte gloria y venerar Tu infinita misericordia’. Jesús hizo la señal de la cruz con su mano y esta bendición fue reflejada en las almas como un rayo de luz” (1044-1049). Muchos ven esta visión en respecto a la canonización de Santa Faustina. Jesús le mostraba a su apóstol los frutos de su trabajo y sufrimientos.
Al final de la Canonización de Santa Maria Faustina el Santo Padre declaró el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina”, estableciendo la Fiesta de la Divina Misericordia que Jesús tanto pedía a Santa Faustina. El Santo Padre dijo: “En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros”. Y después de su visita a Polonia en junio del 2002, “para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo, y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos.”
Podemos encontrar un paralelo entre los poderosos mensajes que Jesús revela a Santa Faustina: sobre la Divina Misericordia y a Santa Margarita: sobre la devoción al Sagrado Corazón. A través de ellas Dios nos manifestó y nos dio a conocer Su Misericordia encerrada en Su Sagrado Corazón.
Santa Faustina fue canonizada el 30 de abril del 2000, siendo la primera canonización del año jubilar.
El jueves 16 de abril el Papa emérito Benedicto XVI cumple 93 años.
Algunos de sus anteriores cumpleaños fueron celebrados entre cerveza alemana y tradiciones bávaras. Hasta su hermano Georg, de 96 años, lo visitó cuando Benedicto cumplió 90. Sin embargo, este año, la celebración será sencilla, dentro del monasterio en el que vive, el Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano.
Estarán sus más cercanos colaboradores, como Georg Gänswein.
A causa de la cuarentena nacional, quizás no reciba la visita del Papa Francisco.
El 19 de abril Benedicto XVI también celebra el 15 aniversario de su elección papal.
Su pontificado duró 8 años. Visitó más de 20 países y publicó tres encíclicas y tres libros.
Ya son siete los años que ha pasado como Papa emérito. Está bien de salud aunque frágil, debido a la edad. Permanece en su residencia, donde ya es tradición que lo pasen a saludar los nuevos cardenales nombrados por su sucesor inmediatamente después de la ceremonia.